lunes, 25 de marzo de 2024

Ilusión por encontrarse con el toro y luego…

Algunos recordaban los Cuadri de otra manera. Será que la imaginación distorsiona la realidad o quizá es que la realidad puede ser otra.


Hacía tiempo que no había tanta expectación, o quizá sería más exacto hablar de ilusión, que en la tarde de los Cuadri de Madrid para abrir esta nueva temporada; que tampoco sabemos cuántas más va a haber o si definitivamente se pasa al modelo de “ferias, verbenas y poco más”. De momento y para empezar, parecía estar garantizada la presencia del toro y así fue, aunque el aficionado no pudo evitar salir de la plaza con una sensación extraña. De Cuadri eran, porque así lo indicaba la “H” tumbada, pero… que no se parecían ni a los padre, ni abuelos, ni primos lejanos que en otros tiempos se enseñorearon por Madrid. Trapío irreprochable, ni un pero, pero… Ni en el comportamiento parecían de lo que eran y habían sido, que se les hicieron mil perrerías y poco o no como cabía esperar, las acusaban. Que con tanto mantazo sin intención, con tan escasa capacidad lidiadora, la cosa se complicaba, desde luego, pero no lo otras tardes había sucedido. Y no vamos a medir las complicaciones de los animales según los maestros, porque ya se sabe que hoy en día, les sale uno que mira así y ya están perdiditos. Eso sí, los de a caballo no se habían parado a pensar si eran o no eran y se aplicaron a zurrarles la badana con saña, que parecían estarse cobrando la venganza de afrentas pasadas. Eso sí, allí estaban los tres espadas muy dispuestos ellos a levantar el brazo con ostensibles gestos de desagrado pidiendo al del palo que lo levantara y aliviara el castigo, pero sin hacer ni intención de ir a sacar al toro del peto. Que el pica debía decir: grita, grita, que como no me lo quites tú. Y como no se lo quitaban, pues allí seguía barrenando hasta que se le durmiera el brazo. Todos muy mal picados, puyazos traseros, caídos y venga que te zurra mientras les tapaban la salida. Unos primeros tercios dónde exageraban la distancia para el primer encuentro y que luego no dudaban en evitar una tercera entrada. Quizá con un poquito de lógica primero se le podía poner a una distancia prudencial y luego ya habría tiempo para dejarlo más en largo.

El gran artista de la tarde fue Ferrera, artista no sé si del magno arte del toreo o más bien del de Talía, musa de… Él sabe escenificar su incapacidad como nadie para hacer creer que está luchando cuan gladiador colosal. So sí, no se le puede negar su precisa y oportunísima intervención en un quite a un banderillero, mientras el que estaba a la salida del par solo fue capaz de tirar el capote al suelo. Al césar lo que es del del césar. Bien merecidas fueron las palmas. Pero hablando ya de su primero, poco o nada capote, mantazos sin poder, viéndose obligado a darse la vuelta cediendo terreno al Cuadri, haciendo lo que sería cosa de un subalterno, pero que el tendido jaleó sin pudor. El toro primero fue andandito al caballo y en el segundo encuentro ya mostró más alegría y codicia. Fijo en el peto, más peleando con el zocato, recibiendo cera como para alumbrar una catedral. Eso sí, el matador, allá a lo lejos, levantaba el brazo con desesperación con el “vale, vale”, colaborando para echarle el público encima al de aúpa, pero de tomar la seda e ir a sacarlo, naranjas de la China. Con la muleta, tanteo aparte, mucho trapazo, de uno en uno, sin parar de bailar, sin un asomo de aguante, aperreado con el que al final pareció más en Cuadri que el resto del encierro. A su segundo ya le empezó a cortar el viaje de salida, mejor por el pitón izquierdo, pero él solo daba para un manteo sin sentido. El toro empezaba a hacer cosas feas, que si escarbando, que si ahora echo la cara arriba en el caballo, que si sigo escarbando, que si derrotando con desesperación. Y la puya, pues aquí, allí, ahora más abajo, ahora más trasera. Achuchó a los banderilleros, que aguantaron y tragaron a base de bien al dejar los palos, primero Fernando Sánchez y después Miguel Murillo. En el último tercio Ferrera empezó trapaceando sin torear, para continuar con muletazos de uno en uno. En toda la tarde no fue capaz de ligar dos. Mucha carrerita, ahora cazo uno aquí, otro allá, otro… aprovechando el viaje más largo en algunos naturales, siempre citando desde fuera, pero eso al personal le importaba poquito, había pases, había entusiasmo; muletazos acompañados de voces que enardecían a los del sol, que era dónde más público había y quizá dónde se instaló gran parte del paisanaje. Que no se quejarán los toreros de esa tierra de lo incondicional de su público. La plaza se dividía en dos, unos jaleando y otros dando palmas de tango. Cómo se pusieron los primeros porque no gustara lo que a ellos les gustaba. Unos se volvían estupefactos como la vaca viendo pasar el tren, otros se encaraban mentando a…, otros simplemente pretendían imponer su supuesta cátedra con eso de “no tienes ni pu…”, y los de las protestas, pues a lo suyo. Y Ferrera, con banderazos, enganchones, carreras, muy encima del toro, muy fuera y para rematar, el palo al viento, que para lo que le sirve, bien tirado está, ¡fuera miserias! ¡Viva la vulgaridad! ¡Pobre Madrid! Culminó con un solemne bajonazo y mientras las mulillas procesionaban por mitad del ruedo, el espada, creyéndose Aquiles, se abrazaba en una imagen enternecedora con su subalterno. ¡Chacho, cómo habemos estao! Pues eso, que lo disfruten.

Octavio Chacón, pues poco que se pueda decir, estuvo por allí, muy desconfiado, con muchas precauciones y sin eso que algunos le recuerdan de llevar la lidia. La lidia, que se lleve sola. Incapaz con el capote, sin poder, dándose la vuelta para ceder todo el terreno. Sin colocar para el primer puyazo, de lejos en el segundo entre el seis y el siete, para que el picador ejerciera como un consumado partelomos, sin importarle la flojera del animal. Tomó el espada la pañosa para mostrar mucha desconfianza, siempre dando la impresión de estar preparando la escapada, más que intentar poder a su oponente. Soso, buscando a ver si el toro le iluminaba, pero cuando las cosas no se ven, no se ven y punto. En su segundo, un cornalón que te juran que es de Cuadri y no te lo crees, lo recibió de forma algo más aseada. Le pusieron de lejos al primer encuentro, pero hubo que acercarlo para que se arrancara. Le cogió bien el montado, pero lo que pudo haber estado bien dejó de estarlo al taparle la salida. El animal solo peleaba con un pitón, cosa no buena, dejando más clara su condición al tardear para la segunda vara, arrancándose finalmente ala media vuelta, sin llegar a emplearse en la pelea. Y de nuevo Chacón empezó a buscar y no encontrar, dejando que le tocara demasiado el engaño y siempre rectificando el sitio a cada embestida. El bajonazo final, muy similar al jaleado un ratito antes, fue la imagen que encerraba toda la labor de Octavio Chacón en la primera de la temporada.

Gómez del Pilar, torero apreciado en Madrid, torero al que muchos tildan de saber lidiar, pero que se empeña en dar permanentes muestras de lo contrario y como muestra, el recibo a su primero, punteándole mucho el capote, dándose la vuelta para recular hacia los medios y acabar abandonando al animal. En mitad del desorden, el Cuadri, que ese hierro lucía, no metía la cara en el peto, aunque si mostraba fijeza. En la segunda vara, desde lejos, le pegaron en toda la paletilla y en el tercer encuentro otro puyazo trasero, después de arrancarse las tres veces con alegría. Pero llegaron las banderillas y ahí se dolió, ahí dijo que eso no, que eso no se le hacía a un amigo. Inició Gómez del Pilar con cierta vistosidad el trasteo por abajo, pero poco tardó en empezar a bailar. Enganchones, pico, trapazos quitándole la muleta de repente y sin la quietud deseable. Fue acortando distancias, ahí se le venía a él, a merced del toro, lo que el público jaleaba; ya saben aquí la incompetencia provoca incertidumbre y esa incertidumbre llega y el que lo ve, lo traduce como emoción. Pues bueno, allá cada cual. Aperreado, optó por acortar demasiado las distancias, que eso siempre parece que gusta al personal. Y salió el último Cuadri, al que el señor picador acabó de arreglar con un marronazo y ante las protestas del personal, aunque se hubiera dañado en el ruedo, el señor del palco devolvió a los corrales. Salió un sobrero de Saltillo, que seguro que haría las delicias de Carpanta y el gremio de carniceros. Un zambombo azambombado, que en el manteo inicial desconfiado parecía que le costaba girar, aunque esto tampoco importó mucho, la mansedumbre no le iba a hacer esforzarse. Cara muy alta en el caballo, tirando derrotes y en estas que enganchó al penco por el pecho, que acabó despanzurrado en la arena. El desconcierto se extendió por el ruedo, convirtiéndose la lidia en un despropósito. El zambombo sintiéndose el amo y acabó adueñándose de la situación. Gómez del Pilar salió en un a ver qué pasa y solo pasó que no paró un momento, intentaba dar muletazos para acabar en enganchones, citando desde fuera, pegando tirones y al final el Saltillo ya se acabó revolviendo, sabiendo que la presa la dejaba atrás, para terminar buscando las tablas tras un bajonazo. Se cerraba la primera de la temporada, la de los Cuadri, tan esperados ellos, la tarde en la que tantos aficionados iban con la ilusión por encontrarse con el toro y luego…

 

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viernes, 15 de marzo de 2024

Que saquen de nuevo al caballo, que antes, con el cubata y las pipas…

La cosa resulta que si quiere indultar a un toro, como antes estaba a mis cosas y no estaba haciendo caso al toro, pues no me he enterado de nada, así que, que me vuelvan a sacar al picador, a ver si ahora ya sí que me entero.


Vuelven los sesudos taurinos con eso de regular el indulto, no se sabe si para convencer a los que estos indultos no nos convencen, si para que el show sea más show o vaya usted a saber para qué. Que ahora dicen en Castilla y León que quieren incluir en el reglamento el que para devolver un toro al campo haya que hacer que el toro vaya de nuevo al caballo, pero no durante la lidia ordenada según la lógica del conocimiento de siglos, no; la cosa es que después de los tres tercios se decida que salga de nuevo el picador, por si a alguno aún le quedaban dudas. Ustedes me perdonen, pero si hay dudas, ¿cómo puede haber indulto? El indulto, a mi entender, es un sobresaliente cum laude, no es mirar si se aprueba al mozalbete que saca un 4,80 en un examen. Aunque claro, si el gran objetivo es aprobar al muchacho, cualquier razonamiento es bueno. Que claro, si hay dudas para ver si se indulta o no, quizá es que durante toda la lidia alguien no estuvo demasiado atento, ¿no creen?

Que esto de volver a sacar el caballo es algo que se ha escuchado muchas veces y en muchos lugares, pero, realmente, ¿es necesario? ¿Es que durante todo el transcurso de la lidia ordinaria el señor presidente, el propio ganadero, el matador, los veterinarios, el público asistente, el vendedor de refrescos, el que vende almendras, los acomodadores, los almohadilleros, los acomodados y bien acomodados en el callejón, no se han dado cuenta de si el toro era de indulto o no? ¡Hombreeee! Hay que estar más atentos, hay que fijarse más, hay que estar pendiente de si el toro hace fu o micifú y no estar tan absorbido por el cubata, las pipas o el mozo o la moza de tres filas más arriba o más abajo. Que sigo pensando y no sé si es necesario y oportuno alimentar este show del absurdo y el sinsentido, solo posible por el toro que tenemos hoy en día, demasiado domesticado y al servicio de los señores de luces, de sus caprichos y sus ocurrencias según les venga el aire. Que se ponen filosóficos, como si meditarán constantemente sobre esto y paren semejantes ocurrencias, que no llegan ni a la categoría de ideas.

Que imagino la escena y de verdad, ¿es necesario hacer pasar al toro por eso? Tres tercios, con el desgaste que supone y de postre el obligarle a estamparse de nuevo con el peto. Que no digo picarle, porque imagino que al menos le darían la vuelta al regatón, porque si además el de aúpa se nos viene arriba y se dedica a zurrarle, ¡para qué más! Que digo yo ¿No sería más sencillo, más lógico y menos aparatoso que para que se pueda indultar un toro sea obligatorio el que fuera un mínimo de tres veces al caballo, que al menos recibiera tres puyazos? Así de fácil. ¡Ah! Pero es que entonces lo mismo podría pasar que en lugar de aguantar trescientos veintisiete trapazos y medio solo se tragase treinta y cinco ¡Acabáramos! Entonces, a ver si va a resultar que todo es un trámite sin más y que lo realmente interesante es el trapacerismo. Entonces no digo nada, adelante con su liturgia del trapazo que tanto les entusiasma. Que esto va de que el personal salga contento y si para eso hay que darle la vuelta y poner boca abajo la lidia y su lógica, pues nada, ¡ancha es Castilla! Que uno piensa y piensa y no puede llegar a otra conclusión de que, ¿qué ha sucedido en los veinte minutos precedentes para que al final haya que volver al principio de la película? No nos hemos enterado de nada y resulta que tenemos que rebobinar para saber de qué iba aquello que tenemos ante nosotros. Y lo que es peor, esto es una muestra más de que la lidia no existe y además no importa. Que se les llena la boca a tantos y tantos con eso de la lidia por aquí, la lidia por allá y no se enteran si un toro merece ser indultado o no, que aún tienen dudas y… Pues vuelvo al principio, si para que se dé este caso hay que vencer solo una mínima duda, entonces lo del indulto no tiene caso. O sobresaliente cum laude o una muerte digna a estoque en el ruedo. Aunque tampoco se me va la imagen del señor presidente, el propio ganadero, el matador, los veterinarios, el público asistente, el vendedor de refrescos, el que vende almendras, los acomodadores, los almohadilleros, los acomodados y bien acomodados en el callejón pidiendo que saquen de nuevo al caballo, que antes, con el cubata y las pipas…

 

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viernes, 8 de marzo de 2024

Esos ateos taurinos casi antitaurinos

Un genio un día cogió una silla para torear y años después, una divinidad la convirtió en toro. Vivir para ver


Qué horas tan revueltas y de depravación estamos viviendo. Como diría el clásico, ¡adónde vamos a ir a parar! La falta de respeto se ha instalado en el mundo, se ha perpetrado en esas almas negras de pecado, esos corazones sin corazón, con ese descaro que solo la maldad maneja. La falta de fe en la divinidad es algo que en estos momentos no nos podemos permitir. Esos que se manejan con una insultante falta de impunidad y que se plantan delante de un dios a cantarle las cuarenta. Pero, ¡adónde vamos a ir a parar! Si no se respetan a los seres superiores, a esos entes de categoría excelsa, suprema, cuasi divina, siempre por debajo de la divinidad, por supuesto. Que ahora resulta que uno de los baluartes de la tauromaquia de este siglo y de parte del pasado, de toda la eternidad taurina, era un ventajista, un tramposo como dicen esos ateos de la fe taurina.

Nunca han sido de fiar los descreídos, porque esos no tienen ni principios, ni valores. Esos desconocen lo que es ponerse delante de una fiera corrupia que te quiere devorar, quizá porque desconocen la doctrina y el catecismo taurino de la técnica, esa que está solo al alcance de los dioses y que solo los muy devotos son capaces de sentir, de poseer esa sensibilidad en la que el trapazo cae sobre ellos como lenguas de fuego. Y esto, por mucho que estudien, investiguen, vean o hablen en interminables charlas, no está al alcance de esos ateos de la tauromaquia que niegan la divinidad aunque se haga presente ante ellos. Estos negacionistas del toro bravísimo, encastadísimo, obedientísimo, colaboracionista hasta el extremo y hasta con cara de tan buena gente, que dan ganas de invitarle a un colacao con galletas. Eso sí, tienen que reconocer estos ateos, estos descreídos, que este toro de la fe taurina no se cae como en otros tiempos. ¡Milagrooooo! Aunque dicen estudiosos de la biblia taurina que igual los de otros tiempos tampoco se caerían si apenas se les arañara una vez en el caballo, dos en las plazas de primera, y si en lugar de ese destoreo en línea, mandándolo al animal allí a lo lejos, como si le mandara a por tabaco al final de la calle, a ver si aguantaban un toreo de mando, primero sometiéndolos con los capotes y después con una tanda de muletazos sometiendo, enroscándoselo a la cintura, de arriba abajo, de fuera a adentro y rematados detrás de la cadera. Pero claro, a aquellos había que picarlos y poderlos, porque lo mismo se venían arriba y… Bueno, el resto imagínenlo ustedes.

Señores ateos, cómo pueden negar la divinidad de los dioses taurinos si ustedes no han oficiado nunca de luces, tal y como decía el gran filósofo, el magno pensador del toreo, el famosísimo, sí, hombre, ese que… Bueno, no lo recuerdo… ni yo, ni nadie que no fuera de su familia, si no se han puesto ni delante de un caracol. Que sí, que me dirán que cómo saben ellos quién se ha puesto y lo que es más, cómo saben que esos ateos no saben, porque no… lo de siempre. No vamos a entrar en esto del dogma taurino, porque ya se sabe, los dogmas se creen o no se creen, no hay ciencia, ni saber, porque los dogmas, dogmas son. Que ellos, los seres de fe son capaces de verlo que el ateísmo nos niega, nos ciega y no llegamos a ver más allá del toro íntegro encastado y del torero honesto con la fiesta, que no con la fe que nos invitan a reconocer como única, bajo pena de excomunión, ¿qué digo? De penar en las llamas de la fe por anatema, herejía, por no tener la categoría moral de quién vive el dogma con absoluta entrega, negando nada que no esté en sus sagradas escrituras del fraude y la trampa al servicio del negocio. Los ateos no creen en milagros, quieren la evidencia, aunque esta tampoco valga para entrar en el paraíso de los justos. Para ello hay que ver, sentir, pensar y mantener los gustos que la divinidad manda. Aunque ya digo, si estos ateos no son capaces de reconocer el milagro si este sucede ante sus ojos, si no son capaces de ver el milagro de las tertulias de Caná, en que una silla se convierte en toro y esta embiste hasta allá, bien lejos, ante el entusiasmo de los creyentes y ante la estupefacción de los malajes descreídos. Y es que ya lo dicen los apóstoles y fieles del dogma del taurineo cuando se refieren a esos ateos taurinos casi antitaurinos.

 

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