lunes, 5 de junio de 2023

Ese dulce regusto de lo inesperado

Cuando sale el toro, todo es m´s fácil y mucho más complicado y adquiere mucho más valor


Pues igual muchos esperábamos a estas horas el tener que lamentarnos con la corrida de Victorino Martín, por pensar que iba a salir un encierro mal presentado, toros blandos y mortecinos, simplemente echando mano de antecedentes no muy lejanos; y que habría que ponerse a elegir a uno de los seis para ver si simplemente era pasable, pero no, la sorpresa, al menos para quién escribe estas líneas, ha sido grande y muy agradable. Así, sin esperarlo, nos hemos encontrado con una corrida de toros, con todo lo que esto significa. De presentación impecable, alguno más grandullón y menos Albaserrada, pero no vamos ahora a quejarnos por eso y ponernos pejigueras… y repelentes. Toros a los que se les ha castigado en el caballo, que han tomado una primera vara y que la han peleado, aunque en la segunda solo se dejaran. Se les ha picado mal, se les ha lidiado peor, no se ha cuidado su colocación en el caballo, mucho desorden y los del señor Martín poniendo las cosas claras, o me mandas o te va costar hacerte conmigo. Y aquí empieza otra película, la de los de luces que iban a la deriva y que se han dejado ir la oportunidad de torear; torear de verdad, mandando, pudiendo, venciendo el genio desarrollado por los dos primeros y hasta con claras opciones de lucimiento, pero…

Paco Ureña quizá no ha entendido la tarde, era como si el viniera con una idea previa y los de Victorino se la han echado por los aires; y lo que es peor, con gran riesgo para su integridad, que el que haya que decir que afortunadamente no ha tenido que irse al hule, ya dice bastante. Que lo extraño es que haya podido seguir en el ruedo después de las palizas que se ha llevado y que nos ha cortado la respiración en más de una ocasión. En su primero, ya en los primeros compases con el capote se ha visto superado por el de Victorino. El toro se le venía y el espada se veía en apuros hasta para quitárselo de encima. En la muleta pretendía una faena al uso de pases y más pases, pero la cosa se le ha torcido, porque eso del pico, el no mandar y el tener que recuperar el sitio en cada muletazo, no era lo que mejor le iba a este cárdeno con genio. Y Ureña cada vez se iba alborotando más cuando el toro le comía el terreno, hasta el punto que en un momento le arrolló, quedando claramente conmocionado y con serias dudas de poder mantenerse en pie. Pico y más pico, sin cuidar el rematar abajo, el mandar en las embestidas, tirando por la heroica, por el drama, demasiados enganchones y sin ser capaz de asentar los pies en el suelo. Y a la hora de cobrar una estocada entera, se queda colgado de los pitones, sin que nadie se pueda explicar cómo ha podido salir con bien también de ese percance. A su segundo ya empezó a acortarle el viaje por ambos pitones. El animal ya mostraba que había que intentar llevarle con largura. Aquerenciado para los adentros en el segundo tercio, se lo sacó con la muleta pasándolo por ambos pitones por abajo, sin demasiada claridad, algo alborotado. Continuó abusando del pico, más dando aire que toreando, muy fuera de cacho. Tomó la zurda y la cosa empeoró, viéndose obligado a correr en cada trapazo, largando tela, hasta vulgar, yéndose por momentos antes de que pasar el toro. Embarullado, andaba a merced del toro, concluyó con un pinchazo y una entera delantera, que le sirvió para que se le diera una orejita de plaza de tercera, más porque el usía no aguantó el tipo como en los dos primeros de la tarde, que por los méritos del murciano. Ya en el quinto, empezó aperreado de salida, obligándose a darse la vuelta y ceder terreno hacia los medios. Maltratado en banderillas, en el último tercio el inicio fue con trallazos por abajo, sin parar de bailar. Pico mientras le atropellaba la tela, sin acabar de quedarse quieto, mientras el animal iba empujándole hacia terrenos de toriles. Siempre quedándose muy fuera, aprovechando el viaje en el segundo muletazo, deambulando por el ruedo buscando las palmas, seguro que pensando en la Puerta Grande. Pero la falta de recursos y de toreo eran evidentes, por lo que optó por el arrimón, otro arreón que le complicó innecesariamente y más y más trapazos. Acabó de media recibiendo que no estaba en mal sitio y por quedarse descolocado, el toro se llevó por delante a un banderillero. Lo que vino a continuación fue más que bochornoso, al negarse a tomar el verduguillo, permitiendo una agonía que no venía a cuento del animal, por más que se le reclamara que descabellara. Quizá hay conceptos demasiado equivocados en esto que llaman tauromaquia y que tanto difieren de lo que siempre fue el toreo.

Emilio de Justo, de la noche a la mañana le convirtieron en figura, pero él, sobre todo en esta feria, se ha empeñado en desmentir tales supuestos. Un torero que quizá entusiasme en otros lares y con otra afición, o incluso en Madrid cuando ciertos tendidos están poblados de partidarios dando vivas a su tierra, la del torero y la de ellos mismos, pero no da para superar un mínimo análisis de valores taurinos. Con su primero ya mostró de salida que no podía con él, teniendo que darse la vuelta hacia los medios y perder terreno, lo que sus parroquianos celebraron con entusiasmo. Ya en el segundo tercio parecía que empezaba a sentirse la incomodidad de los de luces. Trallazos de inicio por abajo, pico y enganchón, como aperitivo del trasteo. En los medios, abanicazos con la zurda, pero sin torear, pico y carreras y el toro, con su genio, no se lo ponía fácil. Pico y siempre fuera de sitio, siempre descolocado. Pico y pierna retrasada por el pitón derecho, el toro se hacía con el mando, mientras de Justo solo bailaba, inseguro, se lo acabó echando encima. Naturales de frente, para seguir corriendo tras el trapazo y otro y otro, para coronar dejándose enganchar la tela. Sin saber por qué sí, ni por qué no, emergieron los pañuelos, como guiados por un realizador de la tele sacando el cartel de aplausos, en este caso, “pañuelos”, sin que nadie sepa dar razones. Al cuarto le dio la bienvenida acortándole el viaje y sin poder parar al Victorino. Un toro que esperaba y media en banderillas. Se lo brindó en un bonito detalle a Álvaro de la Calle, pero quizá habría estado bien que le hubieran cedido alguno de los dos espadas un quite en un toro. De Justo ya empezó bailando en su inicio con la muleta. Le sacó más allá del tercio, pero sin excesiva confianza. Continuó en su especialidad, los cuartos de muletazo, quitándole la muleta de la cara, muchísimo pico y el toro yendo allá dónde le llamara, tropezándole el paño. Más pico, empezando a embarullarse, con la zurda, más de lo mismo, acortando las distancias y tomándose demasiado tiempo entre pase y pase, una eternidad, muletazos levantando la mano, saliéndose antes de tiempo, trapazos y más trapazos que el toro se iba tragando, pero que no conducían a ninguna parte, escuchando un aviso antes de tomar la espada. Cerró con un bajonazo en la tripa. En el sexto casi no había tocado al cárdeno, cuando ya se estaba metiendo en las orejas, no sabiendo sacar las manos para alargar las embestidas. Con el capote no era capaz ni de quitárselo de encima para ponerlo al caballo, obligando a dar más mantazos de los precisos. Muy, muy acelerado con la pañosa, sin torear, sin mando y sin parar de bailar. Enganchones, siempre fuera, exagerándolo mucho. Igual por el izquierdo, con el toro viniéndosele sin saber casi quitárselo de encima, todo con excesivas prisas, embarullado, cazando muletazos, intentando empalmarlos y largando tela. No dejando satisfechos ni a los de los vivas, ni a los que le animaban tuteándole desde el tendido, como si le conocieran de toda la vida de Dios. Una tarde llena de sorpresas, por un lado los de luces, a los que se esperaba en loor de multitudes como ases de la tauromaquia y que en tres toros cada uno han dejado algunas dudas y muchas certezas, como el que el toreo con mando es algo ajeno a ellos, que uno parece no saber salir del drama y el otro del pegapasismo vacío y tramposo. Y los toros, que reconciliaron a Madrid con hierro por el que siempre dejaron que se les notaran sus preferencias, que últimamente no había motivos para ello, ni remotamente, pero así, sin esperarlo, les ha hecho volver a sentir ese dulce regusto de lo inesperado.

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sábado, 3 de junio de 2023

En el 5 no necesitan prismáticos

Intentaremos recordar lo que era la suerte de varas, aunque a muchos les moleste y prefieran esa de el picador con el palo levantado.

Vaya feria que están echando en ese tendido de la plaza de Madrid. La empresa subió el precio de las entradas a todos, pero los toreros se han encargado de que a ellos, a los del cinco, les salgan más baratas que a los demás. ¿Qué cómo es eso? Muy fácil basta con que la inmensa mayoría de las faenas de muleta se den allí, a sus pies. Que antes era por el viento, pero es que en esta feria, aunque no se mueva una brizna, ¡hala! Todos para el cinco. Quizá sea porque allí se congregan los mejores aficionados de la plaza, ¿no? Bueno, no sé, igual aficionados, por mucho que otros piensen lo contrario, los hay en toda la plaza, unos más bulliciosos, otros más calladitos, pero los hay en todas partes. Eso sí, ya les digo yo que en el cinco es el lugar dónde habita la felicidad en la plaza de las Ventas. Ellos sí que saben entender esta fiesta. Ellos sí saben que para pasárselo bien hay que ir siempre con la bañera en la mano, según cuadre el pañuelo de la peña de tal o cuál lugar, el bocata, si se tercia y ya metidos en harina, pues a aplaudir hasta a los alguacilillos, que también tienen derecho. Idolatran el trapazo, los toreros precavidos, pero que se vayan allí al calor de sus palmas, para verlo cerquita, idolatran a los paisanos suyos o ajenos, a los que salen por la tele, a los que manejan la muleta como un guardiamarina maneja las banderas para pedir auxilio a otro barco, acelerado y dando mucho aire al aire. Este es el público que gusta a los taurinos, el que ellos dicen que levanta a la fiesta, aunque por delante se lleve el orgullo, la historia, la tradición, la personalidad de una plaza. Allí se congregan día tras día las plazas del mundo de norte a sur y de este a oeste y mientras… mientras desquician a la del centro. Qué más da, es la plaza amiga de los grandes y enemiga de los mediocres y como buenos mediocres, ellos y los de luces y taurinos del mundo, la detestan. Mejor hundida que viva y resoplando. Y será por eso que en esta feria se han ido al cinco una gran mayoría de toreros a sentir de cerca como les jalean su vulgaridad.

A este cinco poco le importa el ganado, lo de El Torero en este caso, que vayan ustedes a saber por qué, podían recordar a uno que el Rocío ha sido hace bien poquito. No se les ha picado apenas, lo que alegra al cinco y a los afectados por su onda expansiva. Eso sí, no consienten que el picador pise la raya y mucho menos que la rebase una pezuña. Sí se ha picado al quinto, quizá un poco de más. ¡Cómo se han puesto! Al picador, un descarado, le han llamado de todo, pero sin pensar por un momento en quién es el que le manda. Eso sí, lo contentos que se han puesto en el sexto por no picarle porque el de aúpa levantaba el palo. Así está esto, se ovaciona por no picar y por no pisar la raya, por supuesto. Poco les importa si el toro cabecea en el peto, como ha sido la tónica de la tarde.

Uceda Leal, que ya se sabe el truco, no ha dudado en llevarse su segundo del nueve al cinco a punta de muleta, adónde son más agradecidos. Aquí se jalea todo, todito, todo, los trallazos acelerados por abajo del primero de la tarde, los enganchones, el no llevarlo toreado, las prisas y el citar desde más allá de la pala del pitón. Que si no es por los fallos a espadas, igual… Pero quedaba ese cuarto, al que ha trasteado acelerado, por momentos aperreado, sin poder con el animal, abusando del pico de la muleta, sin parar de correr recolocándose constantemente, con un toro que no se comía a nadie. Cazando un muletazo por aquí y otro más allá, ahora hago que me pongo de frente, pero al segundo ya estoy otra vez fuera y atravesando la tela. Pero claro, con una eficaz entera rinconera, la locura y una oreja patrocinada por el cinco y su onda expansiva.

Morante de la Puebla es un torero al que lo mismo se puede jalear con fervor, que mentarle a lo más sagrado y nadie perderá categoría con ello. Puedes llegar al barrio y decir que has aplaudido su arte excelso, que le has abucheado como esta gente piensa que solo se abuchea a los artistas, con mucha saña. Pero es que el de la Puebla a veces tampoco lo pone difícil. Que solo unas verónicas al aire, sin torear, pero poniendo pose de lidiador del XIX, que eso cala. Con la muleta empezó pegando latigazos por abajo, sin templar, citando con el pico y a nada que el toro se le venía, se veía que no era capaz de hacerse con él. Pues para que demorarse, se toma la espada y ya está. En su segundo, pues la cosa ya iba torcida a cuenta del picador que picó, incluso saliéndose con el toro más allá del tercio y claro, la raya, esa es sagrada. Que sí, que le dio a gusto, pero si se reaccionara así cuando no se pica. Ya con la muleta, pues evitando que el del Torero se le fuera al suelo, pico, excesivo, dejándosela tocar. Cambio al pitón izquierdo y lo mismo, con el toro besando la arena; y ya saben, Morante no se anda con bobadas, la espada de verdad y a otra cosa.

Sebastián Castella, un torero hecho para públicos como el cinco, que se fabrica puertas grandes como el señor Genaro hace churros por las mañanas, una y otra u otra, con la diferencia de que los churros del señor Genaro están bien ricos y las salidas a cuestas del galo… en fin. Poco le importó que su primero anduviera de gira por el ruedo, si acaso, él andaba estorbando por allí en medio. Él está para calentar el cotarro con la muleta. Inicio por abajo tirando al de José Vázquez al suelo, ahora meto el pico atravesando el engaño, ahora meto el estoque. Serie con la zurda toda con enganchones. Pico y más pico, cazando trapazos dónde caigan, con la mano derecha quizá más pico, si es posible, muy fuera, que si cambios de mano y seguía citando desde muy fuera, pero el cinco el agradecido y todo lo jalea, que por jalear, hasta las carreras escapando. Luego una entera trasera, pero daba lo mismo, entre berridos y mulilleros a cámara lenta, pues una orejita, que a nadie se le puede negar tanta felicidad por tan poco. En el sexto íbamos por el mismo camino, pico, enganchones, muy fuera y pasándoselo lejitos, demasiado acelerado, más trapazos, venga enganchones. En uno de los achuchones que le arreó el del Torero le pegó una cornada, que diría que no le impidió seguir en el ruedo, lo que no quiere decir que no fuera de consideración. Más trapazos sin pararse quieto y un bajonazo que enfrío los ánimos hasta en el cinco, quizá por las airadas protestas de los que no fueron afectados por su entusiasta onda expansiva. Que dónde cayó la espada lo vio toda la plaza, pero quizá no los del cinco, con lo cerquita que lo tenían, como tienen y han tenido la mayoría de las faenas de esta feria, no por el viento, ni por las querencias y los terrenos, sino porque estos son los que mejor aprecian el destoreo, lo mismo que no aprecian lo que es una bajonazo y eso que teniéndolo todo tan a mano, en el 5 no necesitan prismáticos.

 

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viernes, 2 de junio de 2023

Pues la culpa va a ser del 7, ya lo creo

Parece que nunca sucedió aquel toreo de otros momentos de Urdiales, quizá cuando no daba sensación de acomodo, quizá cuando toreaba menos, quizá...


El otro día un periodista de esos que han ido por todas las teles del mundo, como la Trotaconventos, pero en plan platós de televisión, radios y prensa digital, afirmó que la culpa de que esta magnífica, sensacional, histórica, gloriosa feria, vaya como va, desastre va, desastre viene, es del siete. Y el pavo se queda más ancho que un mojicón a las ocho menos cuarto. Que oiga, con los habitantes del siete se puede estar de acuerdo, en desacuerdo, unos ratos sí y otros no, con unos sí, por supuesto y con otros de ninguna manera, pero, ¡Hombre! Que no les veo yo a estos montando carteles en la mesa de al lado de casas y Garrido. Al menos que yo sepa; porque si hubiera sido así, anda que no nos lo habrían cacareado Casas, Garrido, toda la prensa del régimen y a lo mejor hasta alguno del siete con ganas de sacar pecho, pero no, no se ha dado el caso. Que tampoco he visto yo a los del siete reseñando corridas, ni tan siquiera en los reconocimientos matinales diciéndole a presidentes y veterinarios este sí, este no. Como tampoco he visto a nadie del siete dándole un mamporro en la cocorota a los matadores antes de entrar en la plaza para que se les borren todas las ideas taurinas y su saber lidiador para que luego se muestren tan incapaces como se muestran tarde tras tarde. Que a veces protestan esto, lo otro y lo de más allá, pues eso es innegable y mire usted, que ni los del siete lo niegan. Eso sí, si los toros, los toreros y hasta los que venden almendras se vienen abajo con las protestas, pues qué quieren que les diga, que los toros, los toreros y hasta los que venden almendras, necesitan sacarse un bono de cien sesiones en el colegio de psicólogos de Madrid, España y el Mundo. Que ya me gustaría a mí que las protestas sí que fueran capaces de aplacar los ánimos muy animados por Gin Larios, Soberano que es cosa de hombres o güisqui Dyc. Que lo del fracaso no se les puede achacar a esos del siete, pero los triunfos, orejas, puertas grandes y vueltas al ruedo, igual sí que se les puede reconocer su parte de influencia a estas marcas de alcoholazo tan acreditado en los tascuzos de la plaza de las Ventas.

Que la de los señores Lozano, lo de Alcurrucén, igual han salidos malos, mansos, descastados, pegando tornillazos en el peto, queriéndose quitar el palo, doliéndose en banderillas y si medio iban a la muleta se desfondaban a la de tres o buscando las tablas primero y los toriles después, igual era más su propia condición, que por culpa del empedrado. Como ese primero que derrotaba desesperadamente el peto al notar el palo y que salió a escape en cuanto pudo o Urdiales, que se mostró no muy confiado, tirando trallazos, metiendo el pico y acabando con un arrimón, sin que nadie le obligara. En su segundo otro manso que además no quería trato con las telas y que buscaba irse a costa de lo que fuera, muy suelto durante toda la lidia, quizá lo que se le pedía era que le pegara por abajo y a otra cosa, pero el riojano optó primero por cambiarle la lidia y llevar el caballo al cinco, para después iniciar por abajo e intentar meterlo en la muleta consintiéndole, pero el toro era malo de solemnidad y no creo que fuera porque nadie de ese tendido en cuestión le criara a biberón en las galerías del tendido bajo.

Que no digo yo que los de ese tendido en cuestión no tengan culpa de algo, que lo mismo es que hay alguien mal encarado y produce una sensación de desasosiego en los actuantes, pero volvemos a lo de antes, que si ya nos venimos abajo por uno que no es Adonis, apaga y vámonos. Que es probable que Talavante ya viniera desanimado y sin ganas desde casa, porque esa es la sensación que lleva dando en sus actuaciones en la presente feria y… lo mismo en ferias anteriores, pero parece que el mal influjo, según el periodista del artículo, la cosa solo viene del 10 de mayo para acá. Que nadie ha empujado a Alejandro Talavante a desentenderse de la lidia de su primero, que la inseguridad que proyectaba puede tener otras causas, lo mismo que el hartarse a meter el pico de la muleta, a citar desde fuera y dejarse enganchar el engaño demasiadas veces. En el quinto, el más claro exponente de la sangre de esta ganadería, mantazo va y mantazo viene y el animal que dice que va a ver si le abren la puerta de toriles y se pira para su dehesa. Ni quería caballo, ni quería trapos, ni que nadie se arrobara el origen de su mansedumbre, por mucho siete que fuera. Era manso para él mismo y ya está. Y Talavante que va y se nos postra de hinojos al más puro estilo chabacano, pasándoselo por detrás como en las ferias de las talanqueras. Y venga pico hasta la exageración y destoreo y trapazos al aire y la buena gente, los que con sus bienes, palmas y alboroto sí que no han sido capaces de hundir esto aún más de lo que ya lo han hundido, jaleaban hasta cuando el toro ni pasaba. Eso sí, protestaban al no regalarse despojos, pero en este caso quizá habría no que censurar, sino agradecer, las protestas con origen dónde fuera de la plaza.

Y Luque, ese torero que no el siete, pero sí otros muchos, probablemente hasta el periodista identificador de culpables, han intentado enaltecer al sevillano. Que si está en un gran momento, que si ve los toros como nadie, que si resuelve faenas primorosas, pero nada, que no hay manera, que Daniel Luque pone todo su entusiasmo en ser un torero tramposo, ventajista, trapacero y vulgar hasta la extenuación. Eso sí, posturas las pone como nadie, que si rodilla en tierra, pero tirando con el pico de forma descarada, que si brazo largo no vaya a ser que el toro pase más cerca de lo soportable, que si se la deja tropezar, pero pone cara de palo y al final, tira el palo, quizá lo más sensato de sus actuaciones, porque la verdad, ¿para qué le vale? Que realmente, él, como tantos, podrían tirar el palo, la muleta y todos los trastos de torear o subirlos a Gualapop, a ver si así al menos. O, ¿por qué no? Que se los regalen al siete y así les provoquen remordimientos y que digan que con lo poco que han aguantado sus trapacerías, mira lo enrollado que es, que nos hace un regalo. Y al sexto, un mulo, pues le ha intentado aplicar la misma receta de destoreo de siempre, que sí, que los muy motivados hasta le jaleaban y se animaban, no porque lo hicieran desde el siete, faltaría más, más bien ese entusiasmo procedía de los efluvios del Gin Larios, Soberano que es cosa de hombres o güisqui Dyc. Que algunos pensarían que el mundo se les balanceaba al ver a Luque hacer el péndulo. Que suerte tan bonita, ¿verdad? Y si ya lo rematamos tirando de nuevo el palo, pero esta vez no ha podido ser eso que él hace de cambiarse el trapo de mano a mano, ahora la pongo del revés, ahora del envés. Y que yo sepa, semejante vulgaridad es de cosecha propia, pero nada si algunos siguen queriendo responsabilizar al siete, pues adelante, ellos sabrán, habrá que darle la razón como a los borrachos y sobre todo a ese periodista Trotaconventos que como otros muchos esperaban una feria demencial y maravillosa para los taurinos, que estamos a punto de acabar y aún no hay candidatos a triunfadores para la beneficencia, que igual hasta nos meten a Diego ventura. Que, por mucha oreja y Puertas Grandes, la cosa no la tenían pensada así y ahora solo les queda mirar a quien señalar con el dedo, por no señalar a los verdaderos culpables, el señor casas y el Señor Garrido, las ganaderías contratadas, los toreros, por mucho que desde los micrófonos se empeñen en cambiar la realidad. Pero si así se quedan más conformes, Pues la culpa va a ser del 7, ya lo creo.

 

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jueves, 1 de junio de 2023

Si es que dan para lo que dan

Y los toros siguieron buscando muletas carmesí en el cielo de los toros que nunca se cansan de embestir.


Resulta que te pones a pedir los toros que cumplan con esto, lo otro, lo otro y lo de más allá, te salen y te dedicas a tus garabatos taurinos acostumbrados. Que a tres caballeros, Arturo Saldívar, Fernando Adrián y Álvaro Lorenzo les echas la mejor media corrida del serial y se creen que están en la romería de su pueblo o en una capea de amiguetes. Y digo la mejor media corrida, con diferencia, porque si entre todos no juntan una vara, igual no es para ponerse a dar saltos de alegría, ni vociferar parabienes a su criador. Que en la muleta han sido unas máquinas de embestir no lo puede negar nadie, solo faltaba, pero si me van a empezar con el sainete de que nos roban el tercio de varas, que si lo que quieren son lidias completas, que si el toro de poder y todas esas cantinelas habituales, entonces no me podrán poner la corrida de Santiago Domecq como el paradigma de la corrida brava y encastada. Que nos ha dado un respiro y una alegría al ver a esos animales ir y venir a la muleta queriéndose comer el trapo y hasta poniendo en algún aprieto a sus lidiadores, no sé si tendrá mucha discusión, pero insisto en que pensemos las cosas con detenimiento. Que también les digo que ya me gustaría que esta fuera la peor y que todo lo que viniera después fuera mejor, pero creo que no va a ser así. Bien presentados, sin excesos, algunos hasta justitos, mal lidiados por sus matadores, mucho mantazo, sin tan siquiera ponerlos al caballo con una pizca de gracia. Los dejaban por allí y que se apañaran. Aunque poco había para apañarse, porque ya digo, no se les ha picado, que si un rasguño, que si un poquito más, pero poco más. Derrotes a los petos con un solo pitón, con las caras altas mientras les tapaban la salida, para acabar doliéndose en banderillas. Y precisamente en banderillas, Curro Javier ha vuelto a lidiar con conocimiento, sabiendo ver al toro y sin molestarle para el siguiente tercio. Un toro muy aquerenciado para los adentros, que iba poco a poco empujando a todo el mundo hacia toriles, lo ha cogido el peón y con dos capotazos lo ha sacado de su terreno y se lo ha llevado al punto opuesto de la plaza y lo que era complicado para banderillear, esperando, se ha convertido en algo más cómodo y menos arriesgado para para parear.

De los espadas, pues podríamos haber hablado maravillas. Les sale lo que les sale y no dan para otra cosa que para pegar trapazos y soltar su show entre vulgar, chabacano e incapaz. Que los paisanos de Fernando Adrián se habrán vuelto encantados a su casa, porque al chaval le han sacado a cuestas por la Puerta de Madrid, pero ni él, ni sus más allegados están para celebrar nada. Él, como sus compañeros, han dejado escapar su gran oportunidad. Que sí, que lo pondrán aquí y allá, pero esto es un pan para hoy, hambre para mañana. En su primero fue un recital de trapazos, telonazos de inicio, que si me lo paso por detrás, para felicidad del paisanaje. Pico, enganchón, sin llevar al toro, que buscando la tela se le acaba echando encima, un desarme, cites desde muy, pero que muy fuera, siempre con la muleta atravesada, sin recordar jamás lo que es el toreo. Arrimón, que eso siempre anima a los idólatras del pegapasismo vacío. Y por si faltaba algo, una entera caída. A los señores mulilleros entonces les entra un ataque de parálisis mental y de sus extremidades inferiores y oiga, que no avanzan, al menos hasta que el presidente da el primer trofeo. Que igual se piensan que las orejas se cortan por dar naturales, derechazos, quites a la verónica y una gran estocada, ¿no? Pues no, se cortan dependiendo de los mulilleros, aunque no haya petición suficiente. Así están las cosas. Pero claro, con la Puerta Grande entreabierta, a poco que se paren los acemileros otra vez, la cosa está hecha. Qué cosas, lo que en toros tiempos podría haber sido faena de pitos por dejarse ir un toro, estos prestidigitadores del látigo lo transfiguran en otro despojo más. Que Fernando Adrián, del que se comenta que también tiene capote, empezó de rodillas en los medios, con trapazos por doquier, para ya en pie largarlo lejos, muy lejos largando trapo. Pico exageradísimo, muy vulgar, toreo de talanquera venida a menos, contorsionismo rodilla en tierra, pero con la precaución de sacar mucho pico, enganchones y más enganchones y el toro que no se cansaba. Que el pobre no cesaba en su empeño de agarrar aquello rojo, aunque su portador se la ofreciera allá por la salida de la carretera de Valencia en la M-30. Un toro así no merece semejante desvarío taurino. Y para culminar el despropósito, un bajonazo, metisaca, en la paletilla, más otra cuchillada traserísima. Luego monto un numerito que si aplaudo al toro, que si me aparto, como si nadie le hubiera contado que él estaba para despenar al de Santiago Domecq y evitar un penar innecesario, que si acaso ya aplaudirían los que pagan y está para eso o para protestarle ese despojo más que inmerecido. Luego el señor del palco, esta vez sin que los mulilleros tuvieran culpa, que ya habían hecho de nuevo su función de arrancar despojos, decidió la vuelta al ruedo para el toro. Que en la plaza de Villarrubias de los Ojos Verdes, pues igual estaría de miedo, pero en esta plaza, permítanme que lo dude y lo censure.

Si abordamos la actuación de Arturo Saldívar, poco hay que decir, siempre buscando el aplauso facilón, pero nada de toreo. Inédito con el capote, en la faena de muleta dando los mismos trapazos de todos, añadiendo una incapacidad para ver y mandar en sus toros, lo que propiciaba que en ocasiones este se le viniera de repente y le pusiera en apuros. Como todo recurso solo era capaz de dar el muletazo por detrás, que hay quien lo verá como un signo de valor y quién, por el contrario, lo ve como que no hay nada más que ese trapazo tan resultón y jaleado, pero nada más. En la misma línea de ese resultadismo taurino, intentó torear con la derecha sin el estoque, pero ni eso le salió, resultando cogido. Un bajonazo en la tripa, que hubo quién lo jaleo, quizá porque estaba dentro del animal, es la única explicación que se ocurre. En su segundo, pues más de lo mismo, pico, trallazos y el toro poniéndole en apuros al irse al hueco que dejaba con esa trampa. Que habrá quien se pregunte que hacía el azteca en esta feria, pues que cada uno saque sus propias conclusiones.

Y Álvaro Lorenzo, el que hace un tiempo enloquecía a los suyos, en esta tarde parece que no ha logrado congregar a demasiados paisanos. Lo intentó el toledano con el capote, pero siempre dando el pasito atrás. En su labor con la muleta, pues el torero que ha sido siempre, ventajista, abusando del pico, toreo muy periférico, largando tela y sin tan siquiera hacer amago de rematar, aunque esto es lo de todos y lo de todos los días, dejándosela tropezar demasiado. En el que cerraba plaza empezó en los medios ofreciendo la zocata y al quedarse al descubierto resultó prendido, dando toda la sensación de haberle calado el pitón. A pesar de todo continuó en el ruedo, para seguir en la misma línea. El toro estaba muy aquerenciado hacia los adentros, pero el espada no le mandó en ningún momento, más pico, más tirarlo para afuera, largando trapo, arrimón y muletazos de uno en uno, cuartos de muletazo y el personal que jaleaba todo lo que pasar por allí y por supuesto una estocada dos palmos trasera, pero daba igual. El público no estaba por fijarse en estas cosas, estaba entregado y vivía la vulgaridad con deleite y regocijo, mientras otros no daban crédito al encierro que había echado Santiago Domecq. La modernidad más absoluta, inéditos en el primer tercio, pero que en la muleta se tragaban los muletazos como benditos una y otra vez. ¿Para felicitar al ganadero? Pues allá cada uno, pero que no me cuenten eso del primer tercio, la lidia completa y esas cosas que ya parecen pasadas de moda. Que habrá hasta quien diga que ese quinto era “toro de vacas”, pero ya saben, hay gente pa’ to y la modernidad también tiene sus fieles, aunque abjuren de la fiesta íntegra de siempre. Aunque por lo visto, quizá los que más han renegado de esta fiesta modernista sean los propios caballeros de luces, que han dejado pasar la gallina de los huevos de oro delante de sus narices, pero, ¿qué le vamos a hacer? si es que dan para lo que dan.

 PD.: Un recuerdo para Laura, esa aficionada de Madrid que hizo del bajo del 3 su trono. DEP.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

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miércoles, 31 de mayo de 2023

Sigfrido y dos chavales de la tierra

Al final vamos a tener que buscar en la mitología táurica para encontrar una pizca de toreo de verdad y poder sacudirnos tanta vulgar modernidad.

En las novilladas vas la mayoría de las veces a ver qué pasa, porque si conoces a los novilleros, unas veces te suena haberlos visto hace… y miras en el programa y ya te suena, incluso hasta te recuerdan que cortó una, dos o mil orejas. Miras las fotos y ya empiezas a hilar que era de un pueblo pegado a Guadalajara, el otro que vive en Majadahonda, pero de golpe ves la foto de uno que se presenta, rubio de un rubio dorado como el oro del Rin, como el anillo del Nibelungo, de rasgos de divinidad teutona; el mismísimo Sigfrido vestido de luces, como aunando la mitología nórdica con los mitos mediterráneos. Que si alguno dudaba que esto de los toros- ¿o quizá debería ahora sí hablar de la tauromaquia? – esto es no ya cultura en si mismo, es la cultura por excelencia. Un galo de las cercanías del Ródano ha honrado la plaza de Madrid, Lalo de María, de movimientos majestuosos, ceremoniosos, acompañado en el paseíllo de un joven mesetario, Víctor Hernández, y un hijo de la Hispalis milenaria, Álvaro Burdiel. Todo en torno a esa patena que es el ruedo de Madrid, las ventas se vestía de magia y oro. ¿Y qué ganado para tal acontecimiento? No rebusquen, no, váyanse a lo más obvio, a lo más cotidiano. ¿Y qué es lo cotidiano en Madrid en los últimos tiempos? Pues quién el año pasado lidió ocho festejos y esta temporada ya lleva tres, Fuente Ymbro. Que hay aficionados con años de experiencia en las Ventas y no han visto en toda su vida ese número de festejos de muchas ganaderías. Que el día que se descubra el misterio de tanta comparecencia, como diría un castizo, lo mismo lo íbamos a flipar.

La novillada de Fuente Ymbro ha sido bastante desigual, que igual uno parecía un toro de los que sueltan por esas plazas de Dios, que pensabas que te habías colado en una sin picar. Y en general se picó poco y mal. Los animales sin más se dejaban, pero no mucho, y el cuarto fue notar el palo y salió espantado a toriles. Este no se quería ni dejar. Y en el último tercio, el segundo iba al engaño una y otra vez, el cuarto se comía a su oponente sin apreciar que nadie le iba a mandar y el sexto se fue sin que le dieran lo que requería, que era mucho más que trapazos, pedía toreo y no trapazos, pero… la cosa está como está.

Por su parte, Víctor Hernández, parecía más preocupado de sumar en su estadística, que en su bagaje como torero y lidiador. Que daño hacen a los chavales esos que solo entienden esto como una suma de despojos. Empeñado en el espectáculo, pases por la espalda y acumular muletazo tras muletazo, aunque ello conllevara una retahíla de trapazos distantes con el pico, acelerados, muchos tirones y mucho enganchón. En el cuarto, que llegó a la muleta bastante descompuesto, no fue de asentarlo y meterlo en las telas, es más, aún lo alborotó más, como alborotado era su toreo. Se le venía y no era capaz de hacerse con él, el novillo empezaba a dejar claro quién tenía el mando allí. Muy acelerado, venga a dejársela tocar. El toro acudía bronco, pero Hernández no encontraba la forma de remediar aquello y solo era capaz de dar carreras y más carreras.

Álvaro Buerdiel dejó algo positivo y es que con el capote citaba y se quedaba quieto, lo que ya es, pero en cuanto al manejo de los brazos, necesita progresar. A su primero no le entendió, no entendió las embestidas que le ofrecía a lo que respondía con vulgares trallazos, tirones con el pico, teniendo que recolocarse constantemente, para acabar con algo tan común y tan extendido entre los de luces, el acortar demasiado las distancias. A su segundo simplemente no supo por dónde atacarle y la receta fue la misma, siempre desde muy fuera. Y llegó el que se presentaba, el de figura apolínea, el que hacía pensar que en cualquier momento iban a salir las Walkirias por la puerta de cuadrillas o que el mismo Sigfrido aparecería rodeado de los enanos del anillo del Nibelungo. Pero aparte de amaneramientos y poses épicas de opereta, Lalo de maría daba para poco. Descolocado, desubicado, hasta en un momento se aprestaba a tomar espada y muleta y todavía andaban sus peones liados con los palos. Y a pesar de tanta elegancia épica. Su toreo rebosaba vulgaridad, trampas y destoreo, de brazos largos, muletas atravesadas, aceleradas y trapazos que hacían perder las manos a un flojo novillo. En el sexto solo dejó claro que tiene capotes y muletas para dar y regalar. Solo el cielo sabe cuantas veces tuvieron que acercarle otros trastos por perder los anteriores. Recibió al sexto de rodillas y al tercer trapazo o se enderezada o a ver qué pasaba. Pico exagerado y pierna retrasada, más todos los defectos frecuentes en toda la torería de la modernidad, pero sin asomo de toreo. Que se recordó en esta tarde a un torero al que tantas veces se le acuso de eso, del pico, José Fuentes, quien hace nada se marchó para torear en el cielo con aquellas maneras y aquella personalidad tan suya de torero. Un torero del que podrían haber aprendido tanto, entre cosas a torear, Sigfrido y dos chavales de la tierra.

 

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domingo, 28 de mayo de 2023

Dos pinceladas entre borrones y brochazos

O sea, que la verónica era eso. Pues que pena que no se vean más a menudo.

Ya se frotaban algunos las manos al contemplar a Urdiales toreando a la verónica al primer torazo del Pilar, rara avis en esto que ahora llaman “tauromaquia”; después vino un lento quite de Pablo Aguado y la réplica del riojano, con una sensacional. Todo por el pitón derecho, lo que impedía que la cosa fuera redonda y en muchos casos, sobre todo en el quite del sevillano, estética en el acompañamiento, pero menos es nada. Al menos han sido dos pinceladas que han podido evocar el toreo de capote. Pero ahí acabó la delicadeza y precisión del pincel del artista. A partir de entonces, allá que repartieron bidones de quintal repletos de pintura de color indefinido y brochas usadas y cubiertas de chorretones de pintura seca. Las paletas que debían ser los de El Pilar, pues tampoco ofrecían gran variedad de colores. El gris apagado de la mansedumbre, la falta de casta, la fuerza con pinzas, la casi imposibilidad de verlos en el caballo y, al contrario de lo habitual en la modernidad, no se decidieron a seguir la muleta como gallinas hipnotizadas por una tiza. Puede que el más potable fuera el que cerraba plaza, pero claro, si le toca al que el pintor de brocha gorda le encarga poner papeles y cintas para no manchar, pues pasa lo que pasa, que ni lo entiende, ni sabe entenderlo. Además salieron dos sobreros, uno del hierro titular que también fue para adentro y el del Conde de Mayalde, que tuvo mala suerte de a quién le tocó su lidia.

Urdiales, aparte de esas verónicas por un pitón, no tuvo la mejor tarde de su vida y eso que él sabe manejarse en esto de las pinceladas. En su primero, un torazo, todo se lo hizo por el pitón derecho, salvo un intento con la zurda en la faena de muleta, que pareció más que el riojano no se confiaba por ahí, que el que el toro tuviera algún defecto insuperable. El resto fue un toreo muy alejado de lo que se podía esperar y demasiado asimilado al que se ve todas, todas, toditas las tardes, con los mismos defectos y trampas, aunque no tan acentuadas como otros, incluso en esta misma tarde. Con su segundo no se mostró confiado ya de inicio. En el último tercio a nada que pegara un tirón con la muleta, el animal se venía abajo. Tanteo por aquí y por allá y el toro yéndose de las suertes como un mulo. Media lagartijera y a otra cosa. Que casi mejor así, si no estás, deja los pinceles para otro día en lugar de emborronar y emborronar empeorando las cosas.

Pablo Aguado empieza a no convencer ya a casi nadie con eso de la naturalidad que le encumbró hace un tiempo a los carteles de postín en las grandes ferias, pero al final, aunque lleve un mono blanco impoluto, no pasa de pegar brochazos burdos y desordenados, dejándose huecos sin pintar. A él le salió el primero de los que parecían más del Raboso, los Aldeanueva que tanta fama le dieron al Campo Charro, pero que ahora se mantienen y punto. Hubo toreo de capote de eso que se dice bonito, eso es innegable; basta saber ponerse en situación y la estampa puede ser d un preciosismo extremo, que tampoco es el caso, pero claro, si se torea sin torear, cómo se come eso. Que sí, que todo lo bonito que queramos, pero, ¡hombre! Háganselo al toro y no al aire. Pero en la faena de muleta ya no colaban ni poses, ni estética postmodernista, porque si empezamos a lo de siempre, léase pico, lejanías… bueno, ya saben, ¿no? En el quinto casi no tuvo opción ni de ponerse en los dos primeros tercios. Ya parado en el primero, apretó más en banderillas, para a continuación continuar la obra de trampas inacabada en su toro anterior. Borrones y más borrones en forma de enganchones, citar desde muy fuera, la muleta al bies, hasta que el toro se quedó parado, que no tardó mucho.

Y Francisco de Manuel, que no sé quién le dijo que iba para figura, con el mono hecho un pingajo, con brochas y rodillos de mil colores, con la lata llena de chorretones, se fue decidido a que no le llamara nadie ni para pintar las tapias del cementerio. Sin fijarse en la paleta que tiene entre manos, lo mismo se te pone de rodillas para una larga versión mantazo, que para iniciar el trasteo embarullado, que acaba liándose y el toro le prende, afortunadamente sin consecuencias. Era como si el solito se echara encima todo el cubo de pintura, pero nada, que no se desanimó, él a lo suyo, al toreo, o lo que sea, más vulgar, chabacano y sin sentido. Que sí, que siempre habrá los afines que le quieran subir a los cielos del taurinismo, pero es que es muy difícil, porque da para muy poco. Eso sí, una estocada en buen sitio y algunos creyeron que era el momento de darle orejas, patas y el toro mismo. Vuelta al ruedo en la que debió pensar que qué amables eran los que le movían el brazo para que pasara y otros diciéndole que no, pero esto ya se le iba de su entendimiento. Eso sí, no pensó ni por un momento en que le dijeran que dejara de pegar esos brochazos a pegotones, porque en el sexto tiró por el mismo camino y si la cosa no progresó, no es porque de Manuel se pensara el reconducirse, sino porque el mulo que le tocó se marchaba de las suertes sin querer que nadie le mareara a base de trapazos acelerados citando desde fuera, pico, enganchones, sin que le llevara con la muleta, lo que le provocaba al animal unas tremendas ganas de echársele encima. Al finalizar la tarde, pues el comentario de todos los días, una más y una menos y con el peso de un plomo que había caído sin compasión sobre las cabezas del personal que ya casi no llegaban a recordar esas dos pinceladas entre borrones y brochazos.

 

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sábado, 27 de mayo de 2023

Si es que, ¿qué podía salir mal?

De toda una tarde solo la lidia de javier Ambel y los pares de Curro Javier. 

En esta feria plena de aciertos por parte de Plaza 1 desde el primer momento en que se confeccionó la presente feria de Madrid, ganaderías, toreros, precios populares, los canales para la retransmisión de los festejos, toros en el Batán, presidentes con un rigor jamás visto, el festejo de este 26 de mayo es de los que mejor ilustran toda esta gestión y que alguien tenga valor y argumentos para contradecirme, ¿no? Un cartel con hierros de garantía de la tauromaquia del momento. Muchos hierros, tantos como… Que podían haber sido más si el señor del palco hubiera escuchado las protestas del público ante la falta de trapío de más de uno. Que el personal no se conforma con nada, ¡hombre! Nos dan ocasión de ver un verdadero… ¿saldo? Dos de Núñez del Cuvillo que pa’ qué. Un novillote adelantado y una raspa que daban ganas de invitarle a un colacao con madalenas. Que igual se piensan que fueron al caballo y que además les picaron; pues dejen de pensar cosas raras, que ir, bueno, sí, si se puede decir así, pero lo de picar. Luego hubo otro de Toros de Cortés, que lo de Toros quizá sea o para despistar o porque el nombre se lo pusieron sus propietarios al final de una larga noche de agitación, Y tres de Victoriano del Río, que al menos no jugaron al despiste con los nombres. Que hay que tener mucho cuidado con esto, porque no hay que despistar, porque imaginen que encabezando el cartel del día ponen arriba, en letras grandes y de molde “Feria del Ganado Caprino de la Sierra de Madrid”. Pues luego van a la plaza y la gente se lo cree. ¡Ojito con lo de poner nombres! Si les cuento el comportamiento en varas de estos, como de los dos primeros, les puedo decir que si se ponían así o asá, pero si cuento que les picaron les estaría engañando. No engañaría si dijera que todos mansearon más o menos, pero manseando con sosería, porque si al menos hubieran sido unos mansos encastados, de esos que huyen, que no los meten en los capotes. Que a estos tampoco los han metido sus matadores y cuadrillas en los capotes, pero más bien por la poca o nula pericia en su manejo, que por complicaciones de los toros. Eso sí, ya saben cómo funciona esto del toreo moderno, o tauromaquia como lo llaman ahora los eruditos de la modernidad, que ven la muleta y van y vienen sin pensárselo. Que habrá quién me diga que alguno se rajó y que acabó hasta escapando de la muleta. Pero es que en esto, como en todo, también hay límites y si el espada en cuestión quiere llegar al top 10 de los records Guinness del trapazo, igual los animalitos se hartan y les dicen que pa’ tu tía, que ya está bien de ir y venir, para no llegar a ninguna parte.

Una tarde en la que se anunciaban tres toreros enseña de la tierra, de la suya, por supuesto. Miguel Ángel perera, que como es habitual en Madrid, lo único destacable fue mantener ese rictus sobrio, serio, como de úlcera duodenal; Alejandro Talavante, queriendo recuperar el rumbo perdido hace… ¡Éramos tan jóvenes! Y Ginés Marín, que es el perfecto aparentador, que aparenta que quiere torear de verdad, que aparenta ser un torero de pellizco, que aparenta que va a romper en cualquier momento, pero que a poco deja siempre de aparentar. Con estos mimbres, díganme ustedes qué podía salir mal. Y los astros del firmamento además deciden que en tan trascendental fecha se rompa la sequía y que el cielo de Madrid descargue agua como para provocar un naufragio en el coso de la calle de Alcalá ¡Dita sea!

En esta tarde la mayor virtud de Miguel Ángel Perera ha sido su capacidad para llamar al agua. Era salir sus dos toros, con perdón a los toros, y venga a tirar de paraguas. Y el capote, pues poco más que para resguardarse del chaparrón, menos cuando su segundo le desarmó ya de salida y se agarró al olivo, recordando a aquellos legendarios genios del toreo, pero solo por un instante. Era recuperar los trastos y volvíamos a la realidad de un sopapo. Con la pañosa, pues es contarlo una vez y ya vale para siempre. Pico, siempre fuera, más allá del hilo del pitón, escondiendo la pierna de salida y como en ese su segundo, dónde quisiera ir el animal, que si ahora al cuatro, que si al tres, que si a toriles, todo salpicado con inoportunos enganchones. Aunque él parecía estar cómodo yendo detrás del de Victoriano, venga pases y más pases, que hasta le tocaron un aviso, luego un segundo ya con prisas y el tercero no sonó, pues sería porque se le agotaría la pila al reloj del señor presidente, porque el tiempo pasar, pasó y el tercero no sonó.

Talavante estuvo, pero como si no estuviera, que cuando no se aceleraba con el capote, lo hacía con la muleta y además para poner en práctica un ventajismo que no gusta, aunque si había quien jaleaba todo. Que si el extremeño para calentar el cotarro tiene que tirar de telonazos, de trapazos por la espalda, que si ahora miro al tendido y en ningún momento se plantea el torero de verdad, aquel que un día ejecutó, pues algo pasa. Aunque ya digo, si no llega a ser por el mal manejo de la espada, igual…  Y Ginés Marín, pues como sus compañeros de terna y casi como todos los del escalafón, hoy te traigo un repertorio y te lo repito en los dos toros y mañana otra vez y al otro y al otro y así eternamente. No es capaz de fijar un toro, como casi todos y todo lo basa en el trapaceo muletero, pico, lejanías, baile, enganchones… en fin, qué les voy a repetir que no les haya repetido ya antes. Y en estas, con toros prototipo de la tauromaquia moderna, tres ídolos de la tierra a los que siguen sus paisanos hasta el fin del mundo, un palco consentidor, un público consentidor, amable y con ganas de jarana y la declaración del final de la sequía en la Plaza de Madrid, nada podía fallar y seguro que más de uno se repetía por lo bajini: si es que, ¿qué podía salir mal?

 

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