martes, 5 de junio de 2018

Lo mejor es no ponerse a comparar


Había que dar leña por abajo, a ver si se hacía algo con esos ejemplares

Cuándo llegan las corridas que algunos llaman, con poca fortuna, toristas, parece que el mundo se parte en dos, se abre una gran zanja y unos se ponen a defender con uñas y dientes lo blanco y otros lo negro; eso sí, con la creencia de ambas partes de que ellos son lo blanco y los de enfrente lo negro. Y no se admiten matices de grises, ni azules, ni rojos, amarillos, verdes, ¡nada! O negro o blanco. Y entonces empiezan las comparaciones, ¡que odiosas son las comparaciones! Siempre con la idea de arrimar el ascua a la sardina de cada uno. Pues admitamos todo el colorido que nos ofrece la fiesta de los toros. Porque decir que la corrida de Saltillo ha sido buena, es mucho, pero mucho decir. Es cierto que ha salido un buen toro, el primero, lucido en el caballo y que ha permito cierto brillo en la labor de Octavio Chacón. Pero el resto ha sido una mala corrida de toros y no le demos más vueltas. Eso sí, no había lugar al aburrimiento, pues la incertidumbre de ver como los toreros libraban los gañafones de los Saltillo, despejaban cualquier atisbo de lucimiento. Que si nos paramos a pensar, ya son varios años seguidos en los que este hierro echa un encierro malo, incluso peor que el de este año, lo cuál tendría que hacer que alguien se planteara algo. Pero cuidado, si mostramos rigor y exigencia con este tipo de ganaderías, esto no quiere decir que eximamos de ello al resto. Porque claro, Saltillo quizá no debería volver el año próximo, pero… y aquí llega el pero; hay muchas, pero muchas de las ganaderías comerciales, que no solo no deberían repetir la feria que venga, sino que no deberían haber repetido desde hace años. Que si nos ponemos exquisitos, así a bote pronto, se me ocurre la triada infernal, con Jandilla, Garcigrande y Victoriano del Río, más el inevitable Núñez del Cuvillo, Torrehandilla, Juan Pedro, El Pilar, así a modo de sugerencia. Que ahí también se verá el tipo de aficionado que se siente cada uno. Que los hay que prefieren un emocionante tercio de varas y otros se lo pasan por ahí mismo. Que los hay que en el momento en que el toro no aguanta ese tercio de varas, simulándolo de forma sonrojante, ya no entienden que pueda valorarse nada más, si no hay toro, nada tiene valor. Y los de enfrente no solo no valoran ese primer tercio, sino que se lo pasan atendiendo a sus cosas, despertando solo para entregarse a la faena de muleta, sin mirar si el toro no tiene trapío, si es un inválido, si no ha aguantado medio puyazo, si es un animalico descastado y bobalicón, pero que juega al voy y vengo con absoluta entrega, que permite que le hagan barbaridades, como lo del pico, la mala colocación y los trapazos a destajo, mientras que a los otros, como les hagas una, te la pueden liar. Y a partir de aquí, que cada uno decida con qué se identifica más. Yo lo tengo muy claro, cuándo no hay toro, ¿qué sentido tiene todo esto?

Lo habitual en estos casos, en tardes como la de Saltillo, es que se acartelen tres desheredados del toreo, unos porque no aprovecharon la ocasión de mantenerse en la zona noble del tren y otros porque, vaya usted a saber por qué, casi no les dejaban subir ni al pescante y a base de agarrarse a esto con uñas y dientes, ahí siguen el viaje, esquivando al celoso revisor que a veces se extralimitaba en sus funciones. Lo que me recuerda a una película, el “Emperador del Norte”, que iba de mendigos que querían viajar de polizones y un revisor un tanto…peculiar.

El primer viajero de la tarde era Octavio Chacón, con cierto renombre por plazas del norte y de Francia, pero que hasta ahora no había dado el campanazo en Madrid. Salió el primero de los cárdenos, bien presentado como toda la corrida y de primeras se le frenaba en el capote, para después ir tomando el capote que le presentaba Chacón, estirando los brazos e intentando alargarle las embestidas. Se dio la vuelta y perdiendo terreno, le fue metiendo en la canasta. Un primer puyazo de lejos, con el toro avanzando al paso, para recibir un marronazo en la paletilla, haciéndole la carioca, para acabar derribando. De nuevo dándole distancia, poniéndolo en suerte con una media con sabor campero. Durante todo el tercio, no se puede decir que el picador pusiera demasiado de su parte para citar al toro y provocar su arrancada. Al segundo puyazo se arrancó hasta con alegría, puyazo muy trasero, tapándole la salida y dándole candela. Una tercera, también de lejos, que quedó en un picotacito en mitad del lomo. Quite por delantales y una media con sabor abelmontado. El Saltillo no humillaba en banderillas y se colaba por el izquierdo. Comienzos por abajo, aunque puede que el toro aún pidiera más, pero Chacón no insistió, a partir de que el animal perdiera las manos. Una buena primera serie, abrochando muy bien el de pecho, el primero de varios que ligó y ejecutó con mucha torería y llevándolo toreado. Nueva tanda con gusto, cambio de mano y otro de pecho. Bajó la intensidad en el momento en que se retorció un poco más. Cambio a la zocata y ahí no hubo lucimiento, coladas, muchos derrotes y la muleta enganchada. Volvió al pitón derecho, pero el toro ya se había acabado, se defendía e impedía el lucimiento, con unas tandas postreras que quizá podían haberse evitado. Aunque sí que tuvo vista el gaditano en el sentido de cambiar la espada e intentar alguna tanda más, más que nada para evitar que el Saltillo se hubiera refrescado y le complicara la suerte suprema. Espadazo demasiado trasero y petición no mayoritaria, aunque lo que son las cosas, esta fue la tarde en que al don Gonzalo Julián Villa parro le arreglaron el cuenta pañuelos. ¡Qué cosas! Las tardes de las figuras no se lo tenían a punto y tuvo que contar a bulto. Y como él es cómo es, fue y sacó el pañuelo azul. No creo que fuera la juerga para tanto. Que lo mismo que perjudican las orejas claveleras y autobuseras, tampoco ayuda el que se de la vuelta a un toro que no llegaba a tanto. Eso sí, el espectáculo de las mulillas, demencial, no se hacían con ellas y la vuelta se quedó en media gira por el sol. Con este primero se acabaron los toros bravos y boyantes. El cuarto apretaba de salida hacia adentro, el matador se dio la vuelta y tuvo que aguantar derrotes a diestro y siniestro. Le puso de lejos al caballo, le picaron trasero, mientras el Saltillo hacía resonar el estribo. De nuevo en suerte, con una revolera por abajo, dejándolo en su lugar. Esta vez con más fijeza. Una tercera vara, todo con una lidia bien administrada, con una arrancada pronta, pero al notar de nuevo el palo, dijo que ya no jugaba más a eso y salió de najas. Se puso complicado en banderillas y hay que señalar los dos pares de Vicente Ruiz, quién se negaba a saludar, quizá por las dos primeras pasadas en falso. Eso es vergüenza torera. En ese segundo tercio hubo demasiados capotazos y la cosa se fue complicando. En los primeros compases del trasteo, ya mostró el toro que se venía con brusquedad, se comía al torero, que en un instante de quedarse descubierto, se le arrancó el animal con saña. Se defendía demasiado y se cruzaba por ambos pitones, poco había que hacer allí, con el toro más pendiente del que maneja la tela, que de la tela. La verdad es que Octavio Chacón ha estado muy pendiente de todo durante toda la lidia, la de sus toros y la de sus compañeros. Dispuesto y colocado para los quites, esperando para acompañar al picador, saliendo él por delante cuándo se abrían las puertas, atento para auxiliar a los compañeros. Una tarde para felicitar al matador. Pero, ¿le tendrán en cuenta a partir de ahora los productores de arte y los organizadores de festejos taurinos?

Acompañaba a Chacón, Esaú Fernández, que evidenció una alarmante falta de recursos y por lo que expresó en los micrófonos de la tele, una falta de criterio, de rigor y hasta desconocimiento del reglamento, que le hace parecer estar más fuera que dentro de esto. A su primero, al que recibió con muchas precauciones, le serpenteó varias veces por la cara, con lo peligroso que eso puede ser a posteriori. Se le marchaba a toriles o a cualquier zona de la plaza que el toro considerara tranquila. En el caballo, lo abandonó, más que ponerlo en suerte, lejos. Marronazo en el costillar, para salir volado en cuanto notó el palo. Que si la carioca, que si capotazos en exceso, se fue al reserva sin que nadie intentara remediarlo, de nuevo la carioca, tirando cornadas y más cornadas, muy castigado, un nuevo puyazo muy trasero, culminando una verdadera carnicería en el lomo del Saltillo. El desbarajuste prosiguió en banderillas, con un Pascual Mellinas muy atento toda la tarde para hacer el quite al compañero. Esaú pensó que esto se solucionaba con pases a la manera habitual, pero no, aquello no estaba para fiestas. Pico, trapazos, arreones, respingos, enganchones, sin sacar nada en claro. El quinto salió con ganas de recorrer el ruedo, hasta que sin complejos, buscó la salida por los terrenos de toriles, recorrió más de media plaza barbeando las tablas, sin que tampoco hubiera muchas ganas de agarrarle. Llegó suelto al caballo, derrotando con el pitón derecho, para acabar derribando. Fue tres veces al peto, para no dejar de tirar tornillazos a la guata. Con la muleta intentó el matador un leve macheteo sobre las piernas, que tampoco es que aquello tuviera para más, era o eso o eso. Y al intento de pegar pases, la respuesta era la cara alta. Multitud de pinchazos, menos de la docena, pero cerca le rondó. Es cierto que Esaú Fernández no está demasiado placeado, pero es que claro, a Madrid hay que venir muy toreado, porque puede que te salga un dije de estos y te lleve por la calle de la amargura.

Cerraba el colombiano Sebastián Ritter, en una tarde que no estaba para apasionamientos patrios, que entre el frío y el temblor que provocaba el miedo, no había quién se pusiera a dar vivas patrioteros. Salió el tercero y ya empezó con capotazos por la cara, que más parecía que se cruzaba el matador, que el propio toro. Fue pronto al caballo, para recibir un puyazo trasero, ese mal que no parece tener remedio y dándole para ir pasando. No metía la cara en los engaños y a su vuelta al peto pasó de largo y fue notar el palo y pies para qué os quiero. Tuvo que llegar de nuevo Octavio Chacón, bajándole las manos, metiéndole en la tela y poniéndolo en suerte. Un tercer encuentro y tras descargar todos los derrotes que le quedaban, volvió a irse del caballo. En el último tercio no disimuló su condición y escapó a refugiarse a la puerta de chiqueros, aquerenciado en tablas, aunque Ritter le echaba la muleta abajo, no se acababa de entregar. Lo que no permitía era que le atravesaran el engaño, porque era ver el hueco y para allá que se iba. El espada quería pararse, un desarme y de nuevo por el derecho se tiró a buscar a Ritter. Cambio de mano y se marchaba de cada intento de muletazo. Allí no había nada.. El sexto ya de primeras salía del capote como un burro. Fue pronto al caballo, le taparon y empezó a pegar derrotes como una devanadera, tirando cornadas desesperadamente. Aquerenciado en tablas, costaba arrancarlo de allí y no estaba más que a mitad del primer tercio y ya se había parado. Nueva arrancada pronta en la segunda vara, para recibir un picotazo en la paletilla y cerrar con otra entrada, para que el de aúpa siguiera acuchillando el lomo. Cortaba una barbaridad por el pitón derecho y hacía hilo con los banderilleros, qué cosas, parado cómo ya estaba, pero cuándo veía la presa a tiro, se lanzaba cómo un misil. Tomó Ritter la muleta con la diestra y en momento de apuro le desarmó y se vio perseguido desde los medios hasta debajo del estribo en el cinco, a dónde le empujó el manso, afortunada e increíblemente, sin consecuencias. El Saltillo ni quería, ni tenía nada y solo había un camino, acabar la tarde. Una tarde en la que quitando el primero, todos salieron mansos y exigiendo unas manos experimentadas, quizá muy experimentadas. Mala corrida, quizá en el sentido opuesto a otras, en esta hubo caballo, hubo lidia y hubo emoción, vaya si la hubo; las otras, pues ya sabemos las otras, pero que no nos hagan elegir no sea que lo mejor es no ponerse a comparar.   

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Enrique, pues yo soy uno de los que les gustó la corrida de Saltillo. Estoy harto de ver pegar pases vulgares a toros mortecinos durante toda la Feria. Ahora salen toros que piden el carnet, que no se caen, que nadie sabe de qué color tienen la lengua, que reciben más castigo en varas que todas las ganaderías comerciales juntas y que no se dejan ganar la partida. Son toros que emocionan.

Dicho esto, Chacón estuvo magnífico, rezumaba en la plaza un olor a torero que no se fue hasta que acabó el festejo. Es lo que tienen estos hierros, que devuelven a la tauromaquia las formas antiguas. El estar pendiente en todo momento de la lidia, el dar los capotazos justos, el no enseñar al toro lo que no debe aprender, acompañar al caballo cuando entra en el ruedo (cosa que no se ha hecho en Madrid desde hace años), estar pendiente de los quites y asumir el papel de director de lidia como pocos han hecho en esta plaza. A estos toros hay que hacerles todo despacio, sin violentarles y no permitir que toquen las telas. Agradezco sobremanera a Octavio Chacón por ser el único matador que nos ha hecho disfrutar de la suerte de varas. Por todo ello pido a la empresa que lo contrate muchas veces. La vuelta al ruedo supo mejor que la mayoría de orejas concedidas en la feria.

Esaú no está para estos toros. Mis respetos por ponerse delante. Ritter es muy valiente pero estos toros no son para eso. En el sexto aprendió la lección y lidió mejor. Creo que con más experiencia podría ser un torero solvente para este tipo de corridas.

Muy buenos pares de Vicente Ruiz al cuarto, aunque pasó varias veces en falso y le tocó mucho el capote en el primero. Y felicitar a Alberto Carrero porque estuvo sensacional en los quites. A ambos les dije esto mismo al acabar la corrida, lo mismo que a Octavio Chacón le felicité por su labor, la cual no me sorprende porque le llevo siguiendo hace años por varias plazas y, con mayor o menor acierto, es un matador honesto a carta cabal.

Un abrazo
J.Carlos

Xavier Gonzalez Fisher dijo...

Don Enrique: Suscribo línea por línea lo que Usted ha escrito por aquí. No cabe duda que cuando sale el toro "dificultoso", la fiesta es otra, es más, es fiesta. Yo me imagino que debe haber por allí, en el ostracismo, desperdigados´, varios toreros como Octavio Chacón, que conocen su oficio y que saben enfrentar los verdaderos problemas de la lidia y no solamente salir a hacer florituras delante de babosas cornamentadas. En fin, que hace tiempo que no me aparezco por aquí, pero hoy encontré pretexto para hacerlo. Un abrazo desde México.

Anónimo dijo...

La diferencia entre estos toros y los que estamos acostumbrados a ver es que, siendo buenos o malos, son toros, y no bichos arrastrados medio muertos al servicio de las figuras