jueves, 6 de noviembre de 2014

Victorino pone la guinda

Que feo resulta un toro con unos calcetines en los pitones


Pocas ganaderías habrá que hayan tenido tanta fama, tanta aceptación por el público y el aficionado, que haya conseguido tantos éxitos, que haya tenido a Madrid a sus pies y que haya vivido durante tanto tiempo de estos laureles conseguidos en otro tiempo. Aquella ganadería de Escudero Calvo que hace décadas compró Victorino Martín Andrés y que saltó a la fama de la mano de Andrés Vázquez, también hace años que tiró por un camino diferente al que “El Paleto” tomó en un principio. El toro encastado, peligroso, complicado, que lo mismo salía una alimaña, que un bravo que se comía la muleta y hacía surcos en la arena de arrastrar el hocico, pero que nada tiene que ver con el animal en el que la docilidad se repite con demasiada frecuencia, con tan poquita casta que más parecen borreguitos de Domecq, que bisnietos de los fieros Albaserrada y nietos de aquellos que salieron el día de la Corrida del Siglo. Pero la guinda a tan decidida “evolución” es el que los de Victorino lucen unas infames e insultantes fundas. Ya había oído algo, pero al leerlo en “Toro, Torero y Afición” la sensación ha sido la de la pareja engañada que se encuentra al otro con otro u otra eligiendo menú para el banquete de bodas. Ahí se esfuman todas las esperanzas que al cornado podían quedarle.

La de Victorino era más que una simple corrida de toros; en Madrid cerraba la feria con broche de oro, esa tarde no había dudas, se sabía a ciencia cierta que el toro saldría por la puerta de chiqueros. De la misma forma que los actuantes, por el mero hecho de juntar sus nombres con el de don Victorino en un mismo cartel, ya merecían el respeto y admiración de los aficionados. El ya nombrado Andrés Vázquez, El Viti, el más reciente Ruiz Miguel o Esplá, las encerronas del Capea y Roberto Domínguez. El que se atrevía con ellos adquiría el rango de héroe y su arrojo se podía calificar de gesta, pero de verdad, no de las de nuevo cuño. Claro que se valoraba el meterse con los mozos de Galapagar, pero además de matarlos, había que estar hecho un tío con ellos. Los Albaserrada eran otra cosa, eran para toreros y ahora son para casi todo el mundo. Desde luego que hay excepciones, en su momento la del Cid, cuando embarcaba y dominaba las embestidas de estos toros, o las de Diego Urdiales en Bilbao o Madrid. Pero ya digo, esto son excepciones.

Lo de las fundas habrá quien no le dé demasiada importancia, es posible que no la tenga, que hasta puede que estemos sacando las cosas de quicio, pero lo que nadie puede negar es que es todo un síntoma que Victorino Martín enfunde a sus toros. No tengo ni idea si esto es algo que afecte a Victorino hijo en exclusiva, que lo haya admitido su padre o que lo haya decidido el Sumsum Corda, la cuestión es que un hierro único se pasa a la otra orilla y se afana en convertirse en uno más, en una ganadería que maten las figuritas, en un toro de vaivén y del que se diga que fulanito o menganito le ha indultado un animal. Eso sí, ahora resulta que los de Victorino, como otras tantas ganaderías, son los grises, ya ni negros parecen quedarle, algo parecido a lo de Prieto de la Cal, que le salen jaboneros hasta los jilgueros. ¿Adónde vamos?


Uno hasta echa de menos aquellas excusas que se inventaba Victorino padre para justificar una mala camada, como aquel año que debió encontrarse con un puñado de jatos que había que hacer pasar por toros y se nos descolgó con que el toro tenía que ser más chiquito, que el pequeñín era mejor que el que había echado hasta entonces. Como se puso el señor, hablaba de mamuts, mastodontes, búfalos, moles que era imposible que embistieran. Y allí hizo su debut como criador de sardinas. Lo malo es que esta idea caló rápido, primero por parte de los taurinos y adheridos y luego ya por todo el mundo. Ya se sabe, cualquier toro con tamaño está sacado de tipo y las ratillas para decorar son los bonitos y bien hechos. Pero lo que chocaba es que el de Galapagar se apuntara a esta corriente de repente y tan en serio se lo tomó que ahora no es extraño ver como las figuras matan sus jatos escurridos, marcando costillas, sin culo y con pitones destartalados, desparramados y ya enfundados. Que seguirán los más afines enseñando fotos de sus animalejos y diciendo eso de “menudo pavo” y que cuando salga al ruedo esperarán que se ponga a cacarear, porque ya dan muy poquito miedo, ya no imponen aquel respeto y aunque la gente los ovacione de salida, no es tanto por la presencia del presente, sino por el recuerdo de los ausentes. Pero no desesperemos, seguro que pronto aparecerá Victorino Martín, seguramente el hijo, y nos dará una completa exhaustiva explicación de lo bueno que es poner fundas a los toros de lidia. Por favor, cuando llegue el momento, avisen, pues llevo años esperando que alguien me dé tan solo un razonamiento válido que justifique esta operación de cara a la lidia y al correcto transcurso de ella. Y que no se me desvíen por la parte económica y lo que cuesta un toro, que esa ya me la sé y no solo no convence, sino que te pone de un mal café impresionante, pues al final acabas volviendo a caer en la cuenta de que lo único importante es el negocio. Eso sí, les propongo un juego, si tienen ocasión, no pierdan la oportunidad de escuchar los razonamientos que estos señores son capaces de esgrimir en favor de las fundas. No darán crédito, seguro y si después se paran a pensar dos segundos, puede que lleguen a la conclusión de no entender cómo hemos podido llegar hasta aquí sin estas ocurrencias. Prueben, prueben.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Cuanta razón la que tienes Erique, las fundas son un desproposito y un agravio a un TORO BRAVO

Anónimo dijo...

Como dijo Don Fernando Cuadri, el único GANADERO digno que existe, dijo que el toro es un animal libre y tienen la libertad de matarse a cornadas si ellos asin lo quieren que poner fundas es MANIPULAR y a eso ni se presta ni se prestara nunca nunca, alguien duda de sus palabras, yo no y seguro estoy que antes de poner fundas a sus toros manda la ganadería al MATADERO ,que pocos GANADEROS como esta familia quedan.

Antonio Fernández Box dijo...

Buenas,
la pasada feria de San Isidro después de la corrida, Victorino Hijo hizo unas declaraciones que me dejaron preocupado, "los toros de la corrida lidiada eran los que demandaban su público", y Yo me pregunto si una corrida mansa como esa es la que espera el aficionado, y es que cuando en una ganaderia todo vale y la selección (si es que se hace) se basa en la forma y no en el fondo, llegamos a donde estamos, no sin dejar de reconocer que los aficionados nos teníamos que plantear si queremos toros bravos o ganaderias duras, pués el público de esa corrida se puso a favor de los toros y en contra de sus lidiadores.
En cuanto a las fundas aparte de la estética, Yo creo que la integridad (virginidad) de los pitones es esencial para que no pueda sospecharse la mas mínima manipulación durante la operación de las fundas.

Enrique Martín dijo...

Juan Hidalgo:
Pues debemos estar equivocados.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Son muy escasos los que hacen prevalecer su afición por delante de cualquier otro interés.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Lo de Victorino hijo es para nota, pero deja muy claro dónde quiere dirigir la ganadería. Sobre lo de toros bravos y corridas duras, creo que estamos en el punto de los extremos, que ante la falta de casta y fiereza, el espectador se ciega con corridas que en otro tiempo, tampoco hace mucho, se consideraría una mala corrida. Aunque si me dieran a elegir entre dura y bobona, me quedo con la primera. Quizá esto es lo que hace que Escolar, Adolfo y algunos más se mantengan ahí, ganaderías de las que, al menos en Madrid, yo no recuerdo una corrida buena; toros aislados, puede, pero no una corrida.
Un saludo