Si hay figuras de por medio, no esperen ver esto |
Cada día se evidencia más nítidamente que aquí el que no
sigue el carril se debe convertir en un apestado. Otra cosa es que lo llegue a
ser, pero los que han asumido el adoctrinamiento del sistema ponen todos sus
esfuerzos en conseguirlo, pero esto tampoco depende solo de ellos. Eso sí,
ponen en juego las más bajas artes, aunque ellos se consideren limpios de alma
y corazón, cívicos aficionados por estar siempre del lado de los que se visten
de luces, por poner todo de su parte para que las tardes de clavel acaben entre
brocados dorados y pétalos de rosas alfombrando su mundo. Ellos, tan educados y
sensibles se permiten acusar, vilipendiar a quienes no piensan como ellos y
ponen en los demás, en sus enemigos, que así los ven, quizá lo que ellos
pretenden esconder en sus entrañas, pero basta una tarde como esta de los
Adolfos, con Manuel Escribano, Román y Roca Rey, para que proyecten sobre los
demás lo que harían suyo, si no fuera porque se les iba verter el yintonic al suelo.
Ellos solitos descubren no solo su condición de aficionado, sino también lo que
son como individuos. No admiten las protestas, porque estas pueden chafarles el
ver a su torero o al torero por el que han pagado una pasta para verle, y si en
medio de estas protestas por lo que está sucediendo en el ruedo salta el
infortunio y un hombre de luces es cogido y de gravedad, se vuelven a los que
no estaban de acuerdo y les acusan de aquello que acaba de suceder. ¿Creen
estos sujetos que alguien quiere provocar una cornada de nadie? ¿Creen estos
sujetos que nadie que proteste se alegra de que un hombre vaya para adentro?
¿Qué tienen dentro para llegar a esta conclusión? ¿De qué están hechos? ¿O es
que necesitan echar la culpa a alguien en esa actitud tan miserable como
inmadura? ¿Quizá no han llegado a pensar que esas protestas pudieran ser porque
a lo mejor alguna anticipaba lo que podía pasar viendo cómo el toro ya había
avisado del peligro si se le continuaba tratando de esa manera? No, seguro que
no, es mejor buscar a quién culpar de lo que no tiene culpa. Y a este carro se
apuntan los voceros del régimen, los que atacan permanentemente a la fiesta,
una tarde tras otra en los micrófonos de la televisión de los toros, don Maxi,
Cristina Sánchez, Emilio Muñoz y los demás actuantes de las retransmisiones.
Esos para los que todo va bien mientras ponen el cazo. Y nunca faltan los
esbirros que se adhieren perdiendo las posaderas, a ver si hacen mérito, los
que van de periodistas ecuánimes y no son más que el brazo propagandístico de
toda esta basura que rige el toreo en este momento.
La tarde de los Adolfos era día de postín, de alegrías
prefabricadas y nadie podía saltarse el guión, había que estar todos a una para
hacer que los triunfos fueran de colosales dimensiones. Pero se olvidaban de
varios detalles. El primero es el toro. Ya sé el predicamento que tiene este
ganadero entre todo el mundo y encima en este día les ha dado argumentos para
que profundicen en este camino. Tres toros estupendos para la muleta, lo que
resulta absolutamente innegable. Eso sí, agradecería que no me los pongan como
paradigma de toro bravo, al menos mientras no hagan lo mismo con esos a los que
tildan de borregos que no aguantan un puyazo entre seis y que es en el último
tercio en el que se destapan, los Cuvillos, Alcurrucén, Garcigrande, para
resumir, eso que llaman genéricamente Domecq. Que hay que reconocer que las
embestidas no son del todo iguales, pero si miramos eso que dicen de la lidia,
o la miramos o no la miramos, pero para todos igual. Que ya me gustaría que
salieran muchos toros como los tres últimos, pero no me quieran luego hacer
trampas, eso no.
De la misma forma, no que quieran tampoco hacer el truco del
tocomocho con los toreros, que me parece magnífico el que un aficionado tenga
sus debilidades, que quiera encumbrar a su paisano o al torero que sigan en ese
momento, pero volvemos a lo mismo, Lo que no vale para Ponce, Juli, Castella,
Perera, manzanares y tantos otros, no vale para nadie. A Manuel Escribano nadie
le puede negar su disposición y más sabiendo que está cogido en la cama con un
cornalón de caballo, pero si este matador basa su toreo en atravesar la muleta,
en no mandar y en tener que recolocarse permanentemente, lo que no podemos es
no querer ver lo que allí pasa. Que hay veces que las cosas se intentan y no
salen, como en el tercer para a ese cuarto de la tarde, quebrando por dentro y
queriendo dejar un par de un mérito y riesgo imposible. Se le cayeron los palos
al suelo. Pues muy bien, eso es una parte de los toros, que no sale todo, pero
si se va con verdad, se deja y punto. De la misma forma que hay que valorar el
que a ese mismo toro le diera sitio, pero si a continuación vienen los
retorcimientos, el pico y demás, ¿no se puede decir? ¿Hay que callar? Y si la
cosa es así, ¿alguien quiere que le pase lo peor? Por favor. Que llevo un rato
intentando aguantarme el calificativo que tengo en la cabeza para estos señores
que no admiten la protesta, pero que sí se ven en el derecho de llevar al
paredón moral a quién no está en su misma órbita. Que esto no es nuevo, pero
sigue siendo injusto.
Era tarde de partidismos exacerbados, como en el caso de
Román, que siempre atrae paisanos, siempre está muy arropado por los suyos, lo
cuál es de admirar, pero que estos fans del valenciano no pretendan que todo el
mundo comulgue con sus ruedas de molino, que aquí en esto de los toros todo el
mundo tiene amigos, padres, tíos, parientes o aspirantes a que el matador les
salude un día. Que para unos su toreo es ausencia absoluta de toreo y mando y
otros jalean la consecuencia de esto, el que se acabe echando el toro encima,
el que se vea apurado porque el toro va a su aire, el que tenga que pasarse la
vida corriendo para buscar un muletazo, el que acorte los muletazos tanto que no
llegan ni a medio pase. Le jalean el que insista en un toro ya parado que solo
se defiende y que hasta acaba calándole, afortunadamente sin demasiadas
consecuencias. Que lo de ponerse fuera a citar y lo de tirar con el pico,
aparte de una trampa, sí señores, una trampa, puede ser hasta peligroso,
dependiendo los casos. Que si unos y otros quieren poner a su torero a los pies
de los caballos, bien no está, pero ellos sabrán, pero al toro hay que
respetarle, porque en toda esta juerga es el único que está ahí sin que nadie
le haya preguntado nada. Y ya sabemos que nace y vive para este momento, pero
démosle su oportunidad.
Estaba claro cómo el agua de que era día para subir a los
altares a Roca Rey, que no habiendo estado tan en la luna como otras tardes, al
menos parece que alguien le dijo que en el ruedo se está pendiente del toro y
de los compañeros. Algo se ha avanzado. Siempre se le achaca el que hace lo que
hace, sin toro. Pues bien, en la de Adolfo le ha aplicado gran parte de su
repertorio a un toro, que no es poco. Otra cosa es admitir eso que el hace como
toreo de verdad, porque de verdad hay muy poco. Vista toda, pero toreo… Otra
cosa es con lo que cada uno quiera cegarse, con que uno esgrima ese argumento
de poder del “me he emocionado”. Contra eso no hay respuesta, que estamos en la
de siempre, que eso es pura subjetividad. Que habrá quién quiera ver un toreo
excelso de capote, que no se dio, porque no toreó de capote, o que quieran ver
muletazos hondos y rematados, dónde pases largos en línea recta, rematados
delante de la cintura, intercalados de carreras, presentando el pico de forma
descarada para seguir con el siguiente trapazo. Dirán que con la mano muy baja,
verdad es, pero no bajando la mano, que no es lo mismo. Que eso de la mano muy
baja hay un señor especialista en ello y es de Velilla de San Antonio. Que
insisto, que aquí o todos tirios o todos troyanos, pero no me cambien el juego
a mitad de la partida. Pero era el día en el que todo valía si era en pos del
triunfo, la algarabía y las puertas grandes. Pero también era el día de
definirse, de respetar la fiesta, de partirse la cara por ella y por la
exigencia del toro u optar por dejarse llevar por los favoritismos personales,
por “emocionarse”, que también es lícito, pero casi mejor que sin que luego nos
vengan con milongas milongueras. Que nos llamarán lo que quieran a los que no
pasamos por ese aro, aunque no me parezca bien, pero que no se azoren y que se
entreguen sin reservas al jolgorio y festejos para celebrar a San Vulgario, patrón
de los claveles.