martes, 17 de mayo de 2011

Un oasis en el desierto







Uno de los escasos placeres que se pueden disfrutar en las largas travesías por el desierto es el descanso en un oasis. Está claro que mejor sería pasear por un bosque frondoso mientras se escuchan los pájaros y el rumor de los arroyos, pero será esa asfixiante sequedad y aridez la que hace que se valore mucho más una sombra y un trago de agua fresca. Este reposo nos lo han proporcionado unos novilletes que se han venido desde los alrededores de Colmenar hasta la plaza de Madrid, los de Flor de Jara. Alguno puede que se haya desorientado y pensado que los encargados de lidiar y estoquear los negros y cárdenos santacolomeños serían las rutilantes figuras que nos castigan día a día; pero rápidamente se despejaban las dudas, estos tenían más trapío. Pero no era esa la única diferencia, a estos se les podía picar sin que se despatorraran debajo del caballo al notar el peso del palo.

El primero de la tarde recibió en dos varas más de lo que le dieron a los Cuvillos la tarde anterior, echando la cara arriba. Pronto en banderillas, en el último tercio precisó la firmeza y mando que no se le dio, lo que le facilitó el irse haciendo dueño y señor de la situación. El segundo empujó bien, pero luego cambió de repente. En el primer par de banderillas, en el que el peón le fue por detrás, se quedó muy parado, pero en los dos siguientes pares se fue de lejos, algo que a lo mejor podía no tener importancia, si no tuviéramos en cuenta lo que vendría después. No había recibido más de dos muletazos, cuando de repente se cruzó tirando al bulto, levantando y prendiendo por la pierna a Jiménez Fortes. Lo que pareció un accidente se siguió repitiendo a lo largo de toda la faena, pero con la extraña circunstancia de que topaba y no hacía caso por todo lo que estuviera a menos de dos metros de su testuz. Daba la sensación de que el origen de este comportamiento estaba más en un defecto en la vista, que a errores en la lidia, pero eso ya no lo sabremos. el tercero, y gracias a su matador, Víctor Barrio, lució en el caballo, arrancándose con alegría de lejos y empujando en el peto. Luego en la muleta se acostaba mucho por el ambos pitones. Admitía el primero y el segundo pase, pero al tercero se cruzaba una barbaridad. El cuarto levantaba la cara en el peto, empujando de lado y cabeceando en el segundo encuentro. El siguiente, que se fue al caballo suelto desde muy lejos, no dudó en salirse suelto y escarbar, aunque en la segunda vara empujó con cierta fijeza. Luego en la muleta embistió con decisión, aunque quizás pedía un poco más de mando y dominio y no tantos pases sin sustancia. El último tuvo un feo comportamiento en el caballo, cabeceaba, buscaba la grupa del caballo y en la segunda vara solo señalaron el puyazo. En la muleta, como varios de sus hermanos, pedía que se le marcara más el camino, pero eso no sucedió.

Me he querido extender en el comportamiento de los novillos para manifestar que una corrida de toros o novillos, para tener emoción y ser entretenida, no necesita toros que vayan como bobas a la muleta ni que pasen inadvertidos en el caballo. Lo que emociona es la variedad, la incertidumbre y el que presenten ciertas dificultades que el matador debe solventar. El toro tiene que dejar claro que está ahí y que en cualquier momento se puede hacer el amo.

El primero de los novilleros, Manuel Larios, no parecía demasiado preparado para este compromiso y casi siempre estuvo a merced de sus dos novillos y del que tendría que haber matado Jiménez Fortes, si no hubiera tenido que pasar a la enfermería. Intentó hacer el toreo del pase y pase, pero la tarde no estaba para ello, había que torear de verdad. Torear como hizo el herido Jiménez Fortes, que se anunció con unas ceñidas chicuelinas en un quite al primero y que al primero suyo recibió con unas verónicas casi sin enmendarse, ganado terreno en cada una de ellas, para rematar casi en la boca de riego con una media. Otro quite muy despacito con una bella media de cierre y cuando parecía que se barruntaba una faena de artista, el toro se encargó de descomponerlo todo. Dos pases de muleta y el percance ya narrado y en el que ya se llevó la cornada. No obstante el torero siguió porfiando, valiente, sabiendo la dificultad a que se enfrentaba, pero sin volverla cara en ningún momento. No cortó orejas, pero dejó un excelente sabor de boca y muchas ganas para volver a verlo por estos barrios en cuanto se recupere de la cogida.

El tercero era Víctor Barrio, un novillero que ya va como figura del escalafón y que el año pasado no me llenó lo más mínimo, sobre todo si ya pasea el cartel de figura. No se puede decir que le esperara con ilusión, pero en su primer toro me quitó de golpe toda predisposición en contra. Recibió al novillo en el centro del ruedo, igual que al segundo, que no voy a decir que me parezca maravilloso, pero bueno, si quiere convertir esto en su sello, pues adelante. Tafalleras y media de rodillas, de la que resulta enganchado por el de Flor de Jara. A este paso no terminábamos la corrida. Pero se rehizo de inmediato, nos dejó ver al novillo en el caballo poniéndolo de lejos en la primera vara y algo más cortito en la segunda. A algunos nos habría gustado ver ir al toro una vez más. Buenos derechazos con la muleta antes de que el toro se le cruzara y se le viniera a él, lo mismo que por el izquierdo. Pero lejos de plegar las velas, se tiró para adelante y se decidió a poder a su oponente. Un pase, otro y el arreón. Barrio intentaba solucionar la papeleta cruzándose mucho en ese tercer pase, y así obligar al toro, pero no había manera. Por supuesto que la faena no fue lo que se puede decir artística, pero nos dejó ver un torero con mucha cabeza y con decisión y amor propio. En su segundo, en el que ya pudo estirarse más, quitando los pases de buena factura del inicio, lo demás tuvo demasiada carga modernista, con la pierna de salida retrasada, el piquito y el toreo lineal. Mato de un bajonazo, más caído que el de su primero, pero a pesar de todo la “exigente” plaza de Madrid le pidió una oreja que el señor presidente no concedió, con buen criterio. Se nos pasó la tarde en un abrir y serrar de ojos, pensando que después de este descansito en el oasis comiendo dátiles a la sombra de una palmera, había que reiniciar la tediosa, larga, aburrida y sin sentido travesía del desierto. Ojalá nos encontremos con nuevos oasis; lo malo es que los guías que vienen nos llevarán por el camino más penoso dando un rodeo, para al final dejándonos tirados en medio de la nada.

2 comentarios:

MARIN dijo...

Bueno Enrique, pues estamos en las mismas del año pasado. Quitando la de Cuadri y algun toro de el Puerto de San Lorenzo, la novillada de Moreno Silva de lo mejor. Y en este tiene todas las papeletas que la de Flor de Jara de ayer se la primita hermana de la de Moreno Silva.
Me gustaron Jimenez Fortes y Victor Barrios. Hacia tiempo que no veia a dos novilleros precisamente en eso, en novilleros. A Manuel Larios lo veo muy poco currado para este tipo de cosas. Gracias a Dios no se fue ninguno vivo al corral.
Permiteme que discrepe un poco Enrique en lo de las "coladas" de los novillos. Creo que mas que coladas, los novilleros se dejaron ver demasiado, quizás pensando en que esto era igual que todo lo demas y que se podia tirar de la muleta desde que el toro venia por Pinto. A estos hay que llevarlos muy tapaditos y sobre todo TOCAR MUCHO. Victor Barrio ayer no toco ni los palillos, pero aun así me gusto.
Para mi fue una novillada muy buena en conjunto y sinceramente, el quinto fue, para mi, un gran toro. Pero vamos, que lo que yo diga tampoco es la panacea de esto.
Un saludo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
En ese quinto toro, el más claro, fue cuando menos me gustó V. Barrio, pero en el otro le vi con la cabeza muy en su sitio. La pena fue Jiménez Fortes; yo me he quedado con ganas de volver a verlo pronto. Y si discrepas, mucho mejor, si no, ¿qué iba a ser esto? Un abrazo