jueves, 3 de febrero de 2011

El absurdo mundo de los toros


Quizás este sea uno de los momentos en que la fiesta de los toros está sufriendo uno de sus momentos más críticos, acosada y atacada por todos los flancos posibles. Pero no es esto lo peor, porque el número de ataques no tiene porque ser en si mismo un peligro, aunque nunca hay que despreciar ninguna amenaza; lo más grave es el fuego amigo, el que no se espera y para el que uno nunca está preparado. La fiesta está apostada en la trinchera esperando los obuses de los antitaurinos, de los políticos recauda votos y de los ignorantes que se apuntan a la postura más de moda en ese momento, pero lo que nunca imaginaría es que los taurinos, los que viven de esto, se dedicaran a soltar metralla a diestro y siniestro para dejarse el panorama más cómodo para ellos mismos, sin echar cuentas de lo que sus purgas se pueden llevar por delante.

Si tomamos uno de los argumentos sobre el que el mundo anti, dirigido por su mesías omnipresente Mosterín, el toro de lidia es un animal creado artificialmente por el ser humano ex profeso para las corridas de toros. El argumento no se sostiene por ningún lado, pero eso no quiere decir que no arraigue entre la gente y que sea utilizado una y otra vez por esta corriente de opinión. La respuesta del mundo aboga por la riqueza zoológica del toro y por su variedad de encastes, pero he aquí que entramos en eso tan sobado y requetesobado del monoencaste, y no paramos de gritar a los cuatro vientos que lo bueno sale de ahí y que el resto es una perra que nos hemos cogido algunos con el único objetivo que jorobar. Hablamos de la pelea en el ruedo, de la fiereza y bravura y en cuanto que uno se da la vuelta le erigen un monumento a un animal flojo, dócil y al que hay que obligarle a andar, a embestir y con el que no se logra pelear ni para levantarle la novia.

No paramos de lamentarnos de lo ineficaz, injusto y absurdo de las leyes europeas que obligan a mandar al matadero a demasiados hierros únicos, que al desaparecer se llevan también la única sangre viva de un encaste, o lo que es casi lo mismo, se mandan al matadero unas especies únicas. Yo no domino el lenguaje veterinario y quizás ese no sea el término más apropiado, pero creo que todos sabemos a qué me refiero. Aunque recientemente he descubierto que eso de gasear los patas blancas, los atanasios, los coquillas, ahora los pedrajas y vaya usted a saber cuáles más, no es tan grave, vamos, más que grave es una bendición del cielo. Y si no, no hay más que leer los libelos que circulan por la red desmontando esas teorías que abogan por la variedad del toro, de su comportamiento y en consecuencia de su lidia. Eruditos de la tauromaquia claman por despreciar este legado secular y que hasta ahora nos creíamos que era parte fundamental de este espectáculo, al que cada vez le queda menos de rito. No se avergüenzan al despreciar públicamente a todo el toro que no sea el toro carretón, con la autoridad que les da su conocimiento enciclopédico del mundo de los toros, que no del toreo.

A los taurinos se les llena la boca aireando el magnífico estado de salud de la fiesta, de su fortaleza y de su capacidad para arreglar todos los males y acto seguido vamos mendigando que la administración nos proteja, sin que nos aclaren quien nos protegerá de esas mentes pensante en cuyas manos se encuentra el destino de las corridas de toros. Una salud de hierro en la que las estrellas más rutilantes aburren, no llenan las plazas y no tienen el respeto que en otro tiempo tuvieron los maestros del toreo.

Unas figuras del toreo que se pasan el día pregonando la precariedad de su situación como “artistas”, como si tuvieran que poner la montera para pedir en los pasillos del metro o de las estaciones de autobuses de toda España, y que no les tiembla el pulso al hacer afirmaciones como que ahora se torea mejor que nunca, como que no se puede ligar si no se torea con el pico o que eso de cruzarse y cargar la suerte es algo que hay que olvidar, como si ellos fueran los artífices de un logro único en la historia de la Humanidad (A propósito de cargar la suerte, recomiendo el artículo aparecido en Blando y Oro por Juan Moreno Castro), la conquista de la vulgaridad.

La televisión pública manda a las corridas de toros al ostracismo y aparte de la pataleta y enfado de los aficionados, no hay respuesta. Y no la hay porque los profesionales ya tienen el cupo cubierto con la televisión de pago y no se inquietan demasiado si les ven dos o doscientos, aunque sí que les preocupa si cobran dos o doscientos, o simplemente se pliegan al poder de la televisión que tanto parece decidir en la composición de los carteles hoy en día.

Hemos llegado a un punto en que no nos vale nada que pueda molestar el estatus de privilegio en el que se asientan unos y al que aspiran otros. A cada paso que damos estamos avanzando hacia el fin, mostrando el muestrario de cosas a eliminar con la ayuda de las administraciones ineptas, de los antitaurinos que desconocen los fundamentos de la fiesta y los taurinos profesionales que desprecian los pilares sobre los que se apoya. Y ya no es que la defiendan con sólidos argumentos, es que son el paradigma del absurdo, aliñado con un buen chorro de egoísmo, un puñadito de ceguera y unas gotas de estúpida arrogancia.

El mundo de los toros por un lado se pone las vendas antes de hacerse la herida y por el otro se ofrece para ser abierto en canal, pensando que a él nunca le va a llegar su hora. Hasta en eso son absurdos, que se creen seres inmortales. Cuánta estupidez ¿por qué no miran a su alrededor y ven los cadáveres que van quedando en la cuneta? ¿Por qué no se paran a pensar en buscar y aplicar soluciones eficaces y no solo su beneficio? De momento cada uno se preocupa de irse buscando sus castañas para hoy, sin reparar en que queden para mañana, ni mucho menos para los que vienen detrás, demostrando lo absurdo de todo esto.

6 comentarios:

Xavier González Fisher dijo...

Enrique: ¡Pero qué esperas!, ¿qué los señoritos hagan algo por ellos mismos?, ¿en qué planeta vives?

"Alguien" tiene que "salir" a "rescatarlos", sus "profundas meditaciones" sobre el arte, no les permiten encargarse de cuestiones mundanas como esas. Y si en el ínter, las cosas se las lleva "patas de cabra", pues "es que así tenía que ser", pero a ellos, no se les puede importunar.

Bastante hacen con "salir a jugarse la vida", entonces, el Estado, la afición y "quiénsabequién" más, tendrá que ocuparse de esas "minucias". ¡No les molestemos!, no sea que su "inspiración" les abandone.

Ya en serio, te diré que cada quien jala por su lado, que cada quien cuida lo que cree "su pitanza", sin observar que de la suya, depende la del de al lado y que cuando se den cuenta, todo se habrá ido al traste.

Pero en fin, nosotros seguiremos pagando nuestras entradas y diciendo lo que creemos que debe ser, que es lo que podemos y creo que lo que nos toca. Si "las fuerzas vivas" nos quieren oír (ya no digo "escuchar") y proceder en otra forma, pues bien y si no, en su salud lo hallarán...

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Y es que es tal y como dices. No paran de mirar para ellos y no se dan cuenta de que en cualquier momento les tocará también. Poco a poco, uno a uno, irán cayendo y con ellos nuestras ilusiones de que esto pueda recuperar su grandeza. Y entre tanto los listos inútiles que medran y pretenden hacer verdad las mentiras por el mero hecho de repetirlas muchas veces.
Un saludo

David Campos dijo...

Enrique:

Sí que es absurdo este mundillo, sí.

Fíjate hasta que punto, que los profesionales que ahoran apelan a la solidaridad de todos, son los mismos que QUITAN, VETAN, PROHIBEN y EXPULSAN a compañeros de los carteles.

Un saludo!

Enrique Martín dijo...

David:
Así de claro es. Pero la solidaridad es para ellos, no para el prójimo.

Un saludo

Anónimo dijo...

La fiesta es como un enfermo crónico, que vive en unas condiciones que los taurinos han provocado, con un tratamiento incorrecto. Los aficionados no podemos hacer nada para frenar la enfermedad, nos sentimos impotentes viendo como muere lentamente algo que tanto queremos. Un saludo para Enrique, Xavier y para todos los que se sientan en esta grada del 6.

Enrique Martín dijo...

En Barrera:
Esa es la definición exacta, la de un enfermo crónico; lo único es que cada día empeora más rápidamente y además no se le administra ninguna medicina.
Un saludo también para ti.