jueves, 8 de enero de 2015

Toros, márquetin, comunicación y publicidad

Aquel 5 de junio se lanzó una de las mejores campañas publicitarias en favor de la Fiesta de los Toros. Yo ovi el rodaje, la edición y todos los pases de aquel maravilloso spot sobre lo que es torear.


¿Quién no recuerda aquello de “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo? Un titular potente y que transmitía una confianza absoluta en el producto propio, aquel detergente. Era una forma categórica de manifestar el convencimiento de la calidad de este, pudiendo enfrentarse con todo tipo de manchas. La fuerza de la comunicación recaía precisamente sobre el producto, no sobre los canales de difusión de este mensaje, ni sobre el atrezzo que hacía más agradable la visión del anuncio; y por supuesto que no se censuraba el que el consumidor eligiera a la competencia, es más, se le empujaba a ello en caso de no ver cumplidas sus expectativas, no se tildaba al posible cliente ni de desleal, ni de poco limpio, ni nada parecido, se le retaba a que comprobara por si mismo cuál era el mejor detergente para su ropa. ¿Se imaginan esto en el mundo del toro? Pues ahora mismo esto es algo impensable, es más, resulta poco recomendable. Paradógicamente, si el toreo respondiera a los presupuestos clásicos, esto del busque y compare le vendría como anillo al dedo, pero claro, cuando el producto mantuviera eses atractivos que nunca debió perder. Le decimos a la gente que en la Fiesta hay emoción, que el toro impresiona por su poder y que mientras él está en el ruedo la incertidumbre siempre está presente. Y con el añadido de un señor que vestido de luces se planta con gallardía, con respeto y hasta con humildad, dispuesto a vencer al toro, incluso desplegando arte, desgranando belleza, armonía, suavidad, naturalidad y el dominio enérgico sobre una fiera.

El taurinismo clama medidas para conseguir que la Fiesta de los toros entre en un renacimiento, en una época de florecimiento del toreo y que abandone este “pasajero” momento de penitencia y abandono al que la empujaron fuerzas ajenas y marcadamente hostiles a los toros. Que si buscar mayor presencia en la tele, en la radio y en los papeles, que si acercar la Fiesta a los jóvenes, el turismo taurino visitando ganaderías, reparto de pañuelos a la entrada de las plazas, dar amplia difusión a los triunfos de los maestros, a los indultos, a las gestas, a las fiestas de presentación de temporada, cursos intensivos para aficionados prácticos, a tantas y tantas cosas que se suponen que son la encarnación de la modernidad y que en consecuencia harán que los toros interesen al personal. Pero no hay quien se atreve a eso del “Busque y compare”, no vaya a ser que el cliente haga caso y se aficione a otras cosas como el punto de cruz, la cocina pakistaní o el bingo en la hora de la merienda del hogar del pensionista.

Hay un precepto inamovible en el mundo de la comunicación, especialmente en lo que a la publicidad se refiere y es que los mensajes no van encaminados a que el cliente potencial compre el producto o contrate el servicio que se publicite una vez, la cuestión es lograr la repetición y para ello resulta imprescindible que lo ofertado atraiga el interés sobre él, que responda a las expectativas iniciales, que satisfaga la necesidad que desea cubrir el comprador, consiguiendo a partir de ese momento formar parte de su ámbito como consumidor. Los taurinos ven con malos ojos las críticas, no admitiendo ninguna opinión que no les sea absolutamente favorable, como si esto fuera la causa de que su “producto” no sea admitido; el personal no vuelve a una plaza de toros porque unos señores escriben “barbaridades” en los blogs. ¿Se puede ser más simplista? La cuestión es muy simple, el neófito acude a un festejo y si lo que ve le aburre sobre manera, en el mejor de los casos puede que repita una vez más, pero si el panorama no cambia, es probable que no vuelva más a una plaza, a no ser que actúen Sabina o Shaquira. Y lo que es peor, si además escucha que eso que le ha aburrido es lo más grande, lo mejor de lo mejor, la quinta esencia del arte, lo único que se logrará es que se reafirme en una idea: no le gustan, ni le gustarán jamás los toros. Como ocurre con la publicidad y los productos que se anuncian, no hay nada peor que patinar la primera vez. Será más fácil conseguir cien nuevos adeptos a la causa, que recuperar uno que se ha visto defraudado en su primera experiencia taurina. Puede que en algún caso se vea arrastrado por una tarde de merienda en compañía de los colegas, pero igual prefiere tomar el aperitivo a tener que tragarse una tarde de sopor.


Así que quizá lo mejor sería que los señores taurinos se pensaran en mejorar el producto, quizá volviendo a la esencia, a los orígenes para empezar a construir de nuevo, pero ya sobre una base sólida y firme, que no es otra que el toro. Todo esto no quiere decir que para atraer al público sea necesario alcanzar el éxtasis todos los días, no nos equivoquemos. Con el toro y la emoción que este genera se conseguirá crear un interés e incluso yo diría que hasta eliminar poco a poco cualquier posible rechazo a los toros; y el día en que el neófito consiga ser testigo de algo grande, cuando consiga alcanzar el éxtasis, entonces ya no es que se interesará por la Fiesta, a partir de entonces será un cofrade entregado de esto que un día fue grande y que no necesita demasiado para cautivar, casi es suficiente que el espectador saboree las sensaciones que únicamente se dan cuando hay un toro en la plaza. Cuidemos el producto y entonces podremos decir sin miedo eso de “Busque, compare y si encuentra algo mejor... avíseme”. Eso querrá decir que ha vuelto José Tomás.

4 comentarios:

MARIN dijo...

Que razón llevas Enrique, con eso de ponernos en la piel de la persona que va por primera vez a los toros. Es de vital importancia. Fijate con lo Morantista que soy, que lo vengo viendo desde que estaba sin caballos, incluso he compartido tentaderos con el, y que con la popularidad que arrastra una persona pruebe a ir a verlo la primera vez que va a los toros. Si tiene una de esas tardes arrebatadoras del de la Puebla del Rio, hemos ganado un aficionado. ¿A la tauromaquia o a Morante?...ahí lo dejo. Pero si por el contrario se topa con una de las muchas tardes de apatía de Morante, de esas en las que no aparecen las musas...a este no lo volvemos a ver por una plaza aunque canten Sabina o Shakira.

Pero te voy a poner un ejemplo basado en una historia real (como en las pelis). El año pasado vi la concurso de Zaragoza por la tele con un chaval que nunca había visto un festejo al completo. Había visto revistas y reportajes de tendido cero, pero nunca un festejo. Catorce años tiene la criatura, y se quedó maravillado con los seis toros que salieron al ruedo, de encastes diferentes, cada uno con sus virtudes, con la suerte de varas...con la lidia.

En fin, que yo me quedo con Sabina, que a mi la Shakira, entre que no la entiendo y que es del Barça...

Un abrazo.

Costillares dijo...

Los taurinos creen que lo hacen está muy bien hecho, y que es culpa del chá,chá,chá que cada vez vaya menos gente a los toros, por tanto, no estan dispuestos a cambiar lo que creen estar haciendo bien, pese a la tozuda realidad.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Tal y como tú dices, basta con ver esto tal cual es y ya se percibe algo, hay cosas que te atraen, que te enganchan y no sabes por qué. Luego ya sabrás explicarlo, pero de momento ya te tiene en sus redes.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Costillares:
Me recuerdo esto a lo que también se dice en márquetin, primero hay que localizar el problema, luego sus causas y una vez estudiada la cuestión, se aplican soluciones. Estos ni han empezado con el primer paso; están en la prehistoria, en lo "La culpa es del otro".
Un saludo