Quizá ese ideal democrático taurino se encuentre en el término medio de mezclar realidad y utopía |
Muchas veces se ha comentado que los Toros es el espectáculo
más democrático que existe en España, y se ha tenido como una verdad absoluta,
una de esas que nadie se plantea cuestionar pero, ¿es esto realmente cómo se dice? En
primer lugar, quiero decir que aquí voy a verter una opinión propia y
personalísima, que puede ser equivocada o acertada, pero es lo que pienso y
aquí lo dejo. Tampoco sabría decir si todo esto es extrapolable a la realidad
de un país y al estado de su democracia, ahí que cada uno piense lo que mejor
crea. Igual al acabar de escribir, sería capaz de decantarme, pero eso les
aseguro que no lo voy a hacer; al menos hasta que no tenga un blog dedicado a
otros menesteres y que se llame “Políticos degrada seis… o más”.
Para unos, la esencia de esa democracia es la forma de pedir
la oreja para los toreros, que realmente sí responde a un espíritu
participativo y a una decisión de la mayoría, pero quizá lo primero que el
espectador, el aficionado o publico debería saber, y en especial, el presidente
de la corrida y los “profesionales de esto”, es qué se puede votar y qué no,
que no se puede hablar de mayorías en los casos en los que a estas no se les
otorga capacidad exclusiva para decidir. Al menos mientras se pretenda mantener
el verdadero espíritu de los Toros, o el de libertad, justicia, igualdad y
participación, en otros ámbitos de la sociedad. Espero que se me entienda, pero
no todo se reduce a votar, eso podría llegar a convertirse en una dictadura de
las mayorías, que es otra forma de opresión y exclusión; y de esto creo que
sabemos bastante los que vivimos esta afición, a los que se nos quiere
convencer de que si una mayoría vota la prohibición de la Fiesta, la minoría
aficionada debe acatar la decisión sin más. Incluso esta mayoría tampoco puede
apropiarse de facultades que no le corresponden, no puede votar en contra de
los derechos humanos, a favor del racismo o vaya usted a saber, de la misma
forma que no se pueden conceder las segundas orejas por petición de la mayoría,
ni el señor presidente puede delegar esta función según los pañuelos sacudidos
al aire o el volumen del griterío del respetable. Algo que en principio parece
claro, que no ofrece dudas, pero que tarde tras tarde, sin importar la plaza,
se salta el personal a la torera, pasándose los reglamentos por ahí mismo.
Pensemos en una faena de esas de perder el sentido, eternas, pesadas, clonadas
y con muchos trapazos, pero que hacen perder el sentido al público. El señor
matador, que sólo se hizo presente en el último tercio, sacude un bajonazo que
desata la locura que se extiende por los tendidos y sube hasta el palco, para
que el usía se líe a pegar pañuelazos en modo aspas de molino. Con la estocada
defectuosa se pierde ese primer trofeo y no se tiene opción al segundo si el
diestro no ha hecho méritos durante la lidia, ni con su toreo de capote. Ya sé
que esto hoy en día es algo que no se tiene en cuenta, no se entiende y hasta
se considera absurdo, pero, ¿es democrático este desprecio a la normativa? Pues
que cada uno saque sus propias conclusiones.
Quizá esto no sea tan grave, dirá más de uno; y seguro que
es verdad, pero uno ve los problemas dónde no los hay y llega a pensarse unas
melonadas que no se le ocurren ni al que asó la manteca. Miren ustedes que uno
cree que enarbolando la bandera de la democracia, hay unos aprovechados que se
benefician de estos referéndums espontáneos, creyéndose y queriendo hacer creer
que sus usos y actitudes están legitimados por los votos, por los pañuelos que
flamean en la urna de la plaza de toros. Y resulta que ellos solitos y sus
parásitos que pretenden representar las exigencias de sus maestros, deciden que
hacen justo lo que el público demanda, que ese es el gusto de la afición y que
hay que “evolucionar” para satisfacer a los que habitan los tendidos. Ahí lo
tienen, la masa decide y los taurinos acceden generosamente a los deseos de
esta, que curiosamente coincide con lo que más les beneficia, lo que menos les
complica la existencia y lo que más les tapa las vergüenzas de su ineptitud.
Pero no para aquí la cosa, no señor, esto está mucho mejor
montado de lo que parece. Resulta que con este mal entendido espíritu
democrático los taurinos pretenden que los que no opinen como la mayoría,
callen y se abstengan de manifestar su opinión en la plaza, en los foros, las
tertulias, los blogs y en la cama, por si alguno habla en sueños y grita eso de
“Toooooro, tooooooro”. Ya saben, eso de tú votas y hasta la próxima y si no
votas, pierdes el derecho a opinar; aunque por otra parte, este derecho lo
pierdes en el momento en que piensas diferente a la mayoría. No está permitido
que disientas, porque te empiezan a llamar torista, que si lo que quieres es
tragedia, que si estás como loco por ver al torero cogido y todas esas
barbaridades que parece mentira que llegue a pensar alguien de otra persona,
especialmente si el primero apela al poder democrático de la mayoría, que se
convierte en abuso o dictadura cuando hay otra mayoría más mayoritaria que hace
peligrar sus intereses.
No resulta ejemplar el que un señor levante la voz durante
la lidia para protestar por una mala colocación, por un vicio o mal uso que
favorezca descaradamente a una de las partes, toro o torero, porque eso es un
signo inequívoco de falta de respeto, ignorancia y deseo de reventar la fiesta
a la mayoría. Que empiezan llamándote payaso, pretendiendo faltar, y quién nos
dice que no acaben acusando al buen hombre de Kaleborroco taurino, antisistema,
terrorista y todas esas cosas que hoy se escuchan que los que mandan dedican a
los que pretenden “molestarles”, haciéndoles saber de sus penurias.
Decía más arriba que lo mismo no es tan grave eso de dar
orejas a tutiplén sin haberse hecho los méritos suficientes, pero voy a dar un
argumento qué creo que demuestra que sí lo es. Argumento que expongo
públicamente aun a riesgo de ser lapidado o quemado en la hoguera por las
opiniones de aficionados tan solventes como los que se pasan por aquí a
visitarnos, y de los que uno no acaba de aprender lo suficiente. Pues mi razón
no es otra que si se premia lo que no se hace, al final eso dejará de ponerse
en práctica, perderá el valor que tuvo en su momento y, o bien se abre la
puerta a la degeneración y a la vulgaridad, o se empieza a crear un adefesio
extraño, que nada tiene que ver con el original. Pero eso no es evolución, no
confundamos, eso es mutación. Aunque esto sí que nada tiene que ver con ese
supuesto espíritu democrático de los Toros, si acaso con la cirugía, para
cortar y extirpar las células mutadas, alejándolas de las demás, no vaya a ser
que las contagien. Que luego a uno le montan una feria que parece la Parada de
los Monstruos y cuando escuchas las alabanzas de unos y sus intentos por callar
la boca a los disidentes, uno piensa en lo que llaman la democracia taurina,
¿realidad o utopía?
4 comentarios:
Asi de esperpéntico es amigo Enrique...suscribo todas tus sinceras palabras que delimitan y definen esta realidad de la fiestecilla 2.0...pero seguimos en ruta, verdad?
Un abrazo
Pgmacias
Disculpe Vuecencia que pretenda hacer "dos por uno", pero la realidad es que advierto que sus "afanes democráticos" derivan de que Usted "no se ha puesto delante" y no entiende, como dijera el filósofo, que hay quienes han nacido para mandar y otros que han nacido para obedecer...
Esos "que se ponen delante" (del espejo, generalmente), son quienes creen, además, que han nacido con el bastón de mando bajo el brazo (no con un pan, como Usted y yo, simples mortales), así que ellos tienen poder sobre vidas y haciendas en esto de la 2.0, gústenos o no. Pero magnánimos son y nos dejan una opción: "tómelo o déjelo"...
Y ya en serio (al menos lo intento), quizás una dictadura sea lo que ahora se necesita, pero no de la aristocracia podrida que actualmente (des)gobierna esto, sino de quienes sostienen con sus menguados ingresos el bienestar de las "fuerzas vivas".
Y disculpe Usted el discurso.
Pgmacias:
Claro que seguimos en ruta, aunque a veces te apetezca estar más tiempo parado a la sombrita de una encina, pero estos "genios" se empeñan en que sigamos recordándoles que el oropel no tiene valor y que el oro es muy escaso.
Un abrazo
Xavier:
Quizá con estos comportamientos dictatoriales lo que demuestran es que son unos ignorantes, se creen con unos derechos y beneficios superiores a los demás y que, además, van a estar ahí eternamente. ¡Ay pobres!
Un abrazo
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