miércoles, 15 de septiembre de 2010

Todo se acabó


Los toros vistos por un niño
Esta mañana he perdido los últimos recuerdos que me quedaban de mi padre. Súbitamente han irrumpido en casa los agentes del GVMA (Grupo de Vigilancia de la Moral de los Animales), rompiendo cristales y reventando la puerta de mi casa. No me ha dado tiempo a nada, mientras ocupaban todos los rincones de mi casa yo sólo podía intentar respirar, mientras un enorme agente que apestaba a alcohol me inmovilizaba ahogándome con su porra aplastándome el cuello.

He tenido que contemplar cómo arrancaban de las paredes los cuadros que mi padre pintó, en los que se veían imágenes de unos señores con cara de antiguos, que yo recuerdo que él me decía que eran toreros, incluso hasta donde llega mi memoria puedo revivir aquellos días en que él cogía su mochila con su bloc de notas y de dibujos, su almohada hinchable y su botella de agua para combatir el calor. Incluso hasta creo haber ido con él a la plaza cuando era niño, hace ya más de setenta años.

Pero todo ese tiempo sale volando por la ventana, para acabar ardiendo en una pira votiva a favor de los derechos de los animales que devora la memoria de mi padre en el centro del patio cívico de nuestra unidad de viviendas. Unos gruesos volúmenes con el título de Los Toros en el lomo, colecciones completas todas con las palabras comunes de Toros, Toreros, La Lidia o La Fiesta y los nombres de personajes desconocidos para mí, como Belmonte, Joselito, Roberto Domingo, nombres que me evocan otro tiempo, momentos en los que mi padre me contaba cómo un señor se escapaba de su casa de Sevilla y se iba a enfrentarse con un toro en las noches de luna, o aquél que se fue de polizón a México persiguiendo una afición. Las tardes en que mi padre se sentaba en una banqueta alta y se esmeraba en pintar la luminosa ropa de aquellos señores. Ropa que podría parecer ridícula, con colores muy llamativos, con unas medias rosas y siempre con unas grandes telas rosas o rojas que utilizaban para sortear a un animal enorme que acometía con verdadera fiereza. No soy quien para juzgar ese mundo, pero a mí no me parecían ni violentos, ni insensibles, es más, veo estas imágenes por última vez y me siguen pareciendo bellas. No las entiendo, no sé a qué hacen referencia, pero me gustan. Y nunca pensé que llegara el momento en que se alejaran de mí definitivamente. Las miro con toda la atención que me es posible para intentar grabarlas en mi memoria para siempre.

Una vez que se certificó la prohibición absoluta, cuando yo debía andar por la treintena, una prohibición basada en la bondad del ser humano, de los animales y hasta de los riscos del monte, no creí que me iba a ver en esta situación. Todo ha transcurrido muy rápido, pero para mí ha sido una larga penitencia. Vi cómo nacía la imagen de un tal José Tomás con un traje azul y ahora veo cómo se consume en la hoguera junto con otros de los que conocía los nombres, pero no a los hombres, el Cid en un derechazo, revolera de José Tomás, la media de Andrés Vázquez, José y Juan, Antoñete y el toro blanco. Pero lo más dolorosos fue cuando sacaron del cajón los cuadernos que siempre acompañaban a mi padre allá donde fuera y donde se entretenía en dibujar e estos señores de mil y una posturas, todas diferentes, aunque muchas tuvieran un cierto parecido.

El jefe de la cuadrilla liberalizadora y protectora de los derechos de los animales me hace firmar un papel, que no sé lo que dice, ni me puedo parar a leer entre sus voces y las de sus subordinados, voces ininteligibles y opacadas por el pasamontañas que les cubre la cara. Me da instrucciones para que me presente todos los días uno y quince de cada mes ante la autoridad competente y me amenaza con el puño pegado a mi mejilla mientras me “aconseja” que si me queda algo de aquella barbarie, que lo elimine y que no están dispuestos a consentir que quede nada de aquella violencia del pasado. Yo nunca pensé en ello cuando veía a mi padre charlar tan tranquilamente con otros aficionados como él, o cuando parábamos el coche para ver toros en el campo, cuando el campo todavía era campo, o cuando jugaba al toro con nosotros al quitar y poner el mantel a la hora de la cena. De lo que no me cabe ya ninguna duda es de que ya no me queda nada de todo eso, ya todo se acabó.

En Madrid, a 12 de Septiembre de 2084

16 comentarios:

David Campos dijo...

Enrique:

Por si acaso, voy poniendo mis blocks de apuntes y dibujos a buen recaudo, no vaya a ser que mañana irrumpan en mi casa para arrasarla.

Un saludo!

Enrique Martín dijo...

David:

Habrá que enterrarlas y hacer un plano cifrado que sólo entiendan los de confianza.

Un saludo

Don Guido dijo...

¡Dios Mío! Digno de Orwell...(Qué bonito el dibujo; de tal palo...:)

Unknown dijo...

SIN PALABRAS Enrique.
Un abrazo!

Enrique Martín dijo...

Don Guido:
Sólo muchas gracias, pero pobre Orwell si esta es la comparación.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Iván:
No tienes ni idea de lo que me animan tus palabras, o como hoy, tus no palabras.
Un abrazo.

Gil de O. dijo...

Dos veces por motivos familiares, una más por un desahucio, me quedé sin mis textos, mis apuntes, mis escritos, mis articulos, algún ensayos, memorias, objetos, mis libros, con lo que pensé, me habia de faltar media vida.

Ha pasado mucho tiempo, ha tenido que ser como un volver a nacer, he recompuesto muchas cosas, incluso poner mi mente en orden. He vuelto a escribir y hablar de toros; y sabes por qué?

Sencillamente porque del corazón, no se habian podido llevar nada.

Gil de O.

Enrique Martín dijo...

Gil de O.:
No puedo responder a su comentario, pero sí empaparme de ese magnífico optimismo y fuerza de ánimo. Muachas gracias
Un saludo

eltorodelajota dijo...

Enrique, podrán silenciar telediarios, romper dibujos, quemas libros, silenciar micrófonos, cerrar plazas, pinchar ruedas, hackear webs... pero nunca podrán quitarnos la afición ni borrar nuestros recuerdos.

Un texto precioso con un mensaje exacto y clarificador del ataque actual que vivimos los aficionados. Un saludo

En Barrera dijo...

Hola Enrique

He de confesarle que es uno de los blogueros que más saben tocar la fibra sensible a esta aficionada, logra que me emocione, además de hacerme reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de la Fiesta.

Cuando me imagino de mayor lo hago rodeada de mis libros y mis fotos de toros, así que ojala nunca existan esos agentes del GVMA.

El señor Gil de O tiene razón, del corazón nunca se pueden llevar nada, las alegrías que me han dado los toros las voy a llevar conmigo siempre.

Saludos a todos.

Enrique Martín dijo...

David:
Te tengo que confesar que me he hecho firme propósito de no volver a tocar el tema de las prohibiciones y de los antis, pero es que me siento verdaderamente acosado y parece inevitable que cuando a uno le pinchen, que grite. Y la fortaleza de afición que nos quitan los taurinos, nos la devuelven los antitaurinos.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

En Barrera:
Gracias por eso de la fibra, pero para ciertas cosas también hay que estar predispuesto y tener sensibilidad para ello, esa predisposición y sensibilidad de que dáis muestra todos los que os pasáis por aquí. Y concido con Gil de O., lo que tenemos dentro no se lo podrán llevar, y el recuerdo de las grandes tardes no desaparecerá, ni se gastará, por mucho que lo contemos.
Un saludo

Anónimo dijo...

En una de las epístolas de Juan Martínez Villergas, puede leerse:
“PORQUE RICO Y FELIZ ME CONSIDERO, EN TENIENDO PAPEL, PLUMA Y TINTERO”
Que tampoco te quede duda de que podrán quitarte los libros, tus cuadros, lo que quieran … pero seguirás siendo rico y feliz porque conservarás el ordenador y los pinceles para defender lo que amas y deleitarnos a los que tenemos la suerte de visitar tu blog
Lupimon

Enrique Martín dijo...

Lupimon:
Después de esto ¿qué quieres que te responda? así que como me has dejado sin palabras, me limitaré a seguir con mis dibujos y escribiendo lo que pienso. El resto lo hacéis vosotros con vuestra sabiduría y generosidad. Muchas gracias.

Manuel Menendez dijo...

En primer lugar le felicito D. Enrique. Tener hoy día un blog taurino, con la que está cayendo, demuestra más valor que el Guerra (dicho popular referido no a Alfonso, el político, sino a Rafael el torero, como Ud. sabrá como buen aficionado)

Lamento decirle que no pienso como Ud. Pero percibo educación, cultura, respeto, inteligencia en sus comentarios. Así como cierto estilo literario irónico, que me atrae y me lleva a comentar su blog.

Deseo hacerle una pregunta a un aficionado taurino inteligente y moderado, desde alguien que es contrario a la tauromaquia, y pienso que Ud. es la persona adecuada. ¿Piensa que tenemos derecho a inflingir daño y muerte a un hermoso animal, con el único objeto de recrearse en ello? ¿Que respondería Jesucristo, aquel Hijo de Dios que relatan los Evangelios, preguntado sobre si podemos disponer de la vida de un animal para un espectáculo público?

Espero que del debate pueda salir algo de luz. Desde la diferencia de opiniones, un respetuoso saludo.

P.D. Lamento comunicarle que fui uno de los asistentes a la concentración en Las Ventas el dia 19. ¿Me censurará por ello?

Enrique Martín dijo...

Manuel:
Gracias por sus comentarios y por creer que merece la pena pasarse un ratito por aquí. Siento defraudarle por lo de aficionado inteligente. A lo primero aspiro y a lo segundo... ni me lo planteo.
Sobre la tauromaquia o no es un discusión en la que no creo que unos comvenzan jamás a los otros. Yo hcae muchos años discutía y discutyía, pero un aficionado que si que lo era y además inteligente me dijo que aunque a nosotros nos gustara tanto como nos gustaba, que no se me olvidara que se mata a un animal y que eso es algo que mucha gente no admite, ni puede asumir. En ese momento pensé que sólo podía hacer una cosa, al que se prestara a ello le llevaría a los toros, le intentaría contar cómo es todo aquello y que él mismo decidiera. Y hasta el momento he visto como se han aficionado más de uno. Yo no lo veo inmoral, pero entiendo que haya otras sensibilidades. Eso sí, este espectáculo sólo es posible con el toro de lidia, que acomete desde el momento en que nace, y no con otro, y además con el toro íntegro, no con el toro que las figuras de ahora se empeñan en meternos. Me encantaría poder hablar con usted delante de un café. Ni usted se haría torero, ni yo me iría a encadenar a las Ventas, pero seguro que disfrutaríamos de la charla. La verdad es que es un placer ver como alguien se acerca de la forma que usted lo ha hecho a la fiesta.
Y le digo más, me parece tan digno ir a concentrarse a la plaza para pedir por lo quie creen justo, que el ir a la plaza y emocionarse con un toro bravo y sentir una enorme emoción cuando se le aplaude en el arrastre. No me atrevo a recomendarle el último libro de Fernando Savater porque aún no lo he leído, pero cuando lo tenga en mis manos ya le comentaré. De nuevo muchas gracias y ya sabe donde tiene un taurino muy dispuesto a hablar de toros.
Un saludo