Primer festejo en Madrid después de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Por la megafonía se ha pedido que se guardara un minuto de silencio como muestra de solidaridad con el acosado y maltratado aficionado catalán. Se ha leído el manifiesto redactado por los profesionales del toro y dentro de ese ambiente de exaltación se han oído voces en contra de los catalanes, a favor de los catalanes, en pro de la “fiesta nacional”, consejos para mejorar la fiesta y hasta hemos podido leer un cartel acusatorio contra los taurinos, sus manipulaciones y el mal imperante del monoencaste que nos asola.
La corrida ha comenzado con un pelín de crispación, pero ha sido salir el primer novillo de la tarde noche y todo ha vuelto a su ser, unos encantados con el flojito becerrote que abría plaza y más que molestos con los que pedían dignidad y un toro íntegro. Y como si eso no perjudicara a la fiesta, se han vuelto a escuchar esas retahílas recurrentes de “baja tú”, “cállate” y demás quejas contra esa gente que parece empeñada en que se nos atragante la merienda. Para una vez que logro que mi santa y los niños me acompañen a los toros y esos van y me lo chafan.
Parece como si el gran empeño fuera en señalar sólo hacia una parte del problema, es más, los taurinos parecen empeñados en apuntar única y exclusivamente hacia el brazo ejecutor, olvidando quién es quien le ha puesto a los antis en suerte el toro de la prohibición. Es más, les veo tan empeñados en asumir el papel de víctimas, que ya me empieza a resultar sospechoso. Vamos a señalar a otros y a nosotros que nos dejen a los nuestro, a manipular y a llenarnos los bolsillos a toda prisa.
Resulta que los “perjudicados” que no podrán ir ya a ejercer su profesión a Cataluña, esos a los que les han usurpado su derecho al trabajo, esos que se juntan en una mesa y que redactan manifiestos llenos de indignación, parecen tan víctimas como la familia Balañá, quien va a tener que conformarse con una saca de millones por no poder seguir haciendo lo que hace años dejaron de hacer, promover la fiesta en su tierra.
Como decía al principio, era la primera novillada después de la prohibición y la última del serial que busca un novillero al que anunciar en la feria de Otoño. Pero como todos estaban pensando en antis y contras, no ha habido nadie, o mejor dicho casi nadie que protestara la novillada flojota y con aspecto de becerrote, con unos platanitos como pitones en el mejor de los casos y unos novilleros con claras aspiraciones a ser nombrados “Mister Vulgaridad Verano de 2010”. Con los mismos vicios que sus modelos del escalafón superior, abusando de pico, no cargando la suerte, convirtiendo la faena de muleta en un apelotonamiento caótico de pases sin ton ni son, despreciando los dos primeros tercios y entrando a matar de cualquier manera, siempre y cuando el acero desapareciera entre las carnes del becerrote. Así hemos podido ver bajonazos infames, estocadas que casi sacaban las bilis del animalejo con cuernos. Y el que intentaba colocarse como Dios manda, aunque tampoco sea para ponerle una calle, ha sido Juan Carlos Rey, pero nadie parece haberle contado eso del temple, la suavidad y la naturalidad. Eso sí, sus paisanos que se acercaron a la calle de Alcalá se habrán vuelto encantados para sus casas. Los debutantes Luis Martín Núñez y Damián Castaño bastante han tenido con sobreponerse a su primer paseíllo en Madrid. Si bien es verdad que el primero parecía que era la primera vez que se encontraba delante de un novillo y que el segundo, salmantino y con un hermano matador, creyó que estaba en las fiestas patronales de Ledesma. Algunos seguimos esperando a ese torero de Salamanca que nos haga recordar aquella forma de entender el toreo, conocedor de los secretos de la lidia, más pendientes del toro que de “arrebañar” las palmas fáciles del paisanaje. Lo de la suerte de varas parece ya la firme evidencia de la prohibición de las corridas de toros por etapas y esta es la primera, o la segunda.
La novillada no ha dado para mucho, la verdad y tampoco pretendo cansar, ni desviar el punto de mira de la culpabilidad del estado actual de la fiesta, de la prohibición consumada y de las que pueden estar empezando a gestarse. Igual los futuros ataques son como un cachete de bebé, pero, por si acaso, sólo por si acaso, deberíamos tener bien limpia nuestra casa, deberíamos engrasar las puertas, asegurar los muebles y cubrir los cristales, como si se nos viniera encima un huracán tropical. Porque tal es la endeblez actual de la fiesta que da la sensación que con una simple brisa marina se nos puede venir todo abajo.
La corrida ha comenzado con un pelín de crispación, pero ha sido salir el primer novillo de la tarde noche y todo ha vuelto a su ser, unos encantados con el flojito becerrote que abría plaza y más que molestos con los que pedían dignidad y un toro íntegro. Y como si eso no perjudicara a la fiesta, se han vuelto a escuchar esas retahílas recurrentes de “baja tú”, “cállate” y demás quejas contra esa gente que parece empeñada en que se nos atragante la merienda. Para una vez que logro que mi santa y los niños me acompañen a los toros y esos van y me lo chafan.
Parece como si el gran empeño fuera en señalar sólo hacia una parte del problema, es más, los taurinos parecen empeñados en apuntar única y exclusivamente hacia el brazo ejecutor, olvidando quién es quien le ha puesto a los antis en suerte el toro de la prohibición. Es más, les veo tan empeñados en asumir el papel de víctimas, que ya me empieza a resultar sospechoso. Vamos a señalar a otros y a nosotros que nos dejen a los nuestro, a manipular y a llenarnos los bolsillos a toda prisa.
Resulta que los “perjudicados” que no podrán ir ya a ejercer su profesión a Cataluña, esos a los que les han usurpado su derecho al trabajo, esos que se juntan en una mesa y que redactan manifiestos llenos de indignación, parecen tan víctimas como la familia Balañá, quien va a tener que conformarse con una saca de millones por no poder seguir haciendo lo que hace años dejaron de hacer, promover la fiesta en su tierra.
Como decía al principio, era la primera novillada después de la prohibición y la última del serial que busca un novillero al que anunciar en la feria de Otoño. Pero como todos estaban pensando en antis y contras, no ha habido nadie, o mejor dicho casi nadie que protestara la novillada flojota y con aspecto de becerrote, con unos platanitos como pitones en el mejor de los casos y unos novilleros con claras aspiraciones a ser nombrados “Mister Vulgaridad Verano de 2010”. Con los mismos vicios que sus modelos del escalafón superior, abusando de pico, no cargando la suerte, convirtiendo la faena de muleta en un apelotonamiento caótico de pases sin ton ni son, despreciando los dos primeros tercios y entrando a matar de cualquier manera, siempre y cuando el acero desapareciera entre las carnes del becerrote. Así hemos podido ver bajonazos infames, estocadas que casi sacaban las bilis del animalejo con cuernos. Y el que intentaba colocarse como Dios manda, aunque tampoco sea para ponerle una calle, ha sido Juan Carlos Rey, pero nadie parece haberle contado eso del temple, la suavidad y la naturalidad. Eso sí, sus paisanos que se acercaron a la calle de Alcalá se habrán vuelto encantados para sus casas. Los debutantes Luis Martín Núñez y Damián Castaño bastante han tenido con sobreponerse a su primer paseíllo en Madrid. Si bien es verdad que el primero parecía que era la primera vez que se encontraba delante de un novillo y que el segundo, salmantino y con un hermano matador, creyó que estaba en las fiestas patronales de Ledesma. Algunos seguimos esperando a ese torero de Salamanca que nos haga recordar aquella forma de entender el toreo, conocedor de los secretos de la lidia, más pendientes del toro que de “arrebañar” las palmas fáciles del paisanaje. Lo de la suerte de varas parece ya la firme evidencia de la prohibición de las corridas de toros por etapas y esta es la primera, o la segunda.
La novillada no ha dado para mucho, la verdad y tampoco pretendo cansar, ni desviar el punto de mira de la culpabilidad del estado actual de la fiesta, de la prohibición consumada y de las que pueden estar empezando a gestarse. Igual los futuros ataques son como un cachete de bebé, pero, por si acaso, sólo por si acaso, deberíamos tener bien limpia nuestra casa, deberíamos engrasar las puertas, asegurar los muebles y cubrir los cristales, como si se nos viniera encima un huracán tropical. Porque tal es la endeblez actual de la fiesta que da la sensación que con una simple brisa marina se nos puede venir todo abajo.
1 comentario:
Yo la ví por televisión. Muy cómoda en comportamiento y hechuras, quizás la más facilona para los novilleros. Juan Carlos Rey es la tercera vez que lo veo y no me gusta, creo que comete la trampa de querer colocarse bien cuando el toro llega a su jurisdicción, con lo que disimula la colocación. Además su toreo se basa en medios pases, dejando la muleta retrasada e intentando componer la figura para que aquello quede bonito. Cosa que como no seas Curro Díaz o Julio Aparicio...
Luis Martín Nuñez hay que verlo más. Ayer adoleció de colocación y se atropelló en demasía, pero sabe torear, su toreo dice algo, porque lo ha demostrado en un par de veces que lo he visto. No sé lo que pasa con este chaval, que está en los veintiseis años y casi no ha toreado. Y de Damián Castaño poco más que decir, que estuvo en pinchauvas, acelerado y porfión, lo cual no me molesta, prefiero esto al novillero técnico que torea como si tuviera cincuenta años. A mí no me disgutó tanto la novillada (suelo ver con muy buenos ojos a casi todos los novilleros)
Saludos
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