Siguiendo la ortodoxia de un heterodoxo como Juan Belmonte, cada serie de verónicas, o de cualquier lance con el capote, se remata con una media verónica en la que el torero se enrosca al toro a la cintura, aunque de todos es sabido que el remate puede ser también una revolera o incluso una serpentina.
La media verónica no es un quite en sí mismo, pero la forma de ser interpretada por los grandes maestros a lo largo de la historia, creo que hacen que le dediquemos un apartado especial de “la Lidia en Tres Tercios”.
Este lance que nace como una verónica, embarcando al toro en los vuelos del capote y cargando la suerte sobre la pierna contraria, se transforma en un remate en el que, como ya he apuntado, el torero se envuelve en el toro enroscado en la cintura. Como en todo, los hay que lo interpretan pasándose el toro a larga distancia y poniendo posturas lejos de la cara del toro, aunque la pureza y plástica de este lance, bien ejecutado, lo han convertido en uno de los pases fundamentales del toreo.
Cualquier aficionado un poco iniciado puede recordar las imágenes que nos han llegado de Juan Belmonte forzando el lance y haciendo que el toro se retuerza alrededor suyo, llegando incluso al extremo de que el pitón se enganche en el capote. Pero hoy en día yo me quedo con dos verónicas: la que el torero somete al toro, muy abelmontada, como son las de Antoñete y Andrés Vázquez, que eran como decían los antiguos, un cartel de toros. Hoy lo más próximo a esto es la media de Morante o Frascuelo, remarcándola y metiéndose mucho encima del toro, para acabar enrollándoselo en torno suyo.
El otro tipo de media era la de Curro Romero, llena de gracia y sin ser tan trágica como la anterior; más bien parecía que jugaba con el toro y que después de una tanda de verónicas escondía el capotillo sobre si mismo, como si ya fuera hora de guardarlo, como diciendo “hasta aquí hemos llegado, ea”.
Consultando el libro de José Luis Ramón, al que ya he citado en otras ocasiones, Todas las suertes por sus maestros, recuerdo la media de rodillas de Julio Robles, quien parecía que ya iniciado el lance se dejaba ir y se dejaba caer de rodillas haciendo que el toro siguiera el engaño hasta concluir el remate. Aparte quedan esos expertos del toreo distante en que parece que el toro va por allí y el capote por allá, pero que se adornan como si fueran el mismísimo Cúchares.
1 comentario:
le digo lo mismo que a su señora, un hermano dormilón me tiene en vilo a estas horas, y que mejor para conciliar el sueño que leer blogs conocidos. Como en el otro blog de la casa he pedido un libro, aquí que mejor que pedir un dibujo donde nuestro Boli salga sonriendo y tocando las narices o robandome el tabaco, y aunque nadie nos lo compre ese cuadro, será el más valioso de todos los que has hecho junto con aquel de un salmantino en los encierros de aquel pueblo con tantas historias y recuerdos, si si, ese salmantino que todos llevamos dentro. un beso torero.
PD: los feos también ligamos.
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