Chiculina de Silverio Pérez
Desde hace tiempo leo a algunos compañeros de otros blogs como abogan por una excesiva idealización del pasado de la fiesta de los toros y no seré yo el que les quite la razón, es más gracias a ellos me he puesto a hacer memoria y espero que ellos como buenos conocedores de la tauromaquia de hace treinta y tantos años completen aquellos detalles que a mí se me queden en el olvido o sencillamente en el desconocimiento.
Eran momentos en los que la afición de Madrid se tiraba de los pelos al ver como el paseíllo lo hacían tres o cuatro caballos y no los seis más el reserva desprovisto de peto. La verdad es que era un público mucho más amable, que no se cegaba con su manía a las figuras del toreo cuando estas les mostraban la sublimación de su toreo. Aunque también tenían sus cosas. Era salir el toro al que consideraban falto de trapío, que renqueara de patas o manos, que un pitón no estuviera pulcramente en puntas o que el toro soltara el derrote antes de tiempo y, chico, la sobria y seria plaza de las Ventas se convertía en un manicomio; la andanada del ocho, el siete, la sombra, y todo para cambiar el toro, que permanecería en el ruedo sin poder ser sustituido si el de a caballo le tocaba con el palo. Unos sacaban un billete de mil con su entrada y se lo mostraban al señor presidente, pero respetuosamente, eso sí, y otros, que se habían gastado el billete en comprar la entrada, simplemente protestaban.
Otro de los males que afeaban la fiesta era el terrible problema del monopuyazo, en el que el pobre toro recibía de lo lindo en su primer encuentro con el caballo y luego le costaba apretar en los dos puyazos restantes que se le administraban desde una pesada mole compuesta por caballo, picador y un peto que no movían catorce buenos mozos sin partirse los lomos. Sin hablar de cuando el toro doblaba las manos, aunque eso aún lo tenemos presente cualquier tarde del siglo XXI.
Tampoco era inhabitual el que los días de las figuras hubiera baile de corrales la mañana de la corrida y los días previos a ésta. Y es que la gente de Madrid siempre ha sido muy rencorosa ella. Si no, ¿cómo se puede llamar a que si un matador protagonizaba año tras año este rally de camiones de la finca a la plaza, de la plaza a la finca, del Batán a la finca, de la plaza al Batán? Un lío. Y además, como se podían ver los toros en el Batán durante la feria, pues ya se les iban calentando los cascos, que empezaban a echar fuego en el apartado y ya era una falla por la tarde en la corrida. Si es que no se puede ser tan rencoroso hombre. Eso sí, se podía consolar con ver verdaderas corridas de toros en la parte de la feria en la que acudían los modestos, aunque era bastante infrecuente que estos modestos debutaran en la temporada de ese año en una corrida de la feria de San Isidro, o que fueran con una o dos toreadas en la temporada antterior, a ver qué pasaba.
Como decía al empezar a escribir, en aquellos años no se ataban los perros con longaniza y si no, solo hay que recordar como se censuraba lo del codilleo, lo de no torear con el capote y en su lugar limitarse a sacudirlo como las mantas al acabar el invierno. El no entrar en quites, el no colocarse en su sitio durante la lidia o su inhibición mientras esta transcurría eran motivo de mandarle a pensar al rincón ¡Cuánto se afeaban las carreras o los excesos atléticos en banderillas!
¿Y con la muleta? Con la muleta, el que no anduviera espabilado tenía que escuchar como le contaban los pases a coro y como era tomado a chufla al llegar al cuarenta. Claro que también había cosas que no eran tan idílicas, había matadores que presentaban un certificado médico aludiendo una lesión para no llevar la espada de verdad y utilizar la de mentira durante la lidia. Lo que luego ya hemos conocido como “la ayuda”. Entonces la gente era más ignorante y se limitaba a lo de “la de mentira”. Si no serían ignorantes que no perdonaban un bajonazo, que no pedían la segunda oreja si no habían desarrollado un lidia completa con capote y muleta y después de dejar una estocada en todo lo alto, aunque fuera una media, pero ejecutando la suerte a ley.
Fíjense ustedes lo que se idealizarán aquellos años que hoy en día se les da el título de maestros a toreros que nunca triunfaron de verdad en Madrid, y no me refiero a orejas y salidas a hombros, se les considera maestros a Paquirri, que era un prodigio de facultades físicas, Dámaso González, honrado como el que más, Espartaco, que conseguía que embistiera una máquina de tricotar, Ojeda, que hacía lo mismo que Manili, pero con un toro más… más para la ocasión, y otros cuantos que ahora pretenden hacernos pasar como los autores de la nueva tauromaquia. Las figuras de entonces huían de los tremendos pitones de los toros de Luciano Cobaleda, que procuraban evitar los Miura, Victorinos o Albaserradas, y que preferían lo de Núñez, Osborne, Santa Coloma, Atanasio, Barcial, algunos los Coquillas o Pablo Romero; ahí también entraban en juego las manías y predilecciones de unos u otros hierros, pero sin defenestrar a los demás, entre otras cosas porque a lo mejor los quería el compañero. Incluso había Juan Pedros, para los que había que echar un cuarto a espadas para torearlos.
Pues vaya que se ha idealizado el pasado, incluso se ha idealizado la idea de pensar que se contaba con los mismos medios de divulgación como son el vídeo, los libros, Internet y demás. Eso ha llevado casi al olvido de las masas a Camino, el Viti, Curro Vázquez, Puerta, El Inclusero, José Luis Palomar, José Ignacio Sánchez, Pepe Luis Vargas, Manolo Cortés, Gabriel de la Casa, Ángel Teruel, José Luis Galloso, Manili, Julio Robles, Juan José, Macareno, Miguelín, Joaquín Bernadó, Andrés Vázquez, Pepe Luis hijo, Miguel Márquez, Manolo Vázquez, Dámaso Gómez, Marismeño, Luguillano, El Yiyo y tantos y tantos que sé que olvido, y lo siento, que torearon otro toro y que mostraron otras maneras y otro respeto por el clasicismo, tan devaluado con el paso del tiempo. Es verdad que aquello no era tan idílico y maravilloso, pero ojalá tuviéramos aquellos problemas y no los de ahora. Y nos quejábamos, pero no sabíamos lo que se nos venía encima. Ahora sí, porque sufrimos todos los días el peso de su vulgaridad. Y una última pregunta ¿Quién está satisfecho con lo de Valencia?
Eran momentos en los que la afición de Madrid se tiraba de los pelos al ver como el paseíllo lo hacían tres o cuatro caballos y no los seis más el reserva desprovisto de peto. La verdad es que era un público mucho más amable, que no se cegaba con su manía a las figuras del toreo cuando estas les mostraban la sublimación de su toreo. Aunque también tenían sus cosas. Era salir el toro al que consideraban falto de trapío, que renqueara de patas o manos, que un pitón no estuviera pulcramente en puntas o que el toro soltara el derrote antes de tiempo y, chico, la sobria y seria plaza de las Ventas se convertía en un manicomio; la andanada del ocho, el siete, la sombra, y todo para cambiar el toro, que permanecería en el ruedo sin poder ser sustituido si el de a caballo le tocaba con el palo. Unos sacaban un billete de mil con su entrada y se lo mostraban al señor presidente, pero respetuosamente, eso sí, y otros, que se habían gastado el billete en comprar la entrada, simplemente protestaban.
Otro de los males que afeaban la fiesta era el terrible problema del monopuyazo, en el que el pobre toro recibía de lo lindo en su primer encuentro con el caballo y luego le costaba apretar en los dos puyazos restantes que se le administraban desde una pesada mole compuesta por caballo, picador y un peto que no movían catorce buenos mozos sin partirse los lomos. Sin hablar de cuando el toro doblaba las manos, aunque eso aún lo tenemos presente cualquier tarde del siglo XXI.
Tampoco era inhabitual el que los días de las figuras hubiera baile de corrales la mañana de la corrida y los días previos a ésta. Y es que la gente de Madrid siempre ha sido muy rencorosa ella. Si no, ¿cómo se puede llamar a que si un matador protagonizaba año tras año este rally de camiones de la finca a la plaza, de la plaza a la finca, del Batán a la finca, de la plaza al Batán? Un lío. Y además, como se podían ver los toros en el Batán durante la feria, pues ya se les iban calentando los cascos, que empezaban a echar fuego en el apartado y ya era una falla por la tarde en la corrida. Si es que no se puede ser tan rencoroso hombre. Eso sí, se podía consolar con ver verdaderas corridas de toros en la parte de la feria en la que acudían los modestos, aunque era bastante infrecuente que estos modestos debutaran en la temporada de ese año en una corrida de la feria de San Isidro, o que fueran con una o dos toreadas en la temporada antterior, a ver qué pasaba.
Como decía al empezar a escribir, en aquellos años no se ataban los perros con longaniza y si no, solo hay que recordar como se censuraba lo del codilleo, lo de no torear con el capote y en su lugar limitarse a sacudirlo como las mantas al acabar el invierno. El no entrar en quites, el no colocarse en su sitio durante la lidia o su inhibición mientras esta transcurría eran motivo de mandarle a pensar al rincón ¡Cuánto se afeaban las carreras o los excesos atléticos en banderillas!
¿Y con la muleta? Con la muleta, el que no anduviera espabilado tenía que escuchar como le contaban los pases a coro y como era tomado a chufla al llegar al cuarenta. Claro que también había cosas que no eran tan idílicas, había matadores que presentaban un certificado médico aludiendo una lesión para no llevar la espada de verdad y utilizar la de mentira durante la lidia. Lo que luego ya hemos conocido como “la ayuda”. Entonces la gente era más ignorante y se limitaba a lo de “la de mentira”. Si no serían ignorantes que no perdonaban un bajonazo, que no pedían la segunda oreja si no habían desarrollado un lidia completa con capote y muleta y después de dejar una estocada en todo lo alto, aunque fuera una media, pero ejecutando la suerte a ley.
Fíjense ustedes lo que se idealizarán aquellos años que hoy en día se les da el título de maestros a toreros que nunca triunfaron de verdad en Madrid, y no me refiero a orejas y salidas a hombros, se les considera maestros a Paquirri, que era un prodigio de facultades físicas, Dámaso González, honrado como el que más, Espartaco, que conseguía que embistiera una máquina de tricotar, Ojeda, que hacía lo mismo que Manili, pero con un toro más… más para la ocasión, y otros cuantos que ahora pretenden hacernos pasar como los autores de la nueva tauromaquia. Las figuras de entonces huían de los tremendos pitones de los toros de Luciano Cobaleda, que procuraban evitar los Miura, Victorinos o Albaserradas, y que preferían lo de Núñez, Osborne, Santa Coloma, Atanasio, Barcial, algunos los Coquillas o Pablo Romero; ahí también entraban en juego las manías y predilecciones de unos u otros hierros, pero sin defenestrar a los demás, entre otras cosas porque a lo mejor los quería el compañero. Incluso había Juan Pedros, para los que había que echar un cuarto a espadas para torearlos.
Pues vaya que se ha idealizado el pasado, incluso se ha idealizado la idea de pensar que se contaba con los mismos medios de divulgación como son el vídeo, los libros, Internet y demás. Eso ha llevado casi al olvido de las masas a Camino, el Viti, Curro Vázquez, Puerta, El Inclusero, José Luis Palomar, José Ignacio Sánchez, Pepe Luis Vargas, Manolo Cortés, Gabriel de la Casa, Ángel Teruel, José Luis Galloso, Manili, Julio Robles, Juan José, Macareno, Miguelín, Joaquín Bernadó, Andrés Vázquez, Pepe Luis hijo, Miguel Márquez, Manolo Vázquez, Dámaso Gómez, Marismeño, Luguillano, El Yiyo y tantos y tantos que sé que olvido, y lo siento, que torearon otro toro y que mostraron otras maneras y otro respeto por el clasicismo, tan devaluado con el paso del tiempo. Es verdad que aquello no era tan idílico y maravilloso, pero ojalá tuviéramos aquellos problemas y no los de ahora. Y nos quejábamos, pero no sabíamos lo que se nos venía encima. Ahora sí, porque sufrimos todos los días el peso de su vulgaridad. Y una última pregunta ¿Quién está satisfecho con lo de Valencia?
21 comentarios:
La historia tiene sus bienes y sus males, aunque todos representan patrimonio y enseñanza. El problema es que hoy en día todo lo que tiene aroma del pasado solamente se admite como rancio, por eso se buscan "nuevos aires" a todo...
El problema es que esos "aires nuevos", en esto, se cargaron la esencia de muchas cosas, principalmente las de la torería y la de la integridad del toro...
Saludos.
Xavier:
Creo que eres muy benévolo al decir que ahora todo lo antiguo huele a rancio. Yo creo que hay una corriente en que todo lo antiguo les suena a ridículo, mentira, bufo y ridículo. Pero esos aires nuevos han perpetrado el gran mal del que hablas, desnudando esto y dejándolo desprovisto de lo esencial. Y todo apoyado en una mezcla de ignorancia y ¿malas intenciones? No sé, no lo podría afirmar con rotundidad, pero es a lo que a mi me suena.
Un saludo
PD: Para comprobar como eran las cosas antes, recomiendo tu última entrada en la Aldea del Tauro sobre el centenario de Armillita, donde se ve lo que dicen los críticos y el propio torero. A mi por lo menos me ha resultado muy ilustrativo.
Vengo de la Aldea de Tauro, vía Enrique, de empaparmme de Armillita y su debut en España.
Anoche, vía Xavier, descubrí "La razón incorpórea", un blog magnífico que no conocía y que logró trasladarme a la bohemia taurina, a la no-vulgaridad, al no-coñazo de estas Fallas.
Mis maestros de Madrid o Aguascalientes me enseñan aquello por lo que me hice aficionado cuando era (más) joven: o esto es único por el toro y/o el torero, o esto es como el "arte" pasado por la multicopista de colorines de Warhol. Y para eso prefiero leer cómo Sánchez Mejías le dice al empresario de la Maestranza después de no contratarlo y salir por su cuenta a banderillear un toro con traje de chaqueta:
"Lo ve usted, piso este ruedo y me paseo por el albero de la Maestranza, cuando me da la gana, Don José."
Se imagina uno, en lugar de el don José, un "don Choperita" o "don Herrerías" y, en fin...
Juan:
Evidentemente no es posible, pero ¿te imaginas que los Choperitas no contrataran para San Isidro, pues no sé, a Morante, por poner un ejemplo y que una tarde de la deria bajase al ruedo, por ejemplo el día de los Palha, y que le enjaretara a un buen mozo una tanda de naturales sentidos, hondos, con mando y de verdad? Pa' morirse.
Un saludo
Enrique:
Dice el refrán: "A grandes males, grandes remedios", pero en nuestro caso y en manos de quienes está esto... "A grandes males, peores remedios"
Un saludo!
David:
O lo que es peor, sin remedios. No sé si lo has hecho intencionadamente, pero ¿te has dado cuenta de que esto mismo se puede aplicar a nuestro otro calvario? Ese que parece que nunca va a solucionarse de verdad, aparte de algún destello de felicidad esporádico.
Un saludo
Mientras sigan arbitrando tipos así, vamos jodidos.
Un saludo!
¿Y los comentarios de Kiko Narváez?, parece mentira que no tenga ojos en la cara y que haya vestido la camiseta rojiblanca. Otro sinvergüenza vendido a los medios de "incomunicación"
Atleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeti, Atleeeeeeeeeeeeti, Atleeeeeeeeeeeeeeeeti
Un abrazo!
Muy buen articulo Enrique, pero ya sabes, olvidate, eso parece imposible, por lo menos hasta que cuando se anuncien zalduendos haya 3 espectadores en la plaza..!
El sabado estuve viendo en directo vuestro otro calvario (que a su vez es mi regocijo =>) y es que se lo estan llevando...
Hay un negro por la medular que no da el nivel de 2a division y costo 7 milones 7!!!
un saludo
Enrique, no te comas la cabeza. Esto es un tinglado, manejado por unos pocos con el único objetivo de adquirir fama y dinero con el menor riesgo posible y, mientras no haya una afición exigente (que no la hay), seguirán haciendo que esto agonice lentamente cual Titanic, pero ésta vez sin Di Caprio y Kate Winslett. Si a esto unimos una prensa (salvo escasísimos casos) que no denuncia los males de esto, pues tenemos un caldo de cultivo en el cual se instala el aburrimiento perpetuo.
Abusando un poco de tu confianza, quería denunciar en tu espacio al nuevo stage inquisidor que se ha instalado en Burladero.com y que censuran comentarios cuando recriminas la falta de conocimiento de su nuevo equipo de corresponsales, dando una versión tergiversada de la verdad y, por ende, engañando al personal. Lo dicho, vergonzoso.
Entre la larga lista de toreros que has dado, creo que deberían estar aquellos toreros que venían a Madrid a matar lo que nadie quería y que salían airosos. Ojalá los saltillos de Moreno Silva hubieran caído en manos de Raúl Sánchez y compañía, más de uno y de dos hubieran salidos desorejados.
Saludos,
J.Carlos
Yo siempre he apostado por la evolución, tanto en la vida como en el toreo, pero lo que no se puede es evolucionar solo lo que les conviene a unos cuantos.
La evolución es necesaria, pero siempre manteniendo la esencia.
Para mi la esencia del toreo la pone un animal, el toro y ese, por mucho que queramos que evolucione, se les olvida que es un animal bravo, a su vez que salvaje.
Si ese estado se quiere llevar a la "domesticación" para que podamos ver, torear bonito, pasa lo que pasa.
Amén de su integridad y presentación.
No se si me he explicado bien, pero ese es mi punto de vista.
Enrique, después de ver tanto torero bueno reunido, ando un poco mareado.
Me pregunto que hubiesen hecho estos últimos con la de Fuente Ymbro, por ejemplo.
Saludos!
David:
Kiko ha vendido su alma al diablo y ha confundido honestidad y sinceridad con no crear polémica a su alrededor. Yo afortunadamente no lo vi por la tele y sí pude ver disfrutar a mi mocete en el campo, con su camiseta nueva y con unos ojos rebosantes de ilusión. Otra vez será, porque en algún momento será.
Un abrazo y Aleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeti
Scotty:
Ya ves la vida que llevo, salgo de Guatemala y me meto en Guatepeor. Y los dos calvarios no parecen tener solición o mejor dicho, la tienen, pero no interesa ponerla en práctica.
Un saludo
J. Carlos:
Lo que me dices es verdad, aunque no por ello deja de deprimirme. Y un ejemplo es eso mismo que cuentas de Burladero. Yo cuando leía comentarios de uqe ahora con el nuevo equipo las cosas cambiarían y tal y tal y tal..., no entendía nada, pero si el jefe es Moncholi, que a quien le contradice mínimamente en la SER o Telemadrid le hace un traje de inepto en un momento. Puede que ahora Burladero sea aún más oficialista todavía de lo que era.
Gracias por completar esa lista, a la que yo también quiero añadir a Raúl Aranda, que en un primer momento se me pasó por alto.
Un saludo
Iván:
Te explicas a la perfección y nos dejas ver claramente lo que tienes en la cabeza. Y es que muchos se empeñan en confundir evolución con degradación y eso no es de recibo. Y todo parte del mismo punto, el toro.
Un saludo
Enrique, Juan: "No me cuelguen milagritos...", que yo no enseño nada, solamente trato de contar cosas que pasaron y que creo que pueden interesar los demás, pero enseñar... ¡si yo estoy para que me enseñen a mí! Pero gracias por sus conceptos, que me honran, y mucho.
Xavier.
Pues esto como diría Galileo, no nos enseñas nada, no aprendemos nada... pero se mueve.
Un saludo
La evolución de las cosas es buena, pero es que en el toreo vamos al revés, aunque los taurinos digan que se torea mejor que nunca. Se puede evolucionar pero manteniendo como base el toreo clásico. En cuanto al toro no creo en una evolución que cambia casta por toreabilidad.
Un saludo.
Isa:
Así de clarito, no hay más. Confunden la evolución con degradación y a esta la llaman toreabilidad. A ver hasta donde nos llevan.
Un saludo
Enrique:
En mi opinión, nos retrotraemos a los años pasados sencillamente porque estamos hastiados de los presentes; porque no encontramos justificación, no disfrutamos con lo que se nos ofrece, y por eso, creemos que antes era mejor, cuando muchas veces no es así. A mi me hubiese hustado ver torear a Joselito, a Belmonte, es más, a Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, etc., por no irme más atrás, pero también soy consciente de que, seguramente, con mi visión de las cosas y en el mundo que me ha tocado vivir, me hubiese aburrido y habría clamado al cielo ante el espectáculo que estaba viendo. Aquello era una lidia feroz, una dominación del animal y unas faenas cortas, de pocos pases, y eso hacía levitar a las gentes de la época. Bien es verdad que no abundaban los espectáculos como hoy, en la era de Internet y las televisiones a porrillo, y claro, las personas iban al teatro, a los toros o al fútbol. Y poco más.
Hoy habrían tiros en la plaza.
De cuaqluier forma, si existiera una máquina del tiempo, me apuntaba a ver una corrida de aquellas y, sobre todo, a leer las jugosas crónicas de los revisteros de la época, en las que se "televisaba" la corrida con sus palabras, y se intuían las faenas mejor que se ven hoy en el Plus, y sobre todo, con más vergüenza torera.
Un saludo.
MiguelitoNews:
Si sacas billetes para ese viaje, guarda uno para mi que me apunto. Yo no creo que nos aburriéramos en esas corridas de hace cien años o más, pero estoy convencido de que el choque seía brutal. Por un lado por el toro, al que no se le podían hacer las cucamonas de ahora, y por otro por el espectáculo en si. Yo veo vídeos de Joselito y es verdad que son faenas muy cortas, pero siempre me ha llamado la atención de que todo lo que le hacen al toro tiene un motivo, no dan puntada sin hilo, cualquiere lance, quiebro o pase tienen un fin y buscan doblegar al toro. Ahora se pegan mantazos y el toro ni los acusa, ni se entera. Y es que siempre llegamos a lo mismo, al toro.
Un saludo
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