lunes, 25 de marzo de 2013

La vaca del aguardiente

A Urdiales quizá le habría ido mejor con la vaca del Aguardiente y no con los mulos de Torrestrella y Torrealta



Ya empezó la temporada de toros en Madrid, aunque ruego me perdonen, pues no me gustaría inducir a engaño; dicho así, alguien podría pensarse que de aquí a octubre no pararán de salir toros de lidia con bellas láminas, comportamientos de bravos, encastados y que exijan tener delante a un matador que sepa cómo salir con bien del compromiso que se supone que es Las Ventas y el toro que en las viejas historias se contaba que salía por toriles.

Así que volveré a empezar, tal y lo exige la terminología actual: “Ya ha comenzado la preferia de las Ventas, a la que seguirá el ciclo de novilladas preferiantes, luego la feria de la feria, la de rejones interferias, la feria del Jarte y la Kultura, la postferia, los ciclos de saldos novilleriles, la miniferias diferida de la Paloma, más ciclos, la preferia de Otoño, la postferia de Otoño y el final de este atareado año, que antes simplemente se llamaba la temporada.

Se anunciaba un encierro Torrestrella, muy en tipo, no se sabe de qué, pero muy en tipo. Tan dispares eran entre sí, que podían estar en tipo Veragua apretado, caballuno agalgado de patas largas, el mostrenco de Torrealta y un último que podía ser Núñez o todo lo contrario, destacando sobre todos ese tercero que parecía más una vaca vieja, sin tanto pitón, grandón y al que le hacían juego un montón de mocetones haciéndole cucamonas y toreándole con la rebequita de la novia. Pero cómo la tarde no estaba para quitar la rebequita a nadie, so pena de recibir un sopapo con la mano abierta en plena jeta, pues se dejó que el matador de turno intentara suplir la ausencia del mocerío del lugar.

Abría plaza y temporada el riojano Diego Urdiales, un torero al que siempre se le espera y al que se desea que le salga un toro con fuerzas, con buenas o malas ideas, pero que no se caiga. Quizás sea la única manera de ver a Urdiales en toda su pureza. Ante el jabonero de inicio, ese que hasta a una niña de diez años le hizo exclamar ¡Qué pequeño!, ya al tercer capotazo dio muestras de flojedad. Fue al caballo al paso, sin colocar en la primera vara, dejándose dar, aunque muy poco, estando más cerca de la simulación que de ejecutarla suerte con verdad. Allí se quedaba el animalito debajo del peto, sin que se planteara ni de lejos apretar. Un tanto parado por el pitón derecho, luego se arrancaba en sosas oleadas destempladas. Urdiales lo intentó primero por el derecho, se quedaba, al natural, con la molestia el viento, De nuevo se echó la muleta a la derecha, para comprobar que se revolvía cada vez antes, hasta que definitivamente se paró. En el grandullón segundo de Torrealta tardó en hacerse con él. Muy suelto y sin que nadie fuera capaz de fijarlo, fue como una flecha a por el caballo de puerta que acababa de salir, para mandar a caballo y jinete contra el suelo. Ya en el de tanda, fue al relance, para empujar mientras le tapaban la salida y le dieran de lo lindo para quitarle esos humos de mantón de barrio. Antes del inicio de la faena de muleta estaba bastante peligroso. Tras un tímido inicio por bajo, las tandas de Urdiales eran cortas, con buena colocación y queriendo hacer las cosas con verdad a este pegajoso zamacuco de Torrealta. Derechazos y naturales arrancados a fuerza de tesón, pero que no fueron tenidos luego en cuenta, precisamente por alargar en exceso su labor, con la consiguiente desesperación del respetable. Una media que no valió para que el toro doblara con rapidez, varios descabellos y dos avisos, hasta que al final cayó el geniudo grandullón que hizo cuarto.

El salmantino Eduardo Gallo fue el único que mató los dos toros de la ganadería anunciada, de Torrestrella. ¡Qué suerte! A su primero le recibió aseadito la verónica, con quietud, moviendo bien los brazos y ganando terreno hacia afuera. Animado intentó el lucimiento con un galleo para llevar el toro al caballo, pero quizá afeara su quehacer el que él iba por aquí y el toro por allí a lo lejos. Era una mezcla de toreo de salón sin toro, retirada sin perder los papeles y cómo un toro despistado buscaba un trapo al que hacer caso. Picotazo muy trasero, para seguir tapándole la salida y sin apretar, mientra el toro se mantenía paralelo al peto. En este primer encuentro se arrancó cuando más lejos tenía a jinete y cabalgadura, sorprendiendo al señor de la vara. La segunda vez éste ya estaba avisado y pudo casi simplemente señalar el puyazo, después de que el Torrestrella se arrancara hasta con cierta alegría. La pena era que no se le pudo casi picar. Gallo empezó con la muleta pasándoselo a cierta distancia, sin perder demasiado la compostura, derechito, pero llevándolo por allí lejos. Enganchones, separadito, soso, pero jaleado por el público ávido de toros y con ganas de divertirse, que así debe ser la cosa en las preferias, pero como uno no tiene costumbre, se cree que todas las corridas de toros deben mantener la misma exigencia. Derechazos acompañando, piquito de la muleta y la pierna de salida escondida descaradamente, pero sólo a partir del segundo muletazo, en el primero lo disimulaba un poquito más. Cita algo más fuera del hilo del pitón, lo que no le ayuda demasiado. Quizá un pelín más adelante, sin necesidad de cruzarse, fíjense lo que son las cosas, el toro le habría ayudado más y la faena también habría ganado en calidad. Pases escupiendo al toro y de cierre una variadísima sesión de inversos y trapazos que encenderían al más exigente público de cualquier plaza de tercera, incluso hasta de muchas de segunda. Pero en Madrid, aunque fuera en preferia, no sólo no gusta, sino que hasta hay quien se lo toma a mal, será porque no traga con tanta vulgaridad. En el que hizo quinto, la lidia se ausentó por motivos personales, y para escenificar el jaleo que había en el ruedo, tras el primer picotazo en el caballo el toro se llevó enganchada la puya. El que quiera que venga a quitármela, debía pensar el de Torrestrella. Otro picotazo leve y el animalito se derrumbaba cuando se batía en retirada, allá sobre las rayas del tercio. Quite por chicuelitas de Nazaré, una aquí, la otra, espera que voy allí, otra por el otro lado, pareciendo más una capa que busca al toro dónde sea para sacudirle un mantazo en toda regla. Desmelenado responde Gallo con un jaleado quite entre a la verónica, por navarras y delantales, pero todo al mismo tiempo, para cerrar con una buena media. Tras dos buenos pares de Domingo Siro, el charro cogió la muleta para empezar con derechazos escupiendo al toro de la suerte, muy soso y desangelado, teniendo que recolocarse a cada pase. El toro parado y defendiéndose imposibilitaba cualquier intento de crear arte.

Y cerraba Antonio Nazaré, una de las esperanzas de la afición hispalense y que algunos habían pedido verle aquí en Madrid. ¡Qué mala suerte! Le tocó la vaca del aguardiente, ese pseudo equino, pseudo vacuno, que con tanto pseudo se quedó en adefesio taurino. En el caballo primero se dejó sin más, para cabecear el peto en el segundo encuentro. Con la muleta, tras los tres primeros trapazos casi echa mano al matador, que resolvió con una faena plena de contorsiones y retorcimientos propios del toreo moderno. Tampoco es para ponerse exquisito oiga, que estamos en preferia, ¿o eso no tiene nada que ver? Es que uno no acaba de aclararse muy bien con esto. Naturales con la muleta torcidísima, dados de uno en uno. Estocada entera desprendida, ejecutada de esa forma en la que el brazo parece escayolado, sin moverlo y sin meter la mano, sin una buena ejecución de la suerte, pero como el acero entró, todos felices. Al segundo de Torrealta, el que hizo sexto, le costó llevarlo al caballo. En la primera vara se quería quitar el palo y en la segunda corneaba al caballo, mientras el maestro andaba por allí, de lejos, cómo un bulto sospechoso, si no fuera porque iba de luces. Estaría pensando la gran faena que iba a regalarnos para acabar, aunque no fue más allá de los retorcimientos y la falta de colocación, mientras el animal iba a su aire buscando una compañía que le resultara menos pesada. Con los aceros se hizo un verdadero lío, pinchazos, picotazos con el descabello, y la gente deseando marcharse para casa a tomarse algo calentito y a refugiarse de la rasca que hacía en la plaza de Las Ventas. Que si hubiera habido tapadera, igual la cosa habría sido mejor, pero no para gradas y andanadas, que solo oiríamos el jaleo de los bieeeeen a los trapazos y nos habríamos pensado que nos estábamos perdiendo algo grande. Pero no. Ya pasó el invierno y llegada la primavera hemos podido comprobar cómo los señores de Taurodelta, socios fundadores y adosados, siguen fieles a su filosofía de trabajo: “Rescatemos del campo a todo lo que nadie quiere, lo más infame, lo más descastado, lo menos en tipo, lo que ha fracasado en todas partes, comprando las corridas de erales, añojos, o antes de cogerlas del árbol”. Que lo mismo hay suerte y una de estas, viene con sorpresa y nos toca “la Vaca del Aguardiente”.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Enrique magistral esa crónica, siento que no hayas podido decir cosas serias...te echamos de menos en Comeuñas y la Ruiza, nos acompañó los dos días el amigo Pepe Marín y el domingo también Pepe Plaza, ahora acabo de charlar un ratillo con él en el programa en el que tú colaboras de vez en cuando "El Paseillo" para comentar las vivencias de "la ruta de la tartanilla" de este fin de semana en tierras huervanas, ha sido magnífico a pesar de la climatología, ya te enviaré fotos
Un abrazo
Pgmacias

Xavier González Fisher dijo...

Don Enrique: Al menos la corrida se dio en una plaza de toros al uso y no en una olla tapada, como se había amenazado meses antes. De lo demás, pues... dicho está por Vuecencia.

Anónimo dijo...

La corrida no fue para tirar cohetes pero vi tres toros con posibilidades de tocar pelo. Claramente el segunto, primero de Gallo, el tercero que hacía primero de Nazaré y el cuarto de Urdiales. Ah, y toquemos madera, hubo pocas caídas, aunque la presentación dejó mucho que desear.

Gallo posiblemente ha sido de los que mejor ha toreado en Las Ventas en las dos últimas temporadas, lo cual tampoco dice mucho en su favor. Capoteó y muleteó con cierto temple al segundo pero sus constantes fueras de cacho sólo se vieron tapados por un toro que iba donde le ponía el engaño y dejaba ver con claridad los muñecazos del salmantino. El toro iba porque iba a todo lo que le ponían, el torero con otra colocación y aguantando el tipo en ciertos momentos hubiera podido tocar pelo. En el quinto no vi nada destacable.

Urdiales muy destemplado en su primero y sin las ideas claras. En el segundo puso ganas pero no terminó de entender al de Torrealta, acortando en demasía las distancias y tratando de suplir la falta de plasticidad con una faena larga y tediosa en sus últimos momentos. No obstante al menos se le vieron ganas, que no es poco...

Nazaré, en el tercero, tuvo momentos interesantes al natural pero... (joder, siempre hay un pero) no se puede torear tan inclinado. Si en vez del sevillano hubiera estado el Juli, le habrían caído palos de todos los colores pero es lo que tiene Madrid, cierta condescendencia con los jóvenes. Se le agradecen las ganas de agradar pero debería haber retenido su ímpetu de dar una vuelta al ruedo que honestamente no mereció.

Saludos
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Yo no vi tan claro al Torrealta, incluso creo que tenía peligro. Lo que pasa es que Urdiales se alargó demasiado. Lo de Gallo me da pena, cómo toreó de novillero y cómo está ahora. EN el galleo ese se le vio voluntad, pero lo hizo tan separado, que el toro no sabía a qué seguir. El sevillano tiene muy claro el toreo moderno, pero joer, tan retorcido y con la muleta tan atravesada. Pero también te digo que en la feria va a haber muchos, pero muchos días peores.
Un saludo

VACAS dijo...

Muy buena crónica y fantásticamente redactada!

Enrique Martín dijo...

Vacas:
Muchas gracias
Un saludo