Resulta bien conocida la famosa frase de Don José, quien afirmaba que: “la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda”. Regularmente alguien que nos quiera remover la conciencia rescata estas palabras del filósofo. En este caso, hace unos días fue Juan Medina en “El Escalafón del aficionado”, quien nos refrescó la memoria.
Podría parecer una frase sin más de esas que sirven para ganar en un juego de preguntas y respuestas, pero sería demasiada simplificación. En un tiempo en el que los toros parecen arrinconados y sin la presencia en la sociedad de que gozó en otros momentos, la frasecita en cuestión sigue estando vigente.
Si analizamos el estado de la fiesta y lo comparamos con la fotografía de la sociedad actual, se ven reflejados los mismos defectos y las mismas virtudes. Tenemos una tauromaquia que parece la hija putativa de la LOGSE, mucha participación del alumno, o del público, sin tener en cuenta lo fundamental. Es más importante comentar la palabra patata, que conocer las propiedades de este tubérculo. Se valora mucho más la acumulación de orejas que hacer el toreo.
No resulta infrecuente escuchar eso de “no te preocupes, si lo has intentado es suficiente”, que está muy bien, porque ya se sabe que el que da lo que tiene no está obligado a dar más, pero si te cobran lo mismo por el intento que por la consecución, entonces la cosa empieza a desequilibrarse en contra del espectador. Lo mismo que no es admisible ese argumento de “si no te gusta, hazlo tú”. Que no creo que nadie en su sano juicio sea capaz de llegar a su jefe y cuando éste le recrimine por un trabajo mal hecho le suelte la frasecita en cuestión. Pues en los toros es una de las coartadas más utilizadas para encubrir la vulgaridad. El mundo perfecto, que vas a un restaurante y te ponen un vino picado, pues “hazlo tú”; que no sabes cómo se cría un buen vino”, que no te gusta la película, pues “hazla tú, que no tienes ni idea de los dineros y esfuerzos que conlleva esto; que un delantero falla un penalti y tu equipo baja a segunda, “tíralo tú, que no sabes los nervios que se pasan”.
Quizás estemos en un mundo ñoño, en el que la actitud es más importante que la aptitud. Aquella tiene su valor, por supuesto, pero no puede convertirse en el dios supremo de nuestra vida. La torería imperante pretende que se les idolatre por el único mérito de intentar ser torero y por la dificultad que entraña ponerse delante de un toro. Y a lo mejor tienen razón, sobre todo si se agarran a ese “quién paga manda” y además exige. Tal y como está montado el tinglado taurino en el que para llegar a ser torero hay que empezar sacando la cartera, parece impensable que al que pone le fueran a hacer la puñeta. Es más, el que pone se siente con todo el derecho del mundo de exigir un toro que no le fastidie la diversión y que le haga creerse una figura del toreo. Vamos, que es como el que va a correr en bici y como tiene que pagar la bici, la licencia, el maillot y hasta la merienda, se crea con derecho a colocar debajo del sillín un motorcito que le alivie en las cuestas.
El ser torero ya no es cuestión de afición y de profesionalidad, ahora se trata de elegir un hobby y que te paguen por él, que ya bastante dinerito ha puesto papá, como para que ahora no le paguen al niño por salir a poner posturas en el ruedo. Una falta de exigencia absoluta que se lleva al límite, hasta convertir al toro en un simple colaborador para alcanzar esa gloria personal y no en el actor principal al que hay que superar.
Igual que sin saberlo vivíamos en una ilusión en la que pensábamos que éramos ricos, que teníamos derecho como cualquier hijo de vecino a un coche lleno de lujos, a comer en restaurantes de mil tenedores, a gastar lo que no está escrito en ropa de marca, a tener un móvil de última generación o a meter en el salón de casa una televisión superplana y supergrande. La torería camina por unos caminos muy parecidos, al torero, novillero o matador de alternativa, se le convence de que es la reencarnación de Cagancho y si hace falta se pide la ayuda de plumillas, ganaderos, empresarios y aficionados de prestigio, que pondrán la mano en el fuego por el figura en cuestión.
Todo esto nos empuja a una exagerada simplificación, sin admitir matices y sin aceptar la menor crítica. Incluso se ha llegado a la negación de varias partes de la lidia que,en otro tiempo, no es que fueran vitales, es que eran el motivo por el cual existía eso que se llama corrida de toros. Se ha despojado de sentido al tercio de varas, al de banderillas y se ha mutado el de la suerte suprema. La lidia ha quedado reducida al número de pases que cada cual sea capaz de enjaretar a un animalito exhausto y la estocada sólo es el trámite previo a la concesión de orejas, otro de los males de la fiesta por ese empeño en contabilizar el arte. Y lo que es peor, la exigencia de esa uniformidad demandada por el público que quiere ver todas las tardes lo mismo, hace que el toro se robotice, que se llame bravura a la docilidad y que se reniegue de virtudes imprescindibles en el toro de lidia como la casta.
Esperemos que esta nefasta ilusión estalle y volvamos a la realidad, por dura que sea y que cuando veamos que estamos cubiertos de harapos, que somos unos ignorantes fruto de esa LOGSE taurina, nos pongamos manos a la obra a reconstruir nuestra casa y a coser unos nuevos vestidos que nos tapen las vergüenzas y que no se rompan al primer enganchón. De lo que sí estoy seguro es de que si Ortega y Gasset levantara la cabeza y viera como está la fiesta, se pondría a llorar por lo mal que va España.
Podría parecer una frase sin más de esas que sirven para ganar en un juego de preguntas y respuestas, pero sería demasiada simplificación. En un tiempo en el que los toros parecen arrinconados y sin la presencia en la sociedad de que gozó en otros momentos, la frasecita en cuestión sigue estando vigente.
Si analizamos el estado de la fiesta y lo comparamos con la fotografía de la sociedad actual, se ven reflejados los mismos defectos y las mismas virtudes. Tenemos una tauromaquia que parece la hija putativa de la LOGSE, mucha participación del alumno, o del público, sin tener en cuenta lo fundamental. Es más importante comentar la palabra patata, que conocer las propiedades de este tubérculo. Se valora mucho más la acumulación de orejas que hacer el toreo.
No resulta infrecuente escuchar eso de “no te preocupes, si lo has intentado es suficiente”, que está muy bien, porque ya se sabe que el que da lo que tiene no está obligado a dar más, pero si te cobran lo mismo por el intento que por la consecución, entonces la cosa empieza a desequilibrarse en contra del espectador. Lo mismo que no es admisible ese argumento de “si no te gusta, hazlo tú”. Que no creo que nadie en su sano juicio sea capaz de llegar a su jefe y cuando éste le recrimine por un trabajo mal hecho le suelte la frasecita en cuestión. Pues en los toros es una de las coartadas más utilizadas para encubrir la vulgaridad. El mundo perfecto, que vas a un restaurante y te ponen un vino picado, pues “hazlo tú”; que no sabes cómo se cría un buen vino”, que no te gusta la película, pues “hazla tú, que no tienes ni idea de los dineros y esfuerzos que conlleva esto; que un delantero falla un penalti y tu equipo baja a segunda, “tíralo tú, que no sabes los nervios que se pasan”.
Quizás estemos en un mundo ñoño, en el que la actitud es más importante que la aptitud. Aquella tiene su valor, por supuesto, pero no puede convertirse en el dios supremo de nuestra vida. La torería imperante pretende que se les idolatre por el único mérito de intentar ser torero y por la dificultad que entraña ponerse delante de un toro. Y a lo mejor tienen razón, sobre todo si se agarran a ese “quién paga manda” y además exige. Tal y como está montado el tinglado taurino en el que para llegar a ser torero hay que empezar sacando la cartera, parece impensable que al que pone le fueran a hacer la puñeta. Es más, el que pone se siente con todo el derecho del mundo de exigir un toro que no le fastidie la diversión y que le haga creerse una figura del toreo. Vamos, que es como el que va a correr en bici y como tiene que pagar la bici, la licencia, el maillot y hasta la merienda, se crea con derecho a colocar debajo del sillín un motorcito que le alivie en las cuestas.
El ser torero ya no es cuestión de afición y de profesionalidad, ahora se trata de elegir un hobby y que te paguen por él, que ya bastante dinerito ha puesto papá, como para que ahora no le paguen al niño por salir a poner posturas en el ruedo. Una falta de exigencia absoluta que se lleva al límite, hasta convertir al toro en un simple colaborador para alcanzar esa gloria personal y no en el actor principal al que hay que superar.
Igual que sin saberlo vivíamos en una ilusión en la que pensábamos que éramos ricos, que teníamos derecho como cualquier hijo de vecino a un coche lleno de lujos, a comer en restaurantes de mil tenedores, a gastar lo que no está escrito en ropa de marca, a tener un móvil de última generación o a meter en el salón de casa una televisión superplana y supergrande. La torería camina por unos caminos muy parecidos, al torero, novillero o matador de alternativa, se le convence de que es la reencarnación de Cagancho y si hace falta se pide la ayuda de plumillas, ganaderos, empresarios y aficionados de prestigio, que pondrán la mano en el fuego por el figura en cuestión.
Todo esto nos empuja a una exagerada simplificación, sin admitir matices y sin aceptar la menor crítica. Incluso se ha llegado a la negación de varias partes de la lidia que,en otro tiempo, no es que fueran vitales, es que eran el motivo por el cual existía eso que se llama corrida de toros. Se ha despojado de sentido al tercio de varas, al de banderillas y se ha mutado el de la suerte suprema. La lidia ha quedado reducida al número de pases que cada cual sea capaz de enjaretar a un animalito exhausto y la estocada sólo es el trámite previo a la concesión de orejas, otro de los males de la fiesta por ese empeño en contabilizar el arte. Y lo que es peor, la exigencia de esa uniformidad demandada por el público que quiere ver todas las tardes lo mismo, hace que el toro se robotice, que se llame bravura a la docilidad y que se reniegue de virtudes imprescindibles en el toro de lidia como la casta.
Esperemos que esta nefasta ilusión estalle y volvamos a la realidad, por dura que sea y que cuando veamos que estamos cubiertos de harapos, que somos unos ignorantes fruto de esa LOGSE taurina, nos pongamos manos a la obra a reconstruir nuestra casa y a coser unos nuevos vestidos que nos tapen las vergüenzas y que no se rompan al primer enganchón. De lo que sí estoy seguro es de que si Ortega y Gasset levantara la cabeza y viera como está la fiesta, se pondría a llorar por lo mal que va España.
12 comentarios:
Yo creo que esa frase es como los cuadros pintados de frente: te pongas donde te pongas, el retratado te está mirando.
Hoy en día, agazapados en una localidad de una plaza cualquiera, para bien ó para mal, la frase nos mira y nos descubre lo mal que va todo, incluído el país.
Por cierto, es la leyenda de la foto de cabecera de mi blog.
Saludos Don Enrique.
Enrique:
Buena metáfora la del engendro LOGSE para hablar de ciertas carreras taurinas, llenas de actitud y competencias, y tan jaleadas por mentores y sobrecogedores.
Un saludo.
¡Je, je, LOGSE taurina! Más de uno lloraría si levantara la cabeza y viera cómo está el patio en general. Por lo que cuentas, el mundo de los toros adolece también de una enorme falta de responsabilidad y autoevaluación. No hay manera de que cada uno reconozca sus propios errores y mucho menos de que los asuma ¿no?
Un abrazo Enrique.
Enrique: Es que como también dijo don Pepe Ortega, los "aires democratizadores" se han querido llevar a las artes, transformándolas, según su dicho, en morbo. (En "La Deshumanización del Arte")
Por eso las cosas de los toros están como están, porque les han querido meter "democracia" (algo que no es más que "Derecho Público", nuevamente Ortega dixit) y con eso "ayudan" a quitarle mucho de lo humano que en verdad tiene.
Aunque en alguna medida en esto, los que pagamos, mandamos, hay parámetros que estarán siempre fuera de nuestro poder y también deberían de estarlo fuera del de los hacedores del "espectáculo", pero eso, en realidad, cada vez sucede menos y al final del día, los que pagamos, o nos tomamos el vino picado, o nos tenemos que callar, "porque no sabemos de esto".
Un abrazo.
Enrique el día que lea algo de lo que escribes y no esté de acuerdo, voy a hacer una fiesta.
Me encanta la manera en que lo dices, lo escribes, pero más aún me gusta, porque lo sientes y eso es lo más bello que puede percibir alguien que lee tus entradas.
Una vez más enhorabuena por la entrada y por tu verdad, la verdad!
Un abrazo!
I.J del Pino:
En primer lugar perdón por no recordar que tú también tienes esta frase como cabecera y en segundo lugar, enhorabuena por tener tan buen gusto. Tu punto de vista del cuadro me parece genial y cuanto más leo tu comentario más genial me parece, además de ser de una comparación con una exactitud demoledora. Y quien quiera disfrutar con tus reflexiones, que vaya a "el Monosabio", aunque lo que no se puede permitir es que os alimentéis y bebáis como reyes.
Un saludo
Juan:
Pues casi me cuesta un cisma matrimonial lo de la LOGSE, pero como mi mujer está sobrada de inteligencia y tolerancia, me lo ha pasado.
Un saludo
LolaMU:
Pues sinceramente creo que los toros están aún peor que la enseñanza. Ahora más bien parece un colegio privado de los malos, donde a los niños se les hace creer constantemente que son unos genios y a los que se les regala el sobresaliente por la gracia que tienen al poner el nombre y el curso. Y si algunos osa preguntar cuáles son los Reyes Católicos, lo menos que le puede pasar es que le deporten a Siberia.
Un abrazo
Xavier:
Quizás sea un comportamiento que se repite en todas las facetas de la vida, pero es que es así, el que pretnede contradecirnos no solo se convierte en un ignorante para nosotros, sino que además merece nuestro desprecio y el escarnio público. Aunque a veces los autores de esta fechoría revelan en dos segundos su soberbia, su ignorancia, su carencia de sentido común y su maldad.
Un saludo
Iván:
Pues si haces fiesta, avisa. Como bien dices es mi verdad, pero seguro que no lo es para otra mucha gente, pero es lo que pienso. Como siempre, muchas gracias por está ahí.
Un saludo
No es que la tauromaquia actual parezca hija putativa de la LOGSE, ¡no! yo creo que es que las Escuelas Taurinas, sí son hijas putativas de la LOGSE y así salen los alumnos ….
Como tú dices, Enrique, “el ser torero ya no es cuestión de afición y de profesionalidad”, de acuerdo, ni el ser picador, ni banderillero, ni cronista de toros, etc., etc.. En la tauromaquia actual, los únicos que quedan por afición y con profesionalidad, son los aficionados, lo primero es obvio y lo segundo porque cumplen fielmente por su obligación: pasar por taquilla.
Lupimon
Lupimon:
Pues ya ves como están las cosas, que encima al aficionado se le echa en cara que no protesta demasiado o demasiado alto, que sigue pasando por taquilla o que se deja engañar como un parvulito. Encima somos culpables de que nos toreen.
Un saludo
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