martes, 10 de abril de 2018

Pero, ¿por qué os gusta esto?


A unos nos lo contaron, lo vimos, y quedamos enganchados a esto, pero a otros, les contaron, les siguen contando, no han llegado a verlo, pero creen, saben que un día fue y siguen con una fe inquebrantable. 

Si nos sentamos a ver con detenimiento el panorama taurino actual y dos suspiros después nos ponemos a recordar un poquito, tampoco demasiado, lo que algunos tuvimos la suerte de llegar a ver años atrás, no podemos por más que pensar cómo es posible que los jóvenes de ahora se hayan aficionado a esto. ¿Cómo es posible que sean fieles espectadores en plazas como la de Madrid? Allá que van un domingo tras otro y en mayo todos los días, puntuales a las siete de la tarde, salvo exámenes que obligan a la falta. Devoran vídeos, libros, los encastes, toreros, tertulias, recuerdos de aficionados con muchos años sobre la piedra; abren los oídos, abren los ojos, abren el alma, pero el toreo grande solo les llegó por referencias. Si acaso se agarran a esos coletazos furtivos de un José Tomás en retirada diferida o si acaso de Morante, ya en perpetua ausencia, haga o no el paseíllo.

Que luego pasa que cuatro y el del banderín se acercan a la plaza de la calle de Alcalá, esperando que los de Fuente Ymbro repitieran lo del año pasado y se encuentran con una mansada desigual, regalando embestidas para el que las quiera y tres chavales que se permitieron despreciarlas. Ellos estaban a lo de los trapazos, las ventajas, el toreo lejano y perfilero, destemplado, enganchado, vulgar y aburrido. ¡Caramba con el futuro! Que así pasa, que esa juventud que puebla tendidos, gradas y andanadas espera en su nido de afición, piando con desesperación, picos abiertos mirando al cielo, a que los matadores les echen media lombriz de toreo que les alimente sus ilusiones. Es verdad que alguno intenta pasar el trago del tedio litrona en mano, pero ni eso les dejan, los vidrios al contenedor azul, no en la plaza; y en ese ansia de querer ver, de querer atisbar el toreo, se conforman con uno, con dos, incluso tres muletazos, que es la locura si completan una tanda. Muletazos sueltos, que lances ya no se ven, si acaso, capotes aventados, que no mecidos; quites estrafalarios para que el toro pase, no verónicas con el toro conducido y dominado. No ven torear, si acaso, lo más toreado son los pases del desprecio que tanto jalean, quizá por eso, porque es lo más toreado. El amaneramiento entendido como arte; el toro-toro, incompatible con el arte verdadero, ¿desde cuándo? Pero es lo que han visto y les vence ese querer ver, ese querer tocar el toreo, con litronas o sin litronas, pero que haya toreo.

Esas ansias de afición les empuja a ver el toro, no cabe más; pero creen que si hay toro, solo puede haber gladiadores, no caben toreros, porque, según cuentan las voces interesadas, el toreo bonito solo con el medio toro y si el toro es íntegro, fuera exquisiteces. ¿Desde cuándo? Admiran y se entregan al que como todo recurso solo es capaz de oponer el estar ahí, el aguantar el vendaval, ni lidiar, ni mandar, ni torear, basta con que aguante y en las ferias no entienden por qué no se incluye a los que más aguantan, pero que no torean. Que aguantar siempre ha sido virtud en el toreo, pero se aguantaba para poder, para acabar dominando al animal, o tú o yo.

Ya no se discuten esos dos mundos que transitan en paralelo, por un lado los “hartistas” del medio toro, que rebosantes de ventajas trapacean y se ponen bonitos. Y del otro, el toro y los que se anuncian con orgullo y escasos de conocimientos, pero deseando saltar al otro bando, cómo si eso supusiera un ascenso en esta multinacional del taurinismo. A bregar con el toro, pero con el ojo puesto al otro lado del muro. Eso sí, si lo consiguen, no les pidas que vuelvan, ni de visita, que les insinúas un paseíto por caminos de antaño y te responden que eso ya no es para ellos. Que no está el problema en que ahora se admita esa fiesta con el muro de la vergüenza partiéndola en dos, que lo peor es que cualquier realidad que no sea esa parece no una utopía, sino una locura. Tantas trabas, tantas limitaciones, tan poco premio y ahí siguen y seguirán. El próximo domingo volverán a su plaza, qu3e hay novillos y al otro y al otro y saldrán decepcionados, pero volverán y quizá se congratulen con su afición porque tal fulano dio dos naturales u otro seis medios pases despacito ante un moribundo. No es la primera vez que lo digo, ni que se lo digo a ellos. Quizá el próximo domingo repita y les vuelva decir eso de: pero, ¿por qué os gusta esto?

Enlace programa Tendido de Sol del 8 de marzo de 2018:

2 comentarios:

fabad dijo...

¿Y tu te lo preguntas?. No faltaba mas que me lo preguntara yo también... De aquí no nos vamos ni aunque los toreros nos echaran agua caliente a los tendidos. Seguiríamos yendo con la esperanza de que estuviera tibia y dieran un pase de la firma...
Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Fabad:
Tú y yo quizá tengamos motivos para seguir, el recuerdo y ese querer volver a ver aquello, pero, ¿qué tienen los jóvenes? Es para ponerles una estatua.
Un abrazo