sábado, 5 de octubre de 2013

Un palo, un palo, es un palo

¿Por qué las gaoneras tienen que ser siempre latigazos destemplados en los que el torero le quita el capote de repente al toro? QUe también se pueden dar toreando, ¿no?


Que felicidad esos niños que se divertían con cualquier cosa y que veían en un palo una espada de caballero andante, el pilum de un legionario, una barita mágica, un estoque con el que algunos acabábamos nuestras faenas en las plazas de nuestros sueños, todo menos una espada láser, que para eso viene mejor el mando de la tele, cuando los papás no miran. O como aquellos toreros a los que les salía un barrabás y ellos veían un toro de triunfo, un toro que les reportaba una montonera de contratos y así poder hacer la temporada. Pero esos eran otros tiempos, ahora les sale una corrida del Puerto de San Lorenzo para poder sacar lo que llevan dentro y en lugar de ponerse a torear se lían a pegar pases. Una corrida mansa, pero que en banderillas parecía que les daban un revulsivo y se quedaban de dulce para la muleta. Bien es verdad que tenían su cosa, pero nada que no se pudiera superar con un torería y unas gotitas de buen lidiador; justo lo que no han puesto en práctica los tres matadores, Alberto Aguilar, Joselito Adame y Jiménez Fortes.

Alberto Aguilar se enfrentó a un primero al que nadie fue capaz de fijar en los capotes, se le picó poco y mal. Iba mejor por el pitón derecho, como el matador pudo comprobar en la primera tanda de derechazos. Se venía de lejos en busca del engaño, pero fue empezar a asomar el pico y las malas maneras y la cosa se fue torciendo. Naturales sueltos y sin pararse quieto, hasta conseguir agotar las buenas embestidas que tenía el animal, que no eran demasiadas, pero las llevaba dentro. Al cuarto, de la Ventana del Puerto, también le dejó vagar por el ruedo a sus anchas, manso como sus hermanos, hizo sonar el estribo en el caballo, con la cara mirando a las nubes y escapando del palo que le molestaba. Se venía de largo a la tela, para ser recibido con trallazos, ratonerías y trapazos varios, hasta que el matador se vio desarmado en un derrote. Aguilar decidió acortar drásticamente las distancias y allí se puso a ver si le aplicaba el toreo moderno, sin verse tan apurado. También le tocó el segundo que correspondía a Adame, pero por el percance del azteca pasó a manos del madrileño. Más carreras y más mantazos al manso que buscó las tablas para calmarse el picor de los palos, un manso que al abrigo de las tablas tomaba la muleta con más suavidad y que al sacarlo para afuera protestaba y derrotaba. Más voluntad que buen hacer y muchos pases, demasiados, que no aprovecharon lo bueno que allí había. A medida que avanzaba la faena se ponía más difícil, a medio viaje echaba la cara arriba y salía del pase como salen los burros del molino.

Joselito Adame sólo pudo matar uno de la Ventana del Puerto con más voluntad que pericia. Lo recibió a portagayola y lances al viento que no conseguían retener al toro en las telas. Mal picado, paralelo al caballo, con la cara alta se iba suelto en cuanto veía la ocasión. Pronto por ambos pitones, fue recibido en el último tercio con estatuarios a pies juntos y una serie por la derecha que dejaba ver como el toro se ponía pegajosito y el matador no era capaz de dominarlo. Por el pitón izquierdo iba como un mulo, pero poco a poco iba imponiendo el gobierno de su desgobierno, para acabar prendiendo al torero, propinándole una tremenda paliza. Mucha voluntad, pero nada más y así es muy difícil ser torero, porque esto no es estar a merced del toro a ver qué pasa, además hay que saber como dominarlo y hacerlo ir por el camino del espada. El mexicano pasó a la enfermería y no pudo continuar la lidia.


Jiménez Fortes, aquel muchacho que un día impresionó como novillero, con aquella quietud y aquel manejo del capote en un puñado de verónicas, ha desembocado en un toreo vulgar, insulso, aburrido, torpe, monótono y sin fundamento. Nada pudo con su primero, un manso que tenía mucho que torear, sin que esto fuera imposible, sin admitir ese toreo moderno uniformado que pretende aplicar la misma faena a un toro, una moto, un carrito de bebé o al camión de la basura. Al segundón más de lo mismo, un toro distraído al que Carretero le dio una lidia magnífica, pero su jefe de cuadrilla no estaba por la labor de torear, con los pases se bastaba, aunque estos aburrieran a la concurrencia, pero si el chico no sabe otra cosa, ¿qué le vamos a pedir? Y así transcurrió la corrida de El Puerto de San Lorenzo con dos remiendos de la Ventana, quedándose el aficionado con la sensación de que los mansos habían ganado a los de luces. Y el que quiera divertirse, pues que se busque algo que pueda ser una espada de samurai, una vara de picar, la espada de Mazzantini o la fusta para montar a caballo y ¿qué puede ser todo eso a la vez? Un palo, un palo, es un palo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me ha decepcionado la corrida del Puerto de San Lorenzo. Al menos tres mansos embestidores tenían bastante que torear y ninguno de los tres coletudos ha logrado hacerlo.

Me ha gustado mucho el detalle de Carretero haciéndose cargo del toro que casi se lleva por delante a Jiménez Fortes. Cómo le ha bajado la mano, le ha llevado por donde quería y le ha enseñado a embestir.

Esperaba con ilusión a Tito Sandoval pero ha sido un despropósito. Tengo el pálpito de que mañana la cosa va a ser distinta con los de Adolfo Martín y que nos va a ofrecer un buen tercio de varas.

Un saludo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Los del Puerto no se puede decir que fueran buenos, pero sí que daban la posibilidad de poderlos torear, con el añadido de que lo que se les hubiera hecho habría tenido su mérito, pero ya no hay quien pueda ver lo que tiene un animal. Prueban a ver si suena la flauta con la faena tipo. Menos mal que estaba Carretero, porque si no, el niño todavía estaría corriendo.
Un saludo