jueves, 22 de octubre de 2009

Otra temporada más


Cuidado que al que no esté vivo le pillamos las manos con el cierre. Cerramos el kiosco y no lo abriremos hasta allá el mes de febrero, cuando en los telediarios salgan las primeras imágenes de Valdemorillo o Ajalvir y los no taurinos te digan eso de “ya ha empezado la temporada ¿no?” Y tú con el mejor humor que puedas dirás que sí, que ya empiezan los toros otra vez.

Pero antes de llegar al febrero que viene vamos a pararnos en el presente. Si hacemos caso a los profesionales, lo más destacado de la temporada parece ser que ha sido: la indiscutible maestría de Ponce que todo el mundo alaba con eso de la elegancia, la técnica y no se que más, la indiscutible hegemonía del líder del escalafón de matadores, el Fandi, el único torero que podría torear dos toros a la vez, en dos ciudades distintas, la perversidad de los palcos que convierten en auténticos desalmados a los que los ocupan, que niegan las orejas a los pobres muchachos que se las trabajan con verdadero afán y, para colmo, en los palcos se adelantan los relojes, con el consiguiente perjuicio para los matadores, que ven como se les manda un aviso antes de disponerse a coger la espada. Y por último la perfidia de los que no entienden de las maravillas del toreo y quieren acabar definitivamente con las corridas de toros en Cataluña, es más, igual ya no se vuelven a oír los clarines en las plazas de esta comunidad.

Son formas de ver la fiesta. Para mi destacaría en primer lugar la ascensión y afianzamiento de Diego Urdiales, demostrando la diferencia entre torear y pegar pases, con el mérito añadido de hacerlo en plazas como la de Madrid. Los destellos de arte con que Morante nos ha deleitado, como fue el caso de su actuación con el capote en la feria de San Isidro. La despedida de Esplá de Madrid, premio a una carrera de honradez y compromiso con la fiesta, siendo sobre todo, diferente, huyendo de la vulgaridad imperante entre sus colegas de la coleta postiza.

Pero la temporada también nos ha traído una cierta frustración. Frustración como es la provocada por el hecho de no poder ver a José Tomás en las grandes ferias y en mi caso en la de Madrid. Parece evidente que se prefería que no viniera, pero también ha quedado demostrado que no hay ningún torero en la actualidad que llene y que interese como él. Ni figurones, ni figuritas dan lo que él ofrece y parece que incluso las empresas se empiezan a caer del burro, como él mismo que ya asegura que a partir de febrero volverá a las plazas en las que no debe faltar. A lo mejor así veremos a quien le interesaba más si ausencia.

También nos hemos pasado el año esperando que el Cid superara el bache en el que se ha visto sumido toda la temporada, salvo destellos esporádicos de esperanza, muy semejantes a los de Alejandro Talavante que empezó haciendo apuestas arriesgadas desde el principio con el deseo de remontar el vuelo, pero que no ha acabado de convencer. No obstante habrá que seguir esperando por lo menos un año más y ver si vuelve al camino recto o definitivamente se inclina por “el lado oscuro del toreo” para vivir sólo de orejas cortadas, orejas negadas y corridas toreadas. Pero para todo esto habrá que esperar unos meses

1 comentario:

Xavier González Fisher dijo...

Enrique:

Ojalá que de cuando en cuando saques un "especial de invierno", que muchas cosas habrá para comentar.

Saludos