Que feo resulta un toro con unos calcetines en los pitones |
Pocas ganaderías habrá que hayan tenido tanta fama, tanta
aceptación por el público y el aficionado, que haya conseguido tantos éxitos,
que haya tenido a Madrid a sus pies y que haya vivido durante tanto tiempo de
estos laureles conseguidos en otro tiempo. Aquella ganadería de Escudero Calvo
que hace décadas compró Victorino Martín Andrés y que saltó a la fama de la
mano de Andrés Vázquez, también hace años que tiró por un camino diferente al
que “El Paleto” tomó en un principio. El toro encastado, peligroso, complicado,
que lo mismo salía una alimaña, que un bravo que se comía la muleta y hacía
surcos en la arena de arrastrar el hocico, pero que nada tiene que ver con el
animal en el que la docilidad se repite con demasiada frecuencia, con tan
poquita casta que más parecen borreguitos de Domecq, que bisnietos de los
fieros Albaserrada y nietos de aquellos que salieron el día de la Corrida del
Siglo. Pero la guinda a tan decidida “evolución” es el que los de Victorino
lucen unas infames e insultantes fundas. Ya había oído algo, pero al leerlo en
“Toro, Torero y Afición” la sensación ha sido la de la pareja engañada que se
encuentra al otro con otro u otra eligiendo menú para el banquete de bodas. Ahí
se esfuman todas las esperanzas que al cornado podían quedarle.
La de Victorino era más que una simple corrida de toros; en
Madrid cerraba la feria con broche de oro, esa tarde no había dudas, se sabía a
ciencia cierta que el toro saldría por la puerta de chiqueros. De la misma
forma que los actuantes, por el mero hecho de juntar sus nombres con el de don
Victorino en un mismo cartel, ya merecían el respeto y admiración de los
aficionados. El ya nombrado Andrés Vázquez, El Viti, el más reciente Ruiz
Miguel o Esplá, las encerronas del Capea y Roberto Domínguez. El que se atrevía
con ellos adquiría el rango de héroe y su arrojo se podía calificar de gesta,
pero de verdad, no de las de nuevo cuño. Claro que se valoraba el meterse con
los mozos de Galapagar, pero además de matarlos, había que estar hecho un tío
con ellos. Los Albaserrada eran otra cosa, eran para toreros y ahora son para
casi todo el mundo. Desde luego que hay excepciones, en su momento la del Cid,
cuando embarcaba y dominaba las embestidas de estos toros, o las de Diego Urdiales
en Bilbao o Madrid. Pero ya digo, esto son excepciones.
Lo de las fundas habrá quien no le dé demasiada importancia,
es posible que no la tenga, que hasta puede que estemos sacando las cosas de
quicio, pero lo que nadie puede negar es que es todo un síntoma que Victorino
Martín enfunde a sus toros. No tengo ni idea si esto es algo que afecte a
Victorino hijo en exclusiva, que lo haya admitido su padre o que lo haya
decidido el Sumsum Corda, la cuestión es que un hierro único se pasa a la otra
orilla y se afana en convertirse en uno más, en una ganadería que maten las
figuritas, en un toro de vaivén y del que se diga que fulanito o menganito le
ha indultado un animal. Eso sí, ahora resulta que los de Victorino, como otras
tantas ganaderías, son los grises, ya ni negros parecen quedarle, algo parecido
a lo de Prieto de la Cal, que le salen jaboneros hasta los jilgueros. ¿Adónde
vamos?
Uno hasta echa de menos aquellas excusas que se inventaba
Victorino padre para justificar una mala camada, como aquel año que debió
encontrarse con un puñado de jatos que había que hacer pasar por toros y se nos
descolgó con que el toro tenía que ser más chiquito, que el pequeñín era mejor
que el que había echado hasta entonces. Como se puso el señor, hablaba de
mamuts, mastodontes, búfalos, moles que era imposible que embistieran. Y allí
hizo su debut como criador de sardinas. Lo malo es que esta idea caló rápido,
primero por parte de los taurinos y adheridos y luego ya por todo el mundo. Ya
se sabe, cualquier toro con tamaño está sacado de tipo y las ratillas para
decorar son los bonitos y bien hechos. Pero lo que chocaba es que el de
Galapagar se apuntara a esta corriente de repente y tan en serio se lo tomó que
ahora no es extraño ver como las figuras matan sus jatos escurridos, marcando
costillas, sin culo y con pitones destartalados, desparramados y ya enfundados.
Que seguirán los más afines enseñando fotos de sus animalejos y diciendo eso de
“menudo pavo” y que cuando salga al ruedo esperarán que se ponga a cacarear,
porque ya dan muy poquito miedo, ya no imponen aquel respeto y aunque la gente
los ovacione de salida, no es tanto por la presencia del presente, sino por el
recuerdo de los ausentes. Pero no desesperemos, seguro que pronto aparecerá
Victorino Martín, seguramente el hijo, y nos dará una completa exhaustiva
explicación de lo bueno que es poner fundas a los toros de lidia. Por favor,
cuando llegue el momento, avisen, pues llevo años esperando que alguien me dé
tan solo un razonamiento válido que justifique esta operación de cara a la
lidia y al correcto transcurso de ella. Y que no se me desvíen por la parte
económica y lo que cuesta un toro, que esa ya me la sé y no solo no convence,
sino que te pone de un mal café impresionante, pues al final acabas volviendo a
caer en la cuenta de que lo único importante es el negocio. Eso sí, les
propongo un juego, si tienen ocasión, no pierdan la oportunidad de escuchar los
razonamientos que estos señores son capaces de esgrimir en favor de las fundas.
No darán crédito, seguro y si después se paran a pensar dos segundos, puede que
lleguen a la conclusión de no entender cómo hemos podido llegar hasta aquí sin
estas ocurrencias. Prueben, prueben.
6 comentarios:
Cuanta razón la que tienes Erique, las fundas son un desproposito y un agravio a un TORO BRAVO
Como dijo Don Fernando Cuadri, el único GANADERO digno que existe, dijo que el toro es un animal libre y tienen la libertad de matarse a cornadas si ellos asin lo quieren que poner fundas es MANIPULAR y a eso ni se presta ni se prestara nunca nunca, alguien duda de sus palabras, yo no y seguro estoy que antes de poner fundas a sus toros manda la ganadería al MATADERO ,que pocos GANADEROS como esta familia quedan.
Buenas,
la pasada feria de San Isidro después de la corrida, Victorino Hijo hizo unas declaraciones que me dejaron preocupado, "los toros de la corrida lidiada eran los que demandaban su público", y Yo me pregunto si una corrida mansa como esa es la que espera el aficionado, y es que cuando en una ganaderia todo vale y la selección (si es que se hace) se basa en la forma y no en el fondo, llegamos a donde estamos, no sin dejar de reconocer que los aficionados nos teníamos que plantear si queremos toros bravos o ganaderias duras, pués el público de esa corrida se puso a favor de los toros y en contra de sus lidiadores.
En cuanto a las fundas aparte de la estética, Yo creo que la integridad (virginidad) de los pitones es esencial para que no pueda sospecharse la mas mínima manipulación durante la operación de las fundas.
Juan Hidalgo:
Pues debemos estar equivocados.
Un saludo
Anónimo:
Son muy escasos los que hacen prevalecer su afición por delante de cualquier otro interés.
Un saludo
Antonio:
Lo de Victorino hijo es para nota, pero deja muy claro dónde quiere dirigir la ganadería. Sobre lo de toros bravos y corridas duras, creo que estamos en el punto de los extremos, que ante la falta de casta y fiereza, el espectador se ciega con corridas que en otro tiempo, tampoco hace mucho, se consideraría una mala corrida. Aunque si me dieran a elegir entre dura y bobona, me quedo con la primera. Quizá esto es lo que hace que Escolar, Adolfo y algunos más se mantengan ahí, ganaderías de las que, al menos en Madrid, yo no recuerdo una corrida buena; toros aislados, puede, pero no una corrida.
Un saludo
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