Los antis y gentes que no se han acercado a los toros ni por
la acera de enfrente de estos, tienen la creencia, el firme convencimiento, de
que los que nos hemos aficionado a esto somos unos bárbaros, una mezcla de
Atila, Fu Manchú, el Sacamantecas y la Niña de la Curva. Y ya, si hablamos de
ir a la plaza con cierta regularidad, Pedro Botero se ocupará de hacernos pagar
nuestros pecados contra la moralidad y la humanidad moral y humana. Que no
conciben que después de volver de los toros seamos capaces de darle un beso a
nuestros, con lo cual ya excluyen a una buena parte de aficionados, porque los
que aún no tienen progenie no pueden mostrar tal rasgo de perverso cinismo. Pero
lo que no podemos hacer los que gustan de ver al toro en su máxima expresión de
poder y fiereza, es achicarnos y dejar que ahí nos las den todas. Hay que
actuar y actuar ya, hay que convencerles de que aunque no profesemos esa fe, su
fe, su ética y moralidad imperante, tampoco somos para echarnos como pasto de
bestias carroñeras. Que no, que algunos no comulgamos con su fe, pero no porque
nos gusten los toros, que eso no tiene nada que ver; que igual es que
simplemente ni la compartimos, ni la queremos compartir, porque no la
entendemos, porque la entendemos y nos parece… Bueno, que no nos gusta y ya.
Pero ya digo, no nos quedemos parados, actuemos y para empezar, mostrémonos como
seres educados, cívicos, que vivimos en sociedad, integrados en un mundo que
tenemos que compartir con todos y ellos, por supuesto, con nosotros. Seamos,
ante todo, educados, que por la apariencia al menos derribamos ya algún que
otro prejuicio. Que igual se sorprenden de que no babeemos sangre, de que no
arrastremos jirones de las entrañas de la última presa que acabamos de devorar;
y si ya llevamos un libro debajo del brazo, entonces, apartémonos, porque les
puede explotar la cabeza y ponerlo todo perdido de prejuicios pacatos y antitaurinos
¡Tos pa’ tras!
Siempre con la educación por delante; así, si viajamos en el
metro o autobús, deberemos ceder el asiento si entra un vegano o alguien con
una pegatina con el lema “la cultura no es…” o similar, como esas en las que se
ve un toro desangrándose por la boca. En estos casos les falta la segunda parte
de la pegatina, esa que ellos suponen que se ve a la gente en los entendidos
aplaudiendo sin medida contemplando el chorro de sangre, tan lejos de esa realidad
en la que esa misma gente se enfada, protesta y censura semejante espectáculo.
Que no les culpo por esta interpretación, porque es lo que pasa cuando no has
pisado una plaza de toros en tu vida y además prefieres guiarte por tópicos
malintencionados antes que intentar enterarte mínimamente de lo que es esto. Pero
hablábamos de educación. Después de ceder el asiento a veganos, antis y demás
ignorantes del toreo, si estamos en un restaurante y pedimos un chuletón y el
camarero nos indica que curiosamente es el último que les queda, en ese momento
deberíamos reaccionar y rechazarlo de plano, cederlo por si algún vegano se
encapricha; que no se quede sin comer por nuestra culpa. Ya nos comeremos nosotros
el filete de tofu que parece carne, pero no lo es, o las salchichas de
calabaza, que parecen de cerdo, pero que no lo son. Que curiosamente, aún no he
visto las acelgas de ternera, que parecen acelgas, pero es ternera. Será porque
los bárbaros del chuletón, como los de los toros, no necesitamos disfrazar nada
para que el trago nos sea más leve.
Pero continuemos con esta lección de civismo que se atreve a
dar un aficionado a los toros ¿Cabe mayor descaro? Al entrar en un avión, en un
tren, en un autobús de largo recorrido, antes de ocupar nuestro asiento,
preguntaremos a todo el pasaje si hay algún anti, vegano, ovolacteovegetariano
o similar y amablemente les cederemos el pasillo, la ventanilla o lo que mejor
les venga y nosotros ocuparemos el lugar que ellos desechen, que para eso
estamos. Si tales compañeros de viaje deciden ponerse a hablar por el móvil o a
escuchar música, su música, a todo lo que dé, no seamos tan poco comprensivos
como para pedirles que usen auriculares, aplaudamos los últimos éxitos de
William Javier Montesinos o la Trapi y si es necesario, acompañemos con palmas
animando a todo el bus, todo el vagón o todo el vuelo charter con destino a
Tierra Santa, previa escala en Barcelona. Seamos comprensivos, educados, cívicos,
aunque no compartamos esa ética, esa moralidad, esa postura en armonía con la
naturaleza, con el Amazonas recién enmoquetada, con la inmensidad del desierto
con cobertura en todo su ser, porque podemos ser aficionados a los toros,
podemos conmocionarnos al ver hacerse el toreo, admirar la bravura, la casta y
el poder de un toro, pero no nos olvidemos, ante todo, ser educados.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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