martes, 21 de octubre de 2014

Las islas y los Robinsones de Gloria Cantero


El toro es siempre la isla en la que los aficionados encuentran su salvación


Hace unos días leía unas reflexiones de Gloria Cantero sobre los que pelean y claman por la verdad en el Toreo, porque no haya merma de la integridad del toro, porque el fraude llegue a ser la excepción y no la generalidad; ellos son lo que llama Robinsones y los foros en los que dejan oír sus opiniones son como las islas de los mares del Sur, alejadas de toda ruta comercial del toro y mucho más de la doctrina y actividades de los taurinos, que ni tan siquiera tienen situados estos archipiélagos de libertad en sus cartas táuricas.

No pude por más que adherirme a tales consideraciones y aunque servidor tenga sus cosas en la plaza de Madrid, aunque pueda darse el caso de que alguien me mande callar, que me mande a algún lugar apestoso y que muestren su desacuerdo con mis opiniones, nada tiene que ver la protesta en las Ventas con la que pueda darse en otras plazas. Ni mucho menos te aplauden, ni te mandan flores, ni te invitan a merendar y a compartir el chorizo y queso que los transeúntes traen orgullosos de la matanza de su pueblo, ni tan siquiera te ofrecen echar un buchito de la bota que portan los más tradicionales. A lo sumo te vociferan un poco, siempre y cuando vean entre ellos y el que protesta una distancia prudencial que no afectará a la integridad física de nadie y mucho menos de la Mari, que orgullosamente contemplará como crece la hombría del Josemi mientras recita su letanía de macho alfa: payaso, baja tú, cállate o hij... Pero de ahí no pasa. Incluso si uno se acerca a pedir que le aclaren algunos conceptos espetados ante tal desbordamiento de tetosterona, son los “colegas” los que tercian, no vaya a ser que el Josemi se líe y se le enrede la lengua al tener que emitir argumentos medianamente razonados.

Hay plazas, incluso ciudades, en las que los aficionados prácticamente no pueden ni ir a los toros y si lo hacen es casi a costa de tener que morderse la lengua hasta convertirla en mojama; y como en los pueblos se acaban conociendo todos, no tiene ni que protestar este Robinson para que el maula de turno no le toque las palmas cuando le venga bien. Estoy seguro que más de uno se sentirá identificado con la imagen del que acude al bar, a la peña o al casino del pueblo y según entra por la puerta ya está el enterado que te radia las orejas, indultos y salidas a cuestas de sus ídolos, aunque no distingan un mulo de una chicharra. Al aficionado no es que no le guste hablar de toros, todo lo contrario, lo que pasa es que en ese ambiente competitivo y de conteo de despojos, pues no se maneja bien, no está tan cómodo como esos discos duros taurinos que te recitan de memoria la terminología moderna del toro, que no se pierden un comentario de los maestros del micrófono y que hacen suyos con todo el convencimiento que ustedes puedan imaginar. No es que estos Robinsones de que hablaba Gloria Cantero vivan en una isla desierta, es que se ven obligados a convivir con caníbales dispuestos a devorarle los hígados a todo aquel que no jalee los desorejamientos de las figuras del toreo.

Cuantos Robinsones buscan compañía en este mundo de los toros en el que no encuentran acomodo y sí constantes muestras de no ser bien recibidos; ya sea al ir a solicitar una acreditación de prensa, cuando los taurinos y palmeros aprovechan para pasar factura por un día en el que fulanito no opinó favorablemente de tal torero, tal ganadería o lo mal cerrados de unos carteles de feria. O esos “compañeros” de tertulia que ignoran al díscolo a la hora de conseguir entradas para ir a los toros, dejándolo en tierra sin el menor atisbo de remordimiento. En Madrid sales de la plaza y aunque lleves a los palmeros pegados a ti en el metro, no pasa más, se acaban las disputas al caer el último de la tarde. Hay sitios en los que te rebozan tus ideas la misma noche después del festejo, a la mañana siguiente al ir a tomar un cafelito, en el trabajo, ya sea cara al público o no y hasta en el vecindario. Que los aficionados aguantan bien, a veces hasta intentando poner argumentos sobre la mesa, pero es complicado razonar contra ciertas actitudes. Y quiera la providencia que no se te ocurra escribir algo contrario al “pensamiento único”, porque no solo te atacarán los de enfrente, sino que vendrán los supuestos amigos a pedirte moderación en nombre de un supuesto bien supremo que hará que todo esto sobreviva. ¡Mejor vivo que muerto! Cuando lo único que pretenden estas ratas es mantener su posición, su negocio, sus privilegios o que nadie les quite el puesto de rastrero mayor del reino.


Si estará difícil la cosa, que hasta te van a ver al negocio familiar para ponerte en todo lo alto las varas que sus ídolos no osan poner en los animalillos que se arrastran ante ellos. Son muchos los Robinsones que se mantienen en sus islas refugiados en esas chozas que se han construido a base de su afición y su lealtad a la Fiesta, al toro, por encima de idolatrías a supuestas figuras, que todo lo más que hacen es cortar despojos por esos cosos de Dios. Soportan como pueden los vendavales de la ignorancia, los ciclones del cinismo y sobre todo las riadas que se llevan por delante tantas maltrechas aficiones. y dicho esto Gloria, me sumo de nuevo en tu apoyo a esos Robinsones que viven en esas islas abandonadas que los mercaderes dejan fuera de sus rutas del fraude y la vulgaridad.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Tomo aliento de ese con sabor a dulce emoción, resuelvo agradecida y por alusiones, complacida, contesto en la medida de mis limitaciones a tu generosa entrada.

Enrique, creo que coincidiremos en que eso de implorar los insignes fundamentos que sustentan este desvarío, nos convierte a pasos agigantados en esas "raras avis" marginales, molestos de pura insistencia, anacoretas instalados en la ilusión y el romanticismo...Dicen, señalan e invitan, o en el peor de los casos, ordenan, de forma ofensiva y grosera, a salir por la puerta de atrás, agazapado y en cuclillas pues es bien conocido la pequeñez de sus dimensiones.

No es fácil, desde luego, cierto es que algunos además, pertenecemos a ese grupo de "los de provincias", y que para más inri cuando queremos oler a toro, las dificultades aumentan y no sólo por las distancias, bien has dado cuenta de ello.

Pero en esta irritabilidad trufada de arrebato hay muchas razones que nos unen, seamos de donde seamos, el verdadero origen, el nexo de unión indestructible es nuestro amor apasionado por el Toro, y esto, querido amigo, no entiende ni de orígenes ni de procedencias.

Y es que quizá, sea cierto eso de que "Hay razones del corazón que la razón no entiende" o simplemente, porque un día, en otro tiempo, alguien tuvo la suerte inmensa de encontrar oro en el fango y gritó "Eureka!" de puro júbilo al apartar la soledad del robinsón por la grandeza del compartir en ese abrir de brazos donde una se siente tan cómodamente reconfortada. Afortunadamente, aún quedan brazos ungidos por el buen juicio capaces de enlazar una cadena que nos lleve a la tierra prometida.

No puedo para finalizar, más que agradecer tu comprensión, la magistral forma que has dado a mis palabras y animarte en ese empeño por el ejercicio de la libertad con la siempre ejercida, honradez, arrestos, sensibilidad y genialidad.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Gloria:
A partir de un escrito tuyo me salió esto y de ahí tu comentario y espero que siga esta escalera, pues apoyándonos unos en otros podremos progresar, no solo en esto de los toros, sino en todo. Aunque lo que nos ocupa ahora es el toro. Pero si queremos conseguir echar a los que están degradando esto no hay otra forma que apoyarnos entre nosotros, apoyar al compañero de afición, apoyarnos en sus argumentos, especialmente en los que aportan sentido común y claridad, como fue el origen con tus reflexiones. Y si además lo sazonamos con esas dosis tan intensas de cariño, el camino será mucho más derecho y agradable.
Un beso