El toro es siempre la isla en la que los aficionados encuentran su salvación |
Hace unos días leía unas reflexiones de Gloria Cantero sobre
los que pelean y claman por la verdad en el Toreo, porque no haya merma de la
integridad del toro, porque el fraude llegue a ser la excepción y no la
generalidad; ellos son lo que llama Robinsones y los foros en los que dejan oír
sus opiniones son como las islas de los mares del Sur, alejadas de toda ruta
comercial del toro y mucho más de la doctrina y actividades de los taurinos,
que ni tan siquiera tienen situados estos archipiélagos de libertad en sus
cartas táuricas.
No pude por más que adherirme a tales consideraciones y
aunque servidor tenga sus cosas en la plaza de Madrid, aunque pueda darse el
caso de que alguien me mande callar, que me mande a algún lugar apestoso y que
muestren su desacuerdo con mis opiniones, nada tiene que ver la protesta en las
Ventas con la que pueda darse en otras plazas. Ni mucho menos te aplauden, ni
te mandan flores, ni te invitan a merendar y a compartir el chorizo y queso que
los transeúntes traen orgullosos de la matanza de su pueblo, ni tan siquiera te
ofrecen echar un buchito de la bota que portan los más tradicionales. A lo sumo
te vociferan un poco, siempre y cuando vean entre ellos y el que protesta una
distancia prudencial que no afectará a la integridad física de nadie y mucho
menos de la Mari, que orgullosamente contemplará como crece la hombría del
Josemi mientras recita su letanía de macho alfa: payaso, baja tú, cállate o
hij... Pero de ahí no pasa. Incluso si uno se acerca a pedir que le aclaren
algunos conceptos espetados ante tal desbordamiento de tetosterona, son los
“colegas” los que tercian, no vaya a ser que el Josemi se líe y se le enrede la
lengua al tener que emitir argumentos medianamente razonados.
Hay plazas, incluso ciudades, en las que los aficionados
prácticamente no pueden ni ir a los toros y si lo hacen es casi a costa de
tener que morderse la lengua hasta convertirla en mojama; y como en los pueblos
se acaban conociendo todos, no tiene ni que protestar este Robinson para que el
maula de turno no le toque las palmas cuando le venga bien. Estoy seguro que
más de uno se sentirá identificado con la imagen del que acude al bar, a la
peña o al casino del pueblo y según entra por la puerta ya está el enterado que
te radia las orejas, indultos y salidas a cuestas de sus ídolos, aunque no
distingan un mulo de una chicharra. Al aficionado no es que no le guste hablar
de toros, todo lo contrario, lo que pasa es que en ese ambiente competitivo y
de conteo de despojos, pues no se maneja bien, no está tan cómodo como esos
discos duros taurinos que te recitan de memoria la terminología moderna del
toro, que no se pierden un comentario de los maestros del micrófono y que hacen
suyos con todo el convencimiento que ustedes puedan imaginar. No es que estos
Robinsones de que hablaba Gloria Cantero vivan en una isla desierta, es que se
ven obligados a convivir con caníbales dispuestos a devorarle los hígados a
todo aquel que no jalee los desorejamientos de las figuras del toreo.
Cuantos Robinsones buscan compañía en este mundo de los
toros en el que no encuentran acomodo y sí constantes muestras de no ser bien
recibidos; ya sea al ir a solicitar una acreditación de prensa, cuando los
taurinos y palmeros aprovechan para pasar factura por un día en el que fulanito
no opinó favorablemente de tal torero, tal ganadería o lo mal cerrados de unos
carteles de feria. O esos “compañeros” de tertulia que ignoran al díscolo a la
hora de conseguir entradas para ir a los toros, dejándolo en tierra sin el
menor atisbo de remordimiento. En Madrid sales de la plaza y aunque lleves a
los palmeros pegados a ti en el metro, no pasa más, se acaban las disputas al
caer el último de la tarde. Hay sitios en los que te rebozan tus ideas la misma
noche después del festejo, a la mañana siguiente al ir a tomar un cafelito, en
el trabajo, ya sea cara al público o no y hasta en el vecindario. Que los
aficionados aguantan bien, a veces hasta intentando poner argumentos sobre la
mesa, pero es complicado razonar contra ciertas actitudes. Y quiera la
providencia que no se te ocurra escribir algo contrario al “pensamiento único”,
porque no solo te atacarán los de enfrente, sino que vendrán los supuestos
amigos a pedirte moderación en nombre de un supuesto bien supremo que hará que
todo esto sobreviva. ¡Mejor vivo que muerto! Cuando lo único que pretenden
estas ratas es mantener su posición, su negocio, sus privilegios o que nadie
les quite el puesto de rastrero mayor del reino.
Si estará difícil la cosa, que hasta te van a ver al negocio
familiar para ponerte en todo lo alto las varas que sus ídolos no osan poner en
los animalillos que se arrastran ante ellos. Son muchos los Robinsones que se
mantienen en sus islas refugiados en esas chozas que se han construido a base
de su afición y su lealtad a la Fiesta, al toro, por encima de idolatrías a
supuestas figuras, que todo lo más que hacen es cortar despojos por esos cosos
de Dios. Soportan como pueden los vendavales de la ignorancia, los ciclones del
cinismo y sobre todo las riadas que se llevan por delante tantas maltrechas
aficiones. y dicho esto Gloria, me sumo de nuevo en tu apoyo a esos Robinsones
que viven en esas islas abandonadas que los mercaderes dejan fuera de sus rutas
del fraude y la vulgaridad.
2 comentarios:
Tomo aliento de ese con sabor a dulce emoción, resuelvo agradecida y por alusiones, complacida, contesto en la medida de mis limitaciones a tu generosa entrada.
Enrique, creo que coincidiremos en que eso de implorar los insignes fundamentos que sustentan este desvarío, nos convierte a pasos agigantados en esas "raras avis" marginales, molestos de pura insistencia, anacoretas instalados en la ilusión y el romanticismo...Dicen, señalan e invitan, o en el peor de los casos, ordenan, de forma ofensiva y grosera, a salir por la puerta de atrás, agazapado y en cuclillas pues es bien conocido la pequeñez de sus dimensiones.
No es fácil, desde luego, cierto es que algunos además, pertenecemos a ese grupo de "los de provincias", y que para más inri cuando queremos oler a toro, las dificultades aumentan y no sólo por las distancias, bien has dado cuenta de ello.
Pero en esta irritabilidad trufada de arrebato hay muchas razones que nos unen, seamos de donde seamos, el verdadero origen, el nexo de unión indestructible es nuestro amor apasionado por el Toro, y esto, querido amigo, no entiende ni de orígenes ni de procedencias.
Y es que quizá, sea cierto eso de que "Hay razones del corazón que la razón no entiende" o simplemente, porque un día, en otro tiempo, alguien tuvo la suerte inmensa de encontrar oro en el fango y gritó "Eureka!" de puro júbilo al apartar la soledad del robinsón por la grandeza del compartir en ese abrir de brazos donde una se siente tan cómodamente reconfortada. Afortunadamente, aún quedan brazos ungidos por el buen juicio capaces de enlazar una cadena que nos lleve a la tierra prometida.
No puedo para finalizar, más que agradecer tu comprensión, la magistral forma que has dado a mis palabras y animarte en ese empeño por el ejercicio de la libertad con la siempre ejercida, honradez, arrestos, sensibilidad y genialidad.
Un abrazo.
Gloria:
A partir de un escrito tuyo me salió esto y de ahí tu comentario y espero que siga esta escalera, pues apoyándonos unos en otros podremos progresar, no solo en esto de los toros, sino en todo. Aunque lo que nos ocupa ahora es el toro. Pero si queremos conseguir echar a los que están degradando esto no hay otra forma que apoyarnos entre nosotros, apoyar al compañero de afición, apoyarnos en sus argumentos, especialmente en los que aportan sentido común y claridad, como fue el origen con tus reflexiones. Y si además lo sazonamos con esas dosis tan intensas de cariño, el camino será mucho más derecho y agradable.
Un beso
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