jueves, 18 de noviembre de 2021

La corrida sin muerte o la muerte del toreo

Hay muchos dispuestos a alargar el negocio a costa de eliminar lo fundamental, sin querer darse cuenta de que acabarían con la totalidad de la fiesta de los toros


Parece mentira, resulta insólito que gente que supuestamente vive del toro y que vive esto más cerca que nadie, planteen esto del toreo con ese simplismo desesperante de entenderlo como una simple danza en la que el actor principal, según sus parámetros, se limita a dar pases y más pases a un animal, a su “colaborador”. Así, de un solo golpe desarman cualquier fundamento de los toros, de eso que ellos llaman con tanta pomposidad “tauromaquia”, refiriéndose precisamente a los toros. De un plumazo mandan a paseo lo de lidiar, lo de poder, lo de mandar a un animal, lo de enseñarle a embestir, lo de llegar al último instante, ese que justifica todo esto, ese en el que se cambia la muerte por la gloria o es aquella la que se adueña de todo. Todo eso se suple por una danza graciosa, hasta con garbo, pero poquito más.

Aseguran que es la única vía de salvar esto. ¿Esto? ¿Y qué es esto? Muy fácil, su negocio, porque en el momento en que se cumplan sus deseos, todo se habrá terminado para los toros. El aficionado abandonará al momento en que se alcance semejante culminación de lo absurdo. Que seguro que se felicitarán por ello, se congratularán de que ese aficionado molesto, el que exige, se vaya de una vez de las plazas, pero, ¿creen que los demás, su público querido, aguantará mucho más? Que equivocados están. Quieren contentar a esos que reniegan de los toros, a esos que disfrazan de barbarie el rito de las corridas de toros. Pero, ¿creen que se conformarán con que ni se pique, ni banderillee, ni se mate a los toros en el ruedo? A ver cuánto tardarían en ver humillación en que un señor con un trapo burle a un animal que corre y corre en su busca, pero que al final nunca lo alcanza. Que no se nos olvide, que son los mismos que ven humillante el montar un caballo, el que este tire de un carro, el que haya ocas en una cabalgata, el que a las gallinas les retiren los huevos, el que un perro corra, un pato vuele, un pez nade, pero no que  un necio babee mientras es engañado ante una pantomima.

Que ahora parece que a esos “profesionales”, que no matadores de toros, les ha entrado un ataque de moralidad, de ética animalista y con un extremado cinismo, sin un mínimo de vergüenza, afirman que a ellos les da pena matar a un toro. Que es algo muy respetable, pero, ¡hombre! ¿Y eso me lo dices después de haberte hecho de oro con el estoque en la mano? Y precisamente lo dices ahora, que es cuando más te cuesta eso de la suerte suprema. Que si tanta pena les da todo esto, lo tienen muy fácil, háganse a un lado, o mejor dicho, pásense al otro lado y adelante con los faroles. Pero no, no lo verán nuestros ojitos, porque ellos, igual que otros, dirán lo que quieran, pero seguirán haciendo el paseíllo mientras esto les dé sus dineros. ¿Y se supone que hay que unirse a estos caballeros? ¿Esta es la unidad que tanto cacarean?

Que mala cosa el presentar tan buena disposición para dejarnos llevar a su terreno y allí, en lo que ellos dominan, ponernos a querer defender lo nuestro, pero dejando de lado lo que convierte a esto de los toros en algo único, arrinconando los fundamentos sobre lo que esto se construyó a lo largo de los siglos y haciéndolo con tanto descaro y tan poco pudor como han querido apartar a todo y a todos aquellos que no les bailaran le agua, que no les aplaudieran cada trampa, el fraude, la mentira de la que ellos pretendían sacar buenos beneficios. Y de entrada, como dominguillos esperando el batacazo, parece que admiten la perversidad que los de enfrente atribuyen a los toros, la maldad, la inmoralidad, la falta de humanidad. Como si de repente se hubieran hecho buenos, gentes con corazón. Pero, y a partir de ahí, ¿qué nos queda? ¿Qué defensa puede haber? Pues la única defensa creíble, pero que no se atreven a reconocer, es la de mantener su negocio, lo que resulta más que evidente. Otra cosa es que qué quedaría de ese negocio, un negocio al que siguen aspirando esos especuladores de la fiesta. Que si les va mal, luego podrán clamar, pedir ayudas, pedir apoyos, unidad o que el aficionado corra a toda prisa a rescatarles, como siempre hacen, después de haberle dado una tremenda patada en su dignidad. Que allá cada uno con sus aspiraciones, con sus deseos más íntimos, con sus castillos en el aire, pero hay una cosa clara, para el que la quiera vero, por supuesto, y es que con estos planteamientos habría que optar entre la corrida sin muerte o la muerte del toreo.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros de:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-14-audios-mp3_rf_78210334_1.html

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-7-audios-mp3_rf_77889078_1.html

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