domingo, 30 de septiembre de 2018

Espabila niño, que se te va el novillo


Que bien hacían al toreo los peones parando los toros.

Después de la novillada de Fuente Ymbro en Madrid, quizá los actuantes hayan corrido suertes diversas al acabar el festejo. Los menos afortunados quizá hayan tenido que cargar con el peso del halago fácil, del bien torero y del vas a ser un figurón. Pobres, con lo que se han dejado ir y que aún les diga algún desalmado que han estado bien. Que traicionera es la vida. En cambio, los más afortunados, si es que hay alguno de los tres que tenga la suerte de tener alguien que les quiera de verdad y que a su vez sepa de que va esto del toro, les habrán puesto las cosas claras y hasta les habrán zarandeado pidiéndoles que se quiten la tontería de encima, que ocasiones así no se pueden dejar pasar y menos en la plaza de Madrid. Te toca la Primitiva y con el boleto ganador te lías un pitillo, disfrutando de ese placer de echar humo por la nariz, sintiéndose un tío grande y con arrestos. Y si te van a decir que estás quemando millones a bocanadas, solo se te ocurre echar anillos de humo por la boca, mientras ese que te quiere echa el humo por las orejas y no formando bonitas volutas con formas caprichosas.

Esto de Fuente Ymbro a veces resulta que sale caprichoso, será cosa del maíz, de los Corn Flakes o vaya usted a saber. Feotes, demasiado justitos de presentación, pero quitando los dos últimos demasiados justos de energías, siendo devuelto el quinto a los corrales, igual que debía haberlo sido el sexto. Por lo demás, los cuatro primeros, cada uno de diferente condición, parecían preparados para lanzar al espacio a todo aquel que les presentara capote y muleta con decisión. No eran bobonas, incluso sacaron su genio, en especial el primero, pero aptos para que triunfara todo novillero que tiene la ocasión de estar en Madrid, suponiendo que a Madrid se venga suficientemente preparado en el arte del toreo y no en la artimaña de querer cortar despojos a costa demostrarse vulgar, adocenado y provinciano. Al luso Juanito se le marchó el primero de la tarde, quizá el mejor, sin que el chaval se enterara de lo que había pasado por allí. El mozo que venía en plan fino y elegante, con verónicas de recibo a pies juntos, toreo de pitiminí y a la segunda se le marchó el novillo suelto. Demostró cierto ímpetu en la primera vara, más aplomado en la segunda, para después en banderillas apretar a los de los palos y complicarles el trámite. Después, en el último tercio siguió sacando su genio y le complicó la existencia a Juanito. Mucho, pase, mucho pico, muy fuera, enganchones y el chaval cada vez más aperreado. Medio respiró cuándo al animal ya le flojeaban las fuerzas, cuando embestía al paso, pero la oportunidad ya volaba al limbo.

Poco cambió el panorama en el segundo del portugués, un novillote panzudo y chiquito, al que ya de salida el propio matador le acortaba el viaje con capotazos a medio hacer. Se le fue suelto al caballo que hacía la puerta, para recibir a modo. Ya en el de tanda el Fuente Ymbro apretaba cuando la cosa iba hacia afuera. Poco o nada en el trasteo de muleta, trapazos digno de cualquier capa de los pueblos, muletazos apelotonados, con el pico, desde muy fuera, para acabar tirando de repertorio ramplón y vulgar, arrimón, trapazos, pico insultante y bernadinas tropezadas para concluir. Que igual el muchacho habría pretendido que el respetable le jaleara su adocenamiento con mayor entusiasmo, pero es que estos chicos, a veces esperan demasiado de la providencia, cuando lo único que les puede venir del cielo es un negocio de recambios para frigoríficos y así asegurarse un futuro.

El serrano Pablo Mora recibió a su primero con capotazos que mejor es que los den los peones, que no es mala cosa que estos paren al toro. Apenas se les dieron dos picotazos al novillo. Inicio de faena con enganchones que culminaron en un desarme. Trapazos dando aire al mundo, sin poder con el toro, que a medida que pasaba el tiempo iba sacando su genio y hasta empezaba a orientarse demasiado. El matador no paraba un segundo quieto y el de Fuente Ymbro cogiendo más sentido cada vez y ese intento de macheteo final ya nada podía arreglar de lo hecho. En el quinto, mucho capotazo ineficaz, sin saber por momentos a dónde llevar al toro. Poco castigo en el caballo, con un puyazo en su sitio y otro trasero. Ya en la faena de muleta Pablo Mora se vio sorprendido en varias ocasiones por el novillo, mucho pico, siempre muy fuera de cacho, excesivamente perfilero y echándoselo por fuera. Ya quemando sus últimos cartuchos tiró de invertidos y trapazos plenos de vulgaridad, que animaron al paisanaje, para al final, nada y menos. Que mala cosa si para ser algo hay que esperar el halago del primo, del vecino o el partidario del pueblo de al lado. Que cómo decía aquel, a los niños hay decirles la verdad.

Francisco de Manuel parece ser que para algunos es la gran esperanza del aficionado a los toros, en él tienen puestas todas sus esperanzas de futuro para sujetar el cetro del toreo moderno, apoyados en tardes de triunfo pasadas, sustentadas en el ánimo y motivación de parientes, amigos y simpatizantes del barrio. Que resulta chocante que a los cuatro novillos que el madrileño decidió parar, pues dos fueron devueltos a los corrales, a todos recibió con la misma desgana, la misma sosería y la misma carencia de recursos lidiadores. En el tercero se organizó una animada capea, en la que llevaron al Fuente Ymbro a estrellarse contra el burladero. En el primer tercio el toro plantó cara, descabalgó al jinete y tales ímpetus hicieron que el público le recompensara con palmas al picador, quizá por aguantar por allí. Tomó las banderillas, mostrando como único mérito el aguantar los viajes y el tener al menos el decoro de no tirar los palos y dejarle llegar al novillo. Ya con la muleta, se esforzaba por estirar demasiado el brazo, brazo largo y pico aún más largo. Toreo demasiado moderno, nunca con verdad, siempre con mañas poco admisibles para un novillero. En todo momento estaba a lo que el toro le marcase, viéndose obligado a tenerse que recolocar demasiado, exceso de carreras. Quizá el pinchazo le salvó de la afrenta de una oreja nunca merecida. Y ese vicio de soltarle la muleta al toro en la cara en el momento de enterrar la espada. Eso sí, se dio una vuelta al ruedo con toda la parsimonia imaginable. Para poderse quedar con el sexto sobrero de Hato Blanco, antes tuvieron que salir uno de Fuente Ymbro y otro El Cotillo. Cuatro toros a los que parar, para que se disiparan las dudas sobre sus limitaciones manejando el capote, que son muchas, tantas como la sosería con que lo trata. Si los dos precedentes se desecharon por inválidos, este no lo era menos que sus antecesores. Mucho tirón con la muleta, siempre torcida, sin renunciar nunca al pico. Primero series de trapazos sin lógica alguna, era un gastar los mantazos, para no llevarse ninguno de vuelta al hotel, para acabar cazándolos aquí y allá, de uno en uno, intentando encontrar el sitio entre uno y otro, para acabar con un pinchazo más allá de mitad del lomo y una entera igualmente trasera. Que seguro que de regreso al hotel los más desafortunados habrán escuchado esa vacía salmodia del “has estado cumbre”, “bien torero”, incluso lo del “te han robado una oreja”. En cambio los más afortunados habrán tenido la suerte, la inmensa suerte, de que alguien que quiere de verdad su bien les dijera sacudiéndole de los hombros lo otro, lo que le tendrían que haber repetido una y otra vez durante toda la tarde, eso tan claro de espabila niño, que se te va el novillo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, buena novillada la que echó Fuente Ymbro. A mí me parecieron toros de algunas plazas de primera y bien armados por delante. Novillos bastante completos, hubiera lucido alguno en el primer tercio si hubiese habido disposición de la terna, pero no la hubo. Leiro recetó un par de buenas varas, lo más destacado en el caballo. Novillos con su punto de casta y que embestían al galope desde largas distancias. Coincido contigo en el buen primero, llevaba casta pero la falta de fuerzas le impidió embestir con mayor ritmo.

De Juanito no recuerdo nada importante. Pablo Mora estuvo aún peor pero, en su descargo, debo reseñar que fue el único que dio algo de distancia a los novillos. Sus compañeros se limitaron a ahogar la embestida. A Francisco de Manuel le había visto hace un par de años en la final de las novilladas sin picadores en Villarejo con la de Saltillo. De la tarde de ayer, me quedo con el toreo con la pata p'alante a su primero, aunque algo fuera de cacho y, of course, ahogando la embestida a novillo que embestía galopando desde muchos metros de distancia. Así que pongo en cuarentena su mérito, hasta que no se enfrente con el toro de tú a tú, no me convencerá.

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Igual en un tiempo nos sorprende alguno de estos. A Juanito no sé si tendremos oportunidad de volverlo a ve, a Pablo Mora, igual sí y al tercero, seguro que sí, pero de cualquier manera, que se apliquen, porque así no vamos a ningún sitio. Y si además les sale uno con un pelín de picante, pues ya vimos.
Un abrazo