Al acabar la corrida de El Vellosino, dependiendo de a quién se le preguntara, las opiniones podían ser de todo, menos complacientes. Tampoco he escuchado las de los tres matadores, pero por actitud en el ruedo, la misma que vienen manifestando desde hace tiempo, parece que están encantados consigo mismos y que no están dispuestos a cambiar en nada su forma de venir a Madrid. Parece que les vale con que les coloquen en las corridas de relleno de este extenso serial isidril. Salen a las Ventas, matan sus toros y a seguir con su circuito de coros y danzas. Unos haciéndose todas las ferias de la Comunidad de Madrid y alguna más que caiga por ahí, otros apuntándose a todo lo que salga en Castilla la Mancha, y ya.
El ganado anunciado era el de El Vellosino, de procedencia bodeguera, y al que se le podrían haber hecho las cosas de otra forma. La corrida se lidió mal y se picó peor, a excepción del tercero, que quizás porque Agustín Moreno le cogió en buen sitio, aunque le dio lo suyo, fue el que mejor quedó para los dos tercios siguientes. A sus hermanos lo mismo les picaban en la paletilla, que trasero, que les tapaban la salida, que les dejaban elegir entre el picador de tanda y el reserva, el de puerta que se decía antes. En la muleta casi todos tuvieron su aquel, con embestidas bondadosas, pero bien por la falta de casta o por la sosería de sus matadores, la cosa no llegó a nada. Se podría decir que los toros embistieron, pero claro, si en lugar de torear de verdad se abanica al negrillo, pues para ese camino no se necesitan alforjas. Y que estos tímidos halagos al ganado no equivoquen a nadie, que lo mismo entraban al caballo esquivando el palo, que corneaban el peto, que se quedaban allí debajo esperando a que les avisaran, que iban al galope buscando los terrenos de toriles.
José Ignacio Uceda Leal pareció que estuviera esperando la inspiración de las musas, que posiblemente se la enviaran, pero no en el momento oportuno, no cuando estaba frente al toro. En su primero si es verdad que sacó derechazos con gusto, especialmente en una tanda, pero ese vicio de esconder la pierna de salida hacía que todo se devaluara. Ya hasta aquello de las estocadas de Uceda parecía que hubiera pasado a mejor vida, viendo como no metía la mano en el momento del encuentro.
Miguel Abellán, pues no sé, quizás lo más destacable de su actuación sea su regularidad, siempre aburre. Pareció despertarse de su abulia en su primero cuando quiso lucir al toro citándolo desde muy lejos, pero si lo que sigue es ese toreo despegado, alargando el brazo, con trazos en línea recta, sin templar en ningún momento y aliviándose con el pico, pues el ánimo se te viene un poquito abajo. Con su segundo mulo, que se cruzaba por el pitón derecho, tampoco demostró nada, aunque aquí puede excusarse por las condiciones del toro, pero claro, si con el bueno solo vamos aseados, con el malo acabamos de cieno hasta las cejas.
Rubén Pinar, uno de esos jóvenes a los que algunos interesados les ponen el manto de futura figura, demostró su bien ganada experiencia en plazas de segunda y tercera, repletas de un público agradecido y a favor de corriente. Puede que ésta sea la razón por la que en su primero se empeñara en acortar las distancias al toro, que se arrancaba con prontitud de lejos, buscando las palmas fáciles del arrimón, sin caer en la cuenta de que el toro no estaba a gusto sintiéndole tan encima. En el que cerraba plaza siguió tirando de ese repertorio efectista que tanto gusta en algunos sitios, pegando trallazos destemplados, escondiendo la pierna contraria, como todos, y deleitándonos con pases invertidos, giros sin venir a cuento y consintiendo que el animal le tropezara la muleta una y otra vez; una serie de ayudados y pases por los dos pitones, pero sin un mínimo asomo de arte.
Cabe destacar a El Chano, tan valorado en Madrid, al que se le hizo saludar en banderillas y a Manuel Montoya, que quiso que todo el mundo se enterara de que se siente torero, poniéndolo de manifiesto al parear al sexto cuando citó dejándose ver, con naturalidad, sin alardes artificiales, para después cuadrar en la cara y salir andando con garbo y majeza. Por lo menos hubo alguien que no se resigno a ser un mero telonero.
El ganado anunciado era el de El Vellosino, de procedencia bodeguera, y al que se le podrían haber hecho las cosas de otra forma. La corrida se lidió mal y se picó peor, a excepción del tercero, que quizás porque Agustín Moreno le cogió en buen sitio, aunque le dio lo suyo, fue el que mejor quedó para los dos tercios siguientes. A sus hermanos lo mismo les picaban en la paletilla, que trasero, que les tapaban la salida, que les dejaban elegir entre el picador de tanda y el reserva, el de puerta que se decía antes. En la muleta casi todos tuvieron su aquel, con embestidas bondadosas, pero bien por la falta de casta o por la sosería de sus matadores, la cosa no llegó a nada. Se podría decir que los toros embistieron, pero claro, si en lugar de torear de verdad se abanica al negrillo, pues para ese camino no se necesitan alforjas. Y que estos tímidos halagos al ganado no equivoquen a nadie, que lo mismo entraban al caballo esquivando el palo, que corneaban el peto, que se quedaban allí debajo esperando a que les avisaran, que iban al galope buscando los terrenos de toriles.
José Ignacio Uceda Leal pareció que estuviera esperando la inspiración de las musas, que posiblemente se la enviaran, pero no en el momento oportuno, no cuando estaba frente al toro. En su primero si es verdad que sacó derechazos con gusto, especialmente en una tanda, pero ese vicio de esconder la pierna de salida hacía que todo se devaluara. Ya hasta aquello de las estocadas de Uceda parecía que hubiera pasado a mejor vida, viendo como no metía la mano en el momento del encuentro.
Miguel Abellán, pues no sé, quizás lo más destacable de su actuación sea su regularidad, siempre aburre. Pareció despertarse de su abulia en su primero cuando quiso lucir al toro citándolo desde muy lejos, pero si lo que sigue es ese toreo despegado, alargando el brazo, con trazos en línea recta, sin templar en ningún momento y aliviándose con el pico, pues el ánimo se te viene un poquito abajo. Con su segundo mulo, que se cruzaba por el pitón derecho, tampoco demostró nada, aunque aquí puede excusarse por las condiciones del toro, pero claro, si con el bueno solo vamos aseados, con el malo acabamos de cieno hasta las cejas.
Rubén Pinar, uno de esos jóvenes a los que algunos interesados les ponen el manto de futura figura, demostró su bien ganada experiencia en plazas de segunda y tercera, repletas de un público agradecido y a favor de corriente. Puede que ésta sea la razón por la que en su primero se empeñara en acortar las distancias al toro, que se arrancaba con prontitud de lejos, buscando las palmas fáciles del arrimón, sin caer en la cuenta de que el toro no estaba a gusto sintiéndole tan encima. En el que cerraba plaza siguió tirando de ese repertorio efectista que tanto gusta en algunos sitios, pegando trallazos destemplados, escondiendo la pierna contraria, como todos, y deleitándonos con pases invertidos, giros sin venir a cuento y consintiendo que el animal le tropezara la muleta una y otra vez; una serie de ayudados y pases por los dos pitones, pero sin un mínimo asomo de arte.
Cabe destacar a El Chano, tan valorado en Madrid, al que se le hizo saludar en banderillas y a Manuel Montoya, que quiso que todo el mundo se enterara de que se siente torero, poniéndolo de manifiesto al parear al sexto cuando citó dejándose ver, con naturalidad, sin alardes artificiales, para después cuadrar en la cara y salir andando con garbo y majeza. Por lo menos hubo alguien que no se resigno a ser un mero telonero.
PD: Mi recuerdo y solidaridad con Lorca, con todos los lorquinos y por supesto con el maestro Pépín Jiménez.
4 comentarios:
De nuevo me alegro de no haber asistido a la plaza. Hoy sí que he apostado por la de Escolar aunque, visto cómo está el asunto, no me extrañaría otro petardo.
Uceda en ocasiones ha hecho algo interesante pero nunca ha apostado por salir del pelotón.
No soy para nada "abellanista" pero he de reconocer que últimamente ha hecho cosillas destacadas, al menos en Madrid. Lo que más me gusta de él es que cita a los toros desde muy lejos y, en ocasiones, ha hecho cosas interesantes. Recuerdo la faena del año pasado y hace unos años cortando una oreja a un toro de 615kilos del Puerto de San Lorenzo, citándolo desde más de 15 metros.
De Pinar queda todo dicho, un mal clon de El Juli.
Lo que sí me pese es no haber podido ver en acción al Chano, ¡qué buen peón!
Saludos,
J.Carlos
Dios Enrique!! cuanto os tiene que gustar los toros macho!!. Menos mal que tengo en casa al perro al lado y de vez en cuando me da por jugar con el que si no...
A ver si teneis suerte y os sale uno como el ultimo de Miura en Sevilla, y por lo menos, os entreteneis un rato viendo como el chaval de turno corre por la plaza detrás del toro hasta que le den los tres avisos, porque de lo contrario, vais a acabar contado entre Pepe (tu vecino de abono) y tu toda vuestras vidas de pe a
J.Carlos:
Pues creo que te hubiera gustado más Montoya que el Chano, que estuvo como es él, aunque no fue el mejor día, pero ya me gustaría que todos estuvieran así de "mal".
Pues si te pasas por la plaza, en la grada del 6 tienes tu casa.
Un saludo
Marín:
Pues no sabes lo que nos acompañamos en estas situaciones Pepe y yo, y la alegría que nos da encontrarnos cada tarde, y lueo no para de decirme que él no tiene ni idea de toros, pero ya me gustaría a mí. Lo que no hacemos es acariciarnos como haces tú con tu perro. No estaría bien visto.
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