jueves, 27 de junio de 2013

Perera, ni la oreja de Van Gogh

La primera oreja en Madrid

¡Señor, señor! este mundo está revolucionado, si no teníamos bastante con la crisis esta de la estafa, con unos sobres sorpresa que ya no sorprenden, una Sanidad que perjudica la salud, la Enseñanza dirigida por el pelotón de los torpes, la ciudadanía atracada por los bancos, los jueces tratados injustamente, los niños a los que ya no se obliga a comer porque ya ni tienen qué comer, los insaciables de poder que quieren estrangular a los que ya pisotean, los que no pueden trabajar y que son humillados por esta misma causa, los jóvenes mejor preparados que son expulsados de su país como los malos estudiantes, la gente expulsada de sus casas y de la sociedad, tantos y tantos dramas y, ¿saben cuál es el mayor atropello perpetrado en este país en el último siglo? Que el señor presidente de la plaza de Alicante negó una oreja a Miguel Ángel Perera. No hay derecho a semejante atropello, se me abrían las carnes al escuchar al extremeño contar su caso por la radio. Parece que el autor de los hechos continúa en libertad y sin cargos, por imposible que pueda parecer. No sé a dónde se va a llegar con esta actitud de algunos desalmados. Señores, o eso se les supone, que lo mismo te los encuentras en Bilbao que en Madrid y suelen morar en los palcos de las plazas de toros.

Me gustaría que alguien me explicara para qué están, si las dos únicas funciones que se le encomiendan no las cumple, satisfacer los caprichos de las figuras, ya se manifiesten por estos o por personas interpuestas, y conceder orejas. ¿Nadie les ha informado de su cometido? No claro, es mucho más fácil leerse el reglamento y aplicarlo, es mucho más fácil pensar que está allí para impartir justicia. Y todavía habrá quien me diga que también se podía haber montado este revuelo de la oreja, las muchas tardes en las que a los “vuses der parco” se les afloja la muñeca y airean los pañuelos blancos como si fueran lavanderas. Que vale que mismamente en Madrid, este año se han regalado orejas a Talavante, Manzanares, Castella, Juan Bautista, Jonathan del Álamo o al mismo Perera. No me digan, también a Perera, al que le regalaron un despojo por pegar pases, pases, pases, pases… Resumiendo, una sinfonía de trapazos inconexos. Per aquel día ni renunció al trofeo, ni se quejó por recibir tal premio a su insoportable vulgaridad desplegada ante una penosa caricatura de toro.

No me parece Jusa esta diferencia en el trato con unos y con otros. A Perera, ese especialista de la trampa y auspiciador del fraude, le ha hecho todo el mundo de altavoz, en la radio, en la prensa en las redes. Si hasta leí a un prestigioso periodista, del que no diré su nombre, sólo que sale en un programa de toros de la tele de todos, que no tiene barba, no es el jefe, ni tampoco la chica, pues bien, este señor afirmaba que hay demasiada reglamentación en esto de los toros, que así no había manera, que no se puede pretender poner limitaciones al arte, que si reprimimos la creatividad de los toreros estamos ahogando su talento, su genio. Paso a la regularización que tan buenos ejemplos nos ha dejado en otros campos, como es el financiero, ¿verdad? Que no nos ha traído nada más que prosperidad, prosperidad y más prosperidad. Pero todo esto por la oreja de un toro, ¿Dónde estaban todos estos cuando se perdió la oreja de Van Gogh? Calladitos y haciendo el vacío al holandés, muy bonito, sólo estamos para lo que nos interesa. Ni una protesta y si no llega a ser por las pinturas en las se retrató con una gran venda blanca rodeándole la cabeza, igual ni nos habríamos enterado. O lo mismo resulta que no hay para tanto, que al fin y al cabo, solo son cartílagos con pelos.


Yo entendería esta feria y hasta la aplaudiría, si don Miguel Ángel Perera y el resto de toreros del grupo de los que llaman figuras, a la salida de una corrida de esas que tanto matan de Garcigrande, Victoriano del Río, Zalduendo, Juan Pedro, Núñez del Cuvillo, Jandilla, El Cortijillo y tantas otras, declararan que eso es una vergüenza, que ellos son matadores de toros y no de medios toros, bobones y descastados, y que no están dispuestos a matar esas infames corridas , manchando su nombre, el de la torería en general y el de la Fiesta en toda su extensión. Tampoco se les tuerce el mohín al ver, o mejor dicho, al no poder ver el tercio de varas, ni el de banderillas, ni se sonrojan cuando los montados hacen que pican, como si engañaran a alguien. Quizá podrían recriminar a un compañero cuando se desentiende de la lidia, cuando no está en su sitio en los dos primeros tercios, cuando asesina de vil bajonazo al torillo o cuando demostrando su soberbia e ignorancia se encaran con el público, que es quien paga y a quien hay que satisfacer sus gustos, incluso al de la plaza de Madrid. Pero no, ellos se mueren y se rebelan cuando un presidente no les concede una oreja, que siempre resulta que es justísima, proclamándolo los de luces, los taurinos, prensa, mujeres, niños y militares sin graduación. Y es que señor Perera, don Miguel Ángel, ni la oreja de Van Gogh.

martes, 25 de junio de 2013

Madrid de las mil caras

Los toreros de Madrid, cuando esta tenía una personalidad mas... rigurosa


Que tiempos aquellos en que Madrid era la primera plaza del mundo, que no la menos mala; que tiempos cuando se hacía respetar y no había tonto, espabilado, necio o estúpido que se le pusiera gamba a este público, cualquier cosa, menos permitir que los de abajo sobrepasaran la línea que separaba el ruedo de los tendidos; que tiempos en los que la dignidad y vergüenza torera hacía que los matadores rechazaran las orejas que creían no merecer, o que una parte importante del público lo manifestara así; que tiempos en los que el público sabía lo que quería, con un criterio claro, duro y flexible, serio y entregado, siempre teniendo en cuenta el toro; que tiempos en los que salía el toro por la puerta de chiqueros de la plaza de Madrid; que tiempos en los que todo el mundo la tomaba como modelo y no se intentaba ponerla al nivel del resto de plazas, de Albacete, Valencia, Salamanca, San Sebastián, Badajoz, Olivenza, Medina del Campo, Alicante, Castellón, Antequera, Marbella o Benidorm, por decir algo. No existía la influencia de los gurús de la Tauromaquia 2.0, esos con bigote o esos hooligans expertos en justificar y alabar todo lo que hagan las figuras, aunque sea sodomizar a los mansos. Lo que han cambiado las cosas. Veinte años no es nada, decía la canción, pero si nos fijamos en las Ventas y sus habitantes, ha bastado ese tiempo para que no reconozca a esta plaza, ni la madre que la fundó.

Por si quedaba alguna duda, durante las ferias de mayo y junio en Madrid hemos podido comprobar como esta plaza ha acabado encallando en la vulgaridad y el gusto pueblerino, ramplón y rebosante de ignorancia, donde cualquier cosa importa más que el toro. El público se deja engañar a conciencia, aún aburriéndose como desesperados, siempre y cuando se corten orejas; en ese momento se entregan al espejismo del triunfalismo. La antigua afición madrileña se caracterizaba por estar estructurada, por repartirse por distintas zonas de los tendidos, gradas y andanadas, que respondían al unísono ante el fraude, las trampas, la ordinariez, la ineptitud, el exceso de bisoñez o todo aquello que se apartara de los fundamentos de la lidia, sin que ningún sector se permitiera erigirse en guardián de los valores de la plaza. Pero las cosas ya no son así.

Aunque haya quien no lo crea, los nuevos dueños de Madrid son los que visitan esta plaza un puñado de veces al año, las que deciden en la peña del pueblo que todos los años organiza un viaje con autobús y todo, las que se acompaña al torero local y poco más, pero son los amos. Con eso de los abonos, tienen que sacar entradas en el sol, que es justo donde empiezan a escucharse los ¡bieeejjnnn! y donde se ven los primeros pañuelos. El foco se ubica en el 5, con extensión hacia el 4 y el 6. Ahí empieza la locura y el sin dios del triunfalismo. Ya puede Manzanares pegar una fanfarria de toreo distante, amanerado y crispado, que liarse Perera a pegar trapazos hasta llegar a mil, que ponerse Jonathan del Álamo a cucamonear alrededor del toro acabando con un solemne bajonazo, cae el toro y aparecen unos cuantos pañuelos que acaban contagiando a más “aficionados” de Madrid, hasta que el señor agente, el del palco, saca el suyo, mientras los mulilleros van a paso de Regulares de Ceuta o Melilla. Fuera de mayo el germen nace con unas tímidas palmitas durante la faena, allá por el nueve, que es de donde deben ser las invitaciones. Eso sí, en cualquier caso, una vez acabada la corrida, procuren no entretenerse, porque con todos esos autobuses por medio, se lía una gorda para tomar la M-30, que es por donde mejor se coge la carretera para salir de la capital.


Estos se van felices, han conseguido orejas, han insultado a los del 7, han retado a los listillos a que bajen ellos y han merendado como un marqués. Las cervezas un poco caras, pero para una o dos veces que se va a los toros, aparte de las de las fiestas locales. Se cabrean porque se protestan las sardinas, porque se pide a los picadores que piquen y a los toreros que toreen, pero lo que disfrutan cuando un monosabio colea al toro, cuando el picador ni señala la vara, cuando la montera cae bocabajo, cuando el toro desarma al torero, cuando pincha en hueso, cuando se contonea por el ruedo estorbando la lidia, cuando exagera el esconder la pierna, el retorcimiento y sobretodo cuando se lleva el toro cerquita. Esa es la plaza de Madrid ahora, que ve a un tío vestido de luces que se encara con el público, esos que pasan por taquilla y se dejan la pasta, y se mondan de risa y además les aplauden como locos y lo comentan con los paisanos, mientras escupen migajones del bocadillo que se trapiñan a dos carrillos. Habrá un día que hacer una antología de citas de estos… señores: “Baja tú”, “Payaso”, “Hijo p…”, “cabr…”, “Me la vas a…”. Si Castelar levantara la cabeza, estoy seguro que los nombraba asesores para sus discursos; hay que ver lo rico que es el castellano y el ingenio patrio, y lo burdos y zafios que son estos valentones que insultan a los del 7 desde el 5, bien lejitos, no vaya a salpicarles un bofetón o los migajones de la merienda que llevan estos añejos aficionados. Pero ¡ay! el 7, pobres, con lo que supusieron en las Ventas y con lo poco que pintan y además, últimamente con borrones, pinceladas toscas, torpes y con goterones manchando la obra. Cuantos se han colado en ese tendido haciéndose pasar por aficionados, mientras que sólo son vociferadores sin convencimiento. Y no saben lo que me duele decir esto. Que no veo mal la protesta, nada más lejos, creo que es algo imprescindible en estos momentos, es más, creo que ya ni se protesta, solo eso, de vez en cuando se pega un berrido y vale. Es como si los que sabían se hubieran hartado y hubieran abandonado, bastante comprensible por otra parte, y hubieran tomado la bandera de seriedad otros que no están a la altura. Tan desnortados andan, que lo mismo empujan a dar la vuelta al ruedo a un amigo, que se callan y no protestan con otro, que se alinean con un tipo de torero y le consienten todo, todo y durante años. No creo que esta sea la solución, vale que hay que ser flexible y todos los coletudos tienen derecho a un día malo, pero muchas veces parece que les guían más las preferencias personales, que las taurinas y eso no es bueno para la Fiesta, ni para mantener la seriedad de la plaza, ni la credibilidad de esos aficionados. Eso sí, ellos se creen que son los únicos que protestan y que soportan el prestigio de Madrid. Pero que no se agobien, que no se arroben tanta responsabilidad, que miren a su alrededor y acepten la ayuda que en forma de protestas les prestan otros aficionados, que no son “talibanes”, como a ellos les gusta llamarse a si mismos. Qué poco me gusta la palabrita, esa que en árabe significa estudiantes, pero que ellos han tomado como los más puros de los puros. Pues hasta el término está mal elegido. ¿No les valdría intentar llegar a ser… aficionados? Ya me gustaría a mí alcanzar semejante honor y que un día pudiera llegar a considerarme como tal, lo que cada día se complica más, especialmente si tu plaza, aquella que te enseñaba y te dejaba sentarte al lado de la cátedra del toreo, justo antes de convertirse en “Madrid de las mil caras”.

sábado, 22 de junio de 2013

Ni me divierte, ni me emociona, será que no lo entiendo

Parece imposible, pero se han inventado los Toros, sin toros
Uno va ya haciendo la digestión de todo ese mes de mayo que me pase sentado en una piedra, unos días medio encogido y retorcido encajado entre los que también se sentaban a mi alrededor, aunque la mayoría de las tardes se pudieron estirar las piernas y colocar sin problemas la mochila, los paraguas, la bolsa de la merienda, la bolsa de pipas de calabaza con la que Pepe me tentaba cada día y hasta invitar a sentarse a tu lado los amigos con los que te gusta comentar los toros, aparte del mencionado Pepe que nunca falla. Lo malo de esto es que también tienes que aguantar a veces caretos que tienen poco de agradable.

No creo que ya haya lugar para ponerse a hacer balance detallado de lo que ha pasado esta primavera en Madrid. Si acaso, y por resumir, se puede afirmar que ha sido un desastre previsible y se podría decir también que inevitable, porque si se construye una casita con palos y paja, en cuanto sople el Lobo Feroz de la avaricia, la falta de afición y el extremo mercantilismo del momento, no quedará nada en pie. Aparte de otras muchas cosas que no vienen a cuento, se han tenido que escuchar muchas cosas, pero hay una que siempre me ha llamado la atención y es cuando te dicen que hay que ir a la plaza con la mente abierta, con actitud positiva y dispuesto a disfrutar y pasarlo bien. ¿Hay alguien que vaya a los toros a pasar un calvario? Bastantes elementos incontrolados te pueden arruinar la tarde muy seriamente, sin que el torero pueda evitarlo, pues al final es el toro el que decide. Aunque lo mismo estoy equivocado y sí que hay algún trastornado que vaya a pasarlo mal, a aburrirse, a cabrearse, a sentir que le están tomando el pelo, que le están robando y que además le exigen que se mantenga calladito y sonriente.

Yo no entiendo que se pueda ir a la plaza con una actitud tan negativa, pero ojo, esto no tiene nada que ver con que el aficionado tenga memoria y recuerde cómo tantas y tantas veces le han querido dar gato por liebre, como ciertas situaciones se vienen repitiendo desde hace años, especialmente los días en que se anuncian las figuritas del momento. Y es que una cosa es que acudas con cierto optimismo esperando ver algo que te llegue y otra el que te impongan como obligación el convertirte en un palmero profesional. Si uno iba con ilusión hasta los días de Espartaco, Ojeda, Ponce o Morenito de Maracay. Creo que no me equivoco si digo que el aficionado de Madrid es tan ingenuo que aún cree en los Reyes Magos del toreo y siempre espera que va a salir feliz de la plaza.

Puede que dé la impresión que a Las Ventas se va como van los jueces a impartir justicia, que uno se sienta allí, pone el torerometro en modo “on” y cada vez que el coletudo pega un pase mal, se enciende una luz roja y suena una bocina, y a los ciento catorce pitidos ya se plantea que igual no pide la oreja. Menudo incordio, a ver si ahora va a haber que cargar también con ese cachibache. Eso hay que llevarlo ya instalado de serie y funciona de repente, sin que nadie pueda prever la descarga de gustito que suelta cuando en el ruedo ocurre algo de verdad. Un muletazo, un recorte, un par de banderillas, una arrancada de bravo y zas, salta el aparatito y el individuo en cuestión pega un bote del asiento, acompañado de un olé que le revienta la garganta. Que no quiere decir que esto le divierta, es otra cosa más fuerte, más irracional. Perdonen la comparación, pero no creo que haya nadie que cuando llegue al clímax estando con su pareja se limite a decir ¡Bieeeejjjnnnn! No es posible, como tampoco lo es el quedarse mudo, inexpresivo o como si nada, tragándose el chispazo como si nada. No me lo creo.

Así un servidor se encontró un día de esos que había que acomodarse como buenamente fuera, en que vio como un señor iba despachando un toro tras otro, como el que despacha entresijos en el mercado de Torrijos. El efecto que se producía era el mismo, cara de disgusto, aburrimiento y cierto mosqueo, porque aquello debía ser otra cosa. Y lo mismo cuando el señor presidente, don Manuel Muñoz Infante, recientemente despalcado, gracias a Dios, se lió a regalar orejas a todo quisque, quizá porque el torerómetro no le funcionaba y no pitaba cuando se daba un trapazo y él, que confía mucho en los aparatos modernos, en vez de mirar a ver si se habían agotado las pilas, lo tomó como una señal divina que le ordenaba sacar los pañuelos blancos a paso de legionario. No había freno, valían lo mismo los trapazos de Manzanares que los de Talavante, Castella, Perera o el chico de la Menchu, allí se jaleaba y se orejeaba todo, que había que divertirse. Pero uno no se divertía, intentaba ver lo que a los demás les hacía disfrutar y perder la chaveta, pero es que no encontraba otra cosa que vulgaridad, mentiras y sacudidas de los trapos, con una ausencia absoluta del toro. A la salida escuchaba como unos y otros comentaban lo que bien que lo habían pasado, “Hoy sí que nos hemos divertido, que ha habido orejas”. No acababa de encontrar la relación entre una y otra cosa, incluso llegué a pensar que trabajar en una casquería debía ser el despiporre padre, un no parar de risas y diversión que alcanzaba sus cotas más altas cuando una señora pedía oreja para echar a las judías blancas. En ese momento las señoras enganchaban sus capazos y echaban calle arriba y calle abajo con un jolgorio sólo comparable a una corrida presidida por don Manuel.


Ante esto uno se empieza a plantear muchas cosas, no sólo taurinas, sino también en lo que toca a lo más íntimo de uno. Si uno no se divierte con eso de las orejas y los pases, si no se emociona, ni consigue que en un segundo me recorra el cuerpo un chispazo que me haga saltar de mi asiento y además no logro entender el motivo por el que a otros les hace felices, entonces, ¿qué me pasa doctor? Si yo voy con voluntad de que me guste todo y no me gusta casi nada, si uno ve millares de pases y lo único que experimenta son unas terribles ganas de bostezar y en cambio se emociona viendo lo que debería ser la norma en los dos primeros tercios, igual es que tengo algo grave y no me he enterado. No lo sé, pero el caso es que ni me divierte, ni me emociona, será que no lo entiendo.

domingo, 16 de junio de 2013

Premios Toros Grada Seis San Isidro y Apósito

Lo que me acuerdo de un 5 de junio en el que no había que ir predispuesto a pasarlo bien, directamente te hacían levantar del asiento


Tras largas deliberaciones, duras disputas y desacuerdos, los miembros del jurado han decidido abandonar su puesto y desistir en tomar una decisión colegiada, así que cada uno por su cuenta y riesgo, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, han creado y otorgado los galardones que a ellos se les han ocurrido, recogiendo a los más destacados de las ferias de Madrid, que no quiere decir que los hayan sido para el resto de los mortales, pero, ¿qué quieren qué les diga? Bastante trabajo me ha costado ir cotolengo por cotolengo, Centro Penitenciario por Centro Penitenciario y por la mayoría de los tugurios de peor fama de Madrid, para recoger sus votos.

  • Premio al “Toro más bravo”, al toro Ferdinando de Walt Disney, que al menos se le puede picar, aunque sea una avispa quién le pique, y cabreado parece bravo, aunque luego se ponga a olisquear flores. Otros no pasan de lo de las flores y de juguetear con la telita que le enseñan los niños.
  • Premio Mortadelo y Filemón al policía que el otro día se subió a la andanada del 7 a hacer fotos al personal que allí estaba viendo la corrida. Algo inadmisible y nada apropiado, ya que no tuvo ni el detalle de avisar para que la gente se peinara un poquito y saliera arreglada. ¿Para qué querría tales fotos? Entre los detalles de Taurodelta y las Autoridades competentes, estamos mejor que queremos. ¡Qué chicos estos!
  • Premio “Ni juntando veinte corridas saco una medio apañada, como para conseguirlo sólo con dos” para la ganadería de Jandilla, por mantener esa regularidad de traer siempre un ganado infame a Madrid, pero con un optimismo desmesurado al oírse antes del festejo que era un encierro con trapío y bien presentado. Hará entrega el señor ganadero de Núñez del Cuvillo, don Álvaro o la fuerza del sí, no, quizá, puede ser, definitivamente no.
  • Premio “No me pique a los niños que no son muy de picar y se me apocan”, a la ganadería de don Victoriano del Río, como reconocimiento a la magnífica mansada que tanto agradó a los taurinos.
  • Premio “Mira mama, seis pa’ mí y no me vale ninguno”, para Alejandro Talavante, que de tanto hacer camino al andar, se pasó de estación y pretendió torear la de Victorino desde el andén de Manuel Becerra.
  • Premio “Qué chispa tengo, quillo” del Festival del humor y la guasa, a Morante de la Puebla, que lo mismo te regala unas gafas, que te pide que le torees la borrica; será porque ya se ve mayor o por lo que agota estar en el baile de las debutantas todos los días de corrida en los corrales de la plaza. Lo que nos podemos reír el día que baje un aficionado al ruedo y se ponga a torear las chotas que Morante se trae debajo del brazo.
  • Premio “Jeckyll y Hyde” a Antonio Ferrera, que de veleta correplazas y sin sustancia ha pasado a ser un torero, con su estilo propio y quizá no demasiado fiel al clasicismo, responsable, pendiente de la lidia y atento para socorrer al compañero, y al que con esta metamorfosis no le reconoce ni la madre que le… nadie.
  • Premio “Ballet Zoom a la mejor coreografía corralera” para los Veterinarios de la Plaza de Madrid, al señor presidente, el cazador de mansos a ojo, don Manuel Muñoz Infante y a los matadores que intervinieron en la corrida de la Beneficencia, tanto por promover el cambio de ganado desechando lo reseñado en su día, como por permitirlo, Juan José Padilla, Morante de la Puebla y Sebastián Castella.
  • Premio “Señor de la que me he librado” a El Juli, que no pudo actuar en Madrid a causa de una inoportuna cogida, pero que le ha venido de perlas para escapar de este desastre que nadie ha podido evitar. Eso sí, la empresa está feliz por no haber tenido que pagarle lo que cobra y así poder poner en su lugar a otro cualquiera con un caché muchísimo menor.
  • Premio “Mira como me sigue importando un bledo, que yo me lo llevo y a otra cosa” a Finito de Córdoba, ese amante del arte, ese que no puede soportar la tragedia, que tal y como se explica, debe ser lo que habitualmente ocurría en una plaza de toros, que ya casi no sucede y que algunos tarados echamos mucho de menos.
  • Premio “Soy un desagradecido y hago el paripé con un taurozombie” a El Cid, quién ha demostrado su capacidad para emborronar un pasado glorioso en el que enamoró al público de Madrid, que le llegó a considerar uno de sus toreros, sufriendo y disfrutando con sus naturales o sus fallos con la espada. A algunos sólo les queda comprobar si dando todo lo que tiene sólo llega a esta vulgaridad que despliega tarde tras tarde, o si esta es producto de un “con esto ya me va bien, no arriesgo y sigo viviendo del nombre”.
  • Premio “Al fin os habéis enterado de lo bueno y grandiosísimo que soy, menos ese, ese y ese otro y…” a Miguel Ángel Perera, que también recogerá el “Ya podéis gritar, que me importa un …”, por sus eternas faenas insulsas, tramposas  y vulgares a torillos escogidos ad hoc, para luego querer convertir sus actuaciones en insignes obras de arte taurino excelso, que no se cree ni él, ni su prima.
  • Premio “Yo pego pases y si el toro se amolda vale y si no, le pego más pases” a Alejandro Talavante, quién ha demostrado una ineptitud absoluta para hacer un toreo puro, poderoso y con mando, no sabiendo adecuar su labor a lo que requiere el toro, ni en los aspectos más diminutos, obteniendo trofeos al liarse a pegar pases y más pases tramposos a un animalejo de malas trazas.
  • Premio “A la monotonía, aburrimiento y repetición, y repetición, y repetición, y repetición, y repetición, y repetición…” a Sebastián Castella, que hace muchos años se inventó una faena, variando sólo el inicio, y sigue con la misma, sin parar a pensarse si no hay algo más en esto que abanicar al toro. Será que a lo mejor piensa que así hace sufrir menos al toro, porque ya se sabe, según él, no soporta ver sufrir a un animal, incluido el toro.
  • Premio “No sabía que mis toros eran tan buenos, ni que tan siquiera fueran toros” a Victoriano del Río, que cría los sobreros con más mimo y cuidado que los que escoge para una corrida en Madrid, con mejor lámina y presencia que los que reseña para las figuritas.
  • Premio “¿Dónde vas loco que te va a coger?” a Iván Fandiño, al que no parece importarle irse al hule, con tal de intentar hacer el toreo, de hacerlo con verdad y de rubricarlo con la espada. Pero yo le diría que igual sería todo esto mucho mejor, si se preocupa en aprender a entrar a matar sin echarse sobre el lomo del animal, pues es de más mérito, de más belleza y más torero. Y con capote y muleta, que intente tranquilizarse y hacer del temple uno de los fundamentos de su toreo. Que continúe esa progresión que parece estancada y que da la sensación de que todavía puede llevarle más alto y con menos percances.
  • Premio “¿Dónde vas loco que este no te coge?” a David Mora, que no debió oír las voces que del tendido brotaban al ver las posibilidades que le ofrecían sus toros, pero nada, él a lo suyo a ese toreo lleno de precauciones, sacando el culo, sacrificando los lomos en pos de la ciencia y el avance de los tratamiento lumbares, con esos estiramientos crispados de los brazos, con ese pico de la muleta que le convierte en excelente pillo del toreo, por no decirle que es un tramposo.
  • Premio “¿Y ese modelo tan chuli? ¿De las rebajas de Zara? Cuidado que no te lo manches” a José María Manzanares, ruina de las tintorerías, que no se mancha el traje ni aunque le tiren un bote de Titanlux. Ve pasar a los toros tan, tan lejos, que resulta muy complicado que le manchen el vestido de sangre, y es que este no se salpica, ni saltando en un charco.
  • Premio “Qué pasen cuatro que no se devuelve un duro” a Taurodelta, por ese arte que tiene para comprar las corridas de tal forma para que al menos superen el reconocimiento cuatro toros de cada ganadería y así los aficionados no pueden devolver las entradas y no pueden recuperar su dinero. Y que nadie piense que luego que alguno se coló de rondón, simplemente por lucir ese tipo asardinado del que muchos ejemplares hicieron gala en la feria.
  • Premio “Hasss visto la cagpa de la cultura y el arte con el tascuso paga tomag pegnod” y Premio “Yo tengo uno que lo puede haseg, que además es fganses” a Simón Casas, quién siempre tiene un as en la manga, como los grandes tahúres del Mississippi, que casualmente es francés, ya sean las taquilleras con ese dulce acento de allende los Pirineos, que un Juan Bautista o Castella para echarse a la vista. Eso son recursos de buen productor artístico taurino.
  • Premio “Desde Santurce a Bilbao compro las sardinitas para la feria de San Isidro” a ¡Coño! Matilla, creo que con todo merecimiento, pues ya iba siendo hora de que se le reconocieran sus méritos de limpiar de sardinas toda la Ría de Bilbao, las dehesas salmantinas, extremeñas, los campos de Andalucía y el último vivero de truchas en el que puedan criarse sucedáneos del toro de lidia con menos chicha que el palo una fregona.
  • Premio “Joder con el adivino” al señor Choperita padre, que se quedó más ancho que largo al decir que a esto le quedaba poco, y si él y sus amistades siguen metiendo el hocico, aún le quedará menos. Aunque lo que no se sabe es si ya se está preparando para el evento arrebañando por todas partes de las que pueda sacar un céntimo o simplemente es un amante de Moliere y muy especialmente de El Avaro.

Bien, esto ha sido lo que han dado de sí los premios otorgados, pero no entregados, ni con valor económico alguno de Toros Grada Seis, que como viene siendo habitual, cada vez tienen menos valor para los taurinos y protaurinos, quienes estarían más indiferentes aún si no existieran. Porque ya les digo yo que no muestran ni el más mínimo interés, que tengo el cuarto de baño con la bañera hasta arriba de premios de otros años y que no han venido a recogerlos, ni los han reclamado, ni tan siquiera han preguntado si esto hay que declararlo a Hacienda. ¿Se imaginan un desprecio mayor? Pero nada, aquí seguiremos intentando colaborar con los taurinos.

domingo, 9 de junio de 2013

Más cerca del gran final

Uno esperaba buen toreo, pero habrá que seguir esperando


Lo que se revuelven las cabezas antes de San Isidro y anexos, los foros echan humo, las predicciones sobre carteles bomba, toreros, ganaderías televisiones y hasta de los modelitos que lucirán los toreros son un clásico. La cosa se pone que arde, pero ya ha pasado todo y aquí las cosas siguen igual, vamos en una vía muerta cuesta abajo directos a la nada o peor. Ya habrá tiempo para pararse a pensar sobre lo que ha ocurrido desde primeros de mayo para acá, aunque la primera impresión es que el toro ha alcanzado su nivel más bajo, en general corridas muy mal presentadas, muchas chicas y gordas, poco equilibradas y sin trapío, apabullante mayoría de mansadas, no ha habido tanto toro desaprovechado como en otros años, porque no han salido toros con cierta calidad. La casta es casi un factor desaparecido, la suerte de varas casi no es ni testimonial, la lidia es un concepto desfasado, en gran medida porque el toro no exige a sus lidiadores, los “profesionales” desprecian todo lo que no sea el último tercio, preocupante inconsistencia y falta de recursos, afición y orgullo por parte de los toreros, ya fueran de oro o de plata. Ausencia de cualquier asomo de autocrítica, exceso de soberbia y desprecio por todo lo que no sea justificar su incompetencia no reconocida ni por el protagonista, ni por su “entorno”, ni por esos “seguidores” que piensan que a un torero se le debe adhesión incondicional y a la Fiesta, pues que la den. También se ha confirmado que Madrid ya no tiene nada que ver con lo que fue, antes los isidros venían a ver cómo era esta plaza, ahora se presentan aquí para colonizar este coso, que era el único que resistía de alguna forma el acoso de la vulgaridad. Al final han conseguido que sea una plaza más de provincias, se aplauden mansos en el arrastre, no se exige un tercio de varas íntegro, mucho menos el toro, se hace saludar a los banderilleros por calvar a toro pasado, se jalean los mantazos, estridencias y vulgaridades, se insulta a los que no están de acuerdo y parecen no tener otro aliciente que pedir oreja y más orejas. Esperanzador ¿verdad?

La última de todas las corridas del toreo a pie fue una decepción más, o incluso peor, porque el aficionado esperaba algo más de lo de Baltasar Ibán, y de un Diego Urdiales que necesitaba como el comer, que seguía siendo un torero a tener en cuenta. Recibió por verónicas al primer Ibán que se frenaba y punteaba por ambos pitones. Se fue suelto a por caballo que viajaba por el dos, saliéndose suelto y rebrincado al notar el palo. Ya a contraquerencia derribó al jinete, que no se agarró bien. El toro echaba la cara arriba al tomar los capotes, se arrancó bien desde un poco más lejos, recibió un puyazo trasero, volvió a derribar y salió huyendo de nuevo. Igual que en el siguiente encuentro, en el que el picador volvió a verse en evidencia, demostrando una preocupante falta de pericia, a lo que colaboraba esa larga caña de pescar que parecía el palo. El Ibán se dolió mucho en banderillas y esperó mucho en las entradas por el pitón derecho. Urdiales se lo sacó hacia fuera con pases por abajo, para seguir con derechazos de uno en uno, muy discontinuo y recolocándose constantemente, para lo que le quitaba la muleta de la cara al toro. A pesar de todo parecía no resignarse el riojano, que se sacó a su segundo hacia los medios por verónicas. Lo llevó al caballo con un galleo por chicuelitas, no demasiado lucido por la violencia del toro al embestir. Se arrancó bien al caballo, se le picó trasero, mientras no paraba de cornear el peto. Volvió desde más cerca, se le picó muy trasero, sin que el picador pensara eso de rectificar. Se dolió en banderillas y ya en la muleta echaba la cara arriba, lo que Urdiales no remedia, pues remataba los pases arriba, un desarme, se la echó a la zocata y lo mismo, con el añadido de que se le coló con mucho peligro. La cosa acabó en una pelea en la que el toro se iba acercando cada vez más a toriles. No fue la tarde de Diego Urdiales, ni tampoco ha sido su feria. Siempre se espera a este torero que no sabe otra cosa que querer torear con la verdad, además hay quien prefiere a estos matadores lejos, no vaya a ser que descubran los trucos de otros, pero cada vez hay menos posibilidades y más dificultades para convencer a las empresas de que se merece estar incluido en las ferias.

Por el contrario, parece que Juan Bautista tiene todo el crédito del mundo, el que parece que le dan las orejitas concedidas por los isidros por esas eternas y aburridas faenas. Tras despitorrarse su primer contra el peto, le salió uno de El Montecillo, al que antes de entrar al caballo ya le habían capoteado más que al toro del aguardiente en una noche de capea. El animal se iba suelto al caballo, para no empujar, porque le faltaba la fuerza necesaria, o empujar de lado. Se dolió de los palos y constantemente se quería escapar, sin que los mantazos de los de luces lograran sujetarle. En la muleta, el francés empezó con lo suyo, muletazos y más muletazos sin temple, ni mando y sin rematar, y para colmo, este sobrero se defendía por el izquierdo. Casi calcada fue su labor en el quinto, ya de Ibán, dejando que fuera como Juan por su casa. Se le pegó bien en la segunda vara. Y más trapazos y trapazos y trapazos, ya fuera el toro un poco rebrincado o no, daba la sensación de ser un autómata sin alma torera, pero seguro que volveremos a verle por estos lares.


David Mora tuvo el honor de cerrar la feria, de cerrar este maratón de destoreo y vulgaridad y no creo que se pudiera elegir un mejor representante de esta escuela. Así lo evidenció al recibir a su primero con unos trapazos lleno de aparente solemnidad. El toro empujó de lado en la primera vara, se le tapó la salida, sin colocar volvió al caballo a pegar cabezazos y hubo una tercera entrada en la que se arrancó con cierto son, para que le taparan la salida. Íbamos a ver un quite de Diego Urdiales, cuando de repente Mora salió como una flecha para impedirlo y ponerse él delante del toro. Eso es saber estar en el ruedo, conocer las fases de la lidia, los órdenes que en esta imperan, el desprecio al compañero al que le correspondía ese quite y al público, que igual prefería ver torear de capote y no pegar unos trapazos con enganchones y apartándose descaradamente, que quería hacer pasar por gaoneras. El riojano se apartó de la escena y dejó que este chico que alguien le ha hecho creer que era una figura, hiciera el ridículo, sin ayuda de nadie. Luego parece ser que comentaron algo, pero ya se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Con el clasicismo de la modernidad imperante empezó con trapazos por abajo, siguió con naturales sin llevar al toro y con carreritas constantes para colocarse él, ya que con la muleta no sabe llevar al toro. Lo mismo por el pitón derecho, quitándole el trapo de golpe de la cara del toro, en lugar de correr la mano y rematar, muy atacado, con demasiada ansiedad, prisa o vaya usted a saber qué. Un bajonazo soltando la muleta y a otra cosa. En el sexto pegó dos verónicas, el toro se le va y él tan campante, otra vez y lo mismo, como si pensara que si el toro quiere ser toreado, que venga a mí. Descolocado durante el tercio de varas, desentendido de la lidia, igual porque pensaba que eso era para los simples mortales y no para él. Hizo que el picador fuera a por el toro más allá de las rayas del tercio, la multa la pagaba él, que se había levantado rumboso. Pero ya que había multa, que el pica se desahogara sobre el lomo del animal. Tomó de nuevo la muleta y para ser fiel a su escuela, pico, carreras, excelsa sosería, vulgaridad y con tanto torcer la muleta, el toro se le colaba. Pero también sabemos que este torero es un alma impasible y ya le puede tocar el paradigma del toro pastueño, que si él considera que no tiene que llegar al máximo, no se llega. Pero verán ustedes como el año próximo vuelve por estos barrios más de una tarde, si no le vemos antes en Otoño, pero para eso aún quedan meses. Se terminaba este largo caminar, pero viendo como han ido las cosas,¿no estamos más cerca del final de todo esto? Ya saben mi opinión, si lo que nos queda es la tauromaquia 2.0, yo voto por su abolición inmediata, pero si queda algún asomo del toro íntegro y el toreo clásico, a luchar por conservarlo. Y como dicen los modernos, nos hablamos.

sábado, 8 de junio de 2013

Certamen de Miss España durante la próxima feria de San Isidro

Quiero agradecer al Ayuntamiento de Burriana el que hayan utilizado esta imagen para su cartel de los encierros de aquella localidad, sin documentarse sobre quién es el autor, si la imagen estaba disponible y sin importarles un pito eso de los derechos de uso de una obra, pero igual se creen con la potestad de poder pisotear lo que les venga en gana. Al menos me queda el consuelo de que mi encierro les ha gustado. Si se ponen en contacto con alguno de ustedes para hablar de ese cartel, pues si me hacen el favor, me los mandan. Muchas gracias
Los tiempos cambian, el mundo avanza y hay que evolucionar, no se puede estar siempre anclado en el pasado y siguiendo los dictados de otra época, que en la actualidad resulta no sólo anacrónico, sino absurdo, estúpido, aburrido, sin sentido, un freno para el progreso, una renuncia al futuro y despreciar una posible buena talegada de ingresos extras para los señores empresarios y emprendedores que a veces se pasan tres pueblos en eso de emprender. Aunque si por esto entendemos como el espabiladete que monta un esperpento para sacar más pasta, pues entonces la cosa va bien, estamos en el camino ideal, y además a una velocidad de cuidado.

Como en esto de los toros los que mandan pueden hacer lo que les venga bien, literalmente, lo que más tela les reporte, pues reunidos los gestores del corralito de Las Ventas, los Choperitas, alias “¿Y no se puede arrebañar un poco más?”, Simón Casas, alias “Yo tengó un amigó francés que nos lo hace a buen precio” y el señor Matilla, alias “Esto lo hago yo pasar por toro”, junto con los representantes de la Comunidad de Madrid al grito de “lo primero la fiesta, luego esto de los toros”, todos ellos han decidido que el próximo año, el certamen de Miss España se celebrará durante la feria de San Isidro. Como lo oyen, todos los asistentes a los festejos podrán contemplar las bellezas de nuestro suelo patrio, mientras se representa el primer tercio de la lidia. Esto sí que es evolucionar, esto sí que es ARTE y CULTURA. No me digan que no es un verdadero acierto. Por una vez veo que se ha pensado en el aficionado, que no en la aficionada, pero ya se sabe, la mujer en los toros está para que los hombres, los machos ibéricos disfruten con su presencia. Las amables señoritas desfilarán montadas en el caballo de picar, aunque sin castoreño, ni mona, ni nada que afee su presencia. Incluso no será necesario que piquen tal y como se viene haciendo hasta el momento. Grande ¿no? El gremio de picadores también ha mostrado su total adhesión a la medida; lo que parece indicar que no les han avisado de que ellos ya no saldrán al ruedo y que si acaso, se les buscará un puesto como acomodadores, siempre y cuando estos puestos no estén ocupados por las reinas de las fiestas de las localidades de la Comunidad de Madrid. Realmente creo que este cambio no afectará en manera alguna al desarrollo de la lidia tal y como se viene realizando desde hace tiempo y además levantará el espíritu de los machos hispánicos que tan vehementemente soportan esta Fiesta tan nuestra y que tan bien representa los valores patrios.

Si alguien duda de semejante iniciativa, que se pare a reflexionar sobre la de Alcurrucén. ¿Alguien habría echado de menos a los de la montada acorazada si se hubieran ido a pasar la tarde a un spa? ¿Quien nos dice que no estuvieron de juerga los picas y que mandaron a un parado que cobra prestación y que está en su casa perdiendo el tiempo, leyendo libros o estudiando idiomas? Yo en algún momento lo he sospechado, pero no tengo pruebas para demostrarlo. De los seis, al primero, que derribó y todo, casi ni le rozaron con el palo, se refugiaba en tablas y esperaba a los de los palos como si no le hiciera gracia que le colgasen más cosas del lomo. Al segundo novillo había que pillarlo, pues no aguantaba allí debajo ni el pestañeo de una miss. Sólo se paró para esperar a los banderilleros. El tercero, que no se sabía si estaba cojo de una pata, de dos o inválido de todas las extremidades. Salió tambaleándose del caballo, sin que le hubieran picado ni para molestarle un poquito. Tampoco se le picó en la segunda entrada, lo que gustó mucho al público, que ovacionó al señor del caballo, creo yo que por no picar. Estos parece que ya se olían algo de lo de las misses, los muy picarones. Nadie se compadeció del animalito que se retorcía al notar los palos en el lomo. El cuarto salió no queriendo alejarse de las tablas. Le picó el reserva cuando se le vino suelto y con las mismas se fue a escape cuando vio que cabeceando no se podía quitar el palo. Pero en la segunda vara ya bien colocado, se arrancó como un rayo y hasta empujó con ambos pitones. Luego cortó por los dos lados y echó la cara arriba. La cabrita desnutrida que hizo de quinto, corneó el peto y salió escapando a otros lares, lo que debió ablandar el corazón del hombre del palo, que después sólo le señaló la vara. Y no les llamo picadores, porque aún me queda la duda de si eran los anunciados o unos impostores del paro. A mí uno se me pareció mucho a un neurocirujano que conocía yo del Ramón y Cajal, y otro me recordaba una barbaridad a un catedrático de la Facultad de Exactas de la Complutense. Pero ya digo, que no tengo pruebas. Pero a lo que vamos; al sexto se le puso en suerte desde dentro de las dos rayas, para ver como salía huyendo al notar el hierro. Otro picotacito y se acabó. En banderillas pegó algún arreón de manso, que seguro que no lo era, igual que el resto, aunque hicieron de todo por disimular su bravura oculta, bravura que no pongo en duda, igual que la presencia, que aunque fuera la de una novillada, seguro que no era así, las apariencias engañan, porque no creo yo que unos insignes ganaderos y taurinos como los Lozano, fueran a criar mansos con pinta de chivos escuálidos. Aunque para no serlo, les quedaron que daban el pego como tales. Cuanta ignorancia tenemos los que vamos a la plaza, que nos dejamos embrujar por las apariencias.

Pero en esta Fiesta en evolución sólo hay una cosa que no admite sustituciones y son los toreadores, nadie como ellos pueden liarse a pegar tal cantidad de trapazos sin ponerse colorados. Fíjense en El Cid, con que soltura pega unos trallazos y mantazos por la derecha, la izquierda y por donde mande la concurrencia, estirándose y contorsionándose para largar tela y mandar al animal allí a lo lejos, que es lo único que de momento manda este torero. Enganchones, banderazos y muestras de incapacidad, mientras algunos discutían en los tendidos si era mejor el hermano gemelo que venía hace años, o este que nos mandan ahora. Este tiene tal desgana que da la impresión de que preferiría estar de jurado de las misses el año que viene. Pero esta feria ha dejado para el recuerdo una aportación propia y es el quite del “por aquí, no, por ahí, no por…”, en el que el matador cita por el pitón derecho, inmediatamente cambia al contrario y vuelve al original, algo muy apropiado para hacérselo a un toro encastado y si encima se lo hace dos veces, será para ponerle un placa junto a la de la corrida más brava de San Isidro, la de Chotoria… perdón, don Victoriano del Río, en la que ya se podría haber probado eso de las misses en el primer tercio.

Además había dos toreros de allende nuestras fronteras patrias, incluso de allende de los mares patrios y de las aguas internacionales, de por México decían en los papeles, que ya es lejos, pero muy lejos. Que si quieres ir a comer allí el Día del Padre, hazte a la idea de que no vuelves antes del Día de la Madre, y lo mismo te pierdes los primeros desfiles de Miss España. El primero, Joselito Adame, se ganó ocupar el lugar dejado por el convaleciente Iván Fandiño, por sus actuaciones anteriores. Sí bien hay que valorar su disposición durante tosa la corrida, no perdonando un quite y arrancando más de un ¡ay! en uno por gaoneras, que si bien se coloca el capote a la espalda como el que se sobrepone un gabán. Aguantó las embestidas sin mover un pelo, con riesgo para las costuras del traje de luces. Pero en esta ocasión todavía le he visto más acelerado que en su anterior actuación y más conservador, poniendo en práctica los vicios de la Tauromaquia 2.0. Sin temple, haciendo parecer que la muleta era una bayeta. Quieto, pero sin manejar del todo bien las telas, muy perfilero, ofreciendo al toro la espalda en algunos cites y toreando como si lo estuviera haciendo para una plaza de un pueblo de provincias… Igual era esa la realidad y algunos nos dejamos deslumbrar por las apariencias, creyendo que estábamos en la de Madrid. Tras unas zapopinas muy bailadas, marcando la salida por un lado y escapando al otro. Mucho trapazo y pierna escondida, innumerables pases, sin que se pudiera rescatar uno, aunque sí que hay que reconocerle un trincherazo que de repente destelló como un fogonazo, pero el resto siguió igual. Un pinchazo y una casi entera atravesada y caída le hicieron cortar una oreja. Ahora a ver qué camino toma, el de la verdad o el de las apariencias.


Cerraba Juan Pablo Sánchez, que como casi todos, no se interesó demasiado por eso de la lidia y poner el toro en suerte. Comenzó con unos pases lentos por bajo a un toro que no se sujetaba en pie. Pico y echando el toro para afuera, pases y más pases sin emoción alguna, que prolongó en el segundo, sin aparente lógica en eso de ahora con la derecha, ahora por el izquierdo, pero con trallazos por ambos lados, banderazos y un excesivo abuso del pico. Acabó con un soberbio bajonazo, aunque la gente ya no estaba en esas cosas, el público ya estaba pensando en el futuro, ese futuro de alegría para el macho ibérico, cuando sea testigo de excepción en el Certamen de Miss España durante la próxima feria de San Isidro.

viernes, 7 de junio de 2013

Ya no estamos para nadie

¿Habrá recuperado Uceda la espada?

Si alguien llama a la puerta para ofrecerse para torear una tarde en Madrid, ya directamente le decimos que ya tenemos de todo, que vuelva el año que viene, que este ya no nos ni feria que planificar, ni ganas. Que vayan pasando los que quedan y ya, y además que se den prisita, no vaya a ser que se queden dentro los tardones, que igual se echa el cierre con ellos dentro. Tantas apreturas unas tardes y ahora no se llega ni a la media entrada. Lo siento por Taurodelta, con la ilusión que habían puesto en esto del Arte y la Cultura y ya ven lo poco agradecidos que son los públicos, si hasta los ha habido que ni han sacado las entradas para este apósito de San Isidro. No valoramos nada, tienen el detalle de juntarnos todas las corridas de toros de junio y julio en una semana y no estamos de acuerdo. Moraleja, el año que viene que se lo eviten y no nos pongan esta semana de rondón así por la jeta. Que no sé yo si la empresa llegará a esta misma conclusión en un futuro, con lo aficionados que son ellos a las ferias, miniferias, preferias, postferias, ciclos de novilladas, ciclos con novilleros, ciclo tímicos, ciclo nes, ciclo pes y toda clase de ciclos que uno pueda imaginar.

Un trabajo no valorado, lo que les habrá costado encontrar una mansada más, si ya no deben quedar mansos en el campo, ya parecía que habían venido todos. Si hasta habían elegido como presidente de la corrida a don Manuel Muñoz Infante, el azote de los mansos, que parece que los huele de lejos y si encima los llama y ve como se acercan en los corrales, ya no le queda ninguna duda. Qué pena que fuera su último día en el palco, cuanto lo van a echar de menos las figuras y público clavelero y orejero. Ya se sabe, siempre se van primero los mejores. El caso es que don Manuel tenía que estar afectado por su adiós y sin querer se le coló una mansada de las buenas de Juan Manuel Criado, de las que se les pone los toros al caballo y se lían a pegar cabezazos, sin que apenas se les pueda dar más de dos picotazos cariñosos. Y perdón por eso de poner el toro al caballo, es que uno es un antiguo y no logra borrar la terminología de antes; lo más torero era dejarlos en las inmediaciones del peto. No apretaban ni para comprometer al jinete, a lo sumo se quedaban allí a esperar. Si acaso el quinto, que se permitió el lujo de empujar cuando le tapaban la vía de escape. Uno potable que salió, el sobrero de González Sánchez Dalp, tampoco fue un manantial de bravura, se ajustaba más al tipo modernito que tanto se estila, casi muerto hasta el segundo tercio y luego en la muleta empezó a embestir con buen son, incluso sin la habitual bobonería que tanto se ve por esos mundos. Y quede como cosa curiosa el sexto que intentó varias veces saltar la barrera, pero su escasez de fuerzas no le permitió conocer otros mundos.

Uceda Leal, el torero que va a haber estado más años de promesa, despachó a su primero con pases sin ambición ninguna, trapazos sin mando, sin temple, sin gracia y sin nada, ya fuera con la diestra o con la zurda. En su segundo, el sobrero de González Sánchez Dalp, en cambio la cosa cambió casi repentinamente. Lo recibió a la verónica y de repente en un lance se percató de que allí podía encontrar “colaborador” (qué término tan torero, ¿verdad?). Pueden que hayan sido las mejores verónicas de lo que llevamos desde mayo, incluso de toda la temporada, que tampoco es decir demasiado. Pero bueno, a uno le despertaron del aburrimiento, rematando de una media monumental por el pitón derecho, con la planta erguida y con el toro metido en la tela, se lo enroscó alrededor de la cintura. Con la muleta se puso pesado, abusando del pico, de los estiramientos y retorcimientos, pegando tirones a un animal que exigía temple y que no le dejaran enganchar las telas. El toro se le marchó sin torear, pero antes pegó un estoconazo, haciéndonos recordar a aquel Uceda Leal que mataba como un tiro, Don Manuel le concedió la oreja. Será cosa de querer dejar un buen recuerdo en la parroquia. En el que no pudo matar Sergio Flores, su labor se limitó a intentar muletear a un animal que se quería ir constantemente y que entraba con la cara a media altura. Acabó con otra buena estocada, que parece indicar que si no ha recuperado el sitio de la espada, puede que esté en el camino.

El linarense Curro Díaz podía pensar de vez en cuando en esa leal parroquia de curristas que le acompañan siempre que asoma por la calle de Alcalá. Un torero que posee un tesoro, pero que parece que se le ha oxidado y que él prefiere las baratijas modernas. Ventajista, muy perfilero, casi citando de espaldas, sin ganas de nada, lo mismo retorcido que estirando el brazo exageradamente; y eso que aún con ventajas, en su primero dejó ver el aire de artista que tiene, pero si esto lo emplea en esconderse, pues no le sirve para nada.


Sergio Flores parecía una sucursal del ciclón que parece que está ahora instalado allá por el Golfo de México. Muy acelerado, dando muchos pases y sin dejar claras sus aptitudes y conocimientos de la lidia o de lo que es hilvanar una faena de muleta. Abuso de todos los trucos y modos del toreo moderno, resultó cogido una primera vez, aunque siguió en el ruedo para no parar de dar más trapazos, intercalando lo que se le venía a la cabeza, una nueva cogida que ya le hizo entrar en la enfermería. Quizá fue el fiel reflejo de lo ahora se entiende por torear, dar cuantos más pases mejor, si es a toda prisa da igual, la cuestión es abanicar al toro. Después de todo esto a uno ya le da mucha pereza todo esto, así que no se extrañen si alguien les dice que no estamos para nadie.

jueves, 6 de junio de 2013

Señor Morante y compañía, la honradez, honestidad y afición ni se compran, ni se estudian

Vicente Pastor, un ejemplo de honradez y vergüenza torera


Corrida Extraordinaria de Beneficencia que se llamaba antes la el festejo que se celebró el 5 de junio, pero que se podría pasar a llamar la chirigota de un señor que no se sabe qué pinta en Madrid, y más en este día, cuando la última vez que se pasó por aquí se choteo y quiso ridiculizar al público que pagó su entrada, para que él pudiera cobrar. Que uno siente más que nadie su accidente, pero si es por percances graves, aún espero a Pauloba, Sandín, Fernando Cruz y muchos otros que estuvieron en la línea de irse o quedarse aquí abajo. Otro caballero que va de artista supremo, de genio del toreo, que en la plaza de Las Ventas, que coincide que es la de Madrid, solo ha hecho tres o cuatro quites con el capote, geniales, pero tres o cuatro, pero que lleva años reventando tardes de toros exigiendo hierros, toros, a veces parece que también presidente y a lo mejor hasta público. Pero el señor no sólo se permite hacer el ridículo, sí, el ridículo, pegando mantazos y sin torear, poniendo posturitas de chapero de billares y sin mandar ni una vez en el toro. Eso sí, tiene cara y falta de estilo suficientes como para encararse con un aficionado, y gran parte de la plaza, de esta que era la primera del mundo, pero que ahora es una vergüenza dominguera y clavelera, le rieron la gracia y le regalaron una ovación, igual que se hace con los niños mal criados. Eso sí, ninguno de estos le echó cuentas cuando le pasaba la muleta por encima de la cabeza al toro. Y cerrando el cartel Sebastián Castella, monsieur Castelá, al que solo le importa que le llamen figura, que le traten como y no ver sufrir a los animales, que hace años se aprendió una faena de muleta y la sigue exhibiendo tarde tras tarde, le cuadre o no le cuadre al toro. La ha refinado eliminado riesgos, pero el público sigue sorprendiéndose con los numeritos de siempre.

No se avergonzaron al montar el espectáculo que se montó en toriles, ¿cómo lo iban a hacer si ellos son unos mandones del toreo? En el primer reconocimiento se dice que sólo pasó uno de Valdefresno, luego que se habían repescado dos más y que al final, para no tener que ponerse a devolver entradas, se admitió a uno más. La corrida fue parcheada con dos de Victoriano del Río, esa ganadería que dicen que ha sido la mejor de la feria y eso sin que la picaran. El primero ni admitió el caballo, so pena de reventarse contra el suelo, no se aguantaba en pie y además tuvo que tragarse los trapazos destemplados de Padilla y su cuadrilla. Banderillas del maestro, impropias hasta de un aprendiz, Pases fuera de cacho, trapazos echando al toro hacia fuera, carreritas para recuperar el sitio, para acabar con martinetes, molinetes  despegados. En su segundo no cayó en que igual sería bueno fijar al toro antes de liarse a pegar mantazos a discreción, aunque sólo fuera para poner el toro en suerte y no dejarlo a su caer allá donde pillara. Mal picado, trasero y tapándole la salida a un flojo toro de Valdefresno. Una faena plena de retorcimientos, abuso de pico, estiramientos contorsionistas para largar al toro allá dónde éste quisiera. Tanta falta de mando y colocación le costó llevarse un susto al verse cogido por el torillo. No sé si Juan José Padilla volverá pronto por esta plaza, pero al menos que venga con toros y que lo haga esperando su turno, a ser posible después de los que se han ganado anunciarse en esta plaza. Que seguro que en otras plazas ha estado “cumbre”, como dicen los taurinillos, pero lo lógico es que actúen esas plazas y no en esta.

El genio, el duende del toreo, ese que a todos nos ha hecho vibrar en algún momento y soñar su toreo de capote, parece que no acaba de saber cuál es la medida de las cosas. ¿Por qué hay que aguantarle sus caprichos matinales desde hace años? Antes bajo la portavocía de Curro Vázquez y ahora por quien sea, que no tengo el gusto de conocer. Hay que tragar con los toros que le parezcan bien, con los compañeros que no le molesten, hay que tratarle como un artista supremo, hay que soportar que si se le tuerce el ceño tiene el privilegio de decir “ahí os quedáis” y además hay que decirle a todo que sí, que es un maestro. Al primero le recibió con la rodilla flexionada, pero echándose hacia atrás y no hacia delante. El cebado novillote no tenía fuerzas y se limito a estamparse con el peto, mientras se simulaba la suerte de varas. Ni lo llevó al caballo, como mucho le puso al relance en la segunda vara. Trapazos por abajo, y signos de no querer ni verlo, más trapazos para machacar al animal y tras un pinchazo, un bajonazo. En su segundo comenzó su labor con trallazos largados sin torear. le picaron, que es un decir, trasero, para salir suelto hacia las proximidades de toriles, un quite al aire de Morante y los olés de los más fieles, que no cayeron en la cuenta de que a lo sumo le estaba abanicando. Picotazo en la paletilla y nueva huida del de Valdefresno. Tomó la muleta para trapacear vilmente al toro, derechazos citando de culo, intercalados de las correspondientes carreras para recolocarse una y otra vez. Como el maestro no se encontraba con su tipo de toro, se lió a pegarle mandobles con la muleta, por encima de la cara, por debajo, hasta dejar apabullado al animal. Ya me dirán si hay algo que pueda merecer el aplauso, más bien todo lo contrario, pero Morante no pudo aguantar el que nadie le criticara, él no está para esas cosas, él es sublime, no uno de esos con los que se mete el escandaloso público de Madrid. No tuvo reparos en encararse con el respetable y haciéndolo con descaro y sin el mínimo rasgo de humildad y vergüenza torera. Pero esos fieles, esos que beben los vientos por él, pero a los que parece que les importa un pito el que la Fiesta de los Toros sea despreciada, porque sólo viven para su torero, como perfectos corifeos le dedicaron una ovación y le rieron la gracia. Es que me parto, que gracioso y chisposo, que ya le veo en la nueva temporada del Club de la Comedia. Recordaba a un torero que nunca tuvo una buena tarde en Madrid, al que se le protestó y se le montaron verdaderas broncas de las de antes, pero que a lo que más se atrevió fue a poner cara de evidente cabreo, pero comiéndose cualquier reacción contra el público. Era Emilio Muñoz, un torero que a pesar de todo, la afición de Madrid le reconoce como un torero de una vez. Sufrió como nadie este público, pero nunca se revolvió y hasta ha llegado a decir que entiende a esta afición. Eso es ser torero, eso es ser honesto y honrado con este mundo, y no el chistoso del día, como parece que quiere ser el señor Morante, que a lo mejor tendría que pensar en acartelarse con toros y en torearlos y no abanicarlos.


Lo de Monsieur Castelá es un caso aparte, aunque en esencia es lo mismo que cualquiera de las figuritas que pisotean el Toreo tarde tras tarde, desde que eligen el ganado, hasta que lo mandan al desolladero. hay que reconocerle ese arte que tiene para hacerse invisible durante la lidia, siendo lo más comprometido a lo que se digna, a dejar al toro a su aire en el tercio de varas, eso que se llama la suerte del “ ahí te quedas”. A su primero casi le pican en la marca del hierro, aunque daba igual, el animalito no tenía fuerzas ni para pensarse eso de empujar, bastante tenía con aguantar en pie. Pero el galo a lo suyo, tiró de repertorio y venga a pegar mantazos enganchados tirando de pico, teniendo que recolocarse a cada momento, rematando allá por las nubes, pero él no pierde el ánimo, su mística es mucho más fuerte que todo eso. Siguiendo el guión, a su segundo nadie le fija, es más todo el que pasaba por allí le daba un capotazo, sólo faltaba el “aficionado práctico” con la camiseta del Círculo Taurino de Villaseca del Río Crecido. Con tan poca dedicación, el toro decidió irse a toriles, que al menos se estaba más calentito. Empujó con fijeza en la primera vara, mientras le tapaban la salida. En la segunda ya no recibió el mismo castigo, un picotacito y cabezazos para quitarse el palo. En banderillas hicieron saludar a Javier Ambel por dos pares en medio del lomo y sobre un pitón. La faena un calco de la anterior, con pases por detrás en el comienzo, siguiendo con muletazos distantes, enganchados y con el pico. El toro se le acabó yendo a tablas y él detrás queriendo seguir con lo suyo, sin cuidar ni terrenos, ni distancias, ni preocupándose por el dolor de espalda del respetable, que casi siempre es el último de la juerga. Eso sí, cada día más, echa de menos a los toreros de siempre que sabían que la honradez, honestidad y afición ni se compran, ni se estudian.

miércoles, 5 de junio de 2013

Cuestión de voluntad


La variedad con el capote, algo tan propio de los toreros mexicanos
Las vueltas que le he dado a esto de escribir sobre el añadido del Jarte, que de esto uno tiene la cesta llena, del jarte de no soportar ya ni un minuto más aguantando bodrios. Lo de la Cultura ya es pretender dar un barniz a esto que no deja de ser algo pretencioso y poco cercano a la realidad, pero al final me ha podido la voluntad de querer llegar al último día contando, aunque sin contar nada, porque no hay demasiado para contar.

La voluntad que le faltó a los de El Montecillo para ser bravos, aunque esto sea más cuestión del ganadero que de los pobres animalitos, que a la mínima se arrastraban por la arena intentando mantener el equilibrio, que salían como alma que lleva el diablo horrorizados de lo que daban en el caballo. Quizá habría que recuperar aquella idea de las diferentes tallas de pullas según el toro. Y a los que sean de la misma condición que estos ponerles un borlón con un pompón en la punta, para así no quebrar la voluntad de los de las patas negras, leales “colaboradores” con los muleteros, pero a los que no habían dicho nada de que les pincharían. Flojos y mansos., pero mansos de esos que piden a gritos las negras y que sirven para poner en evidencia al presidente, que se conforma con un amago y medio de picotazo, para poder cambiar el tercio. Incluso los matadores corrían para que no les devolvieran el toro a los corrales, ¿qué estaba sin picar? Y qué más da. En otros tiempos eso sería un suicidio y hoy, la única consecuencia es que el encargado de ponerse delante gastará menos en vendas, tiritas y agua oxigenada. Sólo fue medianamente “colaborador” el tercero, el que tenía más pinta de toro, manso como sus primos y hermanos, pero al menos sacó una chispa que daba cierta emoción a la faena de muleta de Joselito Adame.

Antonio Ferreras llegó dando la impresión de que él ya había pasado de curso y no tenía voluntad de subir nota; no la necesitaba, porque para lo que él quería le daba de sobra la media, con lo hecho seguro que podrá pedir algo más de dinero en esas plazas del mundo y a lo mejor hasta actúa en algún sitio más. pases a toro pasado, numeritos de hacer quiebros y requiebros, para después liarse a pegar pases citando desde fuera, con el pico, intercalando muchas carreras y cuando parecía que el cuarto le iba a sobrepasar, tomó el estoque y punto, no fuera a ser que le hicieran devolver lo conseguido.

Serafín Marín llegó tan desorientado y desganado que daba la impresión de no tener ninguna voluntad de salir del hoyo en el que se encuentra desde hace ya bastante tiempo. Ausente y toreando con el piloto automático, queriendo aplicar la faena de siempre a todo lo que se le pusiera por delante, lo mismo un novillote de El Montecillo, que un caballo de picar, que el delegado de la autoridad. Uno ignora el motivo de todo esto y por qué salió de las ferias en las que era un habitual, pero así será difícil retomar aquella vereda.


Joselito Adame, que hubo un tiempo en que le faltaba esa voluntad tan necesaria para ser torero y más para ser un fijo en las ferias, en las últimas actuaciones en esta plaza ha dejado bien claro que su actitud es otra. Ahora le sobra voluntad y quizá lo más complicado para él sea dominar esa fuerza y encauzarla para alcanzar sus propósitos. Intervino en quites en los toros de sus compañeros y no se arredró al recibir a su tercero, tragando sus parones y sus escandalosas huídas de los caballos. Comenzó la faena con unos estatuarios a un toro que parecía un moribundo, continuó muy bullanguero, no queriendo ceder en la pelea, consiguiendo un derechazo completo y de calidad, aunque también los hubo enganchados, la mayoría. De los naturales posteriores, otros dos para recordar, pero insertados en una cadena de enganchones y pases sin demasiado temple, la verdad. Pero hay que valorar el poder ver un natural rematado atrás. Ayudados por bajo flexionando la rodilla, en los que se valoraba más la intención que la ejecución, pero si es necesario claudicar a ver el toreo para ver si los toreros se administran sus buenas dosis de voluntad, pues amén. Acabó con entera muy caída, lo que no fue obstáculo para que se le concediera la oreja. En su segundo salió desde la portagayola a llevarse esa segunda oreja, derrochando eso que tanta falta hacía, voluntad. Quite por zapopinas, que aquí llaman lopecinas y un comienzo de faena vibrante, citando desde los medios, pero la cosa no estaba para arriesgar y esas buenas maneras del tercero en el que en la mayoría de los casos adelantaba la pierna de salida, ahora quedaban archivadas. Ese no querer perder se tradujo en abuso del pico, retorcimientos, demasiado espatarrado y con la izquierda tirando con la uve de la muleta del animal, echándole hacia fuera y escondiendo la pierna de salida. Despertó al público con detalles toreros, pero un buen toro para la muleta, que no para otra cosa, se llevó las orejas puestas. Habrá quién diga que fue por culpa del descabello, pero si se piensan un poquito las cosas, lo mismo llegan a la conclusión de que otra oreja habría sido excesiva, a pesar de la buena voluntad del respetable que gusta de ver salir a hombros a los jóvenes toreros rebosantes de… ganas y voluntad.

domingo, 2 de junio de 2013

Los Cuadri ya no van a protestar, pero que tampoco se crezcan



Los Cuadri con más lámina que esencia
Las ganas que se tenían de ver a los Cuadri, en una feria en la que se ha declarado la corrida de Victoriano del Río como la más brava del ciclo. ¡Ay, señor! Entonces ya me explico yo muchas cosas. Nos han cuadriculado la sesera, ya no sólo son los torerillos enaltecidos por esa trama pseudo taurina, mercantilísta y pancista, que llevan su ejercicio gimnástico taurino en el petate, como si se tratara del equipo de natación sincronizada de Toritochistán, y se lo quieren enjaretar a todo animalillo encornado que se les ponga al paso. Lo mismo da un monoencastizado torillo, que un caracol, que un ciervo, que un cónyuge coronado. El camino que va del toro al torero ahora nos lo invierten y lo cubren del torero al toro, y el que no se adapte, el toro por supuesto, es que es malo de mandar al fuego eterno. Así que muy bien por don Victoriano del Río, al que felicito por tener un premio, pero al que le doy el pésame por tener cada vez menos, una ganadería de toros.

Pero vamos al problema que nos ocupa, la corrida de Cuadri. La gente salió muy decepcionada, echando en sus espaldas el fiasco de tarde; no les voy a decir que yo salí feliz como una perdiz, a no ser por la compañía, por los amigos reencontrados y reconocidos justo antes de meterme en mi grada, pero los vi mejor de lo que se dice y a la terna la vi bastante peor de lo que me cuentan. Incluso alguno me indignó profundamente, porque uno no lleva demasiado bien eso de que le quieran tomar el pelo. Es evidente que los toros tuvieron una actitud demasiado pasiva en el caballo, de acuerdo que se dejaban pegar, pero a lo sumo empujaban un poquito, aunque más parecía que por apartar aquello de en medio, que por querer atacar y salir vencedor. Pero luego sí que iban a la muleta y la seguían allá donde se la pusieran, incluso mejor por abajo que por arriba, pero eso iba ya por cuenta de terceros, a los que se les valora enormemente simplemente por haber estado allí delante.

A los matadores creo que se les debe exigir ese valor para estar delante, pero también el que tengan los conocimientos y recursos para entender al toro y hacerle lo que éste pide y no todo lo contrario. El primero de Trigueros salió parado y enterándose, lo que tampoco suena raro en esta ganadería. Se frenó en el primer capotazo, mostrando un viaje más corto por el izquierdo, por el que revolvía antes, aparte de por ahí se acostaba. En la primera vara lo dejaron de mala forma, empujó sin meter la cabeza, pero ya he dicho que sin ningún afán. Lo dejaron en la siguiente de cerca y aparte de su poco celo, ya mostró que el palo no era algo que le gustara y cabeceaba para ver si se quitaba esa molestia del lomo. En banderillas iba con la cara alta y esperaba por el lado derecho, no dando facilidades a los rehileteros. Allá que se fue Robleño a pasarlo de muleta, directamente al cuatro, no demasiado lejos de toriles, un poquito más allá del tercio. El toro iba mejor de lo que había dejado ver hasta entonces y si le bajaba la mano, la cosa mejoraba. Empezó a perseguir la muleta como si esperara pelea, eso sí, cuando no se le sometía, iba como un mulo, entrando sin humillar y como si pasara por allí. Por bajo mostraba más agresividad y el viaje se prolongaba más, aunque también es verdad que así apretaba más al torero y le exigía más. Pero si don Fernando Robleño se veía más cómodo sin que le achuchara, pues para que pasar un mal rato. En esa comodidad y ese no ponerse en el sitio, al final se vio arrollado por el de Cuadri. Se lo quitó de en medio de un bajonazo pero me quedó la sensación de que no quiso, aparte de una lidia inexistente.

Pero Robleño tenía la oportunidad de sacarse la espina con el cuarto, el toro de la discordia, ese castaño que tenía viaje para Ceret, pero que al final se cogió el AVE para Madrid. Un toro que parece ser, sólo parece ser, que algunos no querían encontrárselo en el ruedo por nada del mundo y que al presidente no le agradaba por pensar que no le gustaba la forma de embestir que él predecía en los reconocimientos, hasta se decía que le parecía que iba a resultar manso, vamos que hasta pudimos quedarnos sin corrida por un quítame allá ese castaño. Este era el relato que circulaba entre los aficionados de Madrid que esperaban a Brigada con los brazos abiertos. Y salió el buen mozo al ruedo, frenándose y revolviéndose en el capote. ¿Para qué queremos más? Olisqueaba, esperaba, se mostraba incierto, recortaba por el derecho, regateaba a los capotes. Su presentación no era la mejor imaginable, pedía a gritos una lidia seria, rigurosa y atenta. Derribó en el primer encuentro con el caballo, empujando con la cara alta, más arrollando que otra cosa. Entonces se lió un tremendo pitote, los peones mal, pretendiendo incluso llevarlo hacia un caballo que los monosabios intentaban levantar. En la segunda ya se ocuparon y se preocuparon de que al toro se le diera leña como para pasar un invierno. El toro empujaba y cabeceaba, al tiempo que le tapaban la salida. Ya en banderillas hasta metió la cara en algún par. Trapazos ratoneros en el inicio de faena, donde se empezó a ver que el animal iba y seguía el engaño. Pero claro, el que un toro de este tipo vaya no es que uno se pone y va y viene; hay que poderlo en cada muletazo para meterlo en la canasta, no se le puede ahogar, ni pretender que vaya sin cruzarse, sin ponerle la muleta plana. Lo del pico y citar desde fuera, no vale. Robleño no sabía por donde meterle mano, muy desconfiado, se empeñó en no dejar ver al toro y en que se quedara parado. Y cuanto más desconfiado se le veía, más encima se metía. Seguro que estoy equivocado y lo que hizo el madrileño fue una gesta histórica, pero yo sinceramente me sentí engañado y defraudado, porque no es sólo que no diera el paso para adelante, sino que lo dio a un lado, haciendo ver lo que no es.

El segundo, primero de Javier Castaño, ya de salida mostró ciertas dificultades que obligaron al espada a darse la vuelta para irle cediendo terreno al toro, algo que perfectamente podría haber hecho un peón, para después aparecer el maestro a torear de capa. Incapaces de colocarlo en el caballo, en la primera vara le taparon la salida, el picador barrenaba, no fuera a ser que se le viniera arriba. Pero el Cuadri de momento simplemente se dejaba hacer. En la segunda se acercó el animal él solito, empujó ya algo más, le taparon la salida y acabó saliendo suelto. en el esperado tercio de banderillas, Fernando Sánchez clavó en la cara, con esa forma tan personal de acercarse al toro, llegándole mucho y consintiéndole él bastante. David Adalid puso un par a toro pasado y el otro sobre un pitón. Castaño recogió al toro a una mano y por alto, quizá le levantaba demasiado la mano, pero aún así, el toro iba detrás de la tela, allá donde se la pusieran. Mucho pico y trapos al cielo, el brazo muy estirado, mientras el animal seguía con la esperanza de que alguien le toreara de una vez. Trapazos y más trapazos a una malva y como el salmantino veía que aquello no subía, pues el recurso del arrimón de plaza de tercera, que incluso arrancó algún aplauso y todo. Pero uno cree que se le fue sin torear. Y tengo que insistir siempre que es lo que uno percibió, porque todos vemos lo mismo, pero lo percibimos de manera diferente. Que no se trata de pontificar, pero sí de opinar.

En el quinto se produjo el éxtasis, aunque puede que fuera también una continuación de lo ocurrido dos días antes, en los que Madrid se quedó un poco por debajo de lo que exigían las circunstancias, algo casi cotidiano en los últimos tiempos, pero que en esta ocasión tuvo la oportunidad de arreglar el desarreglo. Salió el cuarto, soso, muy soso. Le llevaron al caballo y le dejaron mal colocado, quizá por influencia de los usos modernos, pero es que al toro hay que dejarlo no sólo lejos, muy lejos o debajo del peto, también influye el dónde. Se quedó unos metros fuera de la segunda raya y el toro no iba ni a empujones, ¿por qué? Porque estaba pendiente de los capotes que andaban por allí. La cuestión era que o los de las monteras se alejaban más hacia el 10 o al toro se lo traían más hacia el 6, pero no, que si quieres arroz Catalina. En el primer puyazo Tito Sandoval, ya San Tito para muchos venteños, le cogió trasero y le tapó la salida, y de esas que se vio como el toro se lo llevó hacia fuera, sin respetar rayas, ni rayos. En la segunda vara, con el toro cerca, casi se lo meten debajo del peto, al arrancarse el animal y no darle tiempo a reaccionar a San Tito, tuvo el detalle de no picar, de levantar el palo y esperar a que se lo colocaran bien en suerte. Es de agradecer el que no aprovechara la oportunidad y le arreara un marronazo de época. De nuevo se lo colocaron, pero el toro estaba con los capotes y no con el caballo, lo que en esta ocasión no dice tanto a su favor, porque ya sabía que allí hacían pupa, aunque el de arriba fuera un santo, pero no San Francisco de Asís, sólo San Tito. Ahí sí que el jinete toreó, picó en el sitio y mantuvo el caballo firme, midiendo muy bien el castigo. El público ahí encontró la primera válvula de escape y estalló en un gran ovación, pero esto sólo había empezado. Allá que fue el dorado dúo de plata con los palos en la mano. David Adalid quizá con más ansiedad que en otros días, clavó a toro pasado, un par en el que dejó sólo un palo y otro más que solicitó al presidente, también un tanto pasado. Fernando Sánchez, el de las patillas, se dejó ver, inició la marcha de chuleta despreocupado hacia el toro, concentrando toda su atención en él y de nuevo llegándole mucho le provocó la arrancada y dejándose venir al Cuadri le dejó un gran par. La plaza primero se puso en pie y luego boca abajo, les obligaron a dar la vuelta al ruedo acompañados de Marco Galán, que tan bien brega para facilitar el lucimiento de sus compañeros. Allá que fueron los tres recogiendo ovaciones, con el paso acelerado, porque el quinto de la tarde aún estaba allí en medio. Llegaron a la altura de toriles y Madrid hizo salir a su santo patrón del tercio de Varas, San Tito Sandoval. Siguieron paseando su humildad, entrega y torería con paso ligerito, permitiendo que Las Ventas solventara la carencia de su última actuación, en la que debió hacer que se reconociera de forma más notoria su labor. Hubo sensaciones y expresiones para todos los gustos, mucha emoción, lágrimas incluidas, los vellos de punta y sobre todo como se rinde una plaza ante unos toreros que quieren serlo. Que no creo que sea el momento para criticar su oposición a la inclusión del castaño en la corrida, pero luego en el ruedo se comportaron como exigen las normas no escritas de la torería. Pero ya se sabe que dura poco la alegría en casa del pobre y allá que marchó Castaño con su muleta para empezar con un soberbios trallazos por el pitón derecho, trapazos sin temple, acelerados, banderazos enganchados, igual con la derecha que con la izquierda, la mano alta, pases de uno en uno, llegando a la vulgaridad y evidenciando que es mucho más honrado y generoso que buen torero. Quizá el Cuadri tenía algo más de lo que vimos, yo creo que sí, pero el charro no nos lo mostró.


El tercero, Luís Bolívar no se ya si calificarlo como la esperanza que ya no es, al que el futuro ya le llegó y no resultó como podía parecer, o simplemente uno más del montón, que además de soso es muy previsible y monótono. Su primero llevaba las patas a rastras. Lo puso de lejos en la primera vara y el animalito se fue acercando por su cuenta pasito a paso. Le taparon y él no empujó nada, pero nada. Flojeaba además bastante. Una vara señalada desde muy cerca y punto. Se dolió en banderillas aunque también es verdad que tuvo buenas arrancadas por el pitón derecho. Bolívar comenzó citando de lejos, pero tuvo que ir acortando las distancias, lo intentó de nuevo con la salida a los medios, que era su querencia. Citaba desde muy fuera y con el pico de la muleta, mal colocado, el toro muy flojo, iba al paso. Se lo quitó de en medio en espera del siguiente. El sexto y último de la feria, que empezó allá por… el siglo XVI o XVII, fue recibido con una ráfaga de mantazos. El animal iba allá donde le decían, que aquí, aquí, que allí, pues allí. Le costó arrancarse al caballo, muy pendiente de los capotes, de lo que se dio cuenta Bolívar, pero nadie más. Acabó yendo desde muy cerca, le taparon la salida, volvió a tardear en la segunda vara, pero como en el otro toro, ya sabía lo que allí había, lo que quiere decir que si no iba no es porque estuviera pendiente de los capotes porque fuera donde había visto pelea. No se le castigo apenas. En la muleta mucho trallazo tirando el toro al suelo, pases de uno en uno, no sabe entender al toro, pretende que el toro le entienda a él; el animal va bien con la mano baja, capricho que jamás le da el matador, que le acaba aburriendo. Trapazos, trapazos, Sin temple, esa medicina tan buena y que tantas cosas arregla en el toro. Pero bueno, aquí se acabó todo, los Cuadri mejor de lo que parecieron, aunque ruego que no se tome esta frase de forma aislada, pues creo que ya je dejado clara mi opinión, y los toreros peor de lo que se dice, a mi parecer. Ahora dos días libres de toros y a por el Jarte y la Kultura.

sábado, 1 de junio de 2013

De toros a Cérvidus Mansurronis Samuelensis

Y vuelta a la ausencia de la lidia


Les juro que lo de Samuel un día eran toros, con fortaleza, no tan exageradamente corralones y que hasta eran del gusto de algunas figuras, como el insuperable en lo suyo, el maestro Enrique Ponce I de Xátiva y V de su barrio. Si le gustarían, que incluso pensó que podría mejorar la ganadería. Lo que no pensó el ganadero es que el maestro Ponce es un amante de la caza y entre caza y toro sale un híbrido entre toro y ciervo, el Cérvidus Mansurronis Samuelensis. La ilusión que tuvo que poner don Samuel al ver como un maestro se implicaba en el progreso de su ganadería. Si hasta estaba pensando en comprarse un traje nuevo y abandonar ese traje gris que tiene para las grandes ocasiones, que vaya que no le ha salido bueno, con los años que lleva luciendo ese terno gris perla. Pero parece que se le han soltado las costuras, las coderas están pasadas por el roce, el forro habría que cambiarlo, remendar los bolsillos por dentro y repasar los botones, vamos, algo parecido a lo que igual le vendría bien para su ganadería. Es como si hubiera decidido hacer los remiendos con hilo verde puñeta, poner parches en las coderas con retales de una camiseta del bar “El Coscorrón” y el forro con unos desechos de la tela que sobró de las cortinas de la ducha de su casa. Esperpéntico ¿no? Pues eso, como el hierro de Samuel Flores.

Nos echó de primeras un animal que casi arrastraba las patas, muy flojito, muy parado, viendo a ver que pasaba allí. Un toro colín, que parecía que se hubiera pillado con una puerta en el campo, porque ya saben que hay quien pone puertas al campo. Molestaba especialmente el viento, lo que dificultaba la tarea de los de luces. Le ponían al caballo y se iba sin querer saber nada de aquello, las cuadrillas y el confirmante Pérez Mota se esforzaban, pero tampoco tenían demasiada maña. Se le picó poco y de mala forma, en el de tanda o el que hacía la puerta, se iba del caballo a buscar las tierras en las que mejor se sentía, allá hacia toriles. Se puso bastante peligroso, se dolió muchísimo de los palos y cada vez se le acrecentaba la querencia a toriles. Durante una larguísima ceremonia de confirmación, los peones se hartaron de pegarle capotazos para sujetarle en un burladero. Pérez Mota empezó por arriba, se le revolvía, se defendía mucho, se acostaba por el derecho y el torero lo intentaba con muletazos sin mando alguno, lo que hacía que el peligro fuera mayor. Quizá era necesario mucho más mando y poder que eso. Contra el molesto punteo de las telas sólo se le opusieron trapazos intrascendentes, que le acabaron llevando a toriles. Metisaca y bajonazo pescuecero.

Antón Cortés, al que un día se le puso el cartel de “artista”, lleva tiempo haciendo sitio al de incapaz y vulgar. A un toro excesivamente cornalón, muy corretón y al que nadie fue capaz de fijar en los capotes. Así el ciervo se pensaba allá por las sierras en Cazorla y los de luces que estaban en las fiestas de su pueblo, en la capea de los mozos. Dos picotazos según salían los picadores por la puerta de cuadrillas y el animalito escapó de allí haciendo fu como el gato y tirando coces, por si alguien le seguía. Mientras el toro entraba al caballo cabeceando para quitarse el palo y con la cara alta, el matador andaba por allí en una parcela donde hacía un rico solecito. Después le metieron debajo del peto y le dieron más leña que en la primera vara. Cortaba bastante por el lado izquierdo, se revolvía. Pero ante estas dificultades Ángel Otero se vino arriba y dejó un magnífico par por el aguante, por ganar la cara del toro y tragando saliva metió las manos, clavó y se fue de allí viendo revolotear los pitones en trono suyo. Mantazos por abajo, banderazos, tanteos como si buscara una grieta en un muro, mientras el de don Samuel se defendía sin parar. Enganchones, desconfianza y tras un pinchazo escapando, un glorioso bajonazo.

A Rubén Pinar, quien un día parecía candidato a sostener el cetro del toreo en Albacete, le salió una cabra con cuernos, que no aguantaba en pie. Le devolvieron el dinero por la compra y se fue a otra tienda a buscar un sobrero de Aurelio Hernando, un jabonero sucio con la sangre de Veragua, que igual le hizo pensar al torero si no era mejor el otro inválido. Entraba al capote muy rebrincado, para evidenciar la poca pericia de Pinar con este telón. Un golpe de aire y no tuvo más recurso que echar el capote a un lado y él escapar hacia el otro. El jabonero se fue suelto al caballo, vara trasera que le hizo cabecear al notar el palo. En la segunda se le pegó quizá por demás, especialmente si tenemos en cuenta que fue trasera. Echaba la cara arriba por el pitón derecho y el matador lo recogió con trapazos por abajo, hincando la rodilla en la arena, pero cuando ya había pasado el toro. Sin dar opción al torero a reaccionar, el toro se le venció por el pitón derecho en el primer muletazo y le enganchó malamente, haciendo pensar que le había calado, pero afortunadamente pudo seguir la lidia. A continuación todo se resume en mantazos y en estar a merced del toro, con muchas carreras y muy descompuesto.

De nuevo Antón Cortés se disponía a demostrar su arte, cuando vio aparecer un perchero estilo Luis XV por la puerta de chiqueros, creo que excesivamente cornalón y lo mismo que pienso que un toro enorme y cebado no es sinónimo de trapío, tampoco lo es uno feo y con esa arboladura, hay que intentar ser lógico. Si además añadimos que no embestía, que arrollaba y que los de luces parecía que le presentaban el telón para ver si lo atravesaba, pues el resultado es que aquello se convirtió en la casa de Tócame Roque. Al ciervo con la cara muy alta, le taparon en el caballo y quizá el mejor rasgo del animal fue que simplemente se dejó picar; ya es exigir poco. En la segunda vara tuvo que ir el caballo al toro y no al revés. ¿Y Antón Cortés? Pues debió pensar que desde el estribo derecho se veía muy bien el espectáculo, sin caer en que él era el que tenía que lidiar y estoquear a aquello. Volvió una tercera vez para pegar cabezados en el peto, por si alguien tenía dudas sobre lo que llevaba dentro. Peligroso en banderillas, esperando y recortando por el pitón izquierdo. Cortés le recogió con unos trapazos, con mucha inseguridad, incómodo con el gazapeo del toro, muletazos con el pico y enganchados, alargando en demasía el trasteo de una forma que nadie entendía. Acabó con una entera caída soltando el trapo al viento.

Pérez Mota tuvo que tratar con otro ciervo, como no, más propio para que pastase por los montes de El Pardo que para ser lidiado en la plaza de Madrid. Le toca el picador reserva y sale casi pegando voces y pidiendo socorro. Nadie se dispone a pararlo. En la primera vara le tapan la salida y evidencia que no quiere tener el palo en el lomo. Lo mismo que en la segunda, de la que además se fue suelto. En el segundo tercio no metía la cara y se dolía de los palos. El espada más que ir a torear parecía ir a la guerra a pelearse con el animal, muchas carreras, enganchones, banderazos, ratonero y trapacero. Una estocada que pareció que estaba en todo lo alto, pero que luego se vio que se había ido un poco caída.


Rubén Pinar parecía que tenía la situación bajo control, cambió la lidia al burladero del 7, pero las cosas no debieron empezar según sus planes. No fue capaz de fijarlo, estaba a la deriva dependiendo de lo que quisiera el toro, no pudiendo ni ponerlo en suerte correctamente. Así fue suelto y desde dentro a topar con el caballo, para que el picador le cogiera bien con el palo. Una segunda vara se quería quitar a cabezazos y que le hizo salir suelto. En la tercera entrada le hicieron la carioca para al menos poder administrarle algo de castigo. El tercio de banderillas fue una capea, el toro muy suelto y convirtiéndose en el dueño del ruedo. Con la muleta Pinar no le lograba sujetar y se pasó el tiempo con un trapazo y una carrera detrás del animal para ir a buscarle por toda la plaza. Pretendía hacerle la faena al uso y el ciervo de Samuel no se había enterado de lo que tenía que hacer. Muy pesado, demasiado, quedando en evidencia sus escasos conocimientos de la lidia, pues si bien era un toro abanto, lo que no puede ser es que no se haga absolutamente nada para intentar solventar este defecto. Ahora habrá que esperar para ver si el ganadero de toros de lidia, don Samuel Flores, se decide por continuar haciéndolo o si monta un parque temático con ciervos, muflones y señores con taparrabos simulando la caza con arco.