miércoles, 7 de noviembre de 2018

El bombo no es la bomba, porque no quieren


Y el premio es el toro

Aún seguimos pensando en que el bombo va a ser una de las soluciones de la fiesta, sorteo puro, todo a merced del capricho del azar, pero… ¿Realmente podemos, debemos arriesgarnos a que sea el azar el gobernante de todo esto? Pues quizá, solo quizá, si pretendemos darle un fundamento, sea preferible, recomendable, coger las riendas y zarandear el cacumen un ratito, reflexionar y tomar decisiones para montar carteles interesantes y con sentido, con primeras, segundas y terceras intenciones, que satisfagan las expectativas del aficionado. Que no quito yo ese morbo que pueda provocar el pensar en cualquiera de las figuras con la incertidumbre de qué le tocará o que no. Que da mucha risa el imaginar a los que todos sabemos, atormentados la noche antes de la rifa pensando si les tocarán los Garcigrande, como siempre, o esos malajes de Saltillo, que una veces tiran tornillazos, otras bocados y otras las dos cosas a la vez.

Pero que se nos quite eso de la cabeza, que no será el azar quién ponga sentido a esto, sino el mismo sentido común y que lo mismo empresarios, como ganaderos, se pongan en su sitio y no cedan ante los caprichos de los figuras. Que ya sé que esto es muy fácil decirlo, pero no tanto ponerlo en práctica, porque entre otros inconvenientes nos encontramos el que los ganaderos/ empresarios/ toreros, en demasiados caos, son lo mismo. Que igual nos vendría mejor que el bombo, una ley de incompatibilidad en el mundo del toro, que cada uno tuviera su lugar y que lo defendiera con decisión. Que si un señor empresario solo se dedicara a gestionar plazas, sin tener que colocar a sus toreros y vender sus corridas, probablemente actuaría de otra forma con toreros y ganaderos. Que si los toreros no tuvieran garantizada su temporada en el mes de enero, puede que no se instalaran en esa comodidad, en ese conformismo de profesional. Porque los toreros no son, ni deben ser profesionales, son toreros, que es mucho más.

¿Y ustedes creen que estas figuras nuestras iban a admitir esa incertidumbre del bombo? Detengámonos un segundo en lo sucedido en Guadalajara, México, y lo que se dice que afirmó el señor Ponce, que los toros con genio, para su pa… Que a él le pongan las borregas adormecidas, dóciles y hasta simpaticonas, que le permitan expresarse. La gente se puso cómo se puso y Ponce respondió indignado con esa falta de la idolatría exigida a un maestro, un catedrático, un ser superior, él. Que le consolaba, según decía, que la “mayor parte” de la plaza estaba con él, pero él lo quiere todo, nos quiere a todos fanáticos entregados a su apostolado del pancismo. ¿Y creen que este caballero se va a dejar enlotar con todos los compañeros del escalafón? Eso no lo verán nuestros ojos y ni falta que hace; bastaría que los empresarios hicieran caso a las palabras de El Juli, aunque quizá no de la manera que este querría.

Si cada estamento fuera independiente, sin intereses en los demás, sería tan fácil como que empresarios con afición y personalidad compararan ganado según méritos, no por preferencias e imposiciones de los actuantes; que además decidieran las ternas sin importarles si unos quisieran o no torear con otros, si quisieran estar comoditos sin que nadie les achuchara, solo atendiendo el interés del aficionado en virtud de logros en el ruedo. Entonces no harían falta bombos, ni bombas. Eso sí, puede resultar que el empresario en cuestión sea uno más del taurinismo, que no quiera enfadar a este o aquel, no vaya a ser que en otra plaza le hagan la puñeta a sus toreros y llegados a este punto, que a lo más que se atreva sea a eso, a confiar en el azar para la composición de los carteles, única y exclusivamente con los toreros que no pueden exigir, que no van a levantar la voz y que bastante afortunados se sienten con el hecho de que les pongan. O lo que es lo mismo que ha ocurrió con ese numerito anunciado a bombo y platillo, nunca mejor dicho. Puede que haya reediciones del sorteo para los modestos, mientras los figurones esperan en la puerta con sus toros, sus reporteros de cabecera, su presidente ad hoc y hasta su propio público, ese que tan bien mide los tiempos de los bieeeeenes, pedir el indulto en el preciso momento, sacar pañuelos y jalear con frenesí los triunfos prefabricados. Y al final va a resultar que el bombo no es la bomba, porque no quieren.

Enlace programa Tendido de Sol del 4 de Noviembre de 2018:

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