domingo, 13 de octubre de 2013

Los músicos del Titanic en la plaza de Madrid

Otro año menos, ¿habrá muchos más?


¿Recuerdan todo lo que se decía allá por enero y febrero sobre lo decisiva que iba a ser Las Ventas en esta temporada que se va acabando y que ya ha echado el cierre en la capital? Parecía que dependiendo de si esta plaza se vencía hacia un lado u otro, esa sería la tendencia de la Fiesta de los Toros en el futuro. Pero creo que nadie contaba con que este fenómeno se invirtiera, haciendo de esta plaza una prolongación de la de muchos pueblos de España, con sus protestas a los toros mansos, sus dislates orejiles, ese afán de aplaudirlo todo y lo mal que llevan que el resto del aforo no aplauda y se entregue al hijo de la Ignacia, la  farmacéutica, que quiere ser torero. El virus de la vulgaridad se va extendiendo por todos los rincones, sin que nadie encuentre el antídoto a semejante mal. Resulta que la exigencia se encuentra bajo mínimos y les bastan unos cuantos trapazos amontonados para que enloquezcan y todo aquel que no es contagiado por este mal es un enemigo de la Fiesta, un antitaurino, intransigente, perseguidor de imposibles, ignorante y además… nunca se ha puesto.

El barco empezó hace tiempo a hacer agua por el tendido alto del 5, esa media luna de cemento que empezó a asomar por el sol y que cada vez baja un poquito más y se ensancha hasta tocar los tendidos vecinos. En verano, como esa media luna de sol es inhabitable, la vía de agua se abre por los bajos del 8 y el 9 entre palmas, alegrías y pañuelos blancos, que así el viaje de vuelta es mucho más llevadero. El boquete no es tan grande como el que se da en el sol, en los bajos del 5 durante las ferias, pero es continuo, todos los domingos y fiestas de guardar, cuando el sol empieza a no apretar tanto. Bien es verdad que siempre hay cuatro o cinco locos que pretenden arreglar el desaguisado y se ponen a achicar agua con su rigor de viejo aficionado de Madrid, pero poco se puede hacer con dos toallas y tres fregonas contra esa riada de agua.

Muy grande tiene que ser el fracaso de un torero o ganadería mediática para que los pasajeros de las Ventas se alarmen, basta con un poco de mediocridad y populachera  vulgaridad para saciar el apetito de esas masas sedientas de despojos. Se embelesan con pases y más pases, asumen y hasta comparten la desaparición de la suerte de varas, aunque aún la toleran mientras sólo sea un testimonio del pasado, el toque costumbrista de la corrida. Si los mismos matadores la desprecian y están en el ruedo como el que está de campo, ¿qué podemos esperar de los que andan más pendientes del vendedor de refrescos? Recuerdo las dos tardes de Alejandro Talavante, la primera la de los seis Victorinos, que de él eran, pero que distaban un mundo de ser Albaserradas, en que los tendidos se cubrían de decepción cuando iban comprobando que las orejas no llegaban y la Puerta Grande no se abriría. Pero no parecía importar el que un torero, una máxima figura como se decía, no fuera capaz de lidiar y torear a ninguno de sus oponentes, porque estos no se adaptaban a su faena tipo, y no al revés. El espada había quedado en evidencia y había demostrado una incapacidad absoluta para considerársele matador de toros. Días después se encontró con un animal al que no fue posible pasar por el caballo, pero que seguía el trapo como un borreguito, sin importar si tal trapito le sometía, le llevaba por dónde no quería o si le obligaba mínimamente. Las embestidas dejaron paso a “buscar la zanahoria”, pero eso era lo de menos.


Pero a pesar de todo, creo que los taurinos y afines a la fe de la Tauromaquia 2.0 son muy injustos con Madrid. Se tilda a esta plaza de escandalosa, maleducada, irrespetuosa, ignorante y no sé cuantas cosas más; y no es así, porque la gran mayoría, o una inmensa mayoría, jalea todo lo que viste medias rosas, todo lo que sigue la zanahoria y cualquier ejercicio gimnástico/ circense/ contorsionista que se ejecute ante sus ojos, haya o no haya un toro en el ruedo. Se aplaude el toro fofo, se le premia aunque no vea al caballo ni de lejos, se valora como extraordinario el quedarse a merced de un toro por no conocer los fundamentos básicos de la lidia, se aplauden los arrimones absurdos y no se exige el toreo de siempre. ¿Y me van a decir que Madrid no es ya un merengue de plaza? Eso sí, siempre hay algún que otro aficionado que levanta la voz de la exigencia, que por otro lado está muy alejada de aquel tendido 7 repleto de aficionados y no de curiosos y japoneses, la andanada del 8, los aficionados del 8, la sombra dura como ninguna, el 4.


Por si quedaba alguna duda del cambio experimentado por la afición capitalina, y casi como fin de fiesta, llegamos a la apoteosis de El Cid en la feria de Otoño, esa que llegaron poco menos que a nombrar la más excelsa de la historia del toreo; sin llegar tan siquiera a juzgar lo hecho por el sevillano, en otros tiempos quizá no habría podido tener lugar por carecer de lo más importante y definitivo para valorar a un torero, el toro. Con el ciervo agatado del señor del Río no creo que muchos hubieran permitido que nadie se hubiera puesto a dar muletazos a un animal que no soportó ni media vara. Pero claro, eran otros tiempos, eran aquellos días de los tres puyazos, cuando se exigía a los coletudos como poco el saber agarrar los trastos y el saberse colocar en el ruedo, estando pendientes en todo momento de la lidia. Cuando el torear era poder, dominar y mandar en el toro y sus embestidas, cuando los defectos del animal no eran errores de la naturaleza, eran retos que el que se vestía de luces tenía que superar con el capote, la espada, la muleta, la suerte de varas y de banderillas y el conocimiento de las distancias y los terrenos. Todo esto ya suena a música celestial, a esa música que la banda de la Plaza interpreta ya hasta antes de los festejos por los pasillos de las Ventas, atronando los oídos del respetable que deambula erráticamente mientras hace tiempo para entrar a su localidad. Mientras tanto, las vías de agua siguen abiertas y ya no es que no haya manos para tapar esos boquetes, es que además hay que luchar contra los que piensan que cuanto mayor sea el agujero, más gente vendrá a ayudar para evitar un naufragio anunciado, al que sólo hay que poner fecha. Entretanto no para de entrar agua y más agua, y mientras la nave zozobra, la banda de la plaza sigue tocando y tocando, como los músicos del Titanic. 

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, no puedo hacer otra cosa que darte la razón por mucho que me pese. Estoy tan hastiado de esto que necesito unas largas vacaciones taurinas para despejarme por haber estado respirando tanta mierda durante la temporada.

Un saludo
J.Carlos

Cincinato dijo...

Uno de los fenómenos más preocupantes que se está produciendo en esta época decisiva para el futuro que nos ha tocado vivir, es que en vez de responder a la crisis y a las amenazas que cercan a la fiesta con mayor entrega y exigencia, se responde con mayor triunfalismo y comodidad.

Lo más desolador es que algunos aficionados se están dejando arrastrar, de buena fe, por esta ola; y que otros corremos el riesgo de perder referencias y dejarnos engañar, no sea que seamos nosotros los que vayamos por el carril contrario.

Tampoco es bueno que los que tienen cabeza para mantenerse en sus cabales se tiren al monte: ya sea dejando de ir a las plazas (está pasando) o exarcerbando las críticas y dando pie a una propaganda excesivamente negativa, que aunque sustentada en verdades, contribuya a incrementar el ambiente negativo que hay en la sociedad alrededor de los toros.

Pero no sé qué hago preocupándome de lo que les pase a los aficionados. Los aficionados no somos los que tenemos que salvar esto: son los profesionales los que deben hacerlo. Pero como he dicho, están en la onda de la comodidad y el triunfalismo.

Cuando empecé a ver esta tendencia pensaba que era pan para hoy y hambre para mañana. Viendo las entradas que está habiendo en muchas plazas, ahora hasta dudo de que haya pan para hoy.

Urge una reacción, que pasa por aumentar la verdadera clave, la única, que tiene la fiesta para ganarse al público: la EMOCIÓN. Pero con el toro que se está criando y la actitud de la mayoría de las figuras, la emoción está despareciendo, y no se espera que vuelva.

Y así no hay manera de salvar lo que queda de esto.

MARIN dijo...

Pues si que teníamos muchos puestas las esperanzas en tu plaza Enrique, y ya ves que al final es otra plaza de pueblo mas. Ya se empieza a aceptar la ausencia de la suerte de varas, el de banderillas es un mero trámite, se aplauden toros mansos y se regalan las orejas.

Después llega un torero como Castaño que permite a su cuadrilla realizar su trabajo a la perfección, y parece que aquello es la panacea del toreo, como si fuese algo extraordinario cuando debería ser lo mas normal del mundo.

En fin Enrique, siempre nos quedará el campo. Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
La verdad es que cuesta seguir el ritmo y ya hacía falta un respiro e intentar desintoxicarnos un poco de esto, pero verás como a la primera de cambio estamos otra vez metidos en harina.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Cincinato:
Coincido con todos tus razonamientos y hasta en la sucesión de estos. Pero ya ves, ahora resulta que somos los aficionados los culpables de que esto esté como está. Todo lo que no sea ese seguidismo a ese triunfalismo y comodidad es ir contra el toreo. No se paran a ver el problema, identificarlo y darle solución. Tratan el cáncer a base de chistes, chistes malos, y esperan primero que les riamos las gracias y segundo, que nos traguemos que ese es el mejor remdio para la enfermedad y al que se le ocurra levantar la voz es porque quiere que los pacientes mueran de cáncer. Semejante barbaridad no sé si se la creen ni ellos mismos, pero de momento van cogiendo dinero de aquí y de allá a todo correr.
Un saludo y mucho ánimo, que no triunfalismo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Pero espera, que lo de la cuadrilla de Castaño para los taurinos es el gran mal de la Fiesta. Será porque pueden descubrir a los demás y porque demuestran al público que todas las tardes se puede intentar querer estar, aunque no se condiga, pero la intención debe estar ahí. Y no esperes demasiado de mi plaza, que ya hasta los mansos protestan, algo que hace años era un aliciente para ver a los de luces de lo que eran capaces.
Un abrazo y guardame sitio en el campo, que yo me apunto

Anónimo dijo...

Sr Martín, me dijo usted el 4 de este mes “Para hablar de toros no sólo le sigo ofreciendo este blog, sino que le ruego que no deje de pasarse por aquí”.

Ha falta de la feria de San Lucas de Jaén y las fiestas de Huércal-Overa (Almería) se bajara el telón de la temporada taurina. Y como en botica a habido de todo, pero con más cantidad de lo malo, y es que a veces hay que preguntarse ¿pero queda algo bueno en la Fiesta de los toros?. Yo pienso que quedará en el momento que no haya tanto “vividor” en torno a ella.

Y es que forzosamente me tengo que salir de lo taurino para meterme en lo político, y es que esto de los “vividores” los hay y de que manera por todos los partidos y derivados de ellos, llámese sindicatos, patronal y hasta periodistas (momo en los toros) que contar de hacer la pelota o porque ideológicamente se siente de derechas o de izquierdas lleva el agua al molino que más le interese, olvidándose que es periodista y que su primer mandamiento es informar y decir la VERDAD.

La gente más humilde lo está pasando canutas, todo está subiendo, en el tema sanitario que vamos a decir que no sepa todo el mundo, pero mientras el gobierno sigue con su música de fondo diciéndonos que ya se está viendo la luz, pero mientras el Titanic de España se está hundiendo y los músicos siguen tocando.

Saludos y un abrazo

Villegas Gutiérrez.


Enrique Martín dijo...

Villegas Gutierrez:
Es que la cosa está así y creo que poco se puede discutir y el que no lo vea, es porque no quiere. Como decía Ortega, la vida del país y los toros, van unidos, no se puede entender nuestra historia sin conocer la historia del Toreo. Esos vividores de que habla se los puede encontrar uno en cualquier parte, pero los mismos, que igual un día está robando en un ayuntamiento, que montando una ganadería, que llevando un torero, pero no para trabajar y echar para adelante, sino para exprimirlo y tirarlo a la basura cuando ya no les interese.
Un abrazo