Así ha sido, los toros del Pilar salían con las orejas cogidas por imperdibles y ninguno de los tres ha sabido como abrir el imperdible. No estamos hablando de una corrida estupenda con toros bravos, unos empujaban metiendo los riñones en el caballo, otros echaban la cara arriba, otros se iban sueltos, otros se derrumbaban por la flojera, pero todos acababan embistiendo en la muleta. Eso sí, era condición indispensable el que los toreros se pusieran en su sitio, en que les dieran la distancia que pedían, que no les ahogaran la embestida y sobre todo que les mandaran, eran toros que pedían un torero que les dijera “por aquí y ahora”, y no los que les tocaron en suerte. Aunque Uceda Leal si ha sido capaz de dar unos derechazos estimables, incluso lo intentó por la izquierda, pero ahí quedó todo, bueno todo no, porque nos tenía reservadas dos estoconazos; mucho mejor la segunda, sobre todo por la colocación.
Quien no quiso cortar orejas y seguro que ni se le pasó por la cabeza, fue Alejandro Talavante, que sigue en su mundo, en ese mundo abúlico de abandono total. Tengo la sensación de que lo que le pasa a este torero no está en los ruedos, parece que está en él mismo y eso lo tiene que arreglar. Todos y él el primero, queremos que encuentre el camino y vuelva a ser como aquel novillero que una tarde cogió la muleta y se puso a torear por naturales y aquel matador que enseñó a muchos como se remataban los naturales detrás, rompiéndose la cadera. Yo estoy convencido de que Talavante volverá a ser lo que fue, porque el que lo tiene dentro no lo pierde.
Y hubo un tercero, Daniel Luque, que sí quería cortar orejas, el problema es que de la forma que él quiere triunfar en Madrid, es muy difícil triunfar en Madrid. Eso del pegapasismo, el pico, la ausencia de mando, el estar a merced del toro y tirarse a matar casi dejándose coger, no es forma de triunfar. Sí que es verdad que a los isidros eso les puede volver loco, pero no es la vía, como tampoco es el camino eso de ponerse como muy enfadado y poniendo caras, como si no entendiéramos el esfuerzo que estaba haciendo. Pues bien, yo no entendí ese esfuerzo, o mejor dicho, lo entiendo siempre, porque el simple hecho de vestirse de luces, ya tiene que ser un traguito. Pero el ponerse es lo primero que iguala a todos los que se dedican a esto. Después hay que ver cómo es el toro, darle su lidia y aprovechar la golosina que se tiene delante. Los toros del Pilar la verdad es que han sido muy cambiantes, ha sido una corrida en la que ninguno merecía ni indultos, ni vueltas al ruedo, ni premios, ni casi una ovación cerrada, pero lo que si hay que reconocer es que cuando llagaban a la muleta parecían predestinados a irse sin las orejas.
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