¿Por qué las gaoneras tienen que ser siempre latigazos destemplados en los que el torero le quita el capote de repente al toro? QUe también se pueden dar toreando, ¿no? |
Que felicidad esos niños que se divertían con cualquier cosa
y que veían en un palo una espada de caballero andante, el pilum de un
legionario, una barita mágica, un estoque con el que algunos acabábamos
nuestras faenas en las plazas de nuestros sueños, todo menos una espada láser,
que para eso viene mejor el mando de la tele, cuando los papás no miran. O como
aquellos toreros a los que les salía un barrabás y ellos veían un toro de
triunfo, un toro que les reportaba una montonera de contratos y así poder hacer
la temporada. Pero esos eran otros tiempos, ahora les sale una corrida del
Puerto de San Lorenzo para poder sacar lo que llevan dentro y en lugar de ponerse
a torear se lían a pegar pases. Una corrida mansa, pero que en banderillas
parecía que les daban un revulsivo y se quedaban de dulce para la muleta. Bien
es verdad que tenían su cosa, pero nada que no se pudiera superar con un torería
y unas gotitas de buen lidiador; justo lo que no han puesto en práctica los
tres matadores, Alberto Aguilar, Joselito Adame y Jiménez Fortes.
Alberto Aguilar se enfrentó a un primero al que nadie fue
capaz de fijar en los capotes, se le picó poco y mal. Iba mejor por el pitón
derecho, como el matador pudo comprobar en la primera tanda de derechazos. Se
venía de lejos en busca del engaño, pero fue empezar a asomar el pico y las
malas maneras y la cosa se fue torciendo. Naturales sueltos y sin pararse
quieto, hasta conseguir agotar las buenas embestidas que tenía el animal, que
no eran demasiadas, pero las llevaba dentro. Al cuarto, de la Ventana del
Puerto, también le dejó vagar por el ruedo a sus anchas, manso como sus
hermanos, hizo sonar el estribo en el caballo, con la cara mirando a las nubes
y escapando del palo que le molestaba. Se venía de largo a la tela, para ser
recibido con trallazos, ratonerías y trapazos varios, hasta que el matador se
vio desarmado en un derrote. Aguilar decidió acortar drásticamente las
distancias y allí se puso a ver si le aplicaba el toreo moderno, sin verse tan
apurado. También le tocó el segundo que correspondía a Adame, pero por el
percance del azteca pasó a manos del madrileño. Más carreras y más mantazos al
manso que buscó las tablas para calmarse el picor de los palos, un manso que al
abrigo de las tablas tomaba la muleta con más suavidad y que al sacarlo para
afuera protestaba y derrotaba. Más voluntad que buen hacer y muchos pases, demasiados,
que no aprovecharon lo bueno que allí había. A medida que avanzaba la faena se
ponía más difícil, a medio viaje echaba la cara arriba y salía del pase como
salen los burros del molino.
Joselito Adame sólo pudo matar uno de la Ventana del Puerto
con más voluntad que pericia. Lo recibió a portagayola y lances al viento que
no conseguían retener al toro en las telas. Mal picado, paralelo al caballo,
con la cara alta se iba suelto en cuanto veía la ocasión. Pronto por ambos
pitones, fue recibido en el último tercio con estatuarios a pies juntos y una
serie por la derecha que dejaba ver como el toro se ponía pegajosito y el
matador no era capaz de dominarlo. Por el pitón izquierdo iba como un mulo,
pero poco a poco iba imponiendo el gobierno de su desgobierno, para acabar
prendiendo al torero, propinándole una tremenda paliza. Mucha voluntad, pero
nada más y así es muy difícil ser torero, porque esto no es estar a merced del
toro a ver qué pasa, además hay que saber como dominarlo y hacerlo ir por el
camino del espada. El mexicano pasó a la enfermería y no pudo continuar la
lidia.
Jiménez Fortes, aquel muchacho que un día impresionó como
novillero, con aquella quietud y aquel manejo del capote en un puñado de verónicas,
ha desembocado en un toreo vulgar, insulso, aburrido, torpe, monótono y sin
fundamento. Nada pudo con su primero, un manso que tenía mucho que torear, sin
que esto fuera imposible, sin admitir ese toreo moderno uniformado que pretende
aplicar la misma faena a un toro, una moto, un carrito de bebé o al camión de
la basura. Al segundón más de lo mismo, un toro distraído al que Carretero le dio
una lidia magnífica, pero su jefe de cuadrilla no estaba por la labor de
torear, con los pases se bastaba, aunque estos aburrieran a la concurrencia,
pero si el chico no sabe otra cosa, ¿qué le vamos a pedir? Y así transcurrió la
corrida de El Puerto de San Lorenzo con dos remiendos de la Ventana, quedándose
el aficionado con la sensación de que los mansos habían ganado a los de luces. Y
el que quiera divertirse, pues que se busque algo que pueda ser una espada de
samurai, una vara de picar, la espada de Mazzantini o la fusta para montar a
caballo y ¿qué puede ser todo eso a la vez? Un palo, un palo, es un palo.
2 comentarios:
No me ha decepcionado la corrida del Puerto de San Lorenzo. Al menos tres mansos embestidores tenían bastante que torear y ninguno de los tres coletudos ha logrado hacerlo.
Me ha gustado mucho el detalle de Carretero haciéndose cargo del toro que casi se lleva por delante a Jiménez Fortes. Cómo le ha bajado la mano, le ha llevado por donde quería y le ha enseñado a embestir.
Esperaba con ilusión a Tito Sandoval pero ha sido un despropósito. Tengo el pálpito de que mañana la cosa va a ser distinta con los de Adolfo Martín y que nos va a ofrecer un buen tercio de varas.
Un saludo
J.Carlos
J. Carlos:
Los del Puerto no se puede decir que fueran buenos, pero sí que daban la posibilidad de poderlos torear, con el añadido de que lo que se les hubiera hecho habría tenido su mérito, pero ya no hay quien pueda ver lo que tiene un animal. Prueban a ver si suena la flauta con la faena tipo. Menos mal que estaba Carretero, porque si no, el niño todavía estaría corriendo.
Un saludo
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