Como dice Serrat, no es que sea dura la realidad, lo que no tiene es remedio. Estábamos aún viviendo ese sueño del toreo eterno, ese día en que Juan Mora nos trajo una forma de torear ya casi desaparecida, Curro Díaz combinó arte y valor y Morenito de Aranda nos deleitó con su toreo al natural, aunque pasado por el tamiz de la modernidad, más artificial que natural. Pues cuando todavía se nos dibujaba esa sonrisa de pasmados se nos puso delante otra corrida más para olvidar y plantearse muchas cosas.
Los toros del Puerto de San Lorenzo, muy poco parejos, no fueron los del mes de mayo, flojos en general y con pocas ganas de colaborar. El primero parecía que podía ser un buen toro, aunque muy flojito, que en el caballo hasta metió los riñones en algún momento, después se vino abajo. Seguía bien los engaños y parecía que empezaba a ganar la partida a Alberto Aguilar, pero acabó buscando las tablas sin querer dar ni un paso. Y el quinto, el mejor de la tarde, no encontró un matador que le diera lo que necesitaba, una buena lidia, mando y poder. Empujó con fijeza en el caballo, aunque sin humillar, sembró el caos durante el segundo tercio y en el de muerte acusó la falta de un torero que le hiciera las cosas bien. Iba bien detrás de la muleta, incluso atosigando a Alberto Aguilar, que sólo pudo quitárselo de encima con trapazos y banderazos. Evidentemente no era la mejor medicina para el del Puerto, que pedía el mando y firmeza que allí no encontraba. No voy a decir que era un toro de bandera, tampoco nos dejaron verlo, pero sí que era un toro con el que se podía haber hecho otra cosa mucho más importante.
Diego Urdiales al que siempre se le espera en Madrid, y se le seguirá esperando, se topó con un imposible. Él que es torero que necesita un toro importante, como el quinto, sólo pudo dejarnos unos muletazos por abajo por ambos pitones marca de la casa y nada más. El primero se le paró muy pronto y a su segundo le estuvo persiguiendo por todo el ruedo hasta llegar a toriles, donde acabó con el sufrimiento de todos.
De Alberto Aguilar creo que ya lo he dicho todo, se le esperaba con ilusión a tenor de los ecos de actuaciones suyas por otras plazas, pero ya será por la responsabilidad del momento, por lo que molestó el viento, que por momentos fue bastante, o por carencias que tendrá que superar con urgencia. Le tocaron los dos con más posibilidades, especialmente el quinto ya reseñado, pero él no estaba por torear como mandan los cánones clásicos, y sí por endiñarle esa faena universal que triunfa por todo el mundo de derechazo, derechazo, derechazo y más derechazo para rematar tres veces por tanda con otros tantos de pecho. Eso es lo que diferencia el toreo clásico del moderno.
Cerraba plaza, feria y aburrimiento el manchego Miguel Tendero, quien en mayo dejó claras sus intenciones de ser el número uno de su barrio y no hay quien le apee del burro. Seguro que tiene cualidades para ser torero pero ni lo sabe él, ni quien le lleva y todo se reduce a esa misma faena universal que acaba no diciendo nada al aficionado, lo que no quiere decir que vaya cortando orejas hasta en los puestos de helados, pero eso no es torear. Pero que nadie piense que es un mal exclusivo del albaceteño, es la enfermedad que asola a todo el escalafón con una virulencia salvaje.
La verdad es que es muy pobre balance, sobre todo si miramos a lo que ocurrió veinticuatro horas atrás. Será la temperatura, será el ambiente, que el verano ya quedó atrás o que todas las musas se concentran en Madrid en Otoño y deciden pasarse por la plaza de la calle de Alcalá, pero esta miniferia sigue regalándonos momentos únicos; Rafael de Paula aquella tarde que se vació sin quedarle fuerzas para entrar a matar, las faenas de Curro Vázquez o Julio Robles y ahora lo que se recordará como la tarde de Juan Mora en la feria de Otoño de Madrid. Un día en el que todo el mundo perdió la cabeza, mi amigo Pepe Luis Bautista que no hacía más que decir que “esto es el toreo, esto es el toreo”, o David Campos que me llamó por teléfono mientras veía dar la vuelta al ruedo a Mora tan emocionado que casi no podía ni hablar, ni escuchar, o Iván que se vino a Madrid lleno de ilusión y se volvió más feliz que unas pascuas. Y yo me pregunto, igual que Antonio Díaz, ¿habrá alguien a quien no le haya gustado Juan Mora? Pues claro que sí. Muchos corifeos de algunas figuras negarán esta evidencia, pero eso ya es cosa suya. Lo que si pido es que si alguien se ha hecho con el vídeo de las dos faenas, que se lo mande corriendo al señor Mosterín, quien a pesar de todo ha declarado que ya ha encontrado la estética en el toreo. Todavía me le veo en mayo buscando entradas en la reventa para la primera actuación de Mora en San Isidro.
Los toros del Puerto de San Lorenzo, muy poco parejos, no fueron los del mes de mayo, flojos en general y con pocas ganas de colaborar. El primero parecía que podía ser un buen toro, aunque muy flojito, que en el caballo hasta metió los riñones en algún momento, después se vino abajo. Seguía bien los engaños y parecía que empezaba a ganar la partida a Alberto Aguilar, pero acabó buscando las tablas sin querer dar ni un paso. Y el quinto, el mejor de la tarde, no encontró un matador que le diera lo que necesitaba, una buena lidia, mando y poder. Empujó con fijeza en el caballo, aunque sin humillar, sembró el caos durante el segundo tercio y en el de muerte acusó la falta de un torero que le hiciera las cosas bien. Iba bien detrás de la muleta, incluso atosigando a Alberto Aguilar, que sólo pudo quitárselo de encima con trapazos y banderazos. Evidentemente no era la mejor medicina para el del Puerto, que pedía el mando y firmeza que allí no encontraba. No voy a decir que era un toro de bandera, tampoco nos dejaron verlo, pero sí que era un toro con el que se podía haber hecho otra cosa mucho más importante.
Diego Urdiales al que siempre se le espera en Madrid, y se le seguirá esperando, se topó con un imposible. Él que es torero que necesita un toro importante, como el quinto, sólo pudo dejarnos unos muletazos por abajo por ambos pitones marca de la casa y nada más. El primero se le paró muy pronto y a su segundo le estuvo persiguiendo por todo el ruedo hasta llegar a toriles, donde acabó con el sufrimiento de todos.
De Alberto Aguilar creo que ya lo he dicho todo, se le esperaba con ilusión a tenor de los ecos de actuaciones suyas por otras plazas, pero ya será por la responsabilidad del momento, por lo que molestó el viento, que por momentos fue bastante, o por carencias que tendrá que superar con urgencia. Le tocaron los dos con más posibilidades, especialmente el quinto ya reseñado, pero él no estaba por torear como mandan los cánones clásicos, y sí por endiñarle esa faena universal que triunfa por todo el mundo de derechazo, derechazo, derechazo y más derechazo para rematar tres veces por tanda con otros tantos de pecho. Eso es lo que diferencia el toreo clásico del moderno.
Cerraba plaza, feria y aburrimiento el manchego Miguel Tendero, quien en mayo dejó claras sus intenciones de ser el número uno de su barrio y no hay quien le apee del burro. Seguro que tiene cualidades para ser torero pero ni lo sabe él, ni quien le lleva y todo se reduce a esa misma faena universal que acaba no diciendo nada al aficionado, lo que no quiere decir que vaya cortando orejas hasta en los puestos de helados, pero eso no es torear. Pero que nadie piense que es un mal exclusivo del albaceteño, es la enfermedad que asola a todo el escalafón con una virulencia salvaje.
La verdad es que es muy pobre balance, sobre todo si miramos a lo que ocurrió veinticuatro horas atrás. Será la temperatura, será el ambiente, que el verano ya quedó atrás o que todas las musas se concentran en Madrid en Otoño y deciden pasarse por la plaza de la calle de Alcalá, pero esta miniferia sigue regalándonos momentos únicos; Rafael de Paula aquella tarde que se vació sin quedarle fuerzas para entrar a matar, las faenas de Curro Vázquez o Julio Robles y ahora lo que se recordará como la tarde de Juan Mora en la feria de Otoño de Madrid. Un día en el que todo el mundo perdió la cabeza, mi amigo Pepe Luis Bautista que no hacía más que decir que “esto es el toreo, esto es el toreo”, o David Campos que me llamó por teléfono mientras veía dar la vuelta al ruedo a Mora tan emocionado que casi no podía ni hablar, ni escuchar, o Iván que se vino a Madrid lleno de ilusión y se volvió más feliz que unas pascuas. Y yo me pregunto, igual que Antonio Díaz, ¿habrá alguien a quien no le haya gustado Juan Mora? Pues claro que sí. Muchos corifeos de algunas figuras negarán esta evidencia, pero eso ya es cosa suya. Lo que si pido es que si alguien se ha hecho con el vídeo de las dos faenas, que se lo mande corriendo al señor Mosterín, quien a pesar de todo ha declarado que ya ha encontrado la estética en el toreo. Todavía me le veo en mayo buscando entradas en la reventa para la primera actuación de Mora en San Isidro.
17 comentarios:
Sabes, Enrique?
Después de ver lo de Juan Mora, me preguntaba algo
¿Porqué a veces nos tachan de " locos" al querer volver a lo antiguo del toreo,si no hay razón y es imposible?
Pues creo que Juan Mora, lo dejó muy clarito.
Si se puede!
Lo que pasa que claro, después de tanto pegapases y tan poca personalidad, cuando un hombre que apenas nadie se acuerda de él, viene y te deja aquello tan bonito y te hace regresar a tiempos que solo en libros, hemos podido vivir, eso debe doler mucho a los que saben que JAMÁS podrán ni parecerse.
Lo de ayer ya nos llevó de nuevo, a la triste realidad.
Como siempre, entrada muy lograda.
Saludos!
Iván:
Tú mismo me has dado la respuesta para este comentario. Esto es lo que muchos recordamos y lo que deseamos ver más a menudo. Mira que Morenito de Aranda estuve bien, pero todos seguimos con lo de Juan Mora. Yo en la plaza comentaba que recordaba cuando vi reaparecer a Manolo Vázquez, que me pareció un toreo de otro mundo, muy de verdad, muy torero y también con faenas cortitas, pero muy intensas. Sigue disfrutando y verás como en los próximos meses echaremos mano más de una vez a la tarde del sábado.
Un saludo
PD: Si al a vuelta de Madrid os hubieran hcecho el control de alcoholemia, seguro que por el aparatito saldrían naturales y verónicas a mansalva.
Enrique:
Efectivamente no podía ni hablar viendo a Juan Mora pasear por el ruedo de Las Ventas a dos metros del burladero donde estabamos mi amigo Alberto Elvira y yo. Han sido los 1.200 km. (600 ida y 600 vuelta) que más a gusto he hecho en los años que llevo viendo toros, y ya son unos cuantos.
Dices que seguramente habrá gente a la que no le haya gustado. ¡Pues seguramente! pero que más nos da. Lo realmente triste y preocupante es que, según me ha contado mi fiel amigo José María Picallo, que la ha visto por televisión, es que Molés y cía. descubren a este torero ese día. Al parecer no sabían cual es el toreo de Juan Mora.
Habrá que recordarles sobre todo al "ínclito" periodista, que éste es el mismo torero al que en su día ponían a parir y decían que era un torero de espejo y no sé cuantas chufladas más.
Me cuenta José María, que estaban sorprendidísimos de las formas que tenía el extremeño toreando. ¡A ver si van a pensar que es un chico nuevo al que hay que apoyar!... si nos da dinero, claro.
¡Hay que tener jeta!
¡Un abrazo!
David:
Juan Mora siempre tuvo sus cosas, sus altos y bajos, pero cuando ha toreado siempre lo ha hceho con muchísimo gusto y sin artificiosiadad alguna. Quizás sus males estaban más en él y en su ánimo, que en su forma de torear. Y por ese ser artista muchos lo quieren meter en ese grupo que se supone que los artistas son unos imbéciles que sólo dan el golpe de vez en cuando y que tienen un montón de carencias, entre ellas el valor. Pero imagino que coincidirás conmigo en que no tienen nada de imbécilies y que para torear con arte hace falta muchísimo valor. La diferencia es que un toro no puede aguantar más de quince pases de verdad; de mentira ya se ve que llegan a los cien sin dificultad, con faenas de más de veinte minutos.
Como podrás darte cuenta, todavía no hemos sido capaces de acabar nuestra conversación del sábado y lo que nos queda.
Un abrazo
Enrique: Es que cuando el toreo se aparece...
Nos resulta que lo demás sobra y lo que abunda en estos tiempos revueltos es precisamente "lo demás". Pero creo que es precisamente lo que nos tiene aquí la esperanza de ver, aunque sea muy de cuando en cuando esa "aparición" del toreo verdadero.
Un abrazo.
Xavier:
No sé si habrá llegado hasta México el entsiasmo que ha provocado aquí la actuación de Juan mora, pero es que ha sido como volver 20 ó 30 años atrás. Lo que se produjo en la plaza fue un estallido de emoción impresionante, es como si llevásemos años tragando y aguantando y de repente surge esto y todos nos ponemos de acuerdo para decir: "esto es lo que queremos, no tanto pase, esto, esto". Como decía mi compañero de localidad, con el que ya debo llevar veinte San Isdros y ferias de Otoño, si esto se viera más a menudo, él decía una vez por tarde, no habría, fútbol ni deporte que pudiera desbancar a los toros. Si ves el vídeo, igual piensas que estamos locos o exageramos, pero ya te digo que fue muy grande. A mí todavía me dura la emoción. Y que conste que los otros dos toreros estuvieron muy bien, pero esto fue otra cosa. Eso de dar el último pase de pecho y tirarse a matar con la de verdad, hacía años que no lo veía.
Saludos muy emocionados desde España
Lo que pasa Enrique, es que aquí en México estamos "enfigurados" y fuera de "los demás", pocos conocen y pocos entienden lo que allá pasa.
A Juan Mora le veíamos por la tele cuando TVE pasaba toros (algunas "lunas" ha), pero después, ni tele, ni Juan Mora, así que es, como te decía, como una "aparición".
La mayoría tendrá que esperar hasta la madrugada del próximo domingo para verle en Tendido Cero (a ver cuántos minutos le dedican) y a deducir de algunas lecturas lo realmente sucedido, porque te insisto, aquí en México Juan Mora está inédito.
Un abrazo.
Enrique:
Juan Mora el sábado, Esplá con Beato en 2009, Rincón en su última tarde en Sevilla... por no remontarme más allá, a los ejemplos que habéis citado.
He intentado encontrar un vínculo entre esas actuaciones, tan arrebatadas y tan alejadas de la faena estándar que nos endilgan normalmente. Al principio, he pensado que la formidable emoción que hemos sentido se debía a la PERSONALIDAD de los toreros.
Pero los tres que cito me parecen muy diferentes en personalidad, y creo que lo que les une en ese momento glorioso en la plaza es la MADUREZ. La madurez suficiente para que les importe un pimiento lo que digan de ellos. “Ahí queda eso”, parecía decir(se) Juan Mora tras matar a su primero e irse andando hacia los medios. “¡Que os den! A las empresas que pasasteis de mí, a los taurinos del clavel, a los periodistas trincones... He hecho la faena que me ha dado la gana y ahora mi hijo va a dar la vuelta al ruedo conmigo. ¿Qué pasa?”. La madurez de estar convencido de lo que uno hace, sin preocuparse por la opinión de los demás.
Y la madurez, si es de verdad, entraña OFICIO. Lo conocen, han aprendido los secretos de la lidia, entienden y aman al toro. Para todo esto se necesita experiencia, desde luego. Pero también voluntad de aprender, o sea, humildad para reconocer que lo que uno sabe no es todo. Y qué pocos toreros jóvenes vemos con humildad. Debe ser que esa lección se la saltan en las escuelas taurinas.
Un abrazo.
Xavier:
Ahora mismo no sé cuantos minutos le dedicarán, aunque imagino que bastantes por eso de subirse al carro y aquello de los mil padres del éxito y lo del fracaso... que mala memoria la mía para los refranes.
Un saludo
Juan:
Encontrar algo que sea común a esos toreros que citas es complicado, pero más lo era antes, porque cada uno tení su personalidad muy marcada, unos aprendían por los pueblos, otros al amparo de un matador, otros, los de dinastía, en su casa, y lo que tenían en común solía ser la afición y el sentirse matadores de toros, que ya era mucho. Pero hay una cosa que vengo observando con los años y es que los toreros ya maduros tienen un poso y un estar que le falta a los jóvenes, aunque aparte de los años, antes tenían que tener algo, porque si de joven era malo, de viejo era peor, pero al contrario ocurre como con los buenos vinos.
Un saludo
¡Juan lo ha clavao! Creía que nadie se había dado cuenta. Los de la plaza, tienen excusa, es más dificil de ver, pero los que lo vimos por televisión nor quedamos con la copla. Eso también es torería. Una pequeña dosis de arrogancia, de chulería, y eso es lo que hizo Juan Mora con dos narices. El gesto, sobrio, sin excentridades, de meterle el estoconazo, mandar los banderilleros fuera y meterse para el callejón jurando en arameo, diciendo `ahí queda eso, que con vuestro pan os lo comáis´, es de una torería indómita, que los toreros también tienen que tener su punto rebelde. A Juan, como buen aficionado que es, no se le escapa una.
Saludos
Antonio:
¿No crees que los chiquitos de ahora, figuras y novilleros, deberían aprender a distinguir entre el orgullo del que sabe que ha hecho algo grande y la altanería que muestra claramente la ignorancia del que la padece? Y es que ser torero, estar en torero es todo eso de que llevamos hablando días y seguro que seguiremos encontrando más matices de la actuación de Juan Mora.
Un saludo
A propósito y se me olvidaba, que Juan no es un buen aficionado, es muy buen aficionado que sabe leer lo que otros no ven escrito.
Un abrazo para los dos.
Antonio, Enrique:
Cuando vi la rabia y la chulería en la cara del torero, me imaginé que pensaba en todos los que le ningunearon estos años atrás, ésos que nunca serán capaces de torear como él toreó y de conmover a 24.000 personas en Las Ventas.
Por esa misma justicia le dediqué el día antes de la corrida, el viernes, una entrada recordando aquel triunfo suyo en Madrid, también en Otoño. No es que tuviera ninguna premonición, que no la tuve, pero me apeteció hacerlo (qué bueno tener un blog) porque la gente parece que sólo esperaba a Curro Díaz o a Morenito. Y me parecía que era Juan Mora el que tenía más cosas que decir y expresar.
Un abrazo para los dos.
Juan:
No sé si contradecirte o es que soy demasiado iluso, pero no sé si Juan Mora guarda tanto rencor como para acordarse de esos inútiles que le apartaron. Yo quiero creer que era el orgullo de ser torero y de hacer lo que hizo. Aunque quizás deba agradecer a esos inútiles el que le hayan hecho más fuerte y ahora, si tienen un mínimo de vergüenza y de respeto por el público que lo quiere ver, tendránque ir pasando uno por uno por la ventanilla de Juan Mora. Pero que nadie se asombre si le siguen haciendo el vacío y si no acordaos de que uno o dos años después de la faena de Julio Aparicio en Madrid, tuvo que acabar marchándose, y algo parecido ocurrió con Luguillano, buenos toreros a los que acaban aburriendo. Y mientras a seguir tragando Julis, Castellas, Finitos, Fandis y todos esos que todos tenemos en la mente.
Un abrazo
Efectivamente Enrique: “Ese es el toreo”; una utopía que a veces deja de serla.
Pepe Luis.
Pepe Luis:
Esa utopía inalcanzable es lo que hace que esto no se muera y de vez en cuando vemos algo muy proxima a ese ideal que todos tenemos y en ese momento ya nos envenenamos para seguir acudiendo a las plazas de toros.
Un saludo
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