martes, 31 de mayo de 2022

Juran que les oyeron rebuznar

Siempre provoca el aplauso del personal el ver a un peón querer llevar el toro a una mano a punta de capote, pero una cosa es llevarlo templando la embestida y otra a todo correr, como si se tratara de una carrera.


Lo contentos que íbamos a la plaza esperando ver una corrida de toros. Los había que decían: ¡Son de Gamero Cívico! ¡Es un encaste minoritario! Y a la salida solo se escuchaba faltar al honor de unas reses legendarias, la raza morucha. ¡Cómo una moruchada! Ya hubieran querido que lo de Isabel y Samuel Flores se hubieran comportado como moruchos. Que al lado de esto, lo morucho es canelita en rama. Que ha habido bueyes de tiro con más genio que lo que se ha visto en la plaza de Madrid. Que los ha habido que a la salida iban por el patio de caballos para hacerse una foto con las carretas del Rocío. Aunque no crean, que la tarde ha dado para que los aficionados entablaran flamígeros debates sobre el ganado que iba saliendo por la misma puerta por la que habitualmente salen los toros. ¡Que son ciervos! ¡Que son bueyes! ¡Que son…! Y no se ponían de acuerdo. Quizá si hubiera sido en tiempo de la berrea se habrían aclarado las cosas un poquito. Si dicen “Beeeeee” ciervos y si dicen “muuuuu” bueyes. Pero solo nos habría faltado tener que esperar para confirmar algo que ya sabíamos, que eso no pasa por toro de lidia. Y no digo toro bravo, porque entonces podrían llamarme cosas feas y tampoco es cuestión de faltarnos al respeto por culpa de unos engendros. La pregunta que surgía aquí y allá era que con qué había cruzado la ganadería la familia Flores, para que le salieran esos animales con esas cabezas tan, tan desproporcionadas. Que echamos quince o veinte años atrás y perdónenme, pero la historia era bien diferente.  

De los matadores, pues van a decir ustedes que a todo se le ponen pegas, pero es que lo ponen muy fácil, que la verdad, salvo el sobrero de José Cruz, aquello no tenía otra cosa que darles por abajo y poquito más, bastaba con intentar al menos no acrecentar los muchos defectos de lo de la familia Flores. Ellos tenían en la cabeza que solo se torea con derechazos y naturales y en el pecado llevaron la penitencia. El primero ya amagaba con querer echar la cara arriba en el caballo, lo confirmó en el segundo tercio, queriendo llegar a las estrellas y Damián Castaño se limitó a pegarle mantazos rematados con el consiguiente banderazo, permitiendo que le tocara en exceso el engaño. Al contrario de lo deseable, le hizo todo para empeorar la condición del animal.

El segundo, para Fernando Robleño, nada más salir ya presentó su condición, queriendo saltar por dos veces, claro rasgo de mansedumbre, pero en esas escapadas frustradas también dio la sensación de tener algo en la vista, como si no calculara bien las distancias. En el caballo se empleó el pica, dándole en los dos encuentros. El animal perdía las manos repetidamente, lo que continuó, pasando por banderillas en que buscaba como un mulo con la cara a media altura, en el último tercio, con la colaboración de Robleño, pegándole trallazos, sin templar nunca, con muchas carreras, empeñado en dar derechazos y más derechazos. Concluyó con un espadazo haciendo guardia.

A morenito de Aranda le devolvieron su primero por manifiesta invalidez, saliendo uno de José Cruz, un toro con aspecto de toro, con comportamiento de toro, aunque tampoco era don perfecto. En el caballo cabeceaba contra el peto, se fue suelto y para evitar esto, en el siguiente encuentro le taparon la salida. Morenito le recibió con la muleta a base de trallazos, lo que hacía que el toro se cayera. Continuó por la derecha y el toro empezó a meter la cabeza, le citó dándole distancia, pero siempre se repetía la historia del trallazo acelerado. La falta de temple fue el principal inconveniente para que el espada no se hiciera con el de José Cruz, que entraba una y otra vez. Pico, pierna retrasada, enganchones y le bastó una prueba enganchada con la zurda para volver a la diestra con esa sarta de trapazos, mientras el toro acudía al engaño una y otra vez.

El cuarto, de Samuel Flores, asomó por toriles provocando la admiración del respetable, no sé si por las dimensiones de su arboladura o porque lo confundieron con un ciervo, creyendo que detrás aparecería el trineo de Papa Noel. Que cosa más horrorosamente desproporcionada y para colmo, huía de los capotes. Robleño lo sujetó con capotazos tapándole la cara. En el caballo entró como un mulo, sin intención de humillar jamás. La faena de muleta fue una muestra de trapazos sin parar quieto, a un animal que entraba con la cara a media altura, sin meter la cabeza jamás.

El quinto ya arrancó el capote a Morenito de Aranda en los lances de recibo, entraba al caballo cabeceando, pero enseguida empujaba con fijeza, en la primera vara de Héctor Piña, perop tuvo que ser sustituido por haber sido herido el caballo. Tuvo que ir en su lugar el que guardaba la puerta, aunque olvidando aquello de que los caballos circulaban por el ruedo en sentido opuesto a las agujas del reloj. Evidentemente tenía que salir un reserva a guardar la puerta, lo que se demoró en exceso, dando una idea de lo poco pendiente que está todo el mundo de seguir la lidia y de actuar cuando es necesario. A Morenito le costó encontrarse y cuando al final se puso a pegarle derechazos, el toro se le quería marchar. Muletazos por alto, derrotes y enganchones, dando la sensación de que el matador no podía con el mulo. Trapazos y más trapazos, hasta llegar a oír un aviso antes de montar la espada y uno más después de un pinchazo y un bajonazo muy descarado.

El peor presentado fue el sexto, el de Damián Castaño, que ya sembraba dudas entre buey, ciervo o cabra. Corretón, no se le cuidó en el primer tercio en cuanto a llevarle y colocarle en el caballo, donde se limitó a tirar derrotes al peto. El salmantino no cambió el rumbo y desde el primer muletazo ya empezó con lo de siempre, trapazos, pico, muchas carreras, quedando a merced del toro, con el que no se hizo en ningún momento, empeñado en los derechazos de rigor, sin plantearse el lidiarlo, a ver si así dejaba de estar aperreado con el otro de Samuel. Una entera caída haciendo guardia y aquí concluyó su confirmación, diez años después de la alternativa. Una vez hubo doblado el sexto de la tarde, el personal salió corriendo, no fuera a ser que a alguno se le ocurriera echar el cerrojo a la plaza y que fueran saltando al ruedo más de Samuel e Isabel Flores, que eso no hay cuerpo que lo aguante. Y comentaban unos y otros de la corrida y un caballero muy elegante me dijo entre sorprendido, asustado e indignado hablando de los toros: juran que les oyeron rebuznar.

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domingo, 29 de mayo de 2022

¡Aleeeti, Aleeeti, Aleeeti!

Es frecuente que las genialidades ahora se convierten en simples ocurrencias, que nada tienen que ver con el toreo.


La verdad es que siendo como soy un colchonero hasta la médula, nunca imaginé que escuchando los cantos de aliento a mi equipo pudiera sentir bochorno. Pues sí, basta con que los que se creen dueños de lo que no lo son, muestren su ignorancia en público. Porque claro, si nos molesta la actitud un día de lo s que vienen de tal o cual pueblo o provincia, no vamos a pasar por alto cuando los nuestros simplemente hacen el ridículo. Pero claro, todo esto tiene un origen, quizá en alguien que no supo explicarles lo que era la plaza de Madrid, igual porque él mismo no sabe lo que es y además parece creerse que todo le es debido y puede andar por este mundo del toro como el mismísimo Atila, solo para prefabricarse un triunfo, que dadas sus condiciones, casi ni así puede optar a él. Es una pena, pero… Que unos días repartimos pañuelos, otros tiramos almohadillas para festejar un triunfo y otra ponemos en el centro del huracán a un equipo de fútbol, sin comerlo, ni beberlo. Pues nada, don Gonzalo Caballero, en lugar de alentar a unos hooligans para que vayan a sacarle a hombros a toda costa, perdón a cuestas, que intente volver al camino de aquel novillero que prometía al menos entrega. Y más que los colchoneros tengamos que pedir perdón, igual esta gente tendría que pedirnos perdón a los colchoneros, que en los toros primero somos aficionados a los toros.

Pero no era solo Caballero el que traía una cohorte de entusiastas incondicionales; también Román, como también suele ser habitual, vino rodeado de su gente, quienes se hicieron notar desde que el valenciano asomó con el capote para recibir a su primero, muy justito de presencia, al que capoteó como se decía antes, con el pase hecho. Primero de Luis Algarra, que derribó en el primer encuentro, con un puyazo en la paletilla y otro señalado, pero sin picar. Comenzó Román dándole distancia con la mano izquierda, sin conducir jamás al animal. Lo mismo por el lado derecho, con retorcimientos y demasiada aceleración, pico descarado, muy separado y el Algarra que no se cansaba de embestir una y otra vez, una y otra vez, desde dónde le citaran. A medida que pasaba el tiempo quedaba claro que se le estaba escapando un toro de triunfo, al que despidió de una entera caída y trasera, tirando el trapo descaradamente. Y lo que tiene el paisanaje, que con su entusiasmo hizo que se cortara el primer despojo. Con su segundo ya perdió la herramienta en el primer capotazo. Mal primer tercio, picando caído y trasero. Fue al comienzo de la faena de muleta cuando El Soro, ahora consumado trompetista, se atrevió a mortificar nuestros oídos con una especie de fanfarria que afortunadamente duró bien poquito. Más trallazos de Román, que parece desconocer absolutamente lo que significa la palabra temple y su puesta en práctica. Trallazos y más trallazos, permitiendo que le tocara mucho el engaño. Sin parar quieto un momento, siempre fuera, muy fuera y bailando constantemente. En estas que se queda descubierto un momento y el toro le levantó los pies, pegándole una cornada en la pierna. Solo queda desear que no sea de importancia.

Gonzalo Caballero tiene la facultad de generar incertidumbre en cuanto aparece con el capote, que dio tres capotazos y ya estaba en el suelo a merced del toro. Inoperante durante la lidia, a su primero, con la cara alta, le recetaron un puyazo trasero. Puso en apuros al jinete, que tuvo que aguantar para no medir el suelo con los lomos. El animal empujaba, aunque más con el pitón izquierdo. Otra vara trasera y el Algarra seguía buscando pelea. Salió del encuentro con el caballo venciéndose mucho por el izquierdo, lo que acusó el resto de la lidia. Caballero mostró esa inseguridad que da miedo desde los primeros muletazos, acelerados y enganchados. Pico, mantazos, banderazos para rematar las series, quedándose al descubierto en más de una ocasión, dando la salida antes de tiempo. Estocada contraria haciendo guardia y entera caída y perpendicular. Antes del quinto, cuando regresaba de la enfermería, es cuando empezaron los gritos futboleros que a algunos nos pueden sonar de maravilla, pero no allí, una plaza de toros realmente no es el sitio. Y lo que es peor, que no sirvieron para animar al torero, porque si al menos se hubiera removido su espíritu deportivo. Pero no, le costaba hasta llevar el toro al caballo, donde mostró fijeza. Empezó el trasteo al amparo de las tablas con ayudados trapaceros. Siempre con el pico y muy distante, dando la sensación de que ni tan siquiera era capaz de acompañar el viaje y de que en cualquier momento puede resultar cogido. Enganchones, carreras, pico, el repertorio ya habitual, coronado por un arrimón. Pero bueno, a ver si otra vez sus hooligans se informan un poquito y no nos avergüenzan a los que como él, nos tira el rojo y el blanco, pero en cualquier lugar, menos en una plaza de toros.

David de Miranda regresaba a Madrid y con todo merecimiento, pero las expectativas no se han cumplido y hoy nos ha llegado un torero muy distinto a aquel que hizo que al aficionado se le abrieran los ojos de par en par. Si bien es verdad que quizá le ha tocado el lote más deslucido, pero parecía que estaba por la labor de no desentonar con el ganado. Empezó con capotazos desmallados, pero que no lograban sujetar al toro. Luego verónicas lentas y aseaditas. En el caballo el de Algarra se durmió bajo el peto, dónde no se le picó más allá de un picotazo. La sorpresa fue que Román le hizo un quite por gaoneras, sin esos tirones tan horrorosos de los que a día de hoy van por este palo. Estatuarios con los pies inmóviles, para seguir por el pitón derecho y contrario a lo esperado el triguereño empezó a tirar del pico, fuera y muletazos sin rematar. También es verdad que a nada que forzara al toro, este se iba al suelo. Más trapazos con pico con la zurda, cerrando con bernadinas, desarme y vuelta a intentarlo. En el sexto comenzó con verónicas más pendiente de sujetar al toro, pero sin demasiada gracias. En el caballo el toro solo se dejaba, mientras el picador le apretaba. Intentó de Miranda levantar al público desde los medios con muletazos por detrás y por delante, pero para eso hay que tener partidarios que te lo jaleen. El toro era soso, sosísimo y el espada tampoco se alejó de esa línea. Parecía hasta que quería rematar los muletazos, pero lo único que se sucedían eran los enganchones, especialmente en el segundo muletazo. Acabó con un arrimón, metiéndose entre los cuernos, con muletazos de uno en uno, alargando en exceso el trasteo. Quizá ahora le apliquen la ley de los taurinos, que si fallas una vez, ya te tachan para siempre. Esperemos que no, pero antes hay que volver a aquel David de Miranda que se puso en el sitio una tarde de Madrid, cuando Madrid le aclamó como un torero. Y que así sea con todos, que se les aclamen como toreros y no con cánticos que no tienen cabida en la plaza de Toros de Madrid. Y en fecha como esta, igual tendremos que dejar para otro día y para otro lugar eso de ¡Aleeeti, Aleeeti, Aleeeti!

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sábado, 28 de mayo de 2022

Juega al “Rasca y Gana” y le sacan a cuestas

Si no recuerdan cómo toreaba Urdiales al natural, tengan por seguro de que Ángle Téllez no se los harán recordar.


Cuando a alguien se le desea suerte y especialmente a los toreros, siempre se supone que es el deseo de que las cosas salgan bien, suerte con el lote, que no haya sustos y si además las cosas ruedan y hay triunfo, mucho mejor. Pero ahora parece que ese deseo de suerte va más en la dirección de que el azar te sea propicio, como ese “suerte” que te dice el señor de la ventanilla al echar las quinielas, la Primitiva o el cuponazo. Como si fueras al súper de la esquina, por cada diez euros te dan un “rasca y gana” y lo mismo si juntas dos despojos, suena un clamor y el personal del establecimiento te coge en volandas y te sacan a la calle ante la estupefacción de las señoras con el carrito. Y tú allí subido, bien pensando que vaya suerte, que vas a por el pan y la leche y te encuentras esto. Que habrá quién te diga que te lo mereces, porque eres muy bueno y si no tienes la suficiente sesera, igual te crees que eso, en justicia, te debe suceder todos los días. Porque tú te lo mereces. Pero claro, si ahora esto lo trasladamos a esto del toro y después de rascar te dan dos despojos, te sacan a cuestas y además una masa te jalea hasta quedarse roncos, mientras las señoras, señores te dicen que no te engañen que esos despojos son porque la plaza está en el mes de la oportunidad, con las rebajas y las requeterrebajas, que están que lo tiran, que se lo quitan de las manos. Que hombre, no digo yo que no lo disfrutes, que no invites a los más allegados a un menú XXL del Burger Ventas, claro que sí, pero que no se te vaya la cabeza y empieces a reservar mesa en Mugaritz, porque eso, lamentablemente, es tentar demasiado a la suerte.

Quién igual no tiene que probar en el rasca y gana es Victoriano del Río, que si le tendrán consideración que ya hasta anuncian el posible remiendo de Toros de Cortés, que en esta ocasión salió en sexto lugar. Dos primeros toros demasiados escurriditos, lo que se suele llamar vulgarmente una raspa. Al primero apenas le pudieron ni picar, perdía las manos, suelto por el ruedo, con un Urdiales que no estaba, ni para Rascas, ni para la BonoLoto, ni para echarse una al julepe. Demasiado ausente, como si no le fuera nada. Le dejó a su aire por el rudo, casi se le va dos veces al caballo de puerta. A nada que le bajó la mano con la muleta se le venía abajo. Muletazos desgarbados, sin poderle bajar la mano y acelerados. Demasiado trapazo sin quedarse quieto y atravesando la muleta. Su segundo presentado para que no le abroncaran, pero para poco más. Le dejaron corretear por allí y al primer sprint ya no podía con su alma el animalito. Un tercio de varas en que a todo lo más le señalaron el puyazo. Urdiales comenzó con la diestra, con el pico, el toro al suelo; le rondaba a ver si por aquí o mejor allí, un muletazo, a volverse a colocar, naturales insulsos de uno en uno. Aburrido, descolocado, desconocido, mientras el toro andaba por allí como un buey buscando su carro. Lo que estaba claro es que Urdiales no está para jugar a nada, ni “Rasca y Gana”, ni echar la moneda al aire, porque si la echa, seguro que le sale cruz y si le sale cara, la vuelve para que sea cruz.

Resulta evidente que Alejandro Talavante sigue teniendo tirón entre sus partidarios, porque si no, no creo que nadie más le hubiera jaleado los enganchones con tanta fe y entusiasmo. A su primero, otra raspita, le recibió con capotazos de tanteo y ya parecía que se le quedaba. Lo tiró de mala manera al caballo, sin cuidar la colocación y mire usted por donde, al animal le dio por empujar, le taparon la salida y sacó a penco y caballero más allá del tercio. Solo peleaba con un pitón, pero lo hizo en los dos encuentros. Talavante lo recogió pegando trallazos por abajo, para proseguir toreando con el pico, echándoselo para afuera. Pico descarado por ambos pitones y parece que sin reparar en la condición del toro, que merecía algo más, con demasiadas carreras y dejándose enganchar la tela. A su segundo le recetó más mantazos sin parar quieto, para a continuación desinhibirse de la lidia y plantarse en el ruedo sin mover un dedo cuando fue derribado el picador. Dos buenos pares de Miguelín Murillo, el primero ganado muy bien la cara al toro, aunque se pasara un pelín y clavando en la cara en el segundo. El matador comenzó el trasteo dando distancia al de Victoriano, pero siempre con el pico y muy lejos. El toro no podía, arrastraba la pata derecha, pero Talavante seguía a lo suyo y no se le apreciaba la más mínima intención de comprar boletos de nada. Habría que preguntarse si el sabe si ha vuelto o todavía lo duda.

Si alguien parecía haber llevado partidarios, y muchos, ese es Ángel Téllez, que no es que llevaran un cartel, bastó con unas verónicas bailando, para que todos se identificaran a voces. Que no se entusiasmaron tanto al ver cómo lo tiraba al relance contra el caballo desde el centro del ruedo, sin poder hacerse con él. El animal se quería ir, le taparon la salida y aunque daba la sensación de que algunos querían ver su bravura a toda costa, tardeó un mundo para entrar por segunda vez al caballo. Con la muleta Téllez empezó con muletazos destemplados por abajo para sacarlo del tercio y abusando mucho, descaradamente, del pico. Muy despegado, quedándose muy fuera. En un traspiés quedó a merced del toro, que apenas hizo por él, pero no hay nada que ablande y enardezca más al personal que un revolcón. Enganchones, arrimón con poco gusto, trapazos y más trapazos, pero bastó un remate para desatar la locura y a pesar de un feísimo bajonazo, se le regaló el primer despojo. En el sexto, el de Cortés, se limitó a deambular por el ruedo en el primer tercio. EL toro peleó, aunque lo hiciera solo con un pitón, de forma indistinta, recibiendo el correspondiente castigo. Cuando el turno de quites de Urdiales, Téllez decidió meterse él y quitar por gaoneras rápidas como el rayo. Y habría que destacar la actuación durante toda la tarde de Alberto Carrero, siempre atento y bien colocado para hacerle el quite a sus compañeros. Ya en el último tercio el espada decidió llevarse al de Cortés frente al seis. Mucho pico, muchísimo, más de lo mismo, sin rematar jamás, le pasaba por la cara y punto. Pero en este mar de vulgaridad se sacó de la manga un derechazo largo ligado con un natural y el de pecho. ¡Vaya! A ver si lo de la suerte iba a ser para que salieran las cosas bien, pero esto fue flor de un día, al toro, que seguía el engaño sin el menor extraño, le siguió pasando con muletazos con el pico y enganchones, con el peligro de que se le viniera arriba. Pinchazo, estocada entera tirando la muleta, lo que ya hemos visto en otras tardes, lo cual no dice nada bueno del chaval, para al final descabellar, a pesar de remolonear hasta la desesperación para coger el verduguillo. Otro despojo y hala, a correr las cortinas de la Puerta de Madrid, pero es lo que tiene la suerte, el puro azar, que llega un torero pleno de modernidad, vulgar y con demasiadas trampas, que juega al “Rasca y Gana” y le sacan a cuestas

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jueves, 26 de mayo de 2022

Líbrennos de esos amargados reventadores

Sin toreo de verdad no hay arte y solo el toreo puede llegar a ser arte, no las pantomimas amaneradas con novillitos a modo.

Hay tardes llenas de ilusión, a priori, pero que unos reventadores se empeñan y ponen todo de su parte para convertirla en un fracaso monumental. Pero no es solo esto lo malo, porque lo peor de todo es que están los que les aplauden y justifican. Cartel de no hay billetes, pero tal y cómo venían las cosas, era imposible culminar esa ilusión con la alegría de ver el toro y el toreo. El primero de los reventadores de que hablo es el ganadero de Juan Pedro Domecq, que para una corrida de la feria de San Isidro ha tenido que traer más de dos docenas de toros, para al final conseguir que pasara una novillada gorda, que en algunos casos se tapaba un poco por la cabeza. Que una te puede salir mala, pero tantas y desde hace tanto, y cuando vienen a los que llaman figuras, ya es mucha casualidad. Empezamos bien si el primer reventador es el ganadero. Pero claro, además hay que añadir a tres más, los toreros, que eligen y requeteeligen el ganado. No solo el hierro, sino los toros, ese, ese y ese y aquel, ni de broma. Pero claro, aquí hay más reventadores, como es la empresa que monta estos números a conciencia, porque ya digo que no es la primera vez y que encima sacan pecho por ello. Y continúo, porque, ¿qué me dicen de la autoridad competente? Se esos señores con el señor presidente a la cabeza, alguien que debería conocer lo que es el toro de Madrid, pero que o no sabe o se convierte en cómplice necesario y decide aprobar un encierro indigno para esta plaza. Ahí los tienen, y que no se te ocurra señalarles con el dedo o protestar durante la corrida, porque ahí entran en acción los palmeros, los que justifican y alaban a estos reventadores de una tarde como esta y la fiesta en general y que dedican sus peores bilis a los que pagan y se sienten estafados, porque consideran que la obligación de estos es pagar, tragar y callar, porque no les otorgan otra función dentro de sus esquemas de negocio. Ese señor Muñoz, ese Maxi y el otro del que nunca recuerdo su nombre y al que muchos hacen alusión como “el de barbas”. Que ya es triste que estés todas las tardes arrastrando la dignidad de la fiesta y te quedes con “el de barbas”; no llegar tan siquiera a ser “el Molés” o “el Casas”. Y aquí tienen a estos reventadores, que por supuesto no dudan en echarle el muerto al de enfrente. Que te roban y gritas al ladrón, pues la culpa de que el caco no bate el récord de los cien metros lisos es tuya, porque le paró la policía. Que en el restaurante te intoxiquen y le cierren el negocio al guarro del mesón, el culpable eres tú por decir que te estabas muriendo. Ya ven, una forma muy particular de entender la vida. ¡Ay! Esos reventadores que

 Tiran dentelladas y derrotes de manso a todo aquel que se atreve a poner en cuestión sus mentiras y el fraude del que echan mano con tal de mantener su negocio. Quizá ya no habría mucho más sitio para esta gente, pero habrá que hacer un pequeño esfuerzo. Si hablamos de los toros, perdón, de los novillos, pues flojos, protagonizando unos primeros tercios vergonzosos, en los que se les tapaba la salida y alguno, no sin mucho esfuerzo mientras le levantaban el palo o simulaban la suerte, llevaban al caballo hasta el tercio. Otro esperaba a que el picador le arrimara el palo como el que pesca cangrejos con una red. Si hasta se ha visto salir del caballo a algún tambaleándose. Quizá esta sea la mejor y más eficaz manera de reventar una tarde de toros y acabar con la ilusión de mucha gente, que igual otro día ya van predispuestos y con razón, para que luego se lo echen en cara los señores de la tele, el señor Muñoz, Maxi y… “el de barbas”. Si sería grande esa desilusión que se coreó a lo largo de la corrida aquello tan habitual en otros tiempos, cuando el número de aficionados era considerablemente mayor a lo que es ahora.

Los reventadores de luces eran Morante de la Puebla, que a su primero lo vio poco, aunque le jalearan hasta las verónicas enganchadas. Le costó buscar y encontrar el lugar dónde mostrar su arte en la faena de muleta y entre tanto lo mismo le desarmaba el toro, que le enganchaba las telas, estando realmente aperreado con el novillo, al que no sabía dominar. En su segundo parecía tenerlo mucho más, no hubo que buscar ni terrenos, ni querencias, ni inspiración para su arte, un trapaceo por la cara y a por el novillito de Juan Pedro. Sería porque el ruedo estaba duro, porque el ruedo era grande, porque en el ruedo había algo de chepa, porque en el ruedo había un novillo, porque en el ruedo se posaron unas palomas o quizá porque ni quiere, ni sabe estar en el ruedo de Madrid. Pues igual también hay gente que preferiría que no apareciera en un tiempo por el ruedo de las Ventas, al menos con este ganado y esta actitud que hace que pongamos en duda su aptitud.

Que parecía que la tarde podía llegar a algo cuando Juan Ortega recibió a la verónica a su primero, pero ahí quedó la actuación del torero. A este novillote de Juan Pedro apenas le podía bajar mínimamente la mano sin que este besara la arena. Sin fuerzas, apenas le daba el resuello para defenderse, pero el torero seguía, no sabemos con que fin. Su segundo no se aguantaba en pie, toda la lidia fue un simulacro. Lo recibió en el último tercio con banderazos por alto acelerados. Incapaz de pararse, a cada trapazo había de recuperar el sitio, siempre quedándose fuera y siempre jugando con el pico, para otra vez ponerse pesadito y acabar con una serie de molinetes buscando el aplauso facilón o simplemente para desesperar al personal, para contribuir a reventarles la tarde. Y Pablo Aguado, la naturalidad del momento, ofreció muy poquito, es más poco a poco va devolviendo el crédito que un día se le concedió y que no se puede salvar con un quite por chicuelinas para responder a Juan Ortega, ni con multitud de muletazos muy fuera, abusando del pico, teniendo que correr permanentemente. La única variedad del trasteo al tercero y al sexto es que en este comenzó por abajo, mientras el tendido clamaba por el toro, toro, toro. Se ponía flamenco para sacar pases insulsos, cuando en el mejor de los casos se limitaba a girar sobre si mismo cual Giraldillo, sin llevar nunca a su inválido novillo o dándolos de uno en uno, mientras recuperaba el sitio poniéndose flamenco. En la salida de este último surgió una duda, si el pitón derecho, del que circularon fotos en que parecía una brocha, si fue arreglado o qué pasó. Fue una tarde más de modernidad, de toreo vacío con toros vacíos y anovillados, con el patrocinio de la empresa y la anuencia de la autoridad, mientras las ilusiones de los que pagan saltaban por los aires hechas añicos. Como tantas y tantas veces, deseamos que todo esto se enderece, que se vayan para siempre estos negociantes. Líbrennos de esos amargados reventadores.

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Llegó la hora del teletrabajo a los toros

Hay quién jalea los muletazos distantes, pero donde esté el pasárselo por la faja, que me dejen de lejanías tramposas


El mundo de los toros ha entrado decididamente en el futuro. ¿No querían evolución? Pues ya estamos más que evolucionados, nos hemos evolucionado de repente, a base de coscorrones, eso también es verdad, pero nos hemos evolucionado que es un gusto. En esto de los toros ya están pasadas de moda todas esas cosas de la proximidad, el pasárselo cerca, por ejemplo. A ver si ahora hay que empeñarse en cosas del pasado que no nos llevan a ninguna parte. Que vemos a todo un Roca Rey manteniendo una prudente distancia cuando pasa el toro y la gente enloquece. Ese teletoreo en que uno se pone así medio encorvado, con el pico de la muleta adelantado, metido en la testuz del toro, el brazo estirado, el caballero casi agazapado detrás de las orejas del toro y cuando se arranca el toro, siempre dejando que corra el aire, o un huracán, o un tren con las puertas abiertas o el desfile de la inauguración de los Juegos o un velero de canto, se le echa para afuera, pero siempre muy despegado, el toro por un lado y el torero desde su caso y en esto hay verdaderos maestros y en esta ocasión ha venido a divertirse a las Ventas…

Pues habrá que pensarse quién ha podido divertirse en las Ventas la tarde de Fuente Ymbro, no la novillada, que eso ya pasó, sino la tarde de los cinqueños, ese toro que no gusta a los amantes de la bobaliconería. Y menos mal que eran cinqueños, que estos adquieren sentido antes, que en consecuencia proponen más emoción sobre el ruedo, porque si no, ¡qué habría sido de nosotros! Habrá quién diga que los del señor Gallardo eran mansos; bueno, tampoco es para tomarlo así, aunque de bravos tenían poco y de encastados, nada. Feos como un dolor, pero así es este hierro, que son cómo son y no hay más. No todo va a ser el de Juan Pedro, bajito, apañadito, muy torero, con mirada dulce, peluchitos para soñar, unos dicen que el toreo y otros porque pegan unas cabezadas para desnucarse en los tendidos. Pues los de Gallardo no eran ni bonitos, ni armoniosos. La gente esperando la reedición de la novillada, el ganadero que se había pasado por Zara para comprarse un traje nuevo, los calcetines de Primark a estrenar. Pero nada, el exceso del días atrás no se pudo reeditar.

Esperaba el aficionado a Diego Urdiales, uno de los escasísimos toreros de los que se puede decir que hace el toreo de siempre. Pero el riojano no estaba en su mejor día. Que sí, que el ganado no ayudó, pero él tampoco es que derrochara ánimos. En su primero el gran mérito, si se puede hablar de tal, fue el conseguir que no se cayera, capotes por arriba, sin picar y muletazos siempre viendo que en cualquier momento se iba al suelo. En la muleta aguantaba dos muletazos y al siguiente le soltaba un derrote, tocándole la muleta en todos los intentos de natural, acabó poniéndose pesadito y por si tuviera poco, un bajonazo infame. Su segundo aún parecía ya de salida con menos ciencia que el primero, tomando los engaños como un mulo en busca de la carreta; y eso que en el segundo puyazo se arrancó con prontitud, pero nada, la realidad era que no peleaba y se marchaba suelto del caballo. Hasta alguno llegó a pensar que igual este que no tenía nada podía ser uno de esos que Urdiales se inventa, pero demasiado optimismo para semejante engendro. Le probó por ambos pitones, pero el Fuente Ymbro se la tocaba demasiado, echaba la cara arriba y hasta parecía ponerse pegajosillo. Más de lo mismo por el izquierdo, escarbando y cuando quizá lo sensato y lo que habría agradecido el personal era que abreviara, decidió alargar el trasteo, quizá para justificarse.

Roca Rey volvía otra vez a Madrid y la plaza se llenó de entusiastas de la diversión y por lo visto, del teletrabajo, eso de que hablaba, el que el toro está ahí y el señor de luces desde su casa o haciendo la compra o en el gimnasio o echando gasolina al coche, pero eso sí, vestido de luces, que hay que guardar las formas. Y lo que le cuesta a este chico el implicarse en la lidia de los toros de los compañeros, que igual hay que ponérselo en un contrato especial para él, porque como esperemos que calen en él las formas y maneras del rito de la lidia, del toreo, apañados vamos. Algo parecido si esperamos que también le cale el toreo, el llevar al toro y no solo que este pase por aquí, por allá, por delante, por detrás, ahora te doy aire, ahora te doy más, ahora provoco un vendaval de tanto sacudir los trapos. Pero el público, sobre todo del cinco, sí que sabía entender estas cosas de la modernidad. Aplauden al de aúpa por no picar, jalean los trallazos ya de salida de don Andrés, unas chicuelinas trapaceras. Menos mal que al menos Javier Ambel se lució especialmente en su segundo par. Inició la faena de muleta con telonazos, para proseguir con el pico, trallazos sin temple, mucho menos con mando, que ni se sugería, siempre muy fuera y enganchones que no falten. Y para acabar, un bajonazo, que tampoco es para ponerse estupendo, que ya saben, apuntar desde casa tiene su mérito. Más mantazos para recibir al quinto, mal lidiado, dejándolo a su aire, mantazos a mansalva, que lo deja entra las dos rayas, pues entre las dos rayas. El toro buscaba terrenos de toriles y allí acabaron los dos. Antes unos trapazos en el sol, se le va suelto al lado opuesto del ruedo, le desarma y a correr que no te pillen. El público estaba tan predispuesto, que hasta el que cambiara de muleta le jaleaban; no me pidan que se lo explique. Luego ya dónde quiso el toro, sin que él fuera capaz de imponer su mando, se lio a pegar trapazos, siempre con mucho pico, descolocadísimo y daba igual si por delante, si por detrás, que lo que importaba era que el de Fuente Ymbro pasara y punto. El toro se quería ir, pero Roca Rey insistía en el trapazo desde muy fuera, bueno, ya saben, el teletrabajo es lo que tiene. Quizá es mucho pedir que al menos un día mande y tire del toro, que remate un muletazo atrás, solo uno y no delante de la cadera, que es dónde se rematan los trapazos. Falló a espadas y los partidarios no pudieron elevar a las alturas de la “tauromaquia”.

La presencia de Ginés Marín estuvo en el aire hasta hace prácticamente dos días, porque torear un boquete en la pierna no es para tomárselo a la ligera. Quizá podría haber esperado a la siguiente tarde en que está anunciado. Yo no le censuraré por sus ganas de estar, pero quizá quién le lleva sí que podría haber puesto un poquito más de sentido común. Ahora es fácil decir que parecía mermado de facultades, pero eso solo lo sabe el propio torero. La lidia de su primero puede que estuviera marcada por un encontronazo que tuvo el toro contra un burladero, quedando dañado al retorcérselo el cuello de mala forma, aparte de que saltara por los aires la punta del pitón. Mal tercio de varas, con puyazos en mitad del lomo, tapándole la salida. Punteaba en la muleta, siendo indiferente el pitón, pues le costaba mantenerse, perdiendo las manos. Muchos protestaron el que no se devolviera el toro, pero claro, si este se daña en el ruedo, quizá habría que pedir responsabilidades al que lo estrelló contra el burladero. Que es una lástima el perderse un toro por una negligencia como esta, pero si defendemos el reglamento, defendámoslo. En su segundo intentó torear con verónicas de recibo, llevando al toro al caballo al relance, para que se dejara un poco en el primer puyazo y nada en el segundo. Merece la pena la lidia de Rafael Viotti, evitando capotazos innecesarios. Comenzó en la muleta sacándoselo más allá del tercio, para continuar con trallazos destemplados. Adoleció durante todo el trasteo de una alarmante falta de temple. Sin rematar y el animal ya se le empezaba a volver, sin que Marín le alargara el viaje. Enganchones y más enganchones, para acabar con un arrimón, siempre reconocido por unas palmas solitarias, que siempre provocan el entusiasmo de esos sensibles a los que tanto les gusta esta forma de estar. Que tampoco es poca cosa, en la misma tarde se jalea torear desde tu casa y el ahogar al animal. Afortunadamente logró una entera en buen sitio. Eso sí, algunos seguían saboreando, como si fuera chopped pata negra, los trapazos distantes y es que aunque no nos demos cuenta, llegó la hora del teletrabajo a los toros.

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miércoles, 25 de mayo de 2022

Que largo se hizo sin que calentara el sol

El natural es en si la esencia del toreo, pero cuando no se puedo, no se puede y además hay que tirar de otros recursos

Al contrario de lo que ustedes crean, que en los toros primero te da el sol y luego la sombra, hay sitios en la plaza en que la cosa es al revés, y si la tarde es de viento constante, se hace dura la espera hasta que el sol asoma por los tejados. Que podría animarse la cosa si en el ruedo hubiera algo que echarse a la boca. Que tampoco estamos pidiendo la cuadratura del círculo, que nos valen con toros, si no con casta, con genio, y con toreros, sino geniales, con algo más que el dar derechazos, naturales y luego otra de derechazos y naturales y más derechazos y más naturales. Que a veces resulta que salen toros que tienen únicamente su interés en las posibles dificultades, más el añadido de que no son los del monoencaste del que tanto reniegan muchos, pero les sale otra cosa diferente y o se comportan como los juanpes o no nos vale nada. Y que nadie piense que voy a sacar la cara por lo de Valdefresno, porque para locuras ya están otros, pero lo que no eran era lo del encaste al uso, ni de presencia, ni de comportamiento. Que si esa variedad de encastes solo la queremos para los cárdenos y los Cuadri, pues tomamos nota y ya está.

Le salió el primero de Valdefresno a Juanito, el confirmante, que no podía disimular su desgana con el capote y las vueltas que dio hasta que se decidió con la muleta, retorcido, muy moderno, con los mismos defectos que todos, largando trapazos a un toro que aguantó muy poquito el tipo, para ponerse a entrar a las telas como un mulo, pero el luso iba a lo suyo, llegando a citar casi de culo. Ya en el sexto solo era capaz de bailar delante del animal, para acabar echándole el capote a la cara. Un toro abanto al que no fue capaz de sujetar. Peleó con ímpetu en el caballo, pero básicamente solo con el pitón izquierdo. Volvió Juanito dispuesto a cerrar tarde tan especial para él, pero aparte de correr, poco más. Primero en las proximidades de toriles, un desarme y el Valdefresno tirando algún que otro arreón, a lo que respondía con pico y trallazos que en nada ayudaban a arreglar la situación, más bien lo contrario. Una sarta de trapazos, sin dejar atisbar adónde quería llegar, si a dominar al animal o llegar a la centena de trapazos. De postre dos avisos, un mitin con el verduguillo y viendo sobrevolar los cuervos del tercer toque de clarín.

Cerraba Daniel Luque su presencia en la feria de este año, de la que no creo que se vaya a sentir muy satisfecho. Recibió a su primero con capotazos de trámite, si bien es verdad que molestado por el viento, que durante toda la tarde ha sido un obstáculo permanente que añadir a las complicaciones de la lidia. El Valdefresno acudía al caballo al paso, sin que se le picara apenas y deambulando por el ruedo como un mulo en busca de carro. En banderillas echaba la cara arriba, lo que desarrolló durante la faena de muleta, sin que Luque opusiera otra medida que intentar el derechazo y natural. Se la tocaba demasiado, lo que aún agravaba el defecto de derrotar arriba. En el cuarto, de nuevo inédito con el capote, el toro suelto y suelto se fue al caballo, para simplemente cumplir y marcharse del peto. En banderillas apretó mucho a Juan Contreras y Alberto Zayas, que tuvieron que notar como el pitón les llegaba a los alamares. Corretón, le tomó en el comienzo del trasteo por la izquierda, enganchones por un lado y derrotes por el otro. Luque le peleó algunos muletazos a un toro que quería coger el trapo que le ofrecían de nuevo para lo de siempre, cuando quizá le hubiera venido mejor el que le mandaran y frenaran aquellos ímpetus incómodos, pero a lo más que llegó el sevillano fue a tirar el palo e intentar ese numerito tan suyo de muletazos invertidos con las dos manos.

Única actuación de José Garrido en la feria, que la verdad que no ha sabido aprovechar. Inédito con el capote en el tercero, permitiendo que deambulara suelto por el ruedo, enterándose demasiado y poniéndose cada vez más peligroso, llegando a la muleta queriéndose ir al segundo muletazo buscando las tablas. Garrido solo era capaz de querer dar muletazos al uso, muy en línea y largando tela, sin rematar, muy insistente, sin poder al toro, para terminar con manoletinas al tiempo que le avisaban desde el palco. Entera trasera y tendida y a la salida el toro hizo hilo con él y tuvo que pegarse una buena carrera de lado a lado, para evitar la cogida. Al quinto le instrumentó unas verónicas esperanzadoras, pero todo se quedó ahí. Luego un quite por chicuelinas, teniendo que correr él lo que el toro no se desplazaba. Con la muleta empezó cerca de toriles primero, luego más allá del tercio en terrenos menos complicados, pero sin parar de correr, evidenciando su falta de mando, dando la sensación de quedarse a merced del toro. Un paso muy gris de un torero en el que hubo gente que confió. Y el viento que molestaba a los toreros hacía lamentarse al respetable por no haber cogido algo más que una rebequita y con ese frío venteño, en tarde de pocas emociones, la verdad, que largo se hizo sin que calentara el sol.

 

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martes, 24 de mayo de 2022

El presidente que quería ser nuestro amiguito

Que bien vendría más de una tarde el que los peones pararan al toro, que se lo mostraran y que el matador no fuera a ver qué pasa 


Segunda novillada de feria o es la… no sé, uno ya se pierde, se le apelotonan las tardes. Y además una novillada, que buen día para irse con el vecino del cuarto a echar un partido de squash y luego unas cañitas, con toda libertad. Que si al menos toreara Roca Rey, todavía, aunque no sé si torea novillos o si esto cuenta para que él… No sé, me estoy liando, pero claro, como hay por ahí algunos que dicen que el peruano torea novillos, pues uno ya no sabe. Pero al final el vecino tenía junta de vecinos en la sierra y me ha dado plantón. Y nada, a los toros que me he ido; sin demasiadas ganas, porque yo soy de los que eligen las buenas. Novillos de Fuente Ymbro, para Manuel Diosleguarde, Jorge Martínez y Álvaro Alarcón. ¿Y quién les conoce? Serán unos chavales que están empezando, ¿no?

Pero vaya, uno que iba desanimado y se ha encontrado con una novillada más que interesante, que al final le han dado la vuelta al ruedo al sexto y ha salido el ganadero a darse la vuelta al ruedo. Un verdadero exceso, pero bueno, si cada tarde sale una corrida como esta, yo dejo que se den vueltas al ruedo hasta los de las almendras y los sombreros de paja de la manita. Que ya digo que dar una vuelta al ruedo, igual era porque el señor del palco, uno de los nuevos, quería hacerse amiguito de los niños que no llenaban la plaza. Que la verdad es que algunos de los del señor Gallardo eran un pelín demasiado anovillados, pero el interés no ha sido por el tamaño, sino por lo que han mostrado en el ruedo. Novillos con sus cosas, algunos con demasiadas cosas y otros que se toreaban solos. El primero, que le correspondía a Manuel Diosleguarde, salió flojeando y no se le picó nada. En la muleta acudía al engaño despacito y el salmantino le empezó toreando incluso sin demasiado piso, para a continuación apelotonar los muletazos, con algún que otro enganchón. Siguió ya pegando trallazos y el novillo apretando. Al menos tuvo el recurso de iniciar las tandas con un muletazo de recurso para alegrar al toro, detalle que más de uno podría aplicarse otras tardes. Pero la continuación no respondía a lo deseado, pico, distante, trallazos trapaceros y hasta citando casi de culo. Le dieron una oreja, que quizá sea demasiada recompensa para lo hecho. En su segundo no anduvo al tanto de la lidia, mal el picador que en el primer encuentro le abrió un ojal en el lomo al animal. Se montó una capea en la que todos o casi todos pillaron toro, mientras el matador solo andaba por allí. Parecía decidido a ir a por la segunda oreja, lo que resultaba muy posible tal y como iba la tarde, los toros embestían, el personal muy entregado y el señor presidente queriendo hacerse amigo de sus nuevos parroquianos, quién sabe, lo mismo se liaba a sacar esos pañuelos blancos que ahora parecen de usar y tirar. Afarolado de rodillas para comenzar la faena, pero en el segundo se enredó y quedó desarmado, que el novillo quería coger eso rojo a toda costa. Insistió de rodillas, esta vez con redondos con el pico. Ya erguido siguió pegando trallazos y tirones. Muy acelerado, lo mismo por uno que por otro pitón, para acabar con manoletinas, que si no las han visto nunca por lo novedoso, consiste en… ¿seguro que no las han visto antes? Y si había alguna posibilidad de una segunda oreja, un espadazo en mitad del lo cerró cualquier atisbo de triunfo.

Jorge Martínez se presentaba en Madrid y oiga, parece algo diferente a los demás. Que Dios le guarde y no aprenda lo que no tiene que aprender. Y me refiero a que le guarde no el novillero, sino… en fin. Ya de salida el animal le pegó una colada que era para pensarse las cosas. Se vencía por el izquierdo. Ni una facilidad del de Fuente Ymbro. Abanto, intentaba el Totanero meterlo en las telas, que no es que estuviera lidiando mal, a pesar de un desarme. Picado en buen sitio por Álvaro Marrón, acabó doliéndose en banderillas. En el último tercio el animal se colaba ya por todas partes, pendiente del torero, pero este viendo el peligro que allí había no se amilanó y siguió queriendo torear, un achuchón, nada cariñoso, pero Martínez lo tenía claro, con las lógicas carencias de un novillero, pero con el espíritu que todos deseamos en los novilleros, que si les dan un trompazo no se echen para atrás. Su segundo, el quinto, tampoco fue una perita en dulce, quizá le han tocado los dos con más complicaciones del encierro. A este empezó tanteando por ambos pitones y al coger la muleta con la derecha mostró una clara intención de embarcar al animal y torearlo. Lo logró por el pitón derecho. Si es cierto que estuvo irregular y que siguiendo con la zurda, tras recibir un empellón, atravesó la muleta, colada y al siguiente encuentro le levantó de mala forma, pero todo quedó aparentemente en nada. Y Jorge Martínez seguía teniéndolo claro. El novillo estaba con él, pero él estaba con el novillo, sacándole una tanda sin quitarle la tela de la cara y tirando de él. En el momento en que intentaba eso del pico, se le venía a él. No encontró la medida de la faena, pero sí que dejó otras cosas que no son las habituales de la modernidad. Una entera en el rincón y el señor presidente no concedió una oreja que quizá se habría ganado, pero lo hecho, hecho estaba. Eso sí, así el señor presidente no iba a tener nunca amiguitos. Con lo que enfada al personal la no concesión de un trofeo. Como si les mentaran lo más sagrado.

El tercero era Álvaro Alarcón, al quizá le tocó el mejor lote. Su primero una raspita feucha a la que después de trapacear dejó que deambulara por el ruedo. No se le picó y ya en el último tercio, el toledano se plantó en los medios con la muleta plegada, para pasárselo por la espalda. Continuó con muletazos trapaceros, destemplados, largando mucha tela, todo en línea, si acaso acompañando el viaje, metiendo el pico, demasiado perfilero y sin parar de dar pases y más pases. Una estocada entera, que por la ejecución diría que estaba caída, pero no lo puedo jurar, porque Alarcón se quedó con la empuñadura en la mano. Y que esto le pase a uno de Toledo, ya tiene delito. ¡Hombre! Que las mejores espadas son las de Toledo y Damasco. Al salir el sexto el personal aún rumiaba el cabreo con el señor presidente por no dar la oreja del quinto. Que él no quería, que él solo quería hacer amiguitos, que se está haciendo al puesto, entiéndanlo. Ese sexto salió rebrincado. En el caballo Antonio Muñoz le agarró bien la dos veces, pero atención a lo que les voy a decir ahora, el de Fuente Ymbro se dolió en banderillas, un dato muy a tener en cuenta después. Telonazos para iniciar el trasteo, sin llevarlo nunca toreado, iba y venía y él le ponía el engaño. Mucho pico, muy descarado, dejando que el toro le tocara la pañosa. Pico, toreo en línea largando tela sin pudor. Incluso se le metía por la ventana que dejaba al meter el pico. Despegadísimo, volviendo a citar casi dando la espalda. Estocada entera, traserísima y caída, pero el señor presidente sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, en un ataque de enajenación se lio a sacar pañuelos. Dos blancos y un azul, sí ese de la vuelta al ruedo al toro; ¿recuerdan el dato de dolerse en banderillas? Pues eso. Hasta el señor gallardo salió a darse un garbeo por el ruedo. Pero todo el mundo estaba feliz, porque al fin el señor presidente se había puesto a dar trofeos, honores y hasta se dice que se pagó una ronda en la discoteca de moda del momento, la terraza del tendido alto del 6 y el 5. Y es que estaba claro, clarísimo, estábamos ante el presidente que quería ser nuestro amiguito.

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lunes, 23 de mayo de 2022

Otra ronda de banderillas

Ni un detallito en toda una tarde, ni un remate, ni un...

Tres toreros que ponen banderillas y toda una tarde por delante para que los tres muestren su destreza, su punta de velocidad, su capacidad para frenar, para girar, para derrapar… ¡Ah, no! No, eso no, eso no lo hacen los banderilleros… ¿O sí? Como si fuera tarde de figuras, hubo de parchearse el cartel que anunciaba toros de Torrealta, con dos de Hnos. García Jiménez o lo que es lo mismo, Matilla. Así nos entendemos todos. La plaza estaba rara; tengamos en cuenta que era el día después de la jornada de la infamia que fue la fecha anterior. Aún se hablaba de la vergüenza, del estupor, de la incredulidad, de la necesidad urgente de impedir que se meta o se venda alcohol en la plaza. Que sí, que hay quién no entiende ir a los toros sin sus lingotazos, pero es que estos igual es que se confunden de lugar. Confunden la plaza con un macrobar, una discoteca, un... ¡Caramba! Igual que la empresa y el Centro de Asuntos Taurinos. Entonces, apañados vamos. Que sí que hay mucho jovencito que va pertrechado para un botellón monumental, pero también los hay que se abochornan ante el espectáculo que vemos un día sí y otro también y en una pancarta han plasmado su deseo de “Menos alcohol y más educación”.

El parcheado encierro ha resultado ser una novillada seria. A unos les tapaba un poco más la cara, con unas cabezas bien armadas. Mal picados y nada picados, si acaso alguno igual no señaló el puyazo, pero sería porque estaría hablando el pica por el móvil. Malas lidias en general, dejando que los animales corretearan demasiado por el ruedo y si alguien lo ha evitado en sus toros, ha sido el Fandi. Sí, sí, pásmense. Que tiene sus cosas, pero con el capote medio se apaña. Eso sí, no le pidan gollerías, porque para eso ya no da. Que si nos paramos a pensar, lo mismo el ganado y sus lidiadores son tal para cual. Por un lado, lo mismo daban los de Torrealta, que los de Matilla. Mismos mulos con cuernos y mismos comportamientos, que si uno cabeceaba más en el peto, que si otro se dejaba más, que si se aburre antes o despues de que le peguen trapazos, pero al final, todos igual. Y de los de luces, pues al menos te orientabas por el color del traje de luces, que eso siempre es de gran ayuda, sobre todo para cuando viene algún neófito a ver a tal o cual y le tienes que decir quién es, por eso, por los colores del vestido de torear.  Y por si esto fuera poco, los tres se atreven a coger los palos. ¡Qué plácida vida la del peón de un torero banderillero! Que ya les digo yo, que estos matadores banderilleros hacen más que bien de no dejar a los peones, no vaya a ser que los descubran. ¿Diferencias? Pues que el Fandi las pone muy rápido, pero… es que Leo Valadez también va muy rápido. Bueno y que El Fandi las pone al violín, pero… Escribano también las pone al violín. ¿Entonces? Ya está. El Fandi las pone muy rápido y a veces hasta coge un cuarto par, no por gusto, sino porque otro está caído en la arena. Esa es una diferencia. Y Leo Valadez falla en más de una ocasión y solo tira un palo y el otro cae al suelo. Y Escribano, pues lo mismo, aunque al menos se la jugó en un par por dentro, citando sentado en el estribo. Que no es que sea el colmo de la belleza, pero bueno, es diferente, porque en conjunto, los tres las pones a toro pasado, clavando allá dónde caigan, que ya pueden estar en mitad del lomo, que el gentío se lo jaleará con entusiasmo.

Del toreo de uno y otro y el de más allá, pues más de lo mismo, acelerados, con el pico de la muleta, fuera de cacho, teniendo que correr constantemente para recuperar el sitio, mucho enganchón y con faenas eternas y hasta poco soportables. Y aquí pongan ustedes delante el nombre de cualquiera de los tres. Y a la hora de entrar a matar, pues casi pasamos capítulo. Si acaso ese vicio tan feo de tirar el trapo a los pies del toro, como hizo Valadez en el último. ¡Hombre! Esta sí que fue una buena estocada, en el sitio. Eso sí, tanto como para darle un despojo, que también, vaya premio. Tanto que hablan de innovar en esto de los toros y siguen cortando despojos del toro. No sé, es como si en un combate de boxeo al ganador le dieran la coquilla del adversario o en un partido de fútbol las camisetas de los… espera, que eso ya lo hacen. Que no podrían darle al triunfados una caja de bombones, unas galletas o ya puestos, algo más a mano, un lingotazo con los que el público se anima y coge fuerzas para mandarte callar, para que pidas más despojos o para que bieeeejjjnneees a placer. Y ahora se extrañaran que en este ambiente tabernario no se contagien los de luces y cuando cojan los palos pidan palos para todos, como si le gritaran a los del callejón: ¡niñooooo! Pon aquí a estos señores otra ronda de banderillas.

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domingo, 22 de mayo de 2022

Y la chusma de los botellones asalto Madrid

¿Para esta chusma se cría el toro de lidia?


Anda que no se han vivido tardes de bochorno en la plaza de Madrid, tardes de escándalo ganadero, de fracasos de los actuantes, de palcos infames y de públicos verbeneros, pero lo sucedido en la tarde de los seis toros de Ureña ha sobrepasado cualquier limite posible e imaginable. Algo que por mucho que se intentara, no tenía explicación, nadie la encontraba, los habituales nos mirábamos, nos preguntábamos y la sensación era que estando sentados en el patio de nuestra casa, de repente han echado la puerta abajo una masa, una muchedumbre, una chusma sin honor, sin vergüenza y se han dedicado a tirar abajo, a quemar los muebles, las cortinas, las alfombras que heredamos de nuestros mayores, han abierto los cajones y han desperdigado al aire todos los recuerdos que atesorábamos en nuestro corazón, todos los recuerdos que nos formaron, los que forjaron nuestro ser, lo que nos enseñó a caminar por la vida. Han sacado los libros de nuestra vida y han formado una pira gigante, mientras solo nos quedaba ocultarnos de esa grey tumultuaria, bárbara que con sus risotadas y alaridos de animales danzaban alrededor del fuego que convertía todas esas páginas de saber, de secretos, de alegrías, de incertidumbres, en humo que escapaba de aquella orgía infernal queriendo esquivar esos negros nubarrones, para llegar al cielo, un cielo dónde no cabe, dónde no llega toda esta inmundicia firmada por esta chusma rebosando alcohol o lo que sea. Otros días, a esta misma hora, estaría consultando mis notas, intentando contar cómo había visto yo el festejo del día, pero hoy, perdónenme, me siento ridículo viéndome echándole un vistazo a la libreta y que si este toro manseaba o si el matador se esmeraba en la lidia. Me siento como si después de un bombardeo me preocupara por si la ropa ya se ha secado en el tendedero. Si con la casa convertida en un amasijo de cascotes encontramos la chapa del buzón con el nombre y dirección de un lugar que ya no existe, porque ha sido reducido a cascotes por una chusma infame.

No sé si esto es por lo que claman desde hace tiempo los señores de los micrófonos de la tele del movimiento, si responde a esa aspiración de público verbenero del señor Amón, si así les gusta la plaza al señor Esplá o Fernández Román, si esta es la fiesta a la que aspira Emilio Muñoz, maxi o Germán, porque si esto es lo quieren… Espero que se hayan dado cuenta de que el mundo que ellos pretenden es imposible, que esta chusma que ellos alimentan y jalean puede llegar a ser un ente descontrolado que arrase con lo que se les ponga por delante, sin mirar más allá del vaso rebosante de alcohol. Esa chusma no solo es capaz de linchar a la plaza de Madrid y colgarla del primer árbol que tengan a mano, sino que lo desean, pareciendo que cumplen una venganza, que sacian rencores y envidias acomplejadas ante lo que para ellos es inalcanzable. Esta chusma que se siente satisfecha de tirar por tierra la gloria, la historia de esta plaza, sin darse cuenta de que son la vergüenza de su tierra, de su propia casa. Que a muchos aficionados de su tierra les habrán hecho sonrojar, lamentando compartir con ellos la misma tierra, porque ellos no son así, ellos no odian la grandeza, la quieren vivir, la quieren disfrutar y desean con toda su alma sentirse acogidos por ella una vez más, como tantas veces lo fueron.

Siento profundamente no poder, no querer detenerme en lo sucedido en esta tarde en la que Paco Ureña se encerraba con seis toros, o lo que fuera aquello. Siento que Ureña se deje engañar por esos cantos de sirena que solo le pueden llevar al precipicio, mientras él se siente satisfecho y falsa y cínicamente honrado por una plaza que no es la de Madrid. Esosí, que sepa una cosa, el día en que vuelva a ser lo que fue, esta chusma tampoco sabrá valorarlo, ni agradecerlo y quizá tampoco recordarlo. Seis toros muy escogidos de La Ventana del Puerto, Domingo Hernández, Adolfo Martín, José Vázquez, Juan pedro Domecq, Victoriano del Río y el sobrero quinto del Conde de Mayalde. Un encierro nefasto, flojo, sin picarles, como si fueran hijos de la misma vaca, con los que Paco Ureña ha sido incapaz de dar un solo muletazo de verdad, con los que ha mostrado todas las precauciones, inseguridades, incapacidad y falta de ideas y recursos necesarios para un compromiso así. Él venía a triunfar y se ha querido creer que lo ha hecho bajo un chaparrón, despatarrado, todo trampas, todo destoreo, mientras la chusma le aclamaba, mientras la chusma le engañaba. Siempre he considerado a este torero como un ejemplo de honradez, de entrega, entrega hasta más allá de los límites, un torero al que en más de una ocasión le he escuchado decir que los toros no es que sean malos o buenos, es que si no triunfa es porque él no los ha sabido entender. ¿Cabe mayor rasgo de honradez, de torería, incluso? Pero en esta ocasión, si se ha dejado llevar por el hechizo de la chusma, quizá solo podría rogar a la providencia que le abra los ojos y le permita ver con claridad lo sucedido esta tarde, en que esa chusma ha decidido celebrar lo que ellos consideraban un triunfo sembrando el ruedo de Madrid de almohadillas, incluso alguna lata de cerveza llena, mientras Ureña y la cuadrillas solo intentaban que el toro doblara. Así estamos, intentando digerir lo que no podemos asimilar, lo que no sé si queremos asimilar. Esos a los que molesta una protesta, un pitido, unas palmas o una voz pidiendo el toro, que este se cruce, que denuncie un bajonazo, que se mate con la espada y no con el verduguillo. Esto que esta tarde ha habido que repetir demasiadas veces, pero estábamos sentados en el patio de nuestra casa esperando poder entregarnos en cuerpo y alma al toro y a la casta y la chusma de los botellones asalto Madrid.

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sábado, 21 de mayo de 2022

Entre carros, talanqueras y alegrías

Habría que saber si los inválidos habrían aguantado algún muletazo sometiendo y toreando. Podemos intuirlo, pero ya no lo sabremos nunca

Dicen que un día se encontraron dos caballeros en un café de Cincinatti y que descubrieron dos cosas, que los dos eran españoles y los dos se interesaban por los toros. ¿Y de dónde es usted? De Villatejas del Valle, lo tiene que conocer, es el pueblo de Fulanito de tal, que salió por la Puerta Grande de Madrid. Pues no, la verdad es que ni me suena, pero seguro que usted conoce a un chaval de mi pueblo que ese sí que salió a hombros, Zutanito de tal, de mi pueblo, de Lastrillas. Pues ahora no caigo. Y los dos pensaron que menudo aficionado debía de ser aquel señor que no se acordaba de cuando el paisano salió a hombros, llevado por todos los del pueblo que llenaron no sé cuántos autobuses para ese día en Madrid. Y, ¿ustedes creen que se acabarán recordando tantas salidas a cuestas de esas que últimamente promueven y perpetran los paisanos, vecinos o amigos de los toreros? Que dicen las malas lenguas que hasta han repartido pañuelos a la entrada de la plaza para que el personal pidiera hasta las criadillas del toro, como aquella tarde triunfal de Armillita. Que me recordaba a mí cuando escuché hace años a un caballero afirmar que esto era lo que había que hacer y decirle a la gente que era para que pidieran orejas. Pero la cosa no para ahí, que hubo a quién esto le pareció la idea del siglo. Pues ya ven lo que pasa cuando se reparten pañuelos a diestro y siniestro. Que habrá quién diga que con estas maniobras se degrada y ridiculiza la plaza de Madird, la misma fiesta. Pero, ¿qué más da? Total si se va al garete, que se vaya, para una vez al año que voy, qué más da. Y si no es en las Ventas, ya será en Carabanchel, Leganés, Sanse o el Álamo, que para pimplarse unos cubatas da igual el sitio.

Que llegaba el señor de Garcigrande y Domingo Hernández, pero sin Domingo Hernández, a pesar de estar anunciado, con una corrida muy de su gusto y del gusto de los taurinos. Y la verdad es que salió ideal… ideal para el mantazo, ideal para no poder picar, ideal para simular la suerte, que en una de estas, haciendo el picador que picaba, por no apretar, el de Garcigrande le mandó al suelo. De la presentación no sé que decir, ninguno de presencia imponente, nada más lejos, pero tampoco era para montarles la marimorena, aunque también se podrían haber protestado por escasos de trapío, como por exceso de invalidez, pero para darles pases sin molestarlos, valían. Y ya saben como son estos toros modernos, que de bravura, poco, de casta nada, pero es ponerse con ellos a yo te tiro el palo y tú me lo traes, o lo que es lo mismo, me pongo flamenco poniendo poses, te pongo el trapito y van y vienen hasta que dices que se acabó el juego de un espadazo.

La plaza estaba más que ambientada, que solo faltaba el olor a gallinejas y de fondo a los Camela, para creernos que estábamos en la verbena de Villatejas del Valle o de Lastrillas. El personal aplaudía hasta pestañear de los artistas, eso sí, si lo hacían con garbo torero, por supuesto. Al Juli se le esperaba, sobre todo después de lo del último día, pero aquello parece que fue flor de un día. Su primer inválido medio aguantó de pie, pero lo de hacer que fuera a la muleta ya era pedir demasiado. Se veía al torero de siempre, que incluso recuperó su famoso julipié, eso de apartarse a la carrera y pasados los pitones soltar la puñalada. En su segundo, como en su primero, dejó que el animal fuera a su antojo, aunque hay que reconocerle unas verónicas medio aseadas, pero con los brazos encogidos. En el último tercio el Juli volvió a ser el de siempre, ese torero listo que sabe lo que hay en los tendidos y desplegó todo su saber metiendo el pico, siempre en línea, cogiendo la pañosa como una bandera con el brazo medio encogido, en ocasiones citando hasta de espaldas para esos muletazos efectistas, lo que provocaba el delirio de la concurrencia. Pinchazo y entera muy trasera. Ya era el delirio. Hubo petición, pero el señor presidente consideró que ese pinchazo le hacía perder la oreja del público y no sacó el pañuelo blanco. Y lo que se enfadaron algunos, quizá esos mismos que aplaudían la muerte de bravo de un toro que para doblar exprimió su último aliento en irse a toriles, lo que tampoco es que sea de muy bravo.

Alejandro Talavante sigue en ese buscar su identidad y parece que sigue sin encontrarla. No se encontró en unos capotazos desganados, ni mostrando ningún cuidado en la lidia. EN el último tercio empezó el de Garcigrande mostrando codicia, al tiempo que manifestaba su falta de fuerzas que le hacían perder las manos una y otra vez. Trallazos con el pico a lo que mandaba el animal, siempre muy fuera, no parando de correr, llenando a ponerse hasta vulgar, para culminar con un tremendo bajonazo que gran parte de la concurrencia no entendía por qué se protestaba. En el quinto, más desgana, como si no estuviera para nadie. Al menos el de aúpa colocó la vara en buen sitio, que en época de puyazos traseros, caídos o ambos, ya es mucho. Eso sí, apoyó el palo y punto. Y Talavante quería demostrar que él quería y con la muleta en la mano se hincó de rodillas en la arena. Casi le desarme en los primeros compases, pero no desistió y aún dio una tanda por el lado derecho, que al menos le quitaría las moscas al Garcigrande. Primeros derechazos en pie con media muleta, recortando, con lo que eso gusta, aunque hubiera algún que otro enganchón. Con la zocata metía pico y más pico de forma descarada, siempre fuera, moviendo la muleta como si fuera un trapo. Acabó metiéndose entre los pitones y quizá en este trance tuvo el gesto más honrado de la tarde, tirando la muleta al suelo, lejos, que total, para el uso que hacía de ella, tampoco es que la fuera a echar de menos.

Y he aquí quizá el que más público concentró en la tarde, Tomás Rufo, elegante jovencito que confirmaba y que salió a cuestas de los entusiastas. Alumno avanzado de las figuras del momento, apenas tiró un puñado de mantazos al aire. Luego vino un trasteo en el que hubo tanta lentitud o aceleración, según se mire, como se permitía el moribundo que hizo primero. El animalito se arrastraba de aquí para allá, mientras Rufo le llevaba con el pico, quedándose él fuera, sin rematar en ningún momento ningún pase. Le costó un mundo cuadrar para montar la espada, el toro a la mínima se ponía a escarbar, pero al final una entera trasera le valió para el primer despojo. Se presentaba bien la tarde, el primer toro y ya habíamos estrenado el pañuelo. En el sexto ya le desarmó en los primeros mantazos, sin fijarle, el animal iba a su aire y así acudió al caballo, suelto, al hilo de las tablas. Ahora era la oportunidad de los paisanos para poder darle otra oreja y así poder contar en Cincinatti que eran del pueblo de Tomás Rufo, el que un día salió a cuestas del pueblo de Madrid, o de su pueblo, que el resultado será el mismo. Mucho trapazo con la pañosa muy atravesada y dejándosela tocar demasiado. Con la izquierda de uno en uno, porque no acababa de encontrar el sitio y vaya si lo buscó a la carrera. En algunos pasajes, cuando el toro ya se había arrancado se colocaba a la carrera y le atizaba el muletazo. Y entre te pego uno aquí y otro allí, los entusiastas perdían el sentido y después de una caída tirando el trapo descaradamente, se le concedió otro despojo, el que le daba derecho a salir a cuestas por la puerta de servicio de la plaza de Madrid, con el delirio vivido entre carros, talanqueras y alegrías.

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viernes, 20 de mayo de 2022

Ya venían emocionados de casa

El que quiera emociones de verdad, emociones fuertes, que le pongan un toro romaneando en el caballo y sabrá lo que es emocionarse de verdad, para no olvidarlo jamás


Llevamos ya un tiempecito en que los toros parece que solo tiene dos fines, uno, el arte, arte a cualquier precio, incluso al precio de tener que pagar como arte la más sublime vulgaridad y chabacanería, pero si esto se hace calzando medias rosas, ya es arte. Y el otro es el emocionarse. Y a ver quién te discute lo que sea, si esa persona en cuestión se ha emocionado. ¡Ojo! Que la emoción también puede ser provocada por la vulgaridad o la ineptitud de un señor, casualmente, con medias rosas. Porque imaginen que sale un toro con sus cosas y se pone delante alguien un poquito pez. La sensación de peligro se hace más que evidente y por consiguiente, hay emoción; emoción creada a partir del desconocimiento y falta de cerebro de un señor. Eso sí, calzando medias rosas. Y claro, si resulta que alguien apunta con un círculo rojo una corrida de figuras esperando ver la consumación de una orgía de arte y emociones a cargo del que algunos han ensalzado al Olimpo taurino, a nadie se le pasa por la cabeza que esa tarde no se vaya a producir el milagro de los panes y los peces ante sus propios ojos. Que lo mismo los panes eran de la panificadora, con una furgoneta llena de chapatas, baguettes, Viena, molletes, hogazas, pan de picos, y los peces eran los del reparto de todos los jueves de Pescaderías la Dorada, que en un cruce se dieron de frente y toda la mercancía se desparramó por el asfalto, las aceras, la mediana y el parque infantil de la esquina. Pero que no venga ningún listo a contarles lo que pasó de verdad, porque ellos quieren emocionarse y creer que aquel es el milagro de aquel señor de las medias rosas.

Se palpaba en el ambiente ese deseo de ser testigos del milagro y si no se producía, se fabricaba, porque si hay que emocionarse, o nos emocionamos todos o tiramos al presidente al río. La gente ya venía emocionada, quizá porque habían conseguido una entrada en tarde tan señalada, quizá porque se iban a pegar sus lingotazos de yintonis, quizá porque estaba nublado y no les iba a achicharrar el sol, quizá… ¡Vaya usted a saber! ¡Ah! Que si pide una tónica en los bares de la plaza, igual le dicen que no hay, pero si pide un yintonis, al momento. Que todo ayuda para lo de la emoción; ¡y de qué manera! Quién no se enteró muy bien de que iba esto, lo de emocionarse, fue el señor del Río, don Victoriano, que ya empezaba defraudando. Se anunciaba como ganadería de Victoriano del Río y Toros de Cortés y solo han salido del primero. ¡Vaya! Ni uno de Cortés, con la ilusión que nos hacía. Que igual no habrían sido tan desiguales, a veces tan flojos, tan sosos, tan muleteros, tan justos, estando en esa línea en que tan bien se manejan los ganaderos de la modernidad, en que no acaban de, pero tampoco parece que sean para protestarlos, aunque ya digo, alguno se protestó, pero tampoco demasiado. Que lo mismo era la postura más sensata, porque en tardes como esta, al público le da igual que le echen a la mula Francis con cuernos, que como van a emocionarse caiga quien caiga, como están predispuestos a crear una atmósfera rebosante de un histerismo descontrolado, ¿quién se pone a luchar contra eso? Es baladí intentar oponer raciocinio y argumentos ante quién solo pone por delante la subjetividad y el ansia viva de emocionarse.

Encabezaba el cartel José maría Manzanares, que a su primera raspa ya le recibió enmendándose con el capote. Apenas se le pudo apoyar el palo y no acababa de salir del primer encuentro con el peto, el animalito ya abría la boca buscando el aire que le diera un poquito de resuello. Con la muleta se limitó a pegar trallazos con el pico, echándoselo para fuera, venga carreras, buscando a ver dónde se iba a encontrar, pero no se encontró, llegando a parecer que no podía ni con este moribundo andante. Al cuarto, un buey regordío, ni mantazos de recibo. Suelto por el ruedo, le apretaron más de lo que suele ser en estos días emoción, pero sin excesos. Después estuvo perdiendo las manos frecuentemente, mientras Manzanares apenas llegó solamente que a merodearlo, a dejar que pasara el tiempo.

Quién abrió plaza fue el triunfador de la Copa Chenel, Fernando Adrián, quien tuvo suerte de que el premio nadie se lo podía ya quitar, porque aunque sea simbólicamente, esta tarde lo devolvió sin discusión. Ya de primeras mostró poca eficacia con el de la confirmación y a la mínima se dio la vuelta de espaldas a los medios, cediendo terreno. En el caballo el palo lo apoyó el pica en buen sitio, pero decir que picó es mucho exagerar, si acaso le arañó por dos veces. Adrían quería mostrar su compromiso y se puso de rodillas para iniciar la faena de muleta, pero el toro andaba a otras cosas. El espada insistía y el toro desistía, hasta que al final, más próximo a las tablas, se le arrancó y empezó darle trapazos por delante y por detrás, que eso siempre emociona, ¿no? Transcurrió una faena sin criterio, que lo mismo metía el pico con descaro ante unas arrancadas a pasito lento, que se lo pasaba por detrás, porque sí, siempre citando desde fuera, para acabar ahogando al de don Victoriano, al que despachó de un infame bajonazo. Y los emocionados atónitos al ver que alguien protestaba que toda la espada estaba enterrada en lo negro. Su segundo, que fue quinto, un cornalón que parecía candidato al Rocío. Enseguida mostró su condición, yéndose a esperar a terrenos de toriles.  No quería ni ver al caballo, al que llegaba suelto por el ruedo, le daba un respingo y a correr. Fernando Adrían tomó la muleta y aparte del toreo ventajista moderno y de darse muchas carreras, era un cuadro desangelado, sin gracia ni para trampear. Acelerado, desajustado y sin parecer saber adónde quería llegar. Bueno, al menos ya confirmó y muy poquito más.

Y ahora podría contarles lo que el personal se emocionó con la actuación de Roca Rey, pero tampoco quiero que piensen que he perdido la cabeza. Que sí, que es muy listo, o más que listo, pillo, como esos pícaros que saben como sacarse dos monedas, o con la simpatía o conmoviéndote, emocionándote. Un señor que se viste de luces, que incluso calza medias rosas, pero que se inhibe absolutamente de las lidias y le importa nada el estar bien colocado para auxiliar al compañero, que los banderilleros se las apañen solitos, que él bastante tiene con estar colocando el capote permanentemente. Con el capote estuvo vistoso para los emotivos, pero siempre enmendándose, sin plantar las zapatillas en la arena. En su primero dejó que el animalito con pinta de buey fuera a su aire y se marchara las dos veces al picador de puerta. Quitó con el capote, pero no me pidan que describa el quite, bueno, sí, un quite que emocionó al respetable. Pero como los corazones no son de acero, con la muleta solo se limitó al número del pico, los trallazos, la recolocación, muy fuera, cambios de pitón aparentemente sin otro criterio que el que se le cansara el brazo. Para rematar de un espadazo pescuecero, caído. Y salió el menos toro de la tarde, que habrá quién diga, sin emocionarse, que era hasta anovillado. Simularon sin pudor la suerte de varas, con el palo en alto, a lo que el público ahora ya siempre responde con palmas emocionadas. Le citó de rodillas, lo que provocó las primeras manifestaciones patrias, los de allá con las banderas rojiblancas y los de acá, con los impertinentes vivas. Tuvo que hacerse una pequeña peregrinación de rodillas, como si estuviera de penitente camino de Fátima. Trapazos ahora por delante, ahora por el cu… por detrás. Tanda de hinojos con mucho pico, pero daba igual, la cosa era emocionar. Ya en pie, más de lo mismo, pero además con trapazos empalmados, sin rematar, apelotonándolos, con lo que eso gusta y emociona, otro por el cu… por detrás, arrimón, trapazos recolocándose en cada uno y la emoción a mil, mientras otros no creían lo que veían, como la gente se podía emocionar con semejante esperpento tan ajeno y con tan poquito que ver con algo parecido al toreo. La cosa es que el animal pase, un concepto absolutamente opuesto a lo que es torear, llevar al toro. Pero daba igual, ellos se emocionaban, pues no hay más que hablar. Menos de media, un aviso, tres descabellos y el toro dobló solo y los emocionados sin esperar más, cogieron el petate y se marcharon, sin tan siquiera hacerle dar a su ídolo una emocionada vuelta al ruedo. Se desinfló el globo como por arte de magia, era como si a lo que hubieran ido era a ver cortar orejas y como no las hubo, ¡hala pa casita, que refresca! Y a mí no me digan pero estoy convencido de que todos los entusiastas de esta tarde ya venían emocionados de casa.

 

PD.: Un recuerdo sinceramente emocionado al maestro Miguel Baez “Litri”, que tantas veces puso los corazones boca abajo.

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jueves, 19 de mayo de 2022

Las Ventas se gana el ser sede olímpica

Eso de la carreras y el toreo con temple son dos conceptos que no casan, ni aunque estemos hablando de lo más moderno del toreo


Una característica de la plaza de Madrid es que siempre, a pesar de lo que creen muchos, es agradecida y en esta tarde de los Pedraza, seguro que lo volverá a ser con quién la ha engrandecido y quién ha puesto todo su entusiasmo en hacer crecer. Y yo quiero ser el primero en reconocer los méritos, grandes méritos de esta tarde de uno de los tres toreros que conformaban la terna. Mi agradecimiento y reconocimiento a Jesús Enrique Colombo, del que en otros momentos igual hemos dicho que si tal o que si cual, pero no puedo por más que descubrirme ante. La plaza de las Ventas ha acogido desde hace décadas la feria de San Isidro, las sucesivas temporadas capitalinas, ha sido una inigualable sala de conciertos, en sus tendidos resonó el Obladi Obladá de los Beatles, que la hicieron pasar a la historia más gloriosa del rock. Aquí han actuado grupos y cantantes únicos, han volado las motos por el aire, ha sido pista de los circos de todo el mundo que hacían escala en Madrid, jornadas gastronómicas, la Copa Davis, en fin. Pero hubo algo que ni los sucesivos ayuntamientos consiguieron y anda que no lo intentaron, convertir la plaza de las Ventas en sede olímpica; y ha tenido que ser este hombre quien lo ha conseguido en dos tercios de banderillas para la historia. Que no se me equivoquen, no es que haya cuarteado, cuadrado en la cara y dejando los palos saliendo andando. Como si tuviera un motor supersónico, el torero ha dejado seis pares a una velocidad endiablada y lo que es más de aplaudir, a una distancia en la que parecería mentira llegar al toro, que además en su marcha se iba alejando de Colombo. Les ha faltado tiempo a los presentes de París 2024 para solicitar que las Ventas sea sede de la modalidad de acrobacias aeroterrestres sobre tierra. No daban crédito. Parecía imposible estirar tanto los brazos y a esa velocidad. Que bien podría haber flaqueado en algún momento, pues se ha pasado la tarde a la carrera, como si llegara tarde a alguna parte. Que nada importa si todo era bailar y correr con el capote, pico, enganchones y dejando que el toro fuera y viniera, sobre todo el tercero, que no se cansaba de embestir a la muleta. Que si acaso debamos excluir de esta locura atlético festiva el que en su primero lo dejó bien colocado en el caballo, pero bueno, el mejor atleta tiene un borrón. Que los señores de París no le iban a descalificar por eso; que afortunadamente ese “error” lo subsanó después con esas banderillas a cabeza pasadísima, clavando desde lejos al más puro estilo Orzowei, metiendo el pico y tirando unos trallazos que Dios tirita, siempre con carreras y más carreras para recuperar el sitio, venga trapazos, que si le desarma, pero él no se desanimaba, seguía en esa orgía trapacera. ¡Qué profesional! Un atleta, ya les digo y un consumado especialista del bajonazo. Si parecía de goma. Y como fin de fiesta, al sacarle la espada al sexto, este le pegó un empellón y encunándolo se lo subió a los lomos. Que no creo que esto cuente como gimnasia y salto de potro, pero bueno, se podría ver, ¿no?

Y a todo esto, la corrida venía desde el Campo Charro, una de Pedraza de Yeltes que de presencia era más bien feota, algunos grandones, altotes, pero he aquí que el tamaño y los kilos no son sinónimo de trapío. El primero echaba la cara arriba en el caballo exageradamente, flojo, sin apenas resuello para dar dos pasos en el último tercio, aunque a pesar de todo, su matador, López Chaves, se llegó a poner pesadito, intentando no se sabe qué, dónde no había nada. En el que hizo cuarto, al salmantino le costó hacerse con él y ya de primeras se tuvo que dar la vuelta para perderle terreno. Solo cumplió sin más en el primer tercio, yendo al caballo suelto, porque pasaba por allí. Mala lidia y peor trasteo de muleta, en el que el Pedraza entraba como un mulo, sin humillar, mientras López Chaves le presentaba el engaño atravesado, con mucho pico, entre retorcimientos, carreras y un bajonazo final que si al final Las Ventas es sede olímpica, ya les digo yo que le quitan la licencia de esgrima.

Javier Cortés se ganó el puesto para sustituir a Diego Carretero en su anterior presencia en la feria. Y se encontró con un primer Pedraza que igual se podría haber mandado a salto de obstáculos, pasando por un equino con cuernos. Muchos capotazos, demasiados, castigado en el primer puyazo y nada en el segundo, apenas señalado. En la faena de muleta Cortés se limitaba a pegar muletazos acelerados, acompañando, sin mando, tirando líneas, para después intentar lo que hace unos días le resulto, esa pose forzada exagerando el compás abierto, pero sin mando, sin torear, para concluir de frente, consiguiendo solo quitarle las moscas al toro. El quinto, otro grandón feote, corría por el ruedo buscando terrenos en los que nadie le importunara con los trapitos. Peleó con fijeza en el caballo y díganme ustedes por qué, en el segundo tercio se hizo el amo el caos, un esperpento en banderillas, sin que el de Pedraza hubiera mostrado nada que justificara aquel mitin con los palos. Le empezó dando distancia, pero sin poder hacerse con el animal, dando vueltas y más vueltas, sin tan siquiera poder decir que acompañaba el viaje. Le acortó las distancias y el toro ya no estaba para nadie, se paraba y apenas iba al pico de la muleta que se le ofrecía y que enganchaba en demasiadas ocasiones, para terminar uno yendo como un mulo y el otro sin encontrar el sitio, ni la distancia, ni el temple requerido. Y por lo demás, reiterar el agradecimiento a Colombo por conseguir él solito en una tarde de carreras y más carreras, el confirmar que las Ventas se gana el ser sede olímpica.

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miércoles, 18 de mayo de 2022

A ver por dónde empiezo yo

Quizá el derechazo y el natural de principio a fin, rematándolo detrás de la cadera, habría que declararlo en peligro de extinción por la UNESCO

Que en esto es muy importante saber quién te cuenta las cosas, que no es lo mismo que te lo cuente un entusiasta de la tierra de los coletudos, que un sin tierra amargado a los que no les gusta nada nunca. Vaya, no he hecho más que empezar y ya me estoy poniendo al personal en contra, porque ustedes no lo sabrán, pero es muy difícil ser un amargado al que no dejan decir ni mu en casa y que no le queda otra que irse a la plaza a renegar de todo y a quejarse de todo. Eso sí, que cuando se entusiasman con algo grande de verdad, los motivados de un torero o de muchos, tampoco le dejan a uno disfrutar de ese momento de goce. Que si ustedes se cruzan con un animoso “adamista”, le contará que Joselito Adame ha estado colosal, grandioso y que los malajes protestones le han robado un triunfo monumental. O si camino del aparcamiento caminan junto a unos señores con un pañuelo de la peña de Ángel Téllez al cuello, pues lo mismo, que esos reventadores han evitado que su torero saliera en volandas camino del cielo de Madrid. Eso sí, que no veo yo a ningún partidario de Pepe Moral que esta tarde vaya diciendo que lo es; más bien les veo negando tres veces antes de que cante el gallo. Y del ganado… con la ilusión que algunos tenían antes de empezar la corrida.

Que lo de Arauz de Robles ha salido, pues de aquella manera, altotes, faltos de carnes,  manseando, con las dificultades propias de la invalidez en algunos, muy mal lidiados, se les ha dejado corretear por el ruedo a su aire, sin que hubiera intención de fijarlos a los engaños. Algunos buscando refugio cerca de toriles, mal picados, al notar el hierro, si no les tapaban la salida, echaban a correr buscando la salida. Eso sí, hay que decir en su descargo que no encontraban a nadie queriéndoles meter en el engaño, echándoles el capote abajo, simplemente se les presentaban telones a los que sorteaban con toda facilidad. Y ahora van a escuchar la opinión un amargado, mala gente, que como tengo que cerrar la mui a todas horas, pues lo acaban pagando los excelsos matadores, más conocidos por Joselito Adame, Pepe Moral y Ángel Téllez. El mexicano ha tenido una tarde, ¿cómo decirlo? Dejémoslo en una tarde al uso, porque en todo el tiempo que lleva de alternativa no es que haya aportado demasiadas cosas y esta no iba a ser la tarde de la metamorfosis de este torero. Toreo para la galería, para la foto, pero no para hacerse con un toro, no para lidiarlo y menos para torearlo de verlas. Capotazos con desprecio, como si el animal supiese que él solito tenía que encelarse en aquel lienzo rosa. Sin pretender alargar el viaje del toro, ni mucho menos hacerse con él, llevarlo al caballo, en fin, lo que venía siendo hace tiempo eso que llaman lidia. Que sí, que perturba el que te devuelvan dos veces el que abría plaza, teniéndoselas que ver con uno de Chamaco, que cumplió sin más en el caballo y que en la faena de muleta tomaba más o menos la tela. Le citaba a distancia, pero el resultado era un trallazo con el pico, no pudiendo con él por lado izquierdo, con poses gallardas, pero nada más, poses, citando en algún remate casi ofreciendo la espalda, por no decir el culo, que está feo, dando la sensación de que el de Chamaco se le estaba yendo sin torear. En su segundo volvió la mala lidia al de Arauz, que incluso derribó al de aúpa. Lo cito al amparo de las tablas por estatuarios y mientras movía la pañosa, el toro se fue al bulto directamente, propinándole un topetazo impresionante, siendo más escalofriante aún la caída. Afortunadamente Adame se rehízo y pudo continuar el trasteo, aunque de forma poco afortunada, venga pico y más pico, siempre muy fuera, retorcimientos, demasiados enganchones, giros sobre si mismo para rematar las series. Aunque ya digo, hasta los hubo que se enardecieron, profiriendo vivas que ensalzaban el orgullo patrio. Bueno, tampoco pasa nada por un poquito entusiasmo y alegría.

Pepe Moral era el segundo que figuraba en el cartel y si lo miran ahora mismo, verán que no les miento, aunque si se lo preguntamos a una de esas personas que son buena gente y se contentan con cualquier cosa, igual no sabrían decirle a ciencia cierta si el sevillano estuvo o si fue pura ilusión. Pero tampoco vayan ustedes de listillos y no piensen en ir a preguntarle a los toros, que eso ya lo han pensado otros y es probable que estos tampoco supieran decirle si Pepe Moral se hizo presente ante ellos. Igual les dirían que un señor les enseñaba una cosa rosa, a la que ellos no hicieron caso, que bastante tenían en recorrerse el ruedo a la carrera. Y en el último tercio, igual vagamente pueden identificar a un señor que se la ponía atravesada, un tío soso, que tanto le aburría al segundo de la tarde, que optó por intentar irse en busca de las tablas. Y Pepe Moral intentando hacerse ver en mitad de un mar de sosería insufrible. Aunque lo que sí les podrá contar el de Arauz es que un señor alto y desgarbado no atinaba con los aceros y con el verduguillo no paraba de pincharle en el hocico entre las prisas y la desesperación, y todo por no entrar de nuevo con el estoque después de dos pinchazos. Ya saben aquel grito de “¡Se mata con la espada!” ¿No? En su segundo parecía que todo iba a discurrir de la misma forma y prácticamente así fue. No lo vio con el capote y casi tampoco con la muleta, a pesar de ese intento de venirse arriba iniciando el trasteo de rodillas, con lo que más parecía una veleta dando vueltas, sin mostrar un mínimo de quietud. Ya de pie fue más de lo mismo, con la salvedad de la espada, que esta vez se evitó el mitin del anterior.

Ángel Téllez, aquel que de novillero toreaba hasta en las bodas, bautizos y comuniones completaba una terna que a priori parecía más para rellenar una tarde, siempre desde el punto de vista que ya hemos indicado anteriormente, porque para los entusiastas, ya saben, cartel de relumbrón; o igual tampoco. Empezó Téllez manteando en exceso con el capote, pecando de ineficaz, permitiendo que el toro fuera allá donde le viniera bien. Hubo un duelo de quites entre el y Adame, pero casi mejor obviarlo. El animal no podía con su alma, le costaba un mundo, iba al pasito, cansino, lo que el espada aprovechó para acompañar esas lentas embestidas, siempre abusando del pico, sin rematar en ningún caso, si se puede llamar rematar el muletazo a lo que hacía, que era dar un manivolazo, lo hacía siempre delante de la cadera. Daba más la sensación que ya no era el toro el que pasaba, sino la tela por la cara del toro. A pesar del pinchazo hubo quién sacó el pañuelo, pero no fueron tantos como para animal al usía, conocido por su rapidez para regalar orejas a nada que uno que pasara por allí le diera las buenas tardes. En el sexto Téllez dio un recital de baile y de nuevo una multitud de capotazos que no llevaban a ninguna parte, ni a poner el toro en suerte. Que además el animal tampoco estaba por ayudar, marchándose una y otra vez. Eso sí, ¿por qué esa manía de mover el caballo en el sentido de las agujas del reloj y no al revés cómo indica el reglamento? Pues nada, allí que iban penco y jinete tras el burel. Lo de la lidia es mejor dejarlo pasar, porque al final hasta servidor se va a creer lo de amargado y que le pone pegas a todo. El toro se fue a esperar al matador a toriles y allí comenzó el viaje a ninguna parte que, entre mantazos, enganchones, carreras, trallazos, arreones del manso, pico y más pico, se pegaron los dos protagonistas. Se puso pesado el madrileño y solo desistió cuando las arrancadas podían ser las de un pollino en la era. Y díganme ustedes, con este panorama uno no sabe por donde tirar, porque aunque no se lo crean, que igual tienen motivos para no creerlo, no estamos tan amargados. O igual sí, porque ya me dirán si no es para estarlo si tarde tras tarde los inválidos son mayoría, los de luces no ven más allá de querer que les regalen despojos y más despojos, muy lejos de lo que es el toreo eterno, mientras que la dura piedra mortifica el orgullo de los que allí dejan sus mortificados glúteos varias docenas de tardes al año. Y claro, uno se pone a escribir y lo primero que se le viene a la cabeza, visto lo visto, es eso de a ver por dónde empiezo yo.

 

PD.: Quiero dedicar este relato y los de todas las tardes, a esos aficionados que se te acercan a saludarte, a echar un rato hablando de toros y que me permiten aprender un poco más de esto que un día nos embrujó a muchos.

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