lunes, 18 de septiembre de 2023

Un toro de fondo de pantalla y… poco más

Decían que los Pablo Romero eran así y asao, pero ahora va a haber que empezar a definir cómo son los de Partido de Resina, que a ver cuánto tardan en poner eso de "elimina lo anterior". Igual ya lo están eliminando.


Volvía Pablo de Resina o Partido de Romero a Madrid o vayan ustedes a saber qué es lo que tiene eso. Al menos el hierro y la divisa. Quizá la ganadería más querida por el aficionado, a la que más cariño guarda, dejando de lado muchas consideraciones propiamente taurinas. Lleva muchos años, demasiados, en decadencia y el aficionado parece que cada vez que sale un toro de esta sangre, empuja deseando que eche para arriba de una vez. Los toros guapos, pero ya… uno parecía ser un Pablo Romero, aunque sin poder ser un prototipo de aquellos que enamoraban solo con mirarlos. Toros que han aparecido en otro de estos desafíos ganaderos y que con lo que han dejado en la arena, su mayor gesta era mantenerse en pie y la verdad, que no han logrado tal gesta. No cojeaban, no parecían estar dañados de una mano, todo perfecto, pero al momento se desmoronaban y medían el ruedo madrileño, el que un día fue suyo, arrastrando la badana por la arena. Y lo peor no era eso, lo peor era que los allí congregados ya no pensaban en que esto se pudiera recuperar, sino en que esto ya se había ido para siempre. Que igual consiguen que vuelvan a lidiarse toros de Partido de Resina, no la “omega dentada” y el blanco y celeste en el morrillo, pero esos ya no serán Pablo Romero, simplemente serán Partido de Resina, a los que solo les falta para rematar la pena eso de “elimina lo anterior”.

Pero pronto se nos puso la realidad frente a frente, con ese primero que era una lámina y que, aparte de no ponerlo en suerte y simplemente dejarlo por ahí, en cuanto notó el palo del picador ya no pudo apenas sostenerse en pie. Juan de castilla, confirmante, se empeñaba en darle pases, pero al segundo de nuevo estaba el animal por los suelos. Bueno, pues vamos a llevarlo con la mano alta, pues ahí venían los enganchones. Que si al menos se hubiera visto cualidad lidiadora, pero mantener a ese toro en el ruedo para dar carreras, abusar del pico y hasta a a llegar a un segundo aviso y el tercero asomando por repetidos fallos a espadas y no matar con la espada, sino con el verduguillo, pues se podía haber evitado ese ratito largo. El siguiente de Partido de Resina fue el que hizo tercero, y vean que ya no hablo de Pablo Romero, porque… ustedes ya me entienden. Salió pegajosito y Ángel Sánchez se limitó a mantearle y acabar abandonándolo a su aire, pero la evidente falta de fuerzas hizo que, con las banderillas puestas, fuera devuelto y sustituido por un torazo de Hermanos Collado Ruiz, un grandón, sin gracia. Y de nuevo Sánchez no sabiendo qué hacer con ese telón rosa. Desacompasado, el trapo por aquí y el toro un rato detrás. De salida ya se fue corriendo a buscar toriles. Pues empezamos bien. Mucho capotazo para llevarlo al penco, donde apenas se dejaba, sin meter la cara, le tapaban la salida y ahí seguía, para continuar con un segundo picotazo queriéndose ir. La faena de muleta la principió el madrileño con muletazos por abajo sin parar quieto un momento. Trapazos con mucho pico, desde la lejanía y alargando el brazo, sin parar quieto y no solo sin llevar al animal toreado, es que él toreaba al aire por un lado y el torazo transitaba por otro; menos mal que estos bueyes tardan más en aprender y ni se enteran de que hay un bulto a su lado. El tercero del Partido de Resina fue el cuarto, el segundo de Octavio Chacón, uno que lo sacan hace cuarenta años y de cien a los que preguntasen, ninguno habría dicho que era de la casa que decían que era. Punteando y sin entregarse en el capote, lo pusieron de lejos y puestos a elegir, eligió al caballo de la puerta y no al de tanda. Vuelta, esta vez más cerquita y medio cumplió sin más. Algo más lejos en la segunda vara, donde pasó sin más, para acabarse yendo suelto. Chacón tomó la muleta, que ahora que recuerdo, antes de la ceremonia de confirmación a Juan de Castilla, como hacen ahora muchos muy respetuosos, se fue al palco a brindar al presidente, como si el fuera a darle muerte. Se comentaba que iba a pedir permiso, pero es que los espadas no tienen que pedir permiso alguno, esa es una leyenda. Permiso ya tienen en el momento que salen al ruedo. Lo que dice el reglamento es la obligación de brindar el primer toro de cada espada al presidente, brindar, no pedir licencia, Y se brinda lo que se va a estoquear, no lo que va a espabilar el compañero. Bueno, disquisiciones aparte, Chacón empezó citando desde muy fuera y levantando demasiado la mano. Acortó las distancias, muy desconfiado por ambos pitones, para acabar metido entre los pitones. Banderazos, enganchones y a ver si cazaba un muletazo. Media con habilidad y descabellando en los medios.

Y hasta aquí lo del partido de Resina, que ya no me atrevo a llamar Pablo Romero. Y saló el toro para el fondo de pantalla, un sardo de Sobral impresionante que recordaba aquellas fotos de principios del XX. Y seguimos con Octavio Chacón, que sí que hay que reconocerle el estar pendiente del compañero, del picador, de acercarse si otro alternante está en complicaciones para deshacerse de su toro. Todo eso es de agradecer, pero, ¿es suficiente? Que comenzó ilusionando colocando a su primero al caballo evitándole mantazos. En la primera vara le taparon la salida y en la segunda, a la que acudió de buena manera al caballo, después de un picotazo se marchó suelto. Se dolió en banderillas y esperaba con peligro a los de luces por el derecho. Por el zurdo iba más presto, pero cortando. Con la pañosa Chacón comenzó tirando trapazos con el pico, muy desconfiado, sin torear y sin pararse un momento. Trapazos y más trapazos, para enseguida echarse encima del toro, que eso ya se sabe que gusta a aquellos que piensan que le mérito verdadero es meterse entre los cuernos. Iba adónde le decía el de Sobral, para citarle desde fuera, después entre los pitones, para acabar el animal ya sin pasar. Él insistió, lo que muchos valoraron y aplaudieron. Quizá en otro momento y con otro espada hablaríamos de ponerse pesado, pero no, en este caso se valoraba alargar un trasteo que ya no tenía sentido y dejándose tocar demasiado la tela. Dos sartenazos muy tendidos, en el segundo se le vino al pecho, para concluir manejando el verduguillo en los medios, sufriendo un empellón que casi lo arrolla. Que a Octavio Chacón no se le puede discutir la honradez, pero otros aspectos quizá…

El segundo de Sobral, más toro que su hermano, pero no tan espectacular de capa, lo recibió Juan de castilla con mantazos enganchados. Una primera vara caída, peleando con el pitón izquierdo. Se arrancó bien dándole distancia para el segundo encuentro, peleando, pero ya más dejándose que otra cosa. El animal tenía brío, de un capote hizo un par, en un mal tercio de banderillas que no le favorecía nada. Salió Juan de castilla citando de muy lejos, quizá con más corazón que cabeza y a dar muletazos a lo que dijera el toro. Es una opinión, pero quizá le habría favorecido el atemperar ese brío y después sí, darle distancia, aunque sin esa exageraciones, aunque fuera menos vistoso. Trapazos acelerados, pero efectistas, eso es innegable. Mucho enganchón, le cambia los terrenos, se le viene encima y la realidad es que no pudo con él. Sin mandar en ningún momento, manivolazos para echárselo fuera y el de Sobral cada vez creyéndose más el amo. Faena del gusto popular, aprovechando viajes, que no toreando. Aperreado, carreras al tomar la zurda, trapazos y naturales de frente que casi quedan en puro conato, pero que siempre son efectivos, aunque se dé uno aquí y el otro una carrera más allá. Entera entrando como un rayo, tirando el trapo allá lejos. Otro que nos colarán en tardes futuras.

Y cerraba la tarde desafiante Ángel Sánchez, quien recibió al sexto de la misma forma que a su primero, lo manteo a mi aire y lo abandono al suyo, que ya habrá quién lo recoja. Mal puesto en suerte, picado en mal sitio y el animal que salía despavorido del peto. Bien colocado una tercera vez por Chacón, pero de vuelta a salir pegando coces. Una cuarta a la remanguillé llevado por un peón, pero venga a salir huyendo. Habrá a quién le parezca exagerado, probablemente sí, pero no creo que hubiera sorprendido el que le hubieran condenado a las viudas, para que se aplacara un poco. Se dolió al notar los palos ordinarios, esperando a los de luces. Ángel Sánchez le recibió con trapazos por abajo, sin torear, sin mado y empezó queriendo dar derechazos, que igual no era lo más indicado, pero él sabría. Mucho enganchón, acelerado, de uno en uno, sin tan siquiera acompañar el viaje, para concluir de nuevo por abajo. Un pinchazo sin pasar y el toro le levantó por los aires, parece que sin consecuencias, para cerrar con un pinchazo hondo y una casi entera. Así acababa otro desafío que empezaba con los ciclistas pasando por la calle de Alcalá y que acabó con el ácido sabor de una mala corrida, después de tantas ilusiones puestas en aquellas pinturas de toros. ¿Y qué nos quedó? Pues un toro de fondo de pantalla y… poco más.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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lunes, 11 de septiembre de 2023

Más desafío de la lluvia que ganadero

La suerte de varas muchas veces vendría bien un poco de sentido común y ajustada a las necesidades de la lidia, más que a conceptos fijos que se aprenden como el rosario en latín.

En los desafíos ganaderos se respira otro ambiente, son tardes diferentes, te pintan las rayas de siempre y tres más, para que el aficionado se entere de que el toro se pone más o menos lejos, que si no, igual no se enteraba. En los tendidos lo mismo te encuentras una familia vietnamita con el cabeza de familia dando su parecer sobre si el puyazo está más o menos caído, mientras una panda de franceses escuchan con tanta atención, que hasta parecían entender el vietnamita. Un grupo de noruegos que no entendían por qué un señor con un polo azul no les dejaba salir mientras los señores vestidos de colores andaban por allí con un bicho negro haciendo ejercicios gimnásticos. Otros pocos se limitaban a contemplar el espectáculo de los espectadores e intentaban entender el por qué de ese empeño de poner a un toro que ha cantado la gallina más allá de la última raya adicional. Que a esto le llaman cuidar la suerte de varas; bueno, cada uno es cada uno. Y por si esto fuera poco, va y se pone a diluviar y entonces la desbandada lo inunda todo, que unos quieren trepar a las gradas, que otros escapan por las bocanas y entonces deja de interesar todo, si hay toro, si se pica, si se banderillea o si se dan más o menos trapazos. Pero como somos muy cabezotas y no aprendemos, si para de caer agua, otra vez para abajo y si vuelve a llover… de locos. Que luego me vienen estos con que el respeto, con que si allí abajo hay un hombre que… Que al final el respeto no va más allá de no protestar los despojos al pariente, vecino, paisano y poco más.

Respeto que los señores de la ilustre empresa de Madrid, Plaza 1, no se tienen ni a si mismos. Que la semanita ya venía movida con baile de corrales, que si los Valdellán estaban rechazados en pleno, que si a ver unos de Saltillo, que si sí, que si no y al final nos desayunamos con que han pasado los tres del hierro que no parecía tener tres toros para Madrid. Luego se ha visto que alguno tuvo que tragar para aprobar la corrida. Porque los de Fraile no es que no tuvieran trapío, que sí, pero daba toda la pinta de que habían ido al supermercado de los toros cuando solo le quedaban los restos que no habían encajado en ningún sitio. Alguno hasta más parecía carne de calles que de plaza de toros. El primero, de Valdellán, le correspondió a paco Ramos. El animal era un novillo adelantado de Graciliano, pero ya está. Desafío ganadero, rayas ad hoc y en el primer puyazo va el peón y lo mete debajo del peto, no vaya a ser que luego se ilusione el personal y crea que va a ver otra cosa. El animalito parecía hasta querer plantar pelea, pero las fuerzas no le daban para casi nada. Se dolió bastante en banderillas y en el último tercio, paco Ramos inició con un toreo, o cómo se diga, distante, con el pico de la muleta, dejándosela enganchar, vulgar y a ver si el animal aguantaba en pie. Intentó por el pitón izquierdo y le echaba la cara arriba de primeras, pero el castellonense no perdía el ánimo, cambio de pitón de nuevo y la cosa aún peor. Cerró con varios pinchazos y entre medias un bajonazo que sería el que al final haría doblar al primero de la sesión. En el cuarto, el primero de Fraile salió soso, sosísimo y mirando que se cocía por allí. No se entregaba en los engaños y ya en el caballo fue de lejos, con alegría, en el primer encuentro cabeceó, como decían los antiguos, como una devanadera, echando la cara arriba. Que no le gustaba el palo en el lomo. En la siguiente entrada, escarbando mucho, en cuanto vio que allí picaban, salió espantado. Mucho mantazo enganchado y Ramos decidió ponerlo una tercera vez dándole distancia. A ver, que pocas cosas hay mejores que el primer tercio, pero si se ve lo que se ve en las dos primeras varas, no pretendamos ponernos a lucir al toro, que ya bastante ha dejado ver. Que si le hace falta un tercer puyazo, adelante, que no seré yo el que critique las tres varas, todo lo contrario, pero, ¡hombre! Qye ya había cantado la gallina, el pavo, el ganso y todas las aves del paraíso. Prosiguió una lidia desastrosa, para terminar en la puerta de toriles, que igual la familia vietnamita no se lo esperaba, pero el resto, hasta los noruegos… bueno, estos tampoco, pero el resto sí. El fraile se defendía y no había más que machetearlo por abajo y a otra cosa, pero Ramos parecía haber elegido la otra cosa. Le merodeaba, citaba con el pico, pero la cosa no pasaba de trapazos sin criterio. Y a todo esto cayendo agua como si no hubiera un mañana, el toro en tablas y el matador pinchando una y otra vez yéndose en demasía de la suerte.

Damián Castaño parece haber sido nombrado el último héroe de la tauromaquia y muchos había dispuestos a defender ese título. El segundo Valdellán, largo sin remate, se puso corretón y hay que reconocer al espada que lo metiera bien en el capote y lo sujetara en medio del ruedo. Le pusieron de lejos al caballo y fue, pero al paso, sin demasiado ímpetu, más bien ninguno. Pero, ¡oiga! Que se puso a empujar con fijeza, con los dos pitones y en seguida se oyó esa voz caritativa de “levanta el palo”. Como si el palo se pudiera o se debiera levantar. Que quizá ese grito podría cambiarse por otro más de aficionado, como “sácalo”, por lo de sacar al toro del peto, claro ¿no? Que por si fuera poco, encima el animal, con el palo al viento y todo, se enceló en la guata y no se quería ir. Le pusieron una segunda vez, de lejos, cuando se puso a escarbar, muestra de bravura para los americanos en las películas, pero que… Se fue alegre a por el jaco y… ¡ay! Ya solo peleaba con el izquierdo y sin humillar, el toro mentiroso nos quiso hacer creer que era bravo, pero igual la cosa no pasaba de bravucón. Le pusieron una vez más, desde más cerca, venga a escarbar, tardeando demasiado y al topar con el peto se nos viene abajo. Notó las banderillas, él que parecía tan flamenco. Con la muleta, Damián castaño empezó dándole distancia, enganchándole demasiado la tela. Siempre con el pico de la muleta, despegado, pero como se ponía erguidito, pues el entusiasmo se hizo presente.  Muletazos más dando aire que toreando, pero efectistas, aunque sin conducir jamás la embestida, lo que se hacía más patente al final del muletazo, cuando el toro iba por aquí y el engaño flameaba al viento por allí, además de tener que recuperar el sitio para el siguiente. Pero ya se sabe, ahora, después del imperio de la alcayata, viene el poder de la impostada naturalidad y perdemos el caletre. Tuvo la mala suerte de no matar y quizá por ello se enfriaron los ánimos. El quinto, de Juan Luis fraile, de salida se pegó un buen trompazo, lo que pareció acusar a partir de ese momento. Braceaba como si estuviera dolorido y le costaba hasta mantenerse en pie. En el caballo le recibieron con un marronazo, después fue alegre en el siguiente encuentro, pero solo se dejaba. Se dolió en banderillas, cada vez con mayor evidencia. En la muleta no iba de ninguna manera, tiraba el derrote y poco más, mientras Castaño probó de nuevo eso de ponerse tieso, pero un desarme echó a perder las buenas intenciones. Sin poder con el inválido, se empeñaba en eso de ponerse muy derecho, sin torear. El Fraile se le quedaba, cabeceaba y todo hacía creer que allí ya no había nada más, de lo que se percató el padre vietnamita, los noruegos y hasta unos de la Melonera que se pasaron por allí. Más de media quedándose en el pitón, sin pasar, pero ni con revolcón incluido logró despojos el salmantino. Pero me juego las tierras, las del tiesto de mi ventana, que los avispados señores de Plaza 1 nos lo vuelven a poner en próximas ocasiones.

El tercero era Luis Gerpe, al que le tocó el mejor presentado de Valdellán, al que recibió con mucho manteo, pero sin acabar de someterlo. Lo metieron debajo del caballo y peleó con más desesperación que ganas de salir vencedor. No paraba de escarbar y cuando en los siguientes encuentros veía el caballo, disimuladamente se iba escapando, aunque no tan descaradamente como cuando de nuevo sintió el palo en el pellejo. Pero cosas de la vida, van y lo ponen una tercera vez y de lejos, con el caballo en el 6, más a favor de querencia, a lo que el Valdellán reaccionó yéndose en busca del que guardaba la puerta. Echó la cara arriba en banderillas, doliéndose como se esperaba, visto lo visto. Tomó la muleta Gerpe, con trapazos desajustados por abajo, para continuar con la diestra intentando eso de ponerse derecho, pero cualquier intento lo afeaba el abuso del pico, el estar demasiado separado y acabar con muletazos de uno en uno y como queriéndose descarar, como si eso ya fuera el epílogo de una gran faena. Y desafortunadamente, en un intento de manoletinas se vio por los aires. Ahí sí que el manso buscaba la presa. Más de media tirando el trapo por los aires, que luego se demostró que no era un accidente, sino una práctica habitual. El sexto, entre si jarrea o se calma, fue recibido con mantazos varios. Muy mal picado, en la paletilla, en mitad del lomo, sin ponerlo en suerte, mientras el animal se limitaba a estar allí. Empezó el trasteo trapaceándole por abajo, con el peligro de no saber por dónde meterle mano. Enganchones, banderazos al viento, llegando hasta a estar aperreado, pegando tirones y dejando que pasara el tiempo. Y para rematar, de nuevo el trapo al viento al entrar a matar. Serán las nuevas formas. Y mientras pasaba todo esto, unos venga a subirse a las gradas, unos queriendo hacer alpinismo, otros por las escaleras y cuando parecía que ya no caía, vuelta para abajo y luego otra vez para arriba. Qué cansado esto de ir a los toros, oiga. Y al final la cosa quedó en que fue todo más desafío de la lluvia que ganadero.

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miércoles, 6 de septiembre de 2023

Ante todo, ser educados

El estar en una plaza de toros también exige educación, aunque en esto, como en la vida... Pero eso no nos puede hacer que nosotros abandonemos las normas de civismo que faciliten la convivencia... con todo el mundo


Los antis y gentes que no se han acercado a los toros ni por la acera de enfrente de estos, tienen la creencia, el firme convencimiento, de que los que nos hemos aficionado a esto somos unos bárbaros, una mezcla de Atila, Fu Manchú, el Sacamantecas y la Niña de la Curva. Y ya, si hablamos de ir a la plaza con cierta regularidad, Pedro Botero se ocupará de hacernos pagar nuestros pecados contra la moralidad y la humanidad moral y humana. Que no conciben que después de volver de los toros seamos capaces de darle un beso a nuestros, con lo cual ya excluyen a una buena parte de aficionados, porque los que aún no tienen progenie no pueden mostrar tal rasgo de perverso cinismo. Pero lo que no podemos hacer los que gustan de ver al toro en su máxima expresión de poder y fiereza, es achicarnos y dejar que ahí nos las den todas. Hay que actuar y actuar ya, hay que convencerles de que aunque no profesemos esa fe, su fe, su ética y moralidad imperante, tampoco somos para echarnos como pasto de bestias carroñeras. Que no, que algunos no comulgamos con su fe, pero no porque nos gusten los toros, que eso no tiene nada que ver; que igual es que simplemente ni la compartimos, ni la queremos compartir, porque no la entendemos, porque la entendemos y nos parece… Bueno, que no nos gusta y ya. Pero ya digo, no nos quedemos parados, actuemos y para empezar, mostrémonos como seres educados, cívicos, que vivimos en sociedad, integrados en un mundo que tenemos que compartir con todos y ellos, por supuesto, con nosotros. Seamos, ante todo, educados, que por la apariencia al menos derribamos ya algún que otro prejuicio. Que igual se sorprenden de que no babeemos sangre, de que no arrastremos jirones de las entrañas de la última presa que acabamos de devorar; y si ya llevamos un libro debajo del brazo, entonces, apartémonos, porque les puede explotar la cabeza y ponerlo todo perdido de prejuicios pacatos y antitaurinos ¡Tos pa’ tras!

Siempre con la educación por delante; así, si viajamos en el metro o autobús, deberemos ceder el asiento si entra un vegano o alguien con una pegatina con el lema “la cultura no es…” o similar, como esas en las que se ve un toro desangrándose por la boca. En estos casos les falta la segunda parte de la pegatina, esa que ellos suponen que se ve a la gente en los entendidos aplaudiendo sin medida contemplando el chorro de sangre, tan lejos de esa realidad en la que esa misma gente se enfada, protesta y censura semejante espectáculo. Que no les culpo por esta interpretación, porque es lo que pasa cuando no has pisado una plaza de toros en tu vida y además prefieres guiarte por tópicos malintencionados antes que intentar enterarte mínimamente de lo que es esto. Pero hablábamos de educación. Después de ceder el asiento a veganos, antis y demás ignorantes del toreo, si estamos en un restaurante y pedimos un chuletón y el camarero nos indica que curiosamente es el último que les queda, en ese momento deberíamos reaccionar y rechazarlo de plano, cederlo por si algún vegano se encapricha; que no se quede sin comer por nuestra culpa. Ya nos comeremos nosotros el filete de tofu que parece carne, pero no lo es, o las salchichas de calabaza, que parecen de cerdo, pero que no lo son. Que curiosamente, aún no he visto las acelgas de ternera, que parecen acelgas, pero es ternera. Será porque los bárbaros del chuletón, como los de los toros, no necesitamos disfrazar nada para que el trago nos sea más leve.

Pero continuemos con esta lección de civismo que se atreve a dar un aficionado a los toros ¿Cabe mayor descaro? Al entrar en un avión, en un tren, en un autobús de largo recorrido, antes de ocupar nuestro asiento, preguntaremos a todo el pasaje si hay algún anti, vegano, ovolacteovegetariano o similar y amablemente les cederemos el pasillo, la ventanilla o lo que mejor les venga y nosotros ocuparemos el lugar que ellos desechen, que para eso estamos. Si tales compañeros de viaje deciden ponerse a hablar por el móvil o a escuchar música, su música, a todo lo que dé, no seamos tan poco comprensivos como para pedirles que usen auriculares, aplaudamos los últimos éxitos de William Javier Montesinos o la Trapi y si es necesario, acompañemos con palmas animando a todo el bus, todo el vagón o todo el vuelo charter con destino a Tierra Santa, previa escala en Barcelona. Seamos comprensivos, educados, cívicos, aunque no compartamos esa ética, esa moralidad, esa postura en armonía con la naturaleza, con el Amazonas recién enmoquetada, con la inmensidad del desierto con cobertura en todo su ser, porque podemos ser aficionados a los toros, podemos conmocionarnos al ver hacerse el toreo, admirar la bravura, la casta y el poder de un toro, pero no nos olvidemos, ante todo, ser educados.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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