jueves, 24 de abril de 2014

Joselito, Belmonte, el Juli, Morante, la Chata, doña Esperanza Aguirre y la madre que parió a Panete

¿Estaría conforme Joselito con las comparaciones a las que ahora se ve sometido?


A ver por donde empiezo sin que me enrede a la tercera línea; y es que servidor lleva unos días que ya sin escribir se enreda solo y luego necesita el auxilio social de voluntarios y buenos samaritanos para que me deslíen y me pongan cada cosa en su sitio, quitar el brazo derecho del ojo izquierdo y ponerlo en su sitio, no sin antes quitar de ahí la pierna izquierda, que no puede recolocarse sin que se desenganche el brazo izquierdo, ya que en su sitio esta otra pierna izquierda, ¿o es la derecha? No sé, va a haber que empezar otra vez. El brazo derecho…

Perdonen mi desorientación, pero es que no hay manera, fue escuchar eso de que El Juli es poco menos que la reencarnación de Joselito y Belmonte, que no digo yo que no, pero tampoco digo que sí, y se me hizo un nudo todo mi ser. De Joselito tiene el querer mandar en la Fiesta, pero muy a su pesar, se limita solo en manejar en beneficio propio, huyendo de lo que es la verdad del Toreo, de la torería del que se viste de luces y de la vergüenza torera del que se atreve a enfundarse el vestido de torear. Si será osado su afán de manejo, que al no conseguir alcanzar esa autoridad que conquistan los más grandes, pretende adueñarse de la ganada con honra por dos de los pilares sobre los que se edificó la Tauromaquia moderna, sin tan siquiera plantearse si, además de hacer el ridículo, estaba profanando el mausoleo del Toreo. Qué más da, todo con tal de ganar adeptos a su fe, que como todas, exige ceguera y creencia sin reparos de los dogmas que dicha fe impone. Pero lo que igual no acaba de entender es que con estas salidas de tono, al aficionado le hace encastillarse más en su postura, quizá intransigente para unos, pero para otros no es más que la fidelidad a los principios del Toreo que fue mamando desde niño a la sombra de sus maestros.

Resulta chocante, quizá demasiado burlesco el ver como estas figuras, estas pretendidas reencarnaciones de Joselito y Belmonte, se devanan los sesos para elevar a la categoría de idea magistral y transcendental, las simples ocurrencias de una tarde de botellón, jaleadas por esos incondicionales del maestro, siempre y cuando el maestro les “obsequie” con un “gesto” que premie su servilismo. Que la torería no reside en el saber estar delante de un toro, ni mucho menos, la torería es llegar a la plaza subido en un coche de los años veinte del siglo pasado, en fumarse un puro entre toro y toro, justo cuando los compañeros andan faenando con su lote, en tomarse un cafelito, por aquello de calentar el buche. Y qué me dicen de eso de llevar cada uno sus toros, sin necesidad de sorteo, ni na’ de na’, o anunciarse en una plaza de primera sin que se le diga a los señores aficionados la ganadería que va a ser lidiada. ¿Es eso torería? ¿Es eso emular y no faltarle al respeto a la memoria de José y Juan? Pues parece ser que sí, que hasta los profesionales de la pluma le quitan importancia a eso de callarse el hierro a lidiar, total, ¿qué más da? Si lo importante son las figuras, que irán en automóvil de hace casi cien años. Luego ya pueden salir cabras montesas desaliñadas, que si el artista pega una media de esas hipnotizadoras, cualquier engaño está más que justificado.

No sé dónde vamos a ir a parar, pero yo me pregunto, ¿nadie se sonroja con estos derroches de falta de respeto, bravuconería pandillera y desprecio por el rito? Parece ser que no. Que yo no digo que un señor periodista, uno de esos que tanto hacen por su fiesta, la de los billetes y privilegios a cambio de vaya usted a saber qué, no pueda declarar sus amores taurinos; eso es muy digno y muy respetable, por supuesto, pero hay una frontera que no se debería traspasar, la de la dignidad de este espectáculo y por supuesto, la del toro, el único imprescindible en todo esto y que puede poner el mundo patas arriba. Que luego vendrán esos acomodados o los que mendigan un lugar en  el taurinismo y dirán que posiciones como estas pretenden que se acaben los toros, que somos el gran problema y mucho peores que los antitaurinos. Pero tranquilos, no hombre, no sean ustedes tan simples y maniqueístas, no vean en nosotros una amenaza para la continuidad de la Tauromaquia, y perdón por atreverme a incluirme en este grupo que quiere que la Fiesta recupere su esencia y los fundamentos clásicos. Eso sí, tengan por seguro que lo que sí queremos que se derrumbe, y por ello lucharemos aunque les escueza más que el vinagre en un ojo, es su negocio, esta infamia que se han preparado con tanto descaro y que pretenden perpetuar por los siglos de los siglos. ¿Qué se les acaba el chanchulleo? Pues lo sentimos mucho, ¿qué se le va a hacer? Que igual echan ustedes de menos ese compadreo untuoso y apestoso, pero hace falta que corra el aire puro en el mundo del toro. Lo que son las cosas, tanto los taurinos, como Julián y Morante coinciden con José y Juan en su idea de perpetuar y engrandecer una idea. Estos, especialmente José, vivía en una continua búsqueda por la mejora y acercamiento del espectáculo a la mayor cantidad de gente. Belmonte aceptaba lo dispuesto por José y no volvía la cara ante los compromisos que el momento exigía. Aquellos, los que soportamos mientras nos tapamos la nariz, lo único que quieren perpetuar es su negocio, mientras ellos estén dentro de él, lo que venga detrás ya no es cosa suya. Comodidad al precio que sea, aunque para ello haya que vender el alma al diablo.


Pero que nadie se piense que los “arrimaos” terminan con esta panda de taurinos y aspirantes, ni mucho menos, siempre nos encontraremos con el político aprovechado que eche su cuarto a espadas para sacar tajada a cuenta de los Toros. Y en esto que va doña esperanza Aguirre, la otrora lideresa, y como resulta que la Fiesta no tiene suficientes detractores, ni gente que no sabe de que va esto pero que a poquito que les meneemos se nos ponen en contra, va  y suelta eso de que el que va contra los Toros lo hace porque quiere atacar las esencias y la identidad española, y por si no fuera suficiente, que representa la identidad propia de lo español. Demasiado simplismo, ¿no? Doña Esperanza se arremanga la mantilla y como si fuera la Chata, la Infanta doña Isabel de Borbón, se erige en campeona del casticismo más rancio y astracanado, como si anduviéramos allá en los años veinte, en la época del coche con el que los dos maestros se presentaron a las puertas de la Malagueta. No se puede negar la maniobra política de los políticos catalanes a la hora de vetar las corridas de toros en Cataluña, ni que el toro es uno de los símbolos más reconocibles de nuestra cultura, pero no hagamos una bandera exclusiva de ello, entre otras cosas, porque dicho acerbo cultural y las tradiciones de esta península son mucho más que solo esto. Pero ya sabemos que esto enerva a las masas y se las puede manejar como arma arrojadiza contra el oponente político, sin que importe que ocurre después con el Toreo, porque para entonces ya habrán pasado elecciones, disputas políticas o situaciones que se pretende que pasen lo más desapercibidas que se pueda. La Chata se presentaba una tarde en los Toros en la plaza de la Carretera de Aragón, en la de San Sebastián o en la Pradera de San Isidro y ya se tenía ganado el favor del pueblo, hasta tal punto que hasta los republicanos la eximían de tener que marcharse al exilio. Igual que doña Esperanza, que de repente decidió declarar los Toros Bien de Interés Cultural en la Comunidad de Madrid, mientras por otro lado permitía y auspiciaba los abusos de Taurodelta, temporada tras temporada. Y que no se me enfaden los simpatizantes del partido de doña Esperanza; quizá se quedarían más satisfechos si les pegara un buen palo a sus oponentes políticos, que ya me gustaría, pero de momento ya saben que ni están, ni se les espera en esto del toro. Quizá cuando se quiten ese complejo absurdo de que los progresistas no pueden ser aficionados al toro. Allá ellos. Igual es verdad para los políticos que no se quieren bajar de la silla, pero como en tantas cosas, el pueblo, nosotros, llevamos las aficiones como mayor naturalidad y, será porque hacemos las cosas guiados por nuestra conciencia, no tenemos que andar constantemente con absurdas componendas, que al fin y al cabo, no es otra cosa que vivir zambullidos en la mentira y ya se sabe, en la vida y en el Toro, las mentiras no llevan a ningún sitio.

11 comentarios:

Miguel Angel dijo...

Triste pero cierto el estado actual de la fiesta. Ni Belmonte ni Joselito lo soportarían.

Anónimo dijo...

La familia de Joselito y Belmonte se sienten ofendidas con la ofensa a sus memorias.Hay una defensora (corpórea)del Juli que lo compara con Belmonte, Joselito y Gaona.
Amadeo Bresciani Julvez.

Anónimo dijo...

La fiesta no puede vivir al margen de la sociedad, más bien al contrario, es un reflejo de ésta.

En una época en la que socialmente la vida no vale nada no podemos pretender que exista la fiesta pura.
Ahora bien, quizás haya algunos que piensen que Occidente vive su etapa más gloriosa en contrapunto a otros que reconocen la decadencia del mismo, al cuál lo llegan a definir como un circo lleno de putas y maricones.

Es cierto que la fiesta ha logrado sobrevivir hasta nuestros días, pero evidentemente esa fiesta ha ido poco a poco degenerando hasta convertirse en lo que hoy vemos.

Animo a los ilusos que siguen perdiendo su valioso tiempo suplicando en el desierto la diversidad de encastes, la integridad del animal de compañía (en la plaza y en el campo), que los toreadores carguen la suerte o que se crucen, a que dejen de hacerlo porque es en vano.

Reciban un cordial saludo.

Enrique Martín dijo...

Miguel Ángel:
Si levantaran la cabeza...
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Amadeo:
Me parece una barbaridad solo el intento de equiparar a aquellos con cualquiera, pero si es con El Juli, además lo veo absurdo.
Un saludo

Enrique Martín dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Pues es muy posible que tenga razón, porque tal y como dice, esos males de la sociedad se reflejan en los Toros. Vivimos inmersos en la corrupción, en el imperio del dinero, donde todo vale en pro de ganar más y más, la mentira se vanagloria de sus triunfos, la ignorancia y la vulgaridad copan los medios de comunicación, las élites establecidas a base de compadreos lo manejan todo y aquellos que se quejan son poco menos que terroristas. Pero yo tengo una esperanza, el que todo esto es cíclico y que precisamente por esa degradación social a la que se ha llegado hará que sea inevitable un cambio de sentido y entonces es cuando la Fiesta puede que vaya recuperando sus esencias. Seguro que a una velocidad muy baja, porque para este renacer es preciso el toro y este requiere tiempo. ¿Aguantará la gente ese proceso? Pues no lo sé, lo veo complicado, muy complicado, pero es el clavo al que nos podemos agarrar.
Un cordial saludo también para usted

Anónimo dijo...

Que gran de eres Enrique.

No es la primera vez que El Juli se compara con Joselito, las comparaciones son odiosas. Ni Joselito ni Belmonte llevaban los toros debajo del brazo, como El Juli y Morante en Málaga.

Respecto a Esperanza Aguirre acabo de escribir algo sobre ello, el pregón fue un despropósito.

Saludos.

Enrique Martín dijo...

Isa:
Gracias a esta gente, no podemos evitar el arrancarnos a escribir sobre sus cosas, aunque a veces pasen de lo ridículo a lo ofensivo.
Un saludo

El Secreto de la Bravura dijo...

Enrique:

Hace tiempo que prefiero tomarme las cosas de estos "toreros" a cachondeo. Joselito y Belmote ¡que risa! Los mismos que vetan a toreros porque les aprietan, los que rechazan corridas por su cuenta porque los toros no son "de su estilo", esos que tanto luchan por la Fiesta pero que rehuyen las plazas de primera y cuando van, por llevarse los euros, el toro baja a la mitad...esos dicen, por montarse en un cacharro viejo, que son como Joselito y Belmonte... De verdad me parto de risa.

A mí es que me hace mucha gracia eso de que el personal se nombre así mismo. Que yo soy...que yo hago...que yo...que yo... Humildad señores y si no sabéis que es preguntarle a D. Fernando Cuadri.

Con respecto a lo de la política y los toros sinceramente me da asco. Muchas veces me gustaría que los toros no fuesen típicos de nuestra tierra. Nos dejarían tranquilos los políticos y todos los que les rodean. Tanto los buenos como los malos... ¿pero hay buenos?

¿Te imaginas Enrique que los toros fuesen típicos de América o Inglaterra? Todos los "progres" y "modernos" llenando las plazas porque "es lo que se lleva". Ahora que lo pienso, mejor que no lo utilicen como tópico de ningún país. Que nos dejen tranquilos con nuestra afición que ya tenemos bastante que aguantar a los nuevos Joselito y Belmonte...

Un fuerte abrazo y enhorabuena por decir tantas verdades. Es lo que hace falta si queremos recuperar esta afición que tanto dolores de cabeza nos da.

Enrique Martín dijo...

Alberto:
Igualitos que Joselito, que si uno despuntaba elegía una señora corrida y se enfrentaba a él en Madrid, más que nada para aclarar las cosas y el que aguantara el tirón, pues estupendo, pero pocos aguantaban a ese genio del toreo.
Yo sí que creo que hay buenos políticos, claro que sí, pero sií que es verdad que son tantos los que se aprovechan de lo que sea para su beneficio. Y el Toreo es una víctima ideal. La toman para abusar de ella, se sirven y la sueltan, o la atacan con mentiras y desmesura, pero no pasa nada, eso no tiene consecuencias y luego tampoco hay quien se ocupe de curarle las heridas.
Y mira que yo ya no pido que cuiden la Fiesta, empiezo a pensar que con que no la ataquen de tan malas formas, casi me doy con un canto en los dientes.
Un abrazo