martes, 15 de abril de 2014

El arte puede perjudicar seriamente la salud

Cuidado con dejarse deslumbrar por el arte, que no es oro todo lo que reluce


Tranquilos que nadie se asuste, no se precipiten, a ver si alguno impaciente va a enganchar un hacha y se va a meter en el Museo del Prado a hacer jirones las Meninas, por aquello de que su contemplación pueda provocarnos dermatitis nerviosa complicada con un ataque vanidad esquizoide. Que lo mismo hay quién tampoco lo ve tan mal, como a todo lo que parezca un embolado, se le puede añadir eso de que así se reduce el déficit público y se crearían miles de puestos de trabajo. ¿Qué no tiene nada que ver una cosa con la otra? Pues claro, como en todo lo demás. Servidor más bien se refiere al arte taurino, a ese que nos aseguran que despliegan los fenómenos con unos torillos más fenomenales aún.

Si usted quiere inundar cualquier tipo de manifestación o actividad de artificiosidad, amaneramiento, rigidez, monotonía una ausencia total de espontaneidad, naturalidad y sencillez, diga que eso es un arte y una expresión cultural. Y es muy posible que se encuentre con un bodrio de colosales proporciones. Porque claro, en estos casos no se excluye absolutamente nada, cabe todo. Es como si el arte y la cultura tuvieran una boca enorme, unas fauces como las del lobo de Caperucita y engullera lo mismo la Capilla Sixtina, que un monigote hecho con el seis y el cuatro, la cara de tu retrato. O eso de la cultura del vino, donde tantos meten el brick de Don Simón con cola, el famoso Brut Kalimotxo, Gran Reserva, de las bodegas Dom Botellón.

Pues vayamos al grano. de repente se nos ocurre que todo lo que tenga que ver con el toro, pues es cultura y, por supuesto, arte. Permítanme ustedes que lo dude y acto seguido me retuerza de las carcajadas que esto me produce. Es evidente y no admite discusión alguna, o eso pienso yo, que alrededor del mundo del toro, de la Tauromaquia, de las corridas de toros, nació, creció y se mantiene en continuo crecimiento, un hecho cultural en el que se incluye la pintura, la fotografía, la literatura, la escultura, el cine, la arquitectura, teorías psicológicas, sociológicas, antropológicas, económicas, biológicas, ecológicas, morales, zoológicas y tantas y tantas disciplinas que deciden zambullirse en este apasionante universo taurino. El toreo es fuente inspiradora de arte y su desarrollo en si mismo es un arte; pero midamos bien los terrenos, porque no todo lo que nace o se inspira en esta pasión que compartimos, puede considerarse arte.

¿Y cuál es peligro? Pues muy sencillo, que la vulgaridad, el fraude, la mentira y unos niveles ínfimos de calidad contaminen lo que realmente conmueve, conquista y enamora a quien tiene la oportunidad de tomar contacto con el Toreo de siempre. Mala cosa es cuando uno se planta delante de un extintor y a su lado está su creador intentando convencer a todo quisque de que aquello es una obra de arte que representa al pueblo oprimido dentro de una pieza cilíndrica que se supone que es el poder de la tecnocracia que utiliza la burocracia en contra de los ciudadanos. Eso sí, como no esté vivo, se puede llevar algún tortazo que se le escape a alguien que se imagine que le están tomando el pelo. Y ay de ti como se te ocurra decir que eso es una castaña pilonga, pero pilonga, pilonguísima. Que si te pones tonto, igual hasta te tienes que comprar la obra titulada “Presione aquí en caso de incendio”, y subtitulada “Fecha de caducidad 15 mar. 2017”. Vamos, que te lo envuelven para regalo y te vas para casa con la firme convicción de que te han tomado por un primo. Pero esto no se reconoce jamás, al primero con el que te cruzas se lo intentas endilgar a un precio de risa, haciéndole ver que es una ganga y por ser tú te lo deja en 4.000 euros, mil menos de lo que te costó a ti.

Pues nuestro extintor ni es rojo, ni representa la opresión de nadie, ni mucho menos es un bloque de mármol de Macael de donde surgirá un joven apolíneo encajado en la curva de Praxíteles, esa que expresa la tensión, la belleza y la armonía de la obra escultórica. A nosotros nos ponen delante un Cuvillito, un Garcigrande, un Zalduendo o cualquier animalito de la factoría Juanpedrista que ahora resulta que también es artista. ¡El no va más! Mientras, el supuesto artista, aquí pongan el nombre que más rabia les dé, mientras, decía el creador se encuentra allí con su cincel a punto de reventar el botellón “colorao” de un mamporro creativo. ¡Cataplúm! el extintor sale volando, rompe el espejo del pasillo, de rebote arranca la cabeza de ese gaitero de porcelana de Lladró, todo brillante él, que pasa de ser uno de los preciados adornos de la abuela, a la expresión de la espontaneidad liberada de la ira del genio creativo del artista.

Con semejante panorama, ¿no creen que esto puede perjudicar la salud mental de los artistas, de los espectadores que se plantan para contemplar esa liberación creativa, de los galeristas y hasta del mismísimo López Ibor? Esto no puede ser bueno, ni por un segundo. Pues hala, abandonémonos al despilfarro intelectual y admitamos como arte la primera cucamona que un señor haga frente un moribundo animalejo que casi ni se sostiene en pie. Que los Toros pueden haber pasado al Ministro de Cultura, pueden incluso ser declarados Bien Inmaterial, Bien de Interés Cultural o lo que se quiera, pero lo que no es arte, nunca lo podrá ser y nada puede ser considerado como tal por decreto, el arte brota y cuando lo hace no necesita que nadie tenga que empeñarse en hacerte ver lo que no se puede ver, ni descalificarte de golpe, ni colgarte el sambenito de insensible, intransigente y anti lo que se les ocurra en ese momento. Y por si faltara poco, van y se te descuelgan diciendo que fulanito tampoco era artista o que menganito, el menganito de ahora, ha alcanzado la perfección que aquellos haces años nunca soñaron. Enrevesado, ¿no? Pues sí, pero así parece que está la cuestión. De repente te cambian los criterios, los modos, los fundamentos y los cánones estéticos. “Pero a mí me gusta eso que a ti te aburre”. Bien, estupendo, pero no me vengas a decir que el cartel de “Oferta, 1 kg. de babilla y uno de filetes de aguja, por 4,5 €” es arte o la creación nacida del ego rebelde del carnicero; si acaso la rebelión de los hijos, que piden comer, ropa, zapatos, extraescolares y tantas y tantas cosas que un niño necesita para crecer. No nos dejemos llevar por la corriente del “Todo vale”, porque no es así y hasta puede que nos veamos arrollados por la vulgaridad , siendo empujados al fondo con tanta violencia que lo mismo ni tenemos opción de sacar la cabeza para tomar aire. Mucho cuidado, y no lo olviden: El arte puede perjudicar seriamente la salud.


5 comentarios:

MARIN dijo...

¿Arte?...de Arte es el día que me pegao yo hoy con un pedazo de amigo, echando de menos (como no podía ser menos)a otro pedazo de amigo. Eso si es Arte y que me dejen a mi de milongas. He dicho.

Un abrazo campeón.

P.D.: Que sepas que colgamos el teléfono y se pasó la guardia civil a buscarnos. ¿Que no te lo crees?...pregúntale a mi colega.

I. J. del Pino dijo...

Pues como en muchas ocasiones, pero con el agrado de saber que el dueño de este blog es un gran aficionado, DISIENTO CON MATICES:
Por supuesto que no todo vale Enrique, y haces bien en aconsejar a los lectores que se abstengan de borracheras de arte porque pueden ser perjudiciales para la salud, pero, y a sensu contrario, extrayendo de tu texto lo siguiente...
"el arte brota y cuando lo hace no necesita que nadie tenga que empeñarse en hacerte ver lo que no se puede ver, ni descalificarte de golpe, ni colgarte el sambenito de insensible, intransigente y anti lo que se les ocurra en ese momento".
...el arte no es un dogma y por el hecho de que ese arte lleve aparejada a toda la cabaña de Juan Pedros ni yo puedo convencerte a tí de lo que veo, ni tú a mí. Yo a lo mejor veo arte y tú ves mentira, lo cual es absolutamente respetable en ambos casos y hasta necesario diría yo, de hecho entiendo que mi subjetividad no puede influir en la tuya y viceversa.
A mí los Beatles nunca me han emocionado y por ello no soy el satán de la música, lo mismo que no lo es aquel o aquella a quien le guste Justin Biever o como se escriba. Hay sitio para todos y hay música para todos, es más, hay gente que disfruta de esas dos músicas, que es capaz de ir con pajarita a la ópera y con pantalones rotos a un concierto de Bisbal.
Quiero decir con ello que el verdadero peligro del arte se encuentra en los extremos, en el desprecio a lo que no entra en nuestra "sintonía" y en pensar que escuchar a esos grupos bullangueros va a destrozar el futuro de la música.
El peligro está en el todo blanco o todo negro, sin más.
Menuda papeleta he tenido yo estos días: Bajo a Sevilla y mi disyuntiva Miura-Escribano-Luque/ Juanpedros-Morante-Juli se ha decantado al final por ver a éstos últimos y claro que me fastidia no ver la de Miura, pero las garantías de ver un toro bravo en ambos casos son escasas y puestos a elegir, hoy prefiero ver a Morante y mañana, dentro de unos días, veré la concurso de Zaragoza y disfrutaré (ojalá) viendo a los toros arrancarse de lejos al caballo, que eso también es arte para mí, e igual de bueno que el otro.
Saludos Amigo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Como para dejaros solos, jajajaja. ¿Arte? El que tú tienes y desparramas por donde andas.
Un abrazo.

PD: Si llega a estar ese tercero de que hablas, seguro que paran y a la furgoneta.

Enrique Martín dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Enrique Martín dijo...

I.J. del Pino:
Coincido en todo lo que dices, tal y como lo expones. Pero el que esos "artistas" se empeñen en reivindicar su categoría de artistas, cuando lo primero que les falla es la materia prima. No es lo mismo una escultura en mármol, que una en plastelina. Son muchas las diferencias. Tampoco es lo mismo una taza de barro para el desayuno, que puede ser bellísima, que una talla de una imagen. La taza puede convertirse en un objeto muy valioso, pero para eso, antes hay que enterrarla, esperar dos mil años y que sea encontrada. Pero quien hizo la taza no creo que exigiera el tratamiento de artista. Unos lo son de verdad y otros no llegamos ni artesanos y mira que damos la lata con nuestras cosas.
Un abrazo y también coincido en las diferencias de opiniones. Yo al menos lo disfruto mucho.