miércoles, 19 de septiembre de 2018

Las rayas, para el fútbol y la Copa Davis


Poco pintan las rayas cuando hay verdad

Andamos por Madrid en esto de los desafíos ganaderos, que parece que es como una especia de Champions League de ganaderías o un Europa América, pero en versión toros y con hierros que a las figuras no les suenan ni del “Saber y Ganar”. La verdad es que el señor casas, don Simón, se lo ha tomado muy en serio, será por preparación. De los resultados taurinos, pues hay de todos, bueno, malo y regular, porque es lo que tiene esto de los toros, afortunadamente. Y en cuanto a la asistencia, pues reconozcamos que con el trabajo que se ha tomado el señor empresario, casi sube por encima del cuarto de entrada habitual. Mis felicitaciones, aasí podrá seguir argumentando falazmente a la Comunidad de Madrid para que se elimine la temporada de Madrid y de la misma forma, la Comunidad de Madrid tendrá razones para eliminar la temporada y convertir esta plaza en una ferianta más del panorama taurino. Y todos tan contentos, los domingos por la tarde o siesta o mus o cuñados o quedarse con cara de imbécil añorando el poder ir a los toros de marzo a octubre, todos los domingos y fiestas de guardar, ferias aparte.

Pero si hay una aportación a valorar en esto de los desafíos ganaderos, esa es la de las rayas. Menos mal que nos ponen las rayas, como si estuviéramos en esas plazas del sur de Francia, en esos reducidos ruedos, en los que casi no les cabe ni el ojo de la cerradura que nos pintan en Madrid, pero aquí nos cabe eso y veinte rayuelas para los niños. A ver si con la reducción del ruedo que pretende el señor Casas, don Simón, las rayitas quedan mejor. Que me dirán que estas no valen para nada ¿Cómo que no? Para que el personal se ponga de manos y vocifere cuando el caballo la roza o cuando el toro no está centradito. Y no hablemos de ese jalonado que indica la distancia al penco. Que miren ustedes si nos habremos vuelto cómodos, que ya no sabemos diferenciar si a un toro se le pone de lejos o si se le mete debajo del peto, si no es por las rayas, que al final van a tener que contratar a jueces del salto de longitud para que den fe de si el toro va de lejos o no. Que ya puestos, que instalen un cronómetro y que cada diez segundos pegue un pitido, para que sepamos si el toro puesto en suerte tardea o no. Porque entonces, a ver quién tiene bemoles a discutir que un toro no ha sido pronto, cuando se arrancó a los ocho segundos, cuatro décimas de dejarlo en medio del cono de las rayas.

Que hay que dejar que la modernidad entre en el mundo de los toros, que si el caballo de picar no se pone justo, pero justo, justo, frente a la Puerta de Madrid, está mal, no está realmente a contraquerencia, aunque se ponga frente a uno de los pilares de la puerta. Que ya sabemos que resulta molesto, pero es que el aficionado con telemetría en el iris no puede evitar levantar la voz para aquello de: ¡picador, a tu sitio! Que si está en las rayitas, no pasa nada, pero, ¡ay como te salgas de ellas! Que te gritan lo de picador que malo eres, pero con una inquina. Luego da igual que circule en sentido contrario, que barrene como un salvaje, incluso que levante el palo y se apoye en la arena con él, como haría Moisés tras cruzar el desierto, pero las rayas, las rayas, ni me las toques.

Que si le damos tal importancia a las rayas, esto habrá que oficializarlo y darles una función real y que el no respetarlas fuera motivo de castigo. Que te las pasas por el arco del triunfo, una pasta; que las pisoteas, pero como sin querer, menos pasta; que las pisas, pero no las pisas, una colleja; que las rozas, al rincón de pensar. Pero claro, entonces esto tomaría un cariz, una tensión, provocaría unos debates interminables y eso no puede ser. Pues ya está, la solución nos la han puesto en bandeja, para los casos en los que no se sabe si el toro está en la segunda rayita o si se ha adelantado el solo a la primera, si se ha salido del ojo de la cerradura o se ha metido solo, al bar, perdón, el VAR. Y ahí estarían vigilando para decidir el Maxi, Esplá, Fernández Román y Amón y Zabala decidiría lo que a él se le pusiera y los demás a callar. Y allí que saldría el señor alguacilillo dibujando un cuadrado en el aire, para contar a la concurrencia lo que había ocurrido y cómo. Pero claro, lo de las rayitas con el caballo, eso requiere de una mayor exactitud y para eso, nada mejor que el ojo de halcón. Allí me veo al otro alguacil subido a una silla de dos plantas, que a las primeras voces echaría mano de la cámara y veríamos como la animación nos mostraría la pezuña avanzando hacia la raya y… ¡Huuuuuuuuuuy, síiiii! Rozó la rayita. Al rincón de pensar. Que ya puestos, esto del ojo de halcón, una vez comprado, también se podría usar cuando asomaran las figuras y que en un santiamén te dijera si el hipermercado que cabe entre toro y torero sería con parking de superficie o subterráneo. Aunque, ¿ustedes creen que esto lo admitirían los taurinos? No por lo ridículo, ni por lo absurdo, sino porque igual algunos ya se percataban de eso de pasarse el toro allá por la carretera de circunvalación, con sus rotondas y todo. ¿Y creen ustedes que los aficionados no serían capaces de ver si el caballo está en su sitio, si el toro está en suerte o no, si lo ponen en largo o en corto, incluso sin las rayas del tercio? Que a ver si va a ser que se puede prescindir perfectamente de las rayas, las de siempre y las del ojo de la cerradura. Que uno se pone a pensar y pensar y cae en la que cuenta de que mejor las rayas, para el fútbol y la Copa Davis.

Enlace programa Tendido de Sol del 16 de septiembre de 2018:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-16-septiembre-de-audios-mp3_rf_28613821_1.html

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