jueves, 15 de diciembre de 2022

Es tiempo de ser buenos

La afición llega muy lejos, más allá de Oriente, más allá de dónde parte una estrella y llega hasta nosotros como el suave vuelo de una mariposa, la del maestro Lalanda


Ya saben, hay que ser buenos, hay que ser buenas personas, lo que un castizo llamaría buena gente. Que buena gente es Manolín, ¿y el Juanín? ¿Qué me dices del Juanín? Pero ese cuando se enfada, cuidado con él. Que no le vayas a quitar lo suyo o que no vea una injusticia, que se pone como un Miura rompiendo plaza. Ya, pero es que Juanín es buena gente, pero no es tonto, no confundamos los términos. Que es que hay mucha disfunción semántica en el orbe lingüístico y social de las personas y seres humanos en general. Que también es verdad que en esto influyen mucho las malas lenguas y los que las dejan trotar por los sembrados ajenos. Que resulta que uno de estos va y te dice que lo mejor para el mundo es que todos estemos unidos. Pero claro, si esa utópica unión no tiene otro fin que quitarme lo mío y que el unidadofilo se ponga las botas y ponga su negocio a funcionar a costa de los demás, ¿entonces? Entonces hay que dejar de ser buenos y toca defenderse de esta perversión del lenguaje y sobre del que la formula y pone su maquinaria trincona a funcionar. Vamos, un Casas, don Simón, por ejemplo, que va y te quiere convencer de que esto de los toros hay que pagarlo a precio de oro, porque si no, el arte no puede subsistir. Pero es que visto así, este no pide unidad, este caballero pide mentecatos, sordos, ciegos, mudos, pero ágiles de manos para vaciarse los bolsillos y llenarle a él los suyos. Pero claro, si al menos después del timo de la estampita, al menos las estampitas estuvieran plastificadas, a todos color y cada uno diferente de las demás y si una es bonita, la otra mejor, pues igual mira, igual compensa un poquito el ser de esa unidad que tanto predica y hasta ser buenos… y tontos. Pero claro, luego llega el momento de la verdad, uno, todo bondad, después de cambiar a los niños de cole, por eso de ahorrar, de quitarse de la carne y abonarse al chup chup del Avecrem, de olvidarse del iphone de última generación y cambiarlo por un tamtam modelo “Ecos de la abana”, con lo ahorrado se va a los toros y ¡Zas! En todos los morros te pegan el tocomocho, que piensas que vas a ver toros y como diría una madre de las de antes, ¡ni toros, ni toras, como me quite la zapatilla”. Pues eso, que en mitad de mayo ves salir por los chiqueros al buey del Belén para allá por diciembre, pero con el mismo trapío que la mula. ¡Hala! Ya tienes la mula y el buey, todo en uno. Pero como es mayo o junio o cuando sea que es diciembre, aún puedes no ser bueno, ni mucho menos tonto. Pero a pesar del primer sopapo, metafórico, por supuesto, ahí que seguimos sentados; quizá esperando los pastorcillo, los tres Reyes Magos y la estrella, nos encontramos que no hay otra cosa que el “caganer”. Un caballero que se dedica a poner poses asín, asao y de aquella manera. ¿Se puede ser bueno entonces? Pues ya les digo yo que si lo intentan, igual hasta se sienten un poco tontos. Pero claro, alrededor de usted hay una muchedumbre que pierde el sentido. ¿Serán buenos todos ellos? Pero si aún quedan meses para la Navidad, que o me estoy volviendo tonto o me estoy volviendo un mal bicho sin alma. Que si los buenos son los que quieren el toro chico, los que no quieren que se le pique, los que fabricas triunfos a domicilio e invisten de divinidades a los coletudos, entonces es que los demás “semos” más malos que Caín.

Pero bueno, como ni es mayo y aún queda un tiempecito para que todo este enredo se enrede todavía más, para que nos suban las bilis, la bilirrubina y la tensión a 29-19, seamos buenos, aunque ya lo seamos doce meses al año, pero bueno, demostrémoslo, o quizá sería más correcto que pongámonos tiernos, que dejemos a un lado la careta de gentes serias, buenas, que no tontos, y digámosle a los nuestros cuanto les queremos, cuanto les apreciamos, les valoramos y deseamos tenerles siempre a nuestro lado. Lo mismo que les digo y les deseo a todos los que durante el resto del año se han pasado y se pasan por esta bitácora (sic Xavier González Fisher), mucha feliz, muchos besos, muchas risas, mucha alegría y a seguir hablando, pensando y viviendo los toros. Que en Nochebuena no les falte nadie a la mesa, aunque el pavo o el cordero o el cabrito estarían encantados de no estar, que en esas cenas y comidas que más parecen de un condenado, puedan decir todo lo bueno que llevan dentro a los seres queridos. Que en la Nochevieja tomen las uvas y no se atraganten, si es que viven en España, y si moran otros paraísos, que brinden con champán hasta que sientan las burbujas hacerles cosquillas en la nariz. Y que bien el gordito de rojo o los Magos de oriente, el Olentxero, el Cagatió  el Pato Donald les traigan todo lo que deseen. Y que en todas las mesas del mundo y todos los niños del mundo rebose la ilusión y la felicidad debida y parece que obligada, en estas fechas; en estas y en todas. Para todos, todos, muchísimas felicidades y que seamos buenos, que no tontos, todo el año, aunque parezca que solo ahora es tiempo de ser buenos.

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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Ayudemos a la “Taugomaquia”


Para ayudar realmente y de verdad a la Tauromaquia, uno de estos; lo demás, pura palabrería.


Tengo el corazón “partío”, porque aunque no lo parezca, uno tiene alma y siente y padece. Que ha sido conocer las declaraciones del señor Casas, don Simón y n he podido más que estremecerme. Que afirma que hay festejos en los que pierden 300.000 euros. Pero, ¡cómo puede se esto! ¡Cómo se puede consentir! ¡Y nadie mueve un dedo para remediar este disloque! Aunque… quizá lo primero que tendríamos que hacer es plantearnos si este señor y su socio son merecedores de estar al timón de la plaza de Madrid. Que el que un empresario tenga pérdidas de más del 30% del negocio una tarde, no dice mucho en su favor. Que el premio Nobel no se lo van a dar y beatificarles, pues igual tampoco, si acaso serán firmes candidatos al premio Blas de este año, en el que se valora la falta de sesera y la ingenuidad de los candidatos.

Que dicen que pagando tanto y cuanto a ciertos toreros y ganaderos, el presupuesto se le dispara. ¡Amigo! No les contrate y si lo hace, dígales que nanay de acceder a esas pretensiones, que no y si no aceptan, pues adiós muy buenas. Que según parece, esto es lo que deben cobrar por esas plazas de Dios en que a veces entran casi diez veces menos almas que en las Ventas, pero ellos verán. Que si todo sube, que si todo cuesta, que si todo el mundo tiene que achucharse el bolsillo, ¿por qué estos señores no? Igual porque hay quien les paga lo que piden. Que también puede ser que el señor Casas, don Simón, esté queriéndonos preparar el cuerpo para una subida aún más salvaje que la última subida salvaje. Aunque tampoco tendrá que explicarse demasiado, porque ya vimos como algunos celebraban la tan discutida subida. Pues nada, que estos ricachones vayan poniendo a enfriar el champán, porque parece que se nos avecina otra “juerga” que nos desangre el bolsillo. Lo mismo eso de anunciar los carteles en febrero es para que nos dé tiempo a dejar el tabaco, la bebida, las salidas, el echar gasolina, la calefacción y que nos alumbremos con velas, para ahorrar nuestros buenos dineros para sacar el abono. Pero el que no beba, no fume, no… lo mismo de lo que se tiene que quitar es de ir a los toros.

Aunque, ¿ustedes creen que el señor Casas, don Simón, puede estar dispuesto a perder dinero? Que a lo mejor uno de sus objetivos, no el único, es darle otra vuelta de tuerca a la CAM y así pedir, pedir y pedir más favores al señor Abellán. ¿Por qué no? Que a lo mejor las cuentas de Plaza 1 no le cuadran, que ya me cuesta creerlo, aunque nunca lo sabremos, porque no las harán públicas, pero el señor Casas no pierde. Ya le vendrá el dinero porque pone a sus toreros, a los de otros y los otros ponen a los suyos. Y una más, toreros que todo el mundo sabe que ni cobran millonadas, ni exigen, ni molestan, so riesgo de que les dejen cesantes, y que entran en esos carteles que se sacan su buen pellizco, porque su coste es casi todo beneficio. Que no veo yo a los “emergentes”, a esos que los cogen las grandes casas un año o dos y luego los dejan tirados, cobrando dinerales.

Que igual al señor Casas, don Simón, no se le ha ocurrido equilibrar el coste de un festejo combinando figurones con toreros más modestos y con otro tipo de ganaderías. Que igual los aficionados hasta lo agradecerían y les gustaría ver nuevas combinaciones, a ver qué pasa. Que lo mismo unos dicen que quieren lo de siempre, con los de siempre; pues muy sencillo, se les explica que eso no es viable, porque si no el señor Casas, don Simón, palma 300.000 euros. Pero… ¿será la cosa tal y cómo cuenta este hombre? Que cuanto más lo piensas, la cosa pinta peor y pasamos del gris oscuro al negro más negro y te dan ganas de poner la calefacción, fumarse dos paquetes del tabaco más caro, darle al morapio del caro, echarle gasolina al coche hasta llenar el depósito y hasta comprarse un jamón de Guijuelo y así evitar tentaciones de ahorrar para el abono del año próximo. Y ahora díganme ustedes, ¿en manos de quién estamos? De un señor que es un inepto o que miente más que habla; ustedes mismos, pienses lo que consideren. Mientras, este caballero seguirá con su atosigante cantinela traca que traca con el falso “ayudemos a la Taugomaquia”.

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domingo, 13 de noviembre de 2022

San Isidro 2023 se presenta en febrero

Aún no hemos ni catado el turrón y ya nos dicen que menos de un mes después de Reyes, ya están los carteles de San Isidro. Ya es primavera en el Corte Inglés y estamos a dos bajo cero al sol.


Otra más de este contubernio taurodemente que componen los que mal conducen la plaza de Madrid, el dúo macabro de Casas y García Garrido por un lado y por otor esos colaboradores necesarios, esos consentidores que dicen que son la propietaria de la plaza, pero que han preferido no solo no ejercer, sino entregarse a los deseos del inquilino. Pues nada, sigamos, que ya estamos a nada de dejar esto como un solar, en el que no se va a poder montar ni un parque con columpios. Ahora van y todo ufanos nos dicen que en febrero será la presentación del próximo San Isidro. ¡Vengaaaa! Que se decía que en otros tiempos se esperaba a ver lo que pasaba en las ferias previas, por si algunos daba la campanada y había que ponerlo en Madrid. Que me parece bien que el ganado ya esté apalabrado y hasta casi firmado, pero dadas las formas de estos caballeros, igual hasta han convenido con algún ganadero eso de hablar allá avanzado febrero o marzo. ¿Después de haberse presentado la feria? Que me lo expliquen, dirán ustedes. Pues muy fácil, si tal y cómo está esto montado, podrían darnos los carteles al completo hoy mismo. Que si ya llevamos años y años que los carteles de esta y de todas las ferias es un corta y pega, ahora mucho más. Que en Madrid aún nos quedaba la esperanza de que pusieran a algún torero necesitado con los toros que las figuritas no quieren ver ni en pintura, pero es que ya no los ven ni en los carteles de la misma feria.

Esto es una multinacional en la que ya hay una serie de gente en plantilla, los mismos toreros, los mismos ganaderos, si acaso alguno que se desmarque mínimamente puede ser suspendido de empleo y sueldo algunas ferias, pero muy mal se tienen que portar, mucho tienen que calentarle los cascos a los jefes para que les licencien definitivamente. Y oiga, como en las grandes multinacionales, se saben los nombres de muchos de los mandamases, pero no se tiene absoluta certeza de quién es el capo máximo. Si hasta parece ser que hay bandos, que cuando se encuentran en público se comen la boca unos a otros. Pero como buena multinacional, hasta hay unos becarios a los que explotar. Eso sí, hace tiempo les dio por llamarles emergentes, pero no nos engañemos, los becarios, becarios son. Que cuando parece que apuntan las maneras que ellos buscan, no saliéndose del carril marcado por la doctrina al uso, igual los cogen bajo su manto los del sistema, les explotan uno o dos años, lo que duren y después, si te he visto no me acuerdo.

Pero esto no acaba aquí, que como toda multinacional, siempre tienen ahí una cantera de aspirantes que se mueren porque les capten. Las que no son del toreo se van a universidades privadas y estos, pues a las escuelas, dónde siempre estarán los que hacen de ojos y oídos, que localizan a los chavales que pueden pagarse su formación y hasta prácticas no remuneradas. Lo que en otros sitios se llama pagar la matrícula, aquí se llama ponedor; cuestión de terminología. Que los jóvenes aspirantes dicen eso de que a ellos les vale con meter la cabeza y que luego, como ellos lo valen, irán subiendo poco a poco en el escalafón, hasta llegar a consejeros delegados, directores generales o presidentes, vamos, lo que de toda la vida se resume en ser figura del toreo y estar en todas las ferias. Como si fuera tan fácil. Pero ellos se lo creen y otros se aprovechan de esta tan grande ilusión y una mayor ingenuidad. Y con este panorama, ¿aún nos extrañamos de que hoy mismo ya podrían sacar los carteles del próximo San Isidro? Que para justificarse siempre tienen frases hechas e ideas requetesobadas que te sueltan sin el menor pudor, como si ellos mismos se las creyeran. Que si las figuras, que si las ganaderías que embisten, que si es lo que el público pide, que si las puertas grandes y despojos del pasado, que si esto es histórico, que si… Pero esto no es lo peor de todo. Que me dirán, ¿pero hay algo peor? Pues claro, todo lo que va mal, aún puede empeorar y en este caso se ocupan de ellos los que pagan y que parecen encantados de poder pagar, que te empiezan a decir que la feria tiene cosas interesantes, que este cartel es redondo, que esa ganadería está en muy buen momento, con resultados previos más que vergonzantes, con animales infames, toreo tramposo y verbeneo a tutiplén animado no se sabe si por el alcohol, por el querer destacar o porque les vale todo. Y acto seguido, sin ruborizarse, te hablarán de aquello de que hay que picar, que hay que cruzarse, que hay que torear de todo, que si variedad de encastes, que si… En fin, que dicen blanco y se apuntan con entusiasmo al negro más negro de la negrura del universo. Me lo expliquen. Pero ya les digo que se estarán frotando las manos para empezar a dictar sentencias de lo que viene, porque si no se han enterado, los de Plaza 1 ya han puesto fecha a la gran pantomima, que San Isidro 2023 se presenta en febrero.

 

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lunes, 31 de octubre de 2022

La cultura de una nación

Aunque en Altamira no pintaran a gente jugando con el toro, igual un poco después ya andaban haciendo recortes en las marismas del Guadalquivir.


Si nos ponemos a hurgar en las tradiciones, celebraciones o símbolos de una nación, del lugar del mundo que queramos, seguramente que en gran medida estas partan de hechos y circunstancias que hoy en día nos parecerían poco recomendables. Pero es que la historia del hombre, la historia de su cultura, de lo que retuvo la memoria de sus ancestros, es la que es y lo que dudo es si eso sería justificación suficiente para eliminarlos, para borrarlos de la memoria colectiva de una nación. Que no es admitir ese legado a cualquier precio, ni legitimar la tradición simplemente por serlo, ni mucho menos. Y aquí hablo de naciones y no países, porque a lo mejor estos dos conceptos no coinciden plenamente. Los países tiene claramente definidas sus fronteras, pero las naciones, puede que si las tienen estén tan borrosas y difuminadas que se mezclarían con las de sus vecinos. Y si hablamos de esta península ibérica, quizá nos sorprendería lo que nos encontraríamos antes de que a esto se le llamara Reino de España, pero mejor no seguir por este camino, pues nos llevaría a unas tesis y unos argumentos para los que servidor no tiene argumentos, ni mucho menos conocimientos suficientes. Pero sí que hay un fenómeno que se ha repetido desde hace siglos en toda la península, obviando la frontera más antigua de occidente que el toro sobrepasó sin el menor respeto a gobiernos, reyes, tribus o imperios, y este no es otra cosa que el juego con el toro, primero su crianza y más tarde el hacerlo el eje en celebraciones y fiestas, con los hombres jugándose el ser simplemente por eso, por ser, por sentir, por vivir, por burlar a la muerte, algo que también está en las raíces de esta gente del Pirineo hacia abajo. La muerte, siempre presente y jugando a esquivarla con descaro, con aparente despreocupación y desprecio al cuerpo y a la vida misma.

Que esto de los juegos con toros, tanto desde su origen hasta el presente, con su máxima expresión en las corridas de toros, no es fácil de entender, quizá la cuestión sea que no hay nada que entender: es algo irracional, tanto como los sentimientos humanos, como ese arraigo a una tierra que te maltrata, que es tan inhóspita que cualquiera con dos dedos de frente abandonaría. Pero que el que la nace y la vive se niega a levantar sus plantas de allí donde vivieron los suyos y, con más o menos esfuerzo, se empeña en repetir una y otra vez los ritos que ya nadie sabe cómo, ni dónde nacieron, pero que están ahí. Será porque les hace sentir, saber quiénes son. Que habrá quien desee levitar sobre una historia, unas costumbres, una forma de ser, porque se sienten más próximos a lo que sucede en otras latitudes; que no tienen que estar ni a cientos, ni a miles de kilómetros, basta con estar entre asfalto y edificios de cuatro o más plantas, con ascensor, moqueta en el salón, calefacción con bomba de calor y una Siri para que les diga si se ponen la térmica o las chancletas. Que es posible que esta gente esté creando una forma de vida, una tradición y hasta unos ritos y que luego los quieran implantar en todo el orbe, pero… ¿Ahora vamos a pretender enmoquetar el campo? Que la vida rural, el campo, no se puede instalar en la ciudad, quizá los toros sean lo más lejos que ha llegado este mundo al asfalto, pero tampoco pretendamos lo contrario. Porque igual lo de vivir en el campo con wifi potente, un 4x4 que nos lleve a todas partes, que te traigan la compra pedida por internet a casa, que desaparezcan los gallos que hacen kikiriki al amanecer, que callen las campanas de las iglesias porque no nos dejan ver neflis, que las vacas no caguen, que los caballos no relinchen, eso no es el campo, eso es su ideal de un mundo muerto, anodino, en el que solo caben los que piensan así y, evidentemente, no les cabe nadie más.

Que las almas puras ahora parece que quieren hacer que el mundo sea mejor borrando cualquier referencia a lo que no es una felicidad al modo que inventó Aldous Huxley, ese de “Un mundo feliz”, que ya sabía de antemano que ese mundo nunca podía ser feliz. No podemos eliminar los “Fusilamientos de la Moncloa” porque es una imagen de guerra, dolor y muerte, no podemos echar abajo el Coliseo porque simboliza todo lo que era la Roma Imperial, ni convertir la “Gran Muralla” en una huella en el suelo, porque era una barrera para impedir el paso de los forasteros, ni prohibir la “haka” Maorí porque era una danza previa a la lucha y en la que al enemigo se le quería asustar anunciándoles una muerte cercana. Porque eso son los pueblos, lo que no quiere decir que hoy en día los tercios quieran volver con la pica a Flandes, ni que las legiones pretendan someter de nuevo al mundo, ni que se vaya a pasar a cuchillo a todo aquel que sobrepase la muralla, ni que los “Black Jacks” tenga la idea de acabar con cualquiera que les pretenda arrebatar un balón apepinado. Entonces, ¿Por qué es tan difícil entender que los aficionados a los Toros son unos enamorados de un animal? ¿Bajo qué mecanismo y razonamiento pueden pensar estas almas puras que odiamos al toro y que disfrutamos con su muerte? Que no le da un valor extraordinario el que sea parte de la tradición, nada más lejos; el valor se lo da el rito, el acerbo cultural que ha llegado hasta nosotros y ha crecido a través de los siglos, la fuente de inspiración que ha sido y es para tantas mentes prodigiosas, para tantas mentes que hasta estuvieron dispuestas a dar su vida por la libertad de su gente, de su pueblo, por la igualdad entre semejantes, por la fraternidad de los pueblos, y que además veían en los Toros una fuente inagotable de valores reales, no los que otros pretenden manipular torticeramente, valores para crear arte, para educar en la vida sabiendo que siempre estará presente la muerte, que la muerte es inevitable, la tuya, la suya, la propia. Y quizá también supieron entender cómo era y por qué se movía el lugar dónde vieron la luz, cómo eran sus padres, sus abuelos, los que les precedieron y que les hicieron saber más de ellos mismos. Quizá por todo esto aprendieron a saber e identificar cómo eran, cómo es la cultura de una nación.

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martes, 25 de octubre de 2022

Victorino sigue defendiendo… solo lo suyo

Al final, don Victorino va a decidir quién es merecedor de llamarse aficionado o quedarse en reventador indeseable. Cuidadito, que a nada que se descuide, igual acaban sobrándole carneses.

Ganadero de postín, máximo representante de la Fundación del Toro y quizá el que más cartas escribe en el mundo a los malvados antitaurinos que están acabando con los Toros. Pues ya ven, don Victorino no se cansa, siempre tiene que estar haciendo algo, no puede estar parado; ya puede ser destrozando el hierro mítico que le legó su padre, ya puede ser montando una Copa Chenel que bien podría ser según una idea original de los antitaurinos, bien escribiéndoles a estos unas cartas que a sus destinatarios les quita el sueño o como en este caso, defendiendo a capa y espada su negocio, el que nadie les diga nada ni a él, ni a sus cómplices en esto de desbaratar el toreo. Que la cuestión es que ellos y solo ellos, con este señor en lugar preferente, puedan decidir cómo son y cómo deben ser las cosas en esto del toro. A mí me dejan y si alguien se queja, que se quede en su casa. Que ahora nos sale, como ya han salido muchos, entre ellos el insigne señor Hernández, ganadero como Victorino, con que fuera reglamentos. ¡Dejanme solo! Como decía el chiste.

Que hay un detalle, un detalle curioso, que se ha reproducido a lo largo de… de toda la vida de Dios. Resulta que los que tenían las manos más enfangadas, esos decían que tenían las manos limpias, tan limpias, que hasta eran capaces de autorregularse, porque aparte ser gente de orden, ellos sí que sabían de qué iba su negocio. Que esto último no lo he dudado nunca. Y entonces, como ellos lo sabían todo de lo suyo, pues hala, ha llegado la hora de la autorregulación, que para que nos entendamos, es aquello tan clásico y castizo del “déjame, que yo mapaño”. Pues eso, el señor Victorino Martín García se las quiere apañar él solito. Vamos, lo que habrían dado porque les dejaran apañárselas solitos al señor Capone, al señor Genovese y hasta a Toni Soprano, el de la tele. Que en esto, como en muchas otras cuestiones, lo que quieren es que una oligarquía, lo que siempre han sido unos gerifaltes, capos, jefecillos, es querer disponer de todo, en beneficio propio. ¡Vaya! Si don Victorino solo busca el beneficio para la fiesta, ¿no? Pues parece que no. Ellos, con Victorino a la cabeza, quieren controlar el tipo de toro, los festejos que se montan, quién actúa y quién se queda fuera, si ahora colamos este ganado impresentable, si los veterinarios se quedan fuera, si el presidente debe actuar así o asao como un monigote que ellos manejan y hasta a los que pagan para ir a la plaza. A estos les marcan hasta los gustos que deben tener, lo que tienen que decir, lo deben callar y siempre, pero siempre, que deben pagar. Pero fuera reglamentos, que yo sé más que nadie de esto y a ver si con tanta reglamentación, esos que solo deben pagar y callar o aplaudir, ahora se me van a agarrar a eso y van a exigir unos derechos que no merecen, porque aquí los derechos son para nosotros, los que sabemos y nos debemos autorregular y no para esos que solo vienen a poner pegas. ¿Se imaginan? Novillos de tres años para que los artistas se expresen, animalejos que no pasarían ni como cabra del Pirineo y que nos colarían como toro, artista, pero toro. Un palco con un amigo de los que, según ellos, saben de esto, repartiendo pañuelos blancos, azules y naranjas al viento. Y que no falten los aplaudidores profesionales, los que para toda trampa tienen un por qué, los de los micrófonos de la tele, y los aplaudidores practicantes, los que jalean hasta a los mulilleros por andar para atrás. Y con todo esto, ya de paso, los tikismikis igual se cansan, abandonan y les dejan solos. Pero, ¡ojo! Que cuando echas abajo un dique en el mar, luego no cabe decirle a las olas que paren, que ya han inundado bastante, no señor, el mar seguirá avanzando y lo mismo hasta se lleva por delante el chalé que estos fulanos tenían en primera línea de playa. Que lo mismo quieren echar a unos cuantos y acaban marchándose más de la cuenta y se van a encontrar ellos solitos en las plazas con apenas dos centenares de incautos, pero… Si eso ya está pasando, si hay festejos televisados en los que apenas llegaban a las doscientas almas. ¡Ah! Pero había tele y con la mosca que te sueltan estos, podemos seguir autorregulándonos.

La cantidad de cartas que escribe don Victorino Martín García, Victorino el Epistolario, pero no he visto por el momento ninguna en la que se defienda al que paga, en la que se defienda de verdad al aficionado, en la que se abogue por los derechos del espectador, por la integridad del toro, por sancionar o al menos afear las trampas, el fraude ponerse definitivamente del lado del toro, de la fiesta de siempre, esa que dicen que es del pueblo, pero siempre que ellos sean los dueños del pueblo para hacer y deshacer a su antojo, porque la desregularización es eso, a mí déjame hacer lo que se me pase por ahí y yo apretaré y pondré normas y más normas, todo lo duras que sea posible, a los débiles, a los que tienen que pagar y a los que les quito todos los derechos, que me guardo para mí. Pero bueno, ya vemos que aquí nada cambia y mucho menos a mejor, que nos contarán todas las milongas que quieran, se despacharán a gusto contra los antis, contra los exigentes, contra el gobierno, contra el desgobierno, pero al final, como siempre, Victorino sigue defendiendo… solo lo suyo.

 

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lunes, 10 de octubre de 2022

Y se expresaron con todo lo que tenían que expresar

Un toro metiendo los riñones, mostrando su bravura en el caballo, para acabar en manos de un vulgar trapacero sin el menor sentido de lo que es el toreo.


Hoy en día, cualquiera que calza medias con espiguilla se siente artista y, según dicen, con algo que expresar, algo que sacar desde muy dentro, tienen que volcar fuera lo que llevan dentro. Pero claro, hay que tener mucho cuidado con lo que cada uno lleva en su interior y sobre todo con cómo y dónde se echa fuera. Piensen lo que quieran, pero yo les recomendaría que no se crearan mucho en esta imagen, porque la cosa puede resultar muy, muy desagradable, tanto, que lo mismo vuelven a revivir a Perera, Leal y Lorenzo liados a trapazo limpio con unos animales que a nada que les achucharas con el mimo del toreo, te echaban una orejita al cesto. Que yo tampoco querría extenderme mucho, porque lo último que yo desearía sería ponerme desagradable y a ver si a ustedes les provoco un mal grave por recrearme en la narración de lo sucedido en la última de una gran feria de Otoño ideada y puesta sobre la arena de Madrid por Plaza 1. Que resumiendo, habría que decir que las puertas grandes de otros días, las que abrieron los paisanos y autobuseros a cabezazos, para enaltecimiento de unos coletudos más que limitados, han sido devueltas con creces por novilleros y matadores de toros. Que las trampas al final se pagan y ahora, casi a punto de acabar la temporada, algunos las han pagado, no sin asombro; ellos que se creían ya figuras históricas del toreo, ahora se dan cuenta de que se han quedado en pañales. Y otro dato a valorar es que con esas subidas de precios, no solo no ha habido más público, sino que hasta parece que ha bajado la asistencia. En el mejor de los casos han ido los mismos que lo habrían hecho en otras ocasiones, pero pagando más. ¿Le ha compensado a Casas y Garrido? Pues ellos dirán que por supuesto, pero igual en la intimidad…

Pero vayamos a lo que toca, una de Fuente Ymbro que hubo que remendar con un sexto del Puerto de San Lorenzo. Los cuatro primeros muy sueltos, contando con la inestimable colaboración de sus matadores, incapaces de retenerlos en los capotes. Toros muy mal lidiados los seis, pero estos cuatro primeros además no se picaron, flojos y el cuarto inválido. Toros que andaban por allí y que en el último tercio iban y venían, pero que solo fueron malamente trapaceados por los de luces. Pero el quinto fue otro cantar. Le dieron más capotazos que estrellas hay en el firmamento. Lidia desastrosa, pero en el caballo le dio por meter los riñones. La cosa era que lo hacía mientras le tapaban la salida. Que pena no verlo con el ruedo a la espalda y pudiendo elegir entre el campo abierto o la pelea. Pero en la segunda, con todo el ruedo a su alcance, optó por la pelea y volvió a meter los riñones como hacía tiempo que no veíamos a un toro. Pero este de Fuente Ymbro tuvo la mala, malísima suerte de haber caído en esta corrida de expresionistas y dentro de estos, en las de Juan Leal, una auténtica negación de lo que es el sentido de la lidia, el mostrar a un toro y el darle las ventajas que este merece y ofrecerle un toreo al menos honrado. Recibió el trato que nunca merece un toro bravo, al que se le pagó con un arrimón chabacano su bravura, ahogando su boyantía con vulgaridad y falta de recursos. El otro toro a destacar es el sexto, el remiendo del Puerto; un toro también mal lidiado, pero sin esa espectacularidad en varas, quizá también por ese caos que se montó en el ruedo, por no cuidar la colocación en el caballo. En un primer puyazo levantó al caballo de manos y en el segundo encuentro el pica le dio bien y trasero. Y fue en el tercio de muerte dónde se esperaba que le dieran un trato digno, pero Lorenzo no supo verlo, ni entenderlo y tiró por los suelos cada una de las embestidas que el animal le regalaba a cada cite. Y de muchos es sabido que la mejor forma de que un toro no luzca es metiéndose entre los pitones, que así no atosiga.

Miguel Ángel Perera es uno de los que más parecen sentir esa necesidad de expresar, aunque a veces tiene que dar demasiadas explicaciones para justificar ese toreo vulgar, monótono, ventajista y aburrido al extremo, si no eres paisano o partidaria del trapazo asfixiante. Aparenta siempre una desgana insufrible, retorcido, abusando descaradamente del pico, retrasando la pierna de salida, pegando tirones y latigazos, haciendo juegos de manos que ni el Jesulín de sus mejores tiempos, con enganchones constantes, sin templar y si la cosa no despega, pues uno se mete entre los cuernos, que seguro que habrá unas palmas solitarias que partan del sol y que contagien al resto de la popular. Todo este repertorio se lo soportó el primero de Fuente Ymbro que iba y venía con docilidad. Su segundo fue un inválido al que cambió con media vara y un picotazo. Banderazos al aire y a ver si no se tumbaba demasiado, pero eso no era fácil. No vino a San Isidro y quizá algunos habrían agradecido que mantuviera a Madrid exenta de tenerle que soportar su necesidad de expresarse.

Juan Leal es uno de esos toreros que no se sabe quién le puso el sello de valiente. Sí, valiente, pero citando desde muy fuera, siempre atravesando las telas, a tironazos, enganchones, carreras, sin el más mínimo concepto de la lidia. Como si le hubiera contado lo que es el toreo un tailandés que un día vio el videoclip de Madonna y Emilio Muñoz. Pues imagínense. Sí, busquen, busquen, que seguro que sale en internet. A este Juan Leal le da lo mismo el toro bueno, el malo o el regular, porque a ese buen quinto le hizo lo mismo que al segundo, meterse entre los cuernos y empezar a sacar trapazos de uno en uno, apoyando la taleguilla en el pitón y un extenso repertorio de vulgaridad y actos soeces para un toro bravo. Porque soez es tratar a un toro como este castaño como si fuera un mono de feria, sin darle distancia, ni el sitio que pedía, sin permitir que se le viera, aunque quizá era tan evidente la buena condición de este animal, que no había sábana en el mundo para taparlo. Pero si considera que las Ventas no le ha valorado como cree que merece, no tiene más que acudir allí donde sí lo hagan.

Álvaro Lorenzo es uno de esos espadas que un día vieron el fulgor del triunfo, pero que en esta ha dado la medida de lo que es y ha sido siempre, un vulgar pegapases que lo mismo se los pega a una máquina de tricotar, pero no a un toro. Magnífico exponente de la “tauromaquia” moderna, vulgar, tramposo y sin otro concepto que dar trapazos a diestro y siniestro, en su primero un toro que iba y venía, retorcido, teniendo que recuperar el sitio constantemente. Pero el que le descubrió del todo fue ese sexto al que no supo lidiar, por supuesto, que no intentó mostrar y que con la muleta no sabía por dónde tirar, no veía el camino, que no era otro que torear de verdad. Igual ese era el problema. Venga a correr, venga pico, banderazos al aire, tirones y ante tal incapacidad solo le quedaba una opción, la peor, el arrimón, el meterse entre los pitones, pero la ocasión ya se le había esfumado. Al terminar el festejo muchos saldrían decepcionados porque ninguno coleccionó ningún despojo, pero es que la terna era lo que era y da de si, lo que puede, que es poco, apenas nada. Pero la realidad es la que es, los toreros son lo que son y se expresaron con todo lo que tenían que expresar.

 

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domingo, 9 de octubre de 2022

Las musas iban en chándal

Quizá hay alguna manera de arreglar los centímetros del ruedo de Madrid. ¿Convertirlo en una marisma? ¿Trasplantar el estanque del Retiro? QUién sabe


Esto del arte es un terreno en el que hay que tener mucho, mucho cuidado, porque a la mínima que te pasas en sensibilidad, en maneras, en refinamiento, acabas resultando grotesco y no digo ridículo, porque el arte nunca puede serlo, ¿o sí? Bueno, no sé, decidan ustedes. Pero claro, en esto no todo depende de la voluntad de los mortales, que si las divinidades del Olimpo no ponen de su parte, apañados estamos. Que si juntamos tres toreros que son la esencia del arte torero, tres príncipes del pitiminí y los enfrentamos a unos toros de imponente presentación, ¿qué puede salir mal? Pues nada, pero a veces las previsiones se pueden torcer. ¿Y a quién echarle las culpas? Pues yo se las echaría a las musas, que hay días que no están para nadie. Que si en lugar de vestir sus vaporosidades dejando un pecho al aire, se ponen el chándal de ir al centro comercial los sábados, pues ya me dirán, así no hay manera; aquí tenemos que poner todos de nuestra parte. Esa gente que iba de domingo, ni un chándal se veía aparte el de las señoras olímpicas. Gentes venidas de todo el orbe taurino, de Colmenar, de Alcalá, Leganés, Chinchón, Buitrago y hasta franceses de la misma Francia, que yo los vi llegar en el metro atascando los andenes y pasillos. Que no eran abonados, eran de esos nuevos aficionados que deberían estar encantados por poder pagar entradas para todos y asistir a un espectáculo de lujo, que eso es lo que es a partir de esta feria. Y claro, como tiene que haber de todo, también los había que por ser abonados han pagado hasta tres veces menso y como el mundo es injusto, podían protestar, pedir orejas y soltar los “bieeeejjjnnnn torero bieeejjjnnnn”, como los otros. Quizá el señor Casas debería pensárselo, que nadie diría que es un golfo, como él dice, sino que afirmaríamos, y con conocimiento de causa, que es un adalid de la justicia social. Aquí no se puede atracar solo a unos cuantos, hay que esquilmar los bolsillos de todo el mundo. ¡Muy bien, don Casas! Que aquí los derechos, para el que se los pueda pagar, que para algo está el liberalismo.

Los del Puerto, que otras veces no se sujetan en pie, esta tarde, afortunadamente, aguantaron sin derrumbarse y eso que algunos mostraban andares raros que hacían sospechar alguna carencia. Pero incluso aguantaron después de unos tercios de varas infames, en los que se picó rematadamente mal, castigando a modo y clavándoles el palo allá dónde pillaban una y mil veces, sin que pareciera que los jinetes acabaran de atinar con la puya. Quizá el mayor defecto del encierro fue el que no respondieran a los esquemas del toreo moderno, esos de dame los trapazos que gustes que yo me los trago, que lo que requerían era alguien que les mandara en las embestidas, sin que permitieran a los de luces ponerse bonitos y poner posturas gallardas a capricho y que fieles a su procedencia, en más de un caso Salieron manseando, buscando los terrenos de toriles y como si allí estuvieran de prestado. En una tarde en la que cuesta pensar que pudiera haber un público más a favor, más predispuesto a jalear hasta al que pinta las rayas; que los vendedores de almendras ya se veían saludando al respetable desde los medios con su cucuruchito en la mano. Que si alguien lo dudaba, vayamos al comienzo, justo al romperse el paseíllo, en que los más motivados pidieron que saludara alguien de la terna, ¿quién? Pues Morante, no, porque cuando asomo se le dijo que se tapara. Pues a ver Uceda, ¡ah! Uceda sí, que recogió una ovación de este público tan cariñoso. Pero lo mismo tampoco era para él u era para Téllez, al que se le quería agradecer aquella salida a hombros ramplona y de muletazos incompletos del último San Isidro. Para que luego digan de la parroquia capitalina.

Uceda leal veroniqueo aseadamente a su primero, pero entre el clamor popular. El del Puerto cabeceó en el peto y fue quitado primero por verónicas de Morante, sin poder sujetar al toro, lo que sí consiguió el titular con chicuelinas, qué cosas. Y entre tanto, el animal mostraba una acusada querencia hacia toriles. Tomó el madrileño la muleta y se sacó al toro hacia los medios a punta de muleta, sin pasarle, con gusto y torería, porque hasta en los trances más insignificantes se pueden dejar detalles. Ya por el derecho pegó una tanda aseada y muy celebrada, siguiendo después tirando del pico y escondiendo la pierna de salida. Con la zurda, siguió atravesando el engaño, dejándoselo enganchar y dándole más aire que toreando, rematando en todas ocasiones con los de pecho enganchados. Volvió en los mismos términos a la derecha y concluyó con unos ayudados rodilla en tierra muy toreros, culminando con una media que hizo rodar a este primero. Y un dato curioso, quizá Uceda leal no sea demasiado generoso con los mulilleros, que no tiene por qué, pues hay que ver lo poquito que se demoraron en el arrastre. Salió el que hacía cuarto, rematando sin cesar, rompiéndose un pitón. Y fue una pena que el señor presidente lo echara para atrás, antirreglamentariamente, pues el daño se produjo en el ruedo y en esos casos, pues no ha lugar devolverlo, aunque esta parte del reglamento no parecía conocerla los que con tanta pasión protestaban ese pitón roto. Y salió uno de José Vázquez, que en el caballo aguantó casi para la foto y acto seguido salió echando pestes hasta la puerta de toriles. Complicaba la labor de los rehileteros echando la cara arriba. Con la muleta probó por ambos pitones, pero se sucedieron los enganchones, muletazos al aire, carreras, fuera de cacho, intentando buscar el aplauso, pero todo quedó en nada.

Si le hubieran preguntado al personal a bocajarro quién toreaba esta tarde, seguro que la mayoría habría dicho Morante, los demás parecían de relleno, pero las cosas son como son y Morante no toreó. Luego nos hemos enterado que porque el ruedo no estaba a su gusto y ya se sabe, el torero mira los detalles al máximo, que el puro sea habano, que el cafelito esté a la temperatura justa, que las tablas tengan el tono adecuado, que músicos se sepan “la del Soto del Parral” y que el ruedo tenga una inclinación inferior a los grados de la Cuesta de las Perdices y por encima de la playa de la Concha. Luego lo del toreo ya es otra cosa y tampoco se puede abarcar todo, que para eso esta el señor Abellán y así se lo ha demandado al finalizar el festejo. ¡Qué imagen! Pues como se trataba de toreo, dejo que su primero fuera de aquí para allá y si acaso un mantazo aquí, otro allá, casi le desarma. Sin ponerlo al caballo, el animal recibió leña como para ir pasando en sus dos encuentros. No pareció ser del agrado del maestro, que le pegó cuatro abanicazos y a matar. Pero la cosa iba a ser en el siguiente, un cornalón que impresionaba, al que dejó correr y correr, para al final recogerlo por abajo con el capote, peleándose con el del Puerto. Le pegaron poco en la primera vara y nada, absolutamente en la segunda. Morante parecía quererle cuidar, inició el trasteo con ayudados por alto atropellados, derechazos a media altura, a recolocarse y muletazos con el pico desde fuera, un tanto aperreado, más pico, carreras, para acabar desistiendo sin conseguir sacar fruto… por culpa del empedrado, perdón, del ruedo.

Y le tocaba el turno del que igual querían recibir entre ovaciones, pero… Discreto sin más en el recibo, retrasando la pierna de entrada. Muchos capotazos, para al final dejar que el toro fuera al caballo a su aire. El toro medio cumplió, recibiendo castigo en el segundo encuentro. En banderillas destacó Rafael Viotti en los dos pares, teniendo que saludar. Con la muleta empezó Ángel Téllez con muletazos eléctricos, pero sin mandar, lo que provocaba que el toro se le revolviera, se le iba comiendo poco a poco y el toro parecía empezar a notar que allí era el que mandaba. Repetidos intentos de hacerse con el toro, pero cada vez era peor, sin mando, sin pararse, mucha carrera, apurado y alargando la faena demasiado, hasta el punto de recibir un aviso antes de entrar a matar. En su segundo, muy mal el picador, sin ser capaz de atinar no ya en el morrillo, en el toro.  Dio poco de si, con banderazos al aire, muy fuera, dejándosela enganchar demasiado, hasta concluir en que el del Puerto ya no podía con su alma. Y aquí acababa la tarde en la que todo estaba listo para que fuera histórica, como todas las tardes de la modernidad, para que fuera un canto a la “tauromaquia”, como todas las tardes de la modernidad, y que el público saliera entonando cantos jubilosos por el arte taurino, como todas las tard… Bueno, todas no. Y, ¿por qué? Porque el ruedo no tenía la inclinación apropiada, porque la humedad relativa del aire hacía que a algunos se le empañaran las gafas y principalmente, porque ignorando la grandeza de lo que allí debía pasar, en lugar de lucir togas vaporosas dejando un pecho al aire y las musas iban en chándal.

 

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sábado, 8 de octubre de 2022

El que te entienda, que te compre

 

Un día el arte nos va a pillar desprevenidos y como no estemos preparados, nos va a dar un buen disgusto. Y luego a ver cómo nos recuperamos del trauma.

Tarde supuestamente propicia para el arte, para el toreo puro, con Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado; toros que en mayo dejaron un buen sabor de boca en los aficionados, El Pilar. Pues a partir de aquí piensen en un barullo que depende cómo se mire, igual cuesta entender. En primer lugar, el ganado, procedencia de El Raboso, Aldeanueva, que a algunos le puede sonar mal, pero es que son como son, lo que tampoco justifica que la presentación no pasara de admisible. Pero ese admisible para algunos era insoportable, para rasgarse las vestiduras. Que igual los pintamos de gris y todos tan contentos, que no hace tanto pasaron por este mismo ruedo unas cabras con cuernos, animales famélicos a los que tapaban los pitones, pero tenían la ventaja de ser grises, que hasta tal calificación me resulta más que horrenda. Que en esto de los toros nos ponemos muy exquisitos con el color de los trajes, purísima, catafalco, agua de mar al atardecer, pero que al final vamos a acabar con que un torero viste de rojo, que el toro es gris y que aquel es amarillento desvaído. Pero volviendo a los del Pilar, anda que no han tenido motivos para protestarlos más allá de la presentación, que era muy normalita. Se les podía protestar por la escasez de fuerzas, por problemas de movilidad, por no haberse podido picar más allá del picotazo cariñoso, siempre tapándoles la salida, ¡Faltaría más!. Toros que salieron muy sueltos, a lo que también contribuyó la poca pericia capotera de cuadrillas y matadores. ¡Huy los matadores!

Diego Urdiales, espada al que Madrid siempre mira con buenos ojos, ha pasado más que desapercibido y si alguien ha reparado en su labor ha sido por extenderse en demasía pretendiendo dar muletazos a media altura a un lote mortecino, sin fuerzas, tirando con la muleta atravesada para que pasaran a una distancia prudencial. Eso sí, si en el cite y en el muletazo se mostraba erguido, sin retorcimientos, aunque no toreara a sus dos toros, siempre había quien le jaleara. Y es que ahora, todo lo que no sea retorcerse, se agradece mucho por parte de los amantes del arte. Pero eso desgana del riojano ya se apreciaba en el inicio de su primer trasteo, con muletazos de tanteo desganados y como si la cosa no fuera ni con él, ni con el del Pilar. En su segundo, uno que manseó en el caballo tirando derrotes queriéndose quitar el palo, le muleteó con muchas precauciones, despatarrado y escondiendo la pierna de salida. El animal era un pedazo carne con cuernos, pero el matador se empeñaba en estar ahí, más para que el tiempo pasara y justificarse, que buscando algo, un mínimo sentido lidiador.

Juan Ortega despertó al personal con unas buenas verónicas de recibo, especialmente por el pitón izquierdo. Lo que se agradece el buen toreo de capote y lo que se añora. Parecía decidido, un galleo airoso para llevar el toro al caballo, pero sin cuidar la colocación. Recortaba peligrosamente por el lado derecho en banderillas, circunstancia que pareció no tener en cuenta Ortega. Buen inicio por abajo por ambos pitones con la mano diestra, costándole más pasar por el lado derecho. Y el espada quiso empezar por derechazos, insistiendo en demasía, cuando lo que parecía era que el lado bueno era el otro. Entraba a pasito lento, sin brío ninguno. Ya cuando probó por el otro lado, ya no había allí energías para nada, enganchones y un desarme. La fuente que echaba apenas un hilo, se había secado definitivamente. El quinto ya salió mostrando su flojera. Mal puesto en suerte, sin picar, parecía que al sevillano se le había ido la fuerza con el primero, como si fuera una gaseosa de marca blanca. Eso sí, comenzó el trasteo de muleta con gusto y con mucha vista, como si trazara una línea continua, en un momento en que parecía que se le iba a quedar, se sacó un molinete de la chistera y no cortando de golpe el relato recién iniciado. Prosiguió con lentitud con la diestra, con la punta de la tela, más a la velocidad del burel que a la que él marcara, consiguiendo uno especialmente hondo y toreado. Una tanda enganchada y solapando el buen gusto con  citar desde fuera y aprovechando más bien el viaje, que llevando al toro y hasta alargándose un poco demasiado.

Pablo Aguado es uno de esos toreros que gustan a muchos y que no agradan a otros, vamos, lo que les pasa a todos o casi todos. Quizá la diferencia es que los pro lo tienen en los altares del arte torero y los que no, pues lo tienen más bien en un espectro de toreo sin verdad y con demasiados recursos poco admisibles y alejados de la verdad del toreo. Vamos, que por muy tieso que se ponga, abusa del pico que es un primor y se pasa al toro más allá de lo admisible. Abrió su tarde con verónicas llenas de pinturería, pero sin embeber al toro en el capote; eso sí, estas le llegaron al público y las celebró con entusiasmo. Nadie le puede negar esa gracia, esa naturalidad, pero lo de torear de verdad no lo practica, lo mismo con la diestra, que con la zurda. Pases y pases y recuperando constantemente la posición a base de carreras. Al sexto, lo que fueron capotazos con garbo se convirtieron en mantazos airosos. En la faena de muleta, más de lo mismo, aprovechando el viaje, siempre que el animal no perdiera las manos, lo que sucedía muy a menudo. Más pico, el toro por fuera y al final hasta poniéndose pesadito. Acabó así una tarde en la que unos gritaban desaforadamente a algo más decoroso que lo que no amagaron con protestaron hace solo unas fechas. Se jaleó el destoreo, bonito, pero destoreo y en una tarde con un cartel más que atractivo, pues de nuevo lució cemento en los tendidos. A veces cuesta descubrir los mecanismos que mueven esta plaza, aunque a nada que te paras a pensar, es fácil imaginarse lo que ocurre, pero Madrid, cuando tomas este cariz entre dominguero y aleccionado, mejor hacerse a un lado y el que te entienda, que te compre.

 

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viernes, 7 de octubre de 2022

Que nadie se me moleste

Algunos intentan ganarse las palmas con telonazos por alto y muchos los jalean. Les invito a que investiguen por qué en su tiempo se bautizó a esto el "pase del celeste Imperio".


Que yo sé que a veces uno se deja llevar y claro, los hay que se molestan, se indignan, se enfadan, se vuelven a indignar, se vuelven a molestar… Pero entiéndanme a mí. Que esto es directamente proporcional en primer caso al aburrimiento sufrido, a los novillos, en ocasiones demasiado novillos, que los de luces dejan escapar sin torear y en tercer lugar, por el dolor acumulado en zona semejante a los glúteos y riñones, que eso sí que molesta. Que no es lo mismo si ustedes, y no se me molesten, han estado en su casa, en el bar o en el mismísimo club Pickwick viendo el Pasapalabra, porque claro, no esperarían gran cosa, pero, ¿y si lo que esperaban era ver una novillada de Valdellán que se comiera las telas y unos novilleros, dos de ellos triunfadores en esta plaza, que embarcaran las embestidas con verdad y el que pudiera, con gusto. Y según va transcurriendo el festejo se dan cuenta de que esto hace agua por todas partes y encima te quieren convencer de que un aspirante cum laude a pegapases se queda en eso, en vulgar pegapases. Que entonces lo mismo, hasta van y se me molestan e indignan mucho, pero mucho, mucho. Eso sí, si ustedes son de los que saben, de esos que se autodenominan “los que sabemos”, pues… si les parece bien, mejor cierren y pónganse a otra cosa, porque ya les digo yo que se van a molestar y nada más lejos de mis intenciones. ¡Faltaría más, damas y caballeros de los que saben!

Que nos habían anunciado una de Valdellán y ya nos habíamos puesto cardiacos, pero luego las noticias es que habían desechado a no sé cuántos, habían traído más y otros tantos para atrás, hasta juntar cuatro y completar con dos de López Gibaja. Los de la ganadería titular, sobre todo los dos primeros, pobres de presentación, muy pobres casi hasta para una sin caballos; el tercero un poquito más hecho, sin exageraciones y el cuarto, un berrendo en cárdeno, bonito de capa, más cuajado que sus hermanos, pero sin volvernos locos. Los de López Gibaja, a excepción del último de los sobreros, mejor presentados, pero con unos problemas de invalidez más que alarmantes. Y a cada uno que salía, era peor que el anterior, hasta que el señor presidente, que ha vuelto a echar al corral a un toro con los palos en el lomo, ha decidido que ya no sacaba más pañuelos verdes, que ya estaba bien y que si alguien se molestaba, que se fuera a su casa a ver la tele. ¡Ya, hombre! Eso sí, si lo que los toreros quieren toros que embistan, que se muevan, luego que no se quejen cuando les sale uno que sigue las telas sin hacer un mal gesto.

Abría cartel Yon Lamothe y en fin, verde, que te quiero verde. Su primero apenas tenía resuello para pelear en el peto, cabeceando y echando la cara arriba, no pintaba bien, pero llega el momento de la muleta y el chiquitín que entraba y entraba y volvía a entrar y el galo que no podía, que se le estaban comiendo la merienda, que no metía en cintura al Valdellán. Trapazos enganchones, acelerado, hasta que el novillo ya se limitaba a pegar arreones, cansado de tanta desidia taurina, que en este caso el colaborador debía ser el que vestía de luces y este, pues no colaboró. Y en el cuarto, último del hierro titular, ese berrendito, pues ya empezó complicándole las cosas. Nadie le sujetaba y él, venga a corretear. En el caballo se limitó primero a cabecear en el peto, para acabar dejándose sin más. Y vuelta al trasteo muletero y se repite la escena del otro, un matador que no puede, que se ve absolutamente superado por el novillo, que por otro lado estaba bastante mermado de fuerzas. Enganchón tras enganchón y carreras, muchas carreras y Lamothe solo era capaz de dar mil y un trapazos sin criterio alguno. Pero el animalito no cesaba en su empeño de buscar la tela sin hacer un mal gesto, siempre adónde le llamaban y por el caminito derecho. Lo más feo quizá fuera que por la inoperancia para cuadrar al Valdellán y acabar ahí su andadura, se recorrieron medio redondel y acabaron en toriles, lugar que no merecía el novillo.

Seguía Diego García, uno de esos beneficiarios de los veranos de Alsa y AutoRes o el cercanías de RENFE, que en su día las estadísticas decían que triunfó, pero las estadísticas ya sabemos que no son de fiar. Y las estadísticas se nos desmoronan cuando los partidarios, los paisanos no son mayoría y el quehacer del muchacho no convence a los excluidos de los dos grupos anteriores. Le toco un primer novillo que como el que habría plaza era demasiado anovillado para esta plaza. Que igual en otras no molestaría, pero en Madrid, ya se sabe. Lo despachó con mantazos de recibo, lo obvio en eso de llevarlo al caballo y cuando se quiso poner a dar muletazos, perdón, trapazos, el Valdellán se venía abajo una y otra vez. Que igual podría haber probado en templar, que a veces esto hace milagros, pero no, el espada se creía aún en aquella tarde de regalos y alegrías por nada. En su segundo, uno de López Gibaja al menos con más volumen que los anteriores, volvió a tirar del mantazo capotero sin pararse quieto. Ni en unas chicuelinas se quedó quieto, apartándose en cada viaje. Con la muleta empezó acelerado, siguió metiendo el pico, quedándose fuera, pegando tirones, sin faltar los enganchones a la tela. Trapazos por doquier, hasta ponerse pesado, muy pesado y de cierre, un mitin con los aceros, escuchando dos avisos y salvándose del tercero.

Otro de los triunfadores de otras tardes fue Jorge Martínez, sí, aquel chaval que en una tarde hasta nos mostró lo que era torear tirando del toro, pero esta vez pintó en bastos. Era como si hubiera optado por el camino de la modernidad, de lo de todos y entonces algunos no lo admiten del todo bien y se molestan porque no ven ni intención de hacer el toreo. Su primer Valdellán de primeras, no quería mucho con las telas. Hay que agradecer al novillero que pusiera al novillo en suerte en el primer tercio, rara avis en los tiempos que corren y más si hablamos de los jóvenes. Inició el trasteo por abajo, de lo que se resintió el Valdellán, besando la arena. Continuó con la diestra, abusando del pico y exento de temple. Más pico aún por el pitón izquierdo y muy fuera, pegando tirones. Que ahora te doy uno, echo a correr y me pongo para darte otro, siempre atravesando en exceso el engaño, con un animal que iba adónde le llamaran y al que se le negó el toreo y él a su vez se quedó con las orejas puestas. Mal con la espada, lo que no fue obstáculo para que Martínez se pegara un garbeo por el ruedo. Lo del sexto fue para cerrar el chiringuito. Uno de López Gibaja que mostraba una invalidez manifiesta. Fue devuelto a los corrales y en ese trance hasta parecía recuperado y con ganas de embestir hasta a los del cencerro. Salió un segundo sobrero que estaba peor que el anterior y aún hubo de salir otro más, que progresó en la incapacidad para aguantar en pie. Que visto lo visto, igual si hubieran sacado al primero y seguir donde lo dejamos, hasta habríamos salido ganando. Pero que nadie se tome esto en serio, que siendo el presidente que hoy tocaba, lo mismo otro día decide poner en práctica semejante barbaridad. Que de nuevo sacó el pañuelo verde con un par de banderillas y otro de rondón. Al que salió, y se quedó, de la misma ganadería del remiendo, poco se le podía hacer, dada su poquísima fuerza y manifiesta invalidez. Pero el murciano se empeñaba en darle pases y más pases, como si quisiera justificarse vaya usted a saber con quién, incluso haciendo perder la paciencia al respetable. Que no querría molestar, pero molestó, poniéndose muy pesado con tanto trapazo va y trapazo viene, venga enganchones y muy vulgar. Que habrá quién considere que se les trata con demasiada dureza a estos chavales, pero qué quieren que les diga, igual que unos tenemos que soportar que vengan a ramplonear despojos apoyados en sus huestes del paisanaje, ahora quizá es la hora de que devuelvan lo hurtado, que devuelvan esos regalos no merecidos tardes atrás. Eso sí, que si se dicen las cosas, no pasa nada, así que por favor, mi deseo más íntimo y sincero al leer lo escrito es que nadie se me moleste.

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lunes, 3 de octubre de 2022

Para sonrojo de sus partidarios

Ya ni los de Adolfo son los adolfos, ni los toreros tienen los recursos para enfrentarse ni a estos, ni a...


Que cuando vamos a los toros lo hacemos con la ilusión de ver algo que nos levante del asiento, que se nos quede grabado en el alma de aficionado es algo que pocos podrían negar, porque si no, no iríamos; eso sí, otra cosa es que seamos unos ingenuos y que todas las tardes, después de ver el cartel, pidamos peras al olmo. Pero los hay que no pierden la esperanza y se dejan engatusar bien porque el nombre de la ganadería les suena a supuestas glorias pasadas o porque tal o cual torero consideran que estaba llamado a la gloria y este iba a ser el día. Pues cuidado, calma y paciencia, porque si nos dejamos llevar del entusiasmo y sacamos al aire nuestras preferencias, y hasta nuestras debilidades, demasiado pronto, puede resultar que tengamos disimular y mirar para otro lado, pensando que nadie nos va a reconocer como esos que profirieron cantos jubilosos en honor de los toros o de los toreros. Que hay que ser prudente con lo de Adolfo, que ya no es lo que algunos creyeron que era y que lleva años cayendo por el tobogán de la vergüenza. Y en este día ha soltado un encierro en algunos casos demasiado justito de presencia, en otros que estaban un puntito por encima de ese nivel que no llega ni a decoroso, y casi siempre tapado por la cara. Pero si de presencia ya empezamos regular tirando a mal, a ver cómo nos explicamos lo de su comportamiento. En el caballo, nada, no se les ha picado, simplemente se simulaba la suerte con el palo apoyado en el lomo y los animalitos aguantándose contra el peto, que más parecían estar sesteando, que peleando con el del caballo. Al sexto le dieron un poquito más, mientras el de Adolfo a lo más que llegaba era a pegar algún derrote. En la muleta, pues ni para ir venir les daba la cosa. El primero bastante tenía con aguantar en pie; el segundo, pues medio entrega sin entrega; el tercero se tragaba los banderazos sin decir ni mu; el cuarto sí que iba y venía, una malva que no hacía un mal gesto; el quinto bastante tenía con aguantarse en pie, perdiendo las manos constantemente, y aguantando los trapazos que ante tal inválido no tenían ningún sentido; y el sexto, con el defecto de revolverse al principio del muletazo por el pitón derecho, por el que le pegó una cornada seca en la pierna a su matador y más tarde, después de la estocada, al tener al espada a su merced, le lanzó un tremendo viaje que le mandó definitivamente a la enfermería. En favor de los partidarios de Adolfo Martín hay que decir que sus ilusiones previas al festejo no fueron airadas por ninguno de sus fieles, quizá pensando en lo que se les podía venir encima.

Pero los partidarios de un hierro y los de un torero suelen diferir en demasiados aspectos. Estos últimos enseguida dejan ver sus preferencias, en qué residen estas, que suele ser mayormente por el paisanaje. Paisanaje que ciega hasta tal punto, que algunos se atreven a afirmar eso de “es un torerazo”, “Que se enteren estos de lo vales, torero”, “Eso es torear” y mil lindezas prematuras que al cabo de veinte minutos alguno habría querido no pronunciar jamás, al menos en público. Que si empezamos por Adrián de Torres, confirmante diez años después de su alternativa, quizá precipitó tal confirmación y esperar a estar más curtido en esto del toreo. Que pensarán que esto es un contrasentido, pero si nos atenemos a los resultados… Con el capote su actuación fue menos que discreta, con mal manejo de la tela para medio llevar la lidia. Con la muleta se mostró muy inseguro. Su primero le trajo por la calle de la amargura, muletazos sin mando ninguno, sin conducir las embestidas, con lo que el Adolfo se le acostaba constantemente y ahí andaba de Torres abrazado al cárdeno, intentando librarse del animal como fuera. Muletazos en los que parecía que estaba presto a escapar, pero de los que no sabía escapar, sin poder con un pobre moribundo que bastante tenía con aguantar en pie. Y para colmo un bajonazo infame que hasta hubo partidarios que aplaudieron; ¡Total! La espada estaba en el bicho y eso es lo que cuenta, ¿no? Lo del cuarto fue peor. Inédito con el capote, le costó enterarse en el último tercio de aquel animal era para hartarse a torear, pico, desconfiado, muletazos largando tela, desconfiado, echando el toro para afuera, desconfiado y cuando empezó a no desconfiar empezó con un cuarto de trapazo que hicieron las delicias del personal, que si ¡Vivas a su tierra! Que si vaya torerazo, que si eso es torear. Lo malo es que el espada tardó en ver lo que todo el mundo veía y cuando quiso darse cuenta, habiendo perdido por el camino la espada de mentira, el palo, y la de verdad, se dispuso a culminar su obra. Los más afines hablaban de dos despojos y los más distantes deseando que aquello tocara a su fin, pero él dale que dale y cuanto más se alargaba el trasteo, más se evidenciaban sus muchas carencias. Pero había que firmar la obra con la suerte suprema y Adrián de Torres tampoco fue capaz de ver el sitio de cuadrar al toro. Demasiado cerrado y en la suerte contraria; pinchazo, pero no pasa nada, se le aplaude y pa’lante. Otro más y un aviso, pero nada, sigue, que ahora va a ser la… seis pinchazos más, segundo aviso y sin pensarse eso de que se mata con la espada, sin pensar en eso de la vergüenza torera, tomó el descabello y a la quinta y atornillando despenó al animal, mientras algunos miraban para arriba, para abajo o para los lados, esquivando las miradas de esos que tuvieron que aguantar “vivas” y loas que solo se entendían desde el paisanaje. Pero no pasa nada, hay una manera muy buena de evitar este mal trago en un futuro, que no vuelva por aquí y si lo hace, a ver si después de otros diez años ya está más preparado.

Román, la simpatía en el toreo, después de gozar de hierros más benevolentes otras tardes, en esta ocasión le tocó lo de Adolfo Martín y, no como en otras ocasiones, sin partidarios como para llenar un tren. Como ya es norma en cuanto a estos toreros modernos se les complica un puntito la cosa, se pegan el giro y a recular con el capote, como si empezaran a hacer oposiciones a banderilleros, que hay que pensar en el futuro. Matadores con años de alternativa y para los que el manejo del capote es un misterio insondable. En el inicio de la faena por abajo, hasta parecía que templaba las embestidas, pero inmediatamente se evaporó el efecto y hasta aparecieron los enganchones. Continuó con mucho pico, demasiado encimista y recuperando el sitio a la carrera entre pase y pase. Muy fuera, vulgar, venga trapazos, para acabar cazándolos de uno en uno y firmar con un sartenazo y una estocada delantera a capón. En el quinto, una chiva con kilos que ya flojeaba de inicio, después de ese simulacro de suerte de varas, se empeñó en darle trapazos y más trapazos, lo que era un espectáculo lamentable con un animal que hacía por no perder las manos, pero sin éxito. Pero parece que en tiempo de la modernidad la cosa es soltar el repertorio completo. Acabó con un sablazo casi envainado haciendo guardia, que es algo que le puede pasar a cualquiera, pero en esos casos el matador saca la espada y entra de nuevo intentando limpiar ese borrón, pero Román no estaba para torerías de otro tiempo y con un golpe de descabello remató una mala tarde.

Ángel Sánchez recibió a su primero, que no quería capotes y buscaba la salida por el ruedo, con demasiados capotazos que no mejoraban la situación. Bien Curro Javier con los palos, tragando quina en el segundo par. Ya con la muleta, el espada al menos fue breve y no se dilató en banderazos, abanicazos y trapazos, lo que siempre es un alivio. En el sexto, una chiva pegajosita no supo poderle y ganarle terreno, más bien se giró para perdérselo. Inició el trasteo por abajo, más quitándoselo de encima que toreando. Se le revolvía por el lado derecho y a las primeras de cambio le tiró un derrote seco que le levantó del suelo primero y le pegó un revolcón a continuación. Era evidente que estaba herido, pero volvió a la cara del toro, la verdad que para no hacer nada destacable, más bien lo contrario, mientras era más de un hilo de sangre lo que le caía por la pierna. Espadazo en mitad del lomo y al querer irse resbaló, el de Adolfo hizo por él, embistiéndole con tal violencia que le hizo volar por los aires. Finalmente fue Adrián de Torres quién cerró con un golpe de descabello. Aquí concluyó una tarde en la que por momentos algunos se las prometían muy felices, viéndose llevando en volandas al paisano, pero a los que luego la realidad y la poca pericia de su torero pusieron en su sitio y es que hay veces que las promesas solo son efímeros espejismos, para sonrojo de sus partidarios.

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sábado, 1 de octubre de 2022

Si esto es el porvenir, mejor que no venga

Me gustan los novilleros con personalidad, los que quieren hacerlo de verdad y con descaro, pero no me gustan los que quieren palmas, orejas y sumar trapazos a costa del bolsillo de papá.


Cuando a unos les da por repetir una idea y repetirla y repetirla y repetirla, lo mismo hasta acaba volviéndose en contra de los que esgrimen tal idea. Anda que no nos dan la matraca con que hay que tratar bien a los novilleros, hay que mimarlos, para que no pierdan la ilusión, pero, ¿qué pasa si los que pierden esa ilusión son los aficionados, los que pagan? Que para los señores taurinos, aunque ellos se crean que sus clientes son los papás de las criaturas, lo clientes de verdad son los que pasan por taquilla, así que midan eso de las ilusiones, no vaya a ser que un día les llegue el quedarse solos, frente a frente, con un chavalín muy ilusionado, pero sin nadie que se ilusiones por verle en la plaza. Que de momento a los actuantes de la primera de la feria de Otoño, les querían ver los paisanos y algunos abonados que se han decidido a volver a los Toros el primer día de este mes de octubre. Pero se daba un curioso y penoso fenómeno. Los dos novilleros, que era un mano a mano, eran triunfadores de otras tardes en Madrid, salidas por la Puerta Grande, pero que no solo recordaban muy pocos, sino que los había que ni tan siquiera sabían si les habían visto esta temporada en su plaza. Para que los hooligans se den cuenta de lo que valen hoy en día las salidas a cuestas, a cuestas de autobuses de paisanaje, como ya es demasiado habitual. Que ya es triste la cosa. Algo parecido sucede con el ganado de esta tarde, y de demasiadas tardes esta temporada, 6 toros 6, novillos, de la afamada ganadería de Fuente Ymbro, que pasta… debe pastar en el parque de la Fuente del Berro, pegadito a la M-30, por aquello de facilitar el camino de los pupilos del señor Gallardo a las Ventas. Las vacas pastan en el Retiro junto al Palacio de Cristal y los machos en la Fuente del Berro, donde los pavos reales; todo bien cerquita. Que se rumorea que ya han empadronado a la camada de este año en el barrio de la Guindalera. Y si preguntan a los aficionados gatos por cuántas ha lidiado este hierro pegado a la calle de Alcalá, pues no sabrán si van seis, siete u ocho, o si al final serán ocho o si… Vamos, que han dejado huella.

Novillada desigual, a excepción del sexto, más que justos de presentación. Novillos modernos, que si acaso iban y venían, que no se les ha visto en el caballo por carencias de los de luces, aunque quizá tampoco tenían mucho que mostrar los Fuente Ymbro en los petos. No se les ha castigado apenas y los que más se han empleado ha sido cuando empujaban para afuera, mientras les tapaban la salida o les hacían la carioca. El sexto después de una vuelta de campana quedó visiblemente mermado, lo que se acrecentó después de repetir el campanazo. Una lástima, porque de principio hasta parecía meter bien la cara e ir lejos, pero… En el último tercio se limitaban a ir y venir detrás de un trapito que jamás les sometió, ni mandó en sus embestidas; toros modernos para toreros modernos, para público moderno y para desesperación de los que la modernidad la entiende en otros campos y de otra forma, no en el toreo, ni en este espectáculo al que ya casi nada le queda de clasicismo.

La verdad es que no sé si merece la pena entrar demasiado en detalle, sería cansar sin motivo. De los actuantes, de oro y de plata, poco que decir. Si empezamos por los peones, lo mejor ha sido el poner el toro en suerte al caballo, algo para lo que los matadores han estado negados. Pero lo más celebrado por el personal han sido los pares de banderillas, haciendo incluso saludar a uno de ellos, que no me pregunten el nombre, pues no creo que haya que destacar a los que en el mejor de los casos se limitaban a dejar los dos palos en lo negro, pares traseros y a cabeza pasada, pero si estamos por aplaudir, lo aplaudimos todo. Aplaudimos hasta a unos muchachos que con el capote se han limitado a largar tela sin ningún criterio, si acaso algún intento de quite variado, pero entre enganchones, desentendidos de la lidia, sin mostrar la más mínima intención de conducir a sus oponentes. Y con la pañosa, pues ya saben, visto uno, visto todos. Muchos trapazos, abuso de pico, muy fuera, un cuarto de muletazos, la faena tipo una y otra vez repetida y si acaso con la variación de citar desde los medios para pasárselo por detrás, por delante y aturullarse, o pegar unos telonazos para rematar con un jaleado del desprecio, que los del desprecio se jalean siempre con entusiasmo. Y aparte de esto, tanto Víctor Hernández, como Álvaro Alarcón, parecían un clon el uno del otro, el otro del uno, fiel a esa modernidad insoportable hasta la vulgaridad, tirando ambos de recursos de plaza de talanqueras para arrancar las palmas. Generalmente eficaces con la espada, pero sin plantearse hacer la suerte ni por asomo. Eso sí, era doblar el novillo y como mecánicamente, sacaban unos cuantos los pañuelos, que más bien parecía que seguían un guión y no eso que tanto se dice ahora, eso de la emoción. Y unos toreros que mantienen una actitud muy poco torera de aprovechar el tirón y lo mismo darse una vuelta al ruedo por su cuenta, que pasear un despojo que solo entendían los paisanos.

Cabe reseñar que Álvaro Alarcón resultó cogido al quedarse al descubierto en un derechazo, por lo que se cambio el orden de lidia para que el matador fuera atendido en la enfermería y así poder encargarse del quinto y sexto. Y estos son los que supuestamente van a mantener encendida la llama de la “tauromaquia”. Pero ya les digo, si esto es el porvenir, mejor que no venga.

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martes, 27 de septiembre de 2022

Si no hay toro, pero hay arte…


El arte no se puede desligar del toreo y se en algún momento se separan, entonces ya no estaremos hablando de toreo, sino de otra cosa de la que tampoco entiendo

Todo aquel que se considera mínimamente aficionado a los toros, si le preguntan sobre el toro, sin dudarlo, dirá que el toro es lo principal, que sin toro nada tiene importancia, que si no hay toro allí ya nada vale. Muy bien, pero ahora, pongámosle delante a un artista haciendo sus cosas y a ver cuánto tarda en desdecirse a si mismo y empezar a soltar una retahíla de pseudoargumentos, para justificar su partidismo. Que todo esto es muy lícito y que cada uno cuente lo que mejor crea, pero no quiera convencernos de su fe táurica, cuando esta cede y se resquebraja en cuantito que asoma su divinidad vestida de luces. De la misma forma que ocurre cuando de eso de los tres tercios, que si la lidia completa, que si el tercio de varas, pero lo mismo, lleva el fenómeno, da un muletazo o tres, se pone postinero y hala, otra sarta de excusas; se saca el bisturí taurino y de una colección de trapazos sacamos esos dos naturales o tres, a veces solo uno y ya tiramos para un tiempo. Pero esto no va solo del torero que nos llena el alma con su arte, que esto también se repite con las ganaderías, que alguien no me pregunten quién, dice que tal ganadería está en muy buen momento o que el ganadero es muy aficionado o simplemente que es un tío majo y de buen trato con los aficionados y ahí salta por los aires lo de la lidia, los tres tercios, la casta, el casto y todo lo que hace diez minutos exigíamos fervientemente. Que si un día nos cruzamos con don tal y nos estrechó la mano, ya puede salir un mostrenco tirando coces al peto, que si en la muleta va y viene con más benevolencia que el abuelo de Heidi, ya le pedimos vueltas al ruedo y placas de azulejo para toro y ganadero. Y no les digo nada si además hemos visitado el cortijo un “finde” de rutas ganaderas. Que esto de visitar el campo está más que bien y es muy recomendable, pero que no nos ciegue la visita.

Que lo mismo ustedes piensan que uno solo entiende acudir a una plaza como un juez a punto de mandar a un chaval al trullo para los próximos quince años, nada más lejos. Que eso de las pasiones por un torero, por una ganadería, hasta por una cuadrilla o una plaza, es algo que no debe desaparecer del sentir de los aficionados y los públicos. Eso da vida, vigor a la fiesta de los toros. Es la sal de este guiso, pero que tampoco nos hurte el sentido de la vista, que no merme nuestro sentido crítico y que valoremos las cosas en su justa medida. Que ustedes me dirán que no tengo corazón; claro que sí, pero si ese partidismo, en muchas ocasiones rayano en la locura, cruza la frontera del fanatismo, de no escuchar, ni atender a la lógica, al final nos conduce a subir a los altares a quien se pone bonito, muy bonito, delante de una caricatura de toro y que si se da un paso más, desembocaría en el carretón. Y aquí volvemos a lo de antes, tiramos de bisturí y encontramos un natural suelto. Que si la cuestión va de pegar pases, este es el punto exacto, ahora uno, me pego una carrerita, otro y así hasta que el animalito aguante. Eso sí, si hablamos de torear, lo primero, lo imprescindible es el toro. Que una tortilla de patatas, sin patatas, ¿cómo la llamarían? Hasta puede que se ofendieran por ello. ¿Entonces? ¿Cómo le podemos llamar a eso de torear sin toro? ¿Le podemos llamar a eso torear? ¿Se puede llamar torear a endilgar medios muletazos de uno en uno? Que ustedes estarán pensando en un nombre, en un señor que se viste de luces y al que aclamaron desde una televisión los charlatanes de feria que lo mismo te venden un pelapatatas y te regalan una alfombra para el dormitorio, que te sueltan un molinillo de café y un paquete de cápsulas para una cafetera de las modernas. Y claro, te venden un triunfo, un toreo para la historia, pero sin tan siquiera una aproximación al toro. ¿Puede el arte, por muy sublime que queramos que sea, suplir la ausencia del toro? Porque si hay un arte al que el toro no le sea necesario, imprescindible, ¿de qué estaríamos hablando? Igual nos hemos cargado de un plumazo la esencia de los Toros y todo el espectáculo, el rito y todo un mundo que según dicen, se sustenta en el toro.

Quizá es que se ha perdido la medida, eso siempre tan presente en los Toros, medir el castigo, una faena medida. Pero, ¿se puede construir una faena a base de muletazos sueltos, de uno en uno? ¿Se puede medir una faena en la que no hay toro al que medir y poder? ¿Se puede medir el castigo cuando no hay toro al que lidiar? Pues me surgen muchas respuestas y afirmativas creo que ninguna. Y en cuanto nos despistamos un segundo ya nos están bautizando de histórico cualquier cosa. Que la verdad, la verdad de todo, históricos van a acabar siéndolo los paseíllos, no por el arte, la gracia o el garbo torero, sino por el modelaje de los actuantes. Habrá a quiénes no los encontrarán jamás en este tinglado tan bien montado, incluso los hay que se han apartado ya, pero según parece, sí que encontraremos a esos que tan bien plantados ellos te soltarán absolutamente convencidos, que sí, que vale que si no hay toro, pero hay arte…

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miércoles, 21 de septiembre de 2022

Contra la amargura, toreo

Un natural y sobran las palabras

Los hay a los que se les pone el cartel de amargados, de que no les gusta nada, hay quién los llama despectivamente “los entendidos” y hasta procuran sentarse lo más lejos posibles de sus gritos y sus protestas, porque consideran que lo de los gritos y las protestas en los toros no es bonito. Que para ellos nada es bonito si se aparta del ¡bieeeeejjjnnn! Y de sacar los pañuelos para pedir despojos, a veces hasta a dos manos, porque, no sé quién les habrá contado que la felicidad en los toros solo viene si hay despojos. Que quizá esto sea así para los carniceros y casqueros, pero para un aficionado, se me hace raro. Que eso de la estadística está bien para el fútbol, el baloncesto y a veces, ni para eso tampoco cuadran. Aunque claro, si oímos a empresarios como el señor Garrido, de Madrid, o el señor Amador, de Albacete, el éxito son  las puertas grandes y punto. Que no les pidan que cuenten cómo se producen la mayoría de las veces esas salidas a cuestas. Pero ya digo, en esto de los toros, quizá la estadística es lo que más alejado debería estar de la felicidad del aficionado.

Si yo les digo que la afición de Madrid salió que no cabía en si de gozo, con la cara iluminada como si hubieran visto un prodigio, pero que no vieron cortar ni un despojo, ¿qué dirían? ¿Qué están locos? Pues sí, tienen razón estaban locos, pero no por lo de los despojos, ni mucho menos, sino porque vieron torear, el toreo se les hizo presente, el toreo al natural, el más puro, el que en si mismo recoge la pura esencia del toreo. Un torero menudito, poca cosa, que a veces hasta parecen los toros levantar un palmo más del suelo que él, se puso a hacer el toreo. Como me decían a mí de niño, que bonito es ver torear bien, torear de verdad. Que sí, que había mucho partidario que estaba deseando el triunfo del torero, eso creo que solo lo negarán los partidarios, que, por supuesto, no lo admitirán nunca. Se vio ese partidismo en un primer toro, uno de Hoyo de la Gitana, que no es poca cosa, en el que se empeñó en pegar pases acortando mucho las distancias, con la muleta retrasada y sacando el pico, pero un mal manejo de la espada evitó sonrojos en el personal. Pero fue en su segundo, otro de José Escolar, donde los partidarios se vieron superados, y que fortuna por ello. Que si bien pretendían jalear los capotazos a un animal que iba de largo, no querían reparar en que le puntera las telas. Desafortunado en el primer tercio, sin lograr poner al toro en suerte debidamente, pero fue en el último tercio donde se acabaron todas las penas. Una primera tanda con la derecha sin demasiado sosiego y por momentos escondiendo la pierna de salida, pero fue al natural dónde todo pegó un vuelco. Una tanda irregular, pero fue en el tercer muletazo en el que el toreo hondo, con mando, rematando atrás, nos devolvió la fe en esta locura que es el toreo. También se jaleó alguno enganchado, pero cualquier olé después de aquel natural era hacer de menos a aquel natural. No soy de los que me gusta eso del toreo de bisturí, ni mucho menos y quizá ahora lo salvo porque aparte de lograrlo o no, el toreo quería torear, que eso también se valora en Madrid; quizá sea de las plazas donde más se valora eso de intentarlo. Pero el bisturí quedó a un lado en la siguiente tanda de naturales, uno y otro y otro, rematados y ligados, que sí, que tenía que dar dos pasitos de más, pero es que el toro se quedaba, un toro que tampoco humillaba en exceso, pero que se tragó tres naturales para hacerte creer que lo imposible se logra. Lástima que el torero se empeñara en dar uno más, en alargar la tanda, lo que tampoco era necesario, y no ligar el natural y el de pecho, que habría hecho saltar los cimientos de Madrid por los aires. Después vinieron unos adornos, lo mismo que antes hubo un inicio de faena por abajo, con la derecha por ambos pitones, pero permítanme que deje eso un poco de lado y me quede con los naturales. Que goce el no poder decir que no veo un natural rematado atrás y de verdad desde hace… porque lo vi el domingo, cuando el sol ya caía, un rato antes del fútbol, el baloncesto y hasta la petanca. Ahora tendré que decir que no veo un natural de verdad desde aquella tarde, aquella en que un torero hizo el toreo. Y el torero se llama Fernando Robleño. ¡Y que viva la madre que lo parió! Y fuera amarguras, las que por otro lado parecía que querían provocar Miguel tendero y Luis Gerpe, que a pesar de lo que digan sus partidarios, bien podrían dedicarse a otra cosa. Tendero, no sé, no le conozco, pero Gerpe, por lo que dejó ver, quizá estaría bien de andarín, por aquello de darse vueltas al redondel porque le viene en gana. Y creo que tampoco merece mucho la pena hablar del ganado, aparte de ese buen toro de Escolar, ni de las nuevas hazañas del presidente impertinente, que mejor estará buscando cacos haciendo cumplir la ley, que saltándose a la torera el reglamento cada vez que se le cruza lo que se le tenga que cruzar. Y yo me sigo quedando, si ustedes me lo permiten, con el toreo al natural. Unos dicen que fue histórico, que fue… ¿Qué necesidad de calificar? Porque toda calificación es discutible y lo mismo hasta hay quién se enfada y se amarga y ya saben que contra la amargura, toreo.

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