Hay veces que los malos momentos se reducen a unos segundos y a partir de ahí todo es alivio. ¿Un pinchazo en una encía? Duele, pero luego la pena va siendo menos. ¿Un sopapo en la jeta? Primero pica, pero lego la picazón va remitiendo en la misma proporción en que aumenta la indignación del sopapeado. ¿Un golpe en el hueso de la risa? Que al final solo queda en risa. Pero ¿Y una corrida de toros interminable con toros inválidos y toreros pesados, pesados de los más pesados del país de los pesados? Eso tarda en superarse, por lo menos el tiempo que va desde que el presidente abandona el palco, hasta que lo sustituye otro al día siguiente.
Si solo nos quedamos en la ficha de la corrida y leemos que El Cid ha cortado una oreja, pues hasta puede que haya quien envidie a los espectadores de la susodicha corrida. Pero si hurgamos un poquito más, dan ganas de invitarles a tilas y valerianas o a un café muy cargado a los que se quedaron dormidos en el hombro del acompañante; cosa que por otro lado no es nada complicado dadas las “anchuras” de las localidades de la plaza de Madrid, especialmente de gradas y andanadas, donde siempre te puede llegar un tío muy listo que pretenda ocupar su sitio, el sitio del de al lado y el sitio del de atrás. Y o te lías a rodillazos o lo dejas y esperas a otro día.
Pero a lo que íbamos, la corrida. Pues si vemos lo del Puerto de San Lorenzo y recordamos los antecedentes del año anterior, muy bien no pinta la cosa. Muy flojitos, con diferentes grados de invalidez, sin admitir que les bajaran la mano más allá de la cadera y con escasas dosis de casta. Para mi resulta muy triste ver como un hierro que en su día fue de los duros, que incluso echan toros de calidad y bravos, como aquellos Carretilla o Curioso. Toros que incluso no han borrado en la mente de algunos la idea de ganadería excesivamente floja. Y si ya me gustaría que todas las ganaderías tiraran para adelante, esta mucho más. La condición del ganado hizo que los picadores fueran meros espectadores que contemplaban como el toro se les derrumbaba bajo el peto. Salieron como sobreros uno de Salvador Domecq, en tercer lugar, y otro de Carmen Camacho, que hizo quinto, y que no aportaron ni más casta, ni más bravura, ni casi más fuerza, y anda que no estaba fácil esto último.
El Cid volvió a Madrid y Madrid le sigue esperando para ver si también vuelve aquel torero que nos enamoró con su toreo y su verdad, que cayó en un bache hace unas temporadas y del que parece que todo el mundo quiere ayudarle a salir; pero la cosa no parece fácil. Quizás le falta ese echar para adelante que hacía que los toros malos le parecieran regulares, los regulares buenos y los buenos buenísimos. Ahora no le vale casi ninguno. Su labor casi hay que diseccionarla como si fuéramos cirujanos. Un derechazo en su primero, algunos estimables en su segundo, que junto con dos tandas más que aceptables de naturales, algo despegados por cierto, una trincherilla y un afarolado para despertar a los que pudieran estar traspuestos, fueron los que le hicieron ganar una orejita. ¿Merecida? Pues casi como todas. Yo solo digo que en otro momento no se la habrían dado y que a otro torero puede que tampoco. Quizás habría pesado más la estocada tan trasera que licencio al del Puerto. Pero como decía, son tantas las ganas de hacerle volver, que a lo mejor puede que se nos nuble un poco el sentido común. El Cid volverá y estará bien, mal o regular, pero de momento no parece que se vean atisbos de una recuperación absoluta.
Miguel Ángel Perera, el torero con mejor oído del escalafón, protagonizo, a su pesar, uno de los momentos más tensos de la feria. Fue cuando se vio volteado por su primero, que le tuvo sobre los pitones toda una vida, sin que el torero pudiera librarse de la paliza. Afortunadamente todo quedó en un susto y en una taleguilla echa jirones. Lo que no tiene lógica es que un toro como aquel pueda coger a nadie, el toro no tenía nada, y mucho menos fuerza, y lo que no se entiende es que Perera estuviera allí perdiendo el tiempo y desesperando al personal y que solo se decida a coger la espada de verdad cuando oye el aviso, de ahí lo del oído. Es una insufrible sucesión de trapazos, de recursos de plaza de tercera, de toreo ventajista, de verle con el brazo encogido como si empuñara una bandera o una raqueta y todo para nada, solo para mosquear al personal, que ve que no llega el final de aquella penitencia. Quizás Perera piense que esa es la forma de demostrar sus ganas de trabajar, pero que no trabaje más, que se dedique al arte, que no nos pinte un mural de 4x4, que nos haga una miniatura, pero bonita. Que así solo evidencia que los naturales y derechazos que da por docenas, no tienen ni mando, ni hondura, ni mucho menos arte. Y por último, ¿tan complicado es volver a usar los pantalones de monosabio y no unos vaqueros bien preparaditos, cuando la taleguilla no tapa lo que tiene que tapar?
Daniel Luque, la emergente figura del toreo, a pesar de todo, incluso de que no acabe de serlo nunca, al menos fue capaz de mostrarnos algo de toreo con el capote y en algún momento en que no echó la pierna atrás. Hasta fue capaz de ilusionarnos. Pero aún le queda mucho camino por delante, empezando por quitarse esos tics de populacheros de dar los pases de uno en uno y recolocar al toro mostrándole la muleta por detrás, que eso puede estar bien una vez y como recurso, pero no convertirlo en una parte más del número; o que cuando ve que no va a haber premio, se mete entre los pitones del toro a hacerle todo tipo de cucamonas. Seguro que podría ser mucho mejor torero, pero lo primero es que tiene que querer él. Y el dejar pasar el tiempo, el aburrir, el desesperar al personal no es el camino. Un personal que ha vivido en sus carnes como las tardes en que más emoción ha habido y en la que disfrutó con el toro, salía por la Puerta de Madrid antes de las 9 de la noche.
Si solo nos quedamos en la ficha de la corrida y leemos que El Cid ha cortado una oreja, pues hasta puede que haya quien envidie a los espectadores de la susodicha corrida. Pero si hurgamos un poquito más, dan ganas de invitarles a tilas y valerianas o a un café muy cargado a los que se quedaron dormidos en el hombro del acompañante; cosa que por otro lado no es nada complicado dadas las “anchuras” de las localidades de la plaza de Madrid, especialmente de gradas y andanadas, donde siempre te puede llegar un tío muy listo que pretenda ocupar su sitio, el sitio del de al lado y el sitio del de atrás. Y o te lías a rodillazos o lo dejas y esperas a otro día.
Pero a lo que íbamos, la corrida. Pues si vemos lo del Puerto de San Lorenzo y recordamos los antecedentes del año anterior, muy bien no pinta la cosa. Muy flojitos, con diferentes grados de invalidez, sin admitir que les bajaran la mano más allá de la cadera y con escasas dosis de casta. Para mi resulta muy triste ver como un hierro que en su día fue de los duros, que incluso echan toros de calidad y bravos, como aquellos Carretilla o Curioso. Toros que incluso no han borrado en la mente de algunos la idea de ganadería excesivamente floja. Y si ya me gustaría que todas las ganaderías tiraran para adelante, esta mucho más. La condición del ganado hizo que los picadores fueran meros espectadores que contemplaban como el toro se les derrumbaba bajo el peto. Salieron como sobreros uno de Salvador Domecq, en tercer lugar, y otro de Carmen Camacho, que hizo quinto, y que no aportaron ni más casta, ni más bravura, ni casi más fuerza, y anda que no estaba fácil esto último.
El Cid volvió a Madrid y Madrid le sigue esperando para ver si también vuelve aquel torero que nos enamoró con su toreo y su verdad, que cayó en un bache hace unas temporadas y del que parece que todo el mundo quiere ayudarle a salir; pero la cosa no parece fácil. Quizás le falta ese echar para adelante que hacía que los toros malos le parecieran regulares, los regulares buenos y los buenos buenísimos. Ahora no le vale casi ninguno. Su labor casi hay que diseccionarla como si fuéramos cirujanos. Un derechazo en su primero, algunos estimables en su segundo, que junto con dos tandas más que aceptables de naturales, algo despegados por cierto, una trincherilla y un afarolado para despertar a los que pudieran estar traspuestos, fueron los que le hicieron ganar una orejita. ¿Merecida? Pues casi como todas. Yo solo digo que en otro momento no se la habrían dado y que a otro torero puede que tampoco. Quizás habría pesado más la estocada tan trasera que licencio al del Puerto. Pero como decía, son tantas las ganas de hacerle volver, que a lo mejor puede que se nos nuble un poco el sentido común. El Cid volverá y estará bien, mal o regular, pero de momento no parece que se vean atisbos de una recuperación absoluta.
Miguel Ángel Perera, el torero con mejor oído del escalafón, protagonizo, a su pesar, uno de los momentos más tensos de la feria. Fue cuando se vio volteado por su primero, que le tuvo sobre los pitones toda una vida, sin que el torero pudiera librarse de la paliza. Afortunadamente todo quedó en un susto y en una taleguilla echa jirones. Lo que no tiene lógica es que un toro como aquel pueda coger a nadie, el toro no tenía nada, y mucho menos fuerza, y lo que no se entiende es que Perera estuviera allí perdiendo el tiempo y desesperando al personal y que solo se decida a coger la espada de verdad cuando oye el aviso, de ahí lo del oído. Es una insufrible sucesión de trapazos, de recursos de plaza de tercera, de toreo ventajista, de verle con el brazo encogido como si empuñara una bandera o una raqueta y todo para nada, solo para mosquear al personal, que ve que no llega el final de aquella penitencia. Quizás Perera piense que esa es la forma de demostrar sus ganas de trabajar, pero que no trabaje más, que se dedique al arte, que no nos pinte un mural de 4x4, que nos haga una miniatura, pero bonita. Que así solo evidencia que los naturales y derechazos que da por docenas, no tienen ni mando, ni hondura, ni mucho menos arte. Y por último, ¿tan complicado es volver a usar los pantalones de monosabio y no unos vaqueros bien preparaditos, cuando la taleguilla no tapa lo que tiene que tapar?
Daniel Luque, la emergente figura del toreo, a pesar de todo, incluso de que no acabe de serlo nunca, al menos fue capaz de mostrarnos algo de toreo con el capote y en algún momento en que no echó la pierna atrás. Hasta fue capaz de ilusionarnos. Pero aún le queda mucho camino por delante, empezando por quitarse esos tics de populacheros de dar los pases de uno en uno y recolocar al toro mostrándole la muleta por detrás, que eso puede estar bien una vez y como recurso, pero no convertirlo en una parte más del número; o que cuando ve que no va a haber premio, se mete entre los pitones del toro a hacerle todo tipo de cucamonas. Seguro que podría ser mucho mejor torero, pero lo primero es que tiene que querer él. Y el dejar pasar el tiempo, el aburrir, el desesperar al personal no es el camino. Un personal que ha vivido en sus carnes como las tardes en que más emoción ha habido y en la que disfrutó con el toro, salía por la Puerta de Madrid antes de las 9 de la noche.
10 comentarios:
Estoy indignado.
Acabo de escuchar a un "crítico" taurino en Onda Cero.
Al contar la corrida de ayer, al hablar de los momentos en los que el público se mostró exigente ha hablado de la "borroka" venteña.
Por contra los momentos en los que el público fue más blando son "muestras de sensatez".
El rizo ha llegado cuando al hablar de los toros devueltos ha dicho que esa borroka "consiguió devolver" dos toros.
Pero, por el amor de Dios, ¿qué pretende ese plumilla radiofónico? ¿que se mantuvieran en el ruedo esos dos inválidos de libro? ¿acaso no vió como se caían? ¿pero esto qué es?
Durante los 90, la época de mi vida que visité más frecuentemente Las Ventas, desarrollé un fuerte sentido crítico hacía el Tendido 7 y un sector del público madrileño. Discutible, como casi todo.
Pero seamos serios: el público de este San Isidro no se parece en casi nada al de entonces, y ni siquiera en esa época se merecía el término "borroka".
Como vasco, sé lo que es la "kale borroka" y me parece un término desafortunadísmo para referirse al público de la plaza de toros de Madrid. Y más ayer, que tuvo la paciencia de Job con una inválida corrida que hace años hubiera ocasionado una bronca mucho mayor.
Cincinato:
no he oído esas afirmaciones, pero vamos, tú mismo lo dices muy claro, ¿qué se pretende tapar? No creo que nadie puede estar ni medianamente satisfecho con lo que pasó y el que lo esté, pues allá él. Ya he dicho que soy de los primeros que querría ver a esta ganadería tirar para arriba, tengo muchos lazos sentimentales con ella y sobre todo con el pueblo donde está, pero no puedo cerrar los ojos. En estos casos es cuando esos lazos más tienen que valer y juzgar con justicia. Si no se ve el problema, no se sabrá la solución. En estos casos como el que comentas, no sé si hay ignorancia, intereses, estupidez o todo junto. Y sobre el 7 y demás sectores de la plaza, creo que son muy necesarios, y si no solo hay que ver en que está quedando Madrid. A veces hay que esaborío, como decías ayer, pero tú que los has vivido, también habrás comprobado como se entrga Madrid.
Un saludo
Hola Enrique y Cincinato:
Daros cuenta que son muchos años los que llevan intentando "limpiar" la plaza de Las Ventas y acomodarla -más- a la comedia que es hoy en día en el resto de España la fiesta de los toros. No cejan en su empeño, y a buena fe que, visto lo de Manzanares y Julitín, lo van a conseguir. No sería de extrañar que comenzaran a aparecer voces pidiendo que se musiquen las faenas de muleta. Al tiempo.
Un saludo
Enrique, hoy te he leído (como todos los días) y te noto hasta indulgente.
Cuando ayer vi la orejilla del Cid, después de una estocada trasera, dicen que por atracarse de toro, y unos naturales buenos, pero como bien escribes, más bien despegaditos, ya no supe qué pensar. Estoy a la deriva y sin criterio. Qué va a ocurrir en esta feria el día que salga un toro con dos co... y se enfrente a un torero con otros dos co...? Lo mismo ni se enteran.
Javier:
Aunque parezca algo reciente, esa limpia viene desde hace muchos años, solo hay que recordar al "ensabanao", al que al a puerta de su casa le recomendaron modificar su actitud y no volvió a la plaza. La andanada del 8 la desmontaron y así siguen y esto en lugar de mejorar, va a peor.
Un saludo
I.J. del Pino:
Pues si has entendido lo escrito como indulgencia, el mal es mío y no es sorna, ni doble sentido. El Cid me pareció mejor que Manzanars, pero nada más. Ahora mismo parece uno más y como digo, está a años luz del que fue. En términos futlísticos, torea al cerrojazo a empatar a cero. Gana partidos, pero nada más. Y un punto importante sobre el que no e incidido y que debería haber insistido, antes lo que hacía era con toros, ahora lo hace con eso que salió a arrastrarse por el ruedo. Tal y como va la cosa, lo ves y bueno, al menos no protestas airadamanete. Mira, cuando daba la vuelta al ruedo y la gente aplaudía, yo me quedé sentado y sin hacer caso. Ahora es un de tantos, que no mete tanto el pico, puede, pero hay que buscar mucho, ahora son otros tiempos. Así que espero haber dejado clara mi opinión, ya que en la entrada parece que no lo he hecho. Muchas gracias por tus puntualizaciones y un saludo
Como he escrito en otro blog, no me gusta polemizar tanto sobre si tal o cual oreja es justa o no. Y no voy a hacerlo.
Pero sin hacer de juez sí quiero comentar un par de cosas sobre las orejas que se están cortando:
-No estuve en la plaza, pero en el amplio sector de los tendidos que salió en el "travelling" que hizo el realizador de Canal Plus, la petición para El Cid parecía minoritaria, por lo que, indpendientemente de mi juicio sobre los méritos de la faena, la concesión de la oreja me sorprendió.
-Aunque ahora casi todo el mundo se sube al carro de Manzanares -torero que me gusta, que quede claro- en Canal Plus se soprendieron por la segunda oreja. Instantes antes de entrar a matar, especulaban con que si matando bien cortaría o no una oreja. Es cierto que ambos se inclinaban al "sí" y que la estocada fue mejor que buena, pero que quede claro que la faena, en directo, no les pareció tan rotunda ni siquiera a ellos. Por cierto: no metamos a todos en el mismo saco. De Emilio Muñoz a Caballero hay un abismo. A favor del primero, en mi opinión.
Tengo la sensación de que la reacción a la prohibición catalana está consistiendo en impulsar el triunfalismo. Si es así, si alguien está impulsando eso de manera consciente, aunque este dispuesto a admitir que quienes eso hagan actúen de buena fe, tengo que decir que me parece un camino equivocado y peligroso.
Y eso que a mí no parece tan grave la salida a hombros de Manzanares y encuentro correcta la de Talavante. Pero es evidente que algo está cambiando en Madrid. Lo que unido al indulto de risa de la Maestranza, empieza a dar que pensar.
Leer las crónicas taurinas de los ¿críticos taurinos? y entrarme un monumental cabreo es todo uno.
¿Es que no hay ni uno solo que diga la verdad de lo que sucede en el ruedo?
Mi opinión no es que no sepan, porque algunos saben, pero algo tiene que haber para que todo lo pongan como un cuento de hadas.
Pero no hay que claudicar, nos quieren arrinconar pero hay que salir con más fuerza que nunca y denunciar todos los desmanes que están cometiendo los taurinos.
¡Qué bien nos vendrían unas raciones de "navalones" y "vidales".
Saludos,
J.Carlos
Cincinato:
Pues si se sorprendieron de as orejas los de la tele, imagínate algunos en la plaza, no dábamos crédito y por supuesto que se volvió a echar mano de eso de estocada igual a oreja; aunque ya hemos comentado que eso es argumento de peso para unos y consuelo para no acabar en el suicidio para otros.
Y la del triunfalismo creo que es una mala vía, porque en el cartel del otro día, con Puerta y todo, si alguien lo ve y piensa que esos son los toros el mejor día, ¿como será el peor o tan solo uno normal? ¿Qué emoción daba el toro? Esa misma tarde, orejas aparte, fue un estupendo argumento para los que dicen que torear sí, pero picar y matar al toro no. Y ahí sí que se acaba todo en dos minutos.
Si se enseña esto tal y como es y aparece el toro, gustaría a mucha más gente, porque pocas cosas hay con esa emoción del toro.
Un saludo
J. Carlos:
Aparte de no haber periodistas como los que nombras, tampoco hay medios dispuestos a recibirlos. Vidal estaba en el País y se le mantuvo, afortunadamente, y además escribía como los ángeles, de lo que fuera, pero Navalón tuvo que ir cambiando de periódico porque era conflictivo, porque molestaba a los poderosos y porque sus medios no le apoyaron. Pero si levantaran la cabeza, más de siete se ponían a temblar.
Un saludo
Publicar un comentario