lunes, 16 de marzo de 2009

El toreo a la verónica

De siempre se ha podido escuchar de un torero eso de “que bien toreaba con el capote”. Y en este grupo se me ocurre meter a un buen número de toreros, a los que merecía ver sólo por la forma de torear a la verónica. De los que oía a mi padre están Manuel Escudero o Gitanillo de Triana o el mismísimo Mario Cabré, y de los que yo he llegado a ver, aparte de El Viti y Paco Camino, que lo hacían todo bien, pues recuerdo a Sánchez Bejarano, El Inclusero, Joaquín Bernardó, Manolo Vázquez con los pies juntos, Antoñete y sus medias, Andrés Vázquez y su media marcadamente belmontina, Curro Romero y sus chispazos de arte y Rafael de Paula, el torero al que mejor he visto a la verónica. Aquella tarde de la feria de Otoño de Madrid con un Santa Coloma en que completó una tarde mágica, irreal, como si hubiera sido soñada o aquella de San Isidro del 79, de verde y oro, en que se fue llevando el toro a los medios ganado terreno y al rematar con la media fue cogido. Una tarde épica en la que tanto Paula como sus compañeros de terna, Manolo Cortés y Ruiz Miguel, tuvieron que irse para la enfermería y nosotros para casa.

Pero no se me ha olvidado Julio Robles, que ha sido uno de los grandes con el capote. Y aunque parezca una contradicción, no es al que mejor he visto torear con el capote, pero sí el mejor. Y me explico. Los mejores lances se los vi, como ya he dicho, a Rafael de Paula, pero dos tardes, ya que según mi opinión, era difícil que se acoplara con un toro tal y como cogía el capote, largo y dejando mucho vuelo. En cambio a Julio Robles le vi muchas más, porque su forma de torear se adaptaba a casi todos los toros, porque podía y ahormaba la embestida con arte y mucha pureza. Se me viene a la cabeza un mano a mano con Ortega Cano o cualquier tarde antes de la feria, cuando los toreros se atrevían a venir a Madrid a ganarse su puesto en los carteles, no como ahora.

Después ya han venido otros como Joselito, paradigma de la variedad, o Luis Francisco Esplá, todo vistosidad y espectáculo de la lidia. Y del resto hoy en día se puede decir que torean bien, mal o regular a la verónica, incluso que a la hora de rematar dejan ver su personalidad, pero no llegan a ser esos especialistas con el capote, por los que ya merecía pagar el precio de la entrada, y eran aliciente suficiente como para justificar un cartel.

¿Dónde habrá quedado aquello de echar la pata p'alante, cargar la suerte, ir ganado terreno al toro, hacerle que se retuerza y rematar en los medios con una media enroscándoselo en la faja? Eso es casi ciencia ficción y lo peor de todo no es eso, sino que esa forma de hacer casi se desprecia por los que sólo quieren ver muchos pases y que no soportan que a su torero le censuren el pasito atrás.


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