viernes, 10 de junio de 2011

¿Cómo he estado papá?

Citando en banderillas o ¿cómo sentirse torero?


Pues mira hijo, que digo yo que qué te parece aquello de hacerte veterinario, o lo de administrador de fincas, notario, corista de variedades, contertulio voceador, concejal de urbanismo, amante de una famosa o famoso, esteticista, fisioterapeuta o vividor. Sí, pero ¿Cómo he estado papá?

Que difícil es ser padre a veces, porque hay momentos en los que a los hijos hay que ponerles delante la realidad, tan cruda como esta sea y todo lo que no sea eso es engañar y perjudicar a un hijo. Es una de las peores faenas que se le puede hacer a una criatura, no decirle la verdad y que vaya haciendo el ridículo delante de miles de personas. Lo de echar por tierra el nombre y el prestigio de uno, aunque importante, lo es bastante menos que timar a la sangre de tu sangre. Si al menos le hubiera descubierto en su momento los secretos de la lidia y el manejo del capote y la muleta para encauzar las embestidas del toro, algo más tranquilos podrían estar El Capea padre e hijo.

Pero tampoco se puede decir que los de Bañuelos, los toros de frío, como les llaman, dieran demasiadas facilidades. Facilidades para poder hacer el toreo bonito, o para mostrar las cualidades para lidiar de cada cual. El primero parado y peligroso, con un pitón izquierdo para no verlo. El segundo, que se rompió el pitón izquierdo, más empeñado en sus carreras que en entrar a los engaños. El tercero, que apretaba por los dos lados, se fue complicando cada vez más a lo largo de la lidia, poniendo en aprietos a su lidiador, que no actuó como tal. El sobrero cuarto de Adelaida Rodríguez, con una presencia que imponía, fue el que mejor se comportó en el caballo, pero su flojedad le impidió emplearse. Luego hubo quien se empeñó en hacer creer que era un toro imposible, que no era así. Bastante más complicado fue el quinto, que no solo no humillaba jamás, sino que además echaba la cara descaradamente arriba, defecto que se acentuaba por el lado derecho. El sexto se complicó por su querencia a toriles, lo que se convirtió en el origen de los mejores momentos de la tarde por parte de los banderilleros. Iba mejor de lejos que de cerca y se paró cuando se empeñaron en ahogarle la embestida.

Víctor Puerto volvía a Madrid, según dicen gracias a una buena actuación el verano pasado. Yo estuve aquel día y al acabar la corrida, nunca me habría pensado que aquello mereciera algún premio. Este torero tiene experiencia, eso es evidente. Otra cosa es que la sepa utilizar. En su primero, el segundo, el toro no llegó a ir nunca al caballo a contraquerencia. Le robaron dos puyazos a la salida de los picadores ante la inoperancia del matador, que dejó pasar el tiempo en la faena de muleta, unas veces buscando los terrenos más adecuados, tanteo por aquí, trapazo por allá sin pararse jamás y bajonazo para acabar prontito. En el flojo cuarto empezó con trapazos por ambos pitones sentado en el estribo, para ir ganando terreno. A partir de ahí decidió que aquello no era posible darle ni un pase y puso todo su empeño en hacérselo saber al público, quien pensaba que la cosa no era para eso. Yo ahora firmaría que esto no es para ser premiado, pero si Puerto no exige demasiado en cuanto a ganado y emolumentos, igual le vemos de nuevo por estos barrios.

El Capea también volvía después de una actuación de esas que alguien decide que merecen un premio, pero que para lo único que sirve es para demostrar la falta de pericia del matador en cuestión. No se le puede negar el querer, pero se duda mucho de su poder. Entró en quites, puso posturas con la muleta, pero su toreo tan vacío y superficial hace que los toros le vayan comiendo la merienda poco a poco, hasta que ya no haya quien haga carrera de ellos. En su primero llegó a ese punto cuando el toro le pegó un achuchón que solo quedó en susto. Se lo quitó de en medio como pudo y todavía pudo preguntar ¿Cómo he estado papá? Pero el segundo era bastante peor. Ahí no se podía confiar ni un segundo, con la cara muy alta, especialmente por el lado derecho, nunca permitió que el matador se luciera. El Capea casi se limitaba únicamente a poner la muleta como un telón para que el toro la acribillara y acto seguido estuviera más pendiente del bulto que del engaño. Estocada con mucha habilidad y punto. A nadie se le puede exigir gracia, arte y salero, pero sí saber lidiar, poder a los toros y salir más o menos aseado del envite, pero lo extraño es que este torero no haya asimilado los conocimientos que el Capea padre le habrá intentado transmitir.

EL confirmante Jairo Miguel traía la ilusión de alguien que ve convertirse un sueño en realidad y que todo lo malo pasado tiene su recompensa, pero si la corrida elegida es esta de Bañuelos, pues el triunfo estará más lejano. Con el primero, parado, se limitó a pegarle pases en toriles, con mucha inseguridad y escasa pericia. Se le vino encima por el pitón izquierdo, con la cara alta, no tuvo más que resignarse y aceptar que el toro no valía para nada. En el que cerraba plaza declaró cuales eran sus fuentes de inspiración, abusando del pico, toreando muy lejano, lo mismo con la derecha que en los naturales, para acabar ahogando la poca embestida del toro, vulgar y solo jaleado por los paisanos que le acompañaron, que se delataron nada más empezar cuando le gritaban eso tan torero de “guaaapooooooo”.

Lo más torero de la tarde y de muchas tardes, fue la actuación de Ángel Otero, quien en el primero de la tarde vio como antes de parear, el toro se marchaba y se encastilla en los terrenos próximos a toriles. Allá que se fue, citó y cuando el toro se le venía como un vendaval, cuadró y clavó un par en todo lo alto. Luego en el último fue su compañero, Lipi, quien gritó a toda la plaza que se sentía torero. En su primera entrad dejó un buen par, pero en el segundo quiso dejar claras sus intenciones. Tomó los palos y se empezó a dejar ver, se contoneaba, bailaba altor, pero este no estaba demasiado interesado. Junto los palos en horizontal y los sujetó con ambas manos hasta que el Bañuelos volvió a estar con el. Se dejó ver, le enceló, cito y cuando inició la arrancada se fue hacia él, cuadró en la cara, manos juntas y clavó un gran par. Podía haberlo dejado caído o trasero, se podía haber caído uno o los dos, que no, pero se había sentido torero y había toreado. Algo cada vez menos frecuente.

8 comentarios:

Diego Cervera Garcia dijo...

Enrique, tienes mas razón que un santo, el Capea ni puede ni sabe de este oficio, el Sr Puerto, y le llamo Sr porque en su dia demostro toreria y verdad, cosa que nunca volvera a mostrar, o eso creo yo.....Pues eso mismo, el Sr Puerto ayer hizo el paseillo demostrando una comodidad y pocas ganas de hacer nada, dado a que no se tiene que ganar contratos ni creo que compita en el escalafón, y Jairo Miguel, que confirmo su Doctorado pues.... la verdad es que no suena mal el nombre compuesto de Jairo Miguel, es mas suena bonito y artista. ¿tendremos resultados con este torero? Un saludo.

Unknown dijo...

Y El Capea llegó con 20 corridas toreadas en tierras mexicanas. Este no con mil.
Saludos

Enrique Martín dijo...

Diego:
Lo de Víctor Puerto, que nunca ha sido santo de mi devoción, es un caso extraño, primero se le esperaba como el sobrino de un buen torero, pero tomó su propio camino. Lo tuvo casi todo en la mano, sobre todo entre el gran público y fue desapareciendo de los carteles. Ahora vuelve y cuando la cosa no es como le parece, cambia la cara y adiós.
Jairo Miguel de momento ofrece voluntad. Habrá que seguir esperando.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Pepe:
Lo de Capea es un caso raro. A mí me choca muchísimo que su padre no le haya enseñado los secretos de la lidia. Igual no tiene esa afición y ambición que esto exige. Por ejemplo Jairo Miguel, que no estuvo para tirar cohetes, mostró ganas. Y con su juventud todavía tiene margen para la mejora.
Un saludo

MARIN dijo...

Me da pena Enrique, que un tio como el Capea (hijo me refiero) no sepa andar en esto. Hay por ahí una cantidad exagerada de chavales que quieren ser algo en esto y no tienen las facilidades de el Capea.
Y no le critico nada a el torero, entre otras cosas tu sabes porque. Ni a este ni a ninguno. Pero llega un momento en la vida que uno debe saber que ha llegado su tope y ya no da mas de si, por muy hijo de figura del torero que seas. Todo mi respeto por la persona que se viste de luces, pero la vida es así de dura y cuanto antes se asuma, mejor, y este chaval no es el primer dia que está en esto.
Un saludo Enrique.

Enrique Martín dijo...

Marín:
A mi hay una cosa que me asombra y que no me entra en la cabeza. Yo entiendo que el arte no se aprende, ni se enseña, pero a saberle andar a los toros sí y el padre eso lo sabía de perillas, pero parece que no le ha contado nada al hijo.
Sobre lo que dices, me parece que la cosa es así de dura, pero no se puede aguantar a nadie por el nombre. Con lo difícil que es para todos los demás y lo injusto que es la mayoría de las veces, lo que tienen que tragar y que un puesto se ocupe por el nombre y no por el hombre. Seguro que es un chaval estupendo, pero... Eso no es mérito suficiente.
Un saludo

Anónimo dijo...

Como siempre tienes mucha razón en lo que escribes.

El Capea sino tuviese un “nombre” hace tiempo que no estaría en esto, porque no tiene oficio. Lo que me da rabia es ver a chavales muy capaces sentados en casa esperando a que suene el teléfono, porque su puesto lo ocupan “enchufados”.

Un saludo.

Enrique Martín dijo...

Isa:
Lo dices tan claro y de forma tan cruda, que asusta, pero no te desvía un milímetro de la realidad.
Un saludo y muchas gracias por participar de nuevo en esta tertulia.