viernes, 6 de marzo de 2015

Manuel Troya, un ángel en el cielo

Manuel Troya, descansa en paz


Uno de mis toreros de Linares ha tenido que irse a enseñar a torear a los ángeles del cielo. ¡Qué buen maestro se han ganado! No habrá quién les descubra mejor que él lo que es el toreo de verdad, el toro, el ser torero. Hablaba quedo, pero categórico, humilde, discreto y sabio como solo lo pueden ser los grandes. Pero peleón y encastado, igual luchaba por hacer que la verdad del toreo saliese a flote, que lo hacía por la vida. De su mano fui a su peña, en Linares, “Tercio de Quites”. En un momento complicado para mí, tiró de mí y me regaló una visita a su pueblo que aún sigo saboreando.

Me recibió a la puerta de la plaza dónde cayó Manolete, para ir entrando en materia; “aquí fue”, me dijo señalando un punto en el ruedo. La capilla, el patio de cuadrillas, la sombra que cobijaba a los mayorales mientras hablaban de toros. No sé si tendría que seguir contando aquel día, me cuesta un mundo, pero seguiré, se lo debo, para que sepa allá a dónde se haya ido, lo feliz que me hizo, lo a gusto que estuve y el bien que me proporcionó cuando yo estaba en plena lucha con la enfermedad. Era un ir y venir por las calles de Linares, la Taberna de Frascuelo, el paseo con sus bancos con azulejos taurinos, presentándome a buenos aficionados del lugar. No me dejaba de la mano y todo era hablar y hablar de toros. ¡Qué afición! ¡Cuánto sabía! ¡Cómo lo veía! Lo mucho que hablamos de Rafael Ortega, ¡qué cosas!

Llegaba el momento de acudir a la peña para la conferencia que él me encargó y, he ahí cómo era este hombre, cogió el coche y ya casi con el tiempo justo, me llevó a ver a la Virgen de los Linarejos, para que me ayudara y me arropara con su manto, como si fuera hijo del pueblo. ¡Ay Manolo! Allí estarás contándole a la Señora lo que es cargar la suerte. Pero aquí dejas un hueco muy grande. Los tuyos lo saben muy bien. Se han quedado solos, huérfanos de padre, marido, hermano, compañero. Yo no me atrevo a meterme en ese grupo de elegidos, pero te echaré mucho de menos. Mira que como dice una amiga, a mí nunca me faltan palabras, pero ahora no las encuentro y además me cuesta un mundo buscarlas. La alegría de haberte conocido, de haberte tratado y esta pena tan grande de sentirte ausente. Pepe Luis, que no era capaz de articular palabra, ¿cómo iba a poder? Acaba de perder un brazo, el apoyo del amigo; cuánto te va a buscar en las mañanas de Linares paseando al sol. De mi José y Juan de Linares, a Juan, a Pepe Luis, se le ha vuelto a morir José, Manolo Troya. Y no puedo seguir. Lo siento.


Un beso para todos a los que desde ahora tienen un ángel en el cielo

6 comentarios:

MARIN dijo...

Dios que palo Enrique. Lo conocí el mismo día que tu, es mas, me lo presentaste tu en la taberna Frascuelo. Siempre estaba ahí en el Face con sus comentarios y su apoyo a la fiesta con su criterio de gran aficionado. Si que lo vamos a echar de menos.
Joder...Descanse en Paz. Mis condolencias a toda su familia.

Un abrazo.

fabad dijo...

Lo siento Enrique, estamos faltos de buenos aficionados.
Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Ya lo creo que lo vamos a echar de menos. No se me va de la cabeza.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Fabad:
Pero que muy faltos,
Un abrazo

Amparo Gomar dijo...

No lo conocia mucho pero lo tenia entre mis amigos de facebook
Era demasiado joven para marcharse
Un abrazo para su familia

Enrique Martín dijo...

Amparo:
Así es, demasiado joven y un hombre bueno, muy bueno, aparte de un aficionado de sobresaliente. Un lujo hablar con él, de toros o de lo que fuera.
Un beso