viernes, 18 de junio de 2010

No podemos renunciar a nada


El toro, visto por una niña de siete años


No me voy a meter a estas alturas a hacer un resumen de las ferias concatenadas de Madrid; además sólo necesitaría dos o tres palabras para definirla. Pero lo que si me está llamando la atención es el conformismo, la poca exigencia y el cambio de objetivos de los actuales seguidores de la fiesta de los toros. Lo que a lo mejor es un rasgo de inteligencia para el que otros cuantos no estemos preparados. Y es que ya lo dicen los que saben, que el más inteligente es aquel con mayor capacidad de adaptación a las nuevas vicisitudes que se les presentan.

Al aficionado más conservador, con una visión más general de la lidia, se opone el seguidor que centra su atención en aspectos parciales de la fiesta. Seguro que habrá quien no comparta esta opinión, pero si me lo permiten, me voy a explicar. Actualmente a las corridas de toros se le pide que el toro se deje torear con la muleta, que no moleste y que el toreador sea capaz de perpetrarle muchos pases. Y en esto de los pases se conforma con ver como el toro sigue la muleta, sin reparar qué parte de la muleta sigue.

Según siempre mi opinión, la mayoría de los asistentes a las plazas de la actualidad, renuncian a ver un tercio de varas en su plenitud. No importa tanto dónde y como se coloca el toro en el caballo, dónde y cómo cita el picador, dónde y cómo se ejecuta la suerte y mucho menos el lugar que ocupa el matador mientras el toro va al caballo. Lo de administrar el castigo o la forma de acudir al caballo del toro y su comportamiento en el peto ya es mucho fijarse. No es infrecuente ver como el público pide que no se castigue al toro, aunque éste haya recibido un leve refilonazo con la vara de detener.

Según decían los clásicos, después de ver el comportamiento del toro en el caballo y después de medir su bravura, en el tercio de banderillas era donde ya se podía estimar el estado en que estaba de cara a la faena de muleta. Pero basta seguir una feria como la de San Isidro, para darse cuenta de las pocas veces en que se tiene en cuenta al toro para ser banderilleado, que en el caso de ser un matador el que paree, entonces cualquier idea de la lidia, los terrenos y las querencias salta por los aires como un arsenal mientras el guardia echa un cigarro.

Ya han transcurrido dos tercios de la lidia y ya hemos podido contemplar como casi nada de lo hecho es tenido en cuenta por los fieles asistentes a las corridas de toros de las ferias de pueblos y ciudades. El caballo molesta, los quites no existen y las banderillas sólo tienen sentido si hay carreras, saltos y volatines. Pero que nadie me malinterprete, porque este mismo tipo de público, cuando ve aunque sea un intento de quite se frota las manos como el primero. Lo único que ocurre es que si no se lo ofrecen tampoco se corta las venas.

Y llega el gran momento, la faena de muleta, el gran pilar sobre el que se ha construido la tauromaquia moderna, el sustento de la fiesta, el porque de ir a la plaza, de pagar lo que nos pidan y de sentirse realmente realizado al proyectar la gloria del maestro en un mismo. No importa el toro, si es bueno, malo, alto bajo, feo, guapo, blando, flojo o descastado, a todos se les enjareta la misma faena, esa que tantos éxitos ha reportado otras tardes de toros. Una faena en la que el principal objetivo es la cantidad de pases, sin mirar, como es habitual, ni terrenos, ni querencias, ni mucho menos ejecución. Sólo hay que conseguir que el toro siga el trapo, por cualquiera de sus partes, el pico o la panza, mientras que es cogida por allá donde nos venga bien. Y si un lance tiene un inicio y un recorrido próximo a la faja del matador, para desembocar detrás de la cadera de éste, en el toreo moderno no es necesario. Se renuncia a la proximidad toro y torero y al remate, no importando que el lance se corte en el momento crucial. Despreciamos más de la mitad de lo que podríamos exigir y nos deberían ofrecer.

Pero quizás el toreo moderno se puede permitir el lujo de renunciar a tantas partes de la lidia porque su planteamiento nace de la renuncia más grande y más determinante, se renuncia al toro. Si el protagonista de la fiesta gozara de todos los atributos que le han adornado durante milenios, el panorama sería muy diferente. Quizás obligaría al matador y a todo quisque que se vistiera de luces a conocer los terrenos, las querencias y la forma de sortear y limar las dificultades que se lleva a la plaza desde la dehesa. A lo mejor la suerte de varas sería un recurso de la lidia irrenunciable, fundamental para poder encauzar la casta, la bravura y para conseguir convertir esa defensa en arte. Podría ser que el toreo de muleta dejara de ser un mero acompañamiento de las embestidas del toro, para hacer que cada redondo o cada natural fueran un latigazo para poder al toro y permitir realizar la suerte suprema con pureza y de verdad, importando tanto la ejecución como la colocación. Dejaríamos de ver la técnica del torero y veríamos su poder, su conocimiento de las suertes y la capacidad para “ver a los toros”, eso que tenían los elegidos, pero que hoy no es tan necesario.

Si muchas veces se dice que el amor es una continua renuncia, en este caso esta renuncia se convierten el mayor enemigo de una fiesta que se empezó a fraguar, tal y como la conocemos hoy en día, hace unos doscientos años, que fue avanzando en la conquista del toro, haciéndolo más apto para la lidia, pero con unos fundamentos muy claros a favor del animal, que alcanzó su mayoría de edad casi cien años más tarde y que a partir de las primeras décadas del siglo veinte se fue depurando como un bello arte que se sustentaba sobre el equilibrio entre la estética y la belleza del toreo y la fiereza y bravura del toro. El toro, siempre el toro, el mismo que de las manos de un vendedor de elixires mágicos de feria se quiso convertir en artista y lo único que se consiguió fue generalizar la monotonía, la vulgaridad y una horrorosa uniformidad que lo único que parece pretender es obligarnos a renunciar a demasiadas cosas, entre ellas esta bendita afición.

16 comentarios:

Cogerelolivo.com dijo...

Admiro la honestidad y el tesón con que defiende usted los pilares de la fiesta. Valores que no están en alza, precisamente. El conformismo, la chatura y la pobreza de miras son rasgos de nuestro tiempo y los toros no son una excepción.Pero usted no puede negar que le queda un poco de esperanza: lo demuestra ese hermoso dibujo infantil. Un saludo.

Enrique Martín dijo...

Cogerelolivo:
Claro que me queda esperanza, pero cada vez la veo más y más lejana. Tengo la impresión de que la autora de este dibjo no conocera la fiesta que nosotros llegamos a ver. Y la que ella verá no sé si yo la querré ver. Un saludo

Paco Montesinos dijo...

Extraordinario Enrique reflejando tus pensamientos sobre la Fiesta, y como coincienden con mi ideología taurina, pero empiezo a pensar que somos unos románticos anacrónicos que no encajamos en la podredumbre de un sistema que se esta autodestruyendo lentamente, arrastrando nuestra afición hacia el vacío y la nada, por que nada es lo que veremos en un ruedo.

Enrique Martín dijo...

Paco:
Como tú bien dices, coincidimos en nuestras apreciaciones, aunque no sé si estaremos equivocados en cuanto a la velocidad de degradación, que a lo mejor es mayor de lo que nos pensamos. Un saludo

Anónimo dijo...

Enrique, qué te puedo decir??
Supongo que sabes cómo me identifico con tus palabras, con todas y cada una de ellas.
Desde la última de San Isidro ando totalmente perdida. Bueno, no perdida, más bien humillada en mi afición. Te confieso que he intentado crearme una especie de “olvido taurino”.
Me gustaría pensar que estoy exagerando, que me he pasado no sé cuantos pueblos y que alucino por el efecto de mi droga del olvido; también quisiera animarte a ti, decirte que exageras, que te has pasado de negativo, que seguro que te estás equivocando…
Pero sólo puedo decirte, que leerte sigue siendo un placer; porque, aunque duela, me sigue encantando “escuchar” la verdad.

Saludos de Gloria

Por cierto, no dejes de ver el video que ha hecho Iván sobre los Coquillas de Cifuentes; es un buen lugar para poder seguir soñando...

David Campos dijo...

Amigo Enrique: Enhorabuena por tu artículo, donde claramente haces notar que lo tuyo, al igual que lo mío, no es afición a la fiesta de los toros, sino pasión por la fiesta y por los toros. Creo que queda todo dicho y muy bien relatado. Podría añadir que no sólo no importa como se toree con la muleta, si la panza o el pico, sino también la incompresible manía de los toreros actuales de rematar las faenas con 20 pases de pecho. El pase de pecho es un pase de remate para finalizar una serie. Finalizar significa acabar y acabar se acaba una vez y no 20. Tu artículo, excelente, está perfectamente acompañado por una ilustración muy esperanzadora. Un saludo.

Enrique Martín dijo...

Gloria:

Cuanto se agradecen las palabras, los ´´animos y la atención de los buenos aficionados. Y ya me gustaría que alguien me dijera que estoy en las nubes y darme cuanta de que estoy equivocado. Ójala. Y gracias ppor tu recomendación del vídeo. Ya lo había visto y sí que es verdad que le ha quedado muy bien. Ya le he dicho que hay muchas formas de hacer afición y una de ellas es esa. Da gusto verlo, el mismo que da el veros pasear por aquí; ya sabéis pasad y sentaos un ratito a hablar de toros.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

david:
Has dado en uno de los vicios del toreo actual. No puedo estar más de acuerdo, el pase de pecho, un lance que era obligado para rematar y lo que tú dices, acaban 20 veces y no acaban de terminar.
El dibujo nos da esperanza y a mí por lo menos, cierta algría y orgullo, al ver como la peque se va acercando a esto de los toros.
Un saludo y sigue en la pasión.

Unknown dijo...

Enrique que nivel!!!
Cuando leo esto, igual tu entrada que los distintos comentarios, me doy cuenta de lo que es el buen AFICIONADO.
Un abrazo!

Enrique Martín dijo...

Ivám:
Muchas gracias por tis palabras, pero me vienes al pelo para reconocer aquí el valor de tu vídeo sobre los Coquillas de Cifuentyes en Orocárdeno, tu esptupendo blog hecho con muchísima sensibildad, y que es fiel reflejo de lo que es la pasión y el cariño por esto que llamamos la fiesta de los toros. Y tanto tú como yo, lo único que hacemos es querer aprender y defender esta fiesta. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Tienes razón Enrique, la mayoría del público obvia la suerte de varas. De ello se aprovechan los matadores, quiénes hacen de su capa un sayo. Se debe picar como Dios manda y, si el toro no es apto para la lidia, se le hace rodar y que lo cambien por otro. ¿Qué hay que cambiar los seis toros? Pues se cambian, verás como la próxima vez se trae otro tipo de ganado y los ganaderos criarán otro tipo de toro que esté apto para la lidia. Así de simple.

La aparición del TORO conllevaría, como dijo el maestro Esplá, que la mitad del escalafón tendría que irse para su casa. No entiendo por qué todo el mundo debe ser torero. Esto es como todo, no todos valemos para ser médicos, arquitectos o ingenieros. De la misma manera, hay personas que deberían replantearse su trayectoria y dejar paso a los que verdaderamente tienen un sitio en esto.

Es obvio que la mayoría del escalafón intenta hacer al toro una faena que trae memorizada del hotel. Es lo que tiene enfrentarse durante muchos años a un toro prácticamente homogéneo en su comportamiento. Sería inviable pensar que los matadores actuales son capaces de salir con solvencia ante ese otro “toro” que raramente vemos. Es como pensar que Pau Gasol sería un excelente futbolista sólo porque mueve bien con la mano un balón de mayor tamaño que el de fútbol.

J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J.Carlos:
Tu comentario me demuestra que el verdadero aficionado no sedesvía demasiado en sus ideas sobre lo fundamental del toreo. Ese apunte sobre la suerte de varas yo lo he oído y lo he hecho infinidad de veces y es que no hay más, que un toro no se puede picar, fuera, que no se puede picar a los seis, pues fuera los seis. Es que ese es el verdadero sentir que debe gobernar la fiesta. Que razón tienes y es que no se pude igualar por abajo, hay que igualar a partir de un mínimo de calidad, de integridad y de verdad. Podríamos estar hablando durante horas, pero siempre estaríamos dando vueltaas a esa verdad irrefutable. Y al final todo conluye en que el toro es el que manda, aunque muchos no quieran ni oír hablar de esto. Un saludo.

Xavier González Fisher dijo...

Enrique: Es que hoy se simulan tantas cosas.

Los toros son simulados, carecen de bravura, de raza, de fuerza, de trapío. Ni lo parecen, ni lo son. El toro, aunque hay algo que parece ser fiesta, es algo que está en peligro de extinción hace mucho tiempo.

Los quites son simulados. Los remates de las series también y las rivalidades también son "de a mentiritas" como decimos aquí en México, más de carácter mediático que taurina.

Eso indudablemente se refleja en el resultado final que es la actuación de los diestros delante de lo que pasa por ser toros.

Por eso no debemos renunciar a nada y debemos defender lo que debe ser si es que queremos seguir disfrutando nuestra afición.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Efectivamente, creo que nuestra fuerza es seguir disfrutrandp de nuestra afición y seguir exigiendo que se como creemos que debe ser. Si nos quieren callar, que lo intenten, pero al menos no les debemos servir esta posibilidad en bandeja. Y de la misma forma que tú comentas, todo es de "mentirita", pero cuando es de verdad nadie se puede resistir a la locura verdsadera que provoca el toreo en nuestro espíritu. Amigo Xavier, un saludo desde España.

Anónimo dijo...

Qué bonito dibujo. Me asombra que una niña con solo 7 años alla hecho un dibujo tan bonito. Felicidades al artista.

Enrique Martín dijo...

Kolkod:
A mí me sorprende que hayas sacado un notable en lengua y que escribas "alla" y no "haya".