miércoles, 22 de abril de 2020

La naturaleza desbocada


Quizá no solo no sea posible volver a la edad de las cavernas y además, no parece muy recomendable

La verdad es que no me gusta eso de que no hay mal que por bien no venga, porque mejor es que el mal no aparezca y que el bien nos llegue cada mañana, como tampoco me agrada eso de que hasta del infortunio hay que sacar enseñanzas positivas, pero así es la vida y no la vamos a cambiar ahora, aunque bien es cierto que de todo se pueden sacar conclusiones que nos pueden venir bien, si es que nos aplicamos en ello, porque también puede ser que no y que permanezcamos en esta negra ignorancia.

Uno de los argumentos de muchos urbanos ecologistas es el pretender que se deje la naturaleza a su aire, dejar a los animales en paz, sin cazarlos, sin regular su población o, como en el caso de los toros de lidia, permitir que anden a su aire en la dehesa, que se les eche de comer, sin mentar ni de lejos una plaza de toros. Tal cual como en los tiempos en que nos cubríamos con pieles de los animales que cazábamos, por cierto, y que nos alimentábamos de bayas, frutos del bosque y la escasa carne cruda de los animales a los que “arrebatábamos estas pieles.

Eso quizá estuviera muy bien en aquellos años en que el urbanismo era cosa del diablo, cuándo los loft se reducían a un rincón en dónde acurrucarse en una cueva, cuándo la expresión artística era pintar ciervos, búfalos, mamuts y toros en la gruta y cuándo, desde luego, no había wifi para watshapear con los neardenthales que conocimos recogiendo moras. Pero si ahora dejamos a los animales a su aire, puede pasar lo que está pasando, que los animales se desmandan, que las poblaciones se disparan en unos casos y en otras quedan muy mermadas porque no hay quién las atienda, cuando no es que sus depredadores se han multiplicado sin medida. Otros atacan directamente a plantaciones de frutos, con el perjuicio que esto acarrea para el ser humano que no tiene acceso a las bayas y se tiene que alimentar de lo que se siembra en el campo, eso que se ha dado en llamar agricultura. Y precisamente para que se alimenten los que habitan en eso que llaman ciudades. Vaya, que se nos está empezando a resquebrajar el mito de la naturaleza a su aire, o cómo diría el clásico, a su p… bola.

Pero miren, al menos con esto de la pandemia y el tenerse que quedar en casa lo mismo neardenthales, que cromagnones, que ecologistas/ veganos/ almas puras/ que malajes carnívoros, van a dejar a los toros en el campo, sin que nadie les moleste, sin que nadie les muestre trapos rojos provocadores. ¿Seguro? Pues no, la vida no es tan simple. Quizá precipitadamente, no digo yo que no, pero ya ha empezado el desfile de reses al matadero. Algo que si no era hoy, tenía que llegar. Que bien, un toro de lidia sacrificado en un cajón con una descarga, en el mejor de los casos, desollado casi cuándo aún le queda resuello, en demasiados casos. Que bonito espectáculo, ¿verdad? Una maravilla. Que habrá a quién le parezca más justo, más ético y de mejor persona. Pues si así lo creen, perdonen y permítanme que les diga que desconocen de medio a medio la naturaleza de lo que llamamos toros de lidia. ¿Sufrimiento? Pues no me atrevería a asegurar que el matadero les estrese más que una plaza de toros. Que aunque les parezca inverosímil, en esta la sangre se evita mucho más minuciosamente que en un matadero industrial.

En una plaza de toros el hombre aprovecha el instinto de un animal, el toro, que nació y está configurado morfológicamente para luchar, para pelear hasta la muerte si es preciso. Igual que el caballo o el galgo viven para correr, los perros para cazar o los pájaros para volar. Díganme en qué caso defendemos la dignidad de este animal en un matadero, cómo dejamos que aflore su instinto. Que una cosa es la idealización que podamos recrear en nuestra cabeza, tan llena de bondad, buenas intenciones y supuesto amor a los animales y otra la realidad, el resultado de millones de años de un laborioso proceso llevado a cabo por la naturaleza. Que no discuto que a ustedes no les gusten las corridas de toros, si hasta puedo llegar a entenderles y soy capaz de ponerme en su lugar, pero a cambio, ¿por qué no intentan ponerse en el lugar del toro? Que aunque ustedes crean lo contrario, no creo que hayan podido conseguirlo jamás. Bueno, sí, se ponen en lugar del toro, pero sin perder su condición de bípedos animales racionales. Eso no me vale. Cómo apuntaba Luis Landero, intenten ser toros, ¡qué gran afán, ser toro! Pues pónganse a ello y si les cuadra y tienen wifi, háganlo mientras ven embarcar toros cuajados de cuatro años camino del matadero. Y piensen que si esto de los toros se acabara mañana mismo, tendrían que ampliar la potencia de su wifi, porque entonces los vídeos se multiplicarían exponencialmente con vacas y terneros yendo en busca de ser apuntillados o electrocutados. Y sdi quieren, a continuación deténganse un instante viendo un tercio de varas, ese momento en que se pica al toro desde un caballo. Contemplen al toro arrancándose de lejos al peto, despreciando cualquier oportunidad de huida y vean cómo jinete y montura bailan sobre los pitones conducidos por la fiereza, la casta y la bravura. Entonces, no les quepa duda, ustedes sabrán de verdad lo que supone y lo que es la naturaleza desbocada.

Enlace programa Rendido de Sol del  19 de abril de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-19-abril-de-audios-mp3_rf_50169028_1.html

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