lunes, 19 de noviembre de 2018

El Conde de la Maza, una pesadilla menos


Lo que se pierde, no se recupera y aunque a veces lo parezca, luego viene el "elimina todo lo anterior" y se acabó definitivamente.

Que buena noticia para los taurinos, una ganadería de las que a veces te complicaban la vida, se va directa al recuerdo y si me apuran, ni eso, que bastarán cuatro grandes tardes de esas de toros colaboradores, toros artistas, ¿qué digo? Coleguitas para echar un buen rato entre bieeeeejjnes e indultos. Que los jartistas se puedan expresar, eso es lo que hace falta, no pasar miedo, como decía un día el propietario del hierro condenado a la desaparición. Pero, ¿qué es eso de que los toreros pasen miedo? ¿Es que estamos locos? Que esto ha evolucionado, según dicen; lo malo es que igual a eso que ellos llaman evolución, otros lo llaman degradación. Así de simple.

 Que no es que desaparezca un encaste único e imposible de recuperar, ni muchos menos, porque en definitiva, guiándonos por eso ahora tan obsesivo de los encastes, la pureza y no sé qué más milongas, esto del conde no era más que una de encaste Núñez, precisamente del mismo de lo de Alcurrucén, que tantas tardes de gozo y alegría da a los taurinos, taurinillos y públicos adyacentes. ¡Ea! Una por otra. Pero si simplificamos tanto, igual cualquier día nos encontramos con el carnet de “afisionao”, sin haberlo pedido. Claro que se pierde y mucho, sin tener que entrar en el debate de si lo del Conde de la Maza era ya un encaste diferente o no. Se pierde la obra de un ganadero que partiendo de algo nada extraño, pues repito que de lo de Núñez aún queda, a base de saber, de afición de selección y de un criterio propio, de una forma de entender un toro de una forma determinada. Eso es lo que se pierde. Que si ardieran las Meninas, el Guernica o las Pinturas Negras, seguro que habría reproducciones fieles al extremo, para saber como eran esas pinturas, pero nos habríamos quedado sin esas pinturas y para volverlas a tener habría que resucitar a Velázquez, Picasso o Goya y reconstruir aquel momento de la creación de tales maravillas. La recuperación del Conde de la maza no pasaría tan siquiera por tomar una punta de vacas y un par de sementales de Núñez y ponerlos en manos del actual ganadero. Otra vez volveríamos a ese simplismo estúpido. Habría que resucitar hasta los años en que el conde se decidió por crear, alimentar y hacer crecer esta vacada. Si será imposible, que ni tan siquiera podría contar con los toreros que permitieran vera a las vacas en los tentaderos y a los toros en la plaza; porque si ahora un ganadero aspira a que la torería más boyante le deje ver algo en una res, que le regale una cámara de fotos, a ver si así se dan maña.

Se nos llena la boca de hablar de tradición, patrimonio, cultura y a las primeras de cambio celebramos que una parte de todo esto se arranque del tronco del toreo y se haga cisco para el brasero de los incompetentes y guardianes de su bolsa. Que esto no es por una decisión arbitraria de hoy para mañana, ni tan siquiera un inevitable accidente, no señor; todo esto obedece a un estrategia muy bien definida, a una ruta muy bien marcada que siguen los taurinos al pie de la letra, esos que cuando sale una corrida complicada de un hierro alejado de las bobonas para triunfo, que no hablo tan siquiera de ganaderías duras, pero que lo mismo los de luces, que los de los micrófonos, se hartan a echar sobre los toros la culpabilidad de su incompetencia, de su falta de afición y se hacen cruces, no entendiendo que eso siga saliendo a los ruedos del mundo. No sé si alguno de estos de palabras dulces malintencionadas, se lamentarán de esta pérdida, sinceramente, no lo creo. Quizá en público pondrán cara de mohínos, gesto de cínica lástima, incluso hasta echarán mano de esa afición enciclopédica para contarnos que una tarde de septiembre del año tal, en la plaza de dónde quiera, tal torero le hizo una sensacional faena al toro currutaco, que cumplió con creces en el caballo, que se le dieron mil vueltas al ruedo y al que se le cortaron las orejas. ¡Miau! Porque si miran por un agujerito en sus casas, en sus fiestas o en sus sesudas tertulias, seguro que no dan abasto a descorchar botellas de champán para celebrar que estos animales ya no les volverán a sacar los colores, que solo se quedan con que se ha perdido definitivamente  el Conde de la Maza, una pesadilla menos.

Enlace programa Tendido de Sol del 18 de noviembre de 2018:


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