martes, 25 de junio de 2013

Madrid de las mil caras

Los toreros de Madrid, cuando esta tenía una personalidad mas... rigurosa


Que tiempos aquellos en que Madrid era la primera plaza del mundo, que no la menos mala; que tiempos cuando se hacía respetar y no había tonto, espabilado, necio o estúpido que se le pusiera gamba a este público, cualquier cosa, menos permitir que los de abajo sobrepasaran la línea que separaba el ruedo de los tendidos; que tiempos en los que la dignidad y vergüenza torera hacía que los matadores rechazaran las orejas que creían no merecer, o que una parte importante del público lo manifestara así; que tiempos en los que el público sabía lo que quería, con un criterio claro, duro y flexible, serio y entregado, siempre teniendo en cuenta el toro; que tiempos en los que salía el toro por la puerta de chiqueros de la plaza de Madrid; que tiempos en los que todo el mundo la tomaba como modelo y no se intentaba ponerla al nivel del resto de plazas, de Albacete, Valencia, Salamanca, San Sebastián, Badajoz, Olivenza, Medina del Campo, Alicante, Castellón, Antequera, Marbella o Benidorm, por decir algo. No existía la influencia de los gurús de la Tauromaquia 2.0, esos con bigote o esos hooligans expertos en justificar y alabar todo lo que hagan las figuras, aunque sea sodomizar a los mansos. Lo que han cambiado las cosas. Veinte años no es nada, decía la canción, pero si nos fijamos en las Ventas y sus habitantes, ha bastado ese tiempo para que no reconozca a esta plaza, ni la madre que la fundó.

Por si quedaba alguna duda, durante las ferias de mayo y junio en Madrid hemos podido comprobar como esta plaza ha acabado encallando en la vulgaridad y el gusto pueblerino, ramplón y rebosante de ignorancia, donde cualquier cosa importa más que el toro. El público se deja engañar a conciencia, aún aburriéndose como desesperados, siempre y cuando se corten orejas; en ese momento se entregan al espejismo del triunfalismo. La antigua afición madrileña se caracterizaba por estar estructurada, por repartirse por distintas zonas de los tendidos, gradas y andanadas, que respondían al unísono ante el fraude, las trampas, la ordinariez, la ineptitud, el exceso de bisoñez o todo aquello que se apartara de los fundamentos de la lidia, sin que ningún sector se permitiera erigirse en guardián de los valores de la plaza. Pero las cosas ya no son así.

Aunque haya quien no lo crea, los nuevos dueños de Madrid son los que visitan esta plaza un puñado de veces al año, las que deciden en la peña del pueblo que todos los años organiza un viaje con autobús y todo, las que se acompaña al torero local y poco más, pero son los amos. Con eso de los abonos, tienen que sacar entradas en el sol, que es justo donde empiezan a escucharse los ¡bieeejjnnn! y donde se ven los primeros pañuelos. El foco se ubica en el 5, con extensión hacia el 4 y el 6. Ahí empieza la locura y el sin dios del triunfalismo. Ya puede Manzanares pegar una fanfarria de toreo distante, amanerado y crispado, que liarse Perera a pegar trapazos hasta llegar a mil, que ponerse Jonathan del Álamo a cucamonear alrededor del toro acabando con un solemne bajonazo, cae el toro y aparecen unos cuantos pañuelos que acaban contagiando a más “aficionados” de Madrid, hasta que el señor agente, el del palco, saca el suyo, mientras los mulilleros van a paso de Regulares de Ceuta o Melilla. Fuera de mayo el germen nace con unas tímidas palmitas durante la faena, allá por el nueve, que es de donde deben ser las invitaciones. Eso sí, en cualquier caso, una vez acabada la corrida, procuren no entretenerse, porque con todos esos autobuses por medio, se lía una gorda para tomar la M-30, que es por donde mejor se coge la carretera para salir de la capital.


Estos se van felices, han conseguido orejas, han insultado a los del 7, han retado a los listillos a que bajen ellos y han merendado como un marqués. Las cervezas un poco caras, pero para una o dos veces que se va a los toros, aparte de las de las fiestas locales. Se cabrean porque se protestan las sardinas, porque se pide a los picadores que piquen y a los toreros que toreen, pero lo que disfrutan cuando un monosabio colea al toro, cuando el picador ni señala la vara, cuando la montera cae bocabajo, cuando el toro desarma al torero, cuando pincha en hueso, cuando se contonea por el ruedo estorbando la lidia, cuando exagera el esconder la pierna, el retorcimiento y sobretodo cuando se lleva el toro cerquita. Esa es la plaza de Madrid ahora, que ve a un tío vestido de luces que se encara con el público, esos que pasan por taquilla y se dejan la pasta, y se mondan de risa y además les aplauden como locos y lo comentan con los paisanos, mientras escupen migajones del bocadillo que se trapiñan a dos carrillos. Habrá un día que hacer una antología de citas de estos… señores: “Baja tú”, “Payaso”, “Hijo p…”, “cabr…”, “Me la vas a…”. Si Castelar levantara la cabeza, estoy seguro que los nombraba asesores para sus discursos; hay que ver lo rico que es el castellano y el ingenio patrio, y lo burdos y zafios que son estos valentones que insultan a los del 7 desde el 5, bien lejitos, no vaya a salpicarles un bofetón o los migajones de la merienda que llevan estos añejos aficionados. Pero ¡ay! el 7, pobres, con lo que supusieron en las Ventas y con lo poco que pintan y además, últimamente con borrones, pinceladas toscas, torpes y con goterones manchando la obra. Cuantos se han colado en ese tendido haciéndose pasar por aficionados, mientras que sólo son vociferadores sin convencimiento. Y no saben lo que me duele decir esto. Que no veo mal la protesta, nada más lejos, creo que es algo imprescindible en estos momentos, es más, creo que ya ni se protesta, solo eso, de vez en cuando se pega un berrido y vale. Es como si los que sabían se hubieran hartado y hubieran abandonado, bastante comprensible por otra parte, y hubieran tomado la bandera de seriedad otros que no están a la altura. Tan desnortados andan, que lo mismo empujan a dar la vuelta al ruedo a un amigo, que se callan y no protestan con otro, que se alinean con un tipo de torero y le consienten todo, todo y durante años. No creo que esta sea la solución, vale que hay que ser flexible y todos los coletudos tienen derecho a un día malo, pero muchas veces parece que les guían más las preferencias personales, que las taurinas y eso no es bueno para la Fiesta, ni para mantener la seriedad de la plaza, ni la credibilidad de esos aficionados. Eso sí, ellos se creen que son los únicos que protestan y que soportan el prestigio de Madrid. Pero que no se agobien, que no se arroben tanta responsabilidad, que miren a su alrededor y acepten la ayuda que en forma de protestas les prestan otros aficionados, que no son “talibanes”, como a ellos les gusta llamarse a si mismos. Qué poco me gusta la palabrita, esa que en árabe significa estudiantes, pero que ellos han tomado como los más puros de los puros. Pues hasta el término está mal elegido. ¿No les valdría intentar llegar a ser… aficionados? Ya me gustaría a mí alcanzar semejante honor y que un día pudiera llegar a considerarme como tal, lo que cada día se complica más, especialmente si tu plaza, aquella que te enseñaba y te dejaba sentarte al lado de la cátedra del toreo, justo antes de convertirse en “Madrid de las mil caras”.

8 comentarios:

Xavier Gonzalez Fisher dijo...

Don Enrique: Si la traducción de "talibán" al castellano es "estudiante", quizás no estén equivocados quienes agazapados pretenden insultar calificando así a quienes les exigen... más bien, simplemente reconocen que esos exigentes estudian y conocen esta fiesta.

Mi enhorabuena.

Anónimo dijo...

Madrid ya no es la primera plaza del mundo. Es la menos mala, lo cuál dice muy poco a favor de la trama taurina que estamos viviendo.

Ayer un amigo coreaba eso de:
¡Vuelve Platanito!

Un saludo
J.Carlos

Luis Cordón Albalá dijo...

Qué cabreo me ha producido leer tu entrada, Enrique, ya podrias haberte liado a contar chistes. Entre otras cosas porque todo lo que dices es verdad. Al final, los que pagamos todo el años quedamos como comparsas mientras que los que vienen cuando torean las figurillas tienen que ser los amos del mundo por cojones. Sinceramente te lo digo, con gente así cada vez me da mas asco ir a los toros, luego protestamos y en mas de una ocasion casi hemos salido a palos. En fin...
PD: A mi tampoco me gusta lo de "taliban", en plan colegas ironizando si, pero llamarmelo a mi mismo ni de coña, como tu bien dices soy AFICIONADO A LOS TOROS al que no le gusta que le tomen el pelo ni que vengan unos cuantos de fuera dos o tres veces al año como mucho a dar lecciones.
Un abrazo

MARIN dijo...

Puff Enrique, es que esto es tan sencillo como complicado. Es mas, no sé si yo sería la persona mas indicada para intentar explicarlo.

Hemos visto toros en las ventas y todavía recuerdo aquella frase que me dijiste: "Es que tu no lo ves igual que nosotros ¿no?". Pues lo veo de igual manera, lo que pasa es que no lo expreso de igual manera. Ni me gustan esos del siete que protestan todo y no tienen ni el mas mínimo respeto por el torero (sea quien sea), ni me gusta decir olé por cualquier cosa.

El problema creo yo que está en que los que de verdad entendían de esto, ya no están. Los han aburrido y los han echado de las plazas entre espectáculos faltos de emoción y precios por las nubes. El caso de Madrid no es el precio, sino la falta de emoción. De hoy en día el/la que va a los toros solo van a pasar la tarde, a ver al torero del pueblo y que a los cinco minutos de acabar el festejo ya no se acuerdan de nada de lo que allí ha pasado. No saben de que va un tercio de varas porque nadie se lo ha enseñado, y cuando ven un tercio de banderillas como Dios manda, aquello parece el mayor espectáculo del mundo (con permiso de King Kong) cuando debería ser algo normal bien hecho. Ni hablar tiene de ver un toro como Dios manda. Con que tenga dos pitones, rabo y vaya y venga les sobra.

Mi forma de ver los toros no es la panacea de la afición a la tauromaquia Enrique. Solamente me dedico a ver un festejo, o el simulacro que nos han dejado. Si me gusta aplaudo y si no me voy a casa con total indiferencia. Pero ni voy a aplaudir lo que no me gusta ni voy a abuchear a una persona que se juega la vida.

El problema no es Madrid Enrique, lo que pasa es que nos empezamos a preocupar cuando se ven los síntomas en Madrid. Si todo esto que dices se ve en Madrid, imagínate como están el resto de plazas... ni te comento.

Un saludo.

Enrique Martín dijo...

Xavier:
No sé si serás seguidor de Les Luthiers, pero tienen un concurso con un nombre que se ajusta muy bien al caso. Es "El que piensa... pierde", algo muy triste, que dice mucho y que resulta desolador, o como también dicen, el ser tonto no debe ser tan malo, porque ninguno se ha quejado de serlo. Y dejo de citar a estos filósofos. Ya ves, uno realmente habla con palabras ajenas, porque también en esta entrada es así. Hace tiempo escribí una entrada sobre la afición de Madrid y alguien de lejos, de Aguascalientes, me dijo que me gustara o no, la afición de Madrid era también eso que no nos gustaba. Se me quedó grabado y no se me olvida nunca, porque nos guste o no nos guste, como decía aquel sabio, así es actualmente la plaza de Madrid.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Ya ves a lo que hemos llegado. Igual de mayores podremos escribir nuestros recuerdos en un libro que se titule "El ocaso de la plaza de Madrid" o algo más duro. Y coincido con eso de que no es la mejor, es la menos mala.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Luis:
No quería yo cabrearte, pero como dices, es lo que hay. Sólo nos queda una cosa, defender nuestra plaza y aprender de todos para poder responder a esos imbéciles que insultan, desprecian y se burlan de uno, evidenciando sus grandes carencias. Lo que sí tengo claro es que con AFICIONADOS como tú, la pelea va a ser mucho más dura para esos que vienen a pisotearnos nuestra casa.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Ya has visto mi opinión actual del 7 o de los restos que de él quedan. Aunque lo que sí es verdad es que a la plaza de Madrid le viene el cabreo de lejos, desde hace años, porque se da cuenta que todos los pasos van dirigidos a engañarte y a exprimirte, lo que crea bastante desconfianza. Ha visto situaciones que se vienen repitiendo desde la noche de los tiempos. Y no hemos visto ni un gesto hacia nosotros, los carteles los hacen de espaldas a nuestros gustos, estos se los pasan por ahí mismo y encima nos desprecian y nos quieren callar. Quizá eso sea lo que nos ha llevado a los extremos en que estamos. Igual que también se han manejado tópicos de forma interesada, como querernos hacer creer que en Sevilla no tienen ni idea de toros, que somos los más sabios de mundo y otras mentiras parecidas, que al final no han hecho más que perjudicar a todos. Pero qué te voy a contar a ti. es que hablar de ciertas cosas contigo es como hablar conmigo mismo, porque en el fondo los dos tenemos unas ideas muy similares.
Un abrazo