Julio Robles, el que nunca entendió la vulgaridad
En estos días he tenido la oportunidad de leer la entrada que Juan Medina ha escrito en “El Escalafón del aficionado”, donde con sus números evidencia lo que todos sabemos. Y para confirmar estos datos, véase la abrumadora presencia de hierros del encaste Domecq en todas las ferias. Yo no voy a entrar en las cifras, porque no podría añadir nada nuevo a este estupendo trabajo, pero si nos paramos a escuchar, podremos oír lo que nos dicen los números.
Los datos se empeñan con terquedad en dibujarnos una uniformidad casi soviética de la fiesta de los toros; un mismo tipo de toro, un torero cortado por el mismo patrón, una afición monótonamente domesticada y unas empresas y apoderados que solo tienen un único pensamiento, cubrirse el riñón con billetes de a 500, todo ello aderezado con un buen chorreón de prensa sumisa y agradecida.
Los datos se empeñan con terquedad en dibujarnos una uniformidad casi soviética de la fiesta de los toros; un mismo tipo de toro, un torero cortado por el mismo patrón, una afición monótonamente domesticada y unas empresas y apoderados que solo tienen un único pensamiento, cubrirse el riñón con billetes de a 500, todo ello aderezado con un buen chorreón de prensa sumisa y agradecida.
Quizás esto sea una adaptación de la tauromaquia a los gustos del momento, pero, al mismo tiempo, se están dinamitando dos de los principios fundamentales de este arte: la emoción y la variedad. Emoción que nacía al contemplar la capacidad de un hombre de solventar el compromiso que le planteaba el toro. Un toro con evidentes diferencias de comportamiento, de exigencia, de tipo y que dependiendo de su procedencia reaccionaba de una forma u otra ante un mismo estímulo y eso el torero tenía que tenerlo archivado en su cabeza, para rescatarlo a cada embestida y a cada derrote del burel.
Y que nos ha traído el monoencaste, pues muy sencillo, un decidido caminar hacia la nada. Un continuo avance hacia una faena tipo, que se acerca más a la perfección cuanto más se parece a todas las demás y a las de todos los demás toreros. Cuanto más se parezca a todos, mucho mejor. No importa la personalidad del espada, eso es solo una molesta piedra de la que hay que desprenderse para ajustarse lo antes posible a la faena paradigmática del pase, pase, pase, pase, salteado de carreras y sin obligar al toro a nada, ni a humillar, ni a seguir el engaño, ni a arrancarse; sería un sin sentido, porque el toro ya viene preparado para esto de fábrica, no hay que hacer nada, como una Thermomix, solo hay que apretar el botón de “Faena Standard” y él solito se la hace.
Creo que pocas veces en la historia de todas las artes ha existido una tendencia que dejara más a las claras la incompetencia de los creadores. Creadores que alardean con orgullo de no necesitar abandonar su fraudulenta monotonía y no dudan en tomar las medidas que crean oportunas con tal de garantizar el martilleo de este tedio.
El encaste Domecq se ha convertido en sinónimo de garantía; garantía ¿de qué? De que el señorito que se viste de luces no pase ni un mal trago extra, aparte de tener que escuchar a algún indocumentado vomitando sonoramente palabras incomprensibles para cualquier aficionado moderno que sabe apreciar el valor del aburrimiento. El torito tiene que permitir hacer la misma faena en Madrid, Sevilla, Lima, Brazatortas o Bullorinos del Rey. Todo el mundo tiene y debe hacer valer su derecho a aburrirse como todo hijo de vecino. ¿Por qué van poder aburrirse en Madrid casi treinta tardes seguidas, junto con los domingos y fiestas de guardar y no en mi pueblo? ¿Es que en Madrid son más por tener Metro, el Pirulí o la Puerta del Sol de bote en bote el día de las uvas? Y que tampoco saquen tanto pecho, que en verano y a veces en la feria de Otoño, cuando no vienen tantas figuritas, salta la rana y se llevan el chasco de tener que aguantar un toro y torero de esos de antes. Con faenas de no más de veinte pases y toros que no han aprendido eso de la “toreabilidad”.
Es el mundo al revés, pero muy bien montado. Antes decían que el mejor aficionado era aquel que más toros y toreros le cabían en su cabeza, virtud que se quiere aplicar ahora a muchos toreros, sobre todo cuando atacan al propio de cada uno. Pero que alguien me diga de todas las figuras de ahora, cuáles son las grandes diferencias entre unos y otros, a parte de ejecutar las suertes con más o menos gracia, con más o menos vulgaridad. En lo fundamental todos son el mismo torero. Y aquí dejo el campo abierto a que cada uno me llame lo que crea más oportuno. Quitemos las cuatro excepciones que a todos se nos vienen a la cabeza, el de Plasencia, el de la Rioja, el anciano de Madrid, el de Linares y algunos casos más, junto con el de la Puebla y Galapagar, según a lo que se enfrenten, aunque nadie puede dudar de su valía y yo menos que nadie.
¿Y el toro? Pues en esto se simplifica la cosa todavía mucho más. Están los toros artistas, los que colaboran, transmiten y se dejan, ahí es na’, y los imposibles, que son todos los demás, que cuando se han ganado ciertos galones, no se les vuelve a ver ni en pintura. Lo que son las cosas, todo esto solo por una estadística, por un puñado de números que nos ha plantado en la cara el amigo Medina. Pero la cosa no se para aquí, quien quiera puede detenerse a ver lo que pasa en cada plaza y se dará cuenta que si la uniformidad supera lo permisible en plazas de primera, en las de segunda ya es para echarse a temblar. Quizás sea esa una de las pocas diferencias que quedan ya entre plazas de primera, segunda, tercera, carros y talanqueras, que en aquellas les dan fiesta a los Domeqeces un día sí y un día no. No iban a tener curro todos los días.
Las plazas de toros se han convertido en un restaurante de menú de los malos, en el que la carne sabe igual que el pescado y el pescado igual que la las croquetas, y que los calamares, y que la pasta, y que la tortilla, y las tostadas, y las salchichas, y la sopa de letras y hasta el zumo de guacaramarta; todo sabe igual. Dice el refrán que en la variedad está el gusto, pero lo que no dice es que en la variedad está también la emoción, la verdad, el toro y el torero y todo lo demás es una filfa para ver si nos dejamos engatusar con un caramelito que aunque se chupe y se chupe no sabe a nada.
Y que nos ha traído el monoencaste, pues muy sencillo, un decidido caminar hacia la nada. Un continuo avance hacia una faena tipo, que se acerca más a la perfección cuanto más se parece a todas las demás y a las de todos los demás toreros. Cuanto más se parezca a todos, mucho mejor. No importa la personalidad del espada, eso es solo una molesta piedra de la que hay que desprenderse para ajustarse lo antes posible a la faena paradigmática del pase, pase, pase, pase, salteado de carreras y sin obligar al toro a nada, ni a humillar, ni a seguir el engaño, ni a arrancarse; sería un sin sentido, porque el toro ya viene preparado para esto de fábrica, no hay que hacer nada, como una Thermomix, solo hay que apretar el botón de “Faena Standard” y él solito se la hace.
Creo que pocas veces en la historia de todas las artes ha existido una tendencia que dejara más a las claras la incompetencia de los creadores. Creadores que alardean con orgullo de no necesitar abandonar su fraudulenta monotonía y no dudan en tomar las medidas que crean oportunas con tal de garantizar el martilleo de este tedio.
El encaste Domecq se ha convertido en sinónimo de garantía; garantía ¿de qué? De que el señorito que se viste de luces no pase ni un mal trago extra, aparte de tener que escuchar a algún indocumentado vomitando sonoramente palabras incomprensibles para cualquier aficionado moderno que sabe apreciar el valor del aburrimiento. El torito tiene que permitir hacer la misma faena en Madrid, Sevilla, Lima, Brazatortas o Bullorinos del Rey. Todo el mundo tiene y debe hacer valer su derecho a aburrirse como todo hijo de vecino. ¿Por qué van poder aburrirse en Madrid casi treinta tardes seguidas, junto con los domingos y fiestas de guardar y no en mi pueblo? ¿Es que en Madrid son más por tener Metro, el Pirulí o la Puerta del Sol de bote en bote el día de las uvas? Y que tampoco saquen tanto pecho, que en verano y a veces en la feria de Otoño, cuando no vienen tantas figuritas, salta la rana y se llevan el chasco de tener que aguantar un toro y torero de esos de antes. Con faenas de no más de veinte pases y toros que no han aprendido eso de la “toreabilidad”.
Es el mundo al revés, pero muy bien montado. Antes decían que el mejor aficionado era aquel que más toros y toreros le cabían en su cabeza, virtud que se quiere aplicar ahora a muchos toreros, sobre todo cuando atacan al propio de cada uno. Pero que alguien me diga de todas las figuras de ahora, cuáles son las grandes diferencias entre unos y otros, a parte de ejecutar las suertes con más o menos gracia, con más o menos vulgaridad. En lo fundamental todos son el mismo torero. Y aquí dejo el campo abierto a que cada uno me llame lo que crea más oportuno. Quitemos las cuatro excepciones que a todos se nos vienen a la cabeza, el de Plasencia, el de la Rioja, el anciano de Madrid, el de Linares y algunos casos más, junto con el de la Puebla y Galapagar, según a lo que se enfrenten, aunque nadie puede dudar de su valía y yo menos que nadie.
¿Y el toro? Pues en esto se simplifica la cosa todavía mucho más. Están los toros artistas, los que colaboran, transmiten y se dejan, ahí es na’, y los imposibles, que son todos los demás, que cuando se han ganado ciertos galones, no se les vuelve a ver ni en pintura. Lo que son las cosas, todo esto solo por una estadística, por un puñado de números que nos ha plantado en la cara el amigo Medina. Pero la cosa no se para aquí, quien quiera puede detenerse a ver lo que pasa en cada plaza y se dará cuenta que si la uniformidad supera lo permisible en plazas de primera, en las de segunda ya es para echarse a temblar. Quizás sea esa una de las pocas diferencias que quedan ya entre plazas de primera, segunda, tercera, carros y talanqueras, que en aquellas les dan fiesta a los Domeqeces un día sí y un día no. No iban a tener curro todos los días.
Las plazas de toros se han convertido en un restaurante de menú de los malos, en el que la carne sabe igual que el pescado y el pescado igual que la las croquetas, y que los calamares, y que la pasta, y que la tortilla, y las tostadas, y las salchichas, y la sopa de letras y hasta el zumo de guacaramarta; todo sabe igual. Dice el refrán que en la variedad está el gusto, pero lo que no dice es que en la variedad está también la emoción, la verdad, el toro y el torero y todo lo demás es una filfa para ver si nos dejamos engatusar con un caramelito que aunque se chupe y se chupe no sabe a nada.
15 comentarios:
Enrique: Por lo visto, el "monoencaste", es también el encaste "mono", dado que a todo la torería "encanta".
El problema es, como refleja tu entrada, que la faena es una sola, aunque "no te doy el pésame", porque aquí padecemos la misma "enfermedá", porque lo que por estos pagos se lidia, cojea del mismo "remo", nada más que el apellido es distinto.
Y lo peor del asunto es que al paso que van las cosas, no tenemos en lontananza la posibilidad de ver un cambio hacia la variedad, sino hacia el cierre del círculo "a favor" de las "monadas".
Un abrazo.
Ea Enrique, pos no voy a ser yo quien le ponga ni un punto ni una coma. Te iba a comentar lo de la personalidad que le pone el de la Puebla a todo esto, que por lo menos, no nos hace ver la faena estandar de pase y mas pase, pero ya veo que te has acordado de el aunque con sus matices, con los cuales, yo tambien estoy de acuerdo. Pero no puedo esconder mi sentimiento Morantista y Tomasista.
En la entrada del amigo Juan Medina, he dejado un comentario en el cual digo que con los encastes que tenemos aqui en Huelva podemos montar dos corridas concurso seguidas: Cuadri, Prieto de la Cal, Concha y Sierra, Federico Molina... etc., etc.,... incluso hasta Domecq. Pero asi nos va por aqui: ninguna ganaderia de Huelva en la feria de abril de Sevilla... y espera a que salgan los demas carteles.
Que te voy a contar yo Enrique si tu estas mas puesto que yo.
Un saludo.
El problema de la Fiesta es que se ve la misma faena y la misma embestida en todos sitios, esta situación ha terminado por aburrirnos a los aficionados.
Lo mejor es la variedad de encastes y de conceptos del toreo, pero viendo lo que viene detrás parece que esta situación no va a cambiar.
La mayoría de los novilleros están cortados por el mismo patrón. Cada vez desaparecen más hierros de encastes singulares o se pasan al encaste Domecq con la famosa frase: “Elimina todo el ganado anterior y adquiere un lote de vacas y sementales de Juan Pedro Domecq vía...”.
Un saludo Enrique.
Xavier:
Parece que el mapa está doblado por la mitad y que se contagia lo aquí a lo de allí. A veces creo qu a un lado y a otro nos queda la esperanza de que la distancia diluya los problemas en mitad del Atlántico, pero luego la realidad nos sacude una y otra vez. Porque mira que hemos visto veces coincidir los vicios como si fueran calcados. Bueno, es que están calcados.
Un abrazo
PD: Que grande la frase de Berbamín con que nos has deleitado en facebook
Marin:
Nadie que sea aficionado a los toros no es Morantista o Tomasista, entre los que me incluyo, por supuesto, pero será por lo que vislumbramos o por las ganas de que esto rompa de una vez, que les empujamos para que den ese paso adelante y temblamos cuando vemos que se nos pueden acomodar y tirarse por el lado oscuro del toreo.
Lo de las ganaderías de Huelva en Sevilla seguro que es porque están muy lejos las dos provincias; seguro que es por lo del transporte. ¿ves? a Madrid vienen los Cuadri porque hay AVE. Fuera de bromas, quien lo paga es el aficionado, como siempre, que tiene que tragarse los caprichos de cuatro.
Un saludo
En Barrera:
No solo siempre es lo mismo, sino que además pretenden que nos traguemos ese rollo sin rechistar. Y no sabes como odio esa expresión de "Elimina todo lo anterior..." Imagino que como tú. Si no se supiera la procedencia de cada ganadería, al leer el programa de mano es como si te empezaran a contar una historia muy bonita, que si casta navarra, que si Santa Coloma, Albaserrada, Saltillo, Atanasios y de repente, zas, la frase de las narices.
Un saludo y gracias por pasarte por aquí y hacer caso de las ocurrencias de quien esto escribe.
Enrique:
Coincido con tus reflexiones sobre la faena estándar que nos endosan en tantas ocasiones, frente a toros con la casta justita. Y todo ello a costa de la emoción y la variedad.
Creo que actualmente la emoción contagia al tendido por dos vías:
• O sale el toro encastado y allí no hay quien pestañee
• O bien, las excepciones toreras que citas (y alguno más…) se imponen con autenticidad o personalidad a las “limitaciones” del toro.
Yo disfruto con ambas opciones. No me hace falta ver a Morante con una de Dolores Aguirre. Lo que sí quisiera ver en muchas más ferias carteles con santacolomas y albaserradas y veraguas y... Es necesario abrir los carteles a otros encastes y toreros. En las plazas de segunda el panorama es desolador. Pero en primera, salvo Málaga, Córdoba y BCN, no me parece tan negativo.
El caso de Madrid, por ejemplo. Un 58% de los toros lidiados no fueron Domecq. Podría ampliarse, desde luego, pero también podrían seleccionarse mejor los hierros (Domecq y no Domecq) y los toros concretos que se van a lidiar.
Lo que no entiendo es que se saquen listas negras acusando al monoencaste de los males de Las Ventas, y luego en esas listas la mitad de los hierros malditos no sean Domecq (15 de 32). ¿En qué quedamos?
Todavía recuerdo aquella tarde prodigiosa de Morante con el capote en 2009... ¡con uno de Juan Pedro! Y que después del segundo tercio no podía ya con su alma. Mientras, el plus enfocando al que siempre enfocan del 7, en pie y aplaudiendo a rabiar. ¿En qué quedamos? ¿No era una babosa el JP?
Esa incoherencia en el discurso de algunos es lo que no entiendo. Los triunfos en Madrid de esos “toreros excepcionales” que los dos admiramos han sido muchas veces con hierros que quieren las figuras: Torrealta (Juan Mora), Victoriano del Río (Esplá con Beato y JT-5J), Los Recitales (Curro Díaz)... Yo quiero seguir viendo faenas así, pero no sólo faenas así. Qué sé yo, al riojano “gran reserva” con tantos victorinos como ya ha cuajado.
Por supuesto, Enrique, gracias por la cita. Que las estadísticas que elaboro sirvan de inspiración para debatir y hablar de toros. Y perdón por el rollo que he echado. Un abrazo.
Juan:
Ya sabes tú que esto no es ningún rollo. Lo que dices de Madrid no es tan extraño. Antes, no hace demasiado, en las Ventas había muchísima más variedad. Incluso los señores de la empresa en su momento vendían la feria como una gran exposición de encastes. Y esos días que tú dices, yo también estaba entusiasmado en mi grada, pero también hay que tener en cuentael aburrimiento que hay detrás de todos eso. Eso son ya excepciones, que confirman la generalidad. A pesar de esos día, nunca hubo tanto tedio como ahora. NO es que haya tardes en las que no pase nada, es que son una y otra y otra, de absoluto aburrimiento. Incluso esa parte torista de la feria o aquella en la que no estaban las figuras tenían un gran aliciente por el toro que salía. Y no tenían que ser de las duras que todos tenemos en la cabeza, pero era otra cosa. Y yo tampoco exijo que Morante se mate la camada de Aguirre, pero alguna vez me gustaría verle con este toro y ver lo que puede dar de si. Ya conozco la clase que tiene, pero también me gustaría ver la capacidad de torero que seguro que tiene.
Los Buendíaalgunos los quieren vestir de alimañanas y yo no puedo estar más desacuerdo. Son toros que tienen su cosa, que hay que hacerle las cosas bien y que tienen un puntito de dificultad que hay que limar, pero no se comen a nadie. Eso sí, como les vayas dejando, te comen. Son de los que te piden firmeza los dos primeros muletazos, los que necesitan que les pongas en el caballo y que les piquen, pero ya te digo que no les creo fieras corrupias. Pero ahora son tan vulgares la mayoría de los toreros, que son incapaces de nada.
Ya ves, rollo por rollo.
Un saludo
Interesantes reflexiones las que hace el compañero Juan Medina, también coincido en que la emoción puede venir por dos vías:
- cuando los matadores nos deleitan con retazos de arte y/o autenticidad ante ganado “toreable”,
- cuando en la plaza hay y el aficionado siente que está delante de un TORO.
Has descrito muy bien algunos toros que han sido muy buenos para los toreros (como se decía antiguamente), a esta lista se podría añadir Buscón de Ana María Cascón (insuficiente e inmerecidamente desorejado por Corpas) o aquel Cuvillo de nombre Aguafría que se le escapó al Cid. Intentar buscar en esta lista algún toro de las ganaderías picantes es labor harto complicada, pero tampoco pedimos eso, simplemente que se les hagan las cosas bien y, lo allí creado, tendrá mayor valor que la contrapartida estética que se le pueda sacar a cualquiera de los anteriormente citados. De esas faenas recordamos poquitas porque hay muy pocos toreros capacitados para desarrollar una buena lidia a un toro complicado. A bote pronto, se me vienen a la cabeza la faena de Rafaelillo al primero de Dolores Aguirre (estuvo más estético en el segundo, pero más lidiador ante el complicado primero aunque, en ambos casos, la estampa y el compartamiento de ambos imponía respeto) o alguna faena de Diego Urdiales a algún victorino.
Juan, dices bien que en Madrid se lidian una variedad de encastes pero, una cosa es la genética y otra bien diferente es la manifestación que esa genética exhibe en la plaza. Cuando una ganadería está podrida, me es indiferente que sea Domecq, Atanasio, Núñez o Santa Coloma. A priori, aunque luego algunas estuvieran por debajo de las expectativas creadas, las únicas ganaderías con cierto interés para el aficionado torista en Madrid fueron: Cuadri, Conde de la Maza, Dolores Aguirre, Juan Luis Fraile, Partido de Resina, Samuel Flores, Palha, La Quinta, Rehuelga, Flor de Jara y Moreno Silva. Estamos hablando de aproximadamente un 15% de las ganaderías que lidiaron en Las Ventas, sin duda una insignificancia.
Hago otro apunte, tal como está la situación, no quiero ver ni en pintura a ninguna figura lidiando las ganaderías duras porque acaban con ellas en un santiamén, ahí está el ejemplo de La Quinta. Prefiero ver ante ellas a los Rafaelillo, Urdiales o Sergio Aguilar.
A modo particular, desearía que se acabara la denominación de “toro de Madrid”. Estoy harto de ver salir, mansear, rodar por los suelos y aburrir al personal al toro de Madrid, lo que quiero es ver casta, chispa y picante y a unos profesionales capaces de dominar, poder y, si es posible, sacar arte de donde parecía no haberlo. Aunque, visto lo visto, está complicada la cosa porque para dominar al ganado encastado hay que enfrentarse a él y hoy día casi nadie quiere hacerlo, ni aún de novillero. Este año, en Palencia, a la gran figura novilleril le dieron los tres avisos ante un novillo de Valdellán. Mucho más honesta es la actitud de Víctor Barrio, el cual ha pedido lidiar una novillada de Santa Coloma en San Isidro. Lástima que no vaya a poder ser la de Moreno Silva, este año no la vemos en Madrid ni en pintura.
Saludos,
J.Carlos
Enrique:
Lo de Buendía es un gran ejemplo. Sin ser ni mucho menos alimañas, aportarían emoción y permitirían calibrar la capacidad del escalafón. La vergüenza es que el año pasado sólo se lidiaron 14 toros (Ana Romero y La Quinta) en 313 corridas de 1ª y 2ª.
Un saludo.
J. Carlos:
No quiero hablar de eso de que todo el ganado es toreable, porque si me pongo a explicártelo a tí, sería hacer el ridículo por mi parte, porque eres buen aficionado, me consta, pero yo echo de menos aquellos días en que si un toro no era para ponerse bonito, el matador se limitaba a lidiar, a machetearle por bajo, a poderle y era una delicia ver al marrajo retorcerse. Hoy en día al que haga eso lo llevan al paredón. Incluso creo recordar haber visto a Palomar cortar una oreja por lidiar bien a un toro.
Lo de las figuras es otoro cantar. Yo también pienso que donde meten la mano lo estropean todo, pero sería bonito verles con toros de verdad. Esas mismas ganaderías a las que se mira con lupa, como fueron los Frailes, que tuvieron un bajón y han estado años sin venir. En cambio otras viven en los bajos fondos permanentemente, pero como las piden las figuras, hay que tragar uno y otro año irremediablemente.
Lo del ganado puede ser complicado, que lo es, pero es que hay quien se empeña en liarlo todavía más.
Un saludo
Juan:
Imagínate si no serán alimañas los Buendía, que yo se los he visto torear a Antoñete y a Paula y además toreaban con arte. Pero esto ha cambiado que no lo conoce ni la madre que lo parió.
Un saludo
Don Enrique, coincidiendo en casi todo lo escrito con usted, quiero hacerle una pregunta porque le veo mucho más capacitado que yo para contestarla:
Por qué seguimos en la brecha?
Por qué cuento los días para irme a ver tentar al campo?
Por qué espero con ansia una novillada que se celebra a finales de febrero en Fitero?
Por qué ando mirando los carteles y pienso...me voy a Valdemorillo, no me voy? y a Vistalegre?.
Monosaludos cordiales, pero encastados.
I.J. del Pino:
Pues probablemente porque no tenemos remedio, porque la fiesta está llena de contradicciones como esta o proque aún nos queda la esperanza de volver a ver aquello de que un día disfrutamos. Es lo mismo que muchos buenos, buenísimos aficionados apuntan de que esto se arreglaría dejando de ir a las plazas; y tienen razón, pero yo creo que antes me moriría. Aunque también es verdad que cuando saco el abono en mayo no tengo la alegría de hace años. A ver si cambia.
Un saludo y gracias por pasar por aquí.
Eso es...
Publicar un comentario