jueves, 22 de octubre de 2020

Celosos gestores del aburrimiento

 


Lo mejor contra el aburrimiento, el toro

De unos años a esta parte parece que el aburrimiento es un elemento indiscutible en los toros. Antes se hablaba de ilusión, expectación, decepción, bochorno, escándalo, triunfo excelso, mansadas, grandes corridas de toros, de sol y moscas, pero ahora muchas de esas sensaciones prácticamente solo son hechos muy ocasionales y ha sido el aburrimiento quién parece que, a base de codazos, se ha hecho el amo en todo esto. Es el nuevo amo que preside las corridas de toros, su excelencia el aburrimiento. Aburrimiento que por otra parte alimentan y mantienen los que viven del toro y que sin demasiada consideración hemos dado en llamar taurinos. Lejos de romperse los cascos buscando ganaderías, toreros en alza, toreros prometedores o que simplemente puedan mostrar algo diferente, repiten los mismos carteles año tras año, porque unos señores de luces no quieren sin alternar con nadie que no sea de su cuerda, ni torear otros hierros que no sean de garantías. Lo que traducido quiere decir que estos les garanticen que no les van a poner en complicaciones ni empeñándose mucho. Y así una tarde y otra y otra y una temporada y otra y otra y otra más. Pero no se crean que se inmutan porque nadie les diga que aburren, que aburren con unas combinaciones repetidas hasta el hartazgo, que aburren con un ganado insulso y bobalicón que va y viene y que aburren con un toreo anodino, vulgar y vacío de cualquier sentimiento torero que pudiera dar a esto algo de chispa. Eso sí, que ni dudan en autoproclamarse artistas y soltarnos eso de que se tienen que expresar y que necesitan un toro determinado para estar a gusto. Ahí es nada.

Tardes soporíferas, ferias sin fuste y, ¿qué remedio ponen? Pues muy fácil, si el aburrimiento dura 30 tardes y tres horas, o más por tarde, se acorta un poquito por aquí, otro por allá y marchando que es gerundio. Que no hay otra solución, porque a todo esto, el aficionado tiene que cumplir sin rechistar con su sagrada obligación: ir a la plaza todas las tardes, pasar por taquilla religiosamente y callar como postes mientras les cae encima ese infumable chorreo de vulgar y anodina sosería. Que si entramos en un caso como el de Madrid, ni se despeinan al afirmar que las treinta tardes, número arriba, número abajo, son una barbaridad y que sería mejor que fueran solo veinte, quince o diez festejos, porque lo que tenemos ahora, con tanto aburrimiento, no hay cuerpo que lo aguante. Y les digo una cosa; tal y cómo está esto montado, una tarde ya me parecería mucho. Que con un festejos ya se me hace largo. Y claro, ahora con esto de la reconstrucción, o demolición, para que los festejos no se alarguen demasiado, mejor ponemos cuatro tyoros y así nos vamos antes a cenar, que luego igual cierran los bares pronto y nos quedamos con el estómago cantando la marcha de granaderos hasta el día siguiente. Que digo yo, que puestos a acortar, que se eviten lo de los señores en un penco, casi también lo de las banderillas, el toreo de capote y que ya desde salida vaya el artista con la muleta, lo reciba a portagayola y a otra cosa. ¿Qué eso ya lo hacen? Lo que te digo, que hemos perdido el rumbo.

 Pero a ninguno de los que manejan esto se les ha ocurrido otra cosa que gestionar el aburrimiento, ni se les pasa por la cabeza acabar con él o por lo menos, poner los elementos para intentar que este no asome muy a menudo. Que ya les digo yo que no sería tan complicado desterrarlo mil y una tardes de las plazas de toros. Otra cosita es que los de luces y su “entorno” lo permitieran y que los criadores de ganado, especialmente los que les sirven la materia prima del destoreo se decidieran a criar un toro un poquito más encastado. Que los palmeros de la vulgaridad seguro que se convertían a lo de la conmoción en un pis pas. Que son así de volubles, que les das toro y toreo y se olvidan hasta de dónde han puesto las pipas y si el yintonis se les agua al derretírseles los hielos. Que todo sería muy fácil, aunque complicado de llevar a término, precisamente por las reticencias de los que tienen el mando. Ya me estoy imaginando a los figurones, los que se expresan con su arte, alternando con uno que quiere hacerse sitio y que viene tirando bocados, con hierros que no sean los de siempre y con un toro con un poquito, tampoco hace falta mucho, con un poquito más de casta. Que para que esta vaya imponiéndose ya habrá tiempo. Que de esta manera, incluso con lo que tenemos ahora, pero con otro toro, las 30 tardes nos iban a saber a poco. Y a ver cuántos aguantaban cuarto de hora delante de uno que no te dejara pasar ni una, que a la mínima que no se le hicieran las cosas te tiraba un gañafón. Con lo que se le seca a uno la boca en cuanto asoma la casta. ¿Tres horas? Si me apuran, ni tres cuartos de hora dos veces si sale el toro para todos. Y así, lo mismo hasta se generalizaría l esta tendencia de irse cortando la coleta desde casa. Pero no seamos ingenuos ¿Creen ustedes que toda esta gente estaría dispuesta a tal cambio? Al primero que se meneara en tal sentido le quitaban de la circulación con dos llamadas de teléfono. Así que de momento, por mucho que nos pese, en lugar de ganaderos de bravo, toreros con poder, empresarios con afición y amor propio y un público exigente y con criterio, no nos queda otra que aguantar a los que no quieren moverse ni un centímetro de su sitio, porque por algo ellos mantienen muy en alto el título oficial de celosos gestores del aburrimiento.

 Enlace programa tendido de Sol del 18 de octubre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-18-octubre-2020-audios-mp3_rf_58091852_1.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me considero un aficionado. Un aficionado debe ser exigente aunque no sea riguroso. Por eso, cuando me pongo a ver estas corridas de de... de lo que sea, veo que sale un animal terciado, que parece que ya lo han picado, se arrima al caballo y con un rasguño cambian el tercio, pues yo cambio de cadena. Me aburro y no quiero que me cuenten milongas ni que me den gato por liebre. Me aburro. Rigores.

Enrique Martín dijo...

Rigores:

Van contra esa misma lógica del que se aburre y se aparta y pretenden que aunque nos aburramos, vayamos una y otra vez, que hay que subvencionar su negocio. Eso sí, callados y si abrimos la boca, que sea para jalear o para pedir un yintoni.
Un abrazo fuerte