viernes, 4 de octubre de 2013

Cariño para los novilleros, aunque no lo merezcan

El peonaje ha estado a la altura de los maestros, mal, con mucho capotazo y 

Está claro que hay que ser condescendiente con los toreros del escalafón inferior, esos que aspiran no a ser matadores de toros, sino a ser figuras del toreo. Como se ve, no es que tengan aspiraciones demasiado altas, se conforman con lograr honores como figuras y no como toreros. Y realmente llevan sus planes con escrupulosa rectitud, tal y como han demostrado los tres coletas que han hecho el paseíllo en la primera de la feria de Otoño, Javier Jiménez, ratonero y aturullado muchacho que no entiende ni qué es el toreo clásico, ni lo que le piden algunos resistentes de la antigua afición capitalina; Diego Fernández, vulgarote y pesado, al que no hay quien lo saque del pase, pase, pase y más pases; Juan Ortega, que como la mayoría, por no decir que como todos, naufraga en cuanto le sale un toro para torear y no simplemente para pasar de capote y muleta. Los del Ventorrillo mal presentados, con unas cabezas mal armadas, que lo mismo parecían un toro camargués, que el asa de una tetera, de hechuras poco agraciadas y con un comportamiento de mansos ante los caballos, aunque a veces pudieran disimularlo mínimamente. Igual empujaba alguno, pero tarde o temprano acababan yéndose sueltos, escapando del castigo.

El tercero dio el pego en la muleta, yendo y viniendo, si bien también ayudaba que el señorito Jiménez  no toreaba y se limitaba a acompañar las arrancadas, sin someter la embestida lo más mínimo. Eso sí, hay que reconocer el mérito de retorcerse como las grandes figuras y esa forma de alargar el brazo más allá de los límites de lo razonable. Con estas trazas, tampoco se le iba a pedir que matara arriba y sin largar la tela para salir del trance con mayor comodidad. Parece ser que no acabó muy contento con el público de Madrid, a quien dice no entender y del que no sabe qué es lo que quiere. Pues pronto empezamos. Quizás habría que decirle que no se mide la valía de los capotazos por la cantidad, que el telón rosa sirve para lidiar al toro e irle enseñando y preparando para el último tercio, que el caballo no es un trámite y que hay más detrás del uso de la muleta, más allá de lo de las orejas e indultos.

Diego Fernández, otro fiel seguidor de nuestras figuras que tanto nos dan y tan poco valoramos, aparte de una sosería crispante, de esa falta de temple común a todos los chavales y a toda la torería en general, si por temple entendemos llevar al toro suavemente, que no acompañar el viaje de un medio moribundo que camina cansinamente y de una absoluta apatía y desconocimiento de la lidia. Intentó ser variado con el capote, pero sin sentido, ni razón, sólo porque le debía apetecer. Igual con la muleta, mantazos y más mantazos, sin ningún mando, hasta conseguir no poder meterle mano al novillo por ninguna parte.


El último, Juan Ortega, quizá se encontró con el mejor novillo de la tarde, pero de nuevo esa incapacidad generalizada de poder a un toro ha posibilitado el que el animal se fuera convirtiendo en el dueño del ruedo. Ya desde el segundo tercio, donde mostró sus intenciones, Por el lado derecho iba como un rayo, siempre que no se le obligara. En línea recta era un vendaval, que lo mismo se llevaba por delante los capotes, que los palos, que la muleta. Mientras, los tres novilleros pensarían que los culpables de todo este descalabro eran los que ocupaban los tendidos en poco más de la mitad del aforo, si es que llegaban a esa mitad. Seguimos con los mismos males, las mismas carencias, la misma desesperación, la misma desilusión y las mismas caras de decepción de siempre. ¿Se acuerdan de aquellos jóvenes que atropellaban la razón queriendo ser toreros? Pues yo tampoco, hace tanto tiempo. Pero ya ven, siempre hay quien sale a defender a estos chicos, relatando esa cantinela de que son chavales, que están empezando y que hay que cuidarlos y mimarlos. Pues nada, dejémosles hacer, aupémosles como figuras y luego se ciscarán en la parentela de todo aquel que no caiga rendido a sus encantos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de mimar y cuidar se lo van a tener que,repartir con lo que sale por chiqueros hoy en día.
Les falta ambición a estos aspirantes.Lo felicito por su blog y artículos.
Corajay.

Unknown dijo...

Oscuro e incierto futuro para un escalafón novilleril, vulgar, falto de motivación, de aptitudes y actitudes, tristemente motivado por el seguimiento genuflexo ante las enseñanzas y prácticas de los mayores de oro.
A penas sale un Toro con cierto atisbo de bravura, ni lo ven, ni quieren, y para este viaje, ¿ a qué llenar las alforjas con una buena lidia?.
Efectivamente, Enrique, "el emperador va desnudo", por mucho que la mayoría de observadores y palmeros apuesten por ignorar un hecho obvio.

Ese "cariño" de baratija suele pasar una factura demasiado cara, esperemos que el largo camino ayude a depurar sobre todo, malas o nulas disposiciones.

Desde la lejanía, una agradece las voces de respetuosa protesta, y esa visión tuya tan acertada que contribuye a despojar de apariencia ulteriores símbolos del toreo moderno.

Un saludo.




Enrique Martín dijo...

Corajay:
Muchas gracias. Habría que cuidarlos y mimarlos, pero no evitándoles enfrentarse al toro, sino enseñándoles a enfrentarse a él, para luego convertirse en verdaderos matadores de toros.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Gloria:
A veces la lejanía no sirve para sentir menos el aburrimiento o el cabreo, sobre todo al ver que unos chicos que deberían comerse el mundo, andan deambulando por el ruedo, más preocupados de no manchar el terno y de parecer hermosos galanes o coristas de opereta rodeando a la vedette. Lo que pasa es que esa vedette que flanquean es fea, desproporcionada, corpilarga y paticorta y además, una tía antipática y soberbia, que se cree guapa, ya ves, igual que la Tauromaquia 2.0, un adefesio.
Un saludo

Anónimo dijo...

nada bueno en toda la tarde no ?