jueves, 29 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: V ¿El respetable?

Poco le hace falta al ¿respetable? para pasarlo pirata.

El profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, obtuvo grande reconocimiento a través del método de la observación, de la serena, meditada y prolongada observación, mucho menos cansada y apartada del agotamiento, que el trabajo de asfaltar la M40 de Madrid los meses de julio y agosto a las tres de la tarde:

Si hay una parte del espectáculo que está obligada a mostrar respeto, que incluso lo demandan para otros, pero que no se respeta a si mismo, ese es el respetable. Que parece ser que alguien decidió que eran los dueños de todo y de tanto repetírselo, se lo creyeron. Y debe ser por esto que decidieron adueñarse y tomar posesión de las plazas, de la de su pueblo, su barrio, la de su capital de provincia y si se les ponía, hasta de la Monumental de Marte. Ellos son soberanos, palabra que algunos no debieron entender en su literalidad y la interpretaron, pues eso, a su manera, y hablando de soberano, hurgando en su yo más profundo, con ese nombre les venía una señorita a caballo, un caballo blanco espectacular, con una botella de coñac al lado. Pero claro, ¿quién se iba a poner a tomar semejante brebaje a pleno sol una tarde de toros? Pues algo habría que hacer y pensando y pensando, pues se inclinaron por el yintonis, fresquito, con sus hielos, siempre en una copa como para bañar a un gran danés.

Estos soberanos, porque así lo han decidido, ocuparon los tendidos como se ocupa un chiringuito de playa, pero no de las señoriales playas del norte, con sus cambiadores a rayas, sus pamelas, sus vestidos remangados casi hasta las rodillas, no, estos optaron más por los tascurrios de los astilleros de esos puertos envueltos en voces, martillazos, blasfemias y demás sonidos corporales. Y como si se hallaran en dichos lugares, este respetable soberano gusta de pasarse la tarde dando vivas a unos, a otros, al que inventó el teléfono, al que lo privatizó… hasta que las piernas les aguanten antes de colapsar. Como soberanos y conquistadores de la plaza, gustan también de levantarse cuando les pica… la moral. Van de aquí para allá y si alguien les recuerda el reglamento y usos y costumbres del lugar, pues en el mejor de los casos se encogen de hombros y siguen y en el peor, pues agárrese, que puede pasarle de todo y nada bueno, ni indoloro. Lo de picar, banderillas y otras majaderías trasnochadas les importa bien poquito. Eso sí, es ver al ejecutante con algo rojo y ahí ya se acabaron las fiestas, todo el mundo a callar. A partir de entonces se entona una desafinada sinfonía de sifones a escape libre o un millar de serpientes buscando a quién morder. ¡Ssssssss! ¡Ssssssss!  ¡Ssssssss!  Y no chistes.

También es tradición que en las plazas aún quede algún subversivo disidente de otro tiempo, otra época, que ose levantar la voz. ¡bajaaaa tú! Vomita una voz, sin lugar a dudas, sin saber que eso es en las capeas, adónde baja al ruedo todo aquel que lo desee, tú, tu cuñado, la novia de tu cuñado que se ha levantado valiente, el padrino de la novia o el crío recién cristianado y el loco del abuelo, que un día quiso ser torero, con el desasosiego de la parentela y, sobre todo, del cuidador que le ayuda con el andador. Pero no, en la plaza no se puede bajar, que si se pudieraaaa. Estos soberanos suelen ser unos verdaderos expertos en materias que ya hemos tratado, el trapazo, el mantazo, en el levanta el palo y en lo de los sablazos, y como ellos lo saben apreciar, no se pueden contener y rugen delirantes. Que a veces no, pero da igual, llegado el momento sacan pañuelos de todas partes imaginables, el de la chaqueta del caballero de al lado, el de aliviarse la nariz, el de la señora que se limpia el sudor, la camiseta del joven musculoso que se ha quitado para que se le vean los bíceps, tríceps, cuádriceps y cinquiceps, el pañal que le acaban de retirar a una criatura, el pañal del… todo lo que sea blanco, que si Dios nos dio dos manos a los humanos, fue para eso, para sacudir cosas blancas. Y que no se les ocurra a los disidentes emitir ni medio desacuerdo, que la tenemos. Si el usía no da la oreja, pues se pita un poco y ya, obviando muy a menudo hasta la vuelta al ruedo. Pero si la otorga, ¡Ay amigo! Esto da para mucho, para abrazarse y besarse, para hacer gesto poco amistosos a los disidente, para pedir otro barreño de alcohol, para tirar una gallina, un conejo, un salchichón, un sombrero, el foulard de un elegante apoderado con un curso de “Estiramiento y estupidez supina” en Oxford. Y cuando el paisano circula ante ellos, ya se ocuparan muy bien de hacerse notar, si falta, hasta se suben al andador del abuelo de la fila de arriba, que para algo tiene que servir el que se lo estén clavando en la espalda toda la tarde. Eso sí, para facilitar la tarea al ejecutante, se recomienda llevar una camiseta y un pañuelito de la peña del mismo. Y al saludar se agita en una mano dicho pañuelico con un veguero de tres palmos y en la otra la bañera casi a estrenar y si se moja al de adelante, pues un día es un día, ¡qué caray! Porque si para una tarde al año que vamos a los toros, nos vamos a andar con remilgos. Y yo proseguiría en mi estudio psico- sociológico del respetable, que no se respeta, pero que es soberano, pero tampoco quiero pisarle el terreno al eminente sociólogo el profesor Amadeo Quemeque Dosolo.

Quedaremos a la espera de poder consultar las recomendaciones que nos hace don Arsenio Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, profundo conocedor en la percepción y descripción de la “tauromaquia” del s. XXI.

 

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martes, 27 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: IV Sablazos

La suerte suprema parece que se convierte o en un ejercicio gimnástico o un hecho para cobrar la pieza, más de cazador o incluso matarife, que matador de toros.


Arsenio Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, se detiene en ese obstáculo que puede frustrar los triunfos triunfalistas, como es el sustituto de lo que en su día se llamó la suerte suprema. Que ahora la suerte suprema es que la suerte, la fortuna esconda el acero dentro de lo negro, cárdeno, colorado, dónde sea, dónde caiga, que eso no importa, porque lo que de verdad interesa es que el animal caiga y punto.:

Mientras que no se extienda y generalice la costumbre de los indultos, especialmente cuando el señor de luces pueda olisquear la posibilidad de cortar despojos sin medida, mientras tanto se verán obligados a hacer uso de la espada. Que a algunos de estos ejecutantes les cuesta un berrinche, pero los aficionados, usualmente gritones, circunspectos y que no se ríen ni haciéndoles cosquillas, que no hay alcohol que les anime, se ponen exigentes y piden que se realice la suerte, a la manera de los tiempos pretéritos, casi arcaicos.

Pero mientras que haya que seguir apiolando a los animales, lo principal es cazarlo, no como dictan las pinturas rupestres, que quizá sean más respetuosas con los animales que muchos de los ejecutantes actuales de la suerte. En primer lugar, dicho ejecutante tiene que adoptar una postura gallarda. Culo fuera, rodilla izquierda apuntando a Malta, la mano izquierda agarrando la muleta más atrás de lo atrás que se permita y el brazo derecho como colgado de las nubes, como si un ser supremo lo mantuviera sujeto con un hilo, a modo de títere y titiritero. Si es preciso, manteniendo tal pose, el ejecutante puede moverse de un lado para otro, con pasito cortos, como apuntando con una mirilla cual cazador de paquidermos en el Serenguetti.

Ya dispuesto todo, el ejecutante lanzará un grito y avanzará hacia el toro. Cuanto más rápido, mejor. Dependiendo de la agilidad de cada uno, podrá echar a correr hacia su lado izquierdo, pero siempre, como requisito indispensable, habrá de echarle el trapo a la cara, privarle de la visión y ahí, aprovechar y pegar el espadazo allá dónde fuera. Eso sí, fuera dónde fuera, el ejecutante levantará ostensiblemente el brazo derecho, si es agitándolo, mucho mejor, provocando un efecto hipnótico en el respetable, que de esa forma no se fijará en el lugar en que se enterró el acero. Que la estocada puede caer em mitad del lomo, en la paletilla, apenas palmo y medio, pero el brazo siempre en alto, como el que para un taxi lloviendo. Y si es evidente que el respetable se ha percatado del sablazo, entonces hay que cambiar de actitud a la velocidad del rayo. Entonces toca lamento, pero muy sentido, para lo que siempre viene bien el plegar la muleta sobre el brazo y empezar a dar paseos sin rumbo, mirando al cielo, cerrando los ojos y simulando que se profieren blasfemias al cielo. Ahí, muy insensible tiene que ser el personal para no entregarse con el corazón hecho añicos.

Otras circunstancias que se pueden dar es después de un pinchazo, sea dónde sea, que será respondido por palmas por parte de los más afines. Si por accidente, porque no cabe otra posibilidad, el acero asoma por allí, por dónde nunca debería asomar, entonces habrá que tener a un miembro de la cuadrilla lo suficientemente aleccionado como para que presto se lance hacia el toro echándole un capote por encima para tapar el “accidente” y si no es posible sacar la espada, hacerlo lo suficiente como para que nada asome por dónde no debe asomar. Eso sí, sea como sea la estocada, hay que procurar por todos los medios posibles, imaginables o inimaginables, el tomar el descabello, porque, ¿cuántos despojos no se han perdido después de media docena de golpes de verduguillo, unos detrás de la testuz y otros en el hocico del pobre animal, que ya le hubiera gustado que primero atinara con la espada y luego con el verduguillo, pero esto no está preparado para la habilidad y sí para…

Y cerraremos esta serie con el último escrito de don Arsenio Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, como resulta más que evidente, profundo conocedor en la percepción y descripción de la “tauromaquia” del s. XXI.

 

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domingo, 25 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: III Levanta el palo

El primer tercio, una suerte que se ha devaluado a pasos agigantados y que no se sabe hasta qué punto se llegan a entender sus múltiples variantes.


El profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, se interesa por todos los aspectos de la lidia y por supuesto por todo lo que respecta al primer tercio, a ese trámite de un señor montado a caballo, esgrimiendo un palo largo, unas veces a modo de caña de pescar y las menos, como trituradora para hacer mahonesa:

Lo que se dio en llamar primer tercio, es una suerte que consiste básicamente en la aparición en los ruedos de un caballero montado en un percherón con faldas, portando un palo largo en su mano. En otro tiempo todo esto tenía una utilidad, para, con el transcurrir de los años, apenas se ha convertido en un motivo de enfado entre los espectadores. Unos, porque no quieren ni que les hablen de eso de usar dicho palo para picar al toro y otros, los menos, porque querrían ver precisamente lo contario, que se pique, por lo que suelen gritar una cantinela que cada día va perdiendo sentido: “hay que picar”.

Resulta esta una suerte con ciertas complicaciones, porque se pueden poner en práctica ciertos usos simultáneamente. La primera fase del proceso es el “patapum”, que consiste en que se deje al toro estamparse contra las faldas, peto, rígidas como maderos de barcos, que no ceden ni con la fuerza, si es que el animalito no carece de ella, que lleva cuando va a la carrera. Si bien a veces no se produce el encuentro de esta forma y es que bien va al pasito, el zas, o es el jinete que estira brazo, palo y espalda para llegar al toro, lo que se denomina el “Mmmm, te pillé”.

Una vez que el toro está debajo del penco, el montado puede arrinconar al toro contra la barrera o hacer que su oponente dé vueltas en derredor. De esta forma, malo ha de ser que se le escape la presa al de la bota de hierro. Eso sí, picando, a ser posible, en mitad del lomo del toro, para fastidio de carniceros y jefes de cocina, que no podrán utilizar esa pieza para servir un solomillo y solo les valdrá para preparar carne “mechá”. Con el burel a su merced hay varias opciones, no picar, si acaso un rasguño, pero leve. Para hacerlo evidente, se pondrá el palo vertical, agarrándolo con el índice hacia abajo. Esto es lo que normalmente se denomina la suerte de la batidora o suerte de Nerón. Y llegado el caso, también puede levantarse el palo y apoyarlo en la arena, la llamada “suerte de Moisés”, en recuerdo al momento en que este hizo que se abrieran las aguas del océano. También está el “Don Quijote”, que consiste también en levantar el palo, pero manteniéndolo apoyado sobre la pierna, mientras el animalito se lía ahí abajo a pelear contra la nada.

En cuanto a los sitios dónde picar, además de la mitad del lomo, modalidad que fomenta y suscribe la Asociación Nacional de Partelomos”, también son lugares de preferencia para descuadrar a los toros la paletilla, muy útil para que el animal luego se vea comprometido durante la lidia, el ojal allá dónde caiga, lo que también suele resultar bastante dañino y algo que muchas veces provoca el sobresalto general, que es el “aquí, allí, en todas partes”, cuando el del palo no acaba de atinar y se dedica a pinchar como el que quiere coger una aceituna con un palillo, para que al final se le salga del plato. El toro no se le saldrá de ningún plato, pero estaría bien que le sacara al que no acierte, por lo menos del caballo. Sin producirle daño alguno, pero al menos que se lleve el susto.

Todas estas suertes puede ser que desaparezcan en un corto período de tiempo, pues si hay algo que al público moleste es que se pinche a los animales, parecer compartido incluso por los señores que van a pie, aparte de los criadores de mascotas, que tampoco ven bien esta práctica.

Continuamos descubriendo la visión de las diferentes suertes ejecutadas en este s XXI por parte del profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, experto especialista en la percepción y descripción de la “tauromaquia” del s. XXI.

 

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jueves, 22 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: II El mantazo

Lo que dista la verónica con verdad del mantazo en todas sus acepciones.

Siguiendo leyendo los escritos del profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, el siguiente aspecto que somete a análisis es el toreo de capote, bastante en desuso, pero que no obvia y en el que incluso se detiene para dar su punto de vista:

El mantazo, al contrario que el trapazo, ha perdido protagonismo en el espectáculo que se desarrolla en las plazas de toros en nuestros días. La suerte de mantazos es muy variada, aunque suele presentar un factor común, el latigazo. Los ejecutantes acostumbran a poner posturas muy flamencas antes de, para a continuación apenas dejar ver la tela a los toros, sacudiéndola así como si sacudieran las mantas antes de guardarlas para el verano. Una sacudida que anula cualquier posibilidad de embeber a su oponente en los vuelos del capote. Por orden de frecuencia, quizá en primer lugar debería figurar el trampantojo de verónica. Esta la suelen dar sin acompasarse con las embestidas, las más de las veces echando un pasito atrás, sin conducir al animal, por supuesto y largando tela sin mirar adónde. Y muy importante, ofreciendo solo la puntita del capote, intentando así alejar lo más posible el peligro. Estas series suelen cerrarse con algo que podría recordar a una media verónica, en la que el toro va por un lado y el torero y trapo por otro; eso sí, siempre con ademanes exagerados, como si estuvieran en una película muda. Eso sí, si este remate se sustituye por un soltar la tela de una mano y dejarla arrebuñarse de cualquier manera en el suelo, ¡cuidado! Esto puede causar delirios en los tendidos y que algunos pierdan en control de su propia persona.

Pero no solo de trampantojos de verónicas vive el público entusiasta, hay más tipos de mantazos, muchos más, aunque tampoco es posible, ni necesario, ni recomendable, detenerse en todos. Uno de los que más fortuna ha hecho es la chicuelina. Basta con que un ejecutante amague con darlas, para que el jolgorio brote en una expresión tan jubilosa, como sonora. Aparte de si se pone de frente o boca abajo, lo importante para que se considere un buen mantazo es que el ejecutante se aparte cuando se le viene el toro. Casi mejor dar poco capote y limitarse a dejarlo ahí y que el bicho pase y ya. Aparte de esto, todo lo demás, el llevar toreado, el quedarse quieto, solo desvirtúan el mantazo.

En segundo lugar cabría colocar las gaoneras, nunca templadas, siempre trallaceras. Si se templa, automáticamente deben ser excluidas del grupo de mantazos y habría que encuadrarlas en otro grupo de suertes ya en desuso. El ejecutante nunca debe echarse el capote a la espalda con un lance, porque en este caso entraríamos en el mismo campo de las gaoneras templadas y ese no es nuestro campo de investigación. El ejecutante debe ponerse lejos, muy lejos, no vaya a ser que se arranque el toro y desluzca la ceremonia de colocarse el mantelón a la espalda, eso sí, con suma parsimonia, como si fuera la Cenicienta poniéndose la capa para ir al baile. Y a partir de ahí, sí, se va a cercando que si con saltitos, que si descoyuntándose el cuello pegando cabezazos al aire. Y cuando el toro se arranca, si hay que apartarse, uno se aparta y hay ya se pega un tirón a la tela, casi evitando que su oponente pueda llegar a ver tan siquiera si es rosa, verde o azul mar Caribe. Y así, hasta que al respetable no le quede voz para jalear.

Otros mantazos de fama son las navarras, saltilleras, largas, afarolados, lopecinas o zapopinas, con un elemento común, que el toro pase mientras las telas vuelan a según que altura, que cuanto mayor sea esta, mayor será el delirio provocado. Es importante recordar que los ejecutantes de estas suertes no están obligados, ni se les puede obligar, a que ocupen los lugares que les correspondan a lo largo de la lidia, ya sea para quitar en el primer tercio, como para quitar auxiliando a un compañero banderillero. Entenderán que no incluya en este apartado los capotazos suaves, cadenciosos y sin molestar, de los peones bregando.

Pues esta es la segunda entrega, acerca del trabajo desarrollado por el profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, experto especialista en la percepción y descripción de la “tauromaquia” del s. XXI.

 

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lunes, 19 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: I El trapazo

Parecía mentira que el trapazo acabara imponiéndose al toreo y que este pareciera subsistir ficticiamente con un muletazo aislado, una tarde aislada, pero... cosas de la modernidad.


Rebuscando estos días por aquí y por allá, me he encontrado con un documento que me parece muy ilustrativo para los que no nos manejamos en esto del toreo moderno. Es un estudio firmado por don Arsenio Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur. Tiene varias partes y aquí va la primera:

El trapazo es una suerte taurina muy en boga en actualidad en las plazas de toros de Spain y del mundo de la tauromaquia en general. Una suerte que se caracteriza por el lanzamiento de telas al viento, intentando llegar muy lejos con ella. Algo parecido a cuando se quiere cazar una mosca con un trapo de cocina, cuando esta sobrevuela una sandía. Es de uso generalizado entre los toreadores, muy alabada y aplaudida por las masas del mundo mundial. No es que sea ni muy exigente, ni muy difícil de realizar. Tiene dos variantes, una con la mano derecha y otra con la mano izquierda. En cualquiera de los dos, el ejecutante intentará tomar el engaño, lo que viene siendo la muleta, no muy hacia la mitad de su extensión, pudiéndose tomar, en el caso de realizar la suerte con la mano izquierda, casi por el extremo.

Cabe hacer hincapié en que el ejecutante tendrá más facilidad para esta suerte si cuenta con una forma física y elasticidad envidiable, pues no debemos ocultar que los retorcimientos lumbares requeridos exigen una fortaleza de riñones más que estimable. Primero, doblando el espinazo y ubicándose en una zona lejana a la línea que va describir el toro, se estira el brazo todo lo que la anatomía de cada uno permita. Así se extiende el trapo y con la puntita de este, se le toca la testuz y cuando se arranca el animal, hay que procurar acompañar ese movimiento y trazando una línea lo más recta posible, el ejecutante estira todos sus miembros hasta casi la luxación corporal. Y al final, allí, a lo lejos, entonces se pega un brusco giro o incluso se puede pegar un tirón y quitarle la muleta de la cara al toro. En esta última fase puede resultar enganchada la tela en los cuernos del toro, lo que a priori no es preocupante, primero, porque la tela es un material flexible y maleable y se adapta a todo. Y en segundo lugar, porque una vez iniciado el trapazo, el personal ya se ha disparado entonado un bien rotundo y ya nadie pondrá ninguna pega. Una vez pegado el trapazo y dado que el toro ha salido disparado allá en las lejanías, el trapaceador podrá dar las zancadas que cera necesarias a la velocidad que mejor crea, para el siguiente trapazo. En estos casos, hasta se admite la pura carrera, que no desluce el trapazo; es más, en ocasiones, el público hasta se llega a emocionar con semejante ejercicio atlético.

Resulta importante que el trapazo, aparte de evitar que el toro abandone la rectitud en su movimiento, debe pasar lejos del ejecutante, dejando el suficiente espacio como para que entre ambos actores se pudiera instalar un carrito de perritos calientes de los que tanto gustan en la 5ª Avenue de New York. Hay otras variaciones del trapazo, como es el trapazo posadero, vulgarmente culero, que es cuando el ejecutante se limita a sacudir el trapo por la parte trasera de su torso, por ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre, sin cuidar si el toro toma el camino de Lima o de Budapest. El trapazo se da y las consecuencias son cosa del toro, máximo responsable del éxito de la actuación, pues si no está a la altura de la colaboración exigida, no hay esfuerzos que valgan en el toreador. Lamentablemente, no todos los toros cuentan con esa cualidad colaboracionista. También hay trapazos de rodillas, con las mismas características que la ejecución de pie, pero con mayor repercusión entre el público. Se dice que incluso se han dado casos de que alguno que otro ha perdido el contenido de su vaso/pileta, sobre el dorso de un acompañante de localidad. Usualmente estos trapazos, cuando ya se han acumulado unos pocos, pueden ser confirmados con un banderazo, agitando las telas a las nubes. Es importante saber que la velocidad también es un factor a tener en cuenta y de esta forma, a mayor velocidad, mayor posibilidad de amontonar trapazos y en consecuencia, mayor éxito y mayor entusiasmo.

Pues esto es lo que me encontré rebuscando y rebuscando. Esta es la primera entrega. Seguiré investigando y les seguiré compartiendo los conocimientos de la “tauromaquia” del s. XXI del profesor Cienfuegos.

domingo, 18 de junio de 2023

El chalaneo más importante del año

Se guardó un minuto de silencio recordando en este día a Iván Fandiño, ee la misma fecha en que las Ventas cumplían 92 años.


Siempre se habla de la trascendencia de la Beneficencia. Que si se monta con los triunfadores de San Isidro, que si con una ganadería triunfadora anteriormente y que el aficionado esperaba, al contrario de lo hecho en los últimos años, en que se decidía el cartel allá por diciembre. Y este año, con tanto figurón parecían tener seguro un cartel con los de siempre y encima con la vitola de triunfadores, pero es que uno ya no se puede fiar ni de los figuras. Que igual puede ser que estos no son para confiar demasiado en ellos, que lo mismo son pura fachada, unos niños bonitos que al primer contratiempo se arrugan como el papel cuando se moja. Que todo ya iba atravesado, como estos de quienes hablamos tuercen las muletas para hacernos trampas. Que ha costado Dios y ayuda montar un cartel de triunfadores; y eso que uno ya venía de serie. Que medio tenían uno justificado y resulta que por cuestión de fechas, adelantaron el festejo un día. El torero así podía, los otros también podían, quien presidia extraordinariamente la corrida también, pero parece que los que no podían eran muchos aficionados, mucho abonado que se sintió ofendido y nada valorado con ese cambio, sin pensar en ellos, aunque además, también les echaba para atrás ese cartel más que de triunfadores, triunfalista. Con un ganado que igual no llamaba ni en Brazamuecos del Enfundado, con tres de Juan Pedro, que ahora resulta que va a ser el no va más, y tres de Daniel Ruiz, que seguro que los aficionados no echaban de menos. Quizá al verlo anunciados los echaban de más. Y como uno no pasó, entró otro de Victoriano del Río, que lo mismo está para un roto, que para un parche en un festejo. Seis toros seis, para Sebastián Castella, al que unos dicen que le robaron todas las puertas grandes imaginables y otros, por el contrario, que se las regalaron chuscamente por su grandiosa forma de destorear. Además, Emilio de Justo, encumbrado un día por quién creyó ver a Mazzantini redivivo, mientras otros no entienden cómo se pueden tener esas visiones fantasmagóricas a base de un cuarto de trapazos. Y el tercero, Fernando Adrián, que salió a cuestas de una manera solo comprensible para el más furibundo y entregado paisanaje.

Lo del ganado es fácil de resumir, a unos les tapaba la carita, a otros los kilos y al tercero no le tapaba nada, un novillo mal presentado, que además estaba inválido. Por supuesto que no se les pico, se hacía la simulación con mucho arte, excepto al quinto, que se le dio lo que a todos los demás juntos, lo que tampoco es excederse. Ninguno metió los riñones y si acaso, como este quinto, peleaban con un solo pitón, a veces alternándolos. Por supuesto que no se les puso en suerte y fueron víctimas de unas lidias inexistentes, algo tan propio de esta modernidad. Luego, para el último tercio, pues iban, venían, iban otra vez, destacando sobre los demás el cuarto, que sin ser nada del otro mundo, atosigaba a Castella. Algo parecido y quizá en mayor medida ocurrió en el quinto, que tuvo a De Justo a su merced, ganándole en todos los terrenos. Y el sexto, que hizo correr más de la cuenta a Fernando Adrián.

De los matadores, pues si les han visto en alguna ocasión, cierren los ojos muy fuerte y si logran recordar algo de lo hecho otras tardes, pues se lo aplican a esta. Castella pegando trapazos efectistas que parecen, pero que no son, largando trapo y bailando al son que mande el toro. Anodino con el capote, dejándole muy suelto siempre tanto al primero como al tercero, para después en el trasteo de muleta, quizá la única variación fue que al primero le recibió con trapazos culeros, siempre muy tramposo, muy fuera, abusando del pico una barbaridad y embarullado. A su segundo le recetó tirones por abajo por ambos pitones y escondiéndose siempre en la pala del pitón. Decidió darle distancia, para continuar alborotándose, sin mandar jamás de los jamases, venga a correr para recolocarse, echándoselo encima al no poder conducirle, un toro que acudía y acudía, pero que requería que le dominaran al menos un poquito. Mal con la espada, aunque la enterrara en el animal, que cuando no era trasera, era caída y también algo trasera.

Emilio de Justo ha echado una feria de descender a los infiernos y ya ni aquellos que le encumbraron ahora parecen querer recordar aquellos días. Que no es para menos que hasta estos sientan cierto pudor por aquellos despojos regalados. Aunque la realidad es que intenta lo mismo de entonces, aunque no lo logra. Se le ve muy descentrado y casi no muestra ni capacidad para engañar. Sin poder a su primero, siempre intentando, pero quedando en evidencia, muy fuera, pierna muy retrasada, pico, dejándose tocar demasiado la tela, muletazos de uno en uno y a colocarse, venga carreras y más carreras y el animalito que se le echaba encima, complicándole demasiado la existencia, solo por no ser capaz de mandar una vez. En el quinto, más de lo mismo, dando la sensación de que se le podía venir arriba, siempre a merced del animal. Que parecería que estamos hablando de una alimaña encastada, pero nada de eso, si acaso, geniecillo, más bien acentuado por la incapacidad del torero, que por la propia condición del toro. Un muletazo y antes de acabar, ya estábamos bailando. Y si alguien le recordaba como estoqueador, que lo siga recordando, por ahora se limita a pegar sablazos traseros, pero que muy traseros.

Lo de Fernando Adrián, pues quién sabe lo que durará, quizá un año, quizá un siglo, pero de momento ni torea, ni tiene vergüenza torera, o igual es que desconoce lo que es ser torero. Un novillo inválido que no se aguantaba en pie y se lía a darle trapazos y más trapazos, que van más allá hasta de la palabra vulgaridad. El público indignado y él, pues a lo suyo, a alargar insultantemente el trasteo. Ya saben, esos genios del toreo que deciden castigar al personal toreando. Vamos, como si un cocinero al que se le queman las lentejas, como castigo pone esas lentejas. Que es algo provocador, no hay duda, pero inteligente, lo que se dice inteligente. Y a su segundo, pues banderazos y más banderazos, para seguir largando tela con la zurda, echándose al toro para afuera. Pico, más trapazo culero, más trapazo, carreras, trapazos empalmados, vulgarísimo y más allá y el público entregado; eso sí, una vez animado el cotarro, aquí no se puso a seguir desesperando con sus trampas, cortó por lo sano y se fue a por la espada. Una entera trasera y lo demás estaba en manos de los mulilleros, que, curiosamente, cuando no hay posibilidad de despojo atraviesan el ruedo por el camino más corto, pero cuando puede haber despojo se pegan un rodeo a buscar ajos a Chinchón, unas garrapiñas en las monjas de Alcalá, saludan en El Escorial y ya, cuando ven que ha habido despojos, enganchan al toro y se van; no se sabe si a la voz de ¡Boooote, gracias! O en silencio. La pena es que la salida a cuestas se tuviera que interrumpir a mitad del delirio, porque los actuantes tienen que pasarse por el palco a saludar, porque esto es lo que pasa siempre en el chalaneo más importante del año.

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miércoles, 14 de junio de 2023

El respeto se gana y Cuadri es su dueño

Pues este año tampoco será; Cuadri no vendrá a Madrid, por no ceder a los atropellos de Plaza 1. 


Pues no, este año no volveremos a ver la ganadería de la “H” tumbada en la plaza de Madrid. Después de aquella tarde del desafío ganadero que esta ganadería salvó después de que los Maños fueran desechados, ya nos frotábamos las manos esperando al mes de julio con sus calores, el bochorno canicular y ver como se cumplía la promesa hecha de que los de Trigueros volverían a nuestra casa, a su plaza. Faltaba decidir la fecha. Mejor a primeros, porque así las vacaciones no iban a peligrar; y qué mejor forma de irse a la playa o al pueblo, o a recorrer la Gran Muralla china que con el buen sabor de boca de haberse reencontrado con el toro, ese que tan caro se vende para las Ventas y que, durante todo un San Isidro, apenas hemos podido disfrutar dos tardes y media. Pero ya saben, una cosa son las aspiraciones del aficionado, ese ser ingenuo que hasta llega a creerse una promesa de Plaza 1, los señores Garrido/ Casas o Casas/ Garrido, y otra lo que estos caballeros deciden. Que parecen un día el doctor Jeckyll y el resto del año Mr. Hyde.

Dónde estarán aquellos lamentos del señor Garrido pidiendo como favor personal tres toros de Cuadri para aquel desafío que se les quedó cojo nada más empezar. Que no es la primera vez que esta banda perpetra una felonía de este calibre, y además también a la familia Cuadri. Que habrá quién diga que cuando te engañan por segunda vez es culpa tuya, pero en este caso hay que ir más allá del dicho y escapar de la estupidez de tomarse las cosas al pie de la letra escrita. Claro que se les podría decir a la familia Cuadri eso de que no espabilan, pero no sería ni justo, ni fiel a la realidad. Una ganadería que lo primero que hace todos los años es apartar diez o doce toros para Madrid, sin pararse a pensar en si la empresa la llevan el pirata Drake, Barba Roja o el pirata Morgan, porque solo miran a que es Madrid y Madrid para ellos se merece todo, esfuerzos, engaños, timos de thrileros, porque les ciega, gracias a Dios, la afición. Les ciega, y repito, gracias a Dios, su afición y el respeto a la afición de esta plaza. ¿Se puede criticar eso sin ponerse colorado? Pues que cada uno decida. Pero tampoco son tontos y saben hacerse respetar y actúan en consecuencia y respetando a esta plaza al mismo tiempo. Que no creo que el aficionado se sienta defraudado porque la casa Cuadri haya dicho hasta aquí. Si preguntásemos, seguro que casi el 100% de los aficionados estarían a su lado, entre otras cosas, porque esto también da valor a Madrid, porque aquí siempre se ha sabido estar a la altura de los que merecen tanto la pena como este hierro. Lo que sí estará la afición es indignada, una vez más y van…, con estos caballeros de Plaza 1. Ha sido una más, otra de tantas y van… Si es que este es el pan nuestro con esta banda, llevan años parcheando y el flotador sigue perdiendo aire, hasta que no haya parches que poner, aunque igual para entonces volverá la Comunidad con otro flotador nuevo en forma de otra rebaja del canon, una subvención, un pliego aún más laxo, vayan ustedes a saber. Porque la gestión la llevan la banda de Plaza 1, pero, ¿Y la Comunidad de Madrid y el Centro de Asuntos Taurinos? Que le han alquilado el chalet a unos señores y estos se están dedicando a llevarse la grifería, desconchar las paredes, acuchillar las puertas, reventar las persianas, hacer zanjas en el suelo y utilizar aquello como un híper del menudeo. Pero es complicado que actúen, porque ya saben, entre bomberos no se pisan la manguera y más que cualquier otra cosa, unos son cómplices de los otros y los otros de los unos.

La conclusión es que Cuadri no vendrá a Madrid, porque no quieren que venga, porque trajeron tres y el aficionado sé que se emocionó y lo mismo, después de esta feria “triunfal”, no quieren que haya lugar a comparaciones. Que pónganse ustedes a comparar… mejor no, no comparen. Pero tampoco estarán en Valencia, dónde para lo del desafío con Miura les tenían preparado a los toros un tour por la Comunidad Valenciana, paseando los toros por aquí y por allá, que me los subo al camión y les enseño unos corrales fuera de Valencia, que si me los vuelvo a subir y … Y yo me pregunto. ¿para esto es para lo que les ha servido al señor Casas tantos años en esto y al señor Garrido estar abonado en Madrid desde niño? Que igual es que mucho, lo que se dice mucho, pues no se fijaron, pero claro, los que les dan la gestión de una plaza que se dice la primera del mundo, tampoco es que se esmeraran. O quizá saber sí que saben, pero de otros lugares y otros modos y lo mismo hasta se están cobrando el que nunca pudieran entrar en Madrid, ni salir, por la Puerta Grande y por eso han decidido acabar con cualquiera de las señas de identidad de esta plaza, justo con aquellas que ellos no supieron conquistar. Estos para los que todo eso que distingue a Madrid les supone una falta de respeto, pero señores… el respeto se gana y Cuadri es su dueño.

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lunes, 12 de junio de 2023

El vestir de luces hay que merecerlo y honrarlo

Pesa mucho y es grande el significado del vestido de torero, como para que nadie se lo enfunde con el respeto y veneración que exige.


Lo de vestirse de torero es algo muy serio, algo que va más allá de lucir el vestido de torear con buen porte, con galanura y majeza. Y quien no lo entienda así, o no llega a calibrar ni de lejos lo que es este rito o quizá hasta puede ser que no merezca pisar un ruedo vestido de alamares. Que habrá quien vea en esto simplemente una forma de pasar el rato, de echar una tarde, un entretenimiento sin más, incluso para otros, una forma de ganarse la vida, a veces hasta con grandes réditos. Pero pobres de esos que no ven más allá, porque se pierden lo más grande de esto que siempre se ha llamado los Toros, el vivirlo, el sentirlo, el hacerlo propio para no desprenderse de ello jamás. Pero también puede ocurrir que una tarde de toros una plaza monumental se llene de los que solo van a pasarla como el que va a un centro comercial a hincharse a cervezas y perritos o el que va de despedida de lo que sea a hartarse de beber, comer y hasta ser lo grosero e incívico que nunca se atreverían a serlo en su portal al cruzarse con los vecinos. Quizá porque en este último caso no hay un maestro de ceremonias experto en la chabacanada, lo irrespetuoso y el desprecio por todo lo que no sea él y su ombligo. Que en otros casos, igual cuesta poner nombres, pero en este montaje “In memorian” de Plaza 1, ese agitador ha sido por méritos y descrédito propio, ese que llaman figuran, que le creen figura y que él mismo se cree un figurón, Andrés Roca Rey. Que nadie duda que es un genio en eso de la mercadotecnia taurina, que es una gallina de los huevos de oro, que la gente paga hasta en la reventa por verle en una plaza, que es un profesional que maneja todos los resortes de la superchería de esta tauromaquia, pero torero es otra cosa. Para ser torero hay que vivir y sentir muchas cosas, como para ser aficionado, que a este señor no solo se le escapan, sino que tampoco tiene el más mínimo interés por llegar a conocerlas. Él parece solo ver billetes y no le interesa nada más. Eso sí, hay quien cierra los ojos y se entrega a llevarle los billetes en bandeja de plata. Y estos lo deben creer un mérito especial, porque arrasan y siembran de sal allá por dónde pasan.

Anda que no lo tenía fácil el caballero Roca Rey para triunfar de verdad. Una de Victoriano del Río y Toros de Cortés, ad hoc para el triunfalismo modernista al uso. Toros inéditos en los caballos, toros a los que se les dio unas lidias nefastas, en muchos casos dejándoles deambular a su aire en los dos primeros tercios, que si no se les picaron, tampoco se les banderillearon ni decentemente; que la cosa iba de juntar cuatro palos allá dónde cayeran y ya está. Pero luego venía la taca grande, eso que es lo único que interesa a un público adocenado que solo se mueve, aparte de por la consumición de altos niveles etílicos, por acumular despojos, por molestar a los que no coinciden con su entusiasmo talanquero y si llega el caso, hasta dispuestos a lo que no cabe en una plaza de toros. Al grito de “pico”, “ponte en tu sitio” o “estás fuera”, ellos mientan a la madre o lo que sea. Pero lo que podría quedar ahí, si en el ruedo hay un señor como Roca Rey, puede llegar a lo que sea, incluidas las tortas. Porque hablar pretendiendo analizar el toreo de este señor, es una utopía inalcanzable, precisamente porque no sabe torear, al menos en Madrid no se le ha visto torear jamás. Un señor que está ausente durante las lidias, que no da un paso de más para auxiliar a un compañero en apuros, que ni se coloca en los sitios adecuados para salvar de peligros a los demás y que una vez cogida la muleta, aparte de trapazos culeros, banderazos al viento y enganchones alborotados, de toreo, ni asomo. Siempre citando muy fuera de cacho, abusando con desvergüenza del pico de la muleta, marcando la salida antes de tiempo completamente desajustado con el viaje del toro, porque ni para acompañar tiene maña, y pegándose carreras permanentemente para recuperar el sitio y enganchones a diestro y siniestro. Que en su primero hizo exactamente eso y la marabunta de desertores del centro comercial este domingo decidió pedir un despojo. ¿para que habíamos venido si no? En su segundo la cosa no echaba para adelante, así que optó por una estrategia diferente, me encaro con los que protestan, justo cuando no protestan y ya lo tengo todo hecho. Un toro al que le administró las mismas trampas y mentiras habituales, pero sin poder con el animalito, que hasta parecía venírsele arriba, pero eso ya no importaba, la bronca estaba montada y bastaría despenar a ese animal al que había que torear un poquito, solo un poquito, para que la masa volviera a sacar los pañuelos. Estos, que como los malintencionados de micros y medios del régimen taurino vigente, dicen que la primera oreja la da el público. Y así es, pero de siempre, aunque algunos hayan querido olvidarlo y otros no lo hayan sabido nunca, si se falla con la espada, la que se pierde es la oreja del público y con un pinchazo hondo, o metisaca, según de mire, y menos de media, pues adiós a los despojos. Que es una pena que se te chafe así una tarde de fiesta, pero así han sido siempre las cosas y si no, pues haberse ido a la Gavia, el Decathlon, la Vaguada o una piscina de bolas, que la diversión está más que asegurada. Que a lo mejor a esta gente no les importa ni que desprecien a esta plaza, ni que se encaren con los aficionados que van domingo tras domingo y feria tras feria, allá penas, pero quizá alguien de los que mandan deberían exigirle a los otros ignorantes acérrimos de la plaza de Madrid, Plaza 1, que este señor figura, figurón no puede volver de luces a las ventas, al menos durante un tiempecito, justo lo que tarde en volver a merecerse lucir alamares en el ruedo de este poblachón manchego.

 

Que además de este caballero, también han comparecido El Juli y Alejandro Talavante. El Juli ha estado más Juli que nunca, ventajista en todo momento, nada y menos con el capote, sin ser capaz ni de fijar a sus oponentes. En la muleta trapazos y más trapazos, pico, muleta retrasada, enganchones, periférico hasta la exageración, bailando muchísimo, me escondo en la pala del pitón, para acabar en su primero de un espadazo en mitad del lomo, lo que encantó a esos amantes del despojo barato, y media tendidilla con una sarta de descabellos después. Y Alejandro Talavante, pues creo que andaba por el ruedo, aunque la sensación era de que estaba ausente, que ya saben aquello de que “me gustas cuando callas porque estás ausente”, pues Talavante así no gusta, desespera. Pegó un petardo en Otoño y ha pegado tres petardos en las tres tardes anunciadas en esta feria y este añadido. Que hasta parece querer torear de capote, pero siempre echando el pasito atrás, lo que desluce bastante y con el trapo rojo, porque así lo maneja, como un trapo, pues… ¿Qué quieren que les diga? Modernismo a tope, sazonado con altas dosis de sosería, ventajista como es norma en todos y con las mismas trampas de todos. Que igual, tal y como estaba el personal, si no se larga un bajonazo insultante en su segundo, lo mismo hasta los entusiastas del Primark, hasta le piden un despojo. Que unos dirán que la cosa no es para tanto, que da igual que se den despojos a tutiplén, que esto es para el divertimento del pueblo, aunque no puede nunca llegar a ser un divertimento de pueblo, al menos en la plaza de Madrid, que aunque se llene de desertores de los centros comerciales, los hay que quieren defender su honra sea como sea, sea contra esta marabunta devoradora de ritos y tradiciones, sea contra exmatadores que ahora sueltan barbaridades por seguir ahí a cambio de cuatro perras, contra voceadores del micro que te dice blanco y negro a la vez y lo contrario para defender lo vergonzosamente indefendible u otros que abogan por mandar a la policía para callar a los disidentes de este dislate. Que puede que su único delito sea el pensar diferente y desde luego que en sus ideas tiene un lugar de honor el que el vestir de luces hay que merecerlo y honrarlo.

PD.: Muchas gracias a los que se te cruzan por la calle y te dicen que esperan tus escritos y tus opiniones de la tarde. Con toda humildad, va por ustedes.

 

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lunes, 5 de junio de 2023

Ese dulce regusto de lo inesperado

Cuando sale el toro, todo es m´s fácil y mucho más complicado y adquiere mucho más valor


Pues igual muchos esperábamos a estas horas el tener que lamentarnos con la corrida de Victorino Martín, por pensar que iba a salir un encierro mal presentado, toros blandos y mortecinos, simplemente echando mano de antecedentes no muy lejanos; y que habría que ponerse a elegir a uno de los seis para ver si simplemente era pasable, pero no, la sorpresa, al menos para quién escribe estas líneas, ha sido grande y muy agradable. Así, sin esperarlo, nos hemos encontrado con una corrida de toros, con todo lo que esto significa. De presentación impecable, alguno más grandullón y menos Albaserrada, pero no vamos ahora a quejarnos por eso y ponernos pejigueras… y repelentes. Toros a los que se les ha castigado en el caballo, que han tomado una primera vara y que la han peleado, aunque en la segunda solo se dejaran. Se les ha picado mal, se les ha lidiado peor, no se ha cuidado su colocación en el caballo, mucho desorden y los del señor Martín poniendo las cosas claras, o me mandas o te va costar hacerte conmigo. Y aquí empieza otra película, la de los de luces que iban a la deriva y que se han dejado ir la oportunidad de torear; torear de verdad, mandando, pudiendo, venciendo el genio desarrollado por los dos primeros y hasta con claras opciones de lucimiento, pero…

Paco Ureña quizá no ha entendido la tarde, era como si el viniera con una idea previa y los de Victorino se la han echado por los aires; y lo que es peor, con gran riesgo para su integridad, que el que haya que decir que afortunadamente no ha tenido que irse al hule, ya dice bastante. Que lo extraño es que haya podido seguir en el ruedo después de las palizas que se ha llevado y que nos ha cortado la respiración en más de una ocasión. En su primero, ya en los primeros compases con el capote se ha visto superado por el de Victorino. El toro se le venía y el espada se veía en apuros hasta para quitárselo de encima. En la muleta pretendía una faena al uso de pases y más pases, pero la cosa se le ha torcido, porque eso del pico, el no mandar y el tener que recuperar el sitio en cada muletazo, no era lo que mejor le iba a este cárdeno con genio. Y Ureña cada vez se iba alborotando más cuando el toro le comía el terreno, hasta el punto que en un momento le arrolló, quedando claramente conmocionado y con serias dudas de poder mantenerse en pie. Pico y más pico, sin cuidar el rematar abajo, el mandar en las embestidas, tirando por la heroica, por el drama, demasiados enganchones y sin ser capaz de asentar los pies en el suelo. Y a la hora de cobrar una estocada entera, se queda colgado de los pitones, sin que nadie se pueda explicar cómo ha podido salir con bien también de ese percance. A su segundo ya empezó a acortarle el viaje por ambos pitones. El animal ya mostraba que había que intentar llevarle con largura. Aquerenciado para los adentros en el segundo tercio, se lo sacó con la muleta pasándolo por ambos pitones por abajo, sin demasiada claridad, algo alborotado. Continuó abusando del pico, más dando aire que toreando, muy fuera de cacho. Tomó la zurda y la cosa empeoró, viéndose obligado a correr en cada trapazo, largando tela, hasta vulgar, yéndose por momentos antes de que pasar el toro. Embarullado, andaba a merced del toro, concluyó con un pinchazo y una entera delantera, que le sirvió para que se le diera una orejita de plaza de tercera, más porque el usía no aguantó el tipo como en los dos primeros de la tarde, que por los méritos del murciano. Ya en el quinto, empezó aperreado de salida, obligándose a darse la vuelta y ceder terreno hacia los medios. Maltratado en banderillas, en el último tercio el inicio fue con trallazos por abajo, sin parar de bailar. Pico mientras le atropellaba la tela, sin acabar de quedarse quieto, mientras el animal iba empujándole hacia terrenos de toriles. Siempre quedándose muy fuera, aprovechando el viaje en el segundo muletazo, deambulando por el ruedo buscando las palmas, seguro que pensando en la Puerta Grande. Pero la falta de recursos y de toreo eran evidentes, por lo que optó por el arrimón, otro arreón que le complicó innecesariamente y más y más trapazos. Acabó de media recibiendo que no estaba en mal sitio y por quedarse descolocado, el toro se llevó por delante a un banderillero. Lo que vino a continuación fue más que bochornoso, al negarse a tomar el verduguillo, permitiendo una agonía que no venía a cuento del animal, por más que se le reclamara que descabellara. Quizá hay conceptos demasiado equivocados en esto que llaman tauromaquia y que tanto difieren de lo que siempre fue el toreo.

Emilio de Justo, de la noche a la mañana le convirtieron en figura, pero él, sobre todo en esta feria, se ha empeñado en desmentir tales supuestos. Un torero que quizá entusiasme en otros lares y con otra afición, o incluso en Madrid cuando ciertos tendidos están poblados de partidarios dando vivas a su tierra, la del torero y la de ellos mismos, pero no da para superar un mínimo análisis de valores taurinos. Con su primero ya mostró de salida que no podía con él, teniendo que darse la vuelta hacia los medios y perder terreno, lo que sus parroquianos celebraron con entusiasmo. Ya en el segundo tercio parecía que empezaba a sentirse la incomodidad de los de luces. Trallazos de inicio por abajo, pico y enganchón, como aperitivo del trasteo. En los medios, abanicazos con la zurda, pero sin torear, pico y carreras y el toro, con su genio, no se lo ponía fácil. Pico y siempre fuera de sitio, siempre descolocado. Pico y pierna retrasada por el pitón derecho, el toro se hacía con el mando, mientras de Justo solo bailaba, inseguro, se lo acabó echando encima. Naturales de frente, para seguir corriendo tras el trapazo y otro y otro, para coronar dejándose enganchar la tela. Sin saber por qué sí, ni por qué no, emergieron los pañuelos, como guiados por un realizador de la tele sacando el cartel de aplausos, en este caso, “pañuelos”, sin que nadie sepa dar razones. Al cuarto le dio la bienvenida acortándole el viaje y sin poder parar al Victorino. Un toro que esperaba y media en banderillas. Se lo brindó en un bonito detalle a Álvaro de la Calle, pero quizá habría estado bien que le hubieran cedido alguno de los dos espadas un quite en un toro. De Justo ya empezó bailando en su inicio con la muleta. Le sacó más allá del tercio, pero sin excesiva confianza. Continuó en su especialidad, los cuartos de muletazo, quitándole la muleta de la cara, muchísimo pico y el toro yendo allá dónde le llamara, tropezándole el paño. Más pico, empezando a embarullarse, con la zurda, más de lo mismo, acortando las distancias y tomándose demasiado tiempo entre pase y pase, una eternidad, muletazos levantando la mano, saliéndose antes de tiempo, trapazos y más trapazos que el toro se iba tragando, pero que no conducían a ninguna parte, escuchando un aviso antes de tomar la espada. Cerró con un bajonazo en la tripa. En el sexto casi no había tocado al cárdeno, cuando ya se estaba metiendo en las orejas, no sabiendo sacar las manos para alargar las embestidas. Con el capote no era capaz ni de quitárselo de encima para ponerlo al caballo, obligando a dar más mantazos de los precisos. Muy, muy acelerado con la pañosa, sin torear, sin mando y sin parar de bailar. Enganchones, siempre fuera, exagerándolo mucho. Igual por el izquierdo, con el toro viniéndosele sin saber casi quitárselo de encima, todo con excesivas prisas, embarullado, cazando muletazos, intentando empalmarlos y largando tela. No dejando satisfechos ni a los de los vivas, ni a los que le animaban tuteándole desde el tendido, como si le conocieran de toda la vida de Dios. Una tarde llena de sorpresas, por un lado los de luces, a los que se esperaba en loor de multitudes como ases de la tauromaquia y que en tres toros cada uno han dejado algunas dudas y muchas certezas, como el que el toreo con mando es algo ajeno a ellos, que uno parece no saber salir del drama y el otro del pegapasismo vacío y tramposo. Y los toros, que reconciliaron a Madrid con hierro por el que siempre dejaron que se les notaran sus preferencias, que últimamente no había motivos para ello, ni remotamente, pero así, sin esperarlo, les ha hecho volver a sentir ese dulce regusto de lo inesperado.

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sábado, 3 de junio de 2023

En el 5 no necesitan prismáticos

Intentaremos recordar lo que era la suerte de varas, aunque a muchos les moleste y prefieran esa de el picador con el palo levantado.

Vaya feria que están echando en ese tendido de la plaza de Madrid. La empresa subió el precio de las entradas a todos, pero los toreros se han encargado de que a ellos, a los del cinco, les salgan más baratas que a los demás. ¿Qué cómo es eso? Muy fácil basta con que la inmensa mayoría de las faenas de muleta se den allí, a sus pies. Que antes era por el viento, pero es que en esta feria, aunque no se mueva una brizna, ¡hala! Todos para el cinco. Quizá sea porque allí se congregan los mejores aficionados de la plaza, ¿no? Bueno, no sé, igual aficionados, por mucho que otros piensen lo contrario, los hay en toda la plaza, unos más bulliciosos, otros más calladitos, pero los hay en todas partes. Eso sí, ya les digo yo que en el cinco es el lugar dónde habita la felicidad en la plaza de las Ventas. Ellos sí que saben entender esta fiesta. Ellos sí saben que para pasárselo bien hay que ir siempre con la bañera en la mano, según cuadre el pañuelo de la peña de tal o cuál lugar, el bocata, si se tercia y ya metidos en harina, pues a aplaudir hasta a los alguacilillos, que también tienen derecho. Idolatran el trapazo, los toreros precavidos, pero que se vayan allí al calor de sus palmas, para verlo cerquita, idolatran a los paisanos suyos o ajenos, a los que salen por la tele, a los que manejan la muleta como un guardiamarina maneja las banderas para pedir auxilio a otro barco, acelerado y dando mucho aire al aire. Este es el público que gusta a los taurinos, el que ellos dicen que levanta a la fiesta, aunque por delante se lleve el orgullo, la historia, la tradición, la personalidad de una plaza. Allí se congregan día tras día las plazas del mundo de norte a sur y de este a oeste y mientras… mientras desquician a la del centro. Qué más da, es la plaza amiga de los grandes y enemiga de los mediocres y como buenos mediocres, ellos y los de luces y taurinos del mundo, la detestan. Mejor hundida que viva y resoplando. Y será por eso que en esta feria se han ido al cinco una gran mayoría de toreros a sentir de cerca como les jalean su vulgaridad.

A este cinco poco le importa el ganado, lo de El Torero en este caso, que vayan ustedes a saber por qué, podían recordar a uno que el Rocío ha sido hace bien poquito. No se les ha picado apenas, lo que alegra al cinco y a los afectados por su onda expansiva. Eso sí, no consienten que el picador pise la raya y mucho menos que la rebase una pezuña. Sí se ha picado al quinto, quizá un poco de más. ¡Cómo se han puesto! Al picador, un descarado, le han llamado de todo, pero sin pensar por un momento en quién es el que le manda. Eso sí, lo contentos que se han puesto en el sexto por no picarle porque el de aúpa levantaba el palo. Así está esto, se ovaciona por no picar y por no pisar la raya, por supuesto. Poco les importa si el toro cabecea en el peto, como ha sido la tónica de la tarde.

Uceda Leal, que ya se sabe el truco, no ha dudado en llevarse su segundo del nueve al cinco a punta de muleta, adónde son más agradecidos. Aquí se jalea todo, todito, todo, los trallazos acelerados por abajo del primero de la tarde, los enganchones, el no llevarlo toreado, las prisas y el citar desde más allá de la pala del pitón. Que si no es por los fallos a espadas, igual… Pero quedaba ese cuarto, al que ha trasteado acelerado, por momentos aperreado, sin poder con el animal, abusando del pico de la muleta, sin parar de correr recolocándose constantemente, con un toro que no se comía a nadie. Cazando un muletazo por aquí y otro más allá, ahora hago que me pongo de frente, pero al segundo ya estoy otra vez fuera y atravesando la tela. Pero claro, con una eficaz entera rinconera, la locura y una oreja patrocinada por el cinco y su onda expansiva.

Morante de la Puebla es un torero al que lo mismo se puede jalear con fervor, que mentarle a lo más sagrado y nadie perderá categoría con ello. Puedes llegar al barrio y decir que has aplaudido su arte excelso, que le has abucheado como esta gente piensa que solo se abuchea a los artistas, con mucha saña. Pero es que el de la Puebla a veces tampoco lo pone difícil. Que solo unas verónicas al aire, sin torear, pero poniendo pose de lidiador del XIX, que eso cala. Con la muleta empezó pegando latigazos por abajo, sin templar, citando con el pico y a nada que el toro se le venía, se veía que no era capaz de hacerse con él. Pues para que demorarse, se toma la espada y ya está. En su segundo, pues la cosa ya iba torcida a cuenta del picador que picó, incluso saliéndose con el toro más allá del tercio y claro, la raya, esa es sagrada. Que sí, que le dio a gusto, pero si se reaccionara así cuando no se pica. Ya con la muleta, pues evitando que el del Torero se le fuera al suelo, pico, excesivo, dejándosela tocar. Cambio al pitón izquierdo y lo mismo, con el toro besando la arena; y ya saben, Morante no se anda con bobadas, la espada de verdad y a otra cosa.

Sebastián Castella, un torero hecho para públicos como el cinco, que se fabrica puertas grandes como el señor Genaro hace churros por las mañanas, una y otra u otra, con la diferencia de que los churros del señor Genaro están bien ricos y las salidas a cuestas del galo… en fin. Poco le importó que su primero anduviera de gira por el ruedo, si acaso, él andaba estorbando por allí en medio. Él está para calentar el cotarro con la muleta. Inicio por abajo tirando al de José Vázquez al suelo, ahora meto el pico atravesando el engaño, ahora meto el estoque. Serie con la zurda toda con enganchones. Pico y más pico, cazando trapazos dónde caigan, con la mano derecha quizá más pico, si es posible, muy fuera, que si cambios de mano y seguía citando desde muy fuera, pero el cinco el agradecido y todo lo jalea, que por jalear, hasta las carreras escapando. Luego una entera trasera, pero daba lo mismo, entre berridos y mulilleros a cámara lenta, pues una orejita, que a nadie se le puede negar tanta felicidad por tan poco. En el sexto íbamos por el mismo camino, pico, enganchones, muy fuera y pasándoselo lejitos, demasiado acelerado, más trapazos, venga enganchones. En uno de los achuchones que le arreó el del Torero le pegó una cornada, que diría que no le impidió seguir en el ruedo, lo que no quiere decir que no fuera de consideración. Más trapazos sin pararse quieto y un bajonazo que enfrío los ánimos hasta en el cinco, quizá por las airadas protestas de los que no fueron afectados por su entusiasta onda expansiva. Que dónde cayó la espada lo vio toda la plaza, pero quizá no los del cinco, con lo cerquita que lo tenían, como tienen y han tenido la mayoría de las faenas de esta feria, no por el viento, ni por las querencias y los terrenos, sino porque estos son los que mejor aprecian el destoreo, lo mismo que no aprecian lo que es una bajonazo y eso que teniéndolo todo tan a mano, en el 5 no necesitan prismáticos.

 

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viernes, 2 de junio de 2023

Pues la culpa va a ser del 7, ya lo creo

Parece que nunca sucedió aquel toreo de otros momentos de Urdiales, quizá cuando no daba sensación de acomodo, quizá cuando toreaba menos, quizá...


El otro día un periodista de esos que han ido por todas las teles del mundo, como la Trotaconventos, pero en plan platós de televisión, radios y prensa digital, afirmó que la culpa de que esta magnífica, sensacional, histórica, gloriosa feria, vaya como va, desastre va, desastre viene, es del siete. Y el pavo se queda más ancho que un mojicón a las ocho menos cuarto. Que oiga, con los habitantes del siete se puede estar de acuerdo, en desacuerdo, unos ratos sí y otros no, con unos sí, por supuesto y con otros de ninguna manera, pero, ¡Hombre! Que no les veo yo a estos montando carteles en la mesa de al lado de casas y Garrido. Al menos que yo sepa; porque si hubiera sido así, anda que no nos lo habrían cacareado Casas, Garrido, toda la prensa del régimen y a lo mejor hasta alguno del siete con ganas de sacar pecho, pero no, no se ha dado el caso. Que tampoco he visto yo a los del siete reseñando corridas, ni tan siquiera en los reconocimientos matinales diciéndole a presidentes y veterinarios este sí, este no. Como tampoco he visto a nadie del siete dándole un mamporro en la cocorota a los matadores antes de entrar en la plaza para que se les borren todas las ideas taurinas y su saber lidiador para que luego se muestren tan incapaces como se muestran tarde tras tarde. Que a veces protestan esto, lo otro y lo de más allá, pues eso es innegable y mire usted, que ni los del siete lo niegan. Eso sí, si los toros, los toreros y hasta los que venden almendras se vienen abajo con las protestas, pues qué quieren que les diga, que los toros, los toreros y hasta los que venden almendras, necesitan sacarse un bono de cien sesiones en el colegio de psicólogos de Madrid, España y el Mundo. Que ya me gustaría a mí que las protestas sí que fueran capaces de aplacar los ánimos muy animados por Gin Larios, Soberano que es cosa de hombres o güisqui Dyc. Que lo del fracaso no se les puede achacar a esos del siete, pero los triunfos, orejas, puertas grandes y vueltas al ruedo, igual sí que se les puede reconocer su parte de influencia a estas marcas de alcoholazo tan acreditado en los tascuzos de la plaza de las Ventas.

Que la de los señores Lozano, lo de Alcurrucén, igual han salidos malos, mansos, descastados, pegando tornillazos en el peto, queriéndose quitar el palo, doliéndose en banderillas y si medio iban a la muleta se desfondaban a la de tres o buscando las tablas primero y los toriles después, igual era más su propia condición, que por culpa del empedrado. Como ese primero que derrotaba desesperadamente el peto al notar el palo y que salió a escape en cuanto pudo o Urdiales, que se mostró no muy confiado, tirando trallazos, metiendo el pico y acabando con un arrimón, sin que nadie le obligara. En su segundo otro manso que además no quería trato con las telas y que buscaba irse a costa de lo que fuera, muy suelto durante toda la lidia, quizá lo que se le pedía era que le pegara por abajo y a otra cosa, pero el riojano optó primero por cambiarle la lidia y llevar el caballo al cinco, para después iniciar por abajo e intentar meterlo en la muleta consintiéndole, pero el toro era malo de solemnidad y no creo que fuera porque nadie de ese tendido en cuestión le criara a biberón en las galerías del tendido bajo.

Que no digo yo que los de ese tendido en cuestión no tengan culpa de algo, que lo mismo es que hay alguien mal encarado y produce una sensación de desasosiego en los actuantes, pero volvemos a lo de antes, que si ya nos venimos abajo por uno que no es Adonis, apaga y vámonos. Que es probable que Talavante ya viniera desanimado y sin ganas desde casa, porque esa es la sensación que lleva dando en sus actuaciones en la presente feria y… lo mismo en ferias anteriores, pero parece que el mal influjo, según el periodista del artículo, la cosa solo viene del 10 de mayo para acá. Que nadie ha empujado a Alejandro Talavante a desentenderse de la lidia de su primero, que la inseguridad que proyectaba puede tener otras causas, lo mismo que el hartarse a meter el pico de la muleta, a citar desde fuera y dejarse enganchar el engaño demasiadas veces. En el quinto, el más claro exponente de la sangre de esta ganadería, mantazo va y mantazo viene y el animal que dice que va a ver si le abren la puerta de toriles y se pira para su dehesa. Ni quería caballo, ni quería trapos, ni que nadie se arrobara el origen de su mansedumbre, por mucho siete que fuera. Era manso para él mismo y ya está. Y Talavante que va y se nos postra de hinojos al más puro estilo chabacano, pasándoselo por detrás como en las ferias de las talanqueras. Y venga pico hasta la exageración y destoreo y trapazos al aire y la buena gente, los que con sus bienes, palmas y alboroto sí que no han sido capaces de hundir esto aún más de lo que ya lo han hundido, jaleaban hasta cuando el toro ni pasaba. Eso sí, protestaban al no regalarse despojos, pero en este caso quizá habría no que censurar, sino agradecer, las protestas con origen dónde fuera de la plaza.

Y Luque, ese torero que no el siete, pero sí otros muchos, probablemente hasta el periodista identificador de culpables, han intentado enaltecer al sevillano. Que si está en un gran momento, que si ve los toros como nadie, que si resuelve faenas primorosas, pero nada, que no hay manera, que Daniel Luque pone todo su entusiasmo en ser un torero tramposo, ventajista, trapacero y vulgar hasta la extenuación. Eso sí, posturas las pone como nadie, que si rodilla en tierra, pero tirando con el pico de forma descarada, que si brazo largo no vaya a ser que el toro pase más cerca de lo soportable, que si se la deja tropezar, pero pone cara de palo y al final, tira el palo, quizá lo más sensato de sus actuaciones, porque la verdad, ¿para qué le vale? Que realmente, él, como tantos, podrían tirar el palo, la muleta y todos los trastos de torear o subirlos a Gualapop, a ver si así al menos. O, ¿por qué no? Que se los regalen al siete y así les provoquen remordimientos y que digan que con lo poco que han aguantado sus trapacerías, mira lo enrollado que es, que nos hace un regalo. Y al sexto, un mulo, pues le ha intentado aplicar la misma receta de destoreo de siempre, que sí, que los muy motivados hasta le jaleaban y se animaban, no porque lo hicieran desde el siete, faltaría más, más bien ese entusiasmo procedía de los efluvios del Gin Larios, Soberano que es cosa de hombres o güisqui Dyc. Que algunos pensarían que el mundo se les balanceaba al ver a Luque hacer el péndulo. Que suerte tan bonita, ¿verdad? Y si ya lo rematamos tirando de nuevo el palo, pero esta vez no ha podido ser eso que él hace de cambiarse el trapo de mano a mano, ahora la pongo del revés, ahora del envés. Y que yo sepa, semejante vulgaridad es de cosecha propia, pero nada si algunos siguen queriendo responsabilizar al siete, pues adelante, ellos sabrán, habrá que darle la razón como a los borrachos y sobre todo a ese periodista Trotaconventos que como otros muchos esperaban una feria demencial y maravillosa para los taurinos, que estamos a punto de acabar y aún no hay candidatos a triunfadores para la beneficencia, que igual hasta nos meten a Diego ventura. Que, por mucha oreja y Puertas Grandes, la cosa no la tenían pensada así y ahora solo les queda mirar a quien señalar con el dedo, por no señalar a los verdaderos culpables, el señor casas y el Señor Garrido, las ganaderías contratadas, los toreros, por mucho que desde los micrófonos se empeñen en cambiar la realidad. Pero si así se quedan más conformes, Pues la culpa va a ser del 7, ya lo creo.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

jueves, 1 de junio de 2023

Si es que dan para lo que dan

Y los toros siguieron buscando muletas carmesí en el cielo de los toros que nunca se cansan de embestir.


Resulta que te pones a pedir los toros que cumplan con esto, lo otro, lo otro y lo de más allá, te salen y te dedicas a tus garabatos taurinos acostumbrados. Que a tres caballeros, Arturo Saldívar, Fernando Adrián y Álvaro Lorenzo les echas la mejor media corrida del serial y se creen que están en la romería de su pueblo o en una capea de amiguetes. Y digo la mejor media corrida, con diferencia, porque si entre todos no juntan una vara, igual no es para ponerse a dar saltos de alegría, ni vociferar parabienes a su criador. Que en la muleta han sido unas máquinas de embestir no lo puede negar nadie, solo faltaba, pero si me van a empezar con el sainete de que nos roban el tercio de varas, que si lo que quieren son lidias completas, que si el toro de poder y todas esas cantinelas habituales, entonces no me podrán poner la corrida de Santiago Domecq como el paradigma de la corrida brava y encastada. Que nos ha dado un respiro y una alegría al ver a esos animales ir y venir a la muleta queriéndose comer el trapo y hasta poniendo en algún aprieto a sus lidiadores, no sé si tendrá mucha discusión, pero insisto en que pensemos las cosas con detenimiento. Que también les digo que ya me gustaría que esta fuera la peor y que todo lo que viniera después fuera mejor, pero creo que no va a ser así. Bien presentados, sin excesos, algunos hasta justitos, mal lidiados por sus matadores, mucho mantazo, sin tan siquiera ponerlos al caballo con una pizca de gracia. Los dejaban por allí y que se apañaran. Aunque poco había para apañarse, porque ya digo, no se les ha picado, que si un rasguño, que si un poquito más, pero poco más. Derrotes a los petos con un solo pitón, con las caras altas mientras les tapaban la salida, para acabar doliéndose en banderillas. Y precisamente en banderillas, Curro Javier ha vuelto a lidiar con conocimiento, sabiendo ver al toro y sin molestarle para el siguiente tercio. Un toro muy aquerenciado para los adentros, que iba poco a poco empujando a todo el mundo hacia toriles, lo ha cogido el peón y con dos capotazos lo ha sacado de su terreno y se lo ha llevado al punto opuesto de la plaza y lo que era complicado para banderillear, esperando, se ha convertido en algo más cómodo y menos arriesgado para para parear.

De los espadas, pues podríamos haber hablado maravillas. Les sale lo que les sale y no dan para otra cosa que para pegar trapazos y soltar su show entre vulgar, chabacano e incapaz. Que los paisanos de Fernando Adrián se habrán vuelto encantados a su casa, porque al chaval le han sacado a cuestas por la Puerta de Madrid, pero ni él, ni sus más allegados están para celebrar nada. Él, como sus compañeros, han dejado escapar su gran oportunidad. Que sí, que lo pondrán aquí y allá, pero esto es un pan para hoy, hambre para mañana. En su primero fue un recital de trapazos, telonazos de inicio, que si me lo paso por detrás, para felicidad del paisanaje. Pico, enganchón, sin llevar al toro, que buscando la tela se le acaba echando encima, un desarme, cites desde muy, pero que muy fuera, siempre con la muleta atravesada, sin recordar jamás lo que es el toreo. Arrimón, que eso siempre anima a los idólatras del pegapasismo vacío. Y por si faltaba algo, una entera caída. A los señores mulilleros entonces les entra un ataque de parálisis mental y de sus extremidades inferiores y oiga, que no avanzan, al menos hasta que el presidente da el primer trofeo. Que igual se piensan que las orejas se cortan por dar naturales, derechazos, quites a la verónica y una gran estocada, ¿no? Pues no, se cortan dependiendo de los mulilleros, aunque no haya petición suficiente. Así están las cosas. Pero claro, con la Puerta Grande entreabierta, a poco que se paren los acemileros otra vez, la cosa está hecha. Qué cosas, lo que en toros tiempos podría haber sido faena de pitos por dejarse ir un toro, estos prestidigitadores del látigo lo transfiguran en otro despojo más. Que Fernando Adrián, del que se comenta que también tiene capote, empezó de rodillas en los medios, con trapazos por doquier, para ya en pie largarlo lejos, muy lejos largando trapo. Pico exageradísimo, muy vulgar, toreo de talanquera venida a menos, contorsionismo rodilla en tierra, pero con la precaución de sacar mucho pico, enganchones y más enganchones y el toro que no se cansaba. Que el pobre no cesaba en su empeño de agarrar aquello rojo, aunque su portador se la ofreciera allá por la salida de la carretera de Valencia en la M-30. Un toro así no merece semejante desvarío taurino. Y para culminar el despropósito, un bajonazo, metisaca, en la paletilla, más otra cuchillada traserísima. Luego monto un numerito que si aplaudo al toro, que si me aparto, como si nadie le hubiera contado que él estaba para despenar al de Santiago Domecq y evitar un penar innecesario, que si acaso ya aplaudirían los que pagan y está para eso o para protestarle ese despojo más que inmerecido. Luego el señor del palco, esta vez sin que los mulilleros tuvieran culpa, que ya habían hecho de nuevo su función de arrancar despojos, decidió la vuelta al ruedo para el toro. Que en la plaza de Villarrubias de los Ojos Verdes, pues igual estaría de miedo, pero en esta plaza, permítanme que lo dude y lo censure.

Si abordamos la actuación de Arturo Saldívar, poco hay que decir, siempre buscando el aplauso facilón, pero nada de toreo. Inédito con el capote, en la faena de muleta dando los mismos trapazos de todos, añadiendo una incapacidad para ver y mandar en sus toros, lo que propiciaba que en ocasiones este se le viniera de repente y le pusiera en apuros. Como todo recurso solo era capaz de dar el muletazo por detrás, que hay quien lo verá como un signo de valor y quién, por el contrario, lo ve como que no hay nada más que ese trapazo tan resultón y jaleado, pero nada más. En la misma línea de ese resultadismo taurino, intentó torear con la derecha sin el estoque, pero ni eso le salió, resultando cogido. Un bajonazo en la tripa, que hubo quién lo jaleo, quizá porque estaba dentro del animal, es la única explicación que se ocurre. En su segundo, pues más de lo mismo, pico, trallazos y el toro poniéndole en apuros al irse al hueco que dejaba con esa trampa. Que habrá quien se pregunte que hacía el azteca en esta feria, pues que cada uno saque sus propias conclusiones.

Y Álvaro Lorenzo, el que hace un tiempo enloquecía a los suyos, en esta tarde parece que no ha logrado congregar a demasiados paisanos. Lo intentó el toledano con el capote, pero siempre dando el pasito atrás. En su labor con la muleta, pues el torero que ha sido siempre, ventajista, abusando del pico, toreo muy periférico, largando tela y sin tan siquiera hacer amago de rematar, aunque esto es lo de todos y lo de todos los días, dejándosela tropezar demasiado. En el que cerraba plaza empezó en los medios ofreciendo la zocata y al quedarse al descubierto resultó prendido, dando toda la sensación de haberle calado el pitón. A pesar de todo continuó en el ruedo, para seguir en la misma línea. El toro estaba muy aquerenciado hacia los adentros, pero el espada no le mandó en ningún momento, más pico, más tirarlo para afuera, largando trapo, arrimón y muletazos de uno en uno, cuartos de muletazo y el personal que jaleaba todo lo que pasar por allí y por supuesto una estocada dos palmos trasera, pero daba igual. El público no estaba por fijarse en estas cosas, estaba entregado y vivía la vulgaridad con deleite y regocijo, mientras otros no daban crédito al encierro que había echado Santiago Domecq. La modernidad más absoluta, inéditos en el primer tercio, pero que en la muleta se tragaban los muletazos como benditos una y otra vez. ¿Para felicitar al ganadero? Pues allá cada uno, pero que no me cuenten eso del primer tercio, la lidia completa y esas cosas que ya parecen pasadas de moda. Que habrá hasta quien diga que ese quinto era “toro de vacas”, pero ya saben, hay gente pa’ to y la modernidad también tiene sus fieles, aunque abjuren de la fiesta íntegra de siempre. Aunque por lo visto, quizá los que más han renegado de esta fiesta modernista sean los propios caballeros de luces, que han dejado pasar la gallina de los huevos de oro delante de sus narices, pero, ¿qué le vamos a hacer? si es que dan para lo que dan.

 PD.: Un recuerdo para Laura, esa aficionada de Madrid que hizo del bajo del 3 su trono. DEP.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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