miércoles, 4 de septiembre de 2024

Carreras, carreras y más carreras

La ligazón está reñida con las carreras y el toreo es incompatible con esas horrorosas carreras, aunque haya a quién le emocionen


Habrá quién piense que algunos le damos demasiada importancia a eso de tanta carrerita entre trapazo y trapazo, incluso me dirán que los toreros siempre han tenido que recolocarse después de un muletazo y tienen toda la razón del mundo, pero, y aquí viene el quid, no siempre, solo en casos especiales. Y los casos especiales eran cuando los toros se revolvían como demonios buscando los tobillos, buscando lo que se dejaban atrás. Toros a los que se les habían pegado tres puyazos, a los que se les había castigado con los capotes por abajo, a los que se había tratado de dominar, pero que llegaban a la muleta demasiado levantiscos. En esos casos el espada solía empezar dándole más jarabe de mando por abajo, quizá en esas épocas no habían llegado los tiempos de cuidar al toro, los tiempos de “no atacarle”, en definitiva, otros tiempos. Que los había que ni aún así se les podía reconducir, pero el aficionado vibraba al ver a un hombre peleándose a muleta partida con esa alimaña, porque entonces sí que había alimañas, algunas hasta llevaban esa “A” marcada en la piel; unas con la “A” coronada, otras con unas asas. Y para poder con estos vendavales de casta, unas veces adornada de bravura y otras de mansedumbre, la única receta era el toreo. Que por aquellos entonces no se consideraba, ni había lugar a error, el dar pases. Lo de dar pases, pases y más pases no lo consentían ni ls públicos, ni por supuesto el aficionado y ni muchísimo menos aquel toro. Que poquito aguantaba aquel animal las danzas y el baile del chachachá en sus inmediaciones; que por nada y menos te ponían en órbita y de forma literal.

Pero claro, los tiempos son otros y vaya si lo son. Que ahora lo de las carreras importa muy poquito. Que ahora lo de las carreras resulta imprescindible para los que carecen de lo más esencial del toreo y eso sí, dan pases, o mejor dicho, trapazos. Ahora se te ponen bonitos, atraviesan el trapo, el toro viene y se limitan en el mejor de los casos, a acompañar el viaje, porque también se ha convertido en costumbre eso del señor por un lado, el trapo por otro y el toro… ¡Ay el toro! El toro por dónde Dios, Alá o Shiwa le dé a entender, que ni se pensará si se deja algo detrás, delante o dónde caiga. Ahora solo parece que lo que vale es la foto, una foto en el momento justo en el que está pasando el toro, una imagen estática, ni pensar en lo de antes, la colocación, ni mucho menos en lo de después, el trallazo y la carrerita para recuperar el sitio. Que lo que pasa es que lo que el torero no es capaz de hacer con el engaño, lo tiene que suplir con las piernas. Y aquí viene lo del mando, que es ninguno, porque si no se manda al toro, este, poco a poco, le irá llevando adónde a él le de la gana y así vemos cómo un trasteo puede empezar, caso de la plaza de Madrid, en el tercio frente al burladero de matadores y acaba en el ladoopuesto casi frente a toriles. Porque esa es la querencia del toro. O de la misma forma se va recorriendo medio ruedo al hilo de las tablas, pero con el mismo destino, la estación de toriles, dónde el toro no te va a invitar a un café.

Que me dirán que esto resulta emocionante, que esto “emociona”, gran concepto de esta tauromaquia moderna. Ahora no vamos a ver torear, no vamos a ver lidiar, a ver cómo se puede a un animal, ahora vamos a emocionarnos y en este emocionarse caben muchas cosas, demasiadas. Que ya les digo yo, que si e trata de eso de emocionarse, viendo a un torero pudiendo, con mando, haciendo el toreo, no es que el personal se emocione, es que pierde la chaveta, enloquece y se queda sin palabras, solo puedo soltar exclamaciones que aquí es mejor no reproducir. Pero bueno, si el personal es feliz viendo a señores correr a todo correr, porque con eso se emocionan, ¿quién es nadie para quitarles la ilusión? Si así esto les permite crearse sus ídolos particulares, pues tampoco hay que contarle que si se ha colocado aquí o allí, si solo han pegado medios o cuartos de trapazo, si de repente pegan un tirón a la muleta y echan a correr para cazar el siguiente trapazo, si todo son trallazos si el toro aprieta o si dicen que torean despacio cuando el animalito va a paso de regulares con la lengua fuera, pero ya digo, siempre culminando con eso que parece emocionar tanto, carreras, carreras y más carreras.

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lunes, 2 de septiembre de 2024

La catarsis del trallazo

Cómo se han puesto porque un pica no se puesto justo enfrente de esas tres rayas que a todos nos ayuda a saber dónde estamos. Esas tres rayas que nos iluminan y que qué sería de nosotros sin ella.


Que poco dura la alegría en la casa del pobre. Que iban los condolidos aficionados, pseudoaficionados, sesudos, espabilaos y pintones de la fiesta, pintones autoproclamados exigentes y pintones de los otros, de los que conocen a tuti li mondi y se creen que con eso… pues todos, todos, esperaban encontrarse con una corrida encastada, con poder y que les pusieran las peras al cuarto a los de luces. Los hierros pintados en la arena, las imprescindibles tres rayas paralelas sin las que el aficionado no sería capaz de saber si un toro se pone de cerca o de lejos. Tres rayas que si las hubieran puesto en Barrio Sésamo, Epi y Blas se habría evitado mil paseos con el de cerca, poc, poc, poc, lejos. Gran aportación de la tauromaquia gala a este mundo y al mundo en general. ¡Papa! ¿Queda mucho? Y el padre podría decir que más de lo lejos que está la raya cortita. Pues eso, las rayas y además, por si esto fuera poco, para que los amargados no se ofuscaran, hasta lonas con los hierros de esta serie de “Desafíos ganaderos”. Pues todo tan bien embanastado y ¡Catapum! Nuestro gozo en un pozo, en el pozo más profundo de los gozos.

Estaban anunciados tres de Saltillo y tres de Valdellán, pero ya les digo, que estaban anunciados, porque si no nos lo cuentan, igual nadie habría acertado que los seis astados fueran de tales procedencias. Y además se suponía que los iban a enfrentar tres lidiadores curtidos con estos hierros. Pues… ya lo de lidiadores no casaba con ellos. Que me dicen que tres especialistas en poses, carreras, mantazos, trapazos, abuso de pico, de colocarse allá por Méntrida y de pasárselo por Buitrago de Lozoya y lo admito. A propósito, Un pueblo está lindando con Toledo y el otro con Segovia. Y vaya por la cara esta clase de geografía madrileña. Pero, ¡ojo! Que esto es opinión de servidor, que los ha habido que han perdido la chaveta viendo pegar trallazos a velocidad de la luz, casi tan rápido como corría el susodicho coletudo entre trapazo y trapazo. Y si no que se lo pregunten a los que clamaban a cada respingo y exigían a la empresa que pusieran a Damián Castaño, el autor de los mayores trapazos, unas veces erguido y otras… otras menos, pero siempre entre el clamor de los que se han “emosionao”. Que parándonos un segundo a pensar, se me ocurre una terna de nuevos dioses de la tauromaquia en Madrid que lo mismo podrían correr en un ruedo, que en una maratón popular por el barrio de la Guindalera, justo al ladito de la plaza.

Lo de Saltillo y Valdellán la verdad es que han defraudado bastante, ni tipo, ni maneras, ni casta, ni tan siquiera genio. Se les ha picado fatal, lo mismo en una paletilla, que más allá de dónde el lomo ya casi pasa a ser otra cosa, en la barriga, cariocas, tapando la salida, con caballos derribados no por el ímpetu del astado, sino por otras razones que no vienen al caso. Pero como el personal estaba con que había que ver un tercio de varas que jalear, ha sido en el sexto, a distancia y el de Valdellán acabó arrancándose hasta con alegría, pero, he aquí el pero, después de pensárselo y pensárselo, de mirar aquí y allá a ver si había algo qu le interesara más, olisqueando, escarbando y al final… Ninguno se ha empleado metiendo los riñones. Es verdad que alguno ha mostrado cierta fijeza, pero a lo más que llegaban era a pelear con un solo pitón; muchos derrotes, caras altas y hasta saliéndose sueltos por su cuenta. Que lo mismo alguno pensaba ir a echarle la bronca al que pintó los hierros en la arena por haber pintado los que no tacaban, pero sí, sí que tocaban, aunque pareciera mentira, tocaban y salieron tres de Saltillo, los tres primeros, y tres de Valdellán.

Los de luces eran Sánchez Vara, Rubén Pinar y el ya citado Damián Castaño. Sánchez Vara lo más que hizo fue recibir a su primero de capote ganándole terreno y punto. Con la pañosa un recital de trapazos enganchados, distantes y con muchas precauciones. En su segundo, tras una lidia llena de despropósitos, optó por banderillearlo y quizá habría sido un acierto ceder los palos a la cuadrilla. Muletazos escapando, banderazos, el toro se le vino abajo primero por un pitón y luego por los dos; pero debajo de medir la arena con los lomos. Un bajonazo hábil y hasta otra. Rubén Pinar es de esos espadas con una pasmosa regularidad, siempre suelta el mismo repertorio, siempre aburre, siempre tramposo, siempre sin decir nada y casi mejor, porque cuando lo dice, que no en el ruedo, es para mentarle la madre a quién le paga sacando una entrada en taquilla. Pero él tan feliz. Muy fuera, ya no al hilo del pitón, sino hasta el infinito y más allá. Trapazos dando aire, ejemplo paradigmático de lo que me comentaba un aficionado, eso del torero por un lado y el toro por otro, como si estuvieran regañados. Pero no pierdan la esperanza, que si pinar sigue siendo baratito, lo volveremos a ver en esta plaza, faltaría más. Igual que seguiremos viendo a Damián castaño, que me dirán que ha perdido el triunfo por la espada, por el verduguillo y… y por más cosas. Lo de comentar su labor con el capote sería como pretender juzgar la catedral de Burciamuros del Monte, que no existe, ¿no? Pues eso, lo mismo. Con la muleta el hombre tiene cogido un truco que le funciona muy bien y que se le puede aplicar a cualquiera de sus dos toros, él se pone erguidito, cita desde fuera con el pico de la muleta, tira y echa a correr. Otras veces cita de frente, pega el latigazo y de nuevo a correr, o incluso en una tanda los apelotonaba sin rematar, empalmando uno tras otro, lo que no es ligar, solo es eso, empalmar. Incluso, como en su segundo, muy serio y clásico él, con la montera calada, pegaba unos trallazos que tiritaba el mundo, pero, ¡amigo! Si el personal se emociona, no hay más que hablar. Que ya se sabe, esto ahora va de emociones, que muchos se creen que el quedarse quieto es cuando se da el trapazo, aunque no se remate, aunque se pegue un tirón al trapo para echar a correr y recolocarse para cazar el siguiente trapazo. Todo se estropeó con los aceros. En el primero después de media escasa, cuando el toro estaba para entrar de nuevo, pero por aquello de no perder despojos tiró de verduguillo y ahí sí que perdió todo. En su segundo ya no solo fue descabellar, también fue dejar una estocada decente. Unos se mesaban las guedejas, otros se frotaban los ojos, otros se lamentaban, otros… otros no daban crédito de ver esa locura colectiva después de la nada, pero así están las cosas, que el público está deseando encontrar ídolos, aunque sea a lomos de la catarsis del trallazo.

 

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jueves, 29 de agosto de 2024

Cuando dicen que la corrida no ha servido

Se decía que una de las principales virtudes de Manolete era que hacía que pudiera hacer faena a muchos toros. Quizá le servían i quizá el que más servía, con contrastada valía, era el propio Monstruo.


Tengo que empezar reconociendo que en eso de la nueva jerga del taurinismo, pues me pierdo, no la sigo. Que sí que entiendo a qué se refieren, pero mi interpretación es diferente de la suya. Por ejemplo, cuando dicen que un toro tiene embestidas informales, ellos culpan al animal de no haber aprendido en la dehesa a embestir como se debe, pero por el contrario yo pienso que el lidiador de turno no ha sabido conducir, ni mucho menos enseñar a ese animal a embestir, porque claro, en la dehesa no les enseñan ciertas cosas. Que parece que se ha extendido a esto de los toros el que todo esté absolutamente controlado ya de fábrica para que no moleste lo más mínimo a quién corresponda, en este caso, al torero. Y en esa jerga que parece que nace del entorno de los toreros y que los afisionaos se esfuerzan en imitar, a veces incluso con acento de ahí abajo, que es una maravilla pronunciado por los de ahí abajo, pero que resulta ridículo y hasta ofensivo dicho por uno de la Guindalera, mismamente, pues hay una expresión que dice mucho, eso de la corrida no ha servido ¡La corrida no ha servido! No ha servido, ¿para qué? ¿Para pasar la aspiradora, hacer las camas, hacer un balance, invertir en bolsa, cambiar el aceite al coche, hacerle la revisión de los 20.000 km? ¿Para qué no ha servido? Pues según parece, no ha servido cuando opone alguna mínima dificultad, o simplificando, cuando el toro no va y viene como un carretón en el último tercio; y punto. Que ya puede ni haber mirado de reojo al caballo, que haya enganchado los capotes una y mil veces, que en banderillas se haya defendido, que buscara la puerta de salida, que les hiciera una peineta al respetable, todo da igual, si luego va y viene del trapo rojo como un corderito y sin que le afecten lo más mínimo los trapazos destemplados, os trallazos, los tirones, ni dónde se rematan los muletazos; perdón, que me he crecido y he hablado de rematar los pases, como si eso lo hubiéramos visto alguna vez en los últimos… hace mucho.

Que hace unas fechas pude ver una corrida en la que cuando me preguntaron que cómo fue, yo solo ome atreví a decir con cierta sorna eso de que la corrida había servido. Unos toros más que justitos de fuerzas, a los que evidentemente ni se les pudo picar, ni mucho menos ver en el caballo, también gracias a la colaboración de los coletudos, cuya única pretensión era que la corrida sirviera. Pero ¡ojo! Que esta pretensión no se ciñe única y exclusivamente a los de luces, esto es extensible al público que va a pedir orejas, el grial de la fiesta. Que les daba igual que el animalito se medio mantuviera en pie, si luego acudía al trapo rojo, a pasito de regulares, permitiendo que el de luces pusiera poses. Que es verdad que de los animalitos

Había alguno que no se cansaba de embestir, pero… al final resulta que el toro sirvió, aunque no se hubiera podido ver al toro como a muchos les gustaría verlo. Pero claro, ahora surge otra pregunta, porque después de todo esto, habrá quién se pregunte: Entonces, si los toros con tanta carencia sirven, ¿para qué sirven? Pues depende a quién le pregunten, si le preguntan a los taurinos, pues sirven para hacer arte, que ya me dirán qué arte es ese, sirven para que los de luces se expresen, para que el personal pida orejas, para que el del palco las dé y para que casi todo el mundo se vaya feliz a su casa, porque ha visto orejas; que no me los imagino gozando como locos viendo Dumbo. Pero también sirven para otras cosas, como es ahondar en la decadencia de los Toros, como es el seguir quitándole fundamento al toro, como es ir creando un ente con apariencia de toro, pero sin el interés que genera el toro. También sirve para que el aficionado se vaya apartando, que vaya perdiendo ese arraigo que otrora era tan profundo con el toro y con la fiesta de los toros. Y sirve también para que el interés general vaya decreciendo, para que esto sea difícil de explicar, difícil de mostrar a nadie con la intención de que se interese y evitar ese panorama tan desalentador de las plazas vaciándose a marchas forzadas. Que seguro que habrá quién tire de estadísticas y me digas con números lo que él quiera ver, pero les voy a poner algún ejemplo. La feria de Madrid, un gran éxito con no sé cuántas tardes de no hay billetes, pero luego ibas a la plaza y veías que dónde estaban los abonos regalados sobresalía el cemento acusador. La plaza de Bilbao, que deja ver los asientos de colores implacables, como si esos animales sospechosos de pitones limpiaran de aficionados los tendidos. O cualquier feria de Dios que se anuncie a quién se anuncie, no llena, quizá porque no ponen en práctica eso de regalar entradas en lo que la empresa de Madrid tiene un doctorado. Y quizá todas estas cosas vengan detrás de eso que dicen los taurinos cuando dicen que la corrida no ha servido.

 

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miércoles, 21 de agosto de 2024

Esto hace que la gente aplauda con frenesí

Quizá lo que se aplaudió en otras épocas hoy escandalizaría al personal, a los entusiastas de las palmas


Los tiempos han cambiado, eso es evidente, y quizá nos damos más cuenta de ello cuando decidimos detenernos a contemplar detalles de la cosa en cuestión. Que sí, que algunos, aunque no nos lo queramos creer, ya tenemos una edad y quizá por eso mismo, nos hemos quedado anclados en unos modos, unos usos que ya no están demasiado de moda. Que estoy convencido que si ciertas maneras volvieran, alguno más, muchos de esos aplaudidores del momento, se apuntarían a aquello que a algunos nos aficionamos con pasión. Que ahora nos quieren convencer que lo fetén es esto que nos toca vivir y que lo que añoramos no solo no es posible, sino que es una utopía que nunca fue. Bueno, allá cada uno, aunque permítanme que no les consienta que me digan lo que vi o dejé de ver, porque si lo admito, admitiré que no solo estoy carente de cordura a día de hoy, sino que lo he estado toda mi vida. Y hombre, que te llamen falto así por las buenas y sin saber de qué hablamos, pues igual no digo que ofenda, pero molesta. Que luego nos dirán que han visto no sé cuántos vídeos, pero… que igual les convendría a muchos ver en vídeo lo que acaece a fecha de hoy por esas plazas del mundo.

Pero si nos paramos a pensar en lo que provoca hoy el aplauso, el delirio, la locura traducida en despojos e indultos, igual hasta alguno se puede sentir incómodo. Que hablando de plazas como Madrid, que es la que mejor conozco, o la única que conozco un poco, se ha pasado de la exigencia a hacer salir a saludar después del paseíllo al primer fulano que nos cae bien, con el que un día cruzamos dos palabras o con el que en la excepcionalidad compartimos mesa en fecha señalada. Pero si seguimos avanzando, eso de que vaya a portagayola ya merece una ovación cerradas, seguido de un clamor a la salida del toro, haya sucedido la larga de rodillas o en su lugar haya acaecido un cuerpo a tierra por parte del recibidor de la res, tirando el trapo al cielo o adónde mejor pudiera. Continuando, si el maestro no es capaz de hacerse y fijar a su oponente y se gira de espaldas a los medios perdiendo terreno, palmas y más palmas, y si en estas, sin venir a cuento, asoman unas chicuelinas apartándose o quites floreados con el capote volandero, ni les cuento. O eso de echarse el capote a la espalda parsimoniosamente, como el que se pone una gabardina un día nublado.

Que habrán escuchado ustedes eso de la importancia del primer tercio, que el caballo por aquí, que si las puyas por allá, pero no vean lo que gusta cuando el se aúpa levanta el palo mientras el animalito se desmocha contra el peto. Eso de apenas rozar el cuero del toro es delicia para los ojos de muchos; que incluso levantan la voz pidiendo, ¡qué digo! Exigiendo que se levante le palo. Y del segundo tercio, ni hablemos. Basta con atinar en el bulto que se mueve, para hasta hacer saludar al ejecutante, ya haya clavado en mitad del lomo y cuando los pitones ya apuntaban desde hacía rato el golfo de Vizcaya. Sin contar con que hay que entregarse al caballero de luces que en el programa dice que se llama así o asao y que además alcanzó la fama por unas supuesta formas muy flamencas y unos aderezos capilares más que notorios. Ustedes me entienden, ¿no?

Pero avancemos, que aún quedan más palmas, además de las que dejamos atrás por no extendernos demasiado. En esto que el maestro toma la muleta y el palo o espada de mentira, aunque ahora pomposamente los entendidos califican de otra manera, pero allá ellos, por mucho que se le cambie el nombre no deja de ser un palo con apariencia de espada, pero de mentira. Y allá vamos, que si el sujeto en cuestión inicia de rodillas dando trapazos como un giraldillo en día ventoso, las palmas trocan en delirio y vocinglerío apasionado. Esto es el no va más. Pero hay otra versión, la de que el animal pase por el culo, banderazos por delante y más trapazos por la retaguardia. Litros y litros de tila serían necesarios para calmar ese estado de locura sin mesura. Que ya me dirán ustedes que eso no es torear y no seré yo el que diga lo contrario, ni mucho menos, yo estoy con ustedes al mil por cien, pero ya ven, ni ustedes ni yo somos dueños de las palmas y ese clamor que provoca en tantos otros. Que el ambiente ya está bien caldeadito y entonces entramos en la parte jugosa, que había quién hablaba tiempo ha de dominio, de quietud, pero eso ya… Ahora se jalea y se considera firmeza a ir cazando trapazos aquí y allá, trapazos en línea, sin llevar al toro, sin rematar, enganchones aparte, culminando con una carrerita para recolocarse. Que decía uno que se ven obligados a hacer con las piernas lo que no son capaces de conseguir con la muleta. Que será verdad, ¿no? Que esa caza del trapazo puede discurrir por todos los terrenos de la plaza en dirección a toriles, pero si hay que aplaudir, pues se aplaude, ¡qué caramba! Y no les digo nada del arrimón. Eso ya es para vivirlo. La plaza callada, ahogada por el sopor y de entre la masa brotan las palmas de un afisionao y ahí que van los demás, ¡válgame el vía crucis! Y para culminar, se palmotea cuan focas monje un pinchazo caído, otro y otro más, se forma la marimorena con un bajonazo y ya puestos, hasta los avisos se aplauden. Que no, que no se me echen las manos a la cabeza, que se ha llegado al punto de que después de los tres avisos y con el burel en los corrales, se saca a saludar al incapaz que no logró despenar a su oponente. Que dirán que nos dejamos muchas más circunstancias aplaudidas hoy en día, los toros inválidos que no vieron el caballo, los que mansearon pero iban y venían y tanto y tanto más que esos más viejos no llegan a entender y que por mucho que les digan que se tienen que acostumbrar, ni se acostumbran, ni tienen intención de hacerlo. Pero ya saben cómo está esto y aparte de otras muchas más barrabasadas, todo esto hace que la gente aplauda con frenesí.

 

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miércoles, 14 de agosto de 2024

Es que esa parte no me la he preparado

Un toro es como un temario de oposición y si es en según qué plaza, como Madrid, y los opositores son novilleros que quieren ser, pues hay que apechugar con todo y demostrar lo que se es y lo que puede dar de si con lo que salga y en en Madrid, pues sale lo que ha salido siempre, el toro... o eso piden los que van a esta plaza.


Me contaron que hace un tiempo en un examen de oposición, no me dijeron a qué, fue un candidato ante el tribunal examinador dispuesto a ganarse su futuro tras superar aquella prueba. Muchos eran los candidatos, pero pocos serían los elegidos. En la sala se encontraban otros opositores, familiares del examinado, profesores y conocidos de este y algún curioso que otro. Y llegó el momento en el que la suerte iba a marcar el camino a aquella persona que tenía puestas todas sus ilusiones en salir con bien de aquel compromiso. Las bolas hablaron y ya solo quedaba elegir el tema con el cuál demostrar el saber y capacidades que le permitirían hacerse merecedor a ser uno de los elegidos. Y el tema iba a ser… Pero, ¡qué pasa aquí! ¿Qué alboroto era ese? La sala se convirtió en una algarabía inusitada, en un guirigay indescifrable. Unos clamaban que eso no era justo, es más lo consideraban inhumano, que eso era acabar con la ilusión de los candidatos, que eso era algo totalmente fuera de toda lógica. Que adónde se iba a llegar si se permitía que cayeran semejantes temas. Profesores del candidato clamaban contra la aprobación de aquellos temas y que se incluyeran como posibles preguntas de exámenes. La familia se mesaba los cabellos, los vecinos que acompañaban a la familia insultaban al tribunal, que ellos sabían que el candidato era muy listo y estaba muy preparado, pero claro, si le ponían esos temas… El padre afirmaba con orgullo y soberbia que él se había empeñado para que su vástago llegara a aquel examen, que había empeñado casa, hacienda y hasta había comprometido algún órgano, pero no para que estrellaran a lo que más quería con ese tipo de preguntas. Argumentaban unos y otros acerca del derecho a ocupar la plaza en litigio, porque se la merecía, porque si no era así, sería una falta de respeto al candidato, el cual se había desplazado hasta el lugar del examen, incluso había estrenado el traje para la ocasión.

Y a todo esto, el tribunal solo era capaz de argumentar que ese tema entraba en dicho temario de la oposición, que se sabía desde el primer momento que podía caer ese, como cualquier otro, que podían considerarse más o menos fáciles o difíciles, pero que eso también dependía de la preparación de los candidatos. Esto encendió aún más los ánimos de los presentes, que empezaron a pedir el aprobado, un sobresaliente cum laude, y que se olvidara todo el mundo de temarios y preguntas inconvenientes.  Entre tanto, el candidato se vino arriba y empezó a gesticular y a hacer ademanes no como si hubiera conseguido la plaza, sino como si se le hubiera otorgado por gracia divina, o populachera, el título de catedrático. Una voz entonces espetó al tribunal que si él sabía tanto, que recitara él el tema de pe a pa, lo que fue muy celebrado por todos los presentes, menos por los miembros del tribunal, evidentemente, que no daban crédito a todo aquel alboroto. El personal entraba y salía de la sala, lo que intentaron impedir los examinadores pidiendo ayuda a los encargados de mantener las puertas cerradas, pero estos solo se encogían de hombros. El tribunal intentaba mantenerse en su sitio, pero la cosa no resultaba fácil, amenazas, improperios. El presidente del tribunal tomó la palabra y le pidió al examinando que dijera lo que pudiera, que intentara defender el tema de la mejor y más airosa forma posible, pero se encontró con una sorprendente respuesta, con un reconocimiento que nunca habría imaginado: es que esa parte no me la he preparado. El presidente y demás miembros del tribunal no pudieron ocultar su indignación, preguntaron si el candidato tenía algo más que añadir y ante la negativa de este, le pidieron que abandonara la sala, no sin antes manifestarle una reflexión. Afirmó que esto era como si un novillero se presentara en la pasa de Madrid, el examen final a su andadura por el escalafón, que le saliera un toro medio regular y que argumentara que él quería poder expresarse, hacer brotar el arte que llevara dentro y que con aquello, pues que no se veía. Y que además lis más allegados y plumillas especializados le jalearan su incompetencia, su incapacidad y su falta de torería, la torería que este candidato tampoco tenía, quizá porque esta no se compraba con los muchos dineros ganados por su padre. Y que al preguntarle por su inoperancia ante aquel animal en la plaza de Madrid toda respuesta no fuera otra que “Es que esa parte no me la he preparado”.

 

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miércoles, 7 de agosto de 2024

Buscando la piedra filosofal, pero…

Buscando, buscando, siguiendo buscando en las entrañas de la plaza, lo mismo un día reaparece el toro

Al ser humano siempre le han movido grandes retos, que si el Santo Grial, la copa que tomó ej crucificado en la última cena; que si la lanza de Longinos, que laceró al Redentor en la cruz y que se decía que su poseedor ostentaría el poder del mundo; el Dorado, aquella ciudad rebosante de oro y que a los españoles empujó a atravesar ríos, selvas, montañas y mil peligros; la Fuente de la Eterna Juventud, pretendiendo alcanzar la vida eterna en este mundo;  o la Piedra Filosofal, esa con propiedades tan maravillosas como convertir en oro lo que solo eran baratijas. Y así seguimos, busca que te busca y, por supuesto, el mundo de los toros, repleto de personajes innovadores, inquietos, curiosos y… y otras muchas más cosas, no iban a ser menos. Y se pusieron manos a la obra a buscar esa supuesta piedra filosofal taurina. Vamos a buscar, construir manejar o apañar, el toro ideal, o quizá mejor habría que decir un ente ideal con cierta apariencia de toro. Y dicho y hecho.

Pero, ¿qué requisitos debía cumplir? Gran pregunta y nadie mejor que los “profesionales” para responderla, porque como todo el mundo sabe, ellos, los que dicen que se ponen, son los que mejor saben lo que tiene que ser. Y no me dirán que este no es un argumento de peso, igual que los que mejor saben de paellas de marisco son los oceanógrafos, los que más saben de moda son los que cuidan y esquilan ovejas, los que más saben de música son los fabricantes de audífonos y los que más conocen sobre seco son los cur… No, perdón, me he dejado ir. Y déjense de bobadas los cocineros, comedores de arroz, modistas y modistos y los que quieren estar calentitos o los pianistas, además de las parejas que, en fin… Y los “profesionales” emitieron su veredicto. En primer lugar un toro que no fuera un mastodonte, evidente, porque entonces no serían toreadores, serían mastodonteadores. Ni grandes, ni chicos, ni medianos, justo con esas hechuras que cualquiera de ellos exclamara eso de “bonito, mu bien hesho, bajito, fino de cabos. Que si no, ya se sabe, el arte es imposible, no se pueden expresar; que ellos sí que pueden expresarse, porque si lo hacen los que no se ponen y muestran desacuerdo, entonces empezamos con que se les falta al respeto. Pero la cosa sigue. Tiene que ser un animal que humille, que siga los engaños hasta el infinito y más allá, que no haga un mal gesto y que permita al señor “profesional” menear los trapos para componer bellas figuras, independientemente de que estas conduzcan o sometan al ente, pero claro, o arte o tragedia, que todo no se puede tener y esto, como todo el mundo sabe, es un arte, ¡vaya si es arte! ¡Arte supremo! ¡Arte magno! Se requiere un animal que se adapte, que sepa, que tenga el ritmo en el cuerpo, que en la finca haya sido concienzudamente instruido en esto de la colaboración, porque claro, aquí, si no colaboramos todos, se rompe la baraja. Que igual hasta aparece la tragedia, ese enemigo público número uno del arte.

Luego los satélites de este show se ocuparán de aderezar todo con unas gotitas de “glamour”, glamour de coches de choque de la feria, pero oiga, glamour es glamour, ¿no? Que te montan una discoteca en una plaza de toros, que te montan unos tenderetes con bocatas de chistorra, morcilla, criadillas y entresijos, por lo de dar ambiente y aroma al glamour, que animan a que el personal prepare monumentales botellones, que si vivas, que si himnos, banderitas, jaleo, jarana y la culminación de las salidas a cuestas de unos señores a los que a nada que se descuiden, les dejan como la naturaleza les trajo al mundo, porque eso de arrancar jirones de un traje de luces, pues también es glamour. Qué cosas, lo que el toro no pudo, lo pueden los glamourosos entusiastas, que luego igual se hacen un llavero con el despojo arrancado a su ídolo de una tarde.

Y ustedes me dirán. Pues si es tan fácil, el éxito está asegurado. ¡Noooo! Que miren que se prepara todo a conciencia, pero resulta que con el ente a modo para el arte, el ente que sea garantía para el triunfo incontestable, el ente que colabora incondicionalmente, pues ahora va y resulta que con eso tampoco pueden, que ni colabora lo suficiente, ni su bobonería es suficiente, ni la ciencia de los coletudos es tampoco suficiente. Y preguntarán, que veo que hoy se han levantado preguntones. Entonces, ¿cómo los quieren? Gran pregunta, que ya les digo que de momento está sin contestar. Que acuden a macrofincas con el ente llamado toro robotizado, que eligen los padres, las madres con lupa, que no se enredan en cuestiones secundarias como el caballo, la casta o la bravura, que van directos al grano, a la bobonería, que algunos, quizá cercanos a los “profesionales”, dan en llamar bravura, pero ni por esas, que ves a los figurones, figuritas, aspirantes a figuritas, aspirantes a aspirantes a figuritas y se pierden en cuanto que el ente bufa un poquito intenso. Que a los novilleros los cuidan como si fueran unos incapaces, que vaya usted a saber, que a los de arriba los miman como si ya no hubiera nadie después de ellos, que todo puede ser, y mientras, ahí tienen a los señores que fabrican entes con apariencia de toro, busca que busca, que ahora además resulta que para eso del arte, además tienen que no poder sujetarse en pie, que no es que sean inválidos, es que son cosas que permiten el lucimiento. Y ya digo, buscan y siguen buscando como aquellos quiméricos alquimistas, y siguen y siguen, pero nada que sigan buscando la piedra filosofal, pero…

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

martes, 9 de julio de 2024

Esto pinta de todo, menos bonito

Se busca toro encastado para emocionar al respetable. Razón: en la finca de la Utopía

Pues aquí seguimos dándole y dándole al caletre para intentar ubicar esto que unos llamamos los toros y otros la tauromaquia, aunque… ¿Realmente estamos hablando de lo mismo? Que en otros tiempos el personal iba a los Toros y ahora van a “defender la tauromaquia”. Antes los Toros parecían defenderse solitos y ahora, ahora le vienen defensas de todas partes, sin permitirle tan siquiera defenderse de tanta defensa. Ya saben, Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos… o aquello de “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. Aunque también he de aclarar antes que nada, de que lo que a continuación expongo no deja de ser el punto de vista personal de quién se ha atrevido a hacer una instantánea del momento presente de esto que insisto en llamar los Toros. En primer lugar me sorprende que se ha superado eso de trasladar el eje de todo esto, el toro, para trasladarlo al torero; Así, de repente, el importante era el señor vestido de luces, el público iba a verle a ellos y ellos afirmaban sin rubor eso de “me vienen a ver a mí”. Pero parece que eso ya está casi superado y ahora el atractivo, el gran motivo para acudir a una plaza de toros, tal y como te lo anuncian a bombo y platillo, es que puedes hartarte a copas, que puedes cenar opíparamente gracias a los tenderetes que se montan en la plaza y como fin de fiesta, a gozar de la discoteca instalada en la misma plaza de toros. Que yo nunca he sido de esos de hablar de una plaza, por ejemplo la de Madrid, como el templo, me parece una exageración demasiado pretenciosa, pero, ¡hombre! Entre lo del templo y el bochinche… Bonito trayecto, del toro al torero y del torero al gran desmadre gastronómico alcohólico danzante.

Pero claro, al toro, al actual, tampoco se le pueden pedir gollerías, porque lo mismo no las puede soportar, porque ahora resulta que se le cría para propiciar y yo diría que hasta garantizar el lucimiento, el triunfo del señor de luces. Que qué le vamos a pedir a un animal que, según manifiestan los “profesionales”, tiene que rondar muy próximo a la invalidez, aparte de la bobonería, de la ausencia de bravura y de la inexistencia de la casta; ¿qué digo casta? Que no tenga ni el menor asomo de chispa, de picante, porque entonces ya estamos perdidos, entonces ya se acabó el arte, el triunfo y los mil trapazos, uno detrás de otro. Que si con el noble simplón no paran de correr, con el que no venga enseñado del campo a embestir, igual los coletudos acabarían hasta aprendiendo a volar. Pero que esto no para aquí, porque anda que no se cansan de pedir el toro a la carta, que si yo lo necesito así para expresarme, que si no es así es que es a contraestilo, que si no es imposible, que parece que escriben la carta a los Reyes Magos, que estos, todo bondad, se lo traen envuelto para regalo a la plaza y resulta que tampoco saben ya qué hacer con lo que piden. Entonces, si el genio de la lámpara les concede el deseo del toro a la carta y con este tampoco, ¿qué hacemos? Bueno, siempre se les puede echar la culpa a los políticos por no apoyar o por no decir que apoyan a la “tauromaquia”. Así sí que nos quedamos a gusto. Se culpabiliza a quién sea y tan felices.

Y resulta que con lo difícil que dicen que esto, que no dudo ni por un momento que lo es, hay más toreros que nunca con casi dos décadas de alternativa y más, que ahí siguen impartiendo su cátedra de castigo para el aficionado, aburriendo por sistema. Eso sí, tan arrogantes ellos, no quieren abrir plaza, por eso de que el público aún no se ha ubicado y para evitar semejante compromiso, pues ponen a confirmar alternativas hasta a Paquillo el de las lechugas. Que el chaval no está preparado, que es demasiado pronto, pero todo sea por no abrir plaza, que eso es “mu complicao”. Pero volviendo a esos “atractivos” extra taurinos para que el público acuda a las plazas, ¿no se dan cuente de que están confirmando que esto ahora mismo lo han desvestido de todo el interés, que siempre fue y debe ser mucho, y que lo que ofrecen es prácticamente la nada? Que me dirán, como ejemplo, las tardes de no hay billetes de la última feria de Madrid, que es verdad y vean que digo “no hay billetes”, porque las localidades de abonos regalados no se llenaban cómo algunos habrían imaginado. Que por la tele no sé cómo se vería, pero en la plaza ya les digo yo que a muchos, a demasiados de esos que agotaban el billetaje lo que más les preocupaba era que no se les derritieran los hielos, que no faltara el alcoholazo y que los refrescos de dos litros no los llevara solo uno, que repartieran el peso y que durara el botellón hasta que el trámite del ruedo concluyera y pudieran seguir la juerga en la discoventas. Que sería injusto afirmar que toda esta juventud, porque había mucha juventud, que no estuvieran interesados en nada de lo que pasaba en el ruedo; no, no es así, pues la verdad es que su atención era evidente si el de luces era paisano, si era uno de los que salen en las revistas, si era un nombre que les sonara o si vieran que iban a poder sacar a un caballero a cuestas, que luego eso se podía contar a las amistades. Eso sí, siempre salpicando el ambiente de la plaza con vivas y más vivas. Que esto podría ser solo una mala anécdota, pero es algo más, es ese empeño en apropiarse de algo, los toros, que no es suyo, ni de nadie, que siendo genuinamente hispano, afortunadamente, ya no es exclusivo de esta tierra, que en eso de expandir nuestra cultura, también estaba esto de los Toros. Pero ellos, los que dicen que esto no se puede politizar, bien que se empeñan en ello y en excluir a todo aquel que no coincide con su forma de ver otras cuestiones ajenas a los Toros. Hala, a crear un gueto en el que quedan fuera muchos aficionados a los toros. Que como sigan echando a más gente, no va a quedar quien responda a esos vivas, porque los que responden ahora, si les dan el barreño de alcoholazo más barato en la acera de enfrente, no se preocupen, que se mudarán a la otra acera con sus vivas, sus barreños y sus modelitos postineros, unos enseñando tobillos y otras… Y por otro lado están los adalides de la fiesta, los que se autodenominan exigentes, cuidado con los que se autodenominan nada, que en su afán de erigirse líderes de una supuesta afición, voceros de no sé qué, se agarran a detalles de una supuesta lidia y los convierten en categoría. Eso sí, que no dudarán en soltarles en pleno rostro cosas como que ellos valoran mucho la suerte de varas, pero que les vale que el toro vaya y luego… luego Dios dirá. Que se mesas las guedejas al ver a un toro metiendo los riñones, pero tapándole la salida, que si se pica o se araña con el palo no les importa para pedir vueltas al ruedo, que se entregan a señores que corretean por el ruedo, porque dicen que ha pegado dos, dejando de lado eso que tanto cacarean de la lidia completa. Y que si sin esa lidia completa hay que sacar los pañuelos para las dos orejas, pues se saca y punto. Que hace años, los taurinos y no taurinos, recuerdo que cuando iba a la plaza me deseaban una buena tarde de toros y ahora lo que me desean y se desean, es que haya buenas faenas ¿Y el resto? Pero ya he avisado que este era mi punto de vista personal y que por supuesto uno está abierto a escuchar a quién pueda y quiera aportar, pero de momento, esperando esas opiniones, la sensación es de que esto pinta de todo, menos bonito.