martes, 23 de septiembre de 2014

Una del Partido de Resina

A ver si vuelven pronto estos Pablo Romero, ahora Partido de Resina


Hace tiempo que no me enfrasco en la crónica de una corrida y por el momento, hoy tampoco va a ser el día, pero sí que me gustaría poner en común algunas cosas que me dejó dentro la corrida de lo que antes llamábamos siempre Pablo Romero y ahora la mayoría de las veces. La ilusión era muy grande, los aficionados acudían a la plaza como si estuvieran citados con una novia de la juventud a la que quisieron como se quiere a los 16 años. No esperaban nada, pero allá que iban todo repeinados, con la última camisa estrenada y los zapatos como espejos. El recuerdo lo merecía y los buenos ratos del pasado, mucho más. ¡Los toros guapos! Y fueron saliendo uno por uno. Con buena presencia, aunque no en todos los casos la novia era tal y como la recordábamos. No diré eso de fuera de tipo, porque ya hasta huele mal la expresión, pero sí que se echaban de menos aquellas redondeces y aquellos pitones muy bien puestos y poco o nada destartalados.

La primera sorpresa es que los de Pablo Romero, ahora Partido de Resina, no se cayeron; hubo alguno que parecía arrastrar cierta cojera, pero nada que ver con las invalideces y flojeras que se esperaban. Esa sensación de querer condescender con todo, de pretender ver luces de esperanza en asomos, que no en signos reales se desvaneció a medida que avanzaba la tarde. A ver si va a ser que este hierro está mucho mejor de lo que se preveía. Si la novia todavía lucía unas piernas esculturales. Pero ninguno sirvió tal y como se entiende ahora eso de servir, el toro bobo, que da igual lo que se le haga y que aunque le cuelguen margaritas de las orejas, el animalito entra a la muleta para acá y para allá como si le guiara un trole.

Resulta que la corrida salió para que se la toreara, justos de casta, no se comían a nadie, ni aunque fueran disfrazados de saco de pienso, incluso alguno como el último, parecía más geniudo que encastado, pero bueno, que no te aburrías. Quizá los juanpedristas, aunque ellos no sean conscientes de ello, acabaran  desolados por no ver a un toro facilón, tonto y repetidor en el tercio de muerte. Que luego se hincan de hinojos ante el genio y medidísimo picante de los Parladé o Juanpedros y hasta de los de don Victoriano del Río, adjudicándoles méritos para encajarse la corona de reyes de toda una feria de Madrid. ¿qué no les pican? Da igual, pero siguieron la zanahoria que daban ganas de llevárselos a merendar un chocolatito con churros. “Es que no se les podía picar”, te dicen. ¡Coñ...! ¡Cáspita! Pues a los del Partido de Resina les pegaron de lo lindo y todavía alguno acuso la falta de un picotazo más, aunque esto no lo pondré como censura, pues con tanta cera parecía que iban a despanzurrarse allí mismo, pero luego aguantaban y hasta seguían los engaños con ánimo de quererlos enganchar, buscando a eso que se les escapaba por una miaja de hierba.

Entonces, ¿dónde estuvo el motivo para que los señores de luces salieran en triunfo? Pues porque una cosita es eso de torear y otra lo de pegar pases, algo a lo que está demasiado habituada la torería de hoy. Torear es fijar al toro de salida y no dejarle a su aire, como se dejan a los demás, llevando el toro al burladero del 6/7 a ver si se le machaca contra las tablas; que curioso, estos no se dejaban cerrar y aguantar ahí con el númerito de la mano que hipnotiza. Estos eran más de las formas pasadas de moda, que lo pare el peón y que una vez el toro quedo en las telas, el maestro lo toma con el capote, para acabar dejándolo en el caballo con un remate, y no con eso del “ahí te quedas”; esto en el mejor de los casos. No se lo van a creer, o igual sí, pero no se puso ni un toro al caballo correctamente. Unas veces se marchaba él solito, otras al relance, otras muy, muy en corto, para no afligir al picador. Y para sacarlo de la suerte, los señores banderilleros de nuevo, mientras los matadores se acicalaban el capote, allá en las inmediaciones del bingo de Manuel Becerra. Ellos pendientes de cantar línea y resulta que en el ruedo tenían el cartón del bingo especial. Ya digo que se castigó bastante, y de mala manera, a toda la corrida; hicieron cosas de mansos, pero no rehuían la pelea, ni el castigo. Cosas del toro de lidia. Uno de ellos salió respingado al notar el palo en una que pasaba por allí y luego hasta se permitió empujar. Que el mansito no lo era tanto, pero ¡ojo! que ninguno insinuó tan siquiera un mínimo de bravura, seamos justos.


En banderillas sacaron a relucir las dificultades que nacían de haber soportado una nefasta lidia. Ahora empezaban a echar cuentas de todo lo malo que se les había hecho, de los innumerables capotazos de todo el que se asomaba por allí, dados a destiempo y de mala manera. Y ya en la muleta, pues para qué más. Que les enseñaban que por el lado derecho el trapito se les metía en la oreja, pues la siguiente vez, muy obedientes ellos, allí que se iban a buscar; que el truco era que a mitad del viaje les quitaban el trapo, pues se quedaban con la copla. Pero si se les llevaba muy toreados y dominándoles, hasta se prestaban al lucimiento, pero si el de las medias rosas ofrecía mando y firmeza, porque había que jugársela. Lo que no admitían eran faenas de mil pases y mucho menos de abaniqueos, que la tarde empezaba a estar fresca y no les apetecía que les airearan los hocicos. Hubo un toro, el tercero, al que el bueno de Rubén Pinar pretendía aplicarle la receta de la Tauromaquia 2.0, trapo que va y viene, sin obligar lo más mínimo, echando al toro para afuera. Pues ahí el animal se aburría y se iba descaradamente, entraba con ninguna convicción y adiós muy buenas. Pero que lo mismo era cuando iba para adentro, que cuando lo mandaban para afuera. Pero las escasísimas veces que le bajó la mano y le metió en la muleta, incluso dejando que se la tocara, el Pablo Romero no cejaba en su empeño de querer coger aquello y sin acusar querencia alguna. Igual va a ser que estos muchachos tendrían que quitarse de la cabeza la faena prefabricada y plantarse ante el toro con la mente limpia. Sería absurdo detallar lo hecho por los tres matadores, pues fieles a una forma de hacer, cada uno a su manera se estrellaron contra su impericia y falta de afición, con ese querer ser figuras del toreo y ese rango tan cacareado de ser profesional, sin darse cuenta de se iban a poner con “Una del Partido de Resina”.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, parece que en la ganadería hay nuevas manos que intentan cambiarla y posiblemente hacerla más toreable. Ya se vio en la tablilla de los pesos, reducción notable con respecto a temporadas pasadas. Pero en cuanto al comportamiento no veo yo que hayan mejorado. Recuerdo una corrida del 2010, no bien sino excelentemente presentada, con ejemplares con más trapío que los de ayer, más kilos y que prácticamente tampoco se cayeron. Recuerdo el sexto, un torazo de poco más de 620 kilos que hizo levantar al público de sus asientos. Posiblemente el toro más bello que se haya visto en Las Ventas durante la última década.

Por lo demás, de acuerdo con tus apreciaciones. Vi a un Lázaro bastante fuera de sitio, ventajista y sobre todo poco rodado. Pero es que no toreó el año pasado…no me gustó que mandara masacrar al primero en el caballo ni que estuviera toda la tarde tan encimista. Lo primero que debe hacer un matador es enseñar el toro al público y que después decida qué hacer con él, pero que nos lo muestre. Eso no ocurrió.

Pérez Mota estuvo voluntarioso y con ganas. También falto de rodaje pero creo que ha merecido una repetición. En el segundo tragó lo suyo, fue el más complicado de salida y sus defectos se acrecentaron debido a la mala lidia recibida, con capotazos sin sentido y pases en falso en el segundo tercio.

En el tercero Pinar demostró su falta de conocimiento de los terrenos. Empezó en el 9 y el toro le fue llevando al único sitio donde podía haberle toreado, en el 5 y de la segunda raya hacia las tablas. No lo vio o no lo quiso ver. Pases que allí se hubiera tragado, no los aceptaba en otro lugar. En el sexto más o menos lo mismo.

Volvemos al tema de los peones en los quites en el segundo tercio. A alguno se le dejó absolutamente vendido con un Pérez Mota que, ya no es que no le hiciese el quite, sino que corrió para atrás. O cuando estaba Lázaro en la enfermería que no le sustituyó ninguno dentro de la plaza para ejercer su labor. Menos mal que mi compañero puso el grito en el cielo y parece que le oyó el alguacil y mandó cumplir el reglamento aunque deberían haber estado ahí Yesteras o Galindo, no el tercero de la cuadrilla.

Saludos
J.Carlos

MARIN dijo...

Fijate que estaba esperando la crónica por tu parte Enrique. He visto tantas cosas por ahí ayer, y he leido otras tantas que no me fiaba de ninguna.

Una ganadería como la de Pablo Romero (casi que me niego a llamarla Partido de Resina), que hace tan solo unos años estaba por los suelos (literalmente), no es fácil levantarla en diez minutos. Máxime cuando hay poco (o nada) en donde refrescar si quieres guardar la morfología y el tipo de ese toro. Pues bien, resulta que nos encontramos con una mejoría mas que notable. Pues quedémonos con eso. Prefiero toros así que no al tonto la pandereta.

Y de los matadores no te digo nada, que siempre estamos con lo mismo y luego me repito mas que la morcilla roja.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Yo pensaba que igual nos pasábamos la tarde viendo rodar a los toros por la arena. Luego no me aburrí, había emoción. Ya digo que algunos recordaban en cierto modo el origen, pero sin más, no eran aquellos toros guapos de antes. En cuanto a ese toro, no sé si se lo tenía que haber llevado al cinco. Quizá podría haber intentado más en los medios, evitando toda querencia, pero lo que estaba claro es que lo tenía que llevar muy metido en la muleta, no dándole aire. Cuando la veía cerca, no quería perderla, pero claro, eso reseca mucho la boca.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Quizá ese pesimismo era el que yo llevaba al principio y con todos esos inconvenientes que dices, el verlos actuar como toros ya era un regalo. No sé si habrá recuperación completa, pero al menos parece que puede haber esperanza. Eso sí, como decía al salir de la plaza, ojalá que esta sea de las peores que veamos. Otros días, al tercer toro ya estamos que no encontramos la postura.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Creo que es usted extremadamente joven y creo también que no es fácil que usted haya visto las clásicas de Pablo Romero antes de su hundimiento, perpetrado por los Pablo Romero.
Creo que usted no se enteró de cómo la corrida más chica en promedio de la temporada en Madrid tuvo cavilando a todos los de oro, los de plata y los de azabache. Creo que usted no se dio cuenta de la personalidad distinta de cada uno de los seis Partido de Resina, de lo mal que se les hicieron las cosas, lo alevosamente que se les pegó en varas. Creo que usted quiere sacar pecho de que nadie se la pega, y de pronto me caigo del guindo porque le tenía por aficionado bastante más cabal. A ver si su pluma es de esas que sólo vuelan generosas en la censura y se va a poner a escatimar a la gran corrida de Partido de Resina su enorme mérito. A ver si a una corrida con tantos matices, tan antigua en sus modos y en sus comportamientos, la vamos a mirar como si fuese la de Fuente Ymbro. A ver, a ver...
Persevere en el estudio del toro, sea humilde y reconozca todo lo que se perdió el domingo pasado, de lo cual su crónica es un perfecto testimonio.

Un abrazo y no se enfade, que se lo digo con cariño de viejo aficionado. Félix Piñuel.

Enrique Martín dijo...

Félix Piñuel:
Creo que no me he debido explicar nada bien en mis opiniones, que no crónica. Pero hablar de gran corrida de toros sí que me da que pensar que se escaparon muchos matices, pero muchos, muchos. Alguno de los dos tenemos que pensar un ratito. Y lo que no entiendo es eso de Fuente Ymbro en este caso. Pero ya le digo, no he debido explicarme nada, pero nada bien. Y no me crea tan joven, ojalá, quizá tenga ya mucho más de ignorante, que de joven. No obstante, siempre es de agradecer y de valorar las lecciones de un buen aficionado.
Un saludo