domingo, 2 de junio de 2013

Los Cuadri ya no van a protestar, pero que tampoco se crezcan



Los Cuadri con más lámina que esencia
Las ganas que se tenían de ver a los Cuadri, en una feria en la que se ha declarado la corrida de Victoriano del Río como la más brava del ciclo. ¡Ay, señor! Entonces ya me explico yo muchas cosas. Nos han cuadriculado la sesera, ya no sólo son los torerillos enaltecidos por esa trama pseudo taurina, mercantilísta y pancista, que llevan su ejercicio gimnástico taurino en el petate, como si se tratara del equipo de natación sincronizada de Toritochistán, y se lo quieren enjaretar a todo animalillo encornado que se les ponga al paso. Lo mismo da un monoencastizado torillo, que un caracol, que un ciervo, que un cónyuge coronado. El camino que va del toro al torero ahora nos lo invierten y lo cubren del torero al toro, y el que no se adapte, el toro por supuesto, es que es malo de mandar al fuego eterno. Así que muy bien por don Victoriano del Río, al que felicito por tener un premio, pero al que le doy el pésame por tener cada vez menos, una ganadería de toros.

Pero vamos al problema que nos ocupa, la corrida de Cuadri. La gente salió muy decepcionada, echando en sus espaldas el fiasco de tarde; no les voy a decir que yo salí feliz como una perdiz, a no ser por la compañía, por los amigos reencontrados y reconocidos justo antes de meterme en mi grada, pero los vi mejor de lo que se dice y a la terna la vi bastante peor de lo que me cuentan. Incluso alguno me indignó profundamente, porque uno no lleva demasiado bien eso de que le quieran tomar el pelo. Es evidente que los toros tuvieron una actitud demasiado pasiva en el caballo, de acuerdo que se dejaban pegar, pero a lo sumo empujaban un poquito, aunque más parecía que por apartar aquello de en medio, que por querer atacar y salir vencedor. Pero luego sí que iban a la muleta y la seguían allá donde se la pusieran, incluso mejor por abajo que por arriba, pero eso iba ya por cuenta de terceros, a los que se les valora enormemente simplemente por haber estado allí delante.

A los matadores creo que se les debe exigir ese valor para estar delante, pero también el que tengan los conocimientos y recursos para entender al toro y hacerle lo que éste pide y no todo lo contrario. El primero de Trigueros salió parado y enterándose, lo que tampoco suena raro en esta ganadería. Se frenó en el primer capotazo, mostrando un viaje más corto por el izquierdo, por el que revolvía antes, aparte de por ahí se acostaba. En la primera vara lo dejaron de mala forma, empujó sin meter la cabeza, pero ya he dicho que sin ningún afán. Lo dejaron en la siguiente de cerca y aparte de su poco celo, ya mostró que el palo no era algo que le gustara y cabeceaba para ver si se quitaba esa molestia del lomo. En banderillas iba con la cara alta y esperaba por el lado derecho, no dando facilidades a los rehileteros. Allá que se fue Robleño a pasarlo de muleta, directamente al cuatro, no demasiado lejos de toriles, un poquito más allá del tercio. El toro iba mejor de lo que había dejado ver hasta entonces y si le bajaba la mano, la cosa mejoraba. Empezó a perseguir la muleta como si esperara pelea, eso sí, cuando no se le sometía, iba como un mulo, entrando sin humillar y como si pasara por allí. Por bajo mostraba más agresividad y el viaje se prolongaba más, aunque también es verdad que así apretaba más al torero y le exigía más. Pero si don Fernando Robleño se veía más cómodo sin que le achuchara, pues para que pasar un mal rato. En esa comodidad y ese no ponerse en el sitio, al final se vio arrollado por el de Cuadri. Se lo quitó de en medio de un bajonazo pero me quedó la sensación de que no quiso, aparte de una lidia inexistente.

Pero Robleño tenía la oportunidad de sacarse la espina con el cuarto, el toro de la discordia, ese castaño que tenía viaje para Ceret, pero que al final se cogió el AVE para Madrid. Un toro que parece ser, sólo parece ser, que algunos no querían encontrárselo en el ruedo por nada del mundo y que al presidente no le agradaba por pensar que no le gustaba la forma de embestir que él predecía en los reconocimientos, hasta se decía que le parecía que iba a resultar manso, vamos que hasta pudimos quedarnos sin corrida por un quítame allá ese castaño. Este era el relato que circulaba entre los aficionados de Madrid que esperaban a Brigada con los brazos abiertos. Y salió el buen mozo al ruedo, frenándose y revolviéndose en el capote. ¿Para qué queremos más? Olisqueaba, esperaba, se mostraba incierto, recortaba por el derecho, regateaba a los capotes. Su presentación no era la mejor imaginable, pedía a gritos una lidia seria, rigurosa y atenta. Derribó en el primer encuentro con el caballo, empujando con la cara alta, más arrollando que otra cosa. Entonces se lió un tremendo pitote, los peones mal, pretendiendo incluso llevarlo hacia un caballo que los monosabios intentaban levantar. En la segunda ya se ocuparon y se preocuparon de que al toro se le diera leña como para pasar un invierno. El toro empujaba y cabeceaba, al tiempo que le tapaban la salida. Ya en banderillas hasta metió la cara en algún par. Trapazos ratoneros en el inicio de faena, donde se empezó a ver que el animal iba y seguía el engaño. Pero claro, el que un toro de este tipo vaya no es que uno se pone y va y viene; hay que poderlo en cada muletazo para meterlo en la canasta, no se le puede ahogar, ni pretender que vaya sin cruzarse, sin ponerle la muleta plana. Lo del pico y citar desde fuera, no vale. Robleño no sabía por donde meterle mano, muy desconfiado, se empeñó en no dejar ver al toro y en que se quedara parado. Y cuanto más desconfiado se le veía, más encima se metía. Seguro que estoy equivocado y lo que hizo el madrileño fue una gesta histórica, pero yo sinceramente me sentí engañado y defraudado, porque no es sólo que no diera el paso para adelante, sino que lo dio a un lado, haciendo ver lo que no es.

El segundo, primero de Javier Castaño, ya de salida mostró ciertas dificultades que obligaron al espada a darse la vuelta para irle cediendo terreno al toro, algo que perfectamente podría haber hecho un peón, para después aparecer el maestro a torear de capa. Incapaces de colocarlo en el caballo, en la primera vara le taparon la salida, el picador barrenaba, no fuera a ser que se le viniera arriba. Pero el Cuadri de momento simplemente se dejaba hacer. En la segunda se acercó el animal él solito, empujó ya algo más, le taparon la salida y acabó saliendo suelto. en el esperado tercio de banderillas, Fernando Sánchez clavó en la cara, con esa forma tan personal de acercarse al toro, llegándole mucho y consintiéndole él bastante. David Adalid puso un par a toro pasado y el otro sobre un pitón. Castaño recogió al toro a una mano y por alto, quizá le levantaba demasiado la mano, pero aún así, el toro iba detrás de la tela, allá donde se la pusieran. Mucho pico y trapos al cielo, el brazo muy estirado, mientras el animal seguía con la esperanza de que alguien le toreara de una vez. Trapazos y más trapazos a una malva y como el salmantino veía que aquello no subía, pues el recurso del arrimón de plaza de tercera, que incluso arrancó algún aplauso y todo. Pero uno cree que se le fue sin torear. Y tengo que insistir siempre que es lo que uno percibió, porque todos vemos lo mismo, pero lo percibimos de manera diferente. Que no se trata de pontificar, pero sí de opinar.

En el quinto se produjo el éxtasis, aunque puede que fuera también una continuación de lo ocurrido dos días antes, en los que Madrid se quedó un poco por debajo de lo que exigían las circunstancias, algo casi cotidiano en los últimos tiempos, pero que en esta ocasión tuvo la oportunidad de arreglar el desarreglo. Salió el cuarto, soso, muy soso. Le llevaron al caballo y le dejaron mal colocado, quizá por influencia de los usos modernos, pero es que al toro hay que dejarlo no sólo lejos, muy lejos o debajo del peto, también influye el dónde. Se quedó unos metros fuera de la segunda raya y el toro no iba ni a empujones, ¿por qué? Porque estaba pendiente de los capotes que andaban por allí. La cuestión era que o los de las monteras se alejaban más hacia el 10 o al toro se lo traían más hacia el 6, pero no, que si quieres arroz Catalina. En el primer puyazo Tito Sandoval, ya San Tito para muchos venteños, le cogió trasero y le tapó la salida, y de esas que se vio como el toro se lo llevó hacia fuera, sin respetar rayas, ni rayos. En la segunda vara, con el toro cerca, casi se lo meten debajo del peto, al arrancarse el animal y no darle tiempo a reaccionar a San Tito, tuvo el detalle de no picar, de levantar el palo y esperar a que se lo colocaran bien en suerte. Es de agradecer el que no aprovechara la oportunidad y le arreara un marronazo de época. De nuevo se lo colocaron, pero el toro estaba con los capotes y no con el caballo, lo que en esta ocasión no dice tanto a su favor, porque ya sabía que allí hacían pupa, aunque el de arriba fuera un santo, pero no San Francisco de Asís, sólo San Tito. Ahí sí que el jinete toreó, picó en el sitio y mantuvo el caballo firme, midiendo muy bien el castigo. El público ahí encontró la primera válvula de escape y estalló en un gran ovación, pero esto sólo había empezado. Allá que fue el dorado dúo de plata con los palos en la mano. David Adalid quizá con más ansiedad que en otros días, clavó a toro pasado, un par en el que dejó sólo un palo y otro más que solicitó al presidente, también un tanto pasado. Fernando Sánchez, el de las patillas, se dejó ver, inició la marcha de chuleta despreocupado hacia el toro, concentrando toda su atención en él y de nuevo llegándole mucho le provocó la arrancada y dejándose venir al Cuadri le dejó un gran par. La plaza primero se puso en pie y luego boca abajo, les obligaron a dar la vuelta al ruedo acompañados de Marco Galán, que tan bien brega para facilitar el lucimiento de sus compañeros. Allá que fueron los tres recogiendo ovaciones, con el paso acelerado, porque el quinto de la tarde aún estaba allí en medio. Llegaron a la altura de toriles y Madrid hizo salir a su santo patrón del tercio de Varas, San Tito Sandoval. Siguieron paseando su humildad, entrega y torería con paso ligerito, permitiendo que Las Ventas solventara la carencia de su última actuación, en la que debió hacer que se reconociera de forma más notoria su labor. Hubo sensaciones y expresiones para todos los gustos, mucha emoción, lágrimas incluidas, los vellos de punta y sobre todo como se rinde una plaza ante unos toreros que quieren serlo. Que no creo que sea el momento para criticar su oposición a la inclusión del castaño en la corrida, pero luego en el ruedo se comportaron como exigen las normas no escritas de la torería. Pero ya se sabe que dura poco la alegría en casa del pobre y allá que marchó Castaño con su muleta para empezar con un soberbios trallazos por el pitón derecho, trapazos sin temple, acelerados, banderazos enganchados, igual con la derecha que con la izquierda, la mano alta, pases de uno en uno, llegando a la vulgaridad y evidenciando que es mucho más honrado y generoso que buen torero. Quizá el Cuadri tenía algo más de lo que vimos, yo creo que sí, pero el charro no nos lo mostró.


El tercero, Luís Bolívar no se ya si calificarlo como la esperanza que ya no es, al que el futuro ya le llegó y no resultó como podía parecer, o simplemente uno más del montón, que además de soso es muy previsible y monótono. Su primero llevaba las patas a rastras. Lo puso de lejos en la primera vara y el animalito se fue acercando por su cuenta pasito a paso. Le taparon y él no empujó nada, pero nada. Flojeaba además bastante. Una vara señalada desde muy cerca y punto. Se dolió en banderillas aunque también es verdad que tuvo buenas arrancadas por el pitón derecho. Bolívar comenzó citando de lejos, pero tuvo que ir acortando las distancias, lo intentó de nuevo con la salida a los medios, que era su querencia. Citaba desde muy fuera y con el pico de la muleta, mal colocado, el toro muy flojo, iba al paso. Se lo quitó de en medio en espera del siguiente. El sexto y último de la feria, que empezó allá por… el siglo XVI o XVII, fue recibido con una ráfaga de mantazos. El animal iba allá donde le decían, que aquí, aquí, que allí, pues allí. Le costó arrancarse al caballo, muy pendiente de los capotes, de lo que se dio cuenta Bolívar, pero nadie más. Acabó yendo desde muy cerca, le taparon la salida, volvió a tardear en la segunda vara, pero como en el otro toro, ya sabía lo que allí había, lo que quiere decir que si no iba no es porque estuviera pendiente de los capotes porque fuera donde había visto pelea. No se le castigo apenas. En la muleta mucho trallazo tirando el toro al suelo, pases de uno en uno, no sabe entender al toro, pretende que el toro le entienda a él; el animal va bien con la mano baja, capricho que jamás le da el matador, que le acaba aburriendo. Trapazos, trapazos, Sin temple, esa medicina tan buena y que tantas cosas arregla en el toro. Pero bueno, aquí se acabó todo, los Cuadri mejor de lo que parecieron, aunque ruego que no se tome esta frase de forma aislada, pues creo que ya je dejado clara mi opinión, y los toreros peor de lo que se dice, a mi parecer. Ahora dos días libres de toros y a por el Jarte y la Kultura.

6 comentarios:

MARIN dijo...

Pues Enrique, yo la he visto igual que tu. La corrida no fue mansa, ninguno ni tan siquiera miró a tablas, estuvieron con el torero en todo momento, pero les faltó esta puntita de casta mas que los ganaderos requieren y que les ha dado hasta ahora el sitio que tienen.

Me voy a centrar, sobre todo, en el cuarto que fue el que mas me gustó, y no precisamente por su pelo diferente a los demás. Es curioso, pero el toro después de salir del caballo en el primer puyazo tomo los capotes por abajo y con mucho ímpetu. Allí me di cuenta de que nos íbamos a quedar sin toro, y claro esta, en la segunda vara le dieron estopa de la buena. Donde se paraba el toro dejaba un charco de sangre. Aun así, Robleño no lo vio nunca y no le aguanto en el sitio ni una. Y todos, todos y cada uno de los matadores no se han coscado todavía que a los toros hay que mandarlos por abajo y sobre todo este hierro. Estos por arriba no quieren ni uno y se desarbolan mucho.

Lo de la cuadrilla de Castaño fue simplemente algo grande, que no espectacular. Lo de Tito Sandoval es para hacerle un monumento, pero yo no hubiese dado la vuelta al ruedo. Al final de la faena junto a mi matador si, pero no en medio de la faena. Pero para gustos los colores.

Resumiendo Enrique, que la corrida de toros no me defraudo pero tampoco me gusto. Lo que no le debe caber duda a nadie es que los ganaderos van a seguir en su linea de buscar la casta aunque a veces la cosa no salga como uno desea. Lo de dar los premios de San Isidro a una corrida mansa que solamente se movió, eso ya es otra cosa. Para mi, triunfador Adolfo.

Vaya tostón que te acabo de soltar. Un abrazo para todos.

Anónimo dijo...

Resumiendo, me decepcionó la corrida de Cuadri, destacando a un cuarto al cuál debieron ponerle una vez más en el caballo y no haberle pegado tanta cera en el segundo puyazo. ¡Cómo me hubiese gustado que hubiese caído en manos de Tito Sandoval! Reconozco que tenía cierta fe en el sexto de nombre “Aragonés” pensando que tendría algo que ver con aquel toro del mismo nombre que fue declarado mejor toro de la feria en 2008 y lidiado por Israel Lancho.

Robleño peor que otras veces y por debajo de ese cuarto y a Bolívar es de las peores veces que le he visto.

Pero no por ello salí aburrido del festejo, muy al contrario. El espectáculo protagonizado en el quinto levantó emociones en mi persona. Ya sé que si nos ponemos tiquismiquis empezamos a decir que Adalid no cuadró alguno más de la mitad de los pared entre ambos pitones o que a Tito se le fuera algún puyazo un poco más atrás de lo debido pero en suma fue algo que te pone los vellos de punta.

La brega de Marco Galván fue impecable, los andares de Fernando Sánchez andando con su peculiar forma de hacerlo, clavando asomándose al balcón y saliendo airoso de la suerte fue emocionante (ya sé que alguno dirá que tomó el olivo en el quinto pero no es momento de ponerse exquisito, ¡cuántas cosas peores no se han visto y han sido premiadas u ovacionadas!). Adalid cuadró peor que otras veces y con el simple exagerado saltito pero su actuación fue más que digna y me gustó ese reconocimiento de que no puso bien el segundo par y quiso rectificar con un tercero.

¡Qué decir de Don Tito Sandoval! En su descargo diré que no tenía toro, hubiera lucido mucho mejor con el cuarto pero ¡qué manera de montar, qué manera de llamar la atención del toro! Y lo profesional que estuvo para no picar al toro cuando se le vino encima accidentalmente (otros le hubiesen recetado un puyacito de propina). No en vano ha ganado varios premios en corridas concurso de Francia y España. Ya tuvo que haber dado una vuelta en la corrida de Adolfo donde su actuación fue superior.

Para alguien que no ha estado en la plaza es difícil describir la euforia colectiva que se desató pero creo que es una reivindicación por las cosas bien hechas, por la lidia total y porque el toreo no es sólo lo que vemos en el último tercio. Todo ello sin olvidarme del enorme gesto de generosidad de Javier Castaño. Una plaza en la que siempre se oyen murmullos de fondo (porque interesa poco lo que pasa en el ruedo) permanecía silente y se oían los típicos “shhh” cada vez que iba a picar Tito Sandoval o cuando iban a poner los pares de banderillas. Bien sabes que aquí se han aplaudido muchas cosas peores, en conjunto la actuación de ayer no merecía menos.

El último tercio ya fue otra cosa pero te juro que rezaba para que le dieran la oreja. No pudo ser pero Castaño nos dio a todos una lección de valores: de generosidad, de ganas, de pundonor, de hombría y de sobreponerse a su lesión en la mano y al fuerte varetazo en la cara.

¿Qué te parece si hacemos una plataforma para la encerrona de Castaño en Otoño? A mí me encantaría…

Un saludo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Marín:
¿Cómo te aguanto yo esto? Pues porque es pura sabiduría y sensibilidad de lo que es el toro y el toreo. Sobre el cuarto, mira lo que le zurraron y aún así hubo que ahogarle la embestida para que no se moviera y no molestara. Creo que Robleño se dio cuenta de lo que allí había, pero que no tenía ganas de tragar con ese toro y puede que la cara de después fuera porque la gente se dio cuenta también de lo que había.
Lo de la vuelta al ruedo quizá debería haberse dado después y con el matador, porque no sé si estas cosas pueden abrir grietas difíciles de cerrar. Pero esto son las cosas que antes se sabían resolver con naturalidad y hoy nos aturullamos y nos planteamos que si sí, que si no, que si acaso media vuelta saludando y la otra media a la carrera. Ya se sabe, en cuanto queremos cuadricular esto, nos perdemos, porque esto no es abarcable.
Un abrazo y ya sabes que estamos deseando los tostones.

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
¡Huy! qué miedo me dan a mí ahora las encerronas, jejejejeje. Pero oye, puestos a pedir. Pero te propongo otra cosa, que te parecería una corrida concurso de ganaderías, incluso con Castaño y algún otro lidiador, que si nos ceñimos a como se ha puesto esta feria el toro al caballo, resulta que quien mejor lo ha hecho ha sido el Fandi, que puso mucho cuidado. Pero en este mano a mano no se permitiría parear a los maestros, se elegirían dos o tres cuadrillas, para que cada una lidiara dos toros y no sé si que fueran tres o sólo dos picadores, entre los que lógicamente estaría San Tito Sandoval. Y sobre el ganado se me ocurre uno de Moreno Silva, Flor de Jara, Miura, Cuadri, algo de lo que mejor se pueda de Vega Villar, Fraile o cualquiera de Graciliano y a lo mejor Aurelio Hernando por lo de Veragua, porque lo de Prieto de la Cal, no sé yo. Y hasta una de origen Juan Pedro, pero de los de verdad, no de los clonados. También podría hablarse de un Adolfo, no de Victorino, y si alguien quiere comparar, un Garcigrande o Núñez del Cuvillo, a ver si así algunos pillan la diferencia entre un toro y una mona.
Un abrazo

I. J. del Pino dijo...

Amigo Enrique, como bien dices en mi blog, casi es bueno que tengamos puntos de vista diferentes sobre algunas cosas porque si no esto sería muy aburrido.
Leí el otro día esta crónica sobre lo de Cuadri, con intención malsana, debo reconocerlo, a ver qué opinabas tú sobre la dichosa vuelta de la cual me he propuesto no hablar sino para decir que el público es soberano si bien las consecuencias para Castaño no son tan maravillosas como a priori parecen porque a mi no me hicieron olvidar que su segundo toro tenía cosas dentro que el coletudo intentó sonsacar a base de trapazos y se lo dejó ir.
Saludos cordiales. Algún día intentaré convencerte de lo de Perera, que habitualmente no me gusta, pero en su segunda intervención y en el toro que no obtuvo premio, si me gustó.

Enrique Martín dijo...

I.J. del Pino:
Primero perdona por tardar tanto en responderte. Me encanta esa intención "malsana", porque sé que viniendo de ti no tiene nada de "malintencionado". Lo de Castaño y su cuadrilla no sé cuánto durará, porque es una situación nueva y complicada, que requiere un equilibrio y unas posiciones muy claras, que en cualquier momento pueden saltar por los aires.
Un saludo y espero que la conversación sea pronto.