lunes, 13 de septiembre de 2010

El derechazo y el toreo en redondo





Hace mucho tiempo, casi con el inicio del blog, me plantee dar mi visión personal de las diferentes fases de la lidia apoyándome en mis propios dibujos. Y bien por dejarme arrastrar por el día a día de la actualidad taurina, dejándome arrastrar por el dictado de los antitaurinos y sus reivindicaciones animalistas, o por los taurinos y sus reivindicaciones pseudos artísticas, laborales y económicas, o por la inquietud de los aficionados que ven como se desmorona un imperio, evocando una entrada de Juan Medina en “El Escalafón del aficionado”.

Pero hoy voy a continuar aquella serie de interpretaciones que dejé con el natural. Y creo que por orden jerárquico corresponde seguir por el derechazo, pase que día a día se empeñan en desprestigiar las nuevas generaciones de figuras. No es que sea un muletazo menor, ni mucho menos y si lo coloco un escalón por debajo del natural no es por otra cosa que por la superficie de defensa con que cuenta el torero en este caso y que por la misma causa ofrece mayor facilidad para el engaño al ejecutor de esta suerte.

La ejecución de un derechazo coincide básicamente con la del natural. En un primer momento, en el cite, el matador debe ofrecer la tela al toro con la mano derecha y con el estoque montado, plana, lo más horizontal posible, aunque sin excesos artificiales, adelantándosela hacia la cara, con el peso cargado sobre la pierna izquierda y con la derecha dispuesta para ser adelantada en el momento en el que el animal inicie la embestida. En ese instante y cargando la suerte, se obliga al toro a girar en redondo en un trayecto que finaliza cuando el torero lo despide detrás de su cadera con un juego de muñeca que lo coloca para el siguiente pase. Un nuevo pase para el que el matador quedará colocado con un solo paso.

El derechazo, uno de los pases fundamentales en el toreo, en sus orígenes llevaba en línea recta la embestida del toro, para a partir sobre todo de Belmonte, dibujar un círculo en torno al torero, para llegar a la actualidad en que los postmodernos del toreo se empeñan en alargar el viaje, restándole hondura y autenticidad, en parte por la carencia de dominio, verdad y capacidad para llevar toreado al toro. Ahora todo lo que no se ciña a estas líneas rectas y a citar en la pala del pitón, fuera de cacho, se considera suicida y de torero incapaz, por no dar cincuenta o sesenta muletazos. Pero los buenos aficionados seguro que saben que haciendo el toreo de verdad, con la exigencia que le supone al toro, es casi imposible conseguir que éste se mantenga en pie más de los diez minutos reglamentarios. Ese es el fundamento del toreo, poder al toro y prepararlo para la suerte suprema.

Hoy son pocos los buenos artífices del derechazo y rara avis los que lo ejecutan con la espada de verdad, así que nos tendremos que conformar con el recuerdo de El Viti, Curro Vázquez o Manolo Vázquez y su toreo de frente. De los actuales casi prefiero pasarlos por alto y raro es el que decide lucir al toro citándolo de lejos, como aquellas tardes triunfales de Rincón en que se plantaba dándole distancia al toro y esperando como si no le importara nada más que embarcárle en la embestida una y otra vez. O aquel toreo de Julio Robles en que adornaba cada serie con pases de recurso al inicio y al final de cada serie o el mismo Yiyo, que se fue cuando empezaba a cimentar una personalidad aljeda de las escuelas y que se recreaba con el redondo desmayado y muy entregado. Como en tantas ocasiones, siempre la sombra del pasado iluminando la oscuridad del presente.

4 comentarios:

Juan Medina dijo...

Enrique:

“Todo lo que no se ciña a estas líneas rectas y a citar en la pala del pitón, fuera de cacho, se considera SUICIDA”.

Destaco suicida, porque no hay más que ver que los percances más graves de esta temporada los están sufriendo banderilleros (Mariscal y Jesús Márquez en Sevilla, Alejandro Escobar y Cándido Ruiz en Málaga, etc.), o novilleros como El Goy o Gallo Chico.

De los matadores, si no recuerdo mal, las cornadas más importantes han sido las tres de Arturo Macías y las de Sergio Aguilar y Aparicio. Ninguno de ellos figura.

De los de 50 corridas para arriba, estamos viendo sobre todo lesiones en huesos, tendones... Con la excepción, desde luego, de José Tomás, que toreando pocos festejos estas cuatro últimas temporadas, suma tantas cogidas como los que encabezan el escalafón (el otro, el tradicional, el malo jaja). Para mí es sinónimo de autenticidad en su toreo y de afirmación de la vida sobre la posibilidad de la muerte. Para los que cantan y jalean el toreo fueracacho será, claro, el suicidio.

Un saludo y gracias por la referencia al desmoronamiento de los paraísos.

Enrique Martín dijo...

Juan:
Nunca me gusta echar mano de las cornadas, pero es que al final esa es la prueba evidente del toreo de verdad o del toreo conservador, mentiroso y efectista. A los figurones ahora les cogen poco los toros, afortunadamente y siempre son demasiadas veces, y por sitios muy extraños, el culo, el muslo por detrás o como bien dices, con lesiones de futbolista, más que de artista. Y no hay otra, si uno se pone en el sitio, el peligro es mayor y lo que se expone son los mislos o la barriga. Gracias a tí por tus aportaciones. Un saludo

Raúl Delgado dijo...

En general, estoy de acuerdo con lo que decís. También es verdad, que el toro es distinto. Éste toro pega menos cornada. O mejor dicho "tirar" cornadas. Y para mí no es un elemento negativo, al contrario. Queramos o no, influye.

Enrique Martín dijo...

Raúl:

Para mí resulta estupendo que los toros no gojan nunca, pero la diferncia más grande es que ahora los toreros no se tienen que preocupar tanto por las cornadas, no tienen que preocuparse de defenderse, ni de hacer un toreo más puro para poder al toro. Todo esto hace que haya menos emoción y que a veces parezca más una pantomima, que lo que siempre ha sido. Y eso me parece muy triste.
Un saludo